Texto en ESPAÑOL - Museo del Traje

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AUDIOGUÍA
MUSEO DEL TRAJE
1. Ver y conservar
Le damos la bienvenida al Museo del traje, Centro de Investigación del Patrimonio
Etnológico. A través de 14 áreas definidas podrá adentrarse en la historia de la
indumentaria y la transformación que ha experimentado a lo largo de los siglos en España.
El traje revela la imagen de cada persona. Por la ropa podemos conocer el oficio, el grupo
social, la zona de procedencia o las creencias religiosas o culturales.
Las prendas requieren unas condiciones especiales de conservación debido a su fragilidad.
Una de las misiones del museo es preservarlas de los agentes externos que puedan
deteriorarlas. Es por ello que para poder conservar las prendas en unas condiciones
óptimas, las salas mantienen unos niveles de luminosidad muy bajos.
La exposición muestra 2 recorridos independientes y complementarios. El 1º es la visita de
la colección permanente. El 2º es el área didáctica situada en el pasillo exterior y que
complementa aspectos de la colección. Para acceder a ella atraviese las puertas azules que
hay en cada área. Aunque le recomendamos que vaya después de ver la colección. ¡Pero
visítela pues aprenderá y disfrutará con los elementos interactivos y curiosos que se
exponen!
Todas las salas disponen de puestos interactivos, en los que puede consultar información
puntual y más detallada sobre los trajes expuestos.
2. Tiempos lejanos
Son muy pocas las prendas que conservamos de épocas anteriores al siglo XVII. Por lo
tanto para el estudio de la indumentaria debemos recurrir a otras fuentes como el arte. La
escultura aporta la representación en 3 dimensiones del vestido, y la pintura contribuye al
conocimiento del color. Así, en la vitrina situada a su izquierda, puede observar la
evolución de la indumentaria desde la cultura íbera, pasando por el Imperio romano y la
Edad Media, hasta finalizar en el siglo XVII.
Como representación de lo más antiguo que conserva el museo, presentamos en la vitrina
de enfrente, 4 prendas anteriores al siglo XVIII. Especial atención merece el jubón
femenino, sin mangas, que constituye la prenda de busto fundamental en los siglos XVI y
XVII. Se vestía sobre la camisa y podía llevar encima otras prendas. El pourpoint equivalente al jubón español-, procede de la indumentaria masculina francesa de principios
del siglo XVII. Los cortes o “cuchilladas” que se observan en la prenda, tenían como
finalidad mostrar la riqueza de las prendas interiores.
2.1. El ajuar funerario de la Infanta Doña María
En esta vitrina se encuentra una joya del siglo XIII. Se trata del ajuar funerario de la
infanta Doña María, hija de Fernando III el Santo, compuesto por camisa, calzas y
garnacha. Los restos de la infanta -fallecida en 1235 a la edad de 5 años- se conservan en el
Panteón Real de San Isidoro de León.
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3. Velada musical
En la primera mitad del siglo XVIII los hombres gozaron de ropas muy lujosas e
impregnadas más que nunca de espíritu femenino.
El traje masculino a la francesa se compone de casaca, chupa y calzón. Observe a su
izquierda, la casaca de plata -la más antigua de la colección-, fechada en torno a 1740. Está
confeccionada en brocado de seda, tejido muy lujoso utilizado para piezas únicas. Las
casacas de este periodo se caracterizan por los amplios y profundos pliegues laterales,
armados con estructuras rígidas. Con ello se conseguía un vuelo que enfatizaba las caderas
masculinas, a imitación de las faldas femeninas. A su lado, un ejemplo del vestido
femenino más usual entre todas las capas sociales, compuesto por casaca de 1740, y
basquiña. La casaca está ricamente ornamentada con un bordado que recrea un jardín.
A continuación, el repertorio de casacas femeninas muestra la riqueza de los materiales y
colores empleados, que nos transportan a la atmósfera rococó del momento. Se diferencian
entre sí por el tratamiento de las vueltas de manga, llamadas en España “de bota”. Estas
casacas podían ser cerradas en el delantero, o abiertas en uve, cerrándose con una pieza
triangular denominada peto.
Completa esta vitrina, una selección de chupas masculinas, prenda que se vestía debajo de
la casaca. Con mangas o sin ellas, fueron evolucionando de más largas con delanteros
rectos a más cortas con delanteros sesgados.
4. El paseo de los elegantes
El paseo del Prado fue un regalo de Carlos III al pueblo de Madrid. Como fondo, el
grabado del mismo nombre de Ginés de Aguirre, recrea esa atmósfera de la segunda mitad
del siglo XVIII. Los 3 vestidos femeninos representan la moda de entonces. El vestido a la
francesa, llamado en España “bata”, con sus singulares pliegues en la espalda, está
decorada con cestillos de mimbre y pequeñas flores. El de la izquierda es la “polonesa”, en
tonos salmón y verde, con la falda exterior recogida; es menos ceremonioso y más
cómodo. El de la derecha es el funcional “vestido a la inglesa”, conocido en España como
“vaquero hecho a la inglesa”.
Los 2 ejemplos infantiles siguen los mismos esquemas del traje de los adultos.
5. Casacas masculinas y cuerpos femeninos
En esta vitrina contigua, hay una secuencia de casacas masculinas que reflejan la tendencia
hacia la sencillez, disminuyendo el número de pliegues laterales. Su evolución está
representada de más antigua (la primera) a la última de finales del siglo XIX. Esta
simplicidad se subraya con la elección de tejidos de un solo color y bordados menos
exagerados. También se observa la introducción de un cuello de tirilla que irá aumentando
en altura conforme nos acercamos al siglo XIX. Es, hacia 1764, cuando aparece la casaca
de cuello vuelto, denominada frac; como vemos en la última, de color verde con botones
metálicos.
A continuación, los cuerpos femeninos presentan las diferentes tipologías de la segunda
mitad del siglo XVIII. Se inicia con una media bata, seguida de unos cuerpos cortos de los
que destacamos el último, de nansú blanco con un volante atrás.
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6. Vestir el pie
Conocer la historia del vestido significa también conocer sus complementos; esos
pequeños objetos que le han acompañado en su papel de embellecer el atuendo. Muchos de
ellos son verdaderas obras de arte, reflejo de los gustos personales de sus propietarios.
Zapatos, medias, guantes, abanicos y bolsos, no podían faltar en el guardarropa femenino
del siglo XVIII como cómplices del vestido.
Los zapatos femeninos podían ser cerrados o sin talón como las chinelas. En este momento
aún no se diferencia entre la horma del pie derecho o del izquierdo. En la vitrina puede
apreciar su evolución: desde los muy cerrados y puntiagudos de principio de siglo, a los
más escotados, con punta estrecha curvada hacia arriba de influencia oriental.
Bajo los zapatos, las medias de seda son las más deseadas, ya fueran lisas o bordadas en
oro o plata.
7. Las manos, para guardar...
En las manos, los guantes son un complemento indispensable siendo los mitones los que
causan verdadero furor. Eran decorados con virtuosismo y encajes de hilo metálico.
Magnífico ejemplo para abrigar las manos es el manguito, apreciado tanto por las mujeres
como por los hombres por su cálida funcionalidad.
A finales de siglo aparece el bolso, complemento femenino por excelencia. Estos bolsos,
de variadas formas, en España fueron satíricamente llamados “Ridículos” por su pequeño
tamaño. Aquí puede contemplar bellos ejemplos junto con monederos y carteras.
8. Clasicismo y burguesía
El triunfo del estilo neoclásico llegó al traje mas tardíamente que a las Bellas Artes. La
convulsión social que sufrió Francia con su Revolución afectó a toda Europa. Su discurso
alteró plenamente al traje, traduciéndose en la búsqueda de una sencillez, ya intuida en el
traje masculino, y extendiéndose ahora al femenino.
A la derecha de la vitrina puede observar el vestido “camisa”, que representa el deseo de
cambio, de sencillez y de libertad. El vestido se desprende de la cotilla y de los armazones
interiores para ahuecar las faldas, adaptándose a la forma natural del cuerpo. Se
confeccionaba generalmente en muselina de algodón: tejido poco tupido, ligero y
translúcido. El talle se situaba por debajo del pecho, a imitación de la estatuaria clásica. En
cuanto a los hombres se alterna la casaca con el frac y el traje a la francesa, profusamente
bordado para la corte.
A continuación vemos la evolución de la indumentaria en la primera década del siglo XIX.
El talle alto se mantiene, pero los tejidos se hacen más pesados y las mangas
extremadamente largas. Es el caso del vestido de 1810 color teja llamado “dulleta”. Lo
acompaña un frac corto de talle, con amplias solapas y pantalón de punto. La secuencia de
chalecos indica la derivación de la chupa en el chaleco. Esta prenda, cortada recta por
debajo, constituirá a partir de este momento la nota de color en la indumentaria masculina.
9. Majismo
El traje de majo está compuesto por 3 prendas: jaqueta, chaleco corto y calzón de vistosos
colores y guarniciones, con una faja alrededor de la cintura y una cofia que recoge el pelo.
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Ejemplo de esta moda es el traje en seda de color verde, con decoración de hilos metálicos
dorados en los hombros.
Algunos de los complementos del traje de majo los puede ver en la pequeña vitrina anexa:
una mantilla de encaje negro llamada de “cerco”; un chal de interpretación muy española
por su decoración aplicada; y 2 cofias, que constituyen el tocado genuino de los majos.
Las mujeres recurrían al mismo lenguaje ornamental, destacando los jubones ajustados al
talle sin ballenas y con solapas. Es el caso del jubón marrón oscuro con manga larga y
exquisitos botones.
Sobre este traje las majas usaban las prendas típicamente españolas: la basquiña -nombre
que se le daba a la falda exterior femenina, siempre de color negro-, y la mantilla. El traje
de maja se ajustó también al talle alto, como puede observar en la vitrina siguiente, en el
vestido negro decorado con mostacillas de color azul.
Un ejemplo de la pervivencia de este tipo de trajes en el siglo XIX es el que perteneció a la
Infanta Isabel niña, popularmente conocida como “La Chata”. En él se observan todos los
elementos decorativos del traje de maja.
10. De la tarasca a las revistas de moda
Fue práctica habitual desde el siglo XVI el intercambio de muñecas entre las cortes
europeas. Fielmente vestidas con las últimas novedades del lugar, servían de inspiración a
sastres y costureras. Fueron excelentes embajadoras de la moda hasta la aparición de las
revistas a finales del siglo XVIII. Pueden servir de ejemplo los muñecos expuestos en esta
vitrina, vestidos con prendas del siglo XVIII y XIX.
Debajo puede consultar un multimedia: con la evolución del comercio de la moda en
Madrid durante los últimos quinientos años, y con la figura de la tarasca. El apogeo de la
moda española de los siglos XVI y XVII, coincide con un incremento de los oficios textiles
en la capital. Madrid en este periodo podría haber ostentado el título de primera capital
mundial de la moda. En esta época, una de las formas más curiosas de transmitir la moda
fue la Gigantona de la Tarasca, personaje que salía vestido con la moda de esos años en la
procesión del Corpus.
La época romántica coincide con la publicación de las primeras revistas de moda en
España. Éstas –junto a grabados y láminas- permitían conocer, mes a mes, las últimas
novedades.
11. De compras
Los almacenes de ropa confeccionada y el gran número de casas de modas, ponen de
manifiesto la importante actividad comercial que se desarrolla en este momento.
La calle se transforma en un ámbito muy apropiado para la exhibición. Los escaparates de
las pequeñas tiendas se presentan como un apetecible espectáculo para la visión. En este
sentido, los pasajes comerciales cumplieron una importante función. Los paseos a pie
imponen unos trajes adecuados para moverse cómodamente. A estos trajes se les denomina
Trajes de Calle.
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El Romanticismo define una nueva silueta con faldas acampanadas, bajo las que se dispone
una estructura de aros denominada miriñaque. Este volumen evoluciona desde la
circunferencia -que puede contemplar en el vestido a cuadros de manga acampanada-,
hacia la elipse, representada en el vestido rojo.
En estos momentos se generalizan los tejidos llamados de “novedad”, entre los que
destacan los de seda -lisos, listados o a cuadros-, conseguidos por el teñido de hilos -tanto
de urdimbre como de trama-, y los labrados con pequeños motivos.
Asociados al traje de calle encontramos accesorios y complementos, como sombreros,
guantes y sombrillas. Puede contemplar una importante selección de capotas y joyas en las
vitrinas anexas al pasaje, así como de vistosas sombrillas, en la vitrina situada a su espalda.
12. El traje de sociedad
La imagen de uno mismo, así como la respetabilidad de la familia debían quedar impresas
en el traje. Acudir al teatro la noche de estreno o a un baile, requería de una etiqueta y de
unas pautas que afectaban tanto al traje como al comportamiento. La luz centelleante de las
velas y los espejos, propiciaban un espectacular marco para el lucimiento femenino. La
sinfonía de tejidos, colores, aplicaciones de encajes, cintas y galones de seda, se
orquestaban en una armoniosa composición que resaltaban los encantos de las damas.
La nota más peculiar de los trajes de noche es el escote, que suele ser amplio y generoso,
tal y como se puede comprobar en el palco de la vitrina. Se trata de una licencia consentida
por la etiqueta, impensable en otro tipo de traje. La capelina era la prenda de abrigo que
cubría los hombros cuando se abandonaba el teatro. Indispensables en los trajes de
sociedad fueron las amplias colas de las faldas, como puede comprobar en el traje azul
celeste.
13. Polisones
A partir de 1869, el polisón recoge el testigo del miriñaque, y desempeña un papel
indiscutible en la definición de la silueta femenina. Consiste en una estructura interior
formada por alambres, volantes almidonados o ballenas cosidas a una enagua sujeta a la
cintura, que ahueca y sostiene el recogido de la falda exterior. Puede verlo en la vitrina de
la derecha.
Al periodo comprendido entre 1868 y 1890 se le denomina “estilo tapicero”, pues el traje
presenta el mismo sentido decorativo que los interiores de los hogares burgueses. Galones,
cintas, borlas y demás elementos colgantes se mezclan entre los drapeados, fruncidos y
tableados de las faldas. Frente a los cuerpos ajustados y sencillos, las faldas se convierten
en las protagonistas. Al mismo tiempo, el punto de vista se traslada a la parte trasera,
donde las colas de los trajes, adquieren un gracioso movimiento. La confección se
complica, especialmente en las faldas, respondiendo a una nueva moda que se atribuye al
modisto Charles F. Worth, uno de los más importantes del momento. Esta nueva moda
también tuvo su reflejo en la indumentaria infantil, tal y como vemos en el vestido amarillo
de niña.
Entre las piezas de esta vitrina destacamos el conjunto compuesto por cuerpo, falda y
sobrefalda en color crudo, en el que se compensa la sencillez del algodón empleado, con la
decoración labrada. Por otra parte, destaca el traje de seda verde, que presenta como
novedad este color y la estampación de los topos en degradé.
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14. El traje, emblema del oficio
La imagen del traje popular se asocia habitualmente a los modelos más ricos; es decir, los
trajes de las fiestas. Pero en el día a día, la indumentaria era más modesta en materiales y
más funcional en su diseño.
Había ciertos oficios que requerían trajes específicos. Tal era el caso de los trajes de
pastores -realizados en materiales muy resistentes como paños gruesos o cueros estezados-;
o los trajes de agua de los marineros -hechos en lienzo encerado-.
En otros casos, el traje informaba del oficio o la procedencia del sujeto. Eran auténticos
anuncios andantes, como en el caso del ama de cría o el naranjero. Muchos de estos trajes
profesionales han llegado hasta nosotros convertidos en trajes tradicionales,
representativos de las regiones de procedencia de sus usuarios.
Cada traje va acompañado de las útiles de su oficio: desde el simple cesto de la pescadora,
a un complejo instrumento musical, como la zanfona del músico ciego. Este personaje a
veces se convertía en un teatrillo de guiñol ambulante, recibiendo el nombre de monifate.
15. Memoria del pasado
En esta vitrina puede contemplar diversos ejemplos de prendas utilizadas a lo largo del
tiempo y que han pervivido en la indumentaria tradicional. Están ordenados
cronológicamente de izquierda a derecha. Aunque la mayoría procede de modelos que
tienen su origen en los siglos XVIII y XIX, se han conservado de forma excepcional trajes
que mantienen modas más lejanas en el tiempo. Resaltaremos las piezas más antiguas.
En el caso de los hombres, esta prenda tal vez sea el capisayo de Villanueva de Aezkoa. Su
origen está documentado ya en el siglo XIII en las Cantigas de Santa María. Es un capote
negro decorado con ribetes rojos, que está situada en la fila de arriba, la 1ª de la izquierda.
Con ligeras modificaciones evoluciona en los siglos XVI y XVII hacia su color y forma
actual. Hoy en día es usado por representantes de la autoridad como alcaldes y
alguacilillos.
En cuanto a las mujeres, los conjuntos más excepcionales son los trajes de Ansó y de Ibiza
–los primeros de la izquierda-. Ambos están compuestos a partir de unas faldas muy
pesadas de talle alto llamadas basquiñas -que aparecieron a mediados del siglo XV-, y que
eran utilizadas fundamentalmente por las criadas. El traje de Ansó conserva otro detalle de
la misma época, un tocado formado por una larga coleta, llamado tranzado. En el siglo
XVII se le incorporaría la camisa con cuello de lechuguilla.
16. La exhibición de la riqueza
En toda comunidad es necesario destacar ciertos momentos de la vida bien sean públicos como fiestas y devociones-, o privados -como bodas o bautizos-. El vestido juega un papel
importante en estas ocasiones. Su procedencia es variada: en unos casos sale de arcones
familiares; en otros es comprado para la ocasión; y muchas veces es prestado. La joya más
asequible, que toda mujer disponía, era su peinado, valorado por su longitud y la dificultad
del trenzado.
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En esta vitrina se muestran 2 ejemplos diferentes de exhibir la riqueza: El traje de Vistas de
La Alberca destaca por la riqueza de las joyas que se exhiben, cargadas de valores
simbólicos y protectores.
El traje de novia y casada de Lagartera, destaca por la gran cantidad de piezas que lo
componen, y su calidad. Se hallan todas ricamente bordadas y decoradas, incluso las que
quedan ocultas. Aquí mostramos el proceso de vestir el traje: primero, la ropa blanca;
luego el primer guardapiés y el moño; y después, 3 guardapiés más, la mandileta y el
sayuelo -que constituyen el artificio interior del traje-. Para ir a la iglesia el conjunto se
completa con una mantilla blanca, una basquiña negra, un mantón de Manila, denominado
“de ramoseda” y el rosario de filigrana dorada. Después de la iglesia el conjunto se aligera
para añadir: el ramo; conjunto de joyería y flores artificiales; el tocado denominado
espumilla; y, las cintas en la cabeza y espalda.
17. De visita
Parte del tiempo de una dama se destinaba a hacer visitas y a recibirlas. Estos compromisos
sociales se sujetaban a una etiqueta, recogida en los manuales de comportamiento. Lo
habitual era fijar un día para recibir, siendo comunicado mediante el envío de una tarjeta.
Había visitas de ceremonia o de cumplido, que eran breves; y las de intimidad o afecto, que
no estaban sujetas a reglas fijas ni tiempos establecidos.
La llegada del siglo XX trae una nueva silueta. Las faldas pierden volumen y se potencia el
busto, definiéndose una línea serpentiforme que enlaza con los ritmos sinuosos del
Modernismo.
Entre las piezas expuestas, destaca el conjunto formado por cuerpo y falda confeccionado
en terciopelo azul. Observe la peculiar forma de las mangas, de corte globular, de plena
moda entre 1905 y 1906. También merece ser resaltado el vestido princesa gris, situado a
la izquierda. Su corte, de una pieza y la silueta filiforme que representa, nos sitúan en torno
a 1908 y 1910. Está realizado en crespón de seda, tejido caracterizado por presentar una
superficie arrugada y mate, debido a la excesiva torsión de los hilos.
18. Interiores
En su afán por borrar las formas naturales del cuerpo femenino, la moda ha utilizado desde
el siglo XVI, tablillas, cartones y corpiños interiores. A ellos les sucedieron las cotillas del
siglo XVII y XVIII, los corsés del XIX y los más cercanos sostenes. Estas prendas
interiores han ido modelando el busto femenino a lo largo de la historia, siguiendo los
ideales de belleza de cada momento.
Empezando desde la izquierda, puede contemplar 3 cotillas femeninas de mediados del
siglo XVIII con diferentes formas de ajuste. En la radiografía expuesta se aprecia la
complicada confección en la disposición de las varillas de ballena.
Por otro lado, el uso de la ropa interior ha estado condicionado por la realidad higiénica.
Las prendas de algodón ayudaban a combatir algunas enfermedades de la piel. Asimismo,
la preferencia por géneros blancos guardaba relación con la facilidad de lavado.
Entre las diversas prendas íntimas, el corsé fue el que provocó mayores atenciones por
parte de la moda, de los higienistas y moralistas. En el corsé rosa que se expone, destaca
como novedad la presencia de las ligas, realizadas en goma elástica. Este tipo de ligas, al
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no oprimir la circulación sanguínea, se imponen desde finales del siglo XIX. En la
lencería, además de los finos tejidos, cobran un protagonismo singular los encajes, como
queda evidente en las prendas expuestas.
19. Fortuny creador
Mariano Fortuny era hijo del pintor Mariano Fortuny y Cecilia Madrazo. Su incorporación
al mundo de la indumentaria fue desde el entorno del teatro, diseñando iluminación,
escenografías y vestuario inspirado en modelos históricos. Sus diseños se caracterizan por
ser atemporales y únicos.
Fortuny fue el primero que creó una prenda que liberaba el cuerpo femenino de toda
sujeción, aunque muy pocas mujeres se atrevieron a llevarlos. Es el caso del delphos, que
puede contemplar en la vitrina. Todo el proceso de elaboración de esta prenda de seda, era
controlada por él mismo: la fibra, el tinte y el plisado, sistema que patentó en 1909. El
corte es tan sencillo como revolucionario: cada modelo es único, ya que es el propio
cuerpo el que define la silueta. El vestido se sujeta con finos cordoncillos de hilos de seda
y pequeñas cuentas de cristal de Murano. Otra de las creaciones de Fortuny es el Knossos,
velo de seda rectangular, que se completa con una falda Delphos.
Bordeando la vitrina por la izquierda, puede ver sus modelos basados en tipologías
historicistas. Su relación con el vestuario teatral queda aquí reflejada en la chaqueta
masculina que Fortuny diseñó para una representación de Otello, dirigida por Orson
Welles.
20. Fortuny coleccionista. Fortuny diseñador textil
Fortuny creció en un ambiente artístico, sintiendo una especial predilección por los tejidos
debido a la colección que sus padres atesoraban, y que él continuó ampliando con tejidos
orientales y europeos de siglos pasados.
La vitrina situada a la derecha está dedicada a su faceta como coleccionista tanto de piezas
de indumentaria como de fragmentos textiles. En ella puede contemplar una chilaba
marroquí, un chi-fu chino, un chaleco griego, unas babuchas y un gorro asiático. Destaca
por su importancia y singularidad un fragmento de tejido hispanomusulmán del siglo XIV.
La vitrina contigua alberga su faceta como diseñador textil. Los tejidos diseñados por
Fortuny son la base experimental para crear sus trajes escénicos. Están confeccionados con
materias primas nobles como la seda, el lino o el algodón, sobre las cuales prueba distintos
sistemas de estampación.
Unos están decorados mediante planchas de madera, consiguiendo una imprimación
homogénea en la superficie del motivo decorativo. En otros se ha utilizado la técnica de
estampación por reserva, aplicando el color en el centro del motivo decorativo que se
extiende por las fibras de manera irregular, lo que da al tejido un aspecto envejecido. Una
tercera técnica es el estarcido, que Fortuny aplica en la decoración con metales dorados y
plateados, a imitación de los terciopelos brocados venecianos del Renacimiento.
La elección de los elementos decorativos imita motivos orientales y europeos.
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21. Café y chocolate
Los cafés y las salas cinematográficas fueron lugares elegidos por las mujeres para pasar su
tiempo de ocio. Si décadas atrás, los cafés eran territorio de domino masculino, ahora estos
espacios cuentan con una nueva clientela.
Ejemplo de salón donde se podía tomar un rico chocolate caliente, es la chocolatería El
Indio, que desde su inauguración en 1847 fue testigo de los cambios de la sociedad
madrileña. En 1993 el Estado la compró pasando a formar parte de las colecciones de este
museo. En la vitrina puede contemplar parte de la misma, ilustrando un ambiente de los
años treinta. Tras el cristal de la izquierda, está el molino de chocolate cuya figura central
es un indio.
El período de entre guerras determinó un cambio decisivo. La asunción de nuevas
responsabilidades laborales y sociales de la mujer, transformaron su manera de vestir y su
forma de mostrarse a los demás. La funcionalidad es el denominador común. Los trajes son
de cortes simples y cómodos, con predominio de líneas rectas y escasa atención a las
formas femeninas, siempre disimuladas. En esta vitrina destacamos el vestido de crespón
gris con bordados a punto de cadeneta, en hilo de seda, en tonos grises y azules. Recuerda
a algunas de las creaciones de Jeanne Lanvin.
22. Años locos
La paulatina incorporación de la mujer al trabajo y su deseo de abandonar las viejas
ataduras morales, la hacen ser más divertida y mostrar sus altas dosis de seducción.
Aunque las formas femeninas se desvanecen, reduciendo el volumen del pecho y
desplazando a la cadera la línea de la cintura, la coquetería se centra en las piernas, que se
enseñan al acortarse el largo de las faldas. Un nuevo peinado y una nueva forma de
maquillarse definen a esta nueva Eva.
Otros espacios para la diversión van surgiendo, los nuevos ritmos inundan los grandes
salones nocturnos. Los vestidos más cortos y sueltos sustituyen a los encorsetados y largos
trajes de noche de décadas anteriores. Se implantan colores diferentes y tejidos flexibles
con aplicaciones de gran efectismo muy acordes con las nuevas exigencias estéticas. Los
vestidos de noche se bordan con lentejuelas y pequeños cristales. Los tejidos son ligeros a
modo de camisones sueltos que se irán complicando mediante faldones y godets, como en
las piezas que se muestran en la vitrina.
23. Años 50, moda de cine
Los años cincuenta están muy influidos por la moda que llega de Estados Unidos, en gran
parte a través del cine. El cine americano fue en las décadas de los años 40 y especialmente
en los 50, un continuo referente para la moda española y un excelente medio de difusión.
La figura femenina experimenta cambios muy variados, aunque la silueta imperante fue la
que derivó del New Look creado por Christian Dior. Siguen en uso los vestidos para
diferentes horas del día y para cada ocasión. De los vestidos de fiesta incluidos en esta
vitrina, destaca el confeccionado en seda en su color, con bordado en hilo de plata. El
vestido de seda estampado en naranja y amarillo tiene un cancán incorporado en el vestido,
imprescindible para ahuecar las faldas con sus vuelos de tela almidonados.
La vitrina siguiente muestra la moda diminuta de la muñeca Mariquita Pérez.
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24. Christian Dior y coetáneos
Esta vitrina está dedicada a Christian Dior. El New look que él creó se distinguía por una
línea de hombros suaves y caídos, caderas marcadas y cinturas extremadamente pequeñas.
Frente a ella, hay una representación de otros modistos del momento, como Castillo,
Dessès, Carven y Heim, que influidos por el nuevo estilo marcado por Dior, evolucionarán
hacia líneas muy personales.
25. Cristóbal Balenciaga
Cristóbal Balenciaga nació en Guetaria (Guipúzcoa) en 1895. Después de trabajar en un
taller de Madrid, abrió en 1914 su primera casa de costura en San Sebastián. Al estallar la
Guerra Civil se estableció en París en 1937.
2 años después presentó una línea de hombros caídos, cintura pinzada y caderas redondas,
anticipando el New Look de Dior. Impuso un estilo totalmente innovador, como puede
comprobar en los trajes de calle.
Será en los años cincuenta cuando despliegue toda su creatividad. Destacan: los vestidos
negros de busto ajustado y caderas voluminosas, los abrigos cuadrados sin cuello ni
botones, la manga japonesa, la línea imperio, el vestido túnica, el vestido saco o los
impermeables transparentes.
Fue un apasionado de los grandes maestros de la pintura española, especialmente de
Velázquez y Goya. Balenciaga profundizó en la búsqueda de materiales y coloridos.
Durante toda su carrera manifestó predilección por los tejidos suntuosos y con peso, que se
enriquecían con bordados a mano, lentejuelas y pedrería. Él los confeccionaba con
asombrosa maestría y virtuosismo.
Se retiró en 1968, tras 50 años en activo. Fue considerado por Courrèges, Givenchy y
Ungaro como un maestro.
26. Alta costura en España
Esta sala está dedicada a la Alta Costura española, a su historia y a sus principales artífices.
El término Alta Costura surge en 1858, con la llegada a la corte francesa del modisto
británico Charles F. Worth, quien en 1880 crea la Cámara Sindical de la Costura Francesa.
La Alta Costura española se inicia con el modisto Pedro Rodríguez, a quien dedicamos la
vitrina situada a su izquierda. Fue el primero en crear una línea que cumplía con las
directrices marcadas por la Cámara de París: los modelos eran creaciones exclusivas; debía
presentarse una colección por temporada en los propios salones; y confeccionar las prendas
en sus talleres.
Introductor del estilo New Look en España, sus creaciones evidencian una inspiración
mediterránea, concibiendo el cuerpo como un objeto de seducción. Busca la riqueza de los
materiales, siendo el drapeado una constante en su estilo. Es el más barroco de los
creadores de este momento, dotando a las prendas de una gran suntuosidad.
En 1940 funda la Cooperativa de la Alta Costura junto con Asunción Bastida, El Dique
Flotante, Manuel Pertegaz y Santa Eulalia. En Madrid destacan de forma individual,
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Herrera y Ollero, Vargas-Ochagavía, Raphäel, Marbel, Natalio y Rosina, modistos de los
que puede contemplar una representación en la vitrina de enfrente.
27. Alta costura en España 2
Pertegaz se constituye como el modisto puente entre la generación de Balenciaga y Pedro
Rodríguez, y la de aquellos que comenzaron a hacer prèt a porter.
En sus primeros años de actividad la influencia de Balenciaga se aprecia en la confección
de prendas simples. En los años setenta su nombre ya es conocido internacionalmente por
sus líneas de alta costura y prèt a porter, confeccionando vestidos caracterizados por la
austeridad.
En las décadas de los años 60 y 70 destaca Elio Berhanyer, a quien dedicamos la vitrina
situada a su espalda. Sus diseños muestran una preferencia por las líneas geométricas y las
estructuras sólidas que caracterizan a sus trajes sastre y abrigos. Un elemento
inconfundible de sus creaciones son los botones planos y de gran tamaño, que combinan el
metal y la pasta de color.
La desaparición de la Alta Costura en España, debido a la aplicación en 1974 del Impuesto
de Lujo, provocó el cierre de gran parte de las casas y la dedicación de los modistos al prèt
a porter.
28. Tiempos actuales
A partir de los años sesenta, la Alta Costura mantiene sus rasgos de elegancia y distinción.
Pero poco a poco, el espíritu de una nueva época se va abriendo paso. La nueva generación
de diseñadores experimenta con otros materiales; como Paco Rabanne, y sus vestidos de
placas metálicas.
En los años noventa, se multiplican las tendencias y los diseñadores. La vitrina dedicada a
la Alta Costura internacional de los años 80 y 90, muestra: por una parte, nombres punteros
de esta década; y por otra, la recuperación de casas de moda como Chanel y Dior.
Concluyendo: en España, la renovación social y económica de la época de la transición
supuso el fin de la alta costura, imponiéndose una nueva organización de la actividad
centrada en el prêt-à-porter. Desde entonces, contamos con un elenco de nombres que han
dado fama mundial al diseño de moda española.
A continuación, podrá participar en la selección de las piezas que se exhibirán
próximamente, por medio de la votación -de sus modelos favoritos- en el multimedia que
encontrará a la salida. Y después, no deje de visitar el área didáctica.
Terminamos la visita a través de una pasarela, donde usted como espectador se convierte
ahora en el protagonista de la moda. Pues usted participa de las tendencias actuales; su
ropa y aspecto reflejan su propia naturaleza e inquietudes.
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