urgente - El Norte

V I DA
E L NORT E - Domingo 12 de Diciembre del 2010
Editora: Rosa Linda González
María Luisa Medellín
D
espués de Roma, con
tres basílicas mayores,
por ser el centro del
mundo católico, Monterrey es de las pocas ciudades en
el orbe, cuya devoción mariana le
ha retribuido un trío de basílicas
menores dedicadas a Nuestra Señora de Guadalupe, el Roble y la
Purísima Concepción.
Por coincidencia, sus fiestas
patronales se celebran este mes:
hoy, la de la Guadalupana; el 18,
la del Roble; y el pasado día 8, la
de la Purísima.
Tras la iconografía mariana
existe una historia, en ocasiones
controversial, como la que acompaña a Nuestra Señora de Monterrey que se eleva en el altar de
Catedral.
Pero iniciemos el recorrido
por la senda de las Vírgenes.
La GuadaLupana de efrén
La más visitada es, sin duda, la de
la Basílica en la Colonia Independencia, pero en lo artístico no resulta tan interesante porque la
imagen fue hecha en una escuela
de pintores de la Ciudad de México, que se dedican a plasmar reproducciones guadalupanas. En
cambio, la de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe es especial y también muy venerada.
Es obra del pincel de Efrén
Ordóñez, quien trazó los rasgos
divinos hace más de cuatro décadas.
“Me basé en una reproducción de las más fieles, que tiene
varias firmas atestiguando que está sacada directamente del original, que no se hizo ningún cambio, incluyendo las manchas de
la tilma”, comparte Ordóñez, de
hablar claro y pausado.
“Es la Virgen de Guadalupe
más grande que he pintado, es
óleo sobre manta”.
El artista de 83 años, delgado,
de lentes y bigote entrecano, refiere que cuidó sobremanera el rostro,
porque lo han deformado mucho.
“He visto en libros especializados los cambios del rostro y manos de la Virgen, y es una cosa tremenda lo que los han desvirtuado,
y aunque no soy muy religioso, sí
soy guadalupano, y dije: voy a pintarla lo mejor que pueda”.
La imagen fue restaurada a
principios de los 80 por Silvia Rodríguez, quien cuenta que este
lienzo de cuatro metros por dos,
aproximadamente, tenía algunas
perforaciones y requería limpieza.
“Cuando la pintó Efrén montaron el lienzo sobre una malla
de alambre permitiendo que tuviera movimiento, como si fuera
la tilma de Juan Diego, pero donde cruzaban los alambres se hacía
un nudito y al golpear la tela con
la malla se fueron haciendo agujeritos y se botó la pintura.
“Yo fui a hacerle limpieza a la
imagen, puse empaste y color en
las perforaciones”, menciona esta mujer morena, de cabello oscuro, dedicada desde hace casi tres
décadas a la restauración.
Esta Guadalupana es un preciado botón en la extensa obra religiosa de Ordóñez.
antiGua devoción
Narra la leyenda que una pastora encontró la imagen de Nuestra Señora del Roble en la oquedad de un árbol, y aunque la llevó
al templo principal, hoy Catedral,
ésta regresaba con el vestido y los
zapatos llenos de cadillos –aunque la figura no tiene pies–, y que
la Virgen pidió a la joven le edificaran un templo en ese lugar.
Hay muchas hipótesis, pero el
Padre José Antonio Portillo, autor
de un libro sobre Nuestra Señora
del Roble, detalla que las narraciones más antiguas son de una novena que mandó imprimir el Obispo
de Linares, Rafael José Verger, en
la primera mitad del siglo 17.
La imagen fue traída por los
franciscanos, quienes desde 1603
atendían una misión cerca del lugar de la fundación de Monterrey,
y seguramente la dejaron olvidada
perfIlesehIstorIAs
La senda
de
las Vírgenes
Las imágenes que pueblan las iglesias regiomontanas son muestra de la devoción mariana
de Monterrey, una de las pocas ciudades con tres basílicas menores
d Virgen de Guadalupe
d Nuestra Señora de Monterrey
en la inundación de 1611, al refugiarse en la parte más alta, por la
Plaza Zaragoza.
Portillo cree que quienes devolvían la pieza al roble del hallazgo, ocurrido entre 1630 ó 1635,
eran la pastora y su familia, convencidos de que ése era su sitio,
por lo que se acordó construir
una capilla, lo que sucedió más
de un siglo después.
La efigie mide 58 centímetros y descansa sobre una peana
de madera chapeada con lámina de plata.
El cuerpo es de listones de
madera y tela. Sólo tiene la cabeza y manos de escultura, de una
pasta de maíz con que los indios
tarascos de Michoacán fabricaban imágenes.
Silvia Rodríguez relata que
en enero de 1997 restauró la pieza, y al revisarla con luz normal y
rasante percibió varias intervenciones, incluido un cambio de base y un bastidor de madera forrado de manta policromada rojo indio, que de los hombros a la base
le da forma triangular.
Tenía una grieta profunda del
cráneo hasta cerca de la ceja, las
manos dañadas, y cuando menos
d Virgen Chiquita
seis capas de repintes al óleo descarapelados que fueron oscureciendo el rostro y volvieron toscas las facciones, ya que al envejecer la pintura se le adhiere la
polución del ambiente y se hace
opaca. Antiguamente decían: “se
resecó”, le ponían aceite de linaza
o nuez y se oscurecía más.
Pero al desprender las capas
con escarpelo durante horas, quedó al descubierto una tez bruñida de color claro, ojos almendrados, mejillas carmín y facciones
exquisitas.
“Le pusimos su traje de coronela, un vestido blanco y capa rojo intenso bordada en dorado. El
vestido se plegaba y le hice soportes de hule espuma para mantenerlo extendido”.
La coronación pontificia de
Nuestra Señora del Roble, una de
las devociones marianas más antiguas en el noreste novohispano, fue
concedida el 31 de mayo de 1964
por el Papa Pablo VI, quien decidió
elevar el templo a Basílica Menor,
la primera para la Arquidiócesis.
La patrona de La ciudad
Entre que si existe o no como figura religiosa concreta, Nuestra
Teresa González
20
d Nuestra Señora del Roble
Señora de Monterrey se eleva en
el altar mayor de la Catedral.
La historia asegura que en
ningún documento colonial se le
menciona, sólo se habla de una
Virgen medieval, y que en la fundación Diego de Montemayor
imploró “como patrona y señora
nuestra” a la santa y limpia Concepción y Anunciación, por lo que
la llamó “Ciudad de Nuestra Señora”, y de Monterrey, en alusión
al Conde de Monte Rey, Gaspar
de Zúñiga y Acevedo, virrey de
la Nueva España, en 1596.
La Iglesia asevera que se veneraba en la capilla de los condes
de Monte Rey, en España, desde
el siglo 12.
La pieza actual sólo conserva la base de la original, que estaba en el retablo cuando el templo fue consagrado en 1770 como Catedral.
“Esa imagen era una Inmaculada Concepción, de media talla,
con vestidos de tela empastados. A
mediados de 1953, siendo Arzobispo don Alfonso Espino y Silva, le
cambiaron la expresión del rostro,
la posición de las manos, le abrieron los ojos y se le puso vestidura
y manto de brocado. Le quitaron la
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corona y colocaron un resplandor
de plata dorada”, cuenta la restauradora Silvia Rodríguez.
Al año siguiente la remodelaron en base a un óleo del siglo 16
que estaba en la sala capitular de
Catedral, y se creyó representaba
a Nuestra Señora de Monterrey .
El canónigo Antonio Ríos le
encomendó al escultor queretano
Jesús B. Rodríguez cambiar la cabeza y las manos.
“La figura, igual al cuadro, tiene la cabeza delicada, inclinada
de lado”.
Al bajarla antes de los 400
años de la fundación de la Ciudad para una limpieza, Silvia notó
que el rostro era de una pieza con
encarnadura igual a las manos, y
las grietas de la figura daban una
continuidad en la madera.
“Se hizo una imagen completamente nueva y el restaurador se
quedó con la antigua”, afirma.
El estofado no ha sido intervenido desde entonces, aunque
en los 80 lo limpiaron con leche,
se manchó y se perdió el oro en
algunas partes.
La corona es de oro y perlas
nacaradas, con unos gajos de flor,
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tímetros un mundo de plata con
dos dibujos del Cerro de la Silla,
con un resplandor de 12 estrellas.
La devoción a Nuestra Señora de Monterrey se reavivó en los
festejos por los 400 años de la
Ciudad.
El 19 de septiembre de 1996
recibió la coronación pontificia
entre una multitud que, congregada en la Explanada de los Héroes, la aclamó como patrona.
La virGen de La Zapatera
Torrenciales aguaceros que cayeron sobre estas tierras, en 1716,
pusieron en peligro a los moradores, quienes imploraron el auxilio
de María Santísima.
La historia narra que la india
tlaxcalteca Antonia Teresa, viuda del zapatero Diego Hernández, sacó de su jacal la imagen de
una Virgen y milagrosamente las
aguas se tornaron mansas.
La figura de la Purísima Concepción, llamada Virgen Chiquita,
era venerada desde 1680, pero tras
esta intercesión ganó devotos.
“Fray Servando Teresa de Mier
en sus cartas al Cronista de Indias,
dice: ‘Hubo también hacia el año
1756 (1716) una especie de diluvio,
que llovió cuarenta días… Una india zapatera que tenía una imagen
de Nuestra Señora, de talla, echó la
voz que la sacó y la imagen dividió
las aguas”, relata Monseñor Aureliano Tapia Méndez, cronista de la
Arquidiócesis.
Desde entonces, el jacal de
la mujer fue ‘La Casa de la Virgen’, de una capilla se erigió la parroquia en 1894, y la imagen dio
nombre al barrio de la Purísima.
La Virgen Chiquita representa a una mujer madura, mide 45
centímetros, tiene los brazos con
goznes, sin pies, y con una pieza
de madera como pivote para entrar en la muesca de la base.
Tapia Méndez comparte que
el Padre José Guadalupe Ortiz,
varias veces párroco interino de
la Purísima de 1898 a 1905, pidió
fondos para reparar el altar y colocar una escultura de la Purísima, de talla policromada, estilo
barcelonés, que destronó a la Virgen Chiquita.
La primera noticia impresa
sobre la imagen es de 1922, cuando el Padre Rafael Mundo, entrevistado para el Boletín Eclesiástico Interdiocesano, responde que
una imagen notable en su parroquia es la Virgen Chiquita.
Pero antes de la consagración
de un nuevo templo, el 14 de febrero de 1946, el comité de construcción consideró muy pequeña
la imagen y volvió a colocar la pieza de talla policromada.
Una década después, el canónigo Job de la Soledad optó
por una escultura mariana de 2.40
metros, y la Virgen de la Zapatera permaneció en la cripta hasta
el 1 de enero de 1981.
Entonces, la Virgen Chiquita fue entronizada por el Cardenal Adolfo Suárez Rivera, y coronada por el Papa Juan Pablo II el
10 de mayo de 1990, un año después de conceder a la Purísima el
título de Basílica Menor.
La pieza se colocó sobre un
mundo de plata dorado, con un sol
de 12 estrellas detrás de la cabeza.
“Sin embargo, en diciembre
de 2003, la nueva administración
de la Basílica de la Purísima Concepción de María Virgen Chiquita, como aparece en documentos
pontificios, derribó el trono y envió la milagrosa imagen a la Capilla Subterránea de Oración”, explica el Vicario del Santuario de
San Judas Tadeo.
“Se reacomodó la que compró
el Padre Ortiz en 1898”.
Eso, pese a que el derecho canónico, ley suprema de la Iglesia,
señala que las reliquias que gozan de gran veneración, no pueden enajenarse ni trasladarse, sin
licencia de la Sede Apostólica.
Aun con la divinidad que representan, estas imágenes están
expuestas a que los hombres de
Dios las enaltezcan u olviden según sus criterios, pero los católicos son quienes decidirán el lugar que ocupan en su fe.
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P. Javier Escobedo Conde, S.J.
Objetivo: DARNOS CUENTA que el des-apego no
es necesariamente un acto
doloroso, es un arte amoroso
de alta responsabilidad personal
y social. DARNOS TIEMPO
para ejercitar las capacidades
y habilidades que poseemos
en el quehacer más digno que
tenemos: VIVIR RE-SUELTOS.
Fecha: 17 y 18 de Diciembre,
2010 Horario: Viernes de 10:00
a 12:00 ó 20:00 a 22:00 hrs.
Sábado de 10:00 a 12:00 ó 16:00
a 18:00 hrs.