Buscando mis amores iré por esos montes y riberas, ni cogeré las

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Ejercicio de métrica
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras.
(San Juan de la Cruz)
Cerca del Tajo en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura,
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta la altura
y así la teje arriba y encadena,
que el Sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido
alegrando la vista y el oído.
(Garcilaso de la Vega)
Guarneciendo de una ría
la entrada incierta y angosta,
sobre un peñón de la costa
que bate el mar noche y día,
se alza, gigante y sombría,
ancha torre secular
que un rey mandó edificar
a manera de atalaya
para defender la playa
contra las iras del mar.
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
(Rubén Darío)
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo insomne, loco, en los acantilados,
la naves por el mar, tú por tu sueño.
(Gerardo Diego)
Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
Agora estéis labrando embellecidas,
o tejiendo las telas delicadas;
ahora unas con otras apartadas,
contándoos los amores y las vidas;
dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando;
que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando
podréis allá despacio consolarme.
(Garcilaso de la Vega)
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas traía de seda
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral (...)
Quiero fer una prosa en román paladino,
en el cual suele el pueblo fablar a su vecino;
ca non so tan letrado por fer otro ladino;
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
(Gonzalo de Berceo)
En el balcón un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
(Juan Ramón Jiménez)
Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños de Francia
supiesen hablar francés.
“Arte diabólica es”,
dijo, torciendo el mostacho,
“que para hablar en gabacho
un hidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal,
y aquí lo parla un muchacho”.
(Nicolás Fernández de Moratín)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
(Miguel Hernández)
Tres morillas me enamoran
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas
y hallábanlas cogidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.
No quedó sin llorar pájaro en nido,
pez en el agua, ni en el monte fiera,
flor que a su pie debiese haber nacido
cuando fue de los prados primavera;
lloró cuanto es amor, hasta el olvido
a amar volvió, porque llorar pudiera,
y es la locura de mi amor tan fuerte
que pienso que lloró también la muerte.
(Lope de Vega)
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo,
y ni valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosaa detener un punto
la ejecución del hado presurosa?
El mismo cerco alado
que estoy viento rïente
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
(Francisco de Rioja)
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados
(Jorge Manrique)
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