CAPÍTULO 3 OBSTRUYENTES OCLUSIVAS: TENSIÓN Y RELAJAMIENTO COMO MOTOR DE LA VARIACIÓN FÓNICA El comportamiento de las obstruyentes oclusivas constituye uno de los campos más clásicos en el terreno de la variación del español, tanto por el comportamiento en coda de alguno de los segmentos, como por los procesos experimentados en posición intervocálica, especialmente por las oclusivas orales. Algunas de las variedades del español de México, presentan, por otra parte, ciertos aspectos específicos que no carecen en absoluto de interés, como por ejemplo la presencia de variantes oclusivas donde la mayor parte de las variedades del español muestran soluciones aproximantes; otro ejemplo son las muy diversas formas presentes en el español yucateco. Se considera aquí también como oclusiva a la africada postalvelar, de modo que se examinarán asimismo los procesos de cambio de modo y de lugar articulatorio que experimenta en ciertas circunstancias1. El capítulo se ordena en dos secciones generales, la primera en relación con las series sorda de /p/, /t/ y /k/ y sonora de /b/, /d/ y /g/, y la segunda a propósito de la africada /t͡ʃ/. Como se verá, se ha reelaborado cierto número de mapas de El español en México (Alvar 2010) para discutir algunas de entre las diferentes distribuciones. En lo que toca a las posibilidades variables de naturaleza segmental propias de las consonantes oclusivas en general, se han mencionado cinco dimensiones: a) la disposición laríngea, tanto en lo referente al carácter sordo o sonoro de los sonidos como a otras posibles disposiciones (fonación laringizada o quebrada, murmurada, tensa, presencia de cierres glotales, sonidos aspirados y preaspirados, etc.); b) el mecanismo de la corriente de 1 Entre los materiales previos que se han aprovechado para la redacción de este capítulo se encuentran algunas anotaciones incluidas en el texto “Oclusivas orales: descripción de la variación”, redactado para la Fonología descriptiva de la lengua española, volumen dirigido por Juana Gil y Joaquim Llisterri y en proceso de preparación en el momento actual; salvo algún comentario de carácter general, se retoman sólo las menciones a México, a las que se han unido otros materiales, en especial una serie de mapas del EEeM. También se han reelaborado algunas páginas de mi libro de 2002 (pp. 52-62), aunque muy modificadas. Otra fuente ha sido el escrito “Regularidad y excepcionalidad del cambio lingüístico: el caso de /t͡ʃ/ en la geografía fónica de México”, redactado para el Homenaje a Luis Fernando Lara, libro en prensa editado por María Eugenia Vázquez Laslop, Francisco Segovia y Klaus Zimmermann, también con añadiduras y enmiendas. 248 aire, que puede dar lugar no sólo a los más comunes sonidos pulmonares, sino también a los eyectivos sordos, los implosivos sonoros y los implosivos sordos; c) el tipo de articulación, no sólo en términos de las más comunes en cuanto a lugar y modo articulatorio, sino en lo que toca a la posible presencia de sonidos prenasalizados, africados y con solturas nasales y laterales; d) la longitud; e) la fuerza, tanto articulatoria como respiratoria (Ladefoged y Maddieson 1996, p. 48). Este conjunto de dimensiones servirá para ordenar, al menos en parte, el material que se va presentando a lo largo del capítulo; algunas cuestiones, sin embargo y como se verá, se ven afectadas por varios de los parámetros, por lo que ha sido relativamente arbitraria la decisión de abordarlas en una u otra sección. NOTAS SOBRE LA VARIACIÓN EN LAS OCLUSIVAS ORALES Disposición laríngea y mecanismo de la corriente de aire La disposición laríngea se ve afectada en ciertos casos en el español de México. La vacilación entre sordas y sonoras desemboca a veces en alternativas léxicas, como ocurre entre carraspera y garraspera (cf. Pesqueira 2006) o entre cachupín y gachupín (cf. Alatorre 1992); como en otros lugares, la tendencia a la sonorización parece corresponder más a la dorsal /k/, aunque es necesario corroborarlo en detalle. El contacto con algunas lenguas indígenas promueve también modificaciones en el rasgo [±sonoro] de las oclusivas orales. En el español de hablantes bilingües de náhuatl, la indistinción del rasgo propicia la aparición de formas como amigo → amico, boticario → puticario (Flores Farfán 2008, p. 43). En las hablas yucatecas se han documentado diferentes ejemplos que implican sonorización de las oclusivas sordas, tanto en forma de soluciones sonorizadas como de plenamente sonoras, en muchos casos tras nasal, tal como ocurre con /p/ (compré [kom.ˈp̬ɾe], lo compro [lo.ˈkom.bɾo]), con /t/ (antes [ˈan̪.t ̬es], bastante [bas.ˈtan̪.de]) y con /k/ (Yucatán [ʝu.k̬a.ˈtaŋ], blanco [ˈblaŋ.go]) (Lope Blanch 1987b, pp. 82-85). 249 Las formas aspiradas [ph], [th] y [kh] y respiradas [bɦ], [dɦ] y [gɦ] poseen los rasgos [+extendido] y [–constreñido]. Los sonidos extendidos son aquellos en que se produce un desplazamiento de los cartílagos aritenoides que crea una amplia apertura glotal, característica de la que están dotadas las soluciones aspiradas y respiradas; éstas carecen, en cambio, del rasgo constreñido, producido por la aducción de los cartílagos aritenoides, lo que causa que las cuerdas vocales se vean presionadas juntas e impide su vibración normal (Hall 2007, p. 317). La aspiración, como la sonorización, tendría para Quilis origen en la lenición, pues “el mismo proceso de lenición impide que la glotis permanezca cerrada hasta después de la explosión de la consonante; al abrirse antes, sale al exterior un mayor flujo de aire infraglótico” (1993, p. 224). Se han documentado ejemplos de oclusiva labial sorda aspirada [ph] en el español novomexicano actual, aunque probablemente se deban a influencia del inglés (Alvar 1996, p. 93). En el español yucateco se documentan bastantes casos de formas aspiradas de los fonemas oclusivos sordos, ejecutados como [ph], [th] y [kh], según expone Lope Blanch (1987b, pp. 82-84): aparte [a.ˈphaɾ.te], su pelo [su.ˈphe.lo]; no son, desde luego, la única solución, sino que forman parte de un arco bastante grande de variantes (infra); esta aspiración es variable en frecuencia e intensidad según los hablantes, y a veces se combina con una oclusión glotal previa, [ʔph], [ʔth] y [ʔkh], como en la pobrecita [la.ʔpho.bɾe.ˈsi.ta], lo tenemos [lo.ʔthe.ˈne.mos], se casa [se.ˈʔkha.sa]. Algunas variedades del español, especialmente en situaciones de contacto lingüístico, presentan también diferentes modificaciones sobre el patrón común que pueden afectar a la duración de la oclusión, así como a la presencia de glotalizaciones asociadas; también se documentan casos de aparición de oclusivas glotales. El alargamiento de la oclusión, representable como [pː], [tː], [kː], [bː], [dː], [gː], se caracteriza por un mayor sostenimiento de la fase tensiva. La oclusiva glotal [ʔ] y las variantes glotalizadas [p’, t’, k’] exponen los rasgos [–extendido] y [+constreñido] (Hall 2007, p. 317). Como señala Maddieson (2008), las consonantes glotalizadas, que se caracterizan por “involving either a tighter constriction of the vocal folds and/or a movement of the larynx a short distance up or down in the throat”, pueden ser de tres clases diferentes: 250 a) En el primer caso, se produce un cierre completo de las cuerdas vocales seguido de un movimiento ascendente de la laringe. “If these movements are made at the same time as a closure in the mouth is maintained as for a stop, the air in the space between the closed vocal folds and the mouth closure will be compressed as the distance between the two closures is reduced. When the mouth closure is released a characteristically sharp explosive noise is created” (id.); las oclusivas de este tipo se conocen como oclusivas eyectivas, y se representan como [p’], [t’], [k’]; la eyección puede emplearse para producir africadas eyectivas, como en /ts’oʔs/ ‘leche’ en chulupí (lengua mataco-guaicuru de Paraguay), y más raramente para ejecutar fricativas eyectivas (existentes, por ejemplo, en tlingit — lengua na-dene de Alaska—); b) en un segundo patrón quedan las oclusivas en que se produce un movimiento crítico descendente de la laringe. “If the downward movement is sufficiently vigorous, air will briefly flow into rather than out of the mouth when the mouth closure is released” (id.), y debido a esta posibilidad esta clase de sonidos es conocida como implosivos; las cuerdas vocales suelen estar en posición de sonoridad, aunque pueden encontrarse cerradas más ajustadamente (se representan mediante los caracteres para oclusivas sonoras, pero modificados: [ɓ], [ɗ], [ɠ] —al hablar de lenguas asiáticas y pacíficas, en ocasiones se conoce a sonidos similares como oclusivas sonoras preglotalizadas—; c) el tercer grupo está formado por las resonantes o sonantes glotalizadas. Aunque las sonantes suelen ser sonoras, pueden producirse con una constricción más cerrada de las cuerdas vocales que interrumpe o modifica el carácter sonoro habitual; con frecuencia se representan con un apóstrofo semejante al de las eyectivas, como en /m’aar/ ‘enfermo’ (del yapese, una lengua austronésica hablada en la Micronesia). Hay que tener en cuenta que las resonantes glotalizadas no experimentan movimientos ascendentes o descendentes de la laringe. Es importante tener presente estas distinciones porque la bibliografía hispanística descriptiva no siempre es clara a la hora de dar cuenta de ciertas variantes, surgidas muchas veces en situación de lenguas en contacto. En español yucateco existe tendencia a la aparición de una oclusión glotal entre palabras, en formas como tu hija [tu.ˈʔi.xa], no come [no.ˈʔko.me], las hermanas [las.ˈʔeɾ.mã.nas], los dos [los.ˈʔdos], no sabe [no.ˈʔsa.be], ya 251 vamos [ʝa.ˈʔba.mos] (Lope Blanch 1987a; 1996, p. 85). Esta tendencia se ha considerado de origen maya, pues la oclusión glotal estaría presente con valor fonológico en esta lengua (Moreno Fernández 2009, p. 280)2. Se ha puntualizado que los cortes glóticos (es decir, la oclusiva glotal [ʔ]) son frecuentes en el español yucateco, a diferencia de los sonidos verdaderamente glotalizados (eyectivos), que aparecerían en ocasiones mucho más esporádicas (Lope Blanch 1996, p. 85; 1987b, 1987c, 1987d). Vistas así las cosas, se trataría de un fenómeno de naturaleza más prosódica que segmental. El trabajo de Rosado (2011), sobre la ciudad de Mérida (Yucatán), opta por agrupar genéricamente bajo una categoría de soluciones “tensas” las formas que presentan alargamientos de la oclusión, aspiraciones, glotalizaciones (variantes eyectivas), etc. En ese sentido, documenta un 12% de variantes tensas (en un total de 3240 casos) para /p, t, k/, repartidos desigualmente según el lugar articulatorio: 8% para /p/, 4% para /t/ y un llamativo 26% para /k/. Ciertamente, sería muy interesante disponer de un estudio detallado de las características articulatorias y acústicas de los diferentes alófonos mencionados a propósito del español yucateco. Lope Blanch (1987b) menciona, por ejemplo, la presencia más o menos ocasional de oclusiones largas, tanto de los fonemas oclusivos sordos como de los sonoros: [pː], [tː], [kː], [bː], [dː], [gː]; los oclusivos sordos largos son menos frecuentes incluso que las soluciones aspiradas, que también se presentan, y tanto para los sordos como para los sonoros el alargamiento de la oclusión parece ser especialmente raro con las dorsales. Además de ejemplos ocasionales de soluciones sonorizadas de las sordas, y de algunos cambios en el lugar articulatorio, con ejemplos de resoluciones alveolares [t ̠] para /t/ y de articulaciones uvulares —[k̠], [q]— y postpalatales aspiradas —[k̟h]— para /k/, se documentan de manera muy esporádica algunos ejemplos de eyectivas de /t/ y de /k/: [t’], [k’]. En opinión de Lope Blanch (1987c), las eyectivas tendrían una difusión muy reducida en el español yucateco, dado que sólo aparecen ocasionalmente en dos de los 36 informantes que considera; estas personas, además, son bilingües, con el maya como primera lengua y con el español como L2. De hecho, los casos que documenta corresponden básicamente a la dorsal, [k’], además de algún ejemplo con [t’] y alguno más 2 Sobre el papel del maya yucateco, véase AnderBois (2009) y González Poot (2011). 252 con [t͡ʃ’]; algunos de los ejemplos corresponden a voces mayas incrustadas en los enunciados en español —si los comentarios de Lope son correctos, podría entonces interpretarse que se trata de cambio de código léxico y no sólo préstamo—, como ocurre con [ˈk’ol] ‘caldo’, [ˈbu.t’o] ‘derivado del verbo [ˈbu.t’]: embutir, henchir, rellenar’, [ˈʝa.t͡ʃ’ik] ‘aplastarlo’. Sí aparecen, de todos modos, algunas palabras españolas con soluciones eyectivas; es el caso de más chicos [ˈmasˈt͡ʃ’i.kos], todavía [t’o.da.ˈbi ̯a], casi [ˈk’a.si], se pica [se.ˈpi.ka], entre otras. Así las cosas, las consonantes glotalizadas no serían un rasgo tan característico del español yucateco, a diferencia de lo que ocurre con la oclusiva glotal [ʔ], que aparece con profusión (Lope Blanch 1987d), especialmente en el centro geográfico del área yucateca —Valladolid, Carrillo Puerto, Tizimín, Ticul y Mérida—, y sólo más difusamente en Chetumal, Champotón, Campeche y Mamantel; aunque el fenómeno es variable según informantes, y no en todo el mundo aparece, es bastante común, más intenso en personas de baja instrucción y en hablantes bilingües maya-español, pero también presente en algunos yucatecos cultos. Pueden distinguirse tres variantes: [ʔ], glotal oclusiva sorda; [ʔ], glotal oclusiva sorda poco definida —más breve, menos tensa, quizá constrictiva antes que obstruyente—; [ʔ͡h], glotal africada sorda. Las posiciones en que aparece la clausura glotal son las siguientes: a) [VʔV], como en era eso [ˈe.ɾa.ˈʔe.so]; b) [Vʔ//], tal como en se va [se.ˈbaʔ]; c) [//ʔV], como en el caso de aquí [ʔa.ˈki]; d) [CʔV], como en con ajo [kon.ˈʔa.xo]; e) [VʔC], tal como en ya vamos [ˈʝa.ˈʔba.mos]; f) [CʔC], como ocurre en las víboras [las.ˈʔbi.bo.ɾas]; g) [//ʔC], como en el ejemplo de cola [ˈʔkho.la]. En conjunto, la oclusiva glotal se ve favorecida por el contacto con vocal tónica, de modo que la clausura es más nítida que entre vocales átonas, caso en que la oclusiva suele ser más breve y débil; tras vocal tónica ante pausa, la clausura es máximamente tensa, llegando a ser africada; entre consonantes, o en combinaciones consonante-vocal, la /s/ favorece especialmente la aparición de clausuras, que suelen ser tensas y nítidas; las oclusivas sonoras tras oclusiva glotal suelen ser verdaderas oclusivas, no aproximantes; las oclusivas que más propician la presencia de clausuras glóticas son la /b/ y la /k/. 253 Un aspecto muy importante, que convendría estudiar con detenimiento, es el estatus de la oclusiva glotal en algunas de las variedades yucatecas. Más que segmental —y en ese sentido sería claro que no forma parte del repertorio fonológico de estas hablas—, su valor es prosódico. La inmensa mayoría de los muchos ejemplos transcritos por Lope Blanch (1987d) presentan el corte glotal en el linde de palabra, sea entre dos palabras, como ocurre más comúnmente, o en inicio o final absolutos, más esporádicamente; tal propiedad sugeriría explorar el papel de la clausura en la constitución de la palabra fonológica. Entre los pocos casos que muestran la oclusiva glotal en interior de palabra se cuentan nosotros [nos.ˈʔo.tɾos], [des.ˈʔgɾa.nãn], deshace [des.ˈʔa.se], descansen desamarró [des.ˈʔkhan.sen], [des.ʔa.ma.ˈro], pequeña [ˈpe.ʔkhe.ɲa], desgranan escasita [es.ˈʔkha.si.ta] y octubre [ok.ˈʔtu.bɾe]. Como puede observarse, la mayor parte de estos ejemplos (menos los tres últimos) presentan de todos modos límites morfológicos reconocibles. La aparición de la oclusiva glotal en español es relativamente frecuente en otras situaciones de contacto en México, en hablantes bilingües cuya lengua materna la incluye en el repertorio segmental, además de poseer regularmente sílabas CV, de modo que la glotal completa el ataque faltante en sílabas V en español. Tipo de articulación, longitud y fuerza Una de las cuestiones más debatidas en años anteriores acerca de la interpretación fonológica de las oclusivas orales del español es la oportunidad del rasgo pertinente que las ha de caracterizar de la mejor manera posible. En cierto sentido, la discusión debe incorporar, a mi juicio, una perspectiva tanto sincrónica como diacrónica, así como categórica y variable. Además, me parece que al tiempo que se examinan al máximo las características del español y los beneficios extraíbles para su fonología particular, ésta debe ser coherente y compatible con los postulados generales y universales de la fonología, para no correr el riesgo de establecer propuestas innecesarias. El problema clásico de la lenición protorromance (es decir, [pp], [tt], [kk] → [p], [t], [k] → [b], [d], [g] → [β̞], [ð̞], [ɰ], atravesando por los procesos de degeminación, 254 sonorización y aproximación), y sus secuelas en la variación posterior, ofrece un buen ejemplo para considerar cómo se entrelazan las cuestiones fonéticas y fonológicas. La diferente concepción que se tenga del sistema fonológico del español, sea como lengua VOT —esto es, apoyada fundamentalmente en fenómenos de sonoridad—, o como lengua fortislenis, puede condicionar interpretaciones hasta cierto punto diversas de los hechos variables. En parte, la perspectiva depende de la visión fonológica que se pretenda sostener. Muchos acercamientos fonológicos, estructuralistas o generativistas, han buscado definir la lenición como un solo proceso. Debe recordarse, sin embargo, que los procesos históricos no necesariamente se desarrollan a lo largo de una única dimensión. Ni siquiera la teoría funcionalista clásica pretendía que las mutaciones en cadena poseyeran la misma naturaleza en todas las etapas. En el dialecto portugués de São Miguel, en las Azores, Martinet apunta el proceso [a] → [ɔ] → [o] → [u] → [ü], en el que [u], al pasar a [ü], abre la marcha, atrayendo después las demás modificaciones. “Si tres de los cambios en cuestión pueden ser descritos como fenómenos de cierre, el paso de /u/ a /ü/ es de naturaleza fonética totalmente diferente, y sin embargo, no se puede negar que hay aquí una relación de causa a efecto entre el cierre de ciertos fonemas y el avance de otro” (Martinet 1974, pp. 73-74). A veces el estructuralismo posterior ha sido más ortodoxo, como cuando Bynon escribía que “un estructuralista buscará interpretar los cambios individuales como parte de una única modificación interna del sistema fonológico” (1981, p. 120). Y a pesar de la evidencia de que en la lenición los hechos interactúan de una manera compleja (cf. Pensado 1984, pp. 193-223), el generativismo diacrónico clásico no ha procedido de una manera muy diferente a la hora de buscar explicaciones unidimensionales. Parecería que la economía formal no siempre coincide con el transcurso real de los procesos fónicos; el cambio fónico no siempre toma el camino más corto, aunque el resultado final sugiera a veces lo contrario. Por supuesto, todas estas consideraciones no impiden aceptar que una explicación sea más atractiva si la naturaleza de los pasos es la misma. Podrían pensarse en al menos tres posibilidades fonológicas principales para relacionar los pasos históricos de degeminación, sonorización y aproximación (o espirantización), pertinentes al hablar de la lenición: 1) una primera hipótesis desarrollada a 255 partir de que son tres los rasgos involucrados en el proceso, uno por cada etapa lógica, de modo que se disponga de una explicación menos ambiciosa pero más flexible en términos históricos; 2) una segunda hipótesis apoyada en la intervención de un solo rasgo, de modo “que, en el fondo, degeminación, sonorización y fricatización son reductibles al simple cambio de duración de los elementos implicados” (Martínez Celdrán 1992, p. 621). La duración sería la pista fonética más prominente de un rasgo [tenso] – [laxo], que quedaría como pertinente en la fonología del español, por encima de la oposición [sordo] – [sonoro], que sería meramente redundante3. Siendo los sonidos sordos por naturaleza tensos, y los sonoros laxos, la idea general es que la distinción fortis – lenis es más prominente en español que la marcada por medio de la sonoridad. Problema tradicional, sin embargo, ha sido la caracterización acústica y articulatoria de los sonidos fortes y lenes, hablando en general y no sólo circunscritos a una lengua específica. Jessen (1998, p. 119) apuntaba los siguientes rasgos: CUADRO 3.1. Pistas acústico-articulatorias de la oposición [±tenso] [+tenso] [–tenso] presión oral del aire alta baja flujo oral del aire (como en la aspiración) alto bajo tensión muscular alta baja apertura glotal abierta cerrada amplitud (de la explosión) alta baja duración de la aspiración larga breve duración total larga breve duración del cierre larga breve duración de la vocal precedente breve larga En Martínez Celdrán (1996) se planteaba caracterizar a /p, t, t͡ʃ, k/ como tensas y a /b, d, g, ʝ/ como laxas, todas suaves, en oposición a /f, θ̟, s, x/, ruidosas (p. 13). Para las resonantes, cf. Martínez Celdrán (2001). 3 256 Se ha enfatizado, ciertamente, que la duración es el común denominador para carracterizar sonidos [tensos] y [laxos] (Jaeger 1983, p. 186; Jessen 1998, pp. 122-123), dejando de lado la fuerza articulatoria, no siempre definida con claridad. Más allá de la representación fonológica del hecho tensivo4, el hecho tipológico polémico es que la distinción entre fortes y lenes se ha aplicado cuando menos a tres tipos de sistemas fonológicos diferentes (Jaeger 1983): a) a lenguas como el inglés, donde [fortis] se adscribe a los sonidos oclusivos sordos por su aspiración; ésta, sin embargo, está en función del VOT (o tiempo de comienzo de la sonoridad). Se habría demostrado que en lenguas VOT el hecho de que las consonantes sordas tengan mayor presión oral del aire, flujo e intensidad en las explosiones puede explicarse del todo por la posición de la glotis y los articuladores supraglotales, sin que haya fuerza pulmonar adicional. “The use of terms as ‘fortis/lenis’ to describe such systems are neither as explanatory as the VOT analysis, nor are they necessary as secondary explanations for various phonetic phenomena which are associated with the voicing distinction” (ibid., p. 178); b) a lenguas como el coreano y el javanés, que tendrían contrastes explicables por el VOT. Se habría demostrado, en todo caso, que los contrastes que mantienen esta lenguas dependerían de una diferencia en la tensión de la musculatura laríngea, de forma que se caracterizarían mejor como “tense voice” y “lax voice”. Además, les faltarían ciertas propiedades esperables, como que “there are no consistent durational differences between tense-voice and lax-voice stops in Javanese, and the lax-voice stops have greater air flow as they are usually breathy” (id.)5; c) por último, habría algunas lenguas son contrastes consonánticos claramente no apoyados en diferencias de VOT, ni en distinciones como las anteriores: dos de esas lenguas son, para Jaeger, el zapoteco de Yagé (indomexicana) y el jawoñ (australiana). Las investigaciones recientes de Arellanes (2009) sobre el zapoteco de San Pablo Güilá, después de un exhaustivo análisis fonético y 4 Para el que se han ofrecido diversas soluciones, no sólo vinculadas a un rasgo [tenso], sino también a la caracterización de la glotis como [dilatada] o [constreñida] o a la de las cuerdas vocales como [rígidas] o [distendidas] (cf. Jessen 1998, pp. 128 y ss. para la discusión de estas y otras propuestas). 5 Ya Kim (1965) planteaba para el coreano un rasgo de tensión autónomo, sin papel relevante para la sonoridad. Jessen proponía “that the three stop categories of Korean are represented with the following distinctive features: aspirated stops [+tense, –checked], lax stops [–tense, –checked], and reinforced stops [– tense, +checked]” (1998, p. 128). Arellanes, por su parte, caracteriza las obstruyentes lenes como [–fuerza articulatoria], las fortes como [+fuerza articulatoria] y las aspiradas como [+glotis extendida] (2001, p. 34). 257 fonológico, han apelado a la idea de la subespecificación en un marco optimal para dar cuenta de las fortes y las lenes, de tal modo que las primeras tendrían una explicitud mucho mayor en cuanto a sus rasgos conformadores, mientras que las segundas estarían mucho más condicionadas por el contexto. Para el español, se han ofrecido argumentos perceptuales que subrayan la preeminencia de los elementos de tensión sobre los de sonoridad (barra de sonoridad, VOT) (cf. Martínez Celdrán 1991a, 1991b). Bajo esta perspectiva, entonces, la sonorización es en realidad una reducción de la duración de las tensas. No obstante, convendría subrayar que “con el abreviamiento hay un proceso concomitante de sonorización, pero es sólo de forma concomitante y secundaria. De hecho, la sonoridad tiene importancia desde el punto de vista articulatorio; pero no la tiene en igual medida desde la perspectiva acústico-auditiva” (Martínez Celdrán 1992, p. 624). No necesariamente se desprenden consecuencias diacrónicas de esta forma de ver las cosas; ya observaba Martinet que se admite generalmente que, en las correlaciones de sonoridad, las sordas son más “fuertes” y las sonoras más “dulces”, sin que exista total acuerdo acerca de qué es lo que esto quiere decir exactamente. Podemos pensar que la energía empleada para hacer vibrar la glotis, en el caso de las sonoras, se pierde para la articulación específica, mientras que, en el caso de las sordas, toda la energía disponible se concentra sobre la articulación específica. Esta diferencia de energía puede mantenerse en ciertos contextos en los que desaparece la sonoridad, y es, sin duda, la que distingue entre à jetter y acheter. Pero en ello no hay, al parecer, una fuente de inestabilidad diacrónica (1974, p. 156)6. 6 Como es bien sabido, Veiga ha defendido en varios trabajos el carácter primordial del rasgo [tenso] – [laxo] sobre el de [sordo] – [sonoro], de modo que el proceso de lenición protorromance sería básicamente un proceso de distensión (cf. 1985, 1988a, 1988b, y ahora en especial su libro de 2009, donde aparecen recogidos los materiales previos). Ello obliga a contar en algunos momentos con cuatro grados de tensión articulatoria, lo cual resulta ser inestable por las dificultades de fonologización en el sistema y abre paso a una estructura con menos grados de tensión (cf. también Alarcos 1988). En este contexto, resulta también muy útil la lectura del libro de García Santos (2002, en especial las pp. 71-98), tanto en lo referente a los comentarios sobre las tesis de Veiga y los planteamientos de Martínez Celdrán, como en lo que toca a los datos que aporta, fruto de varias pruebas diseñadas a partir de los experimentos del último de estos autores. Para algunas cuestiones generales, cf. Kaplan (2010). 258 En todo caso, para Martínez Celdrán, bajo el mismo parámetro, también la aproximación (o espirantización) sería un proceso de lenición, pues bajo el mismo punto de vista acústico-auditivo, la diferencia entre oclusiva y aproximante es la falta de explosión y la menor duración de la segunda (ibid., p. 625). También la disminución temporal estaría en la base de la degeminación, pues una geminada sería una consonante larga: “desde el punto de vista fonético suele ser falso que haya dos elementos en la llamada geminada” (p. 626), más allá del hecho de que fonológicamente puedan interpretarse dos fonemas en una geminada. Lo que es un hecho es que la relación entre sonoridad y tensión es compleja y que existe cierto grado de traslape entre ambas categorías. Por un lado, la longitud es también una consecuencia fisiológica de las posibilidades vibratorias de las cuerdas vocales; por ejemplo, es difícil sostener la vibración un largo período (Herrera Zendejas, ms.). Jessen, para poder tratar las semejanzas y las diferencias, ha apuntado un correlato básico para cada uno de los rasgos de sonoridad y tensión y seis correlatos compartidos no básicos: “Closure voicing is proposed to be the basic correlate of [voice] […] and aspiration the basic correlate of [tense] […]. The six properties […closure duration, preceding vowel duration, F0 onset, F1 onset, burst amplitude, breathy phonation…] are hypothesized to be correlates of both [tense] and [voice]” (1998, p. 270, figura 8.4). Por fin, una hipótesis 3) a propósito de la lenición protorromance es suponer que, aunque los procesos de sonorización y aproximación se mueven básicamente en la misma dimensión acústica, el proceso de degeminación posee una naturaleza claramente disímil (recuérdese ya Bustos Tovar 1952, p. 122). Varios problemas pueden solucionarse desde modelos fonológicos que den una dimensión dual a las geminadas, sea que se comporten como elementos dobles a efectos de las gradas prosódicas, sea que se desenvuelvan como un solo segmento de cara a la jerarquía de rasgos subfonemáticos. Ello explicaría que el material acústico sugiera una sola unidad, al tiempo que las posibles geminadas del español moderno estándar, como en las sombras, el loco, subvencionar, perenne, tiendan a interpretarse como secuencias de consonantes idénticas (cf. Pensado 1999, pp. 4453-4454). 259 Martínez Celdrán (1992) observaba que la grafía no era razón para pensar en la repartición silábica de la geminada; que sonidos como [pp, tt, kk, nn, mm, ll] podrían sentirse repartidos en dos sílabas, pero no sería el caso para [ɾɾ]; que en geminadas [–continuo] nunca habrá dos barras de explosión; que en latín había consonantes geminadas no intervocálicas; que en otras lenguas, como el bereber tashelhit, las geminadas también eran tautosilábicas y existían incluso en principio de palabra. Cabe, por otra parte, hacerse los siguientes comentarios. En primer lugar, es claro que la grafía no es ningún argumento definitivo, pero tampoco podría ser argumento de lo contrario. En segundo término, casi podría decirse lo mismo en lo que toca a la conciencia lingüística de los hablantes, en términos de distinguir uno o dos elementos. En tercer lugar, la descripción acústica es compatible con la doble dimensión, segmental y prosódica, propia de las geminadas; de hecho, si la duración segmental estuviese en el mismo nivel fonológico que la duración prosódica habría problemas adicionales, pues sería confuso cómo introducir varios grados de longitud consonántica o vocálica, considerando que se ha defendido la existencia de sistemas con tres grados de cantidad vocálica (cf. Ballester 1996, p. 41; Prince 1980 sobre el estonio; Hayes 1989, p. 292 para varios dialectos alemanes y daneses). En cuarto término, si es que las geminadas latinas no intervocálicas eran en realidad geminadas (pues véanse los comentarios de Ballester 1996), se presentaban sólo en latín arcaico y su papel es completamente marginal. De hecho, el latín proporciona numerosos argumentos para considerar heterosilábicas a las geminadas, pues aparecen precisamente en las posiciones en que permiten la heterosilabicidad: la posición intervocálica y las mutae ante líquida, como en sup.plex; se dan procesos como adfero → aufero, así como alternancias de formas asimiladas y no asimiladas, como conl- / coll-, inm- / imm-, etc. (ibid., pp. 38-44). En último término, la cuestión del bereber no modificaría la cuestión central, pues son muchas las lenguas que fonologizan la cantidad y sus consonantes largas ocupan muy mayoritariamente posiciones intervocálicas; de hecho, en muchos casos no existen las tales geminadas en los márgenes: el kotanés śśära- ‘bueno’ es en realidad [šeɾa-] (N. SimsWilliams 1995, p. 196); el irlandés antiguo sess ‘puesto’ se relaciona con el indoeuropeo *sed+to- → *setsto ‘sentado’ → indio antiguo sattá-, latín sessus (ibid., p. 192); de *esjo 260 kattos ‘su gato’ → irlandés antiguo a chatt, que en realidad es [ə xat]; de *esjās kattus ‘su (f.) batalla’ → irlandés antiguo a cath [ə kaƥ], galés medio y chat [ï xaːd] (P. SimsWilliams 1995, p. 466). Pueden sumarse algunos argumentos más. Desde un punto de vista histórico, Ariza había señalado que el hecho de que “haya habido un descenso en la duración consonántica —lo que llevó a la pérdida de las geminadas—, no explica por qué el fenómeno sólo se da en una zona de la Romania y no en todas las lenguas romances” (Ariza 1994, p. 43)7. Desde un punto de vista perceptual, en malentendidos cotidianos se ha encontrado que en las confusiones fónicas, el articulador glótico parece ser más resistente o menos propenso a equívocos que los rasgos anclados en la cavidad oral, lo que parecería abonar la idea de tratar [sonoro] en un nivel claramente diferenciado de [continuo] y de LUGAR (cf. Martín Butragueño 2000). Por fin, si se concibe la geminación sólo como un proceso de tensión, sería difícil explicar por qué en muchos dialectos del español aparecen geminadas precisamente en los estilos de habla más relajados (cf. Harris 2000). En suma, la cuestión de la hetero- o la tautosilabicidad puede abordarse mucho mejor cuando se trabaja en modelos fonológicos multidimensionales, difícilmente cuando se considera una sola dimensión: la heterosilabicidad no es incompatible con la cantidad. Se han planteado en las líneas anteriores, entonces, dos problemas en relación con el encuadramiento fonológico e histórico del subsistema de las obstruyentes orales. Por un lado, la unidimensionalidad o no del proceso que arranca desde la lenición protorromance. En ese sentido, y a juzgar por los argumentos acumulables, en lo personal me seguiría decantando al menos por la hipótesis 3), que trata cuando menos la degeminación como un proceso aparte. La segunda cuestión tiene que ver con la primordialidad o redundancia del rasgo [sonoro] en la fonología del español. Aun a sabiendas de que existen buenos argumentos experimentales a favor de [tenso], la activación de un movimiento articulatorio, la correlación existente de todos modos entre la sonoridad y algunas de las características 7 El argumento se completa de la siguiente manera: “Por otra parte […] ¿qué tiene que ver la duración o la tensión en la sonorización de /s/ > /z/? Además, si la oposición /l/ - /ʎ/ se basa en una diferenciación tensoflojo (o laxo), una vez más hay que insistir que en el latín vulgar existía el tenso /ʎ/ (<LY), que no se vio afectado, cuando según la teoría de la tensión debía haber pasado a /l/, lo que no ocurrió ni en portugués” (ibid., pp. 43-44). 261 acústicas aducidas y, sobre todo, la coherencia fonológica general con un sistema universal de rasgos, y lo que ello implica para la clasificación del español y su parentesco fónico con cierto tipo de lenguas, me hace dudar de la necesidad de prescindir del rasgo [sonoro] que, en consecuencia, se seguirá empleando en la FVEM. Establecido este contexto de discusión, conviene ahora referirse a determinados fenómenos propios, aunque en la mayor parte no exclusivos, del español mexicano, empezando por algunas cuestiones referidas a la modificación del lugar articulatorio. En el LUGAR articulatorio LABIAL, se han documentado algunos procesos interesantes en situaciones de contacto, en especial con lenguas que no incluyen en su repertorio la /f/. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el español hablado entre los tepehuanos del sur (Durango), entre quienes se documentan procesos del tipo frío → prío; se trata, sin embargo, de un hecho variable y también es posible la aparición de la labiodental fricativa sorda (Torres, c. p.); este proceso aparece también en otras situaciones de contacto. Como en muchos otros lugares, también en México se documentan casos esporádicos de labiodentales fricativas sonoras /v/. Más interesante es que se haya apuntado la tendencia a la conservación de la labiodental sonora [v] en el español novomexicano o patrimonial del suroeste de Estados Unidos, como en virgen [ˈviɾ.hen] (Moreno Fernández 2009, p. 398), aunque su presencia pude deberse al contacto con el inglés; también hay ejemplos en español tejano, presentes, por otro lado, al responder preguntas, pero no en la conversación (Alvar 1996, p. 93). Son comunes vacilaciones, de todos modos, entre diferentes lugares articulatorios: se documentan bagazo y gabazo, garigoleado y gariboleado, etc. (Pesqueira 2006). En cuanto al modo articulatorio, Quilis (1993, p. 221) menciona varios ejemplos de oclusivas en ataque interior de palabra, presentándose en la coda de la sílaba previa las consonantes [l] (como en calvo [ˈkal.bo] o pulga [ˈpul.ga]), [ɾ] (barba [ˈbaɾ.ba]), [s] (desbocar [des.bo.ˈkaɾ], desde [ˈdes.de], rasgar [ras.ˈgaɾ]) y, con menor frecuencia, las semivocales [i ̯] (ceiba [ˈsei ̯.ba]) y [u̯] (deuda [ˈdeu̯.da]). Los cinco contextos estarían activos en Yucatán, en lo que toca a México. La /s/ en particular propiciaría soluciones oclusivas en algunos puntos de México ([sb], [sd] y [sg] en Oaxaca, [sb] a veces en Jalisco, [sd] en el Ajusco y en el Valle de México, [sg] en el Ajusco). Quilis menciona también 262 otras realizaciones: [lb] y [ɾg] en habla formal e inculta de Jalisco (México); [ɾd] con frecuencia en Oaxaca y en el Valle de México (cf. los trabajos de Alvar 2010 sobre México recopilados en EEeM). Se ha señalado particularmente la articulación oclusiva de las sonoras intervocálicas, tanto en el interior de México como de América Central, en formas del tipo de dados [ˈda.dos]. Es decir, no sólo no se debilitan, sino que no se limitan a aparecer como aproximantes y se articulan como formas [–continuas]. Las soluciones oclusivas aparecen de forma especialmente notoria en el llamado español mayense-centroamericano (Moreno Fernández 2009, pp. 255-256, 279). En el español yucateco son de hecho bastante comunes las soluciones oclusivas para /b, d, g/; aparecen, según Lope Blanch (1987b, p. 80), más o menos en el 40% de las ocasiones, aunque el porcentaje es diferente según el lugar articulatorio, de más a menos según se retrasa el punto de articulación: 50% para /b/, 40% para /d/ y 30% para el caso de /g/. El estudio reciente de Rosado (2011) muestra cantidades un poco superiores de oclusivas para Mérida, Yucatán, pues documenta un 69% de oclusivas para las sonoras intervocálicas, al tiempo que se mantiene la distribución según lugares articulatorios, aunque con distancias amortiguadas (73%, 68% y 66%, respectivamente); más bajas son las cifras ofrecidas por Michnowicz (2009, p. 68; cf. 2012), quien a partir de datos también recogidos en Mérida ofrece unos porcentajes globales de 42% de realizaciones oclusivas para /b/, 32% de /d/ y 28% de /g/ en posiciones donde se esperaría una variante aproximante. Además, el responsable del patrón observado no sería el contacto con el maya per se, sino el bilingüismo y el contacto lingüístico sostenidos a lo largo del tiempo (ibid., p. 81). En cuanto a las variedades conservadoras americanas, cabe destacar el comportamiento del español mexicano-centroamericano, en algunas de cuyas variedades tienden a reforzarse las oclusivas sonoras intervocálicas, tal como ocurre en el español mayense-centroamericano en general y en el centroamericano en particular, aunque hay que acotar que en este último la /d/ intervocálica puede perderse, sobre todo en los participios en -ado y especialmente en Guatemala y Nicaragua. La tendencia a la preservación (e incluso al reforzamiento) de /b, d, g/ está tambien presente en el llamado español mayense- 263 centroamericano (Moreno Fernández 2009, pp. 256, 279, 283). Precisamente, como señalaba Lope Blanch, uno de los rasgos más característicos del español mexicano culto es la presencia de un consonantismo firme, manifiesto, entre otras cosas, en el mantenimiento sistemático de los segmentos /b, d, g/ intervocálicos, incluida la dental en la terminación ado (1996, p. 81). La lenición de /b, d, g/ afecta a su debilitamiento y pérdida; este tipo de procesos afectan, hablando en general, en primer lugar a la /d/, en segundo lugar a la /g/, y muy en tercer término a la /b/ (Moreno Fernández 2009, p. 100). Como es bien sabido, la lenición de las oclusivas sonoras intervocálicas, especialmente de la dental /d/, es un campo fértil para la realización de observaciones sociolingüísticas, dados los diferentes valores sociales que esta variable puede portar (en el sentido de Eckert 2008). La relativa sencillez y unidireccionalidad de la variable colaboran, precisamente, en su utilidad para discutir patrones de variación y cambio. El mapa expuesto en la figura 3.1 muestra el carácter relativamente acotado del debilitamiento de /d/ intervocálica en el territorio mexicano. En alguna ocasión se ha observado que la /d/ se conservaría en las llamadas tierras altas, mientras que se relajaría o perdería en las tierras bajas. Si embargo, como muestra el mapa de Moreno de Alba —y como se verá también en los presentados infra a partir del EEeM, para la CORONAL anterior, y también para la LABIAL y la DORSAL— la afirmación no es completamente exacta. 264 FIGURA 3.1. Relajamiento poco frecuente de /-d-/ en México. Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 71, mapa 15) También pueden agruparse dentro de las variedades conservadoras las modalidades centro-mexicanas de Estados Unidos, aunque la /d/ final se elimina con frecuencia; las consonantes intervocálicas pueden mantenerse, incluso tensas, incluida la /d/ (Moreno Fernández 2009, p. 404). De hecho, si el mantenimiento de /d/ puede catalogarse como un uso urbano entre la población mexicano-estadounidense, su pérdida sería uno de los rasgos propios del uso rural o vulgar (Sánchez 1994, pp. 135-136). Serrano (2002) ha presentado datos sobre los coeficientes de debilitamiento de /d/ en inmigrantes sonorenses llegados a la ciudad de México; en ellos, la conservación, en sus diferentes grados, llega a alcanzar un 96%, por sólo un 4% de pérdida. Hay que recalcar que los datos de Serrano consideran los índices propios de los inmigrantes sonorenses en la ciudad de México, dado que Sonora es una región debilitadora (cf. Brown 1989), mientras que la ciudad de México es mantenedora (Matluck 1951, § 85, § 88); de hecho, los inmigrantes eliden globalmente muy poco —el 4% incluye tanto las transiciones vocálicas como las elisiones—. Se ha apuntado 265 también, por cierto, que el español novomexicano actual muestra pérdida de /d/ intervocálica (Alvar 1996, p. 93). Diferentes mapas de EEeM ofrecen una imagen relativamente reciente de la distribución de /b/, /d/, /g/ intervocálicas. Aquí se han empleado los mapas correspondientes a jabón (701), para el caso de /b/; mojado (623), para /d/; y regar (729), para /g/. Los mapas que se presentan ahora agrupan las variantes, prescindiendo de algunos detalles fonéticos, con el objetivo de presentar una imagen más nítida de las soluciones en cuanto al modo articulatorio. El mapa correspondiente a jabón (figura 3.2), que opone las soluciones oclusivas, de tipo de [b], a las aproximantes, agrupables como [β̞], es particularmente revelador por exhibir una distribución geolingüística sumamente clara, susceptible incluso de ser reducida prácticamente a una isoglosa divisora de dos áreas. 266 FIGURA 3.2. Mapa de jabón (EEeM, 701) Como puede verse, el territorio queda dividido en dos áreas muy nítidas. La región mayor y predominante corresponde a las soluciones de raigambre aproximante, mientras que la región menor se extiende por el sur y el sureste del país, en concreto por los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, que forman una masa compacta de soluciones oclusivas, con la excepción de los puntos QR2 y QR3, en los cuales la solución fue aproximante. Llama la atención que estas dos localidades, Cozumel y Carrillo Puerto, respectivamente, tiendan a comportarse de una manera peculiar también en otros mapas, dato que podría indicar una subzona dialectal o, simplemente, un comportamiento sociolingüístico especial en los informantes recogidos en esas dos comunidades, por lo que quizá convenga tomar el apartamiento de estos dos puntos cum grano salis. El mapa ofrecido en la figura 3.3 muestra los resultados obtenidos para la forma mojado, que incluye el contexto que suele ser más favorable para el debilitamiento de la coronal anterior /d/, el correspondiente a –ado. A diferencia del mapa anterior, se ha preferido detallar un poco más el conjunto de variantes distinguidas, dada también la mayor variedad de resultados. En ese sentido, se han marcado cuatro variantes: 1) dento-alveolar oclusiva sonora [d], o para mayor exactitud notacional, [d̪], 2) dento-alveolar aproximante sonora [ð̞], 3) dento-alveolar aproximante sonora poco definida [ð̞] (marcada como aproximante abierta en el mapa); 4) elisión [Ø]. La complejidad de la variación es mayor que en el caso de la labial, aun cuando se tomaran juntas las formas correspondientes a los dos subtipos de aproximantes que se han considerado. 267 FIGURA 3.3. Mapa de mojado (EEeM, 623) Salta a la vista que existen grandes coincidencias entre el mapa de la figura 3.2 para /b/ y el mapa de /d/, en lo que toca a las oclusivas, lo que en principio permite empezar a apuntar una generalización para la subclase de las variantes oclusivas sonoras, que no quede difuminada en cada uno de lo segmentos por separado. Existen, por otra parte, algunas diferencias. No se encuentran entre ellas el comportamiento de los puntos QR2 y QR3 que, como en el caso anterior, arrojan resultados aproximantes. Una diferencia más llamativa aparece en Ta1 (Cárdenas), pues se documenta allí, junto a la solución oclusiva, también la elisión plena, lo que sugiere un arco de variación de cierto calibre. La divergencia más importante entre las figuras 3.2 y 3.3, en cuanto a la distribución de las oclusivas, radica en el estado de Chiapas, pues ahora sólo Chi5, Cintalapa de Figueroa, ofrece una transcripción oclusiva; en contraste, Pichucalo (Chi1), Palenque/San Manuel P. 268 (Chi2), Jitotol (Chi3), Berriozabal (Chi4), San Cristóbal de las Casas (Chi6) y Huixtla (Chi7) documentan formas aproximantes. Una segunda particularidad del mapa de /d/ tiene que ver con la presencia de cierto número de elisiones que, aun cuando espigadas aquí y allí, permiten ver algunos patrones generales. El área más definida de elisiones es sin duda el noroeste de México, pues aparecen documentaciones en Baja California y Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Sinaloa y Durango. También se documentan algunos casos en el noreste, como en T1 (Nuevo Laredo, Tamaulipas) y en el centro-norte, si se puede calificar como tal a Zacatecas: en Z1 (Mazapil) y en Z3 (Zacatecas). Aparecen también algunos casos más o menos esporádicos en puntos del centro-sur del país: en M3 (es decir, Quiroga, Michoacán), G3 (San Marcos, Guerrero), V2 (Veracruz, Veracruz), O5 (Matías Romero, Oaxaca) y el ya mencionado Ta1. Aunque pueda esbozarse un área de elisión más común en el noroeste, se trata ante todo de un fenómeno variable, y la mejor prueba de ello es que las elisiones son, en muchos casos, soluciones compartidas incluso en los puntos en que se documentan. El área mayor, desde luego, corresponde a las soluciones aproximantes, sean más o menos definidas, pues se extienden por casi todo el país, con la excepción del área relativamente nítida de oclusivas y, hasta cierto punto, con la zona compartida con las elisiones en el noroeste. No hay muchas soluciones poco definidas, por otra parte, lo cual es hasta cierto punto explicable a partir de un mapa que cartografía respuestas a preguntas aisladas. Aunque aparecen algunas de estas formas aisladamente en el norte del país (en Chihuahua, Nuevo León y San Luis Potosí), sólo podría apuntarse un área relativamente más continua en parte del centro-sur: Distrito Federal, Puebla, Guerrero, Oaxaca y Veracruz. Aunque cabe argumentar que la figura 3.3 cartografía sólo el contexto más favorecedor al debilitamiento, me parece que aporta un poco más de claridad que el mapa de la figura 3.1: por una parte, esboza un área relativamente continua de soluciones oclusivas; por otra, permite emerger zonas de elisión relativamente frecuente; por fin, aunque existe una coincidencia más o menos general entre la escasez de debilitamiento 269 frecuente en un caso, y la abundancia de aproximantes plenas y poco definidas en el otro, el segundo mapa permite establecer la distinción entre las dos variantes y, sobre todo, abrir la puerta a la sospecha de un mayor grado de variación local del que podría desprenderse de la sola consideración de la figura 3.1. La figura 3.4 permite, finalmente, completar el panorama del comportamiento de las obstruyentes sonoras, al ocuparse de la /g/. FIGURA 3.4. Mapa de regar (EEeM, 729) La distribución de la oclusiva velar sonora guarda evidentes relaciones geográficas con la expuestas por la labial y por la dento-alveolar. Aunque existen diferencias de detalle con los mapas anteriores, es claro que las soluciones oclusivas se concentran en el sursureste. Se documenta incluso una forma oclusiva en O4 (Pinotepa Nacional, Oaxaca), 270 Tabasco y Campeche quedan plenamente del lado oclusivo, y Chiapas, Yucatán y Quintana Roo (éste en los dos puntos ya mencionados) quedan a medio camino. Resulta tentador, entonces, a la vista de estas coincidencias, ensayar una descripción fonético-fonológica de algunas de las dimensiones variables involucradas. Como puede observarse, los mapas referentes a /b/ (jabón) y a /g/ (regar) sólo consignan casos de oclusivas y de aproximantes, mientras que el referente a /d/ (mojado) incluye también casos de elisión; no se tendrá en cuenta ahora la distinción establecida en el cartografiado entre aproximantes cerradas y abiertas. Por otra parte, hay que tener en cuenta que aunque los tres casos examinados se encuentran en posición intervocálica, jabón y regar muestran las obstruyentes en el ataque de una sílaba tónica, lo cual, potencialmente, puede favorecer la articulación oclusiva; en contraste, mojado muestra la /d/ no sólo como ataque de una sílaba postónica, sino además como parte de la terminación –ado, que como es bien sabido es el contexto más favorecedor para el debilitamiento y la elisión. Así las cosas, la formulación de las restricciones apropiadas para expresar el comportamiento de la CORONAL deberían ser un poco más detalladas, pero se va intentar una formulación conjunta. Díaz Campos y Colina (2006, p. 438) emplean la restricción *V[ð̞]V como término de cobertura para ONSET(AMAX), theory), MAX-ONSET(A0), MAX-ONSET(Af) » AGREE(estrechamiento) » MAX- donde, siguiendo a Steriade (1993) y la teoría del estrechamiento (stricture MAX-ONSET(A0) pide que los segmentos en el ataque con el máximo estrechamiento (no continuos, oclusivos, nasales y laterales) en el input aparezcan en el output; MAX-ONSET(Af) establece que los segmentos en el ataque con apertura media (fricativos) en el input tienen que estar en el output; MAX-ONSET(AMAX) señala que los segmentos en el ataque con grado máximo de apertura (aproximantes y vocales) en el input tienen que estar presentes en el output; y, por su parte, AGREE(estrechamiento), una restricción de buena formación, ordena que los segmentos adyacentes concuerden en el grado de estrechamiento. Junto con *V[ð̞]V, emplean otras tres restricciones (ibid., p. 437): (1) 271 a. MAX STRESSσ [ð̞]: una aproximante CORONAL en el input tiene que estar presente en el output, si se encuentra en una sílaba acentuada. b. MAX # [ð̞]: una aproximante CORONAL en posición inicial de palabra en el input tiene que aparecer en el output. c. MAX [ð̞]: se prohíbe la elisión de [ð̞]. d. *V[ð̞]V: no debe haber coronales aproximantes en posición intervocálica. De cara a la generalización de resultados para los tres mapas referentes a /b/, /d/ y /g/ intervocálicas interiores de palabra, debe observarse que una restricción MAX # [X] es ahora vacua, pues los tres ejemplos examinados se encuentran en posición interior de palabra, no en inicio. MAX STRESSσ [X], por su parte, afecta a jabón y a regar, que la respetan, pero no a mojado, pues la STRESSσ CORONAL aparece en sílaba átona; aquí será reformulada como MAX [b] [g], atendiendo a la idea de que las más favorecidas por la posición tónica serían las variantes oclusivas. La restricción MAX-IO, por otro lado, es pertinente para todos los casos, pues /b/ y /g/ la respetan siempre —hay que insistir que en el pequeño conjunto de datos examinado en este momento—, pero /d/ la infringe en ocasiones, pues se documentan diferentes ejemplos de elisión. Por fin, en cuanto a *V[ð̞]V, parece interesante volver a la jerarquía que resume, con el objeto de poder generalizar el comportamiento de las oclusivas sonoras intervocálicas; se emplea, sin embargo, para las elisiones, pues sólo afectan a /d/. Considérese entonces (2): (2) a. MAX-ONSET(A0): es respetada por las soluciones oclusivas [b], [d̪], [g], pero no por las aproximantes [β̞], [ð̞], [ɰ] ni por la elisión [Ø] (ésta sólo en el caso de /d/). b. MAX-ONSET(Af): tiene un comportamiento vacuo, pues en sentido estricto, no hay soluciones fricativas propiamente dichas. c. MAX-ONSET(AMAX): es respetada por las variantes aproximantes, pero no por las oclusivas, ni por la elisión. d. AGREE(estrechamiento): igualmente, sólo es tenida en cuenta por los alófonos 272 aproximantes. Con las restricciones (1a) y (1c), y (2a), (2c) y (2d), debería ser posible dar cuenta de las distintas soluciones que aparecen en los mapas. Se podría introducir una restricción más, en referencia al LUGAR, dado que las elisiones sólo aparecen con la CORONAL, pero una restricción de este tipo es en principio redundante, pues los ejemplos disponibles ahora quedan de todos modos diferenciados por MAX STRESSσ [X]. La restricción *CORONAL estaría en el mismo nivel jerárquico que la restricción MAX asociada a la sílaba tónica, dado que ambas permiten el mismo resultado en los datos de los tres mapas; haría falta un conjunto mayor de materiales para poder discriminar ambos efectos y en consecuencia poder jerarquizarlas. En cuanto a MAX STRESSσ, sólo se considera su efecto sobre /b/ y /g/, pues sobre /d/ es vacuo, al encontrarse los datos del mapa considerado en posición átona. Pueden entonces esbozarse tres cuadros jerárquicos, uno para las soluciones oclusivas, otro para las aproximantes y un tercero para las elisiones. CUADRO 3.2. Jerarquía de restricciones para las soluciones oclusivas MAX- MAX- MAX STRESSσ IO ONSET(A0) [b] [g] AGREE(estrech) MAXONSET(AMAX) ☞ [b] * * [d̪] [g] [β̞] [ð̞] *! (*) [ɰ] [Ø] *! * * Es decir, las soluciones oclusivas serían respetuosas con la restricción que pide conservar un cierre máximo en el ataque de la sílaba, luego, que la que solicita que no haya elisiones, DORSAL, MAX-ONSET(A0), MAX-IO; además, desde en el caso de la LABIAL y la gracias a que los mapas ofrecen datos en sílaba tónica, se constata el respeto a la restricción MAX STRESSσ. Por el contrario, infringen, aunque no de manera crucial, la 273 concordancia en cuanto al grado de estrechamiento —AGREE(estrech)— con el contorno vocálico8, así como el hecho de presentar un grado máximo de abertura, MAX-ONSET(AMAX). Tal sería el panorama fonético-fonológico en las regiones en que aparecen formas oclusivas, como sucede en el sur-sureste del país. Los alófonos aproximantes, por su parte, muestran el patrón prácticamente contrario (excepto en lo que toca a respetan); todos ellos infringen de manera crucial MAX-IO, MAX-ONSET(A0). que también La elisión tiene problemas con algunas de las restricciones mencionadas en el cuadro, pero de manera crucial con MAX-IO; no infringe, sin embargo, AGREE(estrech), pues la elisión del ataque deja dos vocales en contigüidad, y MAX STRESSσ [b] [g] es vacua para los casos disponibles. CUADRO 3.3. Jerarquía de restricciones para las soluciones aproximantes MAX- AGREE(estrech) IO MAX- MAX- MAX STRESSσ ONSET(AMAX) ONSET(A0) [b] [g] * (*) ☞ [β̞] [ð̞] [ɰ] [b] [d̪] *! *! [g] [Ø] *! * * En lo que toca a las ocasiones en que es preferido el alófono aproximante, el cuadro 3.3 propone una representación en que AGREE(estrech) y MAX-ONSET(AMAX), que mantienen un mismo nivel jerárquico, han ascendido sobre MAX-ONSET(A0) y MAX STRESSσ [b] [g], pues las variantes ahora elegidas respetan la concordancia en cuanto al nivel de estrechamiento con respecto al contexto en el que aparecen, así como el hecho de preservar una apertura máxima en el ataque de su sílaba. Se trata de las soluciones más abundantes en 8 Se pone la marca entre paréntesis, (*), para indicar de esta forma que la restricción sólo se aplica en realidad a /b/ y a /g/, pues, como se ha dicho, no hay casos de /d/ en sílaba tónica en los materiales. En cuanto a las elisiones, la restricción tiene un efecto vacuo con respecto a esta restricción, pues precisamente las elisiones sólo aparecen para las /d/. 274 el país, como se ha visto. Debe recordarse que se trata de fenómenos variables, que a veces oscilan de hablante a hablante en una misma comunidad de habla, e incluso de realización a realización en un mismo informante, según el estilo sociolingüístico de que se trate. CUADRO 3.4. Jerarquía de restricciones para las elisiones de /d/ AGREE(estrech) MAX-ONSET(AMAX) *V[ð̞]V ☞ [Ø] * [ð̞] [d̪] MAX-IO *! *! *! El cuadro 3.4 muestra la oposición entre las elisiones y las soluciones oclusivas y aproximantes de /d/, ciñéndose sólo al caso de la CORONAL. Las elisiones respetan la restricción *V[ð̞]V, mientras que las formas segmentales aproximantes la infringen de manera crucial. Los alófonos oclusivos, por su parte, tienen problemas con AGREE(estrech) y MAX-ONSET(AMAX), tal como se ha visto en los cuadros previos. Ya se ha visto (figura 3.3) que tal orden jerárquico variable se activa en diferentes áreas del país, especialmente en el noroeste. Resoluciones en las codas La estructura silábica tiene un papel específico en el decantamiento de procesos fónicos, tanto en términos de tendencias generales en las lenguas, como en términos de soluciones históricas y de propuestas variables en períodos de alternancias. Puede decirse que se asiste a la acción de dos principios de carácter universal: por un lado, la tendencia a organizar el material silábico en la forma CV, es decir, dotadas de un ataque consonántico y de un núcleo vocálico, sin que esté presente coda ninguna; por otro, la tendencia a respetar los mandatos del léxico, de modo que las soluciones fónicas se muestren lo más fieles posibles a las soluciones esperables. Estos dos extremos suelen tener un trasunto claro en los procesos de variación lingüística, pues las hablas de carácter más innovador suelen 275 conceder más importancia al primero de los dos principios —la tendencia a producir sílabas ideales—, mientras que las más conservadoras otorgan mayor peso a la fidelidad al léxico. Naturalmente, es posible encontrar numerosas soluciones lingüísticas intermedias, al tiempo que comunidades de habla con distintas distribuciones sociolingüísticas de tales tendencias rectoras. Como señala Colina (2009, pp. 3-5), la sílaba ha sido muy útil para el desarrollo de la teoría fonológica optimal, pero también la fonología ha contribuido notoriamente a la comprensión moderna de la sílaba misma. La neutralización amparada por la posición en coda alberga un amplio repertorio de soluciones; éstas pueden oscilar entre variantes de notoria fidelidad —[p], [t] y [k] para /p/, /t/ y /k/, y [b], [d] y [g] para /b/, /d/ y /g/— y soluciones patentemente alejadas, desde elisiones a alteraciones en la sonoridad, el modo o el propio carácter consonántico. Suele mencionarse como soluciones normativas comunes en el dominio hispánico, en posición de coda, las variantes oclusivas o aproximantes, sorda o sonora en el caso del segmento léxicamente sordo, pero sólo la variante sonora en el caso del segmento léxicamente sonoro (Quilis 1993, p. 218). Entre las formas menos normativas, son muy numerosas las soluciones posibles. El arco de variantes se extiende desde las oclusivas sordas y sonoras hasta las elisiones y las vocales no silábicas, pasando por las formas aproximantes, fricativas e incluso líquidas. Se ha apuntado que consonantes como /d, k/ en posición final de sílaba pueden mantenerse, relajarse, aspirarse, reduplicarse y elidirse; la reduplicación se bloquea, como es esperable, en posición final ante pausa. Tales tendencias estarían al servicio de la creación de sílabas CV, al igual que otros procesos, como la simplificación de grupos consonánticos, la metátesis de elementos en sílabas trabadas o la aparición de vocales paragógicas. Desde luego, hay tendencias más o menos predominantes según el carácter innovador o conservador de cada variedad dialectal. Precisamente, en contraste con otras variedades más debilitadoras, una de las características más llamativas de las variedades centrales de español mexicano, es la resolución plena y tensa de grupos consonánticos, en términos tales que se articularía examen como [ek.ˈsa.mẽn], o cápsula como [ˈkap.su.la] (para esta palabra, véase infra la figura 3.7), es decir, se mantiene una pronunciación oclusiva sorda en la coda de los grupos 276 cultos, en formas como directo, acción, apto o abstracción (Moreno Fernández 2009, pp. 255-256, 274). Aunque en comparación con otras variedades, es notoria la mayor fidelidad fónica, es necesario ponderar el hecho en cierta medida. Para empezar, la tendencia a la conservación no se da en todo el territorio, sino que ciertas áreas, especialmente las costeras, muestran tendencia a relajar las consonantes finales de sílaba; aunque el centro del país y la Península de Yucatán presentan un consonantismo fuerte, ciertas áreas costeras de Veracruz, y de Oaxaca y Guerrero, estas últimas prolongadas hacia el Pacífico septentrional, muestran tendencias debilitadoras (Lope Blanch 1996, p. 88). Los hablantes guatemaltecos bilingües en español y alguna lengua mayense, también tienden a conservar las oclusivas sordas en coda silábica, como en cápsula o en captar (García Tesoro 2008). Entre los mexicanos de San Antonio, en Estados Unidos, se ha encontrado cierta tendencia a la adopción de préstamos con influencia fónica del inglés, lo cual a veces tiene repercusiones en ciertos grupos que involucran consonantes oclusivas orales, como ocurre en la forma objectos, por objetos (Mendieta 1999; Moreno Fernández 2009, p. 414). En todo caso, el grado de conservación de los fonemas componentes de los llamados grupos cultos es lo suficientemente notorio para exponerlo como rasgo característico, tal como señala Lope Blanch, a propósito de grupos como /kst/, en formas como extraordinario, texto; /ksk/, como exquisito; /nst/, en palabras del tipo de construir; /bst/, abstracto; /ks/, examen, satisfacción; /kt/, acto; /tl/, atlas, etc. Al tiempo, se rechazan, adscribiéndoles valoración negativa, soluciones que implican diferentes grados de debilitamiento, como las involucradas en cansado > cansao, extremo > estremo, excusar > escusar, construir > costruir, texto > testo, satisfacción > satisfación, atlas > adlas, azlas, acto > azto (1996, p. 81). El contacto con otras lenguas propicia la aparición en coda silábica y final de palabra de una serie de sonidos inusitados en español patrimonial. Es lo que ocurre, en voces de origen maya, con una serie de consonantes oclusivas: /p, t, k, t͡ʃ, t͡s/ (Moreno Fernández 2009, pp. 279-280): tup ‘benjamín’, xet ‘leporino’, xic ‘axila’, ¿nuts? ‘cascorvo, patizambo’, balac, chich ‘abuela’, o en voces hispanas, como coch ‘coz’ (Lope Blanch 1987a; 1996, p. 86). 277 El siguiente mapa, elaborado por Moreno de Alba (1994) a partir de datos presentes en el Atlas Lingüístico de México (Lope Blanch 1990-2000), muestra las áreas en que la conservación de uno de los grupos cultos más característicos, /kt/, se manifiesta de manera más intensa en el español de México. FIGURA 3.5. Zonas de conservación algo frecuente del grupo /kt/ en México. Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 142, mapa 43) De todos modos, incluso para la ciudad de México se ha señalado la presencia de procesos que tienden a alterar la fidelidad de la expectativa léxica, tal como muestran Rodríguez y Mora (2001), pues en hablantes de nivel de estudios bajo es posible documentar ensordecimientos, cambios de lugar articulatorio, fricativizaciones, elisiones y vocalizaciones. La /d/ final de palabra muestra en México, por otra parte, un área bastante extensa de elisión, tal como se expone en la figura 3.6. 278 FIGURA 3.6. Eliminación algo frecuente de /-d/ final en México. Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 76, mapa 17) Como puede apreciarse, el sombreado que marca la eliminación de la /d/ final de palabra es bastante amplio, concentrado en especial en el centro-norte del país. Es posible, de todos modos, que para este caso específico, haya que pensar en un relajamiento de las restricciones de fidelidad, de modo tal que la acción de *CODA resulte relevante, una vez que MAX-IO deje de ser pertinente en su papel de freno a las restricciones de marcación, de modo que *CODA » MAX-IO. Más en general, los hechos pueden ser algo más complejos. Colina recuerda que en posición final sólo serían posibles consonantes coronales, mientras que otras serían inusitadas y más bien propias de préstamos no asimilados completamente (como club o chef), especialmente en el caso de las obstruyentes no coronales, de modo que propone una jerarquía *CORONAL, IDENT IDENT(LUGAR), OBSTR (LUGAR), HAVE PLACE » *DORSAL » *LABIAL » MAX-IO » que permitiría obtener [ˈklu] para club, con labial final, y [θe.ˈniT] para cenit, con coronal neutralizada (2009, pp. 36-37). Obsérvese, de todas formas, que si club es un préstamo, cenit es un cultismo; además, estos casos explicarían 279 pronunciaciones plenas de verdad, neutralizadas o no, pero no las elisiones. De todos modos, hay que considerar que para los datos mexicanos conviene disponer de un estudio extenso al respecto, antes de afirmar nada con rotundidad, dada la peculiar resistencia de muchas de las variedades a conservar las codas; tampoco cabría excluir apresuradamente otras explicaciones, que afirmaran por ejemplo ciertos grados de lexificación, que por ejemplo permitieran verdá, pero no comúnmente paré. Conviene ahora revisar una secuencia de mapas procedentes de EEeM que incluyen ejemplos de obstruyentes oclusivas sordas y sonoras en coda interior de palabra, de modo tal que puedan observarse los efectos principales a lo largo y ancho de la geografía fónica de México. Se trata de los mapas correspondientes a cápsula (658), ritmo (663), defecto (667), observar (621), admisión (629) y magnesia (636), expuestos en las figuras 3.7 a 3.12. FIGURA 3.7. Mapa de cápsula (EEeM, 658) 280 Las variantes documentadas en la carta de cápsula se han agrupado en cinco clases de variantes: las bilabiales sordas [p]; las bilabiales sonoras, digamos [b], por ser mayormente soluciones oclusivas, aunque también se han agrupado con ellas algunos casos de aproximantes [β̞] y no ha importado que en algunos casos la articulación se haya transcrito relajada, es decir, poco definida; los casos de vocalización, en forma de [u̯], es decir, de vocal posterior cerrada redondeada no silábica; las elisiones, digamos [Ø]; y, por último, algunas otras soluciones en realidad muy esporádicas, como un caso de lateral [l] en Ch1 (Casas Grandes, Chihuahua) y un caso de velar [k] en C1 (Cuyutlán, Tecomán, Colima). De entrada, llama la atención la amplitud de la conservación de alguna solución LABIAL, con independencia de la asignación del rasgo [sonoro]; cabe observar, desde luego, la complementariedad de las transcripciones [+sonoro] y [–sonoro], pues las primeras aparecen básicamente en el centro del país, y las segundas son claramente predominantes tanto en el norte como en el sur de la República, constituyendo, de confirmarse el dato, tres zonas demarcadas con bastante claridad; como se irá viendo a lo largo del libro, no es el único fenómeno que muestra una distribución semejante, sea que se vea en tres sectores, sea que se prefiera leer como dos grandes áreas (centro frente a periferia). Otro hecho notable es la abundancia de vocalizaciones. No muestran éstas un patrón muy claro, aunque parece advertirse cierta concentración en lo que podría llamarse el norte intermedio (Durango, Zacatecas y San Luis Potosí), al tiempo que en un eje que correría al sur de los valles centrales (México, Morelos, Puebla, Oaxaca, Guerrero). Se documentan bastantes ejemplos, de todos modos, en otras latitudes, sea el norte (Baja California y Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila) o el sur (Chiapas, Tabasco, Yucatán). Si se acepta la idea de que las semivocales postvocálicas se encuentran en la coda silábica, mientras que las prevocálicas son parte del núcleo (Hualde 1991), la vocalización de /p/ estaría infringiendo también *CODA, pues ocuparía la misma posición que el segmento original (Colina 2009, p. 18). 281 Frente a las expectativas, sólo hubo un caso de elisión presente en el mapa, documentado en Si3 (Mazatlán, Sinaloa), lo que apunta a la baja importancia de *CODA, pues ésta es infringida incluso por los pocos casos con otras soluciones ([l], [k]). El mapa de la figura 3.8, centrado en la obstruyente no continua CORONAL anterior sorda /t/, permite seguir considerando estas tendencias, para ver si son extensibles o no a la clase de sonidos ahora considerada. FIGURA 3.8. Mapa de ritmo (EEeM, 663) De manera semejante al caso anterior, se han agrupado las variantes en clases, procediendo de manera inductiva, a la vista de lo que el mapa va revelando. También ahora se ha trabajado con cinco categorías: la dento-alveolar oclusiva sorda [t ̪]; las variantes sonoras, con independencia de que se trate de la dento-alveolar oclusiva [d̪] o de la dento- 282 alveolar aproximante [ð̞], o de variantes relajadas o poco definidas de éstas; soluciones sibilantes, que habitualmente son sonoras, tipo [z]; se documenta también algún caso aislado de asimilación; y, por último, se incluyen como “otros casos” algún ejemplo aislado de elisión y una que otra transcripción de formas interdentalizadas, quizá postinterdentodentales fricativas sordas, es decir, tipo [θ] más que propiamente interdentales fricativas sordas [θ̟]. Como ocurría en el mapa anterior para /p/, no cabe duda de que la solución más común para /t/ es una de las dos formas más fieles, sea la dento-alveolar sorda, sea la sonora, que ocupan con claridad el cierre silábico, infringiendo desde luego *CODA. Tales niveles de mantenimiento, y la cercana identidad fónica de los outputs, son en sí señas características del material expuesto. Ahora bien, y también de manera semejante al caso de la LABIAL, también ahora la CORONAL parece permitir un trazado más o menos laxo de tres franjas variables, con soluciones sordas en el norte y en el sur, y una gran área globular en el centro del país donde predominan las variantes sonoras. Debe observarse, por otra parte, que no hay coincidencia plena entre las regiones del mapa de la figura 3.8 y el que se mostraba en la figura 3.7. Por un lado, las soluciones sonoras de /t/ llegan más al norte que las de /p/; por otro, el área sonora de la LABIAL, CORONAL es mucho menos compacta que la de la pues son comunes también las soluciones sordas en muchos puntos centrales. Llama asimismo la atención la relativa abundancia de soluciones sibilantes, pues además de aparecer en algunos puntos de Sonora y Coahuila, se documentan con cierta abundancia en una franja que recorre desde Zacatecas hasta Puebla, esbozándose de esa manera un área más o menos definida. El resto de los casos son más interesantes desde el punto de vista cualitativo, por la variedad de formas que introducen al panorama, que porque en sí pueda decirse algo específico acerca de ellas desde un punto de vista geolingüístico, más allá de atestiguar su carácter esporádico, trátese de la asimilación presentada en Chi5 (Cintalapa de Figueroa, Chiapas), del caso de elisión en Si3 (Mazatlán, Sinaloa) o de los ejemplos de interdentalización en Me1 (Santa Cruz de Arriba, México) y en Y6 (Peto, Yucatán). 283 Se examina ahora el mapa de defecto, con objeto de seguir esbozando las connivencias y las diferencias presentes en los datos, ahora con la DORSAL /k/. FIGURA 3.9. Mapa de defecto (EEeM, 667) El ordenamiento de las variantes se ha reducido a sólo tres grandes grupos. Por un lado, las soluciones velares oclusivas sordas, tipo [k], con independencia de que en muchos casos se trate de variantes relajadas o poco definidas; en segundo término, las soluciones velares sordas, ya sean oclusivas [g] o aproximantes [ɰ]; por fin, se reúnen como “otras” variantes diferentes materiales que llegan a rellenar la coda (formas interdentalizadas, alguna labial, alguna rótica) y varios casos de vocalización. Como en los casos anteriores, el primer y más importante comentario es la tendencia no sólo a rellenar la coda —lo que acarrea, desde luego, la consiguiente infracción de *CODA, pero la asunción de MAX-IO— con material bien determinado con 284 respecto al lugar articulatorio —es decir, aceptando HAVE PLACE—, sino el respeto muy general al lugar articulatorio esperable léxicamente, es decir, bajo los lineamientos de IDENT OBSTR (LUGAR). En otras palabras, allí donde cabría esperar, bajo una perspectiva de fidelidad léxica, una DORSAL, normalmente aparece una DORSAL. Esto, desde luego, es llamativo en el marco de la comparación dialectal con muchas otras variedades del español, en las que puede resultar mucha más abundante la elisión o las modificaciones del lugar articulatorio. Obsérvese que —salvo error en mi lectura— no hubo ni un solo caso de elisión en el mapa 667 de Alvar (2010), y que las alteraciones de LUGAR y las vocalizaciones se reducen a un puñado de casos. Al igual que se ha visto para /p/ y para /t/, también para /k/ la sonoridad permite establecer una triple zonificación de los datos. Una vez más, pueden encontrarse las variantes sordas al norte y al sur del país, mientras que hay una preferencia evidente por las transcripciones sonoras en el centro del territorio. Ello no impide, desde luego, la ocasional aparición de variantes sordas en algunos puntos centrales (aunque hay que decir que es todavía más esporádica la presencia de registros sonoros en áreas de soluciones sordas). Tampoco significa esto una coincidencia plena con las áreas delimitadas para variantes sordas y sonoras en los mapas de la LABIAL y de la CORONAL, sobre todo en relación con esta última, que muestra un reparto más extenso del material sonoro, pero al tiempo es evidente que existen bastantes coincidencias y que se presenta de manera recurrente un mismo patrón. En lo que toca a las “otras” formas, se documentan ejemplos de interdentalización, entendida probablemente como presencia de postinterdento-dentales fricativas sordas, en S2 (Nogales, Sonora) y en Ch4 (Santa Bárbara – Hidalgo del Parral, Chihuahua). En Si3 (Mazatlán, Sinaloa) se registra una rótica percusiva, y en Mo1 (Yautepec, Morelos) una oclusiva labial sorda. Por fin, hubo un par de ejemplos de vocalización, en forma de la posterior cerrada redondeada no silábica [u̯], en J1 (Tequila, Jalisco) y en M3 (Quiroga, Michoacán), casos que, como se comentó supra, también infringirían *CODA, por seguir ocupando esta posición. 285 En los tres mapas siguientes se revisa el comportamiento de los pares sonoros, es decir, de /b/, /d/ y /g/ en coda silábica (figuras 3.10 a 3.12). FIGURA 3.10. Mapa de observar (EEeM, 621) El mapa correspondiente a la figura 3.1, referido a observar, muestra un poco más de complejidad que los anteriores, en parte debido al propio mapa fuente (el 621 de EEeM); debe tenerse en cuenta, de todos modos, que en la reelaboración aquí presentada se han respetado más distinciones que en otros mapas, por parecer que su frecuencia y sus diferencias cualitativas eran lo suficientemente interesantes. El mismo parecer se ha empleado en las cartas correspondientes a /d/ y /g/. Se han establecido seis grupos de variantes: las formas bilabiales oclusivas sonoras, tipo [b], sin importar su carácter pleno o relajado; las soluciones bilabiales aproximantes 286 sonoras, [β̞]; los alófonos bilabiales oclusivos sordos [p]; las variantes ejecutadas en forma de vocal [u̯], es decir, de vocal posterior cerrada redondeada no silábica; los casos de elisión [Ø]; y por último, un pequeño número de ejemplos reunidos como “otras” formas, entre los que se agrupan varias velares oclusivas sordas [k] y un ejemplo de dento-alveolar [d̪]. Una vez más, llama la atención el predominio general de las formas labiales sonoras, extendidas por todo el país. Es decir, al igual que ocurría con las oclusivas sordas en posición implosiva, por lo pronto la /b/ también parece infringir normalmente *CODA y, en cambio mostrarse fiel tanto a MAX-IO como a las restricciones vinculadas a la identidad. Con todo, pueden señalarse algunas áreas que parecen más propensas a las soluciones aproximantes: el sector principal parece encontrarse en el centro del país, extendiéndose desde algunos puntos en Oaxaca y Puebla, predominando en el centro-este y ramificándose por el noreste de la República, hasta llegar no sólo a puntos de Zacatecas y San Luis Potosí, sino incluso a Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Un segundo recorrido, por otro lado, se extiende por la costa pacífica septentrional, empezando en localidades de Michoacán y Jalisco, proyectándose por Sinaloa y siendo claramente predominantes en Sonora. De alguna forma, esta tendencia al mantenimiento y a la tensión encuentra eco en la presencia de algunos casos de formas LABIALES sordas, [p], que aunque no son muchos no dejan de ser significativos: se han transcrito en puntos de San Luis Potosí, Guerrero y Oaxaca. De naturaleza bastante diferente son las soluciones en que la coda ha experimentado un proceso de vocalización. Puede observarse que este tipo de formas aparecen en un sector relativamente definido, el centro del país, aunque subdivido en dos sectores bastante amplios. El primero de ellos arranca de San Luis Potosí y Zacatecas y llega hasta Jalisco y Colima. El segundo empieza en el estado de México y llega al de Guerrero, pasando por Puebla. Ya se ha comentado que las vocalizaciones siguen infringiendo *CODA. Existe asimismo un número apreciable de elisiones, más desde luego que en las otras piezas léxicas examinadas hasta el momento. Aunque no siguen un patrón completamente claro, pues se documentan incluso en Morelos y Michoacán, parece poder 287 decirse que son bastante más comunes en los estados septentrionales, de forma que hay registros en Zacatecas, Coahuila, Chihuahua y Sonora. Por fin, las variantes velares se han anotado en Gu1 (Silao, Guanajuato), G1 (Teloloapan, Guerrero), Mo1 (Yautepec, Morelos) y la dento-alveolar en Ta1 (Cárdenas, Tabasco). FIGURA 3.11. Mapa de admisión (EEeM, 629) La confección del mapa de la figura 3.11, dedicado a la CORONAL anterior sonora /d/, sigue una estrategia muy parecida al anterior, de modo que se han distinguido casi los mismos grupos de variantes, con la excepción de considerar ahora como variante las líquidas, a diferencia del mapa anterior, en el que se consideraban las vocalizaciones. La primera variante, entonces, es la dento-alveolar oclusiva sonora [d̪], sin importar que pueda 288 estar transcrita como relajada o poco definida; la segunda recoge los casos de dentoalveolar aproximante sonora [ð̞], del mismo modo desechando ahora las diferencias en el nivel de relajamiento; en tercer lugar, se anotan los casos de dento-alveolar oclusiva sorda [t ̪]; la cuarta variante incluye las soluciones líquidas, sea que se trate de laterales [l] o de róticas, éstas habitualmente manifestadas como alveolares aproximantes sonoras [ɹ]; el quinto grupo de soluciones acoge las elisiones [Ø]; por último, se ha destinado como siempre una casilla para “otras” soluciones, que en este caso sólo reúne un registro en un punto: se trata de una forma interdentalizada, probablemente una postinterdento-dental fricativa sorda [θ], anotada en Tl1 (Terrenate, Tlaxcala). Quizá convenga comentar que estas soluciones inderdentalizadas, sin ser muy comunes, sí tienen cierta recurrencia como soluciones posibles al ejecutar las oclusivas orales en coda, especialmente cuando se trata de CORONALES anteriores. Las dento-alveolares sonoras, ya sean oclusivas, ya aproximantes, son con mucho las formas más extendidas a lo largo y ancho del territorio mexicano, lo que vuelve a confirmar lo ya dicho hasta el momento, acerca de la resistencia a la elisión o a la modificación del LUGAR articulatorio, hacia el que se expresa un notorio nivel de fidelidad. Pero también como en otras ocasiones, puede hablarse de tres grandes franjas en la distribución de las variantes, una central y dos periféricas, en lo que toca ahora a la proyección geolingüística de las aproximantes (en el centro) y las oclusivas (al norte y al sur). Tal impresión general no impide ver que las formas aproximantes aparecen también salpicadas en diferentes registros septentrionales (no sólo en Sinaloa, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, sino también en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas) y meridionales (en Yucatán y Quintana Roo). No son muchos los registros de dentales oclusivas sordas, además de que siempre son documentadas junto a otras soluciones, pero llama la atención que aparecen relativamente próximas, por lo menos a la vista de pájaro del mapa general: en el Distrito Federal y en dos puntos de Guerrero, Teloloapan y Chilapa. Más comunes son las soluciones líquidas; de hecho, llama la atención su recurrencia en Sonora, Chihuahua y Zacatecas, además de en algunos puntos dispersos en Guerrero y Yucatán. Las elisiones son 289 interesantes no tanto por su frecuencia —sólo aparecen tres veces— sino porque se documentan en un área relativamente compacta, entre Campeche y Yucatán. Para terminar la serie, conviene detenerse ahora en el mapa de magnesia, que ilustra el caso de la DORSAL sonora en posición de cierre silábico. FIGURA 3.12. Mapa de magnesia (leche de) (EEeM, 636) El esquema de grupos de variantes empleado para /g/ es bastante semejante al expuesto en los mapas anteriores. Como se verá, se trata del mapa que muestra una distirbución más diferenciada respecto de los casos previos, aunque al tiempo las diferentes soluciones parecen bastante acotadas geográficamente. En primer término, se han distinguido las soluciones velares oclusivas sonoras, tipo [g], sin importar el grado de relajamiento o de relativa vaguedad en los objetivos 290 articulatorios; en segundo lugar, los alófonos velares aproximantes sonoros [ɰ]; un tercer grupo está formado por los ejemplos velares oclusivos sordos [k], no poco abundantes en el mapa; en cuarto lugar, las ejecuciones nasales tipo [n], que funcionan al tiempo como ejemplos de asimilación; en quinto término, algunos casos de elisión [Ø]; y por fin, cuatro registros con “otras” realizaciones, que consisten en tres documentaciones de vocalización y en una de aspiración, todas ellas interesantes desde un punto de vista cualitativo. A diferencia de lo encontrado en otros mapas, las variantes [g] están lejos de ser las predominantes, al tiempo que ocupan un sector bastante definido, pues, salvo un caso registrado en J3 (Ciudad Guzmán, Jalisco), las oclusivas sonoras se registran tan sólo en el sur y el sureste del país, aunque no como soluciones exclusivas, desde luego: por Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. En contraste, las aproximantes [ɰ] son las más extendidas por el país; en líneas generales, puede decirse que se distribuyen de manera complementaria a las oclusivas, aunque no faltan ejemplos incluso en el sur-sureste (por ejemplo, en los dos puntos de Quintana Roo también díscolos en otras ocasiones) y aunque haya que acotar que algunas de las otras variantes conviven con las aproximantes o incluso las reemplazan completamente en ciertas regiones, que se describirán en seguida. Así, las soluciones velares oclusivas sordas [k] parecen ahora algo más que ejemplos esporádicos de la “tensión” de las soluciones mexicanas, pues aparecen —en convivencia con otras formas, ciertamente— por todo el centro del país, desde Zacatecas y San Luis Potosí hasta el norte de Oaxaca. Y dentro del centro, puede decirse que es el centro-oeste el que acumula más casos de sordas. En cuanto a las asimilaciones nasales, puede decirse también que ocupan una región muy claramente definida, pues salvo un par de casos en Tabasco y Chiapas, todos los ejemplos se concentran en los estados septentrionales del país: aparecen en Zacatecas y Durango y en todos los estados fronterizos. Puede por tanto acotarse con relativa facilidad el área de soluciones velares oclusivas sonoras, la región de velares oclusivas sordas y la sección de asimilaciones nasales. 291 Las elisiones, por otra parte, no parecen seguir un patrón claro, pues se documentan aquí y allá: hay ejemplos en Sonora, Sinaloa, Guanajuato, Morelos, Guerrero, Veracruz y Campeche; son los únicos casos que respetan *CODA. Por fin, los “otros” casos no carecen de interés. Llama la atención la vocalización con anterior cerrada no silábica [i ̯] en Ch1 (Casas Grandes, Chihuahua) y en Z2 (Sombrerete, Zacatecas); a estos habría que añadir al menos el caso de C1 (Cuyutlán, Tecomán, Colima), donde se registra [i ̯ɰ], que en la figura 3.12 se anota sólo como velar aproximante sonora, por incluir [ɰ], pero que es en realidad doblemente interesante, pues no sólo infringe *CODA, sino también *COMPLEX CODA. La solución con semivocal anterior no es la única, por otra parte, pues también se documenta con posterior cerrada redondeada no silábica [u̯], tal como sucede en J1 (Tequila, Jalisco). Por fin, es necesario referirse al único caso de aspiración encontrado en toda la serie de mapas examinados: aparece en O4 (Pinotepa Nacional, Oaxaca), en forma de faríngea fricativa sonora [ʕ]. Dos aspectos delicados en cuanto a los resultados obtenidos en los mapas previos tiene que ver con el papel del componente léxico y del entorno específico en cada palabra, pues en realidad ni lo uno ni lo otro puede examinarse ahora como sería deseable. El primero de los dos efectos puede deberse a la presencia tradicional en muchas variedades del español de formas relativamente lexificadas, como cáusula u oservar; también podrían entrar en juego la parofonía con otras formas, por ejemplo, entre mismo y rismo. En principio, este tipo de problemas se analizarán en el volumen 3 de esta obra. En cuanto al segundo efecto, es muy probable que esté teniendo cierto papel en algunos casos; por ejemplo, es muy probable que en las soluciones asimiladas de magnesia influya no sólo la nasal del ataque de la siguiente sílaba, sino también la nasal que encabeza la propia sílaba donde debería encontrarse /g/. Por otra parte, es claro también que no es mucho lo que se puede decir al respecto cuando se ha tomado como testigo del comportamiento de cada obstruyente oclusiva una sola palabra; haría falta disponer de datos más variados, ciertamente. Considerando entonces sólo las cuestiones más generales, el hecho de la muy frecuente conservación de las obstruyentes en coda en el español de México se capta 292 entonces a través de la idea de que MAX-IO, DEP-IO » *CODA/obstruyente (Hualde 1991; Colina 2009, pp. 29-30); es decir, no se esperan ni elisiones ni epéntesis de material, y no importa infringir *CODA/obstruyente, a pesar de su elevada posición en la jerarquía de sonoridad en las codas, dada la escala armónica ⟦*CODA/obstruyente ≻ *CODA/nasal ≻ *CODA/líquida ≻ *CODA/semivocal⟧. De hecho, a partir de una versión más detallada de la escala de sonoridad (cf. Martínez Gil 1996, 1997), puede proponerse la escala armónica ⟦*CODA/oclusiva ≻ *CODA/fricativa ≻ *CODA/nasal ≻ *CODA/líquida ≻ *CODA/semivocal⟧9, y entonces MAX-IO, DEP-IO » *CODA/oclusiva. Es decir, la conservación de las obstruyentes oclusivas puede representarse más o menos así: CUADRO 3.5. Jerarquía de restricciones para la conservación de obstruyentes oclusivas MAX-IO DEP-IO ☞ [p] [Ø] [pV] *CODA/oclusiva * *! *! El mejor candidato es la obstruyente oclusiva, [p] en el ejemplo, porque sólo infringe la restricción de menor nivel, *CODA/oclusiva; la elisión [Ø] infringe crucialmente MAX-IO, y la inserción de una vocal hace otro tanto con DEP-IO. En contraste, los ejemplos de elisión [Ø] que aparecen en los mapas, corresponden a un orden jerárquico tal que puede representarse como *CODA/oclusiva, *DEP-IO » MAX-IO (cf. Colina 2009, p. 29), pues respetan tanto el hecho de no introducir material en la coda como el de no solucionar el problema mediante la adición de material no presente en el input; sin embargo, no son fieles al input, pues eliminan material que estaba presente en él. Obsérvese, sin embargo, que la actividad de este orden jerárquico es escasa en los datos mexicanos, pues cada mapa de entre los examinados proporciona en realidad un número muy pequeño de casos de elisión; es más, hay alguno que incluso no muestra ni un solo 9 En sentido estricto, habría que escribir [+obstruyente], [–continuo], [+continuo], [+resonante, +nasal], [+consonante, +resonante, +aproximante], [–consonante, +resonante, +aproximante] (cf. cap. 1), pero por obvios motivos de espacio y de claridad se dejan las etiquetas del texto. 293 caso, como ocurre con el de defecto (mapa 667, figura 3.9 supra). Es decir, si se trazara a posteriori el orden de preferencia con respecto a los distintos órdenes jerárquicos (una especie de metajerarquía, por decirlo de algún modo) dentro de la fonología variable del español de México en relación con las obstruyentes oclusivas en coda interna de palabra, la jerarquía *CODA/oclusiva, *DEP-IO » MAX-IO ocuparía sin duda un lugar muy bajo. En el nivel fonológico, los rasgos [+sonoro] y [–sonoro], por un lado, y [+continuo] y [–continuo] quedan neutralizados en posición de coda medial para las obstruyentes. Sin embargo, la distribución de los datos en los mapas examinados sugiere que ambas distinciones son relevantes en su proyección geográfica, cuando menos en un nivel fonético-fonológico; es decir, aunque se trate de un hecho fonético, es relevante desde un punto de vista variable y puede representarse con las mismas herramientas que los procesos en principio categóricos, tal como se defendió en el capítulo 1. Se ha observado (cf. Colina 2009, pp. 30-31) que las restricciones involucradas en la neutralización del rasgo [±sonoro] en posición de coda medial son *RESONANTE [–sonoro], en la medida en que las resonantes sordas están fonética y tipológicamente marcadas; *CODA [+obstruyente, +sonoro], pues las obstruyentes sonoras en coda estarían marcadas; y, por fin, IDENT(sonoridad), restricción de fidelidad que afecta al mantenimiento o no del signo del rasgo [sonoro]. Dado que en este momento se está hablando sólo de las consonantes obstruyentes, basta con hacer mención en lo que sigue sólo a las dos últimas restricciones. Debe observarse que en todos los mapas analizados se presentan tanto las variantes sordas como las sonoras; es decir, existe sonorización en los segmentos sordos y ensordecimiento en los sonoros, de forma que se presentan los procesos /p/ → [b], /t/ → [d], /k/ → [g], así como /b/ → [p], /d/ → [t] y /g/ → [k]. Un argumento para no hablar simplemente de neutralización, es que el proceso no es enteramente simétrico: debe resaltarse que es mucho más común, como puede verse en los mapas previos, el proceso de sonorización de la sordas que el de ensordecimiento de las sonoras (con la acotación de que el ensordecimiento de la DORSAL es un poco más frecuente). No deja de ser un dato interesante, suponiendo, como se acaba de decir, que las obstruyentes sonoras en coda 294 suponen una ejecución más marcada. Así las cosas, los hechos pueden resumirse en el cuadro 3.6. CUADRO 3.6. Jerarquías para las soluciones sordas y sonoras (para /p/ y /b/) /p/ → [p] *CODA [+sonoro], IDENT(sonoridad) Se respetan las dos /p/ → [b] *CODA [+sonoro], IDENT(sonoridad) Se infringen las dos /b/ → [b] IDENT(sonoridad) » *CODA [+sonoro] Se respeta IDENT(sonoridad) /b/ → [p] *CODA [+sonoro] » IDENT(sonoridad) Se respeta *CODA [+sonoro] La jerarquización expuesta funciona razonablemente bien para los sonidos sonoros, pues la solución sorda y sonora quedan diferenciadas, y el hecho de la relativa escasez de formas sordas puede explicarse a través del predominio de IDENT(sonoridad), una restricción de fidelidad. El problema con las oclusivas sordas es un poco más complejo. Por un lado, puede explicarse que haya más soluciones sordas que sonoras, pues las primeras respetan las dos restricciones evaluadas, mientras que las segundas infringen las dos. Sin embargo, y es el otro aspecto, las cosas no funcionan tan bien cuando se comparan con el comportamiento de las oclusivas sonoras. Dado que /p/ → [b] infringe dos restricciones, y que /b/ → [p] sólo una, podría esperarse que se documenten más casos de ensordecimiento que de sonorización, y los hechos muestran que la solución es precisamente la inversa. Una solución podría ser introducir una restricción como AGREE(sonoro), que pide que rasgos adyacentes comparta la misma especificación para [sonoro] (Lombardi 1999; Colina 2009, p. 31). Esta solución permite dar cuenta de asimilaciones regresivas, como la que podría ocurrir en ritmo, de modo que /ˈrit.mo/ → [ˈrid̪.mo] o [ˈrið̞.mo], o en observar, cuando se produce /ob.seɾ.ˈbaɾ/ → [op.seɾ.ˈβ̞aɾ] (solución que según Hualde 1991 debería ser casi obligatoria, cuando en los datos examinados es bastante más rara que la sonorización en ritmo), y podría discutirse incluso si AGREE(sonoridad) ocupa una posición fija o si bien no se encuentra jerarquizada con respecto a *CODA [+sonoro]. El problema, ciertamente, es que cápsula y defecto tienen de todos modos un contexto sordo, y admisión y magnesia un 295 contexto sonoro, y las frecuencias, al menos en un examen superficial, no parecen estar asociadas a AGREE(sonoridad). Otra posible solución pasa por examinar los resultado con respecto al rasgo [continuo], que adicionalmente proporciona materiales interesantes, tal como se han presentado en los mapas previos; la idea general es que, según la escala de sonoridad (supra) las soluciones fricativas son menos marcadas que las oclusivas. En la reelaboración de los mapas previos, sin embargo, no he considerado la distinción entre [+continuo] y [– continuo] al etiquetar las formas sonoras en las oclusivas sordas /p/, /t/ y /k/; sí se ha tomado en cuenta si las sonoras, en cambio, eran oclusivas o aproximantes. En los casos aproximantes, la jerarquía correspondiente sería *CODA [–continuo] » *CODA [+continuo], IDENT(continuidad), de forma que resultaría más grave la infracción referida una oclusiva en la coda. Como puede observarse en los mapas, existen, sin embargo, muchas soluciones oclusivas en los seis mapas previos (de entrada, al menos todas las formas sordas en las proyecciones de /p/, /t/ y /k/ y numerosos ejemplos, sordos y sobre todo sonoros, en las cartas de /b/, /d/ y /g/, aunque ciertamente el número de oclusivas disminuye cuanto más posterior es el LUGAR). Colina (2009, p. 33) sugiere la actuación de una restricción PROMINENCE [–continuo], IDENT- que pediría una oclusiva en posiciones prominentes, como sílabas acentuadas, posición de foco, énfasis, etc.; esta restricción dominaría a *CODA [+continuo]. La idea puede funcionar bien con la forma en que se obtuvieron los datos en campo, pues los mapas son producto de la aplicación de un cuestionario en el que se pregunta por palabras aisladas. El problema es que IDENT-PROMINENCE [–continuo] puede colaborar a explicar por qué aparecen cartografiados tantos datos de oclusivas en los mapas, de modo que se esperaría que en el estilo de habla corrida no surgieran tantos casos oclusivos. Lo que no explica es la relativa zonificación que surge en algunos mapas, y que precisaría diferenciar entre *CODA [–continuo] » *CODA [+continuo], IDENT(continuidad), IDENT(continuidad) y quizá *CODA [–continuo] » *CODA [+continuo], es decir, concediendo un papel más importante a la fidelidad en algunas de las áreas encuestadas. Otra cuestión interesante surge al discutir si el LUGAR tiene un papel activo en las distribuciones geolingüísticas expuestas. Ya se ha dicho que llama la atención en los datos 296 el elevado índice de conservación del material segmental en la coda silábica. Este hecho no sólo se manifiesta en una elevada jerarquía de MAX-IO (pues hay relativamente pocas elisiones) y en una baja posición de *CODA, ante el hecho de que ésta suele manifestarse. Puede decirse asimismo que las obstruyentes en coda sí tienen HAVE PLACE IDENT OBSTR LUGAR (es decir, cumplen 10 ), que éste tiende a ser el que se espera léxicamente, por lo que respetan (LUGAR), y no parece importar demasiado, por lo pronto, el lugar específico de que se trate, por lo que, en líneas generales, *LABIAL, *CORONAL y *DORSAL parecen encontrarse en el mismo nivel jerárquico. Cabe hacer, sin embargo, dos o tres matizaciones. La primera tiene que ver con el hecho de que, entre las obstruyentes sonoras, la proporción de aproximantes parece aumentar cuanto más posterior es el aproximantes, DORSAL LUGAR. Es decir, para la > CORONAL > LABIAL; habría que plantearse si se trata de un efecto fonético o de un efecto geolingüístico. Por otro lado, en los diferentes mapas aparecen soluciones que infringen IDENT OBSTR (LUGAR): por ejemplo, con cápsula aparece algún caso de [l] y de [k], con defecto hay casos de [θ], y [p], entre otros, etc. En general, son demasiados pocos casos como para establecer generalizaciones, aunque habría que preguntarse por algunos casos más recurrentes; por ejemplo, la aparición de casos de [z] con ritmo, que por cierto no infringe la restricción examinada, pues ambas son CORONALES, pero que quizá habría que relacionar con los varios casos de [θ]. En todo caso, difícilmente se puede hablar de una neutralización sistemática del dejase IDENT OBSTR LUGAR en las hablas mexicanas, que (LUGAR) en un lugar bajo de la jerarquía, como sugiere Colina (2009, p. 35), al señalar que en el dialecto mexicano se produce una neutralización en forma de CORONAL (por cierto que el ejemplo que anota, /pepsi/ como [petsi], es por lo menos igual de común que [peksi]); al menos los datos expuestos en los mapas previos apuntan a que la infracción a IDENT OBSTR (LUGAR) es más la excepción que la regla. Por fin, habría que referirse a las vocalizaciones, que infringirían simplemente formulable ahora como expresables por ejemplo como IDENT(estrechamiento) (ibid., p. 34), quizá IDENT [+consonante]; y a las asimilaciones plenas, AGREE(X), es decir, una restricción que pide que dos 10 En sentido estricto, y siguiendo la clasificación de rasgos presentada en el cap. 1, incluso el único caso de aspiración presente en los datos no se ha transcrito como laríngeo (que sí infringiría HAVE PLACE), sino como FARÍNGEO, y en consecuencia está dotado de ese LUGAR articulatorio. 297 segmentos adyacentes sean iguales, o simplemente en relación con PCO, el principio de contorno obligatorio, o con *GEM, una restricción de marcación que prohíbe las geminadas (ibid., p. 151). La cuestión del grupo /tl/ La descripción de /tl/ requiere de algunas consideraciones relativas a sus características segmentales y prosódicas y a su distribución léxica. No todos los aspectos se han explorado en todo el detalle posible. Desde el punto de vista segmental, se ha discutido si en algunas variedades del español se trata de un solo segmento o si se trata de un grupo (como parece ser el caso); prosódicamente, es bien sabido que no todas las variedades lingüísticas del español parten silábicamente la secuencia de la misma manera, pues caben dos posibilidades cuando ocupa una posición intervocálica: [Vt.lV] y [V.tlV]. Por fin, desde el punto de vista léxico, la secuencia tiene un bajo rendimiento en buena parte de las variedades del español (atlas, atleta, Atlántico, etc.), mientras que su productividad es bastante amplia en el español hablado en México y en América Central, debido a la presencia histórica de préstamos del náhuatl y a una nómina realmente abundante de topónimos. Además, el rendimiento léxico está asociado al rendimiento contextual, pues la secuencia aparece no sólo en posición interior intervocálica (huitlacoche), sino en inicio de palabra (tlacuache), en final (Popocatépetl) y en interior postconsonántico (ixtle). En términos descriptivos generales, puede decirse que en los casos más comunes — en posición interior intervocálica y en posición inicial— existe un conflicto entre las restricciones *CODA, que pide una coda libre de material segmental, y *COMPLEX ONSET, que sanciona los ataques silábicos complejos. De esa manera, cuando el candidato [at.las] triunfa es porque *COMPLEX ONSET ocupa una posición superior en la jerarquía, de modo que *COMPLEX ONSET » *CODA, es decir, resultaría más grave tener un ataque complejo que ocupar la coda, como de hecho ocurre a través de la [t]. Por el contrario, cuando la solución preferida es del tipo de [a.tlas], *CODA » *COMPLEX ONSET, de modo que se considera un problema menor tener un ataque complejo al hecho de provocar la aparición de una coda. En otros términos: 298 CUADRO 3.7. Jerarquía de restricciones para [a.tlas] *CODA *COMPLEX ONSET a. ☞ [a.tlas] b. [at.las] * *! Se ha observado que la mayor parte de la Península Ibérica, incluidas ciudades como Madrid, Sevilla y Barcelona, emplean la primera de las dos soluciones prosódicas, es decir, la que otorga un tratamiento heterosilábico al grupo. Por contraste, parte del norte peninsular —por ejemplo, en Bilbao y en Galicia—, las islas Canarias y, hasta donde se sabe, el español americano, tratan la secuencia de forma homosilábica, como culquier otro grupo formado por oclusiva más líquida (Quilis 1993, p. 369; Hualde y Carrasco 2009, p. 178). También en español ecuatoguineano la secuencia /tl/ de atlas se silabifica de manera tautosilábica: [ˈa.tlas] (Quilis 1996, p. 383). Es decir, podría señalarse que en realidad la mayor parte del dominio de la lengua española concede un carácter homosilábico al grupo /tl/. Dada la amplia difusión léxica del grupo, se ha observado en diferentes ocasiones que precisamente uno de los rasgos más característicos del español mexicanocentroamericano es la articulación del grupo tl dentro de la misma sílaba, es decir, tal como se viene exponiendo, en forma de ataque compuesto, CC, no como coda la t y ataque la l, situadas por tanto en diferentes sílabas, C.C. De este modo, la palabra atlas queda resuelta como [ˈa.tlas], en vez de como [ˈat.las], o atlántico, silabeado como [a.ˈtlan̪.ti.ko]. Más que en refuerzo consonántico, es necesario pensar en la influencia del sonido tl en náhuatl, que además, históricamente, se ha adaptado como /kl/ en ataque o como /te/ en final de palabra, en formas como chicle o como elote (Moreno Fernández 2009, pp. 255, 257). Como observa Lope Blanch, la particular manera de articular la secuencia /tl/ en el español mexicano tiene su origen en última instancia en la presencia de un fonema lateral africado sordo en el náhuatl, aunque la tautosilabicidad se aplica no sólo a las voces de procedencia indígena, sino también a las que tienen origen románico: hui.tla.co.che, cen.zon.tle, ix.tle, 299 O.co.tlán, a.tle.ta, at.las (1996, p. 85). Ya se ha anotado que /tl/ puede aparecer tanto a inicio e interior de palabra como a final: tla.pa.le.rí.a, Te.pe.tla.pa, Po.po.ca.té.petl. Hualde y Carrasco (2009) se preguntan por la posibilidad de analizar /tl/ como un solo segmento, que consistiría en una oclusiva lateralizada, que podría haberse debido a la influencia del náhuatl. Dos experimentos confirman que no es así, sino que también en español mexicano se trata de un verdadero grupo, y que éste consiste en un grupo de ataque consonántico. La lectura de una serie de enunciados que contenían palabras con diferentes ataques iniciales: /pl, tl, kl, p, t, k, l/ por parte de tres hablantes nativos de español mexicano, en forma de oraciones del tipo Los tlaxcaltecas ayudaron a Hernán Cortés, mostró que /tl/ tiene duración semejante a la de /pl/ y /kl/, pero bastante mayor a la de los ataques consonánticos simples. Por otra parte, la comparación de la lectura efectuada por tres hablantes mexicanos y madrileños de otra serie de enunciados, ahora del tipo de Digo atlas para ti y Digo repleta para ti, mostró que la duración de los grupos /pl, tl, kl/ es muy semejante entre los mexicanos, mientras que entre los madrileños /pl, kl/ resultaron semejantes entre sí, mientras que /tl/ fue notoriamente más breve. La razón por la cual /tl/ fuera más breve entre los madrileños, a pesar de tratarse de un grupo heterosilábico, tiene que ver con el hecho de que la /t/ no se realiza como oclusiva sorda, sino que experimenta debilitamiento y puede realizarse como fricativa (sorda, es decir, como una [θ]) o como aproximante (sonora, es decir, [ð̞]) (González 2002; Hualde y Carrasco 2009, p. 186). Estas observaciones concuerdan con la visión sostenida tradicionalmente acerca de 1) el carácter de grupo y no de segmento de /tl/ y 2) la existencia de diferencias en el silabeo fonológico entre diferentes variedades del español. Además de los argumentos históricos (diferentes adaptaciones del segmento del náhuatl; profundidad temporal de los préstamos), es posible establecer algunos comentarios adicionales. En ese sentido, el topónimo Atlautla, expuesto en la figura 10, es particularmente interesante, no sólo por incluir dos casos seguidos de /tl/, sino porque el segundo sigue a un diptongo, es decir a un núcleo silábico complejo; una solución heterosilábica produciría el inusitado *[at.ˈlau̯t.la]. 300 0.2772 0 -0.3624 0 0.9388 Time (s) 5000 0 0 0.9388 Time (s) A tlau 0 tla 0.9388 Time (s) FIGURA 3.13. Oscilograma, espectrograma, curva de intensidad y segmentación silábica de Atlautla en una hablante mexicana Otro aspecto interesante es que puede haber cierta variación fonética en la resolución específica del grupo /tl/. Además de la solución bisegmental, el Atlas Lingüístico de México incluye como posibilidades una dento-alveolar lateral africada sorda [t͡l], así como una dento-alveolar levemente lateral africada sorda [t͡l]. La figura 11, por otra parte, muestra en la palabra tlacoyo una oclusión sumamente debilitada, quizá representable como [tl], que resulta ser perceptualmente no muy lejana a una lateral oclusiva. Aunque el ejemplo se ha obtenido de una hablante urbana instruida, y tiene probablemente un carácter esporádico, una hipótesis que quisiera rastrear sólidamente el efecto del contacto lingüístico tendría que explorar comunidades bilingües actuales, investigación que podría arrojar —en 301 este y otros muchos casos— una luz más nítida sobre numerosos procesos históricos de variación y cambio. 0.2059 0 -0.4052 0 0.9665 Time (s) 5000 0 0 0.9665 Time (s) tla co 0 yo 0.9665 Time (s) FIGURA 3.14. Oscilograma, espectrograma, curva de intensidad y segmentación silábica de tlacoyo en una hablante mexicana La figura 12, a su vez, considera un caso de pronunciación mexicana de una voz de origen no indígena, atleta. Además de las pruebas relativas a la duración del grupo, uno de los argumentos más sólidos para postular el carácter homosilábico es la ausencia de debilitamiento de la /t/, a diferencia de lo que ocurre en otras variedades —lo cual, me parece, es un ejemplo de lo mucho que puede aportar la argumentación basada en hechos variables a los procesos fónicos—. Por otra parte, estos planteamientos no agotan el problema, pues habría que explorar varios otros aspectos, atingentes a las propiedades 302 acústicas prosódicas de las sílabas, el posible surgimiento de material vocálico entre los miembros del grupo, posibles procesos morfonológicos (por ejemplo, pluralización de tl final), el efecto de la distribución acentual y en consecuencia el carácter átono o tónico de la sílaba (por ejemplo, atleta frente a atletismo), etc. 0.2134 0 -0.3253 0 0.8183 Time (s) 5000 0 0 0.8183 Time (s) a tle 0 ta 0.8183 Time (s) FIGURA 3.15. Oscilograma, espectrograma, curva de intensidad y segmentación silábica de atleta en una hablante mexicana Por fin, otros aspectos que convendría examinar en más detalle son todos los casos en que no es posible una interpretación no homosilábica del grupo. Es decir, de entrada, todas las secuencias no situadas en posición interior intervocálica, sean iniciales, postconsonánticas o finales. Si son iniciales postvocálicas, parecerían completamente inusitadas soluciones del tipo *[lat.la.pa.le.ˈɾi.a] para la tlapalería; estas soluciones no 303 sólo no se producen en datos mexicanos, sino tampoco por ejemplo entre hablantes madrileños en situación de contacto dialectal: siempre se silabifica [la.tla.pa.le.ˈɾi.a], de modo que la heterosilabicidad tendría en todo caso un carácter léxico, pero no postléxico. En posición postconsonántica, tipo ixtle, contexto mucho menos frecuente ciertamente, tampoco parecen posibles soluciones del tipo *[ˈist.le] o *[ˈiʃt.le], que parecería acarrear una coda mucho más costosa que el precio que podría suponer un ataque complejo; es decir, parece bastante poco verosímil la infracción de *COMPLEX CODA, cuando menos en posición intermedia de palabra. Incluso en posición final, donde se presentan por fidelidad (FAITH) algunos casos de /tl/, parecen estar de todos modos sometidos en algún nivel a la misma restricción de *COMPLEX CODA. Los no muy comunes /tl/ finales, presentes quizá sobre todo en topónimos, del tipo Popocatépetl, suponen otro tipo de problemas. Parece bastante evidente el carácter marcado de la presencia del grupo en esta posición, incluso en español mexicano, lo que provoca diferentes soluciones. En habla espontánea, la realización más común suele implicar el debilitamiento del grupo, tal como ocurre en la figura 13; no es extraña la aparición de realizaciones que relajan o suprimen completamente la oclusiva, tipo [po.po.ka.ˈte.petl] o [po.po.ka.ˈte.pel], de modo que se corrija la infracción a la restricción de complejidad en coda. Por fin, en habla cuidada e incluso ultracorrecta, no es imposible la inserción de una vocal de apoyo entre la oclusiva y la lateral, quizá en soluciones del tipo de [po.po.ka.ˈte.pe.təl], de modo que ahora la infracción de DEP-IO corrija el problema con *COMPLEX CODA. De hecho, precisamente el ejemplo de la figura 13, con dos momentos de intensidad sobre –petl, podría probablemente transcribirse como [pe.təl]. 304 0.1702 0 -0.1957 0 1.317 Time (s) 5000 0 0 1.317 Time (s) Po po ca té petl 0 1.317 Time (s) FIGURA 3.16. Oscilograma, espectrograma, curva de intensidad y segmentación silábica de Popocatépetl en una hablante mexicana Debe observarse que la distribución léxica de las posiciones y de los contextos desempeña un papel interesante que habría que considerar con sumo cuidado, en busca, finalmente, de los efectos de la frecuencia sobre la distribución de la variación fónica. Es posible, por otra parte, que el examen detallado de los datos geolingüísticos depare algunas sorpresas. La figura 3.17 expone el mapa de atleta en los datos del EEeM. 305 FIGURA 3.17. Mapa de atleta (EEeM, 664) En el mapa reelaborado, como puede verse, se ha marcado exclusivamente el dato crucial en este momento, es decir, la ubicación de /t/ bien en la coda de la primera sílaba, bien en el ataque de la segunda. Si el conjunto de los registros se ha transcrito correctamente, lo que más llama la atención, desde luego, es la convivencia de ambas soluciones por todo el territorio; es más, son bastantes las localidades en que se documentan ambas soluciones. Aunque en el saldo general las /t/ presentes en los ataques son algo más comunes, y a fin de cuentas el rasgo más caracterizador, tampoco puede decirse en absoluto que la presencia de la oclusiva en coda silábica sea una solución extraña o esporádica, ni parece poder marcarse de manera confiable alguna zona dialectal que afirme cierto carácter en el sentido de las soluciones adoptadas. Así los hechos, al menos una de las líneas de investigación futuras debe considerar que se trata de un hecho variable 306 sometido a condiciones sociolingüísticas y estilísticas, donde la ejecución final puede depender del peso concedido a las restricciones en pugna, unas afirmando la fidelidad y otras estableciendo el peso de la marcación. MODO Y LUGAR EN LA HISTORIA DE UNA AFRICADA Esta sección pretende también redundar en una tradición por desgracia casi interrumpida en la lingüística hispánica mexicana, el análisis geolingüístico. Fecunda en otro momento, la investigación dialectológica es ahora y por momentos exótica y a veces mal comprendida en nuestro entorno científico, como si hubiera dejado de ser reveladora de los recorridos históricos, como si no tuviera nada que decir sobre el cambio y la variación lingüística, o como si no hubiera progresado y no siguiera enormemente viva en muchos otros entornos académicos. Quizá no sobre insistir en que urgen en México varias tareas, entre las que se encuentran las siguientes: a) proseguir con el examen detallado de los materiales ya disponibles (en especial, el Atlas Lingüístico de México); b) respaldar adecuadamente los registros pretéritos (entiéndase: digitalización de materiales, especialmente de los archivos sonoros); c) acopio de nuevos datos, tanto por actuales como por más detallados que los consultables hoy día; d) servirse de nuevos métodos (en el registro, en la construcción de bases de datos y de mapas, en la cuantificación, en las perspectivas lingüísticas). Nada más erróneo que suponer que la dialectología del español de México ya no es oportuna: no sólo no hemos resuelto el meollo tradicional (¿cuáles son las zonas dialectales del país?), sino que la realidad geourbana sigue modificándose de manera desbordante, al tiempo que no sabemos prácticamente nada de amplias zonas de la República. Los procesos con la africada /t͡ʃ/ hacen referencia una vez más a un problema tradicional en dialectología, presente ya desde los primeros trabajos efectuados en campo, y muy vivo en términos de la realidad geolingüística mexicana: el problema de la regularidad o excepcionalidad de las manifestaciones lingüísticas (fónicas ahora) en el espacio geográfico. Porque si existe regularidad es apropiado hablar de zonas dialectales 307 específicas, y si la excepcionalidad es la dominante, mal se podrán establecer éstas. Habría que hablar de espacios geográficos difusos, en vez de densos, poco asociados a los condicionamientos históricos. Como han señalado varios de los mejores dialectólogos que han trabajado con el español de México, las divisiones existen, pero no son categóricas, sino asociadas a tendencias que simplemente inclinan el llamado tradicionalmente polimorfismo en una u otra dirección. La hipótesis aquí defendida acepta este modo de ver las cosas, pero radicaliza algunas de las ideas. Bajo la perspectiva aquí desarrollada, el polimorfismo es un concepto ateórico; es necesario trabajar con variables lingüísticas propiamente dichas, insertables en enunciados fónicos explícitos, y la apuesta (o hipótesis) es que trabajando con un método cuantitativamente adecuado las zonas lingüísticas emergerán con nitidez: se apuesta, por tanto, por la regularidad (probabilística) de la variación fónica como mecanismo básico de organización de los hechos históricos y sincrónicos. En ese sentido, se repasa en primer término los principales antecedentes para el estudio de la variación de /t͡ʃ/; se expone la metodología empleada, que es muy semejante a la que ya había aplicado en un trabajo previo sobre la estructura de /ʝ/ en la geografía fónica de México (investigación retomada y reformulada en el cap. de este libro); se exponen los principales resultados y se señalan varias de las generalizaciones pertinentes para el caso. Por último, se ensaya una representación fonético-fonológica de los principales aspectos asociados a la variación considerada en este momento. Antecedentes La africación propia de [t͡ʃ] procede de la gran superficie de contacto en el momento oclusivo, la cual promueve una mayor duración de la soltura o relajación fricativa; el contacto y la relajación son más amplios en la zona alveolopalatal que en las regiones palatal, dentoalveolar, velar y bilabial —en ese orden— (Martínez Celdrán y Fernández Planas 2007, pp. 47-53). Herrera Zendejas (2006, p. 564) estudia casos con formas africadas plenas [t͡ʃ] y relajadas [t͡ʃ], y ofrece un promedio de 76.05 ms para el cierre y 40.45 ms para la fricción de las plenas (duración total de 116 ms), y de 29.75 ms y 74 ms 308 para el cierre y la fricción de las relajadas (duración total de 103 ms)11. La proporción entre los momentos oclusivo y fricativo, y el punto de constricción en que se articula, son quizá los dos parámetros de variación fundamentales, dando pie a diferentes distribuciones geográficas y sociales en diferentes variedades del español12. López Chávez (1986, p. 328), a partir del análisis del gran número de cintas grabadas para el Atlas Lingüístico de México, estimaba la presencia de un 65.20% de articulación central ([ĉ]), 21.60% de formas continuas (['š]) y 13.20% de formas adelantadas ([ŝ’]). Estas cifras no están demasiado alejadas de las encontradas en este trabajo, pues se ha documentado un 23.10% de formas con oclusión debilitada o nula, y un 18.27% de adelantadas13. Lope Blanch (1993, pp. 131-132) ejemplificaba con /t͡ʃ/ el problema del polimorfismo y la variación entre zonas basada en la diferencia de proporciones14. Mencionaba la existencia de nueve realizaciones principales, además de alguna más ocasional, pero atendiendo a los rasgos más distintivos y a la importancia de los alófonos, establecía cinco alófonos fundamentales, agrupados en tres modalidades: en primer lugar, la prepalatal africada normal, [š]̂ ; en segundo término, dos formas africadas adelantadas, [š⊣̂ ] (algo adelantada) y [ŝ’] (muy adelantada, alveoloprepalatal); y, en un tercer grupo, las formas con oclusión debilitada, fuera la prepalatal constrictiva o de oclusión poco tensa y breve ['š], o la fricativa [š]. Obsérvese cómo, a fin de cuentas, son los ejes de 11 LUGAR de Emplea datos de dos hablantes de la ciudad de México para las formas plenas, y para la forma debilitada ejemplos procedentes de dos hombres sonorenses y de una mujer panameña. De hecho, se establece que “los resultados anteriores sugieren que [el relajamiento] se trata de un gesto de transición que permite el paso de una articulación a otra, impidiendo que una nasal o una líquida se encuentren en contigüidad con una fricativa” (2006, p. 564). Los datos del Atlas no apoyan plenamente este planteamiento: es verdad (infra) que los contextos postnasal y postlateral no apoyan las formas fricativas (p= 0.278 y p= 0.471), pero sí se documentan algunos casos (4 y 4, de hecho); en cuanto a la oclusión breve (infra), no está asociada al contexto postlateral (p= 0.394), aunque aparece en 13 ejemplos, pero sí al postnasal (p= 0.619, 52 ejemplos de entre los 289 transcritos con oclusión breve). En el conjunto de los datos debilitados, es decir, tanto con oclusión breve como fricativos (infra), el contexto no emerge como variable significativa en el modelo probabilístico. 12 El aspecto más estudiado es sin duda la articulación fricativa. Brown comenta, por ejemplo, que en su muestra de jóvenes sonorenses, cuando el contexto previo no es nasal, que “dos terceras partes de los jóvenes estudiados la pronuncian generalmente como consonante palatal fricativa [...y...] la articulación fricativa se encuentra en el habla de 81.25% de los informantes” (1989, p. 72); las cifras varían con el contexto prenasal. Serrano (2000) considera el caso de la /t͡ʃ/ sonorense en una situación de contacto dialectal. Para un resumen de los comentarios incluidos en trabajos de corte dialectológico, véase Moreno de Alba (1994, pp. 118-124). 13 Hay que tener en cuenta, sin embargo, que aquí se ha considerado la variación por modo y por LUGAR articulatorio de forma independiente, pues, por ejemplo, una forma adelantada por punto puede tener también una oclusión breve. Las cantidades, sin embargo, son lo bastante generales como para ser comparables. 14 Véase también Lope Blanch (1989), donde se distinguen 9 zonas para /t͡ʃ/ (p. 147 y mapa 3 de la p. 156). 309 articulación (grupo dos) y de modo (grupo tres) los que establecen los principales ejes de variación (parámetros que se retoman en este trabajo). La distribución de los alófonos permite a Lope Blanch, a partir de los llamados mapas sintéticos del Atlas, trazar el mapa de la figura 3.18. FIGURA 3.18. Distribución de las variantes de /t͡ʃ/. Fuente: Lope Blanch (1993, p. 135) La distribución de los alófonos en la figura 3.18 conduce a la distinción de diez zonas diferentes: 1) la península yucateca, con predominio de [š]̂ , pero con tendencia a [š⊣̂ ] y en menor medida [ŝ’]; 2) sur de Campeche, Tabasco y Chiapas, polimórfico, con mayoría de [š]̂ , pero en alternancia con [š⊣̂ ], [ŝ’] y ['š]; 3) sur o costa de Chiapas, casi sin ['š] y [š]; 4) sureste de Oaxaca, donde las formas adelantadas ceden el lugar a las débiles ['š]; 5) centro y sur de Oaxaca, sin formas fricativas o débiles, y sí formas tensas y adelantadas; 6) la franja costera del Golfo de México, donde [š]̂ alterna con ['š], además de algunos alófonos 310 adelantados; 7) costa de Guerrero, con predominio africado, sea [š]̂ o [š⊣̂ ]; 8) el altiplano central, donde la realización normal es [š]̂ con tendencia a [š⊣̂ ]; 9) la costa del Pacífico (Colima, Sonora, Baja California), así como Durango, Chihuahua y parte de Zacatecas, donde las fricatizadas (['š]) y las fricativas [š] son muy comunes; 10) la zona septentrional, ̂ con gran polimorfismo, en el que están presentes los cinco alófonos, aunque predomina [š]. Esta zonificación adolece de dos problemas relacionados: la vaguedad de la cuantificación y la no discriminación de factores. En el propio trabajo del profesor Lope se apunta (n. 26) que la diferencia entre 5) y 7) es sólo proporcional, pues en 5) abundan más las formas adelantadas, en especial [ŝ’]. En realidad, el problema es algo más agudo, pues la caracterización de 7), además de estar próxima a 5), coincide con la de 8), y está muy cercana a 1); 2) está muy cerca de 10); 3) se ha caracterizado negativamente; y 4) aparece descrito muy vagamente y podría coincidir con 6). Las páginas que Moreno de Alba dedica en su libro de 1994 a la variación de /t͡ʃ/ quedan dentro del apartado en que analiza la relajación consonántica, de forma que se centra en los procesos relativos al modo, distinguiendo dos grados de relajamiento, [⁽š⁾̂ ], con predominio del elemento fricativo sobre el oclusivo, y [š], totalmente fricativo. La figura 3.19 reproduce el mapa dedicado a las “zonas de relajamiento frecuente” (las zonas en las que, según los datos de los mapas sintéticos del Atlas se documentaron frecuencias superiores a 50% de estos alófonos relajados): El fenómeno es frecuente en amplias regiones del noroeste de México: norte del estado de Nayarit, noroeste del de Durango, casi todo Chihuahua, una amplia zona del centro de Sonora, y la totalidad de la península de Baja California, que comprende los estados de Baja California y Baja California Sur. También puede considerarse como frecuente este tipo de relajamiento de /ch/ en una no muy amplia región occidental del centro de México (partes de los estados de Michoacán, Colima y Jalisco) (1994, p. 119). 311 FIGURA 3.19. Distribución del debilitamiento de /t͡ʃ/. Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 122, mapa 37) El mapa reproducido en la figura 3.20 ofrece, además de los puntos con más de 50% de relajamiento, aquellos donde suma más del 30%; no es menos interesante que el anterior: ofrece argumentos adicionales a la partición norte-sur que emergerá de los datos analizados en este trabajo. 312 FIGURA 3.20. Distribución del debilitamiento de /t͡ʃ/. Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 121, mapa 36) Como puede apreciarse, aunque existe una indudable concentración de los puntos con mayor frecuencia en el noroeste del país, el llamado relajamiento está presente también en el noreste (además de en algunos otros puntos aislados)15. Alguno de los mapas de El español en México (Alvar 2010) puede proporcionar información adicional sobre la distribución de las variantes fricativas y africadas de /t͡ʃ/, tal como se muestra en la figura 3.21, dedicada a la leche (mapa 561). 15 No debe olvidarse que lo que un Atlas ofrece es una visión de conjunto, y que se vuelve representativo cuando se consideran territorios amplios, y no tanto puntos específicos. 313 FIGURA 3.21. Mapa de la leche (EEeM, 561) En líneas generales, el mapa del nuevo trabajo confirma las distribuciones expuestas a partir del Atlas Lingüístico de México. Debe tenerse en cuenta, con todo, que los mapas previos resumían material sintético del ALM, obtenido a partir de encuestas grabadas, mientras que el ahora presentado a partir de EEeM procede de la respuesta obtenida a una pregunta aislada, lo cual sugiere la posibilidad de algunas diferencias estilísticas, presumiblemente en la dirección de una mayor formalidad en la carta de la leche, lo cual podría provocar, en principio, una disminución de las documentaciones fricativas. Fuera de ello, es claro que las variantes fricativas aparecen ante todo en el noroeste del país, aunque no faltan algunos casos en el noreste e incluso en el centro norte de México. Metodología 314 Esta sección se basa en los llamados mapas analíticos del Atlas Lingüístico de México, material al parecer poco trabajado hasta el momento (y que guarda analogías estilísticas con el mapa que se acaba de presentar del EEeM). El Atlas ofrece en estos mapas un total teórico de más de 15 000 datos16, y la pretensión ha sido examinar más o menos el 10% de esos materiales17. En ese sentido, y en busca de asegurar la representatividad de los datos, se han considerado 16 mapas (listados en el cuadro 3.8), de forma que en 11 de ellos /t͡ʃ/ aparece en posición intermedia de palabra, y en 5 en inicio absoluto; cuando es intermedia, en 8 mapas se documenta en contexto postvocálico, y en 3 en contexto postconsonántico. Existe también suficiente variedad en cuanto al tipo de segmento previo, el tipo de segmento subsiguiente, y la tonicidad de la sílaba18, de forma que es posible proyectar la distribución de /t͡ʃ/ a través de todas estas variables. CUADRO 3.8. Lista de mapas examinados y algunas de las condiciones lingüísticas de las palabras consideradas Posición Media 16 Contexto Intervocálico Palabras Número de Segmento Tonicidad mapa previo19 de su sílaba macho 49 a __ Postónica huarache 50 leche 91 pecho 302 noche 90 ocho 303 mucho 157 e __ o __ u __ Postónica De hecho, debería haber 15 626, resultado de multiplicar 601 cuestionarios por 26 contextos, procedentes estos de 24 mapas (en dos casos, muchachos, mapa 163, y chinche, mapa 301, se dispone de dos datos por informante); el total real debe de ser algo inferior, considerando las respuestas fallidas. 17 Como ha sido el caso, pues finalmente se ha trabajado con 1576 datos. 18 Por otra parte, la catalogación de la distribución lingüística de cada respuesta concreta se ha hecho según la realidad mencionada en cada punto, no sobre la palabra general del mapa. Por ejemplo, la respuesta ranchito en vez de rancho en el punto 120 del mapa 156 cuenta como sílaba tónica, no como postónica. 19 En cuanto al segmento posterior, muchachos, mancha y chapulín presentan [ __ a]; huarache, leche y noche [ __ e]; chimenea, chiste, chico y chinche [ __ i]; y macho, pecho, ocho, mucho, rancho y colchón [ __ o]. 315 muchachos 163 Post- rancho 156 consonántico mancha 429 colchón Inicio absoluto Inicial Tónica n __ Postónica 381 l __ Tónica chapulín 128 # Pretónica chimenea 275 chiste 131 chico 300 chinche 301 Tónica Por otro lado, no se ha trabajado con el conjunto de los datos disponibles en cada mapa, sino que se ha llevado a cabo un submuestreo dentro de cada uno, por el procedimiento de tomar uno de cada seis puntos de encuesta, empezando por el 6, luego el 12, el 18 y así sucesivamente, a lo largo del eje sureste-noroeste trazado por la propia numeración del Atlas, incluyendo a continuación en la base de datos todos los materiales documentados en cada uno de los 32 puntos así escogidos (correspondientes a 25 estados). Los puntos así seleccionados han sido, entonces: Ticul (Yucatán), Frontera (Tabasco), San Cristóbal de las Casas (Chiapas), Tapanatepec (Oaxaca), Sola de Vega20 (Oaxaca), Tuxtepec (Oaxaca), Otatitlán (Veracruz), Perote (Veracruz), Metlaltoyuca (Puebla), Acatlán (Puebla), Amecameca (México), Cuernavaca (Morelos), Cruz Grande (Guerrero), Tiquicheo (Michoacán), Guarachita (Michoacán), Colima (Colima), Ocotlán (Jalisco), Lagos de Moreno (Jalisco), Guanajuato (Guanajuato), Querétaro (Querétaro), Huasca (Hidalgo), Charcas (San Luis Potosí), Tula (Tamaulipas), Monterrey (Nuevo León), Zacatecas (Zacatecas), Tuxpan (Nayarit), Mapimí (Durango), Múzquiz (Coahuila), Ciudad Guerrero (Chihuahua), Álamos (Sonora), Baviácora (Sonora) y Guadalupe Victoria (Baja California Norte). 20 En apariencia, Sola de Vega aparece en algunos casos como número 29: véase mapas 128, 131, 156, 157, 163 y 275. 316 De esta forma, se dispone de un total de 1576 datos21. Se han realizado dos análisis generales diferentes, uno teniendo como variable dependiente el modo de articulación, y otro considerando el LUGAR de constricción consonántico. Según el modo, se ha distinguido el tipo de oclusión, lo que da pie a cuatro variantes22: con oclusión alargada, tipo [t͡ːʃ]; oclusión media, como en [t͡ʃ]; oclusión breve, [t͡ʃ]; y ausencia de oclusión, es decir, realizaciones fricativas, como en [ʃ]. En lo que toca al punto, se trabaja con una variante postalveolar [t͡ʃ]; postalveolar retraída [tʃ̠͡ ]; postalveolar adelantada [tʃ̟͡ ]; y, por fin, con una variante todavía más adelantada, como la alveolopalatal [t͡ɕ]23. Las variables dependientes son las siguientes. En primer término, como variable extralingüística, las zonas dialectales, establecidas así a los efectos de este trabajo: centroeste (Oaxaca, Puebla, Veracruz); sureste (Chiapas, Tabasco, Yucatán); centro-oeste (Colima, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, México, Michoacán, Morelos, Querétaro); noroeste (Baja California Norte, Chihuahua, Durango, Nayarit, Sonora, Zacatecas); noreste (Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas). En segundo lugar, como variables lingüísticas, se ha tenido en cuenta la posición en la palabra (inicial o media)24; el contexto previo (inicio absoluto, vocal, nasal y lateral); el tipo de vocal previa, cuando la hay; el tipo de vocal subsiguiente a /t͡ʃ/; la tonicidad de la sílaba (según ch se encuentre en sílaba tónica, en sílaba pretónica o en sílaba postónica). Variación de /t͡ʃ/ No todas la variantes documentadas en el Atlas han surgido en la submuestra considerada, aunque es de suponer que sí lo han hecho las principales; han aparecido ahora 13 alófonos diferentes. El más común es la forma descrita en la carta geográfica como prepalatal 21 Hay que tener en cuenta, como se ha dicho, que en ocasiones falta alguna de las respuestas en ciertos puntos. 22 Se representa el grupo de variantes escribiendo entre corchetes el signo del alófono más común; desde luego, en la cuantificación se tienen en cuenta todos los datos del grupo, y no sólo de ese alófono. 23 De hecho, se ha anotado también un caso de solución dentoalveolar (infra), que funciona también como una variante más, pero se trata de un material en principio marginal. 24 Esta variable, sin embargo, se ha descartado en parte de los análisis, porque se traslapa con la variable referida al contexto, dado que esta segunda incluye el contexto tras cero fónico, que en términos prácticos va siendo lo mismo que inicio absoluto, y coincide con los casos de posición inicial. 317 ̂ que aquí, intentado acercarse a los signos y terminología del Alfabeto africada sorda [š], Fonético Internacional, se presenta como postalveolar africada sorda [t͡ʃ] (aparece en 934 casos, 59.3%). Otras tres formas postalveolares son el alófono con oclusión tensa y larga, ̂ presentado ahora como postalveolar africada sorda con oclusión larga, [t͡ːʃ] (sólo 2 [š·], casos, 0.1%); la variante con oclusión débil y poca tensión, [⁽š⁾̂ ] (o postalveolar africada sorda con oclusión breve [t͡ʃ], en 270 ejemplos, 17.1%); y la prepalatal fricativa sorda [š] (o postalveolar fricativa sorda [ʃ], en 73 ocasiones, el 4.6%). Se menciona un alófono con ̂ (aquí como postalveolar articulación posterior, descrito como atrasado, muy mojado, [š˫] retraído africado sordo, [tʃ̠͡ ]); no es muy abundante, aparece sólo en 9 ejemplos (0.6%). La nómina de formas adelantas es, por otra parte, muy variada. Han aparecido tres variantes postalveolares adelantadas, cuatro alveolopalatales, y una forma dentoalveolar. Las tres primeras son la ligeramente adelantada [š⊣̂ ] (o postalveolar adelantada africada sorda [tʃ̟͡ ], 216 casos, 13.7%); una forma equivalente pero con oclusión larga [š·̂ ⊣] (postalveolar adelantada africada sorda con oclusión larga [tː̟͡ ʃ] (2 veces, 0.1%); y otra más dotada de oclusión débil, poca tensión, ligeramente adelantada [⁽š⁾̂ ⊣] (postalveolar adelantada africada sorda con oclusión breve [t͡ʃ]̟ , 18 datos, 1.1%). Las cuatro alveolopalatales son la descrita como alveolopalatal [ŝ’] (alveolopalatal africada sorda [t͡ɕ]25, 48 registros, el 3.0%); una forma con oclusión larga [ŝ’·] (alveolopalatal africada sorda con oclusión larga [tː͡ɕ], en un único caso, 0.1%); otra más con oclusión breve [⁽ŝ⁾’] (alveolopalatal africada sorda con oclusión breve [ tɕ͡ ], también sólo 1 vez, 0.1%); y un ejemplo (0.1%) de palatalizada sorda [s’], descrita aquí como [s] (dentoalveolar retraída fricativa sorda). Por fin, se ha documentado un ejemplo aislado (0.1%) de dentoalveolar [s] (aquí como [s̪], dentoalveolar fricativa sorda)26. En la submuestra manejada, no aparecieron casos de dentoalveolar africada sorda ([ŝ] o [t͡s]), de postalveolar africada sonora ([ž]̂ o [d͡ʒ]), de dentoalveolar africada sonora ([ẑ] o [d͡z]), de postalveolar fricativa sonora ([ž] o [ʒ]), o de postalveolar africada sorda glotalizada ([`š]̂ o [t͡ʃ ’]). En el cuadro 3.9 se resumen las variantes localizadas de manera efectiva. 25 26 En ese sentido, parecería mejor representar las formas róticas asibiladas como [ɹ̝]. Abreviando el punto de articulación, describible con más precisión como dorsoalveolo-predorsodental. 318 CUADRO 3.9. Variantes de /t͡ʃ/ en una muestra del Atlas Lingüístico de México LUGAR dentoalveolar MODO alveolopalatal postalveolar postalveolar adelantado retraído [tː͡ɕ] [tː͡ʃ̟͡ ] [t͡ːʃ] africado [t͡ɕ] [tʃ̟͡ ] [t͡ʃ] africado con [ t͡ɕ] [ t͡ʃ]̟ [ t͡ʃ] africado con postalveolar oclusión larga [tʃ̠͡ ] oclusión breve fricativo [s̪] [s] [ʃ] El cuadro presenta por tanto los 13 alófonos documentados en los 32 puntos de los 16 mapas considerados en este trabajo. Se ha organizado el conjunto de las variantes — siempre sordas— según el LUGAR de constricción y según el modo de articulación. Como puede apreciarse, el lugar articulatorio más común, el postalveolar, se ve con frecuencia sometido a procesos de anteriorización, de forma que, siguiendo la fila correspondiente al modo africado, [t͡ʃ] se adelanta como [tʃ̟͡ ] y llega a ser alveolopalatal [t͡ɕ]. Semejantes procesos de adelantamiento se producen cuando la oclusión es larga [t͡ːʃ] → [tː̟͡ ʃ] → [tː͡ɕ]) y breve ([t͡ʃ] → [t͡ʃ]̟ → [tː͡ɕ]). También en el modo fricativo se presentan algunos ejemplos de anteriorización, de modo que la postalveolar [ʃ] llega ejecutarse como alveolopalatal [s] y como dentoalveolar [s̪]. Por fin, se producen algunos ejemplos de retracción o posteriorización, no muy abundantes en la muestra, y siempre respetando el modo africado, en forma de [tʃ̠͡ ]. En cuanto al modo, la mayoría de las variantes (y de los ejemplos) se realizaron en forma africada, aunque no faltan los casos fricativos. Puede decirse que la variación se concentra en la manera en que se realiza el momento oclusivo, el cual puede tener una 319 duración media con respecto a la soltura fricativa27, ser más breve o desaparecer por completo. El lugar postalveolar proporciona la serie completa adscrita a la duración de la oclusión: [t͡ːʃ] → [t͡ʃ] → [t͡ʃ] → [ʃ]. Por fin, las flechas continuas marcan el radio de acción de los procesos más cercanos a la realización más fiel ([t͡ʃ]), mientras que las discontinuas establecen movimientos secundarios, de segundo o mayor nivel de distancia con respecto a la realización fiel, tanto en el LUGAR como en el modo articulatorio. Como se ha dicho, dada la distribución de las variantes documentadas, ha parecido preferible llevar a cabo un análisis a partir de las dos dimensiones articulatorias implicadas, el modo y el punto o LUGAR de articulación o de constricción consonántica. Los principales resultados se exponen a continuación. Variación en el MODO El cuadro 3.10 ofrece los resultados totales según la realización del modo en los datos documentados. De hecho, se ha establecido a la vista de la forma específica en que se realiza la oclusión de la /t͡ʃ/, sea que esta sea media, larga, breve o simplemente inexistente. CUADRO 3.10. Distribución de las variantes de /t͡ʃ/ según el modo de realización de la oclusión oclusión F f larga 5 0.003 media 1207 0.766 breve 289 0.183 nula 75 0.048 total 1576 1.000 Como puede apreciarse, la abrumadora mayoría de casos, más o menos tres de cada cuatro, presentan una oclusión de duración media, relativamente equilibrada con respecto a 27 Considérense las medidas mencionadas en Herrera Zendejas (2006), supra. 320 la soltura fricativa. La segunda solución más común, que aparece en algo menos de uno de cada cinco casos, es la ejecución de una oclusión de duración algo más breve que la normal o media; no es solución extraña en muchas otras variedades del español, la cual a veces se ha visto como paso intermedio en procesos de debilitamiento. Los ejemplos fricativos propiamente dichos son uno de cada veinte, concentrados, como se verá, en áreas bastante específicas. Por fin, se han documentado cinco ejemplos únicamente con oclusión alargada. Es poco, en consecuencia, lo que se puede decir acerca de las variantes con oclusión larga. Llama la atención, de todos modos, que cuatro de los cinco casos hayan aparecido al centro-oeste del país (uno más en el sureste); que todos se documenten en posición media; y que casi siempre aparezcan tras vocal (en cuatro de los ejemplos), encabezando una sílaba postónica (también en cuatro casos). Más se puede decir acerca de las otras variantes según el modo. El cuadro 3.11 resume los resultados cuantitativos para los datos con oclusión media28. CUADRO 3.11. Modelo cuantitativo para los ejemplos con oclusión media. N= 1207 F f p1 p esc nivel zona dialectal raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 centro-este 317 0.949 0.810 0.808 -689.628 -685.395 sureste 120 0.845 0.553 0.552 (0.000) (0.040) centro-oeste 487 0.870 0.602 0.602 noroeste 132 0.396 0.127 0.128 noreste 151 0.729 0.378 0.378 contexto Ø __ 387 0.791 0.512 0.543 previo V __ 594 0.755 0.483 0.477 n __ 144 0.716 0.464 0.426 l __ 82 0.828 0.641 0.620 28 Los resultados se ordenan en este y en los cuadros posteriores, ofreciendo la frecuencia absoluta (F), la frecuencia relativa (f), la probabilidad logística de un nivel (p 1 nivel), la probabilidad logística escalonada (p esc) y las razones de verosimilitud y las significaciones de los modelos estadísticos sucesivos, primero el de nivel 1, que selecciona la variable independiente de mayor jerarquía, y luego los de niveles posteriores, que van introduciendo, si es pertinente, las variables sucesivas en la jerarquía. 321 Sólo dos variables ingresaron al modelo cuantitativo propio de las variantes con oclusión media —que son, como se ha dicho, las más documentadas—. Se trata, en primer lugar jerárquico, de la zona dialectal y, en segundo lugar, del contexto previo. Las variantes [t͡ʃ] son las preferidas en el centro del país, en especial en el centro-este, donde alcanzan una p= 0.808, aunque también en el centro-oeste, donde llegan a una p= 0.602; también es variante favorecida en el sureste, aunque mucho menos decididamente (p= 0.552). No es seleccionada ni en el noreste (p= 0.378) ni mucho menos en el noroeste (p= 0.128). Obsérvese que en cuatro de las cinco áreas dialectales es la solución más documentada (llega a una frecuencia de 0.949 en el centro-este); en el noroeste, sin embargo, no alcanza ni siquiera el 40% de los casos y es sólo la segunda variante de modo documentada, pues son más abundantes los ejemplos con oclusión breve. La segunda, y última, variable seleccionada, es el contexto previo. Resulta interesante que el contexto más favorecedor sea el postlateral (p= 0.620); también el inicio absoluto (p= 0.543) favorece ligeramente las soluciones con oclusión media. No carece de importancia el hecho de que las variantes con oclusión breve —y también las fricativas, infra— seleccionen en su modelo cuantitativo las mismas dos variables independientes, jerarquizadas de idéntica manera. CUADRO 3.12. Modelo cuantitativo para los ejemplos con oclusión breve. N= 289 F f p1 p esc nivel zona dialectal raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 centro-este 16 0.048 0.220 0.221 -665.820 -660.957 sureste 20 0.141 0.480 0.481 (0.000) (0.022) centro-oeste 68 0.121 0.438 0.438 noroeste 138 0.414 0.802 0.801 noreste 47 0.227 0.626 0.625 contexto Ø __ 86 0.176 0.491 0.490 previo V __ 138 0.175 0.499 0.489 322 n __ 52 0.259 0.579 0.619 l __ 13 0.131 0.390 0.394 En efecto, de nuevo la zona dialectal y el tipo de contexto previo son los únicos factores que es necesario considerar para establecer el comportamiento de las formas [t͡ʃ]; fuera quedan la posición en la palabra, la naturaleza de las vocales previa y posterior y la tonicidad de la sílaba. En cuanto a las variables que sí desempeñan un papel, es notorio el comportamiento prácticamente inverso al del cuadro anterior. Las variantes con oclusión debilitada o breve son muy probables en el noroeste del país (p= 0.801) y son cuando menos probables en el noreste (p= 0.625); no son favorecidas ni en el sureste (p= 0.481), ni en el centro-oeste, ni mucho menos en el centro-este, donde apenas alcanzan una probabilidad escalonada de 0.221. Hay que insistir en que estas cifras no significan que no puedan documentarse ejemplos de una variante como ésta en todas las zonas geográficas distinguidas, sino que existe una clara diferenciación cuantitativa entre ellas, que permite discriminarlas y jerarquizarlas. También, como en el caso previo, fue seleccionado el contexto previo, sólo que en esta ocasión es sólo la posición postnasal la que favorece las [t͡ʃ] (p= 0.619), no favorecidas por ninguno de los otros contextos (inicio absoluto, vocal y lateral). Las mismas dos variables vuelven a ser seleccionadas en el modelo correspondiente a las variantes fricativas (cuadro 3.13). CUADRO 3.13. Modelo cuantitativo para los ejemplos con oclusión nula. N= 75 F f p1 p esc nivel zona dialectal raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 centro-este 1 0.003 0.234 0.234 -218.630 -211.667 sureste 1 0.007 0.420 0.420 (0.000) (0.005) centro-oeste 1 0.002 0.154 0.155 noroeste 63 0.189 0.962 0.961 noreste 9 0.043 0.824 0.824 323 contexto Ø __ 16 0.033 0.504 0.415 previo V __ 51 0.065 0.560 0.615 n __ 4 0.020 0.272 0.278 l __ 4 0.040 0.503 0.471 Una vez más, la zona dialectal es la variable más pertinente para explicar la variación en el modo articulatorio. El modelo, además, está muy claramente decantado. Son las regiones septentrionales del país las que favorecen con toda claridad la aparición de formas fricativas, en especial el noroeste (p= 0.961), seguido después por el noreste (p= 0.824). El resto de la República no sufraga las soluciones carentes de oclusión: no lo hace el sureste (p= 0.420), y mucho menos el centro-este (0.234) y el centro-oeste (0.155). El papel del contexto previo es precisamente el esperado: la fricativización es más previsible en posición intervocálica, y eso es precisamente lo que ocurre, con una p= 0.615. Una vez más, improbable no significa que no sea posible en otros contextos, pues además de los 51 ejemplos documentados tras vocal, la submuestra del Atlas ahora considerada incluye 16 casos en inicio absoluto, 4 tras nasal y 4 tras lateral. Resulta de interés subsumir todos los casos de debilitamiento de la oclusión en una sola variante, que agrupe por tanto las dos últimas, tal como se hace a continuación. CUADRO 3.14. Modelo cuantitativo para los ejemplos con debilitamiento en el modo articulatorio. N= 364 F f p1 P esc nivel raz. ver. (sign.), nivel 1 zona centro-este 17 0.051 0.195 0.197 -680.185 dialectal sureste 21 0.148 0.440 0.442 (0.000) centro-oeste 69 0.123 0.389 0.390 noroeste 201 0.604 0.876 0.874 noreste 56 0.271 0.629 0.628 324 A mi juicio, no deja de ser sugerente el hecho de que un modelo más idealizado de los datos (pues considera menos variantes), exponga una perspectiva más simple, con una sola variable seleccionada, y que esta sea precisamente la zona dialectal. Si hasta ahora se había presentado como el principal factor organizativo para la distribución de cada una de las variantes, ahora resulta ser la única variable importante, lo que refuerza la idea de la enorme pertinencia de los datos geográficos para entender los procesos de variación y cambio, así como la posibilidad de articular modelos precisos sobre la proyección geolingüística del español mexicano: si las zonas lingüísticas descansan en diferencias variables y no categóricas, es el método el que debe adaptarse a los datos, y no a la inversa. Es el noroeste, en efecto, la región que más apoya el debilitamiento de la africada, con una p= 0.876 y una f= 0.604, seguida a cierta distancia por el noreste (p= 0.628, f= 0.271). Claramente, no son debilitadores el sureste (p= 0.442), el centro-oeste (p= 0.390) y sobre todo el centro-este (p= 0.197). Si el modo articulatorio de /t͡ʃ/ ha resultado estar sumamente ordenado, en especial desde el punto de vista geográfico, conviene detenerse ahora en la otra dimensión involucrada, el LUGAR de articulación. Variación en el LUGAR El cuadro 3.15 muestra la distribución general de las cinco variantes de /t͡ʃ/ distinguidas según el punto de articulación consonántica, desde el más adelantado hasta el más atrasado. CUADRO 3.15. Distribución de las variantes de /t͡ʃ/ según el punto de articulación LUGAR F f dentoalveolar 1 0.001 alveolopalatal 51 0.032 postalveolar adelantado 236 0.150 postalveolar 1279 0.812 postalveolar retraído 9 0.006 Total 1576 1.00 325 Como puede observarse, la inmensa mayoría de los casos, más de cuatro de cada cinco, se articularon en posición postalveolar, que es a fin de cuentas la más común en español. Una buena proporción de ejemplos, sin embargo, presentaron una articulación adelantada, situada bien en un lugar describible como postalveolar adelantado (236 veces, un 15% de los datos), bien en una posición más anterior todavía, como alveolopalal (en 51 ocasiones, 3.2%); hubo incluso un caso más anterior todavía, mencionado aquí como alveolopalatal. Por fin, aunque se trata también de datos relativamente marginales, se presentaron 9 ejemplos postalveolares retraídos, es decir, con un LUGAR más atrasado de lo común. En los siguientes cuadros se examinan los correspondientes modelos cuantitativos que emergen para algunas de estas variables posicionales. No mucho se puede decir, obviamente, del único ejemplo dentoalveolar; documentado en la palabra leche (mapa 91), salvo que el contexto vocálico anterior previo y posterior puede haber favorecido su articulación adelantada29. Más evidente es el patrón propio de los nueve ejemplos retraídos, pues ocho de ellos aparecieron en el centro-este (y el noveno en el centro-oeste), y casi siempre en posición media y tras vocal (siete veces)30. Los cuadros siguientes exponen con mayor detalle los resultados propios de las demás variantes. CUADRO 3.16. Modelo cuantitativo para los ejemplos con punto postalveolar. N= 1279 F f p1 p esc nivel zona dialectal 29 30 raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 centro-este 238 0.713 0.347 0.347 -736.127 -718.869 sureste 98 0.690 0.322 0.322 (0.000) (0.000) centro-oeste 488 0.871 0.598 0.598 noroeste 289 0.868 0.589 0.589 noreste 166 0.802 0.468 0.468 Aparece en la respuesta del informante 3 de Baviácora (Sonora). Las otras variables presentan un patrón más difuso. 326 contexto Ø __ 356 0.728 0.362 0.369 previo V __ 660 0.839 0.544 0.539 n __ 176 0.876 0.655 0.612 l __ 87 0.879 0.525 0.621 El modelo cuantitativo que ofrece el cuadro 3.16 es muy semejante a los presentados hasta el momento para el modo. La zona dialectal es sin duda y de nuevo la variable más importante. Fue seleccionada ya desde el nivel 1 de recorridos ascendentes en el cálculo de regresión escalonada. El punto postalveolar es la solución más frecuente en las cinco zonas dialectales: obsérvese que la frecuencia más baja es 0.690 —y la más alta 0.871—. Pero dentro de esa selección generalizada, comparativamente algunas regiones prefieren incluso de modo más marcado tal lugar de articulación; se trata del centro-oeste (p= 0.598) y el noroeste (p= 0.589). No favorecen la solución (hay que insistir en que sólo por comparación) el noreste (p= 0.468), el centro-este (0.347) y el sureste (p= 0.322). Si el modo presentaba algunas de las diferencias más notables en torno a un eje que divide el territorio en norte y sur, el lugar de articulación esboza una diferencia oriente-poniente. La otra variable mencionada en el modelo es el contexto previo. Aunque de nuevo la postalveolar es siempre la solución más común, el contexto menos favorecedor es el inicio absoluto, que otorga una probabilidad de apenas 0.369. En contraste, todos los contextos previos interiores de palabra favorecen el punto postalveolar, aunque un poco más las laterales (p= 0.621) —palabra colchón— que las nasales (p= 0.612) —mancha— y que las vocales (p= 0.539) —macho, huarache, etcétera. El cuadro 3.17, referido a los datos postalveolares adelantados, presenta problemas no muy diferentes a los del cuadro anterior. CUADRO 3.17. Modelo cuantitativo para los ejemplos con punto postalveolar adelantado. N= 236 F f p1 nivel p esc raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 327 contexto Ø __ 114 0.233 0.648 0.649 -646.994 -635.265 previo V __ 90 0.114 0.442 0.437 (0.000) (0.000) n __ 23 0.114 0.367 0.439 l __ 9 0.091 0.485 0.375 centro-este 71 0.213 0.617 0.617 sureste 24 0.169 0.546 0.547 centro-oeste 62 0.111 0.422 0.421 noroeste 39 0.117 0.438 0.439 noreste 40 0.193 0.588 0.588 zona dialectal Las dos variables seleccionadas son de nuevo las mismas, el contexto previo y la zona dialectal, con la diferencia de que la preeminencia jerárquica entre los dos factores se ha alternado ahora: el contexto previo fue seleccionado desde el primer momento. El papel del contexto es el inverso al de las formas postalveolares como tales. Con la anteriorización, como es el caso, el inicio absoluto se alza como la circunstancia más favorecedora (f= 0.233, p= 0.649), mientras que las formas adelantadas son menos esperables cuando siguen a una vocal, a una nasal y, sobre todo, a una lateral. En cuanto a la zona dialectal, son ahora las variedades orientales, precisamente, las que más favorecen la selección del adelantamiento articulatorio: el centro-este (p= 0.617), el noreste (p= 0.588) y el sureste (p= 0.547), reafirmando de esta manera la idea de una segmentación este-oeste en la asignación del LUGAR. El cuadro 3.18 hace referencia a los casos con punto todavía más adelantado, con realización alveolopalatal; aunque el número de casos es pequeño (51), lo cual siempre relativiza las posibles generalizaciones cuantitativas, ha sido posible establecer el patrón de regresiones logísticas; existe, sin embargo, discrepancia entre el modelo ascendente y el descendente. CUADRO 3.18. Modelo cuantitativo para los ejemplos con punto alveolopalatal. N= 51 F f p1 p esc raz. ver. raz. ver. raz. ver. 328 nivel (sign.), (sign.), (sign.), nivel 1 nivel 2 nivel 2 descendente zona centro- dialectal este 17 0.051 0.723 0.722 sureste 20 0.141 0.893 0.892 centro- 9 0.016 0.438 0.439 noroeste 4 0.012 0.369 0.369 noreste 1 0.005 0.188 0.189 vocal a 4 0.014 0.541 0.309 posterior e 18 0.061 0.581 0.698 i 15 0.039 0.544 0.577 o 14 0.023 0.412 0.445 a 10 0.051 0.649 0.791 e 11 0.056 0.667 0.804 o 7 0.035 0.546 0.713 u 1 0.005 0.111 0.111 tónica 17 0.034 0.596 0.713 pretónica 4 0.021 0.393 0.546 postónica 30 0.034 0.469 0.364 - - -189.266 199.004 192.355 (0.369) (0.000) (0.006) oeste vocal previa tonicidad La única variable que queda seleccionada siempre es la zona dialectal, lo cual es argumento adicional al enorme peso del factor geográfico a la hora de modelar la variación fónica del español mexicano. En ese sentido, las dos áreas que establecen mayores niveles de probabilidad sobre esta variante particularmente adelantada son el sureste (p= 0.892) y el centro-este (p= 0.722). Por otra parte, las tres variables lingüísticas que alcanzan suficiente importancia para ser incorporadas al modelo son la naturaleza de la vocal posterior (seleccionada en los recorridos ascendentes), y el tipo de vocal previa y la tonicidad de la 329 sílaba (elegidas en el momento descendente)31. El peso de la vocal posterior es muy claro: favorecen la anteriorización alveolopalatal las vocales más anteriores, es decir, la /e/ (p= 0.698) y la /i/ (p= 0.577). En cuanto a la vocal previa, el patrón es algo menos evidente, pues además de la /e/ (p= 0.804), están asociadas a la anteriorización la /a/ (p= 0.791) y la /o/ (p= 0.713), mientras que sólo la /u/ no favorece muy claramente la anteriorización (p= 0.111)32. Por fin, en cuanto a la tonicidad, las sílabas acentuadas favorecen con nitidez estas variantes adelantadas (p= 0.713), y sólo muy ligeramente las pretónicas (p= 0.546). Con el objeto de aportar algo más de claridad a la discusión del punto articulatorio de la variable /t͡ʃ/, se reunieron en una sola variante todos los casos anteriorizados (es decir, postalveolares adelantados, alveolopalatales y dentoalveolares), frente a los no anteriorizados (postalveolares y postalveolares retraídos). El cuadro 3.19 muestra los principales resultados. CUADRO 3.19. Modelo cuantitativo para todos los ejemplos anteriorizados. N= 288 F f p1 p esc nivel zona dialectal raz. ver. raz. ver. (sign.), nivel 1 (sign.), nivel 2 centro-este 88 0.263 0.632 0.632 -726.466 -708.797 sureste 44 0.310 0.686 0.685 (0.000) (0.000) centro-oeste 71 0.127 0.405 0.405 noroeste 44 0.132 0.418 0.419 noreste 41 0.198 0.540 0.540 contexto Ø __ 131 0.268 0.638 0.635 previo V __ 120 0.152 0.452 0.455 n __ 25 0.124 0.354 0.398 l __ 12 0.121 0.492 0.389 31 La jerarquía entre esas dos variables es la expuesta en el cuadro: la vocal previa es más importante que la tonicidad silábica. Tal orden se deriva de los logaritmos de verosimilitud de los modelos binarios en que está ausente una de las dos, pues si la tonicidad está ausente, el raz. ver.= -192.502 (sign.= 0.042), y si la que queda fuera es el tipo de vocal previa, entonces el raz. ver.= -198.442 (sign.= 0.001). 32 Téngase en cuenta que con respecto a esta variable estamos hablando en realidad de muy pocos datos. De los 51 ejemplos alveolopalatales, sólo 29 presentan una vocal ante la /t͡ʃ/. 330 El modelo que emerge es nítido. Está formado por sólo dos variables, bien conocidas ya desde los cuadros anteriores, la zona dialectal y el contexto previo, en ese orden. El este del país se erige sin duda como la región favorecedora del adelantamiento en el punto articulatorio, especialmente el sureste (p= 0.685), seguido por el centro-este (p= 0.632) y más tibiamente por el noreste (p= 0.540), confirmando de esta forma la idea de una división oriente-poniente. Por fin, el contexto más favorecedor para el proceso de adelantamiento es el inicio absoluto (p= 0.635), único que sobrepasa el umbral probabilístico de 0.500. Conclusiones parciales a) Las soluciones más comunes son las variantes con oclusión media y punto de articulación postalveolar; en segundo término aparecen las formas con oclusión debilitada o nula; y, en tercer lugar, las soluciones con el lugar articulatorio más o menos adelantado. b) El hecho más evidente es la enorme importancia de los datos geolingüísticos para explicar los patrones de variación de /t͡ʃ/; son, de hecho, la variable más importante. Aparecen siempre como parte de los modelos cuantitativos de variación; casi siempre emergen, además, como el factor de mayor peso. Y, en algunos casos, son el factor exclusivo. c) Los principales rasgos de las cinco variantes dialectales establecidas en este trabajo son los siguientes. El centro-este promociona en especial las formas con oclusión media, el punto postalveolar adelantado y el punto alveolopalatal (el adelantamiento en general); el centro-oeste variantes oclusivas medias y punto postalveolar; el sureste, el modo con oclusión media, el punto postalveolar adelantado y el punto alveolopalatal (el adelantamiento en general); el noroeste, la oclusión breve, las formas fricativas (el debilitamiento en general) y el punto postalveolar; el noreste, la oclusión breve, las formas fricativas (el debilitamiento en general), el punto postalveolar adelantado (el adelantamiento en general). Es necesario insistir en dos aspectos: primero, que son preferencias probabilísticas y no frecuencias (porque en ciertos casos tal o cual variante es 331 la más, o la menos, frecuente en todas o casi todas las zonas), así que reflejan, por decirlo de algún modo, diferencias comparativas; segundo, que hay diferencias probabilísticas entre las zonas que seleccionan cada variante (como se ha ido viendo en los correspondientes cuadros a lo largo del trabajo). Los hechos anteriores pueden resumirse así, al servicio de una delimitación norte-sur del debilitamiento de la oclusión, y de otra delimitación oriente-poniente con respecto al adelantamiento del punto de articulación consonántico (a la vista en especial de los cuadros 3.14 y 3.19): CUADRO 3.20. Zonificación dialectal para /t͡ʃ/ debilitamiento de la oclusión anteriorización del LUGAR centro-este − + centro-oeste − − sureste − ++ noroeste ++ − noreste + + d) El contexto previo es el segundo factor de mayor peso en la distribución de variantes. En ese sentido, el inicio absoluto promueve las formas con oclusión media y el punto postalveolar adelantado (y el adelantamiento en general); el contexto intervocálico, las soluciones fricativas y el punto postalveolar; el contexto postnasal, la oclusión breve y el punto postalveolar; y el contexto postlateral, la oclusión media y el punto postalveolar. e) Es necesario trabajar con toda la precisión cuantitativa y lingüística posible, de modo que se formulen afirmaciones capaces de instalarse en enunciados más generales, al servicio de una dialectología de base más variable que categórica. Esbozo fonético-fonológico En términos de avanzar hacia una posible representación fonético-fonológica del proceso, los resultados más significativos pueden verse también en el cuadro 3.21: 332 CUADRO 3.21. Zonas dialectales y rasgos fonéticos significativos noroeste noreste centro-oeste centro-este sureste /t͡ʃ/ [+cont], [−ant] [+cont], [+ant] [−cont], [−ant] [−cont], [+ant] [−cont], [+ant] Como puede observarse, hay cuatro combinaciones significativas: i) [+cont], [−ant]; ii) [+cont], [+ant]; iii) [−cont], [−ant]; iv) [−cont], [+ant], fruto de los cruces entre los rasgos [±continuo] y [±anterior]. Para describir tal variación, puede acudirse en parte a las restricciones de estrechamiento y apertura ya mencionadas en (2), al comienzo del capítulo, reformuladas ahora de la siguiente manera: (3) a. MAX-ONSET(A0): es respetada por las soluciones [−continuas], pero no por las [+continuas]. b. MAX-ONSET(Af): es salvaguardada por los alófonos [+continuos], pero no por los [−continuos]. Por otro lado, suponiendo que la solución más fiel sea [−anterior], podría apelarse a (4): (4) IDENT(anterioridad): es respetada por las formas [−anterior], pero no por las [+anterior]. De esta manera, y por medio de estas tres únicas restricciones, puede construirse de manera sencilla el cuadro 3.22, en el que se muestra cómo las cuatro combinaciones de rasgos adscritos a las cinco áreas dialectales pueden expresarse por medio de jerarquías de restricciones. No debe olvidarse que no se trata de jerarquías categóricas, sino que consisten en jerarquías variables, elaboradas según la mayor probabilidad acerca de su presencia en cada sector geolingüístico. 333 CUADRO 3.22. Jerarquías según los rasgos básicos y las áreas dialectales (como factor externo) noroeste [+cont], MAX-ONSET(Af), IDENT(anterioridad) [−ant] noreste [+cont], [−cont], MAX-ONSET(Af) [−cont], sureste [+ant] » MAX-ONSET(A0), IDENT(anterioridad) MAX-ONSET(A0), IDENT(anterioridad) [−ant] centro-este, MAX- ONSET(A0) [+ant] centro-oeste » » MAX- ONSET(Af) MAX-ONSET(A0) » MAX-ONSET(Af), IDENT(anterioridad) Por otro lado, atendiendo a la conclusión d) expuesta en estas conclusiones, referida al segundo factor de importancia, el contexto previo, todavía podrían hacerse algunas consideraciones adicionales. Simplificando un poco lo allí expuesto, los resultados probabilísticos se sintetizan en (5): (5) a. # __: [−continuo], [+anterior]. b. V__V: [+continuo], [−anterior]. c. [+nasal] __: [−continuo], [−anterior]. d. [+lateral] __: [−continuo], [−anterior]. Pueden entonces proponerse tres restricciones de fidelidad de la familia IDENTIDAD: (6) a. IDENT #[−continuo, +anterior]: en inicio absoluto, un input [−continuo], [+anterior] la respeta si ofrece los mismos rasgos en el output. b. IDENT V[+continuo, −anterior]: es respetada si tras vocal aparecen los mismos rasgos; obsérvese que sólo se ofrece el contexto previo, a diferencia de (5b). 334 c. IDENT C[−continuo, −anterior]: no se infringe si tras consonante aparece un output [−continuo], [−anterior]. Debe considerarse que esta restricción simplifica (5c) y (5d) doblemente, pues reúne ambas en una sola, y además se menciona simplemente como contexto postconsonántico, lo cual es cierto sólo en la medida de los datos analizados en esta sección. Así las cosas, el cuadro 3.22, referido a los rasgos básicos y el factor externo de las áreas dialectales, puede modificarse ahora para tener en cuenta el factor interno del contexto previo (cuadro 3.23). CUADRO 3.23. Jerarquías según los rasgos básicos y el contexto previo (como factor interno) [+cont], MAX-ONSET(Af), IDENT(anterioridad), IDENT [−ant] [+cont], V[+continuo, −anterior] » MAX-ONSET(A0) MAX-ONSET(Af) » MAX-ONSET(A0), IDENT(anterioridad) [+ant] [−cont], MAX-ONSET(A0), IDENT(anterioridad), IDENT [−ant] [−cont], [+ant] C[−continuo, −anterior] » MAX-ONSET(Af) MAX-ONSET(A0), IDENT #[−continuo, +anterior] » MAX-ONSET(Af), IDENT(anterioridad) Es probable que el cuadro 3.23 pudiera mejorarse en algunos aspectos, por ejemplo evitando algunas redundancias y discutiendo si existe una jerarquización más detallada a la izquierda y la derecha de los signos “» ”; asimismo, podría intentar cruzarse el papel del contexto previo como factor interno y la aportación de las áreas dialectales como factor externo. No obstante, la discusión se dejará en este punto, a la espera de datos más detallados de los disponibles en este momento. Lo que se ha hecho en el cuadro 3.23 es retomar las jerarquías asociadas a los pares de rasgos [±continuo] y [±anterior] ya presentadas en el cuadro 3.22, a partir de 335 restricciones del tipo MAX en relación al grado de estrechamiento o apertura del segmento /t͡ʃ/, así como a partir de una restricción IDENT(anterioridad) que pondera el mantenimiento o no en el output de su grado de anteriorización previsto en el input, es decir, [−anterior]. Tal perspectiva se ha completado con las restricciones sugeridas a partir de la asociación probabilística entre las combinaciones de rasgos y tres restricciones de IDENTIDAD, asociadas al carácter de inicio absoluto, postvocálico o posconsonántico de la posición de /t͡ʃ/. Debe observarse que sólo tres de las cuatro posibles combinaciones de [continuo] y [anterior] fueron significativas —[+continuo, +anterior] no resultó particularmente asociado a ningún tipo de contexto previo—, por lo que sólo se modificaron las tres jerarquías en las que podía precisarse un poco más la ordenación variable.