Ordenación del territorio e inundaciones - CICCP

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Ordenación del territorio e inundaciones:
hacia una estrategia de defensa
del territorio, respetuosa
con el medio natural
JUSTO MORA ALONSO-MUÑOYERRO
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Comisión de Medio
Ambiente, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
«Obligué al poderoso río a correr de acuerdo con mi voluntad
y conduje sus aguas para fertilizar las tierras que hasta entonces habían sido estériles y deshabitadas.»
Tumba Semiramis, reina de Asiria año 2000 a. C.
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I Congreso de Ingeniería Civil, Territorio y Medio Ambiente
1.
INTRODUCCIÓN
La mayoría de las primeras grandes civilizaciones nacieron vinculadas a importantes cursos de agua en sus proximidades. Baste recordar las primitivas sociedades «hidráulicas» surgidas en Mesopotamia («entre ríos»), junto al Tigris y al Éufrates, o al
antiguo Egipto a orillas del Nilo. Sus privilegiados emplazamientos propiciaron una
fructífera simbiosis agua —territorio que facilitó el transporte fluvial y el desarrollo de
una próspera agricultura, cultivando sus riberas durante los períodos de aguas medias
y bajas—. Las crecidas venían a aportar el sedimento fertilizador que hizo posible una
productividad agrícola intensa y sostenible. Indudablemente, estas culturas aprendieron
a aprovechar las ventajas naturales de su situación geográfica, evitando en lo posible
sus riesgos.
También hoy en día la actividad urbana y económica se localiza con especial densidad en los valles de los ríos en donde, además, se concentra buena parte de la red de
transportes y comunicaciones y otros tipos de infraestructuras.
Esta intensidad en la utilización del territorio junto a los ejes fluviales multiplica el
valor de los daños ocasionados por las inundaciones y justifica la adopción de medidas
específicas en este campo, no sólo para eludir los perjuicios que explícitamente provoca esta clase de fenómenos, sino además con objeto de evitar la pérdida de competitividad de nuestro territorio para albergar determinadas actividades frente a otros ámbitos geográficos no sujetos a este tipo de vicisitudes extremas.
La protección del territorio mediante obras de defensa es costosa económica y ambientalmente y destruye, con frecuencia, los ecotonos asociados a las riberas. Las riberas, o parte del territorio situado por encima del nivel medio del río alcanzado por las
máximas crecidas ordinarias, y sus zonas colindantes o márgenes, dan soporte físico a
funcionalidades de gran interés ecológico, hidrológico e hidrogeológico:
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Circulación por las riberas de las escorrentías procedentes de las márgenes.
Laminación natural de las crecidas ordinarias, que se expanden por las riberas.
Facilitan la infiltración hacia los acuíferos, en condiciones hidrogeológicas adecuadas.
Contribuyen a la estabilidad de márgenes y orillas.
Dan continuidad física, a través de los «corredores» riparios, a los ecosistemas
asociados, facilitando la movilidad de sus especies y contribuyendo a la biodiversidad de estos espacios.
La vegetación de ribera produce el efecto sombra requerido por determinados
ecosistemas fluviales, aportando la materia orgánica necesaria para mantener su
estructura biológica y la presencia de diversos hábitat.
Se hace preciso, pues, el desarrollo de otras acciones no estructurales, de carácter
preventivo, que eviten anticipadamente la situación de riesgo o la acoten a unos umbrales socialmente aceptables en función de la actividad y las características de los elementos sometidos a riesgo. Estas medidas no son otras que una adecuada ordenación
de las zonas inundables en la que la localización de usos se realice con criterios de riesgo acordes con la actividad permitida. Así, la ejecución de infraestructuras quedaría reserva para aquellas situaciones urbanísticas consolidadas en las que no sea viable, en la
práctica, su reordenación
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2.
LAS INUNDACIONES COMO CATÁSTROFES NATURALES
El período 1990-2000 ha sido señalado por las Naciones Unidas como Decenio Internacional para la Prevención de Catástrofes Naturales. Concretamente durante el año
1997 la Campaña para Reducción de Desastres en el Mundo orientó su actividad hacia
los sucesos relacionados con el agua.
Según estas fuentes la frecuencia de las inundaciones se está incrementando más rápidamente que la de otros desastres como consecuencia de cambios introducidos en los
ecosistemas locales por el desarrollo territorial acelerado, lo que aumenta el peligro de
las avenidas.
Entre los factores que ejercen una mayor influencia en este proceso se encuentran
los concernientes a la modificación de las características hidrológicas del suelo, causada por la creciente urbanización y desforestación y los debidos a la intensificación de
la aglomeración demográfica en las márgenes fluviales.
Asimismo, señalan que si bien la sequía es el fenómeno natural que provoca más
muertes, con cerca de 74.000 fallecidos en 1996 por ese motivo, las inundaciones constituyen el desastre más frecuente y el que produce mayores pérdidas económicas.
La tendencia observada de estas pérdidas a nivel mundial, entre 1960 y 1996, es a
aumentar (Munich Reaseguraciones. Naciones Unidas Departamento de Asuntos Humanitarios) especialmente en los países desarrollados.
Circunscribiéndonos a España, su clima y situación geográfica determinan un régimen hidrológico de carácter extremado. Así, los episodios de sequías e inundaciones se
suceden de manera mucho más acusada a como se desarrollan en otros países de nuestro entorno político y cultural.
Sequía e inundación son las manifestaciones opuestas de la extrema irregularidad
de nuestra hidrología. Enfrentarse secularmente a esta situación ha contribuido a forjar nuestras propias señas de identidad en el empeño en superar sus aspectos negativos, mediante medidas que palien sus devastadores efectos y adecuen sus expresiones
naturales a nuestras necesidades.
De acuerdo con los datos estadísticos del Consorcio de Compensación de Seguros
sobre riesgos extraordinarios en la serie 1971-1994, casi el 40% del total de expedientes incoados durante este período se atribuyen a inundaciones con unos costes que alcanzan casi el 70% del total, seguido a gran distancia por los imputables a tempestades
ciclónicas atípicas con apenas un 18%. El total de los cuantías pagadas por inundación
entre 1971 y 1994 supera la cifra de 183.000 millones de pesetas, lo que supone un
coste medio anual de 7.920 millones de pesetas.
Obviamente los daños reales —y no sólo los cubiertos por las pólizas— deben ser
muy superiores, habiéndose estimado en 80.000 millones de pesetas anuales.
Con motivo de las graves inundaciones acaecidas en 1982 en el levante español se
creó en mayo de 1983 la Comisión Técnica de Emergencia por inundaciones. Los diversos trabajos realizados fueran sintetizados en un Informe General (MOP, 1983) y en
diez informes parciales, uno por cada cuenca hidrográfica peninsular. Se identificaron
2.438 inundaciones históricas ocurridas en los últimos cinco siglos, conforme a las cuales se localizaron 1.036 zonas con riesgo potencial en la península.
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I Congreso de Ingeniería Civil, Territorio y Medio Ambiente
Se hace precisa la búsqueda de fórmulas de equilibrio que permitan armonizar la
utilización de una parte del territorio —que ofrece extraordinarias aptitudes para el
desarrollo socioeconómico y un gran valor medioambiental— con la vulnerabilidad que
soporta ante las inundaciones, mediante una racional ordenación de usos acordes con
los riesgos socialmente asumibles en cada caso, complementada con otras medidas de
protección.
3.
CONCEPTO DE ZONA INUNDABLE
3.1.
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Definiciones
Inundaciones. Inundar, del latín inundare de unda = onda.
Onda de avenida: elevación del flujo de una corriente de agua a un valor máximo y su ulterior recesión a consecuencia de un período de precipitaciones, deshielo, rotura de presa o vertido de centrales hidroeléctricas (Glosario Internacional de Hidrología).
Avenida (Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el Riesgo de
Inundaciones, DBRI en lo sucesivo). Aumento inusual del caudal de agua en un
cauce que puede o no producir desbordamientos e inundaciones.
Inundaciones (DBRI): sumersión temporal de terrenos normalmente secos, como
consecuencia de la aportación inusual y más o menos repentina de una cantidad
de agua superior a la que es habitual en una zona determinada.
Zonas inundables (Ley de Aguas [LA], y Reglamento del Dominio Público Hidráulico [RDPH]). Las delimitadas por los niveles teóricos que alcanzarían las
aguas en las avenidas cuyo período estadístico de retorno sea de quinientos años
(salvo que el MOPU fije otro más adecuado a propuesta del Organismo de cuenca).
Cauce (LA y RDPH): el terreno cubierto por las aguas en las máximas crecidas
ordinarias.
Se considera como caudal de la máxima crecida ordinaria la media de los máximos
caudales anuales, en su régimen natural, producidas durante diez años consecutivos,
que sean representativos del comportamiento hidráulico de la corriente.
Plana de inundación: terrero adyacente y casi al mismo nivel que un curso de agua,
en el fondo del valle de dicho curso, que se inunda sólo cuando el caudal excede de la
capacidad máxima del cauce principal (Glosario Internacional de Hidrología).
Por tanto, la inundación es un fenómeno caracterizado por dos aspectos:
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Su origen es la presentación de un caudal superior al ordinario (onda de avenida).
Y su consecuencia es la sumersión temporal de terrenos fuera del cauce, normalmente secos.
La tipología de las inundaciones (DBRI) puede ser:
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Por precipitación «in situ».
Por escorrentía, avenida o desbordamiento de cauces provocada o potenciada por:
— Precipitaciones.
— Deshielo o fusión de nieve.
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— Obstrucción de cauces naturales o artificiales.
— Inversión de cauces, aterramientos o dificultad de avenamiento.
— Acción de las mareas.
Por rotura u operación incorrecta de obras de infraestructura hidráulica.
La acción humana puede provocar inundaciones para la generación artificial de ondas de avenida (infraestructuras hidráulicas) o por actuaciones en los cauces naturales
que reducen su capacidad hidráulica.
3.2.
Delimitación de zonas inundables
El efecto característico de la inundación es la sumersión temporal de terrenos «normalmente» secos, fuera del cauce. El problema añadido de la irregularidad del régimen
hidrológico español es que hace aún más difícil la acotación física de un concepto ya
de por sí difuso en sus límites.
La hidráulica fluvial, acorde con el concepto intuitivo de cauce, analiza el caudal
de desbordamiento del río, es decir, aquél que rellena totalmente el álveo por donde
discurren las aguas ordinarias. Dicho caudal marca el «umbral de inundación» y recibe el nombre de bankfull discharge y debit a plein bord, en la literatura anglosajona y
francesa, respectivamente.
En ocasiones, el caudal de desbordamiento se ha identificado, también, con el caudal autoconfigurador o dominante. Una definición de caudal dominante es la que lo
refiere como aquél que tiene una mayor influencia en la forma de la sección del río.
En el estudio realizado por el Cedex sobre 20 ríos españoles, se llega a la conclusión que el caudal de desbordamiento Qd es de una magnitud análoga a la media de la
serie de máximo anuales Qm.
Todo ello conduce a la validez de la definición de máxima crecida ordinaria (MCO)
del Reglamento del Dominio Público Hidráulico y su coincidencia sensible con el caudal de desbordamiento (Qd) y con el caudal autoconfigurador o dominante, cuando es tos dos últimos conceptos son de aplicación.
Para que tenga sentido el concepto de caudal de desbordamiento Qd tienen que
cumplirse las siguientes dos condiciones:
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Que exista una llanura de inundación activa es decir, una extensión de terreno
que se inunde periódicamente por las aguas y que se encuentre, por tanto, en
proceso de construcción. Por tanto, las terrazas fluviales (raramente inundables)
se consideran inactivas a estos efectos.
Que el cauce y la llanura de inundación no hayan sufrido alteraciones antrópicas
sustanciales.
En estos casos el análisis geomorfológico es un elemento coadyuvante de gran
valor.
Por el contrario el caudal MCO (Qmco) sirve para definir el umbral de inunda ción allí donde puede no ser aplicable el concepto genuino de caudal de desbordamiento Qd como son los tramos sin llanuras de inundación activas (cauces encajados,
tramos con terrazas, cañones fluviales, etc.) y en tramos de cauces difusos.
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En cualquier caso, el desbordamiento del cauce marca el inicio de la inundación
del territorio. Hace falta, pues, establecer adicionalmente otros criterios que permitan
acotar el alcance de la zona inundable.
En un sentido maximalista, todo el territorio es inundable, por lo que es necesario
adoptar una fórmula de compromiso, estableciendo un umbral a partir del cual la probabilidad de inundación no se considera estadísticamente significativa y, por tanto, no
condiciona la actividadd humana en esa parte del territorio.
El criterio administrativo (Ley de Aguas y Reglamento del Dominio Público Hidráulico) para delimitación de zonas inundables es el correspondiente a un período estadístico de retorno de 500 años (T = 500), si bien el Ministerio de Medio Ambiente
puede establecer en determinados casos otros valores que considere más adecuados al
comportamiento de la corriente.
Este tipo de metodologías gozan de un amplio respaldo internacional y son las más
generalmente utilizadas.
Figura 1.
Zonificación del cauce y márgenes inundables.
Así, en Estados Unidos se creó en 1968 un Programa Nacional de Seguros frente a
inundaciones, administración por la Agencia Federal de Gestión en situaciones de
Emergencia (FEMA).
En cumplimiento de esos requerimientos estatutarios el FEMA empezó a dirigir los
estudios de riesgos para aquellas comunidades que participaban en el programa de seguros. Estos estudios habitualmente incluían la siguiente información:
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Los caudales máximos de las avenidas con períodos de retorno de 10, 50, 100 y
500 años.
Los niveles de inundación de avenidas con períodos de retorno de 10, 50, 100 y
500 años.
Las delimitaciones de la llanura de inundación para avenidas de período de retorno de 100 y 500 años. Las escalas habitualmente utilizadas varían entre
1:4:800 y 1:24:000.
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3.3.
La delimitación de la vía de intenso desagüe.
Las velocidades del flujo en la zona inundada.
Las zonas de riesgo de inundación.
Vulnerabilidad, daños y riesgos en zonas inundables
Para que exista riesgo deben existir bienes o personas expuestas a la inundación.
Los mapas de riesgo de inundación, por tanto, deben indicar no sólo la delimitación de la zona inundable sino los daños esperados como consecuencia de la inundación.
La Directriz Básica ante el Riesgo de Inundaciones define riesgo como el número
esperado de víctimas, daños materiales y desorganización de la actividad económica,
subsiguientes a una inundación.
Dicha definición no considera la probabilidad del suceso sino sólo los efectos que
éste puede producir, en el caso de que ocurra.
Parece más acertado el concepto de riesgo empleado en otros ámbitos (Seguridad
Nuclear), establecido como el producto entre el daño esperado (D) y la probabilidad
de ocurrencia del suceso (P).
R=P×D
Por tanto, cuanto mayor es el daño esperado por un determinado suceso menor debiera ser la probabilidad de ocurrencia con objeto de no sobrepasar un nivel de riesgo
determinado.
Históricamente, en las llanuras aluviales se ha concentrado gran parte de la actividad socioeconómica. En ellas se asentaron las primeras grandes civilizaciones (Tigris, Eúfrates, Nilo, etc.). En consecuencia es necesario reconocer los factores favorables que esta parte del territorio reúne para la actividad urbana, agrícola, industrial y
transporte.
Frente a estas aptitudes surgen riesgos naturales, como el de las inundaciones, a los
que estas zonas son especialmente sensibles.
Se trata, pues, de armonizar aptitudes y riesgos mediante una racional localización
de usos acorde con los riesgos asumibles por cada uno de ellos. Esto es posible mediante una adecuada ordenación de este espacio.
No obstante este tipo de medidas de carácter preferente, no pueden descartarse
otras actuaciones en infraestructuras hidráulicas de regulación y defensa. La necesidad
debe justificarse mediante análisis económico y estudios de impacto ambiental.
Asimismo, tampoco deben olvidarse aquellas medidas encaminadas a paliar los efectos negativos de la inundación una vez que ésta, inevitablemente, ya se ha producido.
En este paquete de actuaciones entrarían los Planes de Emergencia previstos por la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil.
La ordenación de las zonas inundables consistiría en el conjunto de medidas
que permitieran una localización de usos compatible con el riesgo socialmente aceptable.
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FUENTE: Libro Blanco del Agua, Ministerio de Medio Ambiente, 2000.
Figura 2.
4.
Mapa de áreas inundables de primer orden identificadas en los planes hidrológicos
de cuenca.
CRITERIOS DE ORDENACIÓN DE ZONAS INUNDABLES
4.1.
Limitaciones asociadas a la Vía de Intenso Desagüe (VID)
Este método se ha venido utilizando históricamente en Estados Unidos con el término floodway de diferentes maneras.
La Agencia Federal de Gestión en Situaciones de Emergencias (FEMA) lo utilizó en
el programa nacional de seguros, definiendo como VID al «... cauce y sus áreas de terreno adyacentes que deben reservarse para evacuar la avenida de referencia (100 años)
sin producir un incremento acumulativo de la elevación correspondiente a la citada avenida, mayor que una altura determinada (1 pie)».
Según el FEMA los usos permitidos en la VID deberán tener un daño potencial bajo
y no obstruir en el régimen de la corriente en avenidas. No se localizarán en esta zona
estructuras, terraplenes o depósitos permanentes.
Por el contrario esta zona resultaría apta para horticultura, viticultura, areas recreativas, reservas culturales ...
La ordenación de zonas inundables debe atender a los siguientes criterios:
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Evitación de obras y actuaciones en la vía de intenso desagüe (zona en la que
se concentra la evacuación de la mayor parte del caudal de avenida) que puedan
suponer obstáculo a ésta.
Minimización de daños. Fuera de la vía de intenso desagüe las actividades se localizarán con criterios de riesgo, considerando el efecto del calado y de la velocidad del agua para cada uso.
Ordenación del territorio e inundaciones: hacia una estrategia de defensa del territorio...
La vía de intenso desagüe puede reservarse como zona de protección asociada al
curso fluvial, para el desarrollo de los ecosistemas naturales.
El convenio y la concertación con los ribereños puede constituir una fórmula interesante para la liberación de las márgenes de usos que constituyan un riesgo potencial
de degradación.
A título de ejemplo puede citarse el caso de la ciudad de Keene, New Hampshire
(Wood y otros, 1985).
En esta ciudad se analizaron diversos planes de gestión de la llanura de inundación
mediante medidas estructurales y no estructurales. Dentro del plan seleccionado, las
medidas de ordenación adoptadas para la zona inundable fueron las siguientes:
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4.2.
Toda construcción residencial nueva debe situarse por encima de la elevación correspondiente a la inundación de 500 años.
Las construcciones comerciales e industriales deberán estar por encima de la elevación correspondiente a la avenida de 100 años.
Se prohibirá cualquier construcción dentro de la zona de intenso desagüe a menos que se pueda demostrar que la misma no causará sobreelevación respecto a
la elevación de la avenida de 100 años.
Criterios de las Naciones Unidas para la prevención de desastres
En el campo de los antecedentes (CEDEX 1991) existentes sobre propuestas de zonificación y limitación de los usos del suelo, Berga (1987) hace una adaptación de las
normas generales contenidas en las Guidelines for Disaster Prevention de las Naciones
Unidas (UNDRO, 1976) al caso de nuestro país, presentando una posible zonificación
de las zonas inundables de los ríos.
Así, en los principales ríos peninsulares, y en una primera fase en los tramos que
presentan mayores riesgos de inundación, se establecerían las siguientes zonas:
Zona A.
Zona con prohibición total. Es la zona por donde circula el agua en las
máximas avenidas normales, y podría ser la definida por el cauce público y la zona de servidumbre.
En ella no se permitiría ningún tipo de edificación ni ningún tipo de actividad.
Zona B.
Zona con restricciones tipo I. Es la más afectada por las avenidas extraordinarias y su límite correspondería a la línea de la avenida de 100
años de período de retorno. Se establecerían en ella restricciones en los
usos del suelo, planificando las características y densidad de las edificaciones y estableciendo un reglamento para las construcciones (niveles de
pisos, cimentación, tipología estructural, etc.). Se planificaría también el
uso agrícola.
Zona C.
Zona con rectricciones tipo II. Es la zona que puede ser afectada por las
máximas avenidas extraordinarias, y su límite correspondería a la línea
de la avenida de 500 años de período de retorno. En ella las restricciones del uso del suelo serían menos limitativas, permitiéndose mayores
densidades y características de las edificaciones menos estrictas.
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Alternativamente, podría tratarse de una zona son restricciones en la que
se fijaran unas normas generales de construcción y se avisara de la posibilidad de daños.
4.3.
Recomendaciones sobre los usos del suelo en cada zona
(Centro de Estudios Hidrográficos del CEDEX 1991)
Los criterios que se proponen en este trabajo para la zonificación de un área inundable son los siguientes:
1.
2.
3.
En la llanura de inundación se pueden diferenciar las siguientes zonas: a) zona
inundable (ZI), dentro de la cual se incluye una zona con la condición de inundación peligrosa (ZIP), y b) vía de intenso desagüe (VID).
Los límites de la zona inundable serán los correspondientes a la avenida de período de retorno de 500 años.
La zona de inundación peligrosa es aquella incluida en la zona inundable en la
que pueden producirse graves daños (materiales y humanos) con la avenida de
500 años. Para su establecimiento deben satisfacerse uno o más de los siguientes criterios:
h (calado) 1,0 m
v (velocidad) 1,0 m/seg
hv 0,50 m2/seg
4.
5.
6.
7.
8.
La vía de intenso desagüe se determina de forma que pase por ella la avenida
de 100 años sin producir una sobreelevación mayor que 0,3 m respecto a la
elevación que se produciría con esa misma avenida considerando toda la llanura de inundación existente. Esa sobreelevación pdría reducirse hasta 0,1 m
cuando el incremento de la inundación produzca graves perjuicios y además
sean factibles, técnica y económicamente, otros emplazamientos para nuevas
construcciones fuera de esa zona, o bien por el contrario elevarse hasta 0,5 m
en aquellos casos de daños reducidos y dificultad para acondicionar otras áreas alternativas de desarrollo dentro de las comunidades afectadas.
Cuando el análisis de circulación del flujo muestre más de un cauce preferencial, se establecerá una vía de intenso desagüe múltiple compuesta por varias
franjas, una de las cuales se corresponderá con el cauce principal y las restantes con los distintas pasos o vías preferentes de las aguas desbordadas.
Se tenderá hacia un ancho mínimo de la vía o vías de intenso desagüe.
Los estudios hidrológicos e hidráulicos necesarios para la determinación de las
distintas zonas deben basarse en las condiciones existentes, tanto en cuanto a
régimen de caudales extremos como a las características de la llanura.
Cuando existan diques de protección en la llanura se considerará que estos son
límites de la vía de intenso desagüe siempre que los incrementos de nivel para
evacuar la avenida de 100 años no sean superiores en mas de un 50% a los tolerables para establecer los límites de aquella sin presencia de diques.
Por otra parte, para que los diques puedan considerarse límites de la zona inundable deberán poder evacuar la avenida de 500 años con un resguardo de 0,5 m o bien
sin resguardo cuando los diques admitan pequeños vertidos sobre coronación. Deberá
asegurarse la adecuada conservación y mantenimiento de los diques.
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Ordenación del territorio e inundaciones: hacia una estrategia de defensa del territorio...
Una vez zonificada el área inundable se hacen una serie de recomendaciones sobre
los usos del suelo que se consideran adecuados en cada una de las zonas en las que se
ha dividido la llanura de inundación.
Vía de intenso desagüe
Los usos permitidos en esta zona serán tales que:
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Los daños potenciales por avenida sean moderados.
No obstruyan el flujo de avenidas.
No requieran estructuras, terraplenes o almacenamiento permanente de bienes o
equipos.
En cualquier caso ningún uso deberá afectar desfavorablemente la capacidad de la
vía de intenso desagüe ni dará lugar a importantes daños propios.
Con las anteriores consideraciones los usos permitidos podrían ser los siguientes:
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Uso agrícola; como tierras de labranza, pastos, horticultura, viticultura, cesped,
silvicultura, viveros al aire libre y cultivos silvestres.
Uso industrial-comercial; como áreas de almacenaje temporal, aparcamiento de
vehículos, etc.
Usos residenciales; como césped, jardines, zonas de aparcamiento, zonas de juego, etc.
Usos recreacionales públicos y privados; como campos de golf, pistas deportivas
al aire libre, zonas de descanso, zonas de natación, reservas naturales y de caza,
parques, cotos de caza y pesca, circuitos de excursión o de equitación, etc.
Zona inundable
En la zona inundable fuera de la vía de intenso desagüe, las limitaciones al uso del
suelo no van encaminadas a preservar el régimen de corrientes sino a evitar daños importantes. Concretamente, se recomienda las siguientes limitaciones:
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5.
Las futuras edificaciones de carácter residencial deben tener la planta baja, o el
sótano si lo hubiera, a una cota tal que no sean afectadas por la avenida de 100
años, ni se produzca la condición de inundación peligrosa con la de 500 años.
Las construcciones no residenciales (industriales, comerciales, etc.) deben situarse a cotas suficientes para evitar que durante la avenida de 100 años se produzcan alturas de inundación sobre el suelo superiores a 0,50 m, salvo que se hubieran adoptado en todo el contorno medidas impermeabilizadoras hasta el nivel
de dicha avenida.
CONCLUSIONES
Las márgenes de los ríos reúnen aptitudes interesantes para diversos usos de índole agrícola, comunicaciones, asentamientos, industrias, etc. Esta circunstancia motiva
que sobre ellas se haya concentrado históricamente gran parte de la actividad socioe-
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I Congreso de Ingeniería Civil, Territorio y Medio Ambiente
conómica. Este proceso se ha visto acrecentado en nuestros tiempos, incrementándose
con ello el daño potencial de las inundaciones.
Por otro lado, las inundaciones constituyen un fenómeno natural que cumple una
misión funcional en el equilibrio sedimentario de la corriente, el transporte de sólidos
hacia la costa (playas), el mantenimiento de la sección hidráulica fluvial, la preservación de los ecosistemas riparios adaptados a su periódico encharcamiento,…
Las zonas inundables o terrenos que, fuera del cauce de los cursos de agua, son alcanzados por la corriente en sus crecidas extraordinarias, son espacios de un alto valor
ecológico que contribuyen a la laminación natural de la avenida y a la recarga de los
acuíferos cuando concurren las circustancias hidrogeológicas adecuadas.
Las actuaciones para evitar o reducir el daño de las inundaciones sobre bienes y
personas se pueden clasificar de la siguiente forma:
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Estructurales:
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— Infraestructuras hidráulicas de regulación y laminación.
— Obras de defensa en cauces.
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No estructurales:
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— Medidas paliativas: aquéllas de carácter no estructural que tienden a minimizar los daños provocados por la inundación una vez ésta se ha iniciado, tales
como planes de evacuación, planes de emergencia de protección civil, etc. Incluirían, también, otras medidas como pólizas de seguros.
— Medidas preventivas: no disminuyen la probabilidad de la inundación pero reducen sus daños potenciales sobre bienes y personas, evitando someter a éstos a riesgos inadecuados.
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Se hace necesario desarrollar estrategias que permitan reducir los riesgos de las inundaciones sobre la actividad humana en las áreas fluviales, sin destruir sus valores
naturales y propiedades asociadas, reservando las medidas estructurales para las ocasiones que no admitan otra tipología de actuación y sea prioritaria la defensa del territorio.
Entre aquéllas, la alternativa expuesta en esta comunicación incluye propuestas para
hacer posible una utilización racional de las zonas inundables, con un criterio de localización de usos acorde con el riesgo socialmente asumible para cada uno de ellos.
La manera efectiva de llevar a cabo esta ordenación es mediante un adecuado planeamiento urbanístico que incorpore en sus determinaciones criterios como los propuestos.
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