no suelen encontrarse conjuntos que lleguen a merecer el nombre de codesares; debiendo advertir que, a pesar de su gran difusión, son raros en Tenerife los sitios donde se presenta con indudable predominio o en agrupaciones puras sobre grandes extensiones, viéndose con mucha más frecuencia en plan accesorio, supeditado al pinar o a la retama. Su mayor abundancia y su óptimo ocurren en la franja comprendida entre los 1.700 y 2.000 m., que, a modo de anillo, corona la isla circundando el Teide. Predios de codesar bastante típico hemos visto, dentro de la citada franja, en las cumbres de L a Victoria, Santa Úrsula y de la parte oriental de L a Orotava, sobre Mamio, donde el matorral aplastado de codeso cubre en gran parte el chinarral de lava, formando densos cúmulos entre los peñascos, a cuyo pie aparecen, destacando con la blancura de su tomento, abundantes matas de chahorra (Sideritis candicans). E n la vertiente Sur, los codesares de mayor extensión e importancia se encuentran actualmente sobre las cumbres de Arafo, prolongándose sobre las de Güimar, donde aun se observan manchas puras; en todos los demás matorrales de codeso se suele pasar, sin transición de sus interferencias en el escobonal, a las mezclas con la retama. Excepcionalmente llegan los codesos de estas cumbres tinerfeñas a sobrepasar los dos metros de talla; mayores aún vimos algunos en la cabecera del barranco del Pino; pero lo normal y corriente es que se presenten como matas aplastadas, sin levantar medio metro sobre el suelo, con ramificación abundante y rastrera, densamente cubiertas las ramillas por hojas pequeñas y amontonadas, de tono grisáceo y algo pringosas, como toda la planta; circunstancia ésta que dio motivo al nombre viscosus, que W e b b y Berthelot adoptaron para la especie. A u n q u e las matas a que ahora aludíamos puedan ser referidas al tipo de la especie, debe señalarse que los citados botánicos consideraron a ésta integrada por dos variedades: una, var. frankenioides, propia de Tenerife, con las características dichas y, al parecer, más perfecta adaptación a las inclemencias del clima seco y extremoso de las grandes alturas; la otra, var. spartioides, exclusiva, según ellos, de las cumbres de L a Palma, es de mayor talla, ramificación más clara y difusa, hojas más alargadas y coloración más verde. Lógicamente, no debemos dudar del común origen de estas dos variedades, h o y individualizadas como endemismos insulares por las modificaciones que el tipo primitivo de la especie hubo de experimentar, a lo largo del tiempo, para adaptarse a las condiciones ecológicas particulares de cada isla. E l absoluto dominio que, por falta de competencias, tiene la var. spartioides en las cumbres de L a Palma, hace que estos codesares nos parezcan mejor individualizados que los de Tenerife, a lo que contribuye no poco la continuidad de la formación, cerrada y pura, sobre grandes extensiones; pues