¿Cuáles “obras”? - Josué I. Hernández

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¿CUÁLES “OBRAS”?
¿Cuáles “obras”?
Hay mucha confusión en el mundo religioso sobre el tema de “las obras” y su
relación con la salvación. La confusión en gran parte se debe a que muchos líderes
religiosos tienen una marcada tendencia a etiquetar cualquier mención bíblica de “las
obras” de manera negativa, y usar algunos pasajes bíblicos para desaprobar todas las
obras, incluso las obras de obediencia al evangelio. Pero, como veremos en este
estudio, semejante exégesis es perjudicial ya que la Biblia menciona diferentes tipos
de “obras”, algunas buenas y otras malas, y debemos notar la diferencia en nuestra
lectura cuidadosa. Por ejemplo, en el sermón del monte, Jesús dijo: “Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16). Nótese que Jesús
etiquetó a las referidas “obras” como “buenas”. Entonces, obviamente, no todas las
obras son malas.
Ahora bien, algunas “obras” son de hecho malas. Por ejemplo, el apóstol Pablo
dijo “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial.
A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18). Así también, el
Espíritu Santo por boca del apóstol Pablo, condenó “las obras de la carne” (Gal. 5:1921). Entonces, como ya dijimos, no todas las obras son malas. Algunas obras son de
Dios y son buenas.
En una ocasión preguntaron a Cristo “¿Qué debemos hacer para poner en
práctica las obras de Dios?” (Jn. 6:28), a lo cual Jesús respondió “Esta es la obra de
Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Jn. 6:29). Esto indica, claramente, que la fe
en Cristo en sí es una obra, una obra que no podría ser mala porque la fe en Cristo es
algo bueno.
Las Escrituras también nos informan que así como algunas obras son de Dios,
otras son de Satanás: “…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras
del diablo” (1 Jn. 3:8).
Como todos podemos ver, la palabra “obras” tiene una variedad de aplicaciones
en la Biblia. Y a pesar de ser la misma palabra, el contexto de los pasajes donde se
utiliza deja claro si las obras mencionadas son buenas o malas, y si son para salvación
o para condenación. Por lo tanto, si no distinguimos adecuadamente la naturaleza de
las obras mencionadas en el contexto de un pasaje, nos quedaremos sin la
comprensión de las verdades bíblicas que se mencionan al respecto. Entonces,
obviamente, este es un asunto serio que no ha de ser tomado a la ligera.
Comúnmente, se afirma que todas las obras son innecesarias para la salvación
que supuestamente se obtiene solamente por la fe, y para ello se cita Romanos 4:2-8
como una prueba de que la obediencia al evangelio es innecesaria en el plan de Dios.
Pero, tal cosa no es así, pues en el único pasaje bíblico donde aparece la frase
“solamente por la fe” el Espíritu Santo dice claramente “que el hombre es justificado
por las obras, y no solamente por la fe” (Stgo. 2:24).
En Romanos 4, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, citó los
ejemplos de Abraham y de David, un gentil y un judío. El primero vivió antes de la ley
de Moisés y el segundo vivió bajo ésa ley. Ambos casos, utilizados por Pablo, dejan
bien claro que el apóstol no discutió en contra de la obediencia, sino en contra de la
argumentación de que alguien podría merecer la salvación por haber obrado sin pecar
jamás. Esta simple consideración deja claro que Abraham no fue justificado por las
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obras impecables de una vida sin pecado (Rom. 4:2) sino que fue justificado por las
obras de obediencia a la palabra de Dios (Stgo. 2:21; Rom. 4:12). Ésta es la razón
por la cual Cristo dijo “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais” (Jn.
8:39). Las obras del proceder de Abraham fueron buenas obras de su fe obediente.
Aunque la palabra “obras” (Gr. “Érgon”) es la misma en Romanos 4:2 y
Santiago 2:21, el concepto descrito en ambos pasajes es muy diferente. Esto lo
aseguramos, además de las razones anteriores, porque la Biblia no se contradice así
misma (Jn. 10:35).
En Romanos 4, el apóstol Pablo está refutando el concepto de la salvación por
obras de mérito, obrando en perfección sin pecar jamás (ya sea bajo la ley de Moisés o
algún otro estándar). Pablo afirma, en síntesis, que no somos justificados por la
moralidad legalista que era la esperanza del judío promedio. En cambio, Santiago
enseñó que la fe viva y sincera se expresa por obras de obediencia. Entonces, hay una
diferencia evidente entre los temas que Pablo y Santiago estaban discutiendo. Hay
una diferencia entre la refutación que presenta Pablo contra una supuesta salvación
por la moralidad legalista y la argumentación de Santiago en la cual afirma que la fe
sin obediencia es una fe muerta. En todo esto, Pablo y Santiago no se contradicen,
están en perfecta armonía.
“Pablo enseñaba a los judaizantes que nadie es justificado (perdonado, y así
hecho justo), por obras de ley, porque nadie obedecía a la ley perfectamente, y que
para ser justificado (perdonado), uno tiene que creer en Cristo (obedecer al
evangelio). Al que no vive perfectamente bien según la ley, pero obedece al evangelio
de Cristo, Dios le justifica (perdona). Santiago afirma que la fe sin obras (obediencia)
no justifica. Ambos Pablo y Santiago se refieren a Abraham como ejemplo. Abraham
no se justificó por obras de ley (por perfección de vida en la carne), sino por fe en
Dios, dice Pablo. Santiago dice que esa fe de Abraham no era una fe muerta o de
palabras solamente (2:14), sino una fe viva de obediencia. Con esa fe Abraham
obedecía (Heb. 11:8; Gen. 22:18). ¡Esa es la clase de fe que justifica!” (Notas sobre
Romanos, Bill H. Reeves).
La salvación sigue siendo el producto de la gracia de Dios, la cual es expresada
al hombre que no la merece. Lamentablemente, el hecho de repudiar toda forma de
obediencia a Dios como una obra de mérito ha llevado a muchos religiosos a
consolarse en su rebelión contra los mandamientos de Dios. Pero, nosotros debemos
siempre recordar que Cristo “vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen” (Heb. 5:9), la salvación no es una promesa para los desobedientes.
Para más información de éste punto, vea las obras: “¿A qué cosa es
atribuida la salvación según la Biblia?” y “La Gracia de Dios”.
Uno de los pasajes más comunes para tratar el tema de las obras es Tito 3:5,
donde Pablo dijo “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo”. Ahora bien, no negamos lo que dice este pasaje, pero sí negamos lo
que afirman muchos líderes religiosos cuando tuercen éste pasaje al ignorar el
contexto, con lo cual ellos confunden las “obras de justicia que nosotros hubiéremos
hecho” con los pasos de obediencia al evangelio de Cristo que Dios reveló para
salvarnos. Como ya dijimos, éste punto de vista denominacional pasa por alto el
contexto en el cual el apóstol Pablo mencionó las obras y la gracia de Dios.
Para entender Tito 3:5 debemos, necesariamente, consierar el contexto. Pablo
también escribió: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos,
rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en
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malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” (Tit. 3:3), entonces
preguntamos, ¿qué sentido tendría que Pablo afirmara que las personas serán
condenadas por su desobediencia (3:3) si después afirma que serán condenados por
ser obedientes (3:5)? Semejante razonamiento es contradictorio y ridículo, sin
embargo el apóstol no contradijo el plan de Dios.
La verdad la apreciamos cuando consideramos que “las obras” de Tito 3:5 no
son las obras de obediencia al evangelio, sino las obras de la ley de Moisés. Pablo ya
había advertido a Tito de las tácticas astutas de “los de la circuncisión” (Tit. 1:10), los
maestros judaizantes que se dedicaban a “fábulas judaicas… mandamientos de
hombres que se apartan de la verdad” (Tit. 1:14), quienes estaban atrapados en
“cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley” (Tit.
3:9). Y sabemos que la obsesión con las genealogías era una tendencia
particularmente judía, y por eso la ley referida era la ley de Moisés. Entonces, Tito 3:5
se encuentra entre éstas declaraciones, y es una solemne advertencia contra el uso de
“las obras” promovidas por los falsos maestros judaizantes como mérito para la
justificación que es por gracia. Éste mismo punto fue establecido por Pablo en su
epístola a los gálatas, cuando enseñó que “el hombre no es justificado por las obras de
la ley” (Gal. 2:16) y “por la ley ninguno se justifica para con Dios” (Gal. 3:11).
Aplicando el principio, aprendemos que Tito 3:5 es una advertencia contra
cualquier tipo de obra de mérito para ganar la justificación. Además, Pablo dijo que
Cristo tiene una “ley” y que debemos obedecerla, “Sobrellevad los unos las cargas de
los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gal. 6:2), cosa que es totalmente armónica el
hecho de que Cristo “vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen” (Heb. 5:9). Sin embargo, el obediente no gana la salvación por la fe en
Cristo, pues dicha obediencia es un acto de la fe que viene por oír la palabra de Dios
(Rom. 10:17), es decir, por revelación. Por lo tanto, es lógico que los que obedecen a
Cristo son salvos por gracia “por medio de la fe” (Ef. 2:8), y entonces, la gracia de
Dios y la obra de fe deben unirse para que se produzca la salvación.
Las diferentes clases de obras en la Biblia
Mucha gente, como ya hemos advertido, no entiende como funciona la
salvación por gracia frente a las obras de fe, y esto les sucede porque se han basado
en las conclusiones erróneas que les han sido repetidas en el mundo denominacional.
Pero, como con todo tema bíblico, la solución es examinar las Escrituras directa y
personalmente.
Con el fin de ayudar al estudiante sincero de las Escrituras, enseguida
presentaremos los distintos tipos de “obras” que se mencionan y describen en la Biblia.
Como se podrá ver, no todas las “obras” son malas. De hecho, muchas “obras” son de
Dios, y dado que el camino de Dios es “perfecto” (Sal. 18:30), sería una blasfemia
condenar las “obras” de Dios. Simplemente, debemos concluir, que muchas “obras”
son buenas y no todas son contrarias a la fe.
1. Obras de Dios:
“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,
para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos
son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que
no halle tropiezo en mí” (Mat. 11:2-6). Cristo nunca pecó (1 Ped. 1:22), por lo tanto
todas sus obras fueron buenas, pues Él “anduvo haciendo bienes” (Hech. 10:38).
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“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn. 5:17).
Jesús especificó este trabajo u obra cuando dijo “Porque el Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Semejante obra, es
indudablemente una buena obra.
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”
(Jn. 17:4). Notemos que el Padre encomendó a Cristo una “obra”. Semejante obra no
fue mala, sino una buena obra.
“Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos” (Hech.
15:18). Dicha obra de Dios “desde tiempos antiguos” es buena para nosotros.
“No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la
verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que
come” (Rom. 14:20). Los santos, la iglesia de Cristo, son en sí mismos “la obra de
Dios”.
“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al
propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Ef. 1:11).
La iglesia es el conjunto de personas que han sido predestinados para salvación en
Cristo por el evangelio (Ef. 1:3, 5). Dicha obra de amor está disponible para todos, y
es una buena obra de Dios.
“Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus
manos” (Heb. 1:10). “Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día” (Heb. 4:4).
2. Obras prescritas por Dios:
“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hech. 13:2). Esta “obra” era la
de predicar a los perdidos. Semejante obra, no era una mala obra.
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la
obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1
Cor. 15:58). La obra de Dios no puede ser una mala obra.
“Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él
hace la obra del Señor así como yo” (1 Cor. 16:10).
“a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12).
Hablando de Epafrodito, Pablo dijo: “porque por la obra de Cristo estuvo
próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio
por mí” (Fil. 2:30).
“acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra
fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro
Señor Jesucristo” (1 Tes. 1:3).
“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y
os presiden en el Señor, y os amonestan” (1 Tes. 5:12).
“Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera
en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado
en lo que hace” (Stgo. 1:25).
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras
está muerta” (Stgo. 2:26).
3. Obras juzgadas:
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mat. 16:27).
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la
obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1
Ped. 1:17).
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Las “obras” pueden ser buenas, así como también pueden ser malas. Seremos
juzgados por nuestras obras, sean buenas o malas (2 Cor. 5:10)
4. Obras del trabajo terrenal:
“Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a
trabajar en mi viña” (Mat. 21:28). El trabajo fue creado por Dios para la bendición del
hombre, y la negativa a trabajar es pecaminosa. “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre,
y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gen. 2:15).
El principal de la sinagoga, reconocía que “se debe trabajar…” (Luc. 13:14)
aunque la aplicación que hizo de esta verdad era errónea por su hipocresía.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres” (Col. 3:23).
“y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar
con vuestras manos de la manera que os hemos mandado” (1 Tes. 4:11).
“Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10).
5. Obras buenas:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
“Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha
hecho conmigo una buena obra” (Mat. 26:10).
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10).
“para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto
en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1:10).
“sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1
Tim. 2:10).
“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Tim. 3:1)
“que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la
hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha
practicado toda buena obra” (1 Tim. 5:10).
“Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos” (1
Tim. 6:18).
“Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Tim. 2:21).
“a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra” (2 Tim. 3:17).
“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista,
cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:5).
“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y
rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tit. 1:16).
“presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza
mostrando integridad, seriedad” (Tit. 2:7).
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan,
que estén dispuestos a toda buena obra” (Tit. 3:1).
“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que
los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y
útiles a los hombres. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras
para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tit. 3:8, 14).
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“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que
habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”
(Heb. 6:10).
“os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en
vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén” (Heb. 13:21).
6. Obras de obediencia:
El apóstol Pablo predicó a todas las gentes para “que se arrepintiesen y se
convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hech. 26:20).
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Hay
mandamientos que deben ser obedecidos, y el arrepentimiento es uno de ellos. Si
todas las obras son malas y contraproducentes frente a la fe verdadera, entonces el
arrepentimiento sería una mala obra.
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi
presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12).
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (Stgo. 2:14). La fe sola no resulta en la salvación del
hombre, porque es estéril, sin obediencia, “Así también la fe, si no tiene obras, es
muerta en sí misma” (Stgo. 2:17)
“Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus
obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la
fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,
cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con
sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Vosotros veis, pues, que el hombre
es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Porque como el cuerpo sin
espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Stgo. 2:18, 20, 21, 22,
24, 26).
7. Obras de la ley de Moisés:
“mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su
conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Rom. 2:15).
“ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de
él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20).
“a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados” (Rom. 3:25).
“¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las
obras? No, sino por la ley de la fe” (Rom. 3:27).
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”
(Rom. 3:28).
“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han
alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley
de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por
obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí
pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será
avergonzado.” (Rom. 9:30-33).
Los judíos, según la explicación del apóstol Pablo, usaron y aplicaron
erróneamente la ley. La mayoría de ellos fueron incrédulos ante el evangelio de Cristo,
a la vez que confiaban en la supuesta justificación sobre la base de mantener algunos
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requisitos legales favorecidos (Mat. 23; Hech. 15:1-5), ellos creían ser merecedores de
todas las bendiciones por ser descendientes físicos de Abraham (Gal. 3), pero en
realidad eran desobedientes a Dios (Rom. 9:31; 10:21; Is. 65:2; Heb. 4:10-11). Los
judíos incrédulos pensaban obtener la salvación por sus méritos, y como una ganancia,
pero no por la confianza en Cristo y la obediencia a su evangelio, ellos no reconocían
su completa indefensión espiritual y la necesidad de un Salvador. Como ya dijimos,
hay gran diferencia entre las obras meritorias y las obras de obediencia al evangelio de
Cristo.
“Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y
si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Rom. 11:6).
“sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe
de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la
fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será
justificado” (Gal. 2:16).
“Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la
ley, o por el oír con fe?” (Gal. 3:2).
“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición,
pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas
en el libro de la ley, para hacerlas” (Gal. 3:10).
8. Obras de mérito aparte del evangelio:
“Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no
para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado
por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como
deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es
contada por justicia” (Rom. 4:2-5).
“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios
atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son
perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor
no inculpa de pecado” (Rom. 4:6-8).
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre,
y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat.
7:22-23). Estos rebeldes afirmaron haber hecho muchas obras maravillosas, pero en
realidad eran inicuos.
Irónicamente, los más fuertes críticos de las obras de
obediencia están siempre inventando obras de su propia inventiva para demostrar
espiritualidad. Así también Los fariseos y escribas del tiempo de Cristo hacían diversas
obras para ser vistos por los hombres, y usaban ropa, títulos y prácticas especiales
para ello (Mat. 23:5-13).
“quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras,
sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los
tiempos de los siglos” (2 Tim. 1:9). “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por
la renovación en el Espíritu Santo” (Tit. 3:5).
Es fácil comprender, entonces, que Pablo haya dicho a los cristianos de Éfeso
que ellos eran salvos, no como resultado de obras aparte del evangelio, sino de las
obras que Dios estipuló por revelación para que nadie se gloríe (Ef. 2:8-10).
9. Obras malas:
“Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad” (Mat. 7:23), los rebeldes de éste pasaje hicieron malas obras y son
condenados por ello.
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“No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo
testifico de él, que sus obras son malas” (Jn. 7:7).
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas
semejantes a estas...” (Gal. 5:19-21).
“Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino
celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18).
“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn.
3:8).
“Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se
arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las
imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden
ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni
de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apoc. 9:20-21).
10. Obras muertas:
“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante
a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras
muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).
“¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció
a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:14).
Conclusión
La gente, obviamente, debe tener cuidado de condenar todas las obras como
acciones pecaminosas. Es verdad que muchas obras son estériles y pecaminosas, sin
embargo algunas obras son provechosas y aprobadas por Dios para nuestro bienestar
eterno.
Adaptado por Josué Hernández, de la obra “Works” escrita por Tim Haile.
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