María A. Casanueva Royo El psicoanálisis como tratamiento de los trastornos de alimentación Lo viejo y lo nuevo, la palabra y el silen­ cio, la fantasía y la realidad, lo interno y lo externo, la presencia y la ausencia. Este es el camino del analista. En esta ocasión, la Anorexia y la Bulimia. Kestemberg (1) subraya el hecho del abordaje paradójico a que nos obligan estas enfermedades: «al comienzo atraen por la claridad de su sintomatología, pero después cuanto más se estudian más se niegan a dejarse aprehender... esto es lo que ha suce­ dido de hecho, a todas las disciplinas que se interesan por ellas, comprendiendo al psi­ coanálisis». Las «indomables», como las denomina Raimbault (2) que nos presenta a cuatro mujeres que se han vuelto mitos: Sissi emperatriz de Austria, la Antígona de Sófocles, Simone Weil la filósofa y Santa Catalina de Siena, todas ella anoréxicas. No sólo atraen sino que fascinan. ¿Pero qué es lo que atrae?, ¿qué es lo que nos fascina? Considero que nos atraen y nos fascinan porque se nos escapan, se nos escapan a todos desde 1689, cuando Morton describe la «Consunción Nerviosa». Por eso creo que estos trastornos nos han hecho olvidar nuestras diferencias, aunan­ do esfuerzos terapéuticos, abordando estas enfermedades cada uno desde su disciplina pero juntos en el esfuerzo. Mientras tanto la prevalencia aumenta, afectando entre el 1 Y 4 % de las adolescentes y mujeres jóvenes (3). Como aperitivo, para «abrir boca», qui­ siera recomendarles la novela Hambre de Knut Hamsun (4), novelista noruego y Premio Nobel de Literatura en 1920, por­ que él nos cuenta, de forma desgarrada y patética, lo que nuestras pacientes anoréxi­ cas silencian. En la anorexia, el síntoma se utiliza para dar nombre al sujeto; aparece escrito en el cuerpo, aquello que no puede «decirse» (5). A continuación voy a referir­ me al tratamiento psicoanalftico como una alternativa terapéutica para la Anorexia Nerviosa y la Bulimia y a las vicisitudes del proceso de la cura. 1. Tratamiento psicoanalítico como alternativa terapéutica ¿Son analizables las anoréxicas y las bulímicas? Esta pregunta nos remite al con­ cepto de analizabilidad y por tanto a Paz (6), quien nos dice: «las posiciones más extremas en materia de analizabilidad, tales como la escuela estadounidense, afín a la Psicología del Yo y la escuela KIeiniana, coinciden en el momento actual en condi­ cionar la accesibilidad al proceso analítico, a la existencia de una parte de la personali­ dad más sana que el resto de la misma». Meltzer la llamaría «parte adulta», KIein «parte no regresiva» y Zeztel y Greeson «parte sana o intacta de la personalidad». Es con esta parte adulta, no regresiva o sana, con la que se trata de mantener un vínculo terapéutico durante el proceso analítico. Zeltze (7) caracteriza esta «parte sana» por los siguientes elementos: a) motivación para algo más que un alivio sintomático; b) capacidad para tolerar frustraciones; c) capacidad para tolerar ansiedad y no ser invadido por ella; d) habilidad para mante­ ner una regresión estable; e) habilidad para sostener el pensamiento del proceso secun­ dario. Pero tenemos que considerar que los Trastornos de la Alimentación se detectan Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XVI, n.º 57,1996, pp. 39-46. (40) 40 María A. Casanueva Royo COLABORACIONES en poblaciones psiquiátricas que padecen trastornos psicopatológicos muy variados: Depresiones Mayores, Distimias, Trastorno Obsesivo-Compulsivo, Trastornos de la Personalidad, etc. (3). Se distinguen básicamente dos grupos de pacientes (8, 9, 10, 11 Y 12): la denomi­ nada Anorexia Verdadera, Psicosis Mono­ sintomática, forma especial de esquizofre­ nia, anorexia grave, tipo autista o simbióti­ co; y la llamada Anorexia Secundaria, reac­ tiva, pseudoanorexia, anorexia menos grave o transitoria. La Anorexia Secundaria se relaciona con la patología histérica. La Anorexia Verda­ dera se relaciona con la patología borderli­ ne y la psicosis, destacando las siguientes alteraciones: deficiencias yoicas estructura­ les, vinculadas al esfuerzo fallido por lograr la separación y la individuación y trastornos de la capacidad simbólica rela­ cionada con la carencia de espacio transi­ cional, concepto formulado por Winnicott. Baravelle (5) nos recuerda las palabras de Freud «tomar cada caso como un caso nuevo» y recomienda no sacar conclusio­ nes apresuradas, ya que la orientación del tratamiento dependerá de la estructura de que se trate. Podemos concluir que serán analizables aquellas pacientes que, tras una evaluación individualizada, cumplan los criterios de analizabilidad antes mencionados, hacien­ do la salvedad de que aunque existan coin­ cidencias entre las distintas escuelas psico­ analíticas, también existen divergencias y por tanto estos criterios no serán aplicados de forma unívoca. Estas divergencias se ponen de manifies­ to entre autores como Risen (13), Mahler (11), Fischer (14) y Boris (15). Risen sos­ tiene que si no predominan los conflictos neuróticos, no se puede aplicar el análisis. Mahller señala que si no se ha alcanzado el proceso de individuación y separación, el yo puede permanecer «irreparablemente torcido, narcisísticamente vulnerable e inestructurado» imposibilitando en muchos casos el abordaje analítico. En contraposi­ ción Fischer sugiere que utilizando la pers­ pectiva del desarrollo del proceso de sepa­ ración-individualización de Mahler, proce­ so alterado en estos pacientes, se pueden reconstruir las capacidades yoicas y hacer un trabajo elaborativo, lo que permite pos­ teriormente acceder a otros conflictos más evolucionados (edípicos). Por su parte, Boris indica que, aun con todas sus limita­ ciones, sólo el tratamiento psicoanalítico puede aportarle a la paciente aquello que le permite continuar su proceso evolutivo. Son muchos los autores que enfatizan la necesidad de un equipo multidisciplinar para el abordaje terapéutico, especialmente en las pacientes anoréxicas (3, 16 Y 17). Estudios recientes (18) señalan que en el tratamiento de pacientes con anorexia ner­ viosa y bulimia dos tercios mejoran con intervenciones psicocoterapéuticas breves, mientras que un tercio de ellas requieren tratamientos más prolongados de tipo psicoanalítico. Lo justifica el hecho de objetivar severos trastornos de personali­ dad en estos pacientes (3 y 19). No hay acuerdo respecto al momento de establecer la indicación de análisis; aunque la mayoría (3 y 20) afirma que la indicación debe hacerse en un segundo tiempo del trata­ miento, una vez restablecido el peso corpo­ ral, otros refieren (13) que es precisamente el tratamiento psicoanalítico lo que favore­ ce tal restitución. Pero en muchos casos el analista no puede trabajar solo con la paciente, porque no puede negar, como la anoréxica lo hace, la enfermedad; estas pacientes niegan la enfermedad y su peli­ El psicoanálisis como tratamiento de los trastornos de alimentación 41 (41) COLABORACIONES gro vital, se viven como inmortales, e in­ tentan inducir al terapeuta a negarla tam­ bién. Esto nos lleva en ocasiones a renun­ ciar a la cura clásica, adaptando el trata­ miento a cada caso particular, sin olvidar que la mortalidad se sitúa entre en 5 y el 10% (3, 9 Y 12). Por tanto el tratamiento se llevará a cabo: a) si la paciente lo acepta; b) si con­ sideramos que puede beneficiarse de un tratamiento analítico (si es analizable); c) especificando que si fuera necesario instau­ rar tratamiento psicofarmacológico o inter­ namiento será remitida al equipo terapéu­ tico; d) en algunos casos, sobre todo en ado­ lescentes, se incluirán entrevistas familiares. A pesar de todo, cuando un analista tra­ baja con su paciente está solo. Cuando reci­ bimos a la paciente ya ha sido tratada con anterioridad o incluso hospitalizada. Esta situación crea unas condiciones prelimina­ res que sólo pueden reforzar en las pacien­ tes el cansancio, la desconfianza y la resig­ nación. Mientras tanto, el analista se esfuerza en ver más allá de esa piel pegada a los huesos, intentando mirarla como «algo nuevo», dejando que la paciente nos sorprenda. Esta actitud analítica no resulta fácil de mantener, porque estas enfermas nos «entran por los ojos». Por otra parte, esta patología exige al analista una especial consideración de la realidad externa, el peligro para la vida, la muerte. 2. Objetivos y resultados de la cura La situación analítica resulta del estable­ cimiento de condiciones susceptibles de favorecer la aparición de un cierto número de fenómenos psíquicos y su investigación. El analista mantiene la neutralidad y la abs­ tinencia. La resultante no es algo nuevo sino una reedición de situaciones infantiles, reproduciendo las relaciones precoces madre-hijo. El resultado final de la terapia analítica es permitir que toda la organización mental de la paciente, detenida en un estadio infan­ til del desarrollo, continúe su progresión hacia la condición normal del adulto. En 1909 (21), en «Análisis de la fobia de un niño de cinco años» (caso Juanito), Freud se plantea si el análisis ha perjudicado a Juanito, por haberle hecho conscientes sus deseos edípicos. Nos dice: «sin duda se les ocurrirán tales temores a muchos doctores que entienden mal la esencia del psicoaná­ lisis y opinan que al hacer conscientes los malos instintos, éstos se fortifican... por el contrario, las únicas consecuencias del aná­ lisis, fueron que Juanito se recuperó... el análisis sustituye el proceso de la represión, que es automático y excesivo, por el control mesurado e intencionado por parte de las más elevadas facultades psíquicas». A tra­ vés del análisis, nuestro objetivo es éste: que la paciente se recupere y tome concien­ cia de sus conflictos, para poder expresar­ los de una forma adecuada, sin dañarse. Rodríguez (22) destaca: «el psicoanalis­ ta debe saber y sentir que él, en tanto que analista es un objeto real bueno para su paciente... puede cuestionarse la calidad de su trabajo pero no su función... en este sen­ tido la realidad psíquica podría poco a poco ser modificada por la experiencia de con­ tacto con la realidad exterior, el análisis, el analista». El mayor problema en el trabajo con la paciente anoréxica es que para ésta su anorexia es una solución, no un proble­ ma, «anorexia is a full-time job» (15). Quisiera destacar dos aspectos que deben abordarse especialmente en el trata­ miento: (42) 42 María A. Casanueva Royo COLABORACIONES a) Esquema corporal: son pacientes con severos trastornos de su esquema corporal, aislados dentro de un mundo narcisista. Se describe el esquema corporal como una representación del cuerpo en la mente, que se organiza a lo largo de la evolución, situándose la relación del niño con sus padres, especialmente con la madre, como lugar de origen del esquema corporal (23). Esquema corporal, identidad y diferencia­ ción self-objeto están relacionados, y a su vez éstos con la relación madre-hijo. El análisis promueve la creación de un víncu­ lo transferencial y la diferenciación self­ objeto, favoreciendo la representación ade­ cuada del cuerpo en la mente (24). En este sentido las pacientes anoréxicas nos pre­ sentan su cuerpo, negándonos la palabra. El trabajo analítico transformaría su «psicoso­ matosis» en una «psiconeurosis», decible, analizable (25) b) Separación-individuación: estas pa­ cientes presentan deficiencias estructurales vinculadas al esfuerzo fallido por lograr este paso evolutivo (9, 10). En el análisis predomina inicialmente una relación de fusión con el analista, fusión relacionada con la carencia de espacio transicional (15, 26). En este sentido hay autores que sostie­ nen que, en un primer tiempo, el trabajo analítico con estas pacientes es diferente al que se hace con el paciente neurótico, donde la actividad interpretativa se centra más en hacer consciente lo inconsciente, interpretación que reintegra un significado perdido. Son las intervenciones reconstruc­ tivas e interpretativas, basadas en el enten­ dimiento del proceso de separación e indi­ viduación, las que resultan ser más terapéu­ ticas y permiten la continuación del proceso y el crecimiento de la paciente anoréxica. La cura permite anudar una relación objetal diferente, una reorganización psí- quica hacia la neurotización que promueve el desarrollo hacia la genitalidad. Dar sen­ tido y organización al caótico mundo inter­ no de la paciente, hacer del desorden orden, dar significado al caos, reproduciendo lo que los padres hacen con los hijos en el proceso normal de crecimiento. Para ser autónomo hay que aceptar ser dependiente y recibir. Esa es la paradoja. 3. Constantes en el curso del tratamiento A) Constantes generales: resumo a con­ tinuación una serie de constantes en el curso del análisis de estas pacientes (1, 14, 15, 26, 27 Y28): - El desconcierto y la sorpresa predo­ minan en el inicio del tratamiento, en el pri­ mer contacto. Estas pacientes se sienten desorientadas frente a la neutralidad y la abstinencia del analista. Un analista que no quiere nada más que comprender y ayudar­ la a comprender, mientras la paciente se afana en reproducir esa imagen de hija per­ fecta, obediente y sometida. - Apariencia colaboradora. - Dificultad asociativa permanente con una evocación del pasado fragmentaria y poco caracterizada. - Lenguaje repetitivo, vago y empobre­ cido, manteniendo siempre la racionaliza­ ción. - Negación de la enfermedad. - Fantasías arcaicas de tipo megaloma­ níaco. - El uso de la proyección es muy fre­ cuente. La anoréxica se defiende del deseo y de la necesidad, ocupándose «de lo que quiere el analista». - Las posibilidades de introyección son El psicoanálisis como tratamiento de los trastornos de alimentación 43 (43) COLABORACIONES pobres y esta dificultad sirve de fundamen­ to a sus problemas de identificación. - Ideal del yo hipertrofiado y Super-yo cruel. - Represión masiva de la agresividad, contrastando con la autoagresión perma­ nente, expresada en el síntoma. - La oralidad es prevalente. En lo refe­ rente a la analidad, destaca el placer del control y del dominio de sí mismo y de los otros. La organización genital es pobre. Erotización muy marcada del funciona­ miento motor. - En los afectos, predominio de la tris­ teza y la culpa. B) Algunas consideraciones sobre la Bulimia: la bulimia aparece ligada con el núcleo anoréxico en una relación de inver­ sión o de alternancia. Como la manía y la depresión. Pero no es necesario ser anoré­ xica ni haberlo sido para ser bulímica. La bulimia, relacionada con la anorexia, la obesidad y la depresión, ha adquirido final­ mente autonomía (29). A pesar de esta autonomía son muchos psicoanalistas los que llevan a referirlas a los mismos con­ flictos psicopatológicos. Quisiera señalar algunos aspectos más específicos en el tratamiento de estas pacientes: - Destaca una confusión, un proble­ ma de reconocimiento de las señales del cuerpo, vinculado a una relación con una madre que «confunde». Madres patológi­ cas. - El comer compulsivo es una nega­ ción. Grimberg (30) nos dice: «una de las funciones contenidas en la compulsión a comer consiste en la negación implícita de la pérdida del objeto mediante el acto de incorporar repetida y continuadamente el alimento que lo representa... lo precario de dicho mecanismo de negación exige que sea permanentemente renovado en cada acto alimenticio». - La bulimia constituye una evidente regresión a la sexualidad oral. El objeto a reencontrar no es el objeto perdido, la madre, sino un sustituto por desplazamien­ to, la comida. A nivel oral, la única forma de asegurarse definitivamente el objeto amado es incorporarlo. Es apropiación, pero a la vez destrucción del objeto (fase oral canibalística descrita por Abraham). Es la avidez, la voracidad. Esta es una característica de la transferencia; se resis­ ten contra ella precisamente por la voraci­ dad, para no sufrir la ausencia como «des­ garrante» y al mismo tiempo para preservar al analista de su voracidad. - Se refieren (29) frecuentes episodios abandónicos o experiencias de pérdida durante la infancia de estas pacientes. - Lo que las caracteriza es la ruptura del tratamiento analítico. Evitan toda situación que pueda desvelar su dependencia. - En la transferencia se pone de mani­ fiesto: la sumisión, el deseo de sumisión con el analista y la oralidad primaria con su porción de destructividad (31). Se considera (32) que las pacientes más difíciles y refractarias al tratamiento analí­ tico son aquellas que padecen Anorexia y Bulimia. 4. La transferencia La transferencia es un fenómeno que designa los sentimientos del paciente hacia su analista. Representa la traducción de la compulsión a la repetición descrita por Freud y reproduce con el analista el tipo de (44) 44 María A. Casanueva Royo COLABORACIONES vínculo con las figuras parentales de la infancia. Las particularidades de la transferencia son las siguientes (1, 15, 26 Y27): - Resistencia a la transferencia. La transferencia, tal y como estamos acostum­ brados a trabajar con ella, simplemente no se produce. La paciente se prohibe, incons­ cientemente, organizar lazos libidinales con el analista. - Deseo de manipular al analista, para ejercer sobre él un control omnipotente. - Consideración del analista como «objeto ideal» y deseo de emularlo. - Resistencia a aceptar las interpreta­ ciones. Estas pacientes tienen tanta resis­ tencia a incorporar el tratamiento, el analis­ ta y las interpretaciones como repugnancia a incorporar el alimento. Las interpretacio­ nes son comida para el pensamiento, algo que la «engorda». Este rechazo se realiza sin considerar si la interpretación es correc­ ta o no; lo que se rechaza es que la inter­ pretación confirma su necesidad, su depen­ dencia. - En otros momentos del análisis pre­ domina una relación de fusión con el tera­ peuta, reproducción de la relación con la madre. 5. Contratransferencia Utilizaré el concepto de contratransfe­ rencia en un sentido amplio, para designar los sentimientos del analista en relación con la paciente. Algunos autores afirman que se contempla con renuencia y pesimis­ mo la posibilidad de ofrecer tratamiento analítico a la paciente anoréxica argumen­ tando que estas enfermas suscitan ira y decepción en quienes las tratan, rabia y desencanto. Se destaca (14) el pesimismo de Bruch (33) y Sours (9), poniendo de manifiesto la resistencia a tratar pacientes anoréxicas y bulímicas en análisis. Otro autor (27) describe el tratamiento como «difícil y frustrante». Estos comentarios deberían hacemos reflexionar. ¿Qué sienten ustedes cuando tratan a una de estas pacientes? Les diré lo que sen­ tía Freud (34), «deseos de curarlas». Pero me atrevería a decir que eso lo sentimos todos. Además sentimos otras cosas, a veces inconfesables. Resumiendo: ira, decepción, rabia, desencanto, pesimismo, frustración y, eso sí, deseos de curarlas. Se dice (5) que la peor actitud con una paciente anoréxica es querer alimentarla. La anorexia es el mantenimiento obstinado de la insatisfacción. La posibilidad de trata­ miento consiste entonces en no meterle nada en la boca y dejarla hablar. Personal­ mente me recuerda a los pacientes que des­ cribe B. Joseph (35) en su artículo «Adic­ ción a un estado mortífero». Las caracteri­ za un estilo maligno de autodestructividad, de naturaleza adictiva, embelesadas por el desconsuelo y lo mortífero. En el tratamiento de enfermos somáticos graves (36) se describe una contratransfe­ rencia que, a mi juicio, tiene elementos comunes con la que nos ocupa en el pre­ sente trabajo. La idea del daño y de la muerte gravita de continuo en el tratamien­ to, enfrentando al analista con el fracaso de su propia omnipotencia y la realidad de su propia muerte. Estas pacientes nos enfren­ tan de igual modo a nuestra propia angustia de muerte y a la renuncia a la omnipotencia del «médico». Esta es la clave. Considero que son estos sentimientos, inconscientes, los que nos llevan al rechazo y a la deses­ peranza. El analista, más que nunca, deberá no sólo serlo sino también parecerlo, haciendo un despliegue de su actitud analítica, neu­ El psicoanálisis como tratamiento de los trastornos de alimentación 45 (45) COLABORACIONES tral, trabajando «sin memoria ni deseo» como nos recomienda Bion (37). Al final, es la tolerancia del analista al desorden y a la incertidumbre, las aproximaciones gra­ duales, el acierto y el error, lo que permite a la paciente mostrarse tal y como real­ mente es. Recordando a Estrada (27), «no hay nada más gratificante y de hecho sor­ prendente que el observar que uno de estos seres rígidos, aislados y atrapados en el cuerpo, condenados a morir prematura­ mente, se convierta en un ser humano cáli­ do y espontáneo, donde se advierta esa llama vital que sólo poseen los que son libres». Yo añadiría: ¿es eso posible? BIBLIOGRAFÍA (1) KESTEMBERG, E., El hambre y el cuer­ po, Madrid, Espasa-Calpe, 1976. 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