I. El colapso del reino visigodo y la invasión musulmana II. Del

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I. El colapso del reino visigodo y la invasión musulmana
Romance del rey don Rodrigo
Amores trata Rodrigo,
descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice
de quien anda enamorado;
- Mira, Cava; mira, Cava;
mira, Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón
y estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta,
a burlas lo ha echado;
respondió muy mesurada
y el gesto muy abajado:
- Como lo dice tu alteza,
debe de estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza,
que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando;
sacándole está aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey a dormir la siesta,
por la Cava había enviado;
cumplió el rey su voluntad
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre se lo ha contado.
Don Julián, que es traidor,
con los moros se ha concertado
que destruyen España
por le haber así injuriado.
ROMANCERO VIEJO
II. Del califato a los reinos de taifas. La consolidación de los
reinos cristianos.
Jarcha en romance:
Traducción al castellano moderno:
¡Tant’ amare, tant’ amare,
habib, tant amare!
Enfermeron los olios nidios,
e dolen tan male.
¡Tanto amar, tanto amar,
amigo, tanto amar!
Enfermaron [mis] ojos brillantes,
y duelen tanto.
III. Reconquista: análisis de un mito historiográfico.
Romance de Abenámar
- ¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tu naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
- Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y de una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era gran villanía;
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
- Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquellos?
¡Altos son y relucían!
- El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
y el que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía.
El otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
- Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
- Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viúda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
ROMANCERO VIEJO
[Granada] es una desposada cuya corona es la Sabika,
y cuyas alhajas y vestiduras son las flores…
Su trono es el Generalife;
su espejo la faz de los estanques;
sus arracadas los aljófares de la escarcha.
IBN ZAMRAK (traducción de Emilio García Gómez)
IV. Los Reyes Católicos: ¿de la Edad Media al Estado Moderno?
XVI
XVII
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
JORGE MANRIQUE, Coplas a la muerte de su padre
Prólogo a la muy alta y así esclarecida princesa doña Isabel, la
tercera de este nombre, Reina y Señora natural de España y las islas
de nuestro mar. Comienza la Gramática que nuevamente hizo el
maestro Antonio de Nebrija sobre la lengua castellana, y pone
primero el prólogo. Léelo en buena hora:
Cuando bien conmigo pienso muy esclarecida Reina, y pongo delante los ojos la
antigüedad de todas las cosas, que para nuestra memoria y recordación quedaron
escritas, una cosa hallo y saco por conclusión muy cierta: que siempre fue la lengua
compañera del imperio, y de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron
y florecieron, y después juntamente fue la caída de entrambos. (…) En la fortuna y
buena dicha de la cual los miembros y pedazos de España que estaban por muchas
partes derramados, se redujeron y ajuntaron en un cuerpo y unidad de reino. La forma y
trabazón del cual así está ordenada que muchos siglos, injuria y tiempos no la podrán
romper ni desatar. Así que después de repurgada la cristiana religión, por la cual somos
amigos de Dios o reconciliados con él, después de los enemigos de nuestra fe vencidos
por guerra y fuerza de armas, de donde los nuestros recibían tantos daños y temían
mucho mayores, después de la justicia y la ejecución de las leyes, que nos juntan y nos
hacen vivir igualmente en esta gran compañía que llamamos reino y república de
Castilla, no queda ya otra cosa sino que florezcan las artes de la paz. Entre las primeras
está aquella que nos enseña la lengua.
ANTONIO DE NEBRIJA, Gramática castellana (1492).
V. Carlos V y la ambición imperial.
A Boscán, desde La Goleta
Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propia fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,
han reducido a la memoria el arte
y el antiguo verdor italiano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.
Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,
vuelve y revuelve el amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.
GARCILASO DE LA VEGA
Reprensión contra los poetas españoles que escriben en verso italiano
Pues la sancta Inquisición
suele ser tan diligente
en castigar con razón
cualquier secta y opinión
levantada nuevamente,
resucítese Lucero,
a corregir en España
una tan nueva y extraña,
como aquella de Lucero
en las tierras de Alemaña.
Bien se pueden castigar
a cuenta de anabaptistas,
pues por la ley particular
se tornan a bautizar
y se llaman petrarquistas.
Han renegado la fee
de las trovas castellanas,
y tras las italianas
se pierden, diciendo que
son más ricas y lozanas
(…)
CRISTÓBAL DE CASTILLEJO
VI. Felipe II. Estado, palacio y tumba.
Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
MIGUEL DE CERVANTES
VII. El desengaño: los últimos Austrias.
“Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra
patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea, y
en Berbería y en todas partes de África donde esperábamos ser recibidos, acogidos y
regalados, allí es donde más nos ofenden y nos maltratan. No hemos conocido el bien
hasta que le hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a
España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua, como yo, se
vuelven a ella y dejan allá a sus mujeres y a sus hijos: tanto es el amor que la tienen; y
ahora conozco y experimento lo que suele decirse, que es dulce el amor de la patria”.
El Quijote, segunda parte, capítulo LIV
Yo me era mora Moraima…
Yo me era mora Moraima,
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,
como aquel que bien la sabe:
- Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
- ¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?
- Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras de mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame una almejía
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abríla de par en par.
Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes en los castellanos, escrita
a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento.
(…)
Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada.
y aquella libertad esclarecida,
que en donde supo hallar honrada muerte,
nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga de l’alma, nación fuerte,
contaba por afrentas de los años
envejecer en brazos de la suerte.
Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.
Nadie contaba cuanta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un’hora
lograba sin afán su valentía.
(…)
FRANCISCO DE QUEVEDO
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