Ópera en Holanda por Eduardo Benarroch Die Meistersinger en Ámsterdam Junio 10. En el año del bicentenario de su nacimiento, sería muy apropiado —por no decir original— si hubiera algo nuevo que decir acerca de este extraordinario compositor que siempre está en los labios de todo operómano, para bien y para mal. No hay día que pase que no haya un escándalo relacionado con su familia, o alguna producción provocadora o la conexión nazi. Todo ayuda para que Wagner sea una palabra que todo el mundo conoce. Pues bien, ¿qué tiene de nuevo esta nueva producción de Los maestros cantores que le sirve como homenaje y que justifica una nota? David Alden posee una larga trayectoria como director. Muchas de sus producciones han sido vistas en la English National Opera y siempre se ha caracterizado por explicar la obra y por no imponer un concepto sobre ella. Esta no es una excepción: la producción deja al espectador libre para pensar lo que desee. Alden le da pistas aquí y allá como guías; pero el resto lo debe hacer el público. Al comienzo se ve una congregación implacable vestida de negro que confronta al caballero Walther con sus libritos; no se les ve tolerantes, como lo es Holanda hoy. Más adelante vemos a los Maestros representando sus nombres: por ejemplo, Konrad Nachtigall es visto con una urraca sobre su hombro. Más tarde los maestros sacan viejos instrumentos para acompañar a Walther que canta para ser aprobado (o no) como Maestro. Los aprendices se mueven con pasos de baile de comedia musical, David, Beckmesser y otros exageran sus movimientos de acuerdo con la música, dándole aún mas énfasis. La escenografía de Gideon Davey consiste de una caja blanca grande de cuyo centro surge un escenario donde tiene lugar la competencia del tercer acto. Sobre ella se desarrolla la pesadilla de Beckmesser que es puesto sobre una cama de metal, y que vive en público su humillación. Este mismo escenario es al fin empujado hacia atrás por el mismo Beckmesser que es observado atentamente por Hans Sachs. Pero este Sachs ha tenido también un dia difícil. Al fin se ha dado cuenta de cuánto amaba a Eva, justo cuando ella descubre que está enamorada de otro. Estos juegos wagnerianos tienen muchos significados. Uno de ellos se relaciona con el mismo Wagner. ¿Quienes son Sachs y Walther sino dos aspectos suyos? ¿Y con quién se casa Eva sino con Wagner? Con el joven y talentoso, no con el más viejo y ya pasado de moda. Walther es el hombre del futuro, Sachs el hombre que ha aprendido... Esto es en cierta forma como Così fan tutte, donde el libreto dice una cosa y las emociones otra. Con este contexto creativo, es siempre interesante si hay un elenco que le haga justicia, y lo hubo. James Johnson no es un cantante buen mozo, ni su voz es excepcionalmente bella, pero cantó Sachs con estilo, sin forzar y con buena línea actuando con convicción. Alastair Miles fue el típico burgués bonachón, cantó en forma espléndida. Pero de todos los maestros sobresalió la figura de Beckmesser, por una vez buen mozo, de voz excepcional, movedizo, vestido en forma extravagante y muy pagado de sí mismo. Adrian Eröd lo tuvo todo para triunfar con un rol odioso. Thomas Blondelle fue otra figura sobresaliente con un David cantado a la perfección mientras que Sarah Castle fue una joven Magdalena que encuentra su marido. Roberto Saccá confirmó sus brillantes credenciales como tenor lírico con un Walther sin problemas, cantando con voz bella, homogénea, con reservas de poder hasta el final y actuado con suprema elegancia. Agneta Eicheholz fue una Eva de ensueño, de bellísima y esbelta figura que exhibió una atractiva voz liviana. Pero de todos, lo que mas impresionó fue la dirección de Marc Albrecht, que infundió poesía a la música, sin temor al rubato que fue usado con juicio, con fraseo delicioso, tanto que uno deseaba guardarse el recuerdo. Una dirección de alto vuelo que lo pone allí con los más altos. Un gran triunfo para esta casa. o James Johnson (Hans Sachs) y Adrian Eröd (Sixtus Beckmesser) Foto. Monika Rittershaus septiembre-octubre 2013 pro ópera