Leer A Freud Cecilia Pla Ed. Lazos 2007 Capítulo I Los comienzos Según sus historiadores, Sigmund Freud recibió de parte de Josef Breuer, su amigo y protector, la llave de entrada al mundo de la histeria. Breuer, catorce años mayor que Freud, era en esa época un médico experimentado y acreedor de un sólido prestigio en la comunidad científica de Viena. Había conducido el tratamiento de una joven hasta que, azorado, sin entender qué había pasado y qué responsabilidad le cabía, se vio compelido a interrumpirlo. Tiempo después relataría al joven Freud las vicisitudes de esa experiencia. Berta Pappenheim, conocida en la literatura psicoanalítica con el nombre de Anna O., presentaba numerosos y variados síntomas histéricos. En 1880 consulta a Breuer y en junio de 1882 éste da por finalizado el tratamiento luego de que en uno de sus trances, y en medio de los dolores de parto con que culminaba su embarazo histérico, la paciente dijera: "Ahora llega el hijo de Breuer". De este modo, Anna daba expresión al desbordante amor que su médico había despertado en ella y al que él respondió con una rápida y, supongo, angustiosa huida. Recién trece años más tarde esta historia dará sus frutos en la mesa de trabajo. En el transcurso de este tiempo, Freud conocerá a dos eminentes médicos de la época dedicados a la investigación yal tratamiento de la histeria: Charcot, quien trabajaba en el hospital de La Salpêtrière de París, y Bernheim, discípulo de Liebault, médico en Nancy. La personalidad del primero impresionó fuertemente a Freud, también sus conocimientos y su trabajo sobre la histeria, así como las presentaciones de pacientes en donde desplegaba sus dotes de hipnotizador. Gozaba del hallazgo de lo nuevo, se complacía con sus prolijas descripciones en las que procuraba un nombre a cada manifestación patológica y se consideraba un ser visual pues basándose en la observación rigurosa de los fenómenos mórbidos aparentemente caóticos construyó una novedosa nosografía. (1) Freud reconoció a Charcot el haber otorgado a los fenómenos histéricos una realidad en el seno de las preocupaciones de la neuropatología y el haber devuelto a dichos fenómenos su dignidad al atribuirles una autenticidad opuesta al antiguo criterio que consideraba a la histeria como mera simulación. Más allá de concebir a la herencia mórbida como causa única de la histeria, y del resto de las neurosis, Charcot produjo un gran avance al arrancar la raíz del fenómeno sintomático de lo oscuro, teatral o, incluso, demoníaco e insertarlo en el terreno de las neurosis. Llevado por el estudio de ciertas afecciones, particularmente las parálisis histéricas consecutivas a un trauma, concluye que la reproducción de las mismas en pacientes sometidos al estado hipnótico prueba que en la producción de todo síntoma histérico tiene participación cierto mecanismo psíquico. (2) Además de sus estudios en La Salpêtrière, Freud tuvo la posibilidad, gracias a la obtención de una beca, de viajar a Nancy y ver a Bernheim aplicar la sugestión bajo hipnosis con el propósito de utilizar ese poder provocador, la sugestión, no sólo a los fines de la investigación sino también como método curativo. Así es como, gracias a las distintas fuentes, la teoría de Freud comienza por abrevar en estos tres enriquecedores aportes: el relato de la experiencia de una cura llevada adelante por Breuer que concluyó abruptamente, la trasmisión de una teoría sobre la histeria elaborada por Charcot y, por último, el empleo de una herramienta útil para el tratamiento de los síntomas neuróticos. Hasta ese momento la histeria había sido considerada en los límites del poder médico, incluso existía la creencia que ella era el resultado de una posesión demoníaca. ¡Cuántas y cuántas hogueras de la Inquisición encendió esa creencia! Pareciera como si la histeria misma hubiese interrogado a Freud, hubiese ido gestando sus preguntas: ¿qué la motiva?, ¿qué mecanismo interviene en la producción de síntomas? En 1893, año de la muerte de Charcot, Freud escribe junto a Breuer la Comunicación preliminar, (3) trabajo de gran valor por presentamos el despunte de la concepción freudiana sobre el fenómeno histérico a contracorriente de las ideas de su mentor bien ajustadas al espíritu científico de esa época. En aquel texto encontramos, junto a las histerias hipnoide y de retención, una nueva hipótesis sobre lo que denomina "histeria de defensa" y será en el seno de un conflicto psíquico a descifrar donde Freud investigará el mecanismo a expensas del cual se produce el síntoma histérico. La importancia de este planteo consiste en la atribución de una causalidad psíquica a la afección histérica; esto quiere decir que cualquier eco de una discusión, de esas que aún hoy escuchamos, sobre la determinación orgánica de las afecciones psíquicas sencillamente es dejada de lado, no porque la desestime -Freud le adjudica un lugar en las series causales complementarias- sino porque la influencia del componente orgánico ni determina ni es causa de la enfermedad psíquica. Freud es contundente al decir que el síntoma histérico es producido por la acción de un mecanismo de defensa. Dicho de otra manera: es por la actuación de la defensa que el conflicto psíquico se dirime con la producción del síntoma. Si el síntoma es el producto que resulta como solución a un conflicto de naturaleza psíquica, si el síntoma es la memoria del hecho traumático olvidado, entonces, se puede lograr su desaparición con la aplicación del método catártico que Breuer empleó, o quizá inventó, con Anna O. El procedimiento hallado con Anna -ella lo llamaba talking cure (4)- consistía en despertar el recuerdo del proceso provocador del conflicto con la ayuda de la hipnosis, herramienta capaz de allanar el camino obstruido de la memoria despierta, y junto al recuerdo recuperado lograr la expresión verbal del afecto que le correspondiese. La terapia consistía en esa derivación del afecto por reacción y permitía, al mismo tiempo, la investigación del fenómeno. Muchos años después, en 1910, Freud propone la siguiente definición del psicoanálisis: "Psicoanálisis es el nombre: 1 ° De un método para la investigación de procesos anímicos incapaces de ser accesibles de otro modo; 2° De un método terapéutico de perturbaciones neuróticas basado en tal investigación; y 3° De una serie de conocimientos psicológicos así adquiridos, que van constituyendo paulatinamente una nueva disciplina científica". (5) Así concebido, el psicoanálisis implica una articulación por la cual el método con que se investiga es el mismo que el utilizado para curar; podría pensarse como una inflexión en la actividad que cura mientras investiga e investiga curando. Dicho de otro modo, no es posible pensar una actividad sin la otra y ambas decantan en la construcción de la teoría que, si bien requiere otro nivel de abstracción, sólo surge del paso dado por el terreno de la investigación y el de la práctica clínica. Su figura topológica corresponde a la banda de Moebius que permite pasar del interior al exterior, y viceversa, sin atravesar borde alguno. Ya en la Comunicación preliminar Freud sitúa dos problemas: en primer lugar, no todas las personas son hipnotizables; además, queda planteada la pregunta acerca de la especificidad de la histeria: ¿qué es lo que la caracteriza?, ¿qué la diferencia de otras neurosis? Avanzando sobre estas dificultades y a causa de ellas mismas podrá revisar y modificar el método catártico inicial al mismo tiempo que irá construyendo las hipótesis sobre el conflicto psíquico. En el transcurso de sus investigaciones, Freud se encuentra con un cuadro patológico monótono sin intervención de un mecanismo psíquico, la neurastenia, del que recorta otro, la neurosis de angustia. El procedimiento curativo no tiene efecto en ninguno de los dos casos pues en ambos la acumulación de la tensión sexual se manifiesta como angustia por no encontrar una adecuada descarga. Si bien ningún mecanismo psíquico causa estos cuadros, lo cual impide el acceso terapéutico, la excitación sexual mal empleada actúa sobre la vida psíquica creando fobias, hiperestesias, dolor, abulia. (6) A diferencia de la neurosis de angustia y la neurastenia, la histeria y la neurosis obsesiva se originan en el seno de un conflicto psíquico. El factor sexual motiva la adquisición de la neurosis y el síntoma aparece por la acción de un mecanismo psíquico. El complicado engranaje que se revela en la neurosis obsesiva se mantiene enteramente en el nivel psíquico al igual que el síntoma, mientras que en la histeria el síntoma conversivo evidencia un salto de lo psíquico a lo somático que se sostiene gracias a una conexión simbólica. La histérica "dice" en el cuerpo lo que a nivel de la palabra quedó amordazado por la defensa (las náuseas, por ejemplo, expresan una repugnancia moral). El esquema del conflicto psíquico se plantea en los siguientes términos: un trauma psíquico, de carácter sexual, ocurre en la vida de un sujeto. Su recuerdo, al producir un efecto displaciente para el yo, es rechazado por la defensa y en su lugar aparece el síntoma como prueba de la acción eficaz del agente motivador (el recuerdo inaccesible). Trauma psíquico → Recuerdo Acción → eficaz presente Es importante destacar que, desde el comienzo, Freud distingue el hecho traumático de su recuerdo y aduce que es a nivel psíquico donde se inscribe una marca que posibilita posteriormente la emergencia del recuerdo sobre el cual actuará la defensa. Con respecto a la histeria dice: "[…] el histérico padecería principalmente de reminiscencias (7). Dichas reminiscencias nos hablan de un recuerdo al cual el sujeto no tiene acceso y que sin embargo ha conservado, aún después de largo tiempo, su nitidez y acentuación afectiva de manera asombrosamente intacta y precisa. El método catártico se muestra eficaz en la histeria, puede aplicarse a la neurosis obsesiva y también permite operar sobre las consecuencias psíquicas de la neurosis de angustia. Su eficacia no se sitúa a nivel de las condiciones causal es sino exclusivamente a nivel sintomático. A partir de estas investigaciones Freud se propone avanzar sobre el problema de la determinación del síntoma y sostiene la existencia de una sobredeterminación de la neurosis. La sobredeterminación de la neurosis se debe a que al trauma psíquico se suman otros factores predisponentes (8) y es por la puesta en juego y combinación de estos elementos, factores predisponentes + trauma psíquico, que el recuerdo inaccesible llega a formar un grupo psíquico separado, es decir, privado de asociación con otros grupos psíquicos y por eso cristalizado. El esquema sería, entonces, el siguiente: Diversos factores + Trauma psíquico → Representación intolerable Representación patógena Recuerdo inaccesible → Síntoma (Acción eficaz presente) | Grupo psíquico separado Núcleo de cristalización Con anterioridad hemos dicho que uno de los problemas con que Freud se encuentra en el curso de sus investigaciones es que no todos los sujetos son capaces de entrar en estado hipnótico. Al aplicar el método de Breuer advierte que, más allá de la disposición sincera a curarse por parte de los pacientes, aparece siempre una voluntad contraria a la hipnosis. No es sólo la habilidad o no de Freud para hipnotizar lo que provoca tropiezos en la búsqueda del nódulo patógeno sino una oposición que mantiene al paciente despierto. Para superar el problema retoma las enseñanzas de Bernheim, modifica en algunos casos el método y prescinde de la hipnosis. Ahora apoya su mano sobre la frente del paciente y le ordena recordar acontecimientos ligados a lo buscado. Este apremio sorprende al yo que, momentáneamente, reduce su oposición a la percatación consciente de las representaciones patógenas. Si la defensa es para Freud el medio por el cual se procura evitar el dolor moral que causaría al yo la representación ligada a lo traumático, o sea, la forma de eludir y olvidar lo displaciente y lo vergonzoso, el síntoma sería lo que aparece como resultado de esa acción, suerte de monumento conmemorativo en la histeria pero ilegible, incomprensible para el sujeto. Lo que llega a descubrir, entonces, es que la fuerza que en el tratamiento se opone al trabajo asociativo que conduce a lo reprimido sería la misma que en su momento ha creado el síntoma. Esa fuerza parte del yo, allí la ubicamos, en tanto el yo es la sede del obstáculo para la prosecución de la cura. Poco a poco Freud irá dilucidando la complejidad y función del yo." En principio, el juego de estas fuerzas, la de defensa y la de resistencia, provocan un alejamiento del yo de la cualidad de conciencia, que es su principal atributo. Si bien al comienzo Freud parece endilgar a la voluntad consciente el ejercicio de la defensa, muy pronto va dejando de lado esta idea pues la resistencia, lejos de manifestar una mala voluntad del sujeto es ejercida a pesar de su voluntad. Si la resistencia se alza para impedir la labor que permita alcanzar el núcleo patógeno es porque ella encierra, resguarda, la representación insoportable que la cura intentará liberar para llegar al corazón de la verdad oprimida en el sujeto; pero para llegar hasta allí deberá, inexorablemente, atravesar la barrera de la resistencia. En el camino hacia el vencimiento de la resistencia Freud encuentra representaciones intermedias que conducen a la proximidad del nódulo patógeno. La idea podría esquematizarse de la siguiente manera: Las representaciones intermedias se hallan constituidas por series de pensamientos y recuerdos que son asequibles al yo con el influjo terapéutico, a pesar de la resistencia del yo, o sea, el trabajo de asociación transcurre a pesar de la resistencia y la censura (que se encuentra al servicio de la resistencia) y revela, por eso, un carácter que excede al yo. Este carácter está dado por la forma de ordenamiento del material: "[...] no hallándose a disposición del yo ni desempeñando papel alguno en la memoria ni en la asociación, se encuentra, sin embargo, dispuesto y en perfecto orden [ ... ]. El material psíquico patógeno parece pertenecer a una inteligencia equivalente a la del yo normal"." Es justamente en el campo de las representaciones intermedias que transcurre el análisis, allí se desenvuelve la complejidad de los fenómenos que a partir de Lacan llamamos fenómenos del significante. El hallazgo de los caminos indirectos por la vía de las asociaciones intermedias conduce a Freud a una modificación de la concepción inicial que podemos encontrar en la Comunicación preliminar y que dice que el nódulo patógeno tiene sobre el síntoma una influencia directa. En Psicoterapia de la histeria despunta el pensamiento freudiano con toda su originalidad y comienza a esbozarse su descubrimiento. Según esta nueva versión, el nódulo patógeno carece de acceso directo. Su cristalización no implica que funcione como un cuerpo extraño, absolutamente separado, sino que se comporta a la manera del "infiltrado", (11) o sea, parece estar constituido por capas que se infiltran en el yo conformando partes de este último' tanto como la organización patógena misma. Todo el mapa de la infiltración que recorre desde el yo normal hasta el recóndito nódulo es lo que Freud describe como archivo, conjunto de legajos ordenados según tres formas: 1) formación de un tema, inventarios de recuerdos; 2) estratificación concéntrica de los diferentes recuerdos en torno al nódulo formando capas de igual resistencia; 3) enlace por hilos lógicos conforme al contenido ideológico, de carácter dinámico a diferencia de las dos anteriores. En la medida en que las representaciones intermedias pasan ahora al centro de la escena, la tercera de estas formas será la que Freud destaque porque corresponde a la línea en zigzag que une distintos puntos, sin importar su cercanía, de acuerdo con conexiones lógicas. Además confluyen distintas líneas en focos de entrecruzamiento, motivo por el cual sostiene la múltiple determinación del síntoma. Las figuras elegidas por Freud para establecer una comparación con este ordenamiento son las del salto del caballo en el ajedrez y la del rompecabezas. (12) Freud pone un énfasis especial en un hecho que comprueba en su clínica: el acceso directo al material patógeno no es posible. Aun si fuera posible no serviría de nada, porque el paciente recibiría ese saber cómo extraño. Se requiere todo el trayecto asociativo pues en él se constituye el campo de las representaciones intermedias sobre las que Freud trabaja. La interpretación realiza esas acrobacias por las cuales se establecen enlaces reveladores. ¿No es una forma de enlace entre representaciones el desplazamiento? ¿No son los desplazamientos y las condensaciones los que procuran el disfraz a la representación para que pase la censura del yo? (13) “Las manifestaciones más importantes -dice Freud- aparecen a veces -como princesas disfrazadas de mendigos- acompañadas de la siguiente superflua observación: «Ahora se me ha ocurrido algo, pero no tiene nada que ver con lo que tratamos. [ ... ]»”. (14) Alrededor del problema del disfraz Freud despliega una hipótesis sobre la transposición que no es ajena a su teoría de las formas de producción del sentido a espaldas de la conciencia bajo el régimen del proceso primario ya que los enlaces diferentes producen diversos efectos de sentido. (15) La dilucidación del enlace falso le proporciona a Freud un elemento de gran importancia para el esclarecimiento del padecer de la neurosis y lo conduce a otro terreno donde la resistencia juega su papel. En el penúltimo apartado del capítulo III de Psicoterapia de la histeria también reconoce la existencia de un fenómeno que perturba la relación del paciente con el médico. Se trata de la presencia indeseada, por el obstáculo que genera para la consecución del tratamiento, de la transferencia por falsa conexión sobre la persona del médico de representaciones que provocan displacer. Esta resistencia cuyo origen se encuentra en la transferencia suma sus fuerzas a la resistencia que proviene de la defensa para seguir manteniendo la distancia con lo reprimido. Se trata de lograr, por el camino de la asociación, la expresión verbal de lo silenciado. El análisis es un trabajo en contra del yo, concebido como una masa de ideas, un conjunto de creencias y prejuicios, una organización de representaciones que imponen, de acuerdo a su peculiar orientación, la posibilidad de conciencia. Lo silenciado, lo reprimido, lo que ha visto denegado su acceso a la conciencia será conducido por el camino de la asociación libre -que constituye el trabajo del análisis- a la posibilidad de obtener su expresión verbal. Lo que asombra a Freud es la permanencia e inmutabilidad de lo que ha sido objeto de la defensa y en 1915 (16) repensará esta idea hasta llegar a afirmar que el hecho de ser reprimida garantiza a la representación su inmortalidad. El primer recurso que Freud encuentra para vencer las resistencias es tomado del ámbito común de las relaciones personales. Se trata de imponer respeto y autoridad pues sólo sobre la base del respeto a la autoridad fundada en un saber sobre las neurosis podrá el médico ejercer su influencia en el paciente. Nos encontramos frente a la misma táctica que aplica el hipnotizador, el maestro, el padre, todas figuras a las que se les supone poseer un saber: sobre la enfermedad, sobre la ciencia, sobre la vida. Pero cabe pensar, además, que esta regla abre las puertas a un problema ético: ¿implica esa influencia un sometimiento del paciente por el ejercicio de un poder dominante? A mi juicio, esta pregunta va encontrando la vía de su respuesta al postular Freud la teoría de la pulsión y la del objeto porque gracias a su formulación se separan definitivamente las concepciones ideológicas, morales, religiosas, de lo que en psicoanálisis se constituye como motivo, elemento causal del padecimiento psíquico. Si la cura pretende conducir a una adaptación, a un encuentro feliz con un objeto adecuado, entonces no se está trabajando en el marco del psicoanálisis porque para ejercer una influencia avasallante hay que saber lo que le conviene al sujeto en cuestión. Y esto es, precisamente, lo que el analista no sabe. Volviendo a Freud, en el capítulo III de Psicoterapia de la histeria se enriquece el esquema que corresponde al fenómeno histérico de acuerdo al enunciado de las siguientes hipótesis: La histeria surge por la represión de una representación intolerable. La representación perdura como huella mnémica poco intensa y el afecto que se le ha arrebatado por la acción de la defensa es utilizado para transponerse en una inervación somática. La representación afectada por la defensa (la huella mnémica poco intensa) adquiere carácter patógeno y queda situada en el exterior del yo (desde el comienzo, muchas veces) convirtiéndose de este modo en causa de síntomas. El síntoma es la prueba de la insistencia de lo reprimido a la vez que da cuenta de un triunfo parcial sobre la defensa. (17) La histérica padece de reminiscencias. Al acceder a las representaciones intermedias, éstas se presentan como cualquier complejo de representación donde ciertos enlaces han podido ser conservados y otros, o bien han desaparecido o bien han sido sustituidos por falsas conexiones. Todo el complejo representacional constituye una memoria inaccesible al yo y el nódulo patógeno que se busca, a través del vencimiento de las resistencias, no admite más que una cercanía ya que ese extenso material de varias dimensiones y triple estratificación se encuentra cercando al nódulo que Freud imagina como un recuerdo inaccesible del suceso o del proceso mental traumático, En las Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa, (18) en el capítulo dedicado a "La etiología «específica» de la histeria", el trauma sexual infantil es situado en el lugar del agente provocador de la histeria, antes ocupado por el grupo psíquico separado o nódulo patógeno. Un hecho traumático padecido en la infancia, de carácter sexual y violento, era relatado por los pacientes y adjudicado a un adulto seductor. El mismo se tornaba traumático por tratarse de la imposición de la sexualidad adulta sobre un inocente. El trauma es, entonces, concebido por Freud como un suceso realmente ocurrido y constituido en dos tiempos. En el momento de acontecido el hecho, la inocencia del sujeto impedía su comprensión pero una vez atravesada la pubertad, en el momento del florecimiento de la sexualidad, la aparición de otro acontecimiento nimio puesto en relación con el primero a través de algún lazo asociativo despierta el hecho traumático hasta entonces dormido e indiferente. Es por la asociación de ambas escenas que la primera adquiere el carácter de traumática y es confinada a lo reprimido mientras que la segunda aparece regularmente en la conciencia cualificada como displaciente, incomprensible, generando angustia y síntomas. No es el suceso en sí -graves ataques sexuales cometidos por allegados adultos contra el niño que producen una irritación real de los genitales en procesos análogos al coito- sino su recuerdo en una época posterior lo que constituye el trauma. El lugar otorgado a la disposición -factor predisponen te- es ocupado ahora por la escena de seducción sufrida en la infancia que, como huella indiferente, queda a la espera de su significación en el momento de la madurez sexual. En base a esta observación Freud formuló la teoría traumática de la histeria, observación que también extendió hacia la neurosis obsesiva y le permitió llegar a la conclusión que la diferencia entre ambas se sitúa en el papel que cumple el sujeto en la escena: en la histeria, pasivo, de carácter displaciente; en la neurosis obsesiva, activo, con obtención de placer. A su vez, este hallazgo le permite acercar la histeria traumática - resultado de un trauma ocurrido en la edad adulta- a la histeria adquirida. Resulta sumamente llamativo que más allá de las diferencias en cada caso -diferentes escenarios personajes, contexto en que acontecía el suceso- todos los pacientes relatasen una escena con la misma estructura, por ende cabe hacer la siguiente pregunta: ¿siempre, en todos los casos, un adulto cercano al niño comete un ataque sexual? La existencia real de un acontecimiento traumático en la infancia se torna algo muy difícil de aceptar y Freud entiende, finalmente, que aquello que sus pacientes relataban era una construcción psíquica sin existencia real. En la Carta 69, dirigida a Fliess el 21 de septiembre de 1897, (19) Freud advierte el fenómeno de la mentira en la histeria con una lucidez asombrosa." Ahora bien, cuando dice: "[...] ya no creo en mis neuróticos", él está refiriendo a diferentes cuestiones. En primer lugar, al fracaso en el tratamiento de muchos pacientes debido a la acción insuperable de resistencias que entorpecían el curso de la asociación. En segundo lugar, a que el hecho de seducción relatado es imposible de creer en su existencia real. ¡No puede ser que todos los padres o adultos cercanos a los niños sean perversos! Además, lo inconciente –el recuerdo inaccesible del suceso traumático- nunca puede superar la resistencia de la conciencia y a esta irreductibilidad de lo inconciente se agrega el hecho que en él no existe un signo de realidad. Estas deducciones terminan por cuestionar los cimientos de su propia teoría sobre la histeria según la cual un trauma sexual acontecido en la infancia habría actuado como agente motivador de la enfermedad. Sin embargo, el atolladero en el que Freud se encuentra es, en un sentido, aparente ya que en otro, lejos de considerar vencidos sus esfuerzos, el reconocimiento de sus objeciones lo lleva a realizar, sobre la base de fundamentos más sólidos, un viraje que dará nuevo curso a su pensamiento. A partir de este momento Freud pasa a considerar que es imposible saber si una vivencia infantil relatada corresponde a un hecho real, es decir, no es posible distinguir la verdad tiente a una ficción afectivamente cargada ya que en el inconciente no se dispone del signo de realidad. A la vez, la constitución de esa vivencia como traumática, reprimida, hace a su imposibilidad para acceder a la conciencia ya que el nudo traumático no puede superar la resistencia. Por lo tanto, -"en realidad tengo más bien la sensación de un triunfo que de una derrota", escribe Freud a su amigo en la carta antes mencionada- este punto de inflexión lo lleva a distinguir la fantasía del hecho real y a darle a la primera (a la fantasía) el lugar que le corresponde. El recuerdo real, del suceso real, cede su lugar a la fantasía, con lo cual será la fantasía de seducción, capaz de producir una excitación sexual real en el cuerpo, la que domine la escena traumática en la histeria." El acontecimiento en sí, real o no, queda por siempre perdido para lo psíquico, por lo cual en nada incumbe al psicoanálisis. Lo que se constituye como esencialmente traumático -la escena sexual e infantil queda irremediablemente perdida para la conciencia y ello indica la existencia de un núcleo imposible de hacerse conciente, es decir, una resistencia radicalmente diferente a la resistencia inherente a la asociación de representaciones. De este modo se esboza la capacidad de lo primariamente reprimido para atraer hacia sí otras representaciones. En síntesis, el tratamiento que Freud propone consiste en aplicar un método que permita fundir la resistencia y abrir las vías asociativas en el conjunto de los complejos de representaciones. Esta labor es larga, complicada y es inútil pretender llegar directamente a lo buscado pues como ha podido leerse hasta aquí, es imposible que lo inconciente reprimido aparezca tal cual en la conciencia. Se trata, en cambio, de trabajar en la periferia del núcleo patógeno que está constituida por las representaciones intermedias e ir realizando ese movimiento en zigzag que nos permita reconstruir los hilos lógicos que se delatan en las lagunas del pensamiento atendiendo a los defectos de un relato que disimula esas conexiones lógicas por medio de los falsos enlaces. Todo transcurre por la palabra, hablar constituye una acción psíquica de pleno derecho, sin embargo la asociación tiene su límite. Lo inconciente constitutivo del núcleo reprimido no puede vencer la resistencia, no accede a la palabra, pero sí puede vencer parcialmente a la defensa penetrando de manera disfrazada, irreconocible. A su vez, el tratamiento se encuentra perturbado por la acción de una resistencia que proviene de los fenómenos de transferencia con el médico que responden al falso enlace entre la figura del médico con representaciones que provocan displacer y asientan en una engañosa imaginación. La imaginación engañosa es el carácter principal del yo que se ofrece a la cura como su aliado y se descubre como su obstáculo, salvable, a diferencia de otros obstáculos resistenciales de más oscura procedencia. NOTAS (1) Sigmund Freud: "Charcot'', en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo 1, pág. 17. (2) Dice Freud que Charcot logró demostrar que las parálisis histéricas "(...) eran consecuencia de representaciones dominantes en el cerebro del enfermo, en momentos de especial disposición, quedando así explicado por vez primera el mecanismo de un fenómeno histérico" (ibíd., págs. 22-23). (3) Sigmund Freud: "La histeria", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo 1 (4) Talking cure: cura hablada. (5) Sigmund Freud: "Esquema del psicoanálisis", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo II, pág. 111. (6) El tratamiento puede aplicarse sobre estos síntomas secundarios. (7) Sigmund Freud: "La histeria", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo 1, pág. 27. (8) La discusión sobre la predisposición incluye las nociones aportadas por Breuer, fundamentalmente el llamado estado hipnoide. Este autor intenta dar cuenta de la existencia de un estado psíquico particular que impide la descarga de lo traumático por medio de una acción adecuada. Considera tres circunstancias que corresponden, las dos primeras al hecho traumático y la última a una intención subjetiva: 1) la naturaleza misma del trauma impide una reacción (un duelo, una catástrofe); 2) las circunstancias sociales lo impiden (ofensa, humillación por parte de un superior); 3) el sujeto las quiere olvidar y las rechaza, las expulsa de la conciencia. Pero es el estado psíquico en que se encuentra en el momento del suceso lo que aporta un factor predisponen te del lado del sujeto. Estado de sobresalto (interesante para leer a la luz de los desarrollos de 1920), estados psíquicos anormales, estado semihipnótico. En este momento el estado hipnótico de la conciencia explica la asociación psíquica restringida. (9) Es importante observar que Freud, desde el comienzo de su clínica, atribuye al yo el ejercicio de una oposición o resistencia que no sabe que está ejerciendo. El yo, representante oficial del sujeto, no lo sabe todo acerca de sí mismo. La noción freudiana del yo se irá trabajando en los siguientes capítulos. (10) Sigmund Freud: "La histeria", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo 1, pág. 120. En págs. 113 y 115 se encuentran referencias a esta ingeniosa inteligencia superior. (11) ibíd., pág. 122. (12) En estas figuras se advierte que las relaciones entre los elementos no se establecen en forma lineal y no forman vías directas de acceso a lo que se busca; por el contrario entrañan una estrategia que requiere de desvíos, saltos y enlaces por atención a detalles como es el caso del rompecabezas. (13) La condensación y el desplazamiento serían los dos mecanismos del proceso primario. Se trabajarán en el capítulo sobre lo inconciente. (14) Sigmund Freud: "La histeria", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo r. pág. 116. (15) Condensación y desplazamiento (que dependen del régimen del proceso primario y permiten la transposición) constituyen las formas de producción del sentido de modo similar a las figuras retóricas de la metáfora y la metonimia en el lenguaje, tal como enseña Lacan cuando trabaja el aforismo: "El inconciente está estructurado como un lenguaje". (16) Sigmund Freud: "Metapsicología", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I. (17) Parcial, pues accede a expensas de la desfiguración. (18) Sigmund Freud: "Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo 1. (19) Sigmund Freud: "Los orígenes del psicoanálisis", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo III, pág. 777. (20) En la Carta 59 Freud dice haber encontrado una nueva pieza que le faltaba para resolver el rompecabezas de la histeria: la fantasía histérica. Las fantasías (…) arrancan invariablemente de cosas que los niños oyeron en la primerísima infancia y que sólo más tarde llegaron comprender" (ibíd., pág. 757). (21) La teoría sobre la fantasía en el lugar de la causa sella el fin de la teoría de la histeria basada en un hecho traumático efectivamente ocurrido.