«Quedarte ciego no es moco de pavo, pero estoy feliz. Si te pasas el

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Domingo 19.05.13
LAS PROVINCIAS
V VIDAS EXTREMAS
«Quedarte ciego no es moco de pavo, pero
estoy feliz. Si te pasas el día lloriqueando
la gente acaba dándote de lado. La vida
es superguapa y no puedes dejarla pasar»,
resume Aitor, agarrado a su tabla de surf
:: IGNACIO PÉREZ
L
a vida les propinó un
directo sobre el
mentón y cayeron
desplomados sobre
la lona de su hogar.
Cómo, si no, reacciona uno a la pérdida de la vista, la
amputación de una pierna, tener
medio cuerpo inmóvil o la aparición de una enfermedad que te va
mermando. Pero volvieron a alzarse. Y lo hicieron con más fuerza. Aceptaron el envite que les
echó la vida y subieron la apuesta.
Juanjo López se ha lanzado a correr por la montaña con una prótesis de fibra de carbono y hoy disputa el Campeonato de Europa de
triatlón. Aitor Francesena salió del
hospital después de perder el único ojo útil que le quedaba y con la
ayuda de su pupilo Aritz Aranburu, el mejor surfista de España,
volvió a sentir una ola meciendo
su tabla. Elisabeth Heilmeyer que-
dó inmóvil de cintura para abajo al
caer con un planeador. Tres meses
después volvía a surcar el cielo sin
motor. Y Miguel Coca se enfrenta,
desafiante, a interminables raids
de aventura cargando en la mochila con una esclerosis múltiple.
Aitor Francesena ‘Gallo’ Surfista
Subirse a las olas
sin llegar a verlas
Al medio año de quedarse ciego,
Aitor Francesena, al que todo el
mundo llama ‘Gallo’, recibió la visita de Aritz Aranburu, un as del
surf. El alumno quería invertir los
papeles. Así que cogió a su monitor y se lo llevó a la playa de Zarautz. Aritz guiaba por la arena a
su maestro con la ayuda de la tabla. Cada uno en un extremo. Lo
llevó al agua, lo encaró hacia la
orilla y cuando vio una buena ola,
le avisó. Aitor, todo mecanizado,
todo memorizado, se incorporó y
mantuvo el equilibrio, en un mar
a oscuras, mientras la ola bailaba
un soul a sus pies.
Los desconocidos piensan que
la vida no ha tratado bien a Aitor,
quien, a los 14 años, por un glaucoma congénito, perdió la visión
total del ojo derecho y parte del
izquierdo. Pero él tenía suficiente
con poder seguir cazando olas y
enseñando lo mucho que sabe a
los jóvenes, que le adoran y que
ahora le sacan al mar. Rehizo su
vida, pero el destino le tenía reservada otra barrabasada. El 24 de julio pasado, después de meses sin
forzar mientras esperaba un segundo trasplante de córnea, durante un baño de surf en una tarde
de mala mar, cayó desde una ola,
impactó de frente con el agua y se
vació el único ojo con el que veía.
Gallo no cedió al victimismo y
hoy afronta su nueva vida con
arrojo. Aunque también con sus
miedos. «Quedarte ciego no es
moco de pavo. Es durísimo tener
la pantalla en negro todo el día,
pero soy feliz con lo que viene. Intento seguir aportando cosas a los
que me rodean en lugar de estar
lloriqueando porque, entonces, la
gente acaba dándote de lado. La
vida es superguapa y no puedes
dejarla pasar».
– Y a todo esto, ¿a usted por qué
le llaman Gallo?
– (Se ríe, Aitor se ríe mucho). Eso es
de cuando era un niño y cruzaba
los peores barrios de Zarautz. Los
chavales de por allí me ponían un
cuchillo en el cuello y me decían:
«Ahora canta la gallina». Y yo hacía
la gallina. Pero como era un chico,
pues acabaron llamándome Gallo.
El gallo se quedó ciego. Pero sigue picando. Su hija, Uxué, le lleva
cada mañana al colegio del brazo.
La deja y le recoge alguno de sus
chicos, como ahora hace Nacho
Sanchis, uno de los últimos pupilos que ha ‘adoptado’, los chavales
que le dan la vida en el mar, donde
cada día es un poco más hábil. «Yo
siento cosas que otro no siente.
Para surfear solo necesito tres datos: tener la punta de la tabla en dirección a la orilla, saber a cuánto
tengo la ola para empezar a remar,
y si está muy hecha o poco hecha
para remar más o menos. Luego,
adivino cómo va la ola, ya sé lo que
va a hacer. A mí no me echa la ola;
la puedo hacer entera, lo que no
consigo realizar son los dibujos
que pide, los encajes, porque las
maniobras no las puedo leer». El
guipuzcoano percibe la evolución.
«He hecho 20 o 30 baños, pero
cuando lleve 100 o 200 ya podré
coger olas grandes». Y no se arruga.
«Cuanto más das a la gente más te
dan ellos. Por eso digo a todo que
sí.¿A bailar? A bailar. ¿A beber? A
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