I. Los difíciles primeros pasos. La fase inicial, que no es otra que la del nacimiento y primeros pasos del Instituto "Blasco Ibáñez", se enmarca en la época y obra educativa de la Segunda República, y más concretamente en la necesidad de crear centros de enseñanza en sustitución de aquellos otros de naturaleza religiosa que habían sido constitucionalmente suprimidos. Esta necesidad se hacía sentir claramente en la ciudad de Valencia -a pesar de la existencia de otros institutos, como el veterano "Luis Vives" y el recién nacido (en 1932) "Instituto Escuela"- y de ahí que un decreto del 26 de agosto de 1933 crease también un Instituto Nacional de Segunda Enseñanza con el nombre de "Blasco Ibáñez". Otro decreto (en la Gaceta del 13 de octubre del mismo año) nombraba, como Director y Secretario, respectivamente, del nuevo centro, al catedrático de Matemáticas D. Desiderio Sirvent López (procedente del Instituto de Alcoy) y al catedrático de Agricultura D. Feliciano Luna Arenes (procedente del Instituto Hispano Marroquí de Ceuta). Ahora bien, esos decretos no correspondían a una real preparación y disponibilidad de medios, por lo que la instalación real del nuevo centro de enseñanza tuvo que realizarse a costa de no pocos trabajos y esfuerzos del nombrado Director-Comisario, al que se unieron también ocho "profesores encargados" procedentes de los "cursillos de selección" realizados el curso anterior. Las dificultades comenzaban por la misma carencia de local donde instalar un Instituto sólo existente en la Gaceta y en las personas del profesorado. Después de búsquedas y gestiones diversas por parte del Sr. Sirvent, se instaló provisionalmente en locales que había ocupado la Escuela Industrial, en el edificio de la Escuela de Artesanos (número 42 de la Avenida del 14 de Abril, luego llamada de José Antonio, y actualmente del Reino de Valencia). A ello habían contribuido eficazmente tanto el interés del Sr. Navarro, director de la Escuela de Artesanos, como las gestiones del concejal del Ayuntamiento y vicepresidente de la Comisión de Instrucción Pública municipal D. José Feo Cremades. Pudieron, finalmente, inaugurarse las clases el 1 de diciembre de 1933, con unos cuatrocientos alumnos y alumnas trasladados del Instituto "Luis Vives". Pero la precariedad e insuficiencia de las instalaciones (sólo contaba con cuatro aulas y otras dos dependencias) obligaron seguir intentando la utilización de otros edificios, especialmente de aquellos que dejaban libres los cambios decretados sobre las instituciones religiosas; de momento, solamente se pudo ampliar ligeramente lo que se tenía con el alquiler de una planta baja en la calle de Luis Santángel, y más adelante con otro local de la misma “Avenida del 14 de Abril”. Aunque se daban también otras dificultades de orden material y económico, la más grave era este problema del local, por lo que, al terminar el curso, el Director urgía al Subsecretario del Ministerio para que se tomasen medidas a fin de que el Instituto pudiera instalarse en "un edificio que reúna las adecuadas condiciones, de las que carece casi en absoluto el que ocupa actualmente el Centro". A pesar de esas malas condiciones, y habilitando turnos de clase de mañana y tarde, el curso 1934-35 comenzó el 29 de octubre de 1934 con una matrícula próxima a los quinientos alumnos, desarrollándose en un período en que la vida nacional adquiría progresivamente una tensión política cada vez mayor y más dramática. Y, desgraciadamente, cuando el Institutopareció haber solucionado en gran medida el problema de su asentamiento, durante el curso 1935-36, fue cuando esa tensión llegó a su máximo nivel, desembocando en la trágica guerra civil de los tres años. Efectivamente, nuevas gestiones de Sirvent, orientadas otra vez hacia el edifico que la institución denominada "Instituto-Asilo de San Joaquín" poseía en la calle de Almirante Cadarso, número 24, dieron al fin resultado, y el 26 de febrero de 1936 exponía el Director al claustro las ventajas que ese edificio ofrecía tanto por su capacidad y condiciones como por su situación próxima a los locales que se venían utilizando hasta ese momento. Aprobada la idea por el claustro, delegó éste en el Director toda la gestión, y se elevó la propuesta a las autoridades ministeriales, que el 3 de marzo del mismo año aprobaron el arriendo del inmueble. A ello hubo que agregar una autorización especial, dada la peculiar naturaleza de los propietarios del edificio. Se trataba, en efecto, de la "Fundación Instituto-Asilo de San Joaquín", creada en 1925 por Doña Filomena Tamarit e Ibarra, marquesa de San Joaquín, como una institución benéfica destinada a "educar a jóvenes cuyos padres hubieran disfrutado de rentas, sueldos o pensiones, con los que educarlas e instruirlas en la forma que corresponde a una señorita de buena posición". Aunque era una obra benéfica en favor de muchachas huérfanas, dada la finalidad docente de la institución, ésta había pasado en 1935 a depender del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, al que cedió, en esta sentido, su "protectorado" sobre la fundación el Ministerio de Trabajo y Sanidad, el cual había recibido, a su vez, las competencias sobre beneficencia que anteriormente se integraban en el Ministerio de Gobernación. Teniendo en cuenta que el Patronato de esta "obra pía de cultura" había decidido construir otro edificio para servir a los fines de la misma, y que había ofrecido consiguientemente el inmueble de la calle de Almirante Cadarso en alquiler al Instituto, el Ministerio "autorizó" a la Fundación para que realizase ese arriendo al Estado por el precio previsto de 42.000 pesetas anuales. El edificio en cuestión era una hermosa e interesante construcción, rodeada de jardín con arbolado, cuyo proyecto -fechado en 1918- era obra del arquitecto D. Demetrio Ribes, que ha sido considerado como uno de los iniciadores de la arquitectura modernista del siglo XX en Valencia, donde introdujo y difundió la utilización del hormigón armado, y cuya creación más conocida es la Estación del Norte, prototipo del estilo modernista en nuestra ciudad. En el caso de la construcción de Almirante Cadarso, hizo una obra de tipo neogótico -como también lo era la verja que rodeaba el jardín- de ladrillo y piedra artificial, sobre cuya portada destacaba el escudo heráldico con leones tenantes y una imagen corpórea del santo titular, San Joaquín. En torno a algunos de los vanos principales del exterior se desarrollaban decoraciones polícromas esgrafiadas, destacando los dinteles mixtilíneos de las ventanas, especialmente de las que se abrían en las torres que había en los extremos del cuerpo central, cubierto de terraza. En cuanto a la planta, tenía una distribución simétrica en torno a dos patios interiores que rodeaban la iglesia, situada en el centro. En este atractivo lugar -que, más adelante, daría sede y carácter al Instituto "San Vicente Ferrer" durante muchos años- parecía que debía encontrar, al fin, su adecuada ubicación el "Blasco Ibáñez". El 1 de julio de 1936 comenzó la instalación del Instituto en la casa-chalet de Almirante Cadarso, y a ello contribuyó el mismo alumnado que, dirigido y estimulado por D. Desiderio Sirvent, volcó su entusiasmo juvenil en el traslado de muebles y material. Pero el estallido de la guerra civil, días más tarde, truncó radicalmente esa esperanza.