EL MAESTRO DE ESGRIMA

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Datos históricos y léxicos. Caridad Miralles Alcobas y Rosa Martínez Graciá
EL MAESTRO DE ESGRIMA
ARTURO PÉREZ-REVERTE
DATOS HISTÓRICOS Y LÉXICOS
I. LA ESGRIMA
La esgrima tiene sus orígenes en la Edad Media, cuando la espada se utiliza como arma defensiva y ofensiva, para romper armaduras y atacar a los caballeros con escudos. Es verdad que a medida que se va conociendo la pólvora, las armas de fuego van
desplazando a la espada como arma de ataque y defensa, pero esta se sigue utilizando
como instrumento de actividad deportiva, usándose como entretenimiento y competición, con la ejercitación que se requiere para adquirir las habilidades y destrezas necesarias para lograr un manejo efectivo de la espada en los duelos.
En el siglo XV, en España, aparecen los primeros tratados que establecen las
pautas para el ejercicio de esta actividad: La verdadera esgrima (1472), de J. Pons, y El
manejo de las armas de combate (1473), de P. de la Torre.
En el siglo XVI se introduce en Italia, y el estoque y la técnica italiana (primeramente con el brazo izquierdo envuelto con un manto) se popularizaron en Europa,
especialmente en Inglaterra y Francia. En el siglo XVIII se inventó en Francia el florete,
y surgieron distintos estilos de defensa y ataque, así como un vocabulario especial de
esgrima. En el siglo XIX fueron prohibidos los duelos, y ya se enseñaron estas artes de
esgrima con fines solamente deportivos; comenzaron a usar los tiradores, el guante, el
protector de pecho y la máscara de malla metálica. Hacia finales del siglo XIX comienzan a aparecer en América maestros europeos, especialmente franceses e italianos, que
comienzan a enseñar el arte de la esgrima, con lo que se inician exhibiciones de competidores locales que causan sensación. En la esgrima actual se usan tres tipos de armas
realizadas en acero templado: el florete, el sable y la espada.
II. PERSONAJES HISTÓRICOS
Durante los treinta y cinco años del reinado de Isabel II se consolidó el difícil
tránsito en España de un estado absolutista a otro liberal-burgués con una serie de cambios que afectaron al régimen político y al sistema económico y social .El argumento
del libro se desarrolla en el año 1868.
Isabel II (1830-1904), reina de España (1843-1868). Hija de Fernando VII y de
su cuarta esposa, María Cristina de Borbón. Su nacimiento provocó problemas dinásticos, ya que hasta entonces el heredero era el hermano de Fernando VII, Carlos María
Isidro, que no aceptó el nombramiento de Isabel como princesa de Asturias y heredera
del trono, pese a que el rey hubiera derogado la prohibición de reinar a las mujeres (Ley
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Sálica). Durante su minoría de edad fueron regentes su madre María Cristina, reina gobernadora hasta 1840, que se apoyó en los liberales para hacer frente al carlismo (primera Guerra Carlista, 1833-1839, provocada por el mencionado conflicto sucesorio), y el
general Baldomero Espartero hasta 1843. A los trece años fue declarada mayor de edad.
A los 16, después de numerosas conversaciones con potencias extranjeras, se la casó,
contra su deseo, con su primo Francisco de Asís. Tuvo nueve hijos, algunos de los cuales murieron al nacer.
Narváez, Ramón María (1800-1868), político y militar, presidente de gobierno
en repetidas ocasiones desde 1844 hasta 1866, representante del Partido Moderado y
una de las figuras claves durante el reinado de Isabel II. En mayo de 1844, estando ya
declarada mayor de edad la reina Isabel II, fue nombrado presidente del Consejo de Ministros. Promovió la elaboración de una nueva Constitución, la moderada de 1845. Narváez fue siempre fiel a la reina y al sistema moderado. En 1851, después de su cuarto
gobierno (1849-1851), Narváez fue sustituido por Juan Bravo Murillo. No participó en
la revolución de 1854 ni en el gobierno del Bienio progresista. Con el regreso de los
moderados al poder, presidió otros tres gabinetes (1856-1857; 1864-1865 y 1866-1868),
caracterizados por llevar a cabo una política represiva de cualquier movimiento revolucionario. Murió en mayo de 1868 en Madrid, dejando al Partido Moderado sin su hombre fuerte y a la reina sin su principal valedor. Unos meses después, la denominada Revolución de 1868, articulada por progresistas y demócratas, provocaría la caída de Isabel II.
Prim y Prats, Juan (1814-1870), militar y político, presidente del gobierno
(1869-1870). Participó en varios pronunciamientos y encarnó la figura del militar liberal
conspirador. El 19 de septiembre de 1868, después de proclamar el manifiesto «España
con honra» apoyado por Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla, con la ayuda
de Francisco Serrano Bedoya y Juan Bautista Topete, desembarcó en Cádiz. Mientras
una parte del Ejército se dirigía a Madrid, Prim conseguía las adhesiones de las ciudades
de Andalucía, Cataluña y Levante. El gobierno provisional, presidido por Francisco
Serrano, duque de la Torre, le encargó el Ministerio de Guerra. En junio de 1869 Prim
asumió la presidencia del gobierno, sin abandonar el Ministerio. Defendió la monarquía
constitucional e hizo gestiones para encontrar un rey. Presentó la candidatura de Amadeo de Saboya, que las Cortes aceptaron (noviembre de 1870); no pudo asistir a la llegada de este, ya que el 27 de diciembre de 1870 murió en un atentado.
González Bravo, Luis (1811-1871), político, presidente del gobierno
(1843-1844; 1868). Nació en Cádiz, progresista en su juventud, escribió en El Guirigay
(1837-1838), desde el que atacó con saña al Partido Moderado y a la regente María
Cristina de Borbón. Participó en la Revolución de 1840, pero se distanció de Baldomero
Espartero, contribuyendo al movimiento que provocó su caída en 1843. Ya entonces
había virado hacia el moderantismo y, con el apoyo de Ramón María Narváez, presidió
el gobierno español entre diciembre de 1843 y mayo de 1844. Ejerció el poder de forma
autoritaria, encarcelando a sus opositores y desarmando a la milicia nacional. Creó también la Guardia Civil. En la última etapa de Isabel II dirigió el ministerio de Gobernación con métodos expeditivos (Noche de San Daniel, 1865). Fallecido Narváez, asumió
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la presidencia del gobierno en abril de 1868; impulsó una política de ciega represión,
que tuvo como efecto principal la unión de toda la oposición al régimen.
Serrano Bedoya, Francisco (1813-1882), militar y político. Nacido en Quesada
(Jaén), combatió en la I Guerra Carlista junto a Baldomero Espartero, de quien fue estrecho colaborador durante su regencia (1841-1843). Al caer Espartero, se exilió y
conspiró contra los gobiernos moderados. Regresó a España en 1849 y, después de la
revolución de 1854, fue diputado y ascendió a mariscal de campo. En 1855 fue nombrado gobernador militar de Madrid. Con los gobiernos de la Unión Liberal ocupó distintas
capitanías generales. El gobierno conservador de Luis González Bravo lo confinó a Canarias en julio de 1868, pero escapó y se trasladó a Cádiz para participar en la Revolución de 1868. Durante el Sexenio democrático (1868-1874) fue primero, nuevamente,
director general de la Guardia Civil (cargo que ya había ocupado desde finales de 1865
hasta junio de 1866) y, más adelante, ministro de Guerra. Acabó aceptando la monarquía de Alfonso XII, quien lo nombró senador vitalicio. Falleció en 1882 en Madrid.
Espartero, Baldomero Fernández (1793-1879), militar y político, de ideas
liberales, regente del reino (1840-1843) y presidente de gobierno (1837; 1840-1841;
1854-1856). Fue nombrado presidente del gobierno en septiembre de 1840 (Ministerio-Regencia), con lo que sustituía a María Cristina de Borbón como regente; desde mayo del año siguiente, tras ser elegido por las Cortes, pasó a desempeñar la regencia hasta
la segunda mitad de 1843. Buen militar, pero carente de talento político, reprimió duramente conspiraciones moderadas y republicanas. Expulsado del poder, vivió en Londres
y en Logroño. Reapareció en la vida política junto a Leopoldo O'Donnell, con quien
compartió el liderazgo político durante el Bienio progresista (1854-1856), años en los
cuales no en vano fue presidente del gobierno (desde julio de 1854 hasta julio de 1856).
Olózaga, Salustiano de (1805-1873), político y abogado, presidente de gobierno (1843). Conspirador nato, estuvo detenido y desterrado en varias ocasiones. Su radicalismo democrático se acentuó a partir de 1855. Tras la Revolución de 1868, elegido
diputado, presidió la comisión encargada de redactar la Constitución de 1869. Fue embajador en París, donde murió.
Napoleón III (1808-1873), emperador de los franceses (1852-1870), creador del
II Imperio francés, a mediados del siglo XIX, que gobernó hasta su derrota en la guerra
franco-prusiana.
III. VOCABULARIO
Abluciones: Lavatorio , acción de lavar. {«Luis de Ayala terminó sus abluciones»}
Adolecer: Tener o padecer algún defecto. {«…pero adolecía de algunos defectos técnicos…»}
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Alabarderos: Soldado armado de alabarda, arma ofensiva, compuesta de un asta de
madera de dos metros, aproximadamente, de largo, y de una moharra con cuchilla transversal, aguda por un lado y en forma de media luna por el otro. {«El maestro de esgrima
observó a los alabarderos que montaban guardia»}
Alcahueteo: Acción de alcahuetear, servir de alcahuete; persona que concierta, encubre
o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita. {«…alcahueteo que se le antojaba
innoble»}
Algarada: Tumulto causado por algún tropel de gente. {«Había tenido lugar […] una
algarada de estudiantes»}
Anacrónico: Que adolece de anacronismo. Error que consiste en suponer acaecido un
hecho antes o después del tiempo en que sucedió, incongruencia que resulta de presentar
algo como propio de una época a la que no corresponde. {«No era ése el único rasgo
anacrónico que podía observarse en él.»}
Atusar: Alisar el pelo, especialmente pasando por él la mano o el peine mojados.
{«…atusándose el bigote»}
Ayas: Persona encargada en las casas principales de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación. {«Había ayas uniformadas»}
Berlina: De Berlín, ciudad donde se construyeron los primeros. Coche de caballos cerrado, de dos asientos comúnmente. {«…en una enorme berlina tirada por dos soberbias
yeguas inglesas»}
Bruñida: Reluciente. {«…cuando hería la guarda bruñida de los floretes»}
Calesín: Carruaje ligero, de cuatro ruedas y dos asientos, del cual tiraba una sola caballería. {«…golpeó el suelo del calesín con la contera de su bastón»}
Cloquear: Dicho de la gallina clueca: Hacer cloc cloc. Se trata de un uso figurado del
verbo cloquear, recurso literario llamado animalización cuando se atribuye a personas.
{«…cloqueaba la buena sociedad madrileña.»}
Chalina: Corbata de caídas largas que usan los hombres y las mujeres. Chal estrecho.
{«…se manoseó nerviosamente la chalina»}
Dilación: Demora, tardanza o detención de algo por algún tiempo. {«La invitó a pasar a
la galería sin más dilación»}
Dilettante (palabra del italiano): Que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él,
como aficionado y no como profesional. {«…observar el discurrir de la agitación política del momento con una sonrisa de dilettante.»}
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Divisa: Expresión verbal que formula un pensamiento, un ideal, una forma de conducta,
etc., que una persona o un grupo de personas asumen como norma. {«…con la divisa: A
mí. »}
Decadente: Que gusta de lo pasado de moda estéticamente. {«Todo es tan […] decadente»}
Enea: Anea. Planta de la familia de las tifáceas, que crece en sitios pantanosos hasta dos
metros de altura, con tallos cilíndricos y sin nudos, hojas envainadoras por la base, ensiformes, y flores en forma de espiga maciza y vellosa, de la cual la mitad inferior es femenina y la superior es masculina. Sus hojas se emplean para hacer asientos de sillas,
ruedos, etc. {«sobre sillas de enea.»}
Epitafio: Inscripción que se pone, o se supone puesta, sobre un sepulcro o en la lápida o
lámina colocada junto al enterramiento. {«Semejante reflexión bien podría servirle como epitafio.»}
Escudos: Moneda de plata que equivalía a diez reales de vellón (de cobre) y que sirvió
de unidad monetaria. {«La estocada de los doscientos escudos.»}
Estoicismo: Fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad. {«Llegaban hasta don
Jaime algunos de estos rumores […] y él los encajaba con el debido estoicismo»}
Exigua: Insuficiente, escaso. {«…que vivía con una muy exigua renta»}
Felonía: Deslealtad, traición. {«Sería una imperdonable felonía dudar de usted»}
Figón: Casa de poca categoría, donde se guisan y venden cosas de comer. {«…había
protagonizado una pelea en un figón de Cuatro Caminos»}
Fintas: Esgr. Amago de golpe para tocar con otro. Se hace para engañar al contrario,
que acude a parar el primer golpe. {«Hizo don Jaime un par de fintas sin otro objeto que
tantear las reacciones de su contrincante»}
Glosar: Comentar palabras y dichos propios o ajenos, ampliándolos. {«Adela de Otero
no estaba allí para glosar las facciones de sus antepasados»}
Halo: Círculo de luz difusa en torno de un cuerpo luminoso. {«…enmarcándola a contraluz en un halo dorado»}
Haraganear: Rehuir el trabajo. {«…se sobresaltó el cochero que haraganeaba en el
pescante»}
Jofainas: Vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad; sirve principalmente para lavarse la cara y las manos. {«El criado trajo sendas jofainas con agua»}
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Lances: Trance, ocasión crítica, encuentro, riña. {«…exponiéndose a penosos lances»}
Latrocinio: Acción propia de un ladrón o de quien defrauda a alguien gravemente. {«Al
menos en lo que se refiere a un latrocinio convencional»}
Láudano: Extracto de opio. {«El láudano ya no bastaba para aliviarle el dolor.»}
Logias: Asamblea de francmasones. La francmasonería es una asociación secreta de
personas que profesan principios de fraternidad mutua, usan emblemas y signos especiales, y se agrupan en entidades llamadas logias. {«Las logias… se estaban moviendo
mucho.»}
Maliciar: Recelar, sospechar, presumir algo con malicia. {«Y me malicio yo que no
saldrán»}
Mefistofélico: Perteneciente o relativo a Mefistófeles, personaje de la leyenda de Fausto
popularizada por Goethe. Diabólico, perverso. {«Éste sonreía ahora con aire mefistofélico»}
Morbidez: Cualidad de mórbido, blando, delicado. {«…que al viejo profesor se le antojaron de inquietante morbidez»}
Morboso: Que causa enfermedad, o concierne a ella. Que provoca reacciones mentales
moralmente insanas o que es resultado de ellas. {«...con morbosa expectación.»}
Muselina: Tela de algodón, seda, lana, etc., fina y poco tupida. {«sobre la muselina de
su vestido centelleaba una piedra de color violeta»}
Negligente: Descuidado, falto de aplicación. {«…le daba un aire de negligente elegancia»}
Nepotismo: Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos. {«…sobre el nepotismo de la aristocracia española»}
Paladín: Caballero fuerte y valeroso que, voluntario en la guerra, se distingue por sus
hazañas. Defensor denodado de alguien o algo. {«Alguien criticó el hecho de que el
paladín escogido para tan digna tarea fuese español.»}
Panoplia: Tabla, generalmente en forma de escudo, donde se colocan floretes, sables y
otras armas de esgrima. {«Se acercó a una de las panoplias de la pared»}
Perdis: (De perdido). Persona de poco juicio y costumbres libertinas. {«…cuando se ve
obligado a recurrir a un perdis como yo.»}
Perjuicio: Efecto de perjudicar. {«…que podían ser utilizados en su perjuicio»}
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Prejuicio: Acción y efecto de prejuzgar. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
Pescante: En los carruajes, asiento exterior desde donde el cochero gobierna las mulas o
caballos. {«…se sobresaltó el cochero que haraganeaba en el pescante»}
Quevedos: Lentes de forma circular con armadura a propósito para que se sujete en la
nariz. De F. de Quevedo y Villegas, porque con esta clase de anteojos está retratado este
escritor español del Siglo de Oro. {«…que usaba quevedos con cristales azules»}
Quimera: Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. {«Lo demás son quimeras»}
Reales: Moneda de cobre que se usó en lugar de la fabricada con liga de plata.
Rocambole: Personaje creado por Pierre-Alexis Ponson du Terrail. El éxito de Las
aventuras de Rocambole (1859) hizo que su autor escribiera más de trescientas obras,
primero como héroe del mal y después como héroe del bien. El término rocambolesco
alude al espíritu extraordinario, exagerado e inverosímil de las aventuras protagonizadas
por el personaje. {«a ese Cárceles lo han estado haciendo filetes,…, porque a usted se le
metió en la cabeza jugar a Rocambole.»}
Rubicundo: Dicho de una persona: De buen color y que parece gozar de completa salud. {«Un rubicundo coronel de Ingenieros…»}
Sentiment du fer: {«Esa cualidad consiste en una especie de sexto sentido, que permite
prolongar hasta la punta del arma la sensibilidad táctil de los dedos que sostienen el
florete»}
Simón: Coche de plaza. De Simón, nombre de un alquilador de coches en Madrid.
{«…cochero que le ofrecía los servicios de un destartalado simón.»}
Sinople: Color heráldico que se representa en la pintura por el verde y en el grabado por
líneas oblicuas y paralelas a una que va desde el cantón diestro del jefe al siniestro de la
punta. {«…escudo del solar de los Astarloa: un yunque de plata en campo de sinople,
con la divisa: A mí. »}
Solitario: Diamante grueso que se engasta solo en una joya. {«un valioso solitario montado en oro»}
Soslayo: Soslayado, oblicuo. {«la miró de soslayo»}
Tagarninas: Cigarro puro muy malo. {«Nada que ver con esas infectas tagarninas que
se encuentran a tres cuartos en los estancos»}
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Veguero: cigarro puro hecho rústicamente de una sola hoja de tabaco enrollada.
{«…encender un sólido veguero de Vuelta Abajo»}
Voluptuosamente: De manera voluptuosa. Dado a los placeres o deleites sensuales.
{«…deslumbrado por la luz que parecía abrazarla voluptuosamente.»}
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