1 De Truman a Bush: la reactualización de la Doctrina Sandra

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De Truman a Bush: la reactualización de la Doctrina
Sandra Fadda
Introducción
Como un tipo discursivo, el discurso político es una forma de uso del lenguaje que, de
acuerdo a Obeng (1997), se caracteriza por la presencia simultánea de conflictos y sinergia, de
contestaciones y concesiones, de crítica y de apoyo. Podría decirse entonces que el discurso
político es uno de los eventos comunicativos que más carga ideológica conlleva. Defino aquí
ideología siguiendo a van Dijk (1995), como un sistema básico de cogniciones sociales
fundamentales que organiza las actitudes y otras representaciones sociales fundamentales que
comparten los miembros de un mismo grupo. En otras palabras, la ideología es un conjunto de
creencias comunes a un grupo social, cuya función es controlar las prácticas de ese grupo. Por
lo tanto, el discurso político, quizás más que otros tipos de discursos, no sólo debe analizarse
en cuanto a su forma lingüística (i.e. el texto y co-texto) sino también, y fundamentalmente,
en cuanto al contexto y a la interacción (van Dijk, 1992; Duranti & Goodwin, 1997) entre el
emisor del discurso y el receptor o destinatario del mismo. Y, dado que esa interacción
siempre tiene lugar en un contexto social y en un contexto histórico-cultural, el texto debe
también analizarse en cuanto a su inserción en dichos contextos.
Lo dicho en el párrafo anterior ubica al lenguaje como el medio principal de
transmisión cultural (Halliday, 1973) a través del cual los individuos construyen y refuerzan
identidades que a su vez responden a una ideología. Identidades e ideología delimitan
espacios de poder en los que se establecen relaciones de dominación por un lado, y de
subordinación por el otro. Por ello, el discurso político constituye un tipo de discurso llamado
dominante o de poder (Raiter, 1999), que construye identidades y relaciones de superioridad e
inferioridad dentro de un contexto socio-histórico. Es importante observar que el análisis y las
reflexiones sobre identidades, ideología, relaciones de poder y contexto social e históricocultural se realizan siempre a partir de su anclaje lingüístico, es decir, a partir del estudio
profundizado de las formas lingüísticas utilizadas en una manifestación discursiva particular.
El discurso presidencial, por lo tanto, como la expresión más representativa del
discurso político, se caracteriza por desplegar estrategias discursivas que establecen,
modifican u ocultan relaciones de poder y dominación por un lado, y al mismo tiempo
transmite una cierta ideología. Este trabajo se concentra en el discurso presidencial
1
estadounidense. Se trata, más específicamente, de un análisis crítico de las doctrinas
presidenciales durante la Guerra Fría y durante los seis meses que siguieron al ataque a las
Torres Gemelas y el Pentágono en setiembre de 2001.
Las doctrinas presidenciales
Históricamente, cada presidente de EE.UU. ha tenido su propia doctrina, esto es, un
conjunto de ideas que se convierten en el sello distintivo de la política exterior del país
durante determinada administración. La doctrina es una manifestación discursiva particular
expresada por el mismo presidente a la luz de acontecimientos internacionales de magnitud tal
que –en la evaluación del primer mandatario- requieren de acción inmediata por parte de su
gobierno. Al presentar su doctrina, cada presidente también construye su identidad como el
representante del país más poderoso del mundo, y transmite a sus destinatarios directos (el
pueblo estadounidense) e indirectos (el resto del mundo) la ideología que caracteriza a su
administración.
El ataque terrorista del 11 de setiembre de 2001 sacudió a EE.UU. de una manera
profundísima. La respuesta del país bajo el liderazgo de George W. Bush determinó el origen
de la Doctrina Bush. En primer lugar, el presidente declaró la guerra al terrorismo, iniciando
así lo que dio en llamarse la guerra global. En segundo lugar, y amparado en esa declaración
de guerra, Bush puso en marcha un programa radical en política exterior que en realidad ya
estaba diseñado mucho antes de la tragedia del 11 de setiembre. Finalmente, el presidente
logró que la nación cerrara filas en su apoyo.
Las estrategias discursivas del gobierno estadounidense y las políticas que les
acompañaron después de aquel fatídico 11-S no resultan novedosas. Más bien ya constituian
una buena parte de la retórica y de las relaciones exteriores de EE.UU. desde que comenzara
la Guerra Fría1, período en el cual cada primer mandatario renovó y hasta amplió el contenido
y los objetivos de su doctrina en base a la de los presidentes que le precedieron, toda vez que
el país se enfrentaba con la posibilidad de un conflicto armado. Así lo hicieron Harry Truman
en 1947 en relación a Grecia y Turquía; Dwight Eisenhower en 1957 con respecto a Medio
Oriente a propósito de la crisis en el Canal de Suez; John F. Kennedy en 1962 contra la
1
En realidad, la estrategia política que se pretende ilustrar en este trabajo data de épocas anteriores a la Guerra
Fría (cf., la Doctrina Monroe de 1823, la Guerra Hispano-Americana de 1898, el Corolario de la Doctrina
Monroe de 1904, la diplomacia del dólar del Presidente Taft, y hasta la política del buen vecino de la década de
1930). Sin embargo, como se explica más adelante, dicha estrategia es aplicada de manera sistemática a partir de
la Guerra Fría.
2
instalación de misiles soviéticos en Cuba; Lyndon Johnson en 1964 y Richard Nixon en 1969
a propósito de Vietnam y el sudeste asiático; y Ronald Reagan en 1985 con respecto a
Nicaragua. Si bien en cada caso la doctrina se refería a un punto específico del planeta, en
realidad, lo que todas promovían era la intervención estadounidense en cualquier lugar del
globo donde sus intereses se sintieran amenazados. En este sentido, la más abarcativa de todas
las doctrinas ha sido la del actual presidente –George W. Bush- ya que después del 11-S
declaró una guerra global contra el terrorismo dondequiera que éste se encuentre y
dondequiera que sea protegido y amparado.
En 1957 el presidente Eisenhower dijo: “No es algo nuevo para el presidente y el
Congreso unirse para reconocer que la integridad nacional de otras naciones libres está
directamente relacionada con nuestra integridad” (5 Jan. 1957: par.28). Es verdad; EE.UU.
históricamente se ha embanderado con la causa de la independencia y la libertad, de la
democracia y la paz. Siempre ha acompañado este discurso con la práctica de intervención
que, desde la Guerra Hispano-americana ha enrolado al país en la vieja pero renovada carrera
colonizadora, deviniendo en un gran imperio, según la propia interpretación de los jingoistas
estadounidenses, en el imperio de la libertad y el bien. ¿En qué difiere, entonces, esa actitud
de la primera mitad del siglo de la adoptada por los presidentes de la Guerra Fría? Y a los
mismos efectos, ¿en qué difiere la actitud de los presidentes de la Guerra Fría de la del actual
presidente, George W. Bush? Hay similitudes o diferencias en la ideología que conllevan los
discursos presidenciales del período 1945-89 y los posteriores al 11-S?
En la primera etapa que nos ocupa, la que va desde la Guerra Hispano-americana –
también llamada Guerra Cubano-Filipina– EE.UU. no tenía un enemigo específico a quien
enfrentar y de quien defender a otros países más débiles, especialmente los latinoamericanos.
La Doctrina Monroe (introducida en 1823) y su correspondiente Corolario (agregado por
Theodore Roosevelt a principio del siglo pasado) eran más bien declaraciones aplicables a los
países europeos, puesto que éstos eran los que podían desafiar a EE.UU. ejerciendo su poder
colonizador, sin especificación de nombres pero sí específicamente en contra de sus políticas
imperialistas. Y en su afán de proteger la autodeterminación, EE.UU. se volvió él mismo
imperialista, aunque en su caso –según la doctrina- el jingoísmo apuntaba al bien y a la
libertad.
En la segunda etapa, la de la Guerra Fría, el enemigo se torna tangible, tiene nombre y
apellido: Comunismo Internacional, el cual intenta ejercer su dominio más allá de sus
3
fronteras rusas y extender, en todo el mundo de ser posible, su modelo social, político,
económico y, fundamentalmente, su dominio militar. A fin de salvaguardar la integridad de
otros países y de esa manera proteger la seguridad propia, las sucesivas administraciones
estadounidenses en este período enviaron asistencia a los rincones más recónditos del planeta.
Durante casi medio siglo de Guerra Fría, EE.UU. difundió y aplicó la doctrina de manera
sistemática. A partir de entonces, ciertas estrategias político-militares pasaron a formar parte
permanente de la agenda del gobierno con la finalidad de contener y/o repeler a lo que el
presidente Reagan llamó el Imperio del Mal.
En la tercera etapa, la que comienza con los ataques del 11-S, el enemigo se torna
difuso. Si bien el Presidente George W. Bush declara una guerra global para salvar al mundo,
en realidad no sabe bien contra quién deberá pelear, ya que no hay certeza absoluta sobre
quiénes fueron los autores de los atentados –aún cuando el presidente se haya apresurado a
decir que la evidencia apuntaba a Al Qaeda y a su líder Bin Laden- o sobre cuál era su
conexión con países hostiles a EE.UU. como Afganistán o Irak. Bush declara la guerra contra
el terrorismo, un enemigo vago y elusivo que nombra a nadie específicamente y a muchos de
manera general. A este término podrían ajustarse muchos que, sin tener necesariamente una
posición extremista, podrían ser considerados enemigos por no comulgar con las ideas
americanas. El mismo presidente lo dijo en uno de sus discursos: “Todas las naciones, en
todas las regiones, tienen ahora que tomar una decisión. O están con nosotros, o están con los
terroristas.” (20 Sept. 2001: par. 30). En el discurso de Bush, el mundo vuelve a polarizarse
puesto que el enemigo sigue existiendo y al acecho.
Una mirada más cercana a las doctrinas presidenciales permitirá trascender la retórica
para descubrir el verdadero sentido del discurso (Fairclough, 2000) a fin de corroborar esta
hipótesis de que, a pesar de estar viviendo una era post-Guerra Fría, la doctrina del actual
presidente estadounidense recrea y reactualiza el contenido de las doctrinas presidenciales de
la segunda mitad del siglo XX, y en consecuencia propone la aplicación de estrategias
políticas similares a las que se pusieron en práctica en contra del Comunismo Internacional.
La Doctrina Bush
El 1 de junio de 2002, en un discurso ante las nueva promoción de oficiales de la
Academia Militar de West Point, el Presidente Bush anunció un conjunto de ideas que
aparentemente colocaban a su país en un nuevo rol de potencia colaborativa:
4
Peleamos, como siempre lo hemos hecho, por una paz justa –una paz que
favorezca la libertad humana. Defenderemos la paz contra amenazas de
terroristas y tiranos. Preservaremos la paz construyendo buenas relaciones
entre las grandes potencias. Y extenderemos la paz fomentando sociedades
libres y abiertas en todos los continentes. (par. 13)2
Sin embargo, a pesar de que las declaraciones del presidente pretendían marcar un
importante cambio en la política exterior de su país, en realidad, en lugar de rectificar
ratificaban una actitud frente al mundo de larga data. ¿Qué subyace a esta nueva retórica
humanista de los EE.UU. que aparenta dejar de lado el mero interés estratégico? A fin de
responder ésta y otras preguntas relacionadas se ha realizado un análisis de las siguientes
categorías comunes a todas las doctrinas presidenciales:
1)
La estrategia de la guerra preventiva3.
2)
El unilateralismo en la toma de decisiones.
3)
El poder que trasciende los desafíos.
4)
La promoción global de la democracia, la libertad y la seguridad.
La primera de estas categorías se basa en la formulación inicial (expresada en el
discurso presidencial del mismo 11-S) de que el nuevo enemigo de EE.UU. es el terrorismo y
todos aquéllos que lo protejan; es decir, existen enemigos invisibles y potenciales en distintas
partes del mundo. La existencia (aunque sea invisible) del enemigo está relacionada con el
derecho de EE.UU. a su auto-defensa y, por lo tanto, la autoridad necesaria para iniciar
ataques preventivos contra agresores potenciales o sospechosos dondequiera que éstos se
encuentren:
No podemos defender a Estados Unidos y a nuestros amigos deseando lo
mejor. No podemos tener fe en la palabra de tiranos que solemnemente firman
tratados de no-proliferación y después sistemáticamente los violan. Si
esperamos que las amenazas se materialicen, habremos esperado demasiado.
(1º junio 2002: par. 18)
Los ataques preventivos –un concepto recurrente en el discurso presidencial
estadounidense-, según el Presidente Bush, le permiten a su país auto-defenderse, una
prioridad de siempre pero especialmente importante después del ataque a las Torres Gemelas
2
Todas las traducciones al español me pertenecen.
Un ataque preventivo consiste en la toma de iniciativa del atacante cuya intención es dañar o destruir las armas
del enemigo antes de que éstas puedan ser utilizadas.
3
5
y el Pentágono. Las amenazas, por lo tanto, deben ser destruidas antes de que se materialicen,
una condición fundamental para la seguridad nacional:
[…] la guerra contra el terror no se ganará en la defensiva. Debemos llevar la
batalla al enemigo, destruir sus planes, y enfrentar las peores amenazas antes
de que éstas surjan. (Idem: par. 19)
[…] nuestra seguridad requerirá de que todos los estadounidenses estén
prevenidos y resueltos, estén listos para la acción preventiva cuando sea
necesario defender nuestra libertad y defender nuestras vidas. (Idem: par. 20)
Cuando el Presidente Bush anunció esta política en junio de 2002, ya la había puesto
en práctica en Afganistán entre octubre y diciembre de 2001, y se preparaba para hacer lo
propio en Irak al cabo de algunos meses4. Este tipo de ataques avala el uso de la fuerza a los
fines de la prevención:
Vamos a enviarlos a ustedes, nuestros soldados, donde se los necesite. (Idem:
par. 21)
A través de su retórica, como puede verse, el Presidente pone claramente de
manifiesto la ideología de su gobierno: EE.UU. tiene derecho a intervenir globalmente, de
manera preventiva y utilizando la fuerza de ser necesario.
La segunda categoría analizada en la Doctrina Bush es el unilateralismo en la toma de
decisiones orientadas a la acción militar. En sus discursos el Presidente Bush presenta a
EE.UU. como una potencia colaborativa apoyada por el “mundo civilizado” (“El mundo
civilizado se está uniendo del lado de Estados Unidos”. 20 Sept. 2001: par. 37). Esta
insistencia en la colaboración y el establecimiento de alianzas constituye un proceso continuo
en la representación socio-histórica del mundo visto desde la posición particular del gobierno
estadounidense. Es más bien una representación del mundo como éste debería ser más que
como realmente es en la actualidad. En la práctica real, el gobierno de Bush se ha negado
sistemáticamente a consultar con sus aliados y hasta a la Organización de Naciones Unidas.
Por un lado, el presidente insiste en su discurso que su intención es fortalecer alianzas para
derrotar al terrorismo global:
4
La invasión de Irak comenzó el 20 de marzo de 2003 y hasta el momento en que se realizó este estudio, la
situación en dicho país no se ha estabilizado.
6
Junto con nuestros amigos y aliados, debemos oponernos a la proliferación y
enfrentar a los regímenes que patrocinan el terror, según lo requiera cada caso.
(1º junio 2002: par. 21)
Hoy las grandes potencias también están cada vez más unidas por valores
comunes, en vez de divididas por ideologías en conflicto. Estados Unidos,
Japón y nuestros amigos del Pacífico, y ahora toda Europa, comparten un
profundo compromiso con la libertad humana, representado en alianzas
fuertes como la OTAN. . (Idem: par. 28)
Sin embargo, las palabras del Presidente dejan entrever que su país está decidido a
actuar con o sin el apoyo de otros. En reiteradas oportunidades, aún antes de hacer pública su
doctrina, Bush había polarizado al mundo, como ocurrió durante la Guerra Fría. El discurso
del primer mandatario construye una identidad americana que, como notara Ricento (2003)
en relación al discurso de poder, excluye a algunos grupos e incluye a otros. De un lado están
los terroristas, y todo país o régimen que les dé asilo. Del otro, EE.UU. y sus aliados, pero
bajo el liderazgo y acatando las decisiones del gobierno de Bush:
Toda nación, en cualquier región, hoy tiene una decisión que tomar: O están
con nosotros o están con los terroristas. Desde este mismo día, cualquier
nación que continúe albergando o apoyando al terrorismo será considerada por
Estados Unidos como un régimen hostil. (20 Sept. 2001: par. 30)
Liberaremos de esta oscura amenaza a nuestro país y al mundo. (1 June 2002:
par. 22)
EE.UU. acepta esta responsabilidad porque cumplirla le permitirá mantener su
condición de única superpotencia militar del mundo. En otras palabras, junto con esa
representación del mundo como debería ser, el presidente representa a su gobierno como
responsable de un proceso para cambiar al mundo. Esto está directamente relacionado con la
siguiente categoría: la fuerza más allá de los desafíos.
Construir esta paz justa es la oportunidad de Estados Unidos, y el deber de
Estados Unidos. Desde este día en adelante, es también el desafío de ustedes,
y enfrentaremos este desafío juntos. Ustedes lucirán el uniforme de una nación
grande y única. (1 June 2002: par. 14)
Y lideraremos el mundo combatiendo [regímenes ilegítimos y perversos].
(Idem: par. 22)
Finalmente, el Presidente Bush no puede ser más claro al afirmar que EE.UU. no
aceptará competencia militar alguna. Ese rango de privilegio le pertenece sólo a su país:
7
Estados Unidos posee, y pretende mantener, fuerzas militares que trascienden
los desafíos, dejando a la desestabilizadora carrera armamentista de otras
épocas sin sentido, y limitando las rivalidades al comercio y a otras búsquedas
de la paz. (Idem: par 27)
Esa condición de superpotencia no se circunscribe sólo al ámbito militar, aunque éste
sea el que le dé a EE.UU. su posición de prácticamente invencible. El poder supremo
también se extiende al ámbito económico, en el que EE.UU. asume el rol del Gran Hermano5
que asiste a otros países no sólo para que puedan obtener su libertad sino también para que
puedan prosperar económicamente:
Les deseamos a otros sólo lo que deseamos para nosotros mismos –seguridad
contra la violencia, las recompensas de la libertad y la esperanza de una vida
mejor. (Idem: par 13)
Y finalmente, Estados Unidos simboliza más que la ausencia de guerra.
Tenemos la gran oportunidad de extender una paz justa, reemplazando la
pobreza, la represión y el resentimiento alrededor del mundo por la esperanza
de un día mejor. (Idem: par. 31)
La última categoría a analizar en la Doctrina Bush consiste en la promoción global de
la democracia, la libertad y la seguridad:
Esta guerra dará muchos giros que no podemos predecir. Empero estoy seguro
de esto: dondequiera que la llevemos, la bandera estadounidense representará
no sólo nuestro poder, sino nuestra libertad. La causa de nuestra nación
siempre ha sido mayor a la defensa de nuestra nación. Luchamos, como
siempre hemos luchado por una paz justa –una paz que favorece la libertad
humana. Defenderemos la paz contra la amenaza de terroristas y tiranos.
Preservaremos la paz para construir buenas relaciones entre las grandes
potencias. Y extenderemos la paz fomentando sociedades libres y abiertas en
todos los continentes. (Idem: par. 13)
Junto con el estilo del líder político y la asociación del discurso político con un
partido o grupo en particular, Fairclough (2000) identifica un tercer aspecto en el lenguaje
político: el modo en que el lenguaje es utilizado en el proceso del ejercicio del poder.
Claramente vemos en la cita más arriba que el Presidente Bush utiliza entidades como
“libertad”, “paz”, “defensa” en combinación con la frase “nuestro poder” y verbos
conjugados en primera persona del plural que le adjudican a EE.UU. la responsabilidad de
“defender”, “preservar” y “extender” esos privilegios en todo el mundo.
5
La expresión Gran Hermano apareció por primera vez en la obra de George Orwell 1984 para denominar a un
dictador con plenos poderes pero supuestamente benévolo. Ha sido utilizada con frecuencia en la historia del
siglo XX para referirse a EE.UU.
8
Las doctrinas de los presidentes de la Guerra Fría
El discurso de poder contenido en la Doctrina Bush muestra claramente ciertas
similitudes con las Doctrinas planteadas por la mayoría de los presidentes de EE.UU. durante
los más de 40 años en que el mundo vivió inmerso en el temor y las amenazas propias de la
Guerra Fría entre el Bloque Occidental y el Bloque Oriental.
Sin embargo, también se advierten algunas aparentes diferencias, las cuales, lejos de
mostrar que EE.UU. ha aprendido ciertas lecciones de la historia, en realidad demuestran que
su posición de única potencia sobreviviente en el ocaso de siglo XX y albores del siglo XXI
le ha infundido renovada fuerza y autoridad para dictar la política internacional actual en
términos de una Pax Americana6.
a) La prevención
La Doctrina Bush que prioriza el concepto de guerra preventiva contra amenazas
incipientes podría considerarse como diferente de los conceptos de disuasión y contención
presentes en los discursos doctrinales de los presidentes de la Guerra Fría. El mismo
Presidente Bush establece la diferencia a pesar de que, según sus palabras, en algunos casos
las estrategias de la Guerra Fría todavía hoy tienen vigencia:
Durante gran parte del siglo pasado, la defensa de Estados Unidos dependió
del las doctrinas de la Guerra Fría de disuasión y contención. En algunos
casos, esas estrategias todavía son pertinentes. Pero nuevas amenazas
requieren nuevas reflexiones. La disuasión –la promesa de represalia masiva
contra naciones- no significa nada contra las oscuras redes terroristas sin
naciones o ciudadanos que defender. (Idem: par. 17)
Como explica el Presidente Bush, en otros casos, esas estrategias no pueden aplicarse
dado el nuevo contexto mundial en el que el nuevo enemigo es el terrorismo y sus
conexiones a nivel global. En este nuevo contexto, ¿a quién exactamente se disuadirá de
intentar iniciar un conflicto armado y a qué región geográfica se lo confinará a fin de
contener la expansión de su modelo o ideología?
6
La expresión Pax Americana deriva de Pax Romana, el cual se refiere al período histórico del Imperio Romano
en el cual reinaba la paz; sin embargo, esa paz era impuesta por el dominio militar de las legiones romanas. Por
analogía, la expresión Pax Americana alude al período de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo
XXI, en el cual prevalece la paz pero bajo las condiciones impuestas por Estados Unidos.
9
El Presidente Truman (1947-53) también había mencionado al terrorismo en su
Doctrina, pero éste tenía claramente un origen y un mando al que respondía:
La existencia misma del estado griego está hoy amenazada por las actividades
terroristas de varios miles de hombres armados, liderados por Comunistas,
que desafían la autoridad del gobierno desde un número de puntos,
especialmente a lo largo de las fronteras del norte. (12 March 1947: par. 11)
Contra este enemigo palpable, detectable, visible e identificable (“el Comunismo
Internacional”) existían estrategias que se convirtieron en parte esencial del discurso
presidencial como en el pilar de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría: la
disuasión y la contención. Éstas consistían en demostrar al enemigo tanto poder como para
disuadirlo de iniciar acciones bélicas en contra de EE.UU. De esta manera, el enemigo no
avanzaría más allá de las fronteras preestablecidas como los límites de su dominio. En otras
palabras, el Comunismo quedaría contenido dentro de su zona de influencia. Los presidentes
de la Guerra Fría puntualizaron la importancia de estas estrategias en sus respectivas
doctrinas. Para Truman, la doctrina debía concentrarse en la contención del Comunismo a
través de la asistencia a países que estuvieran resistiéndolo, especialmente Grecia y Turquía a
finales de la década de 1940.
Grecia debe tener asistencia si es que ha de convertirse en una democracia
digna y que se autoabastezca. (Idem: par. 12)
Estados Unidos debe proveer esa asistencia. (Idem: par. 13)
Creo que debe ser la política de los Estados Unidos apoyar a los pueblos libres
que están resistiendo intentos de sometimiento por parte de minorías armadas
o de presiones externas. (Idem: par. 33)
Creo que debemos ayudar a los pueblos a forjar sus destinos a su manera.
(Idem: par. 34)
El Presidente Eisenhower (1953-61) dirigió su doctrina al Medio Oriente, enviándole
también, siguiendo el patrón establecido por su antecesor, asistencia militar y económica a
los pueblos que luchaban contra el Comunismo y estrechando, además, los lazos comerciales
con America Latina.
Sólo con la [cooperación del Congreso] podemos dar la garantía necesaria
para disuadir la agresión, para brindar coraje y confianza a aquéllos que están
dedicados a la libertad y en consecuencia prevenir una cadena de
acontecimientos que pondría en grave peligro a todo el mundo. (7 Jan 1957:
par 25)
10
El discurso de John Kennedy (1961-63) básicamente amplió las prerrogativas de la
política exterior de sus dos antecesores. Cuando JFK asumió la presidencia, acababa de
fracasar una cumbre americano-soviética en Paris y acababa de producirse el fiasco de la
Bahía de Cochinos7. En consecuencia, las relaciones Este-Oeste se tensionaron aún más que
de costumbre, con el agravante de que ahora existía un bastión comunista (Cuba) en plena
zona de influencia estadounidense, en lo que los analistas políticos llaman “el patio trasero de
EE.UU.”. Es quizás por ello que Kennedy, en realidad un guerrero de la Guerra Fría, planteó
su doctrina sobre la base de la necesidad de encontrar la paz, quizás por temor a MAD
(Mutual Assured Destruction por sus siglas en inglés: la destrucción mutua asegurada), el
resultado de cometer la “locura” de enfrentarse al enemigo con la nuevas armas de
destrucción masiva (e.g., la bomba A y la bomba H) con que contaban ambas potencias.
[…] a aquellas naciones que se convertirían en nuestros adversarios, les
ofrecemos no una promesa sino un pedido: que ambas partes comiencen
nuevamente la búsqueda de la paz, antes de que los oscuros poderes de la
destrucción desatados por la ciencia sumerjan a toda la humanidad en la
autodestrucción, planeada o accidental. (20 Jan 1961: par. 10)
Sin embargo, Kennedy no rehuye la posibilidad de enfrentamiento, en cualquier
momento y en cualquier lugar, contra los enemigos de la libertad:
Que toda nación sepa, sea que nos desee el bien o el mal, que pagaremos
cualquier precio, soportaremos cualquier carga, enfrentaremos cualquier
privación, apoyaremos a cualquier amigo, nos opondremos a cualquier
enemigo, a fin de asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad. Todo esto
prometemos –y más. (Idem: par 4)
Esta estrategia de disuasión y contención planteada en el discurso del Presidente puso
a prueba al gobierno estadounidense apenas un año después, cuando Nikita Khruschev
decidió mostrar su apoyo y solidaridad a Fidel Castro instalando bases misilísticas en Cuba.
Lo que siguió fueron los trece días de mayor tensión quizás de toda la Guerra Fría. El juego
de llevar la situación al filo de un conflicto armado casi hunde al mundo en una guerra
nuclear en la que MAD se hubiese convertido en una catastrófica realidad y no tan sólo en la
descripción teórica de un imposible.
7
El Presidente Kennedy –a través de la CIA- proveyó armas, equipamiento y transporte a 1400 exiliados
cubanos anticastristas para que éstos invadieran Cuba, derrocaran y asesinaran a Fidel Castro. El grupo
desembarcó en Bahía de Cochinos. Allí se enfrentaron a 20.000 efectivos cubanos armados con tanques y
armamento de última generación. La invasión fracasó totalmente. Los anticastristas fueron capturados o muertos
en el término de unos pocos días. En la historia, el incidente se conoce como el “fiasco” de Bahía de Cochinos.
11
Si bien Johnson (1963-1969) hizo pública su doctrina en 1965 en relación a la
necesidad de combatir el Comunismo en Centroamérica, más específicamente en República
Dominicana, la política de contención y, en gran medida la de disuasión a pesar del empleo
de fuerzas militares durante su administración están, en mi opinión, mejor ilustradas en la
americanización de la Guerra de Vietnam, a partir de 1964. El 5 de agosto de ese año el
presidente compareció ante el Congreso para solicitar poderes especiales que le permitieran
enfrentar y repeler al Comunismo en esta confrontación indirecta y guerra de guerrillas en el
sudeste asiático.
Nuestra asistencia militar y económica a Vietnam del Sur y a Laos en
particular tiene el propósito de ayudar a esos países a repeler la agresión y a
fortalecer su independencia. (5 Aug 1964: par. 4)
Debemos dejar en claro a todos que Estados Unidos está unido en su
determinación de ponerle fin a la subversión y agresión comunista en la
región. (Idem: par. 9)
El discurso del presidente logra convencer a los miembros del Congreso. Dos días
después, éste decide pasar una Resolución Conjunta en la cual la Cámara de Representantes
por unanimidad y el Senado con sólo dos votos en contra (Morse de Oregon y Gruening de
Alaska) deciden otorgarle al presidente amplios poderes discrecionales “para realizar todos
los pasos necesarios, incluyendo el uso de fuerzas armadas, para asistir a cualquier país
miembro del Tratado de Defensa Colectiva del Sudeste Asiático8 que requiera tal asistencia
en defensa de su libertad” (Resolución H.J.RES. 1145, Sección 2). A partir de ese momento,
la lucha –hasta entonces circunscripta a Vietnam del Sur- se extendió también a Vietnam del
Norte, lo cual requirió el envío de tropas a la zona de conflicto, hasta que en 1967 el total de
soldados americanos en Vietnam alcanzó al alarmante cifra de casi 500.000. La necesidad de
aplicar la política de contención se convirtió en una excusa y justificativo para la
intensificación de la intervención estadounidense.
Convencido de que la victoria militar en Vietnam era imposible para EE.UU., el
Presidente Nixon (1969-74) decide, a través de su propia doctrina, buscar cómo ganar la paz
8
El Tratado de Defensa Colectiva del Sudeste Asiático, también llamado Pacto de Manila, creó la SEATO
(Organización del Tratado del Sudeste Asiático), una organización de defensa regional que incluía Australia,
Francia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Reino Unido y Estados Unidos. Fue firmado en Manila,
Filipinas, el 8 de setiembre de 1954 y entró en vigencia el 19 de febrero de 1955. El objetivo de SEATO era la
protección de la igualdad de derechos y la autodeterminación de los pueblos, además de la promoción del
bienestar y el desarrollo económico de todos los pueblos incluidos en el tratado. Curiosa y paradójicamente, en
dicho tratado también se prometía resolver cualquier disputa por medios pacíficos, evitando la amenaza y el uso
de la fuerza.
12
para su país y al mismo tiempo no permitir a los Comunistas adueñarse de la península
indochina. La contención sigue siendo parte de la estrategia sólo que ahora su aplicación
estará a cargo de los aliados asiáticos, quienes –con el entrenamiento recibido de EE.UU.deberán ocuparse de su propia defensa militar. Este aparentemente nuevo concepto sobre la
política exterior americana había sido presentado por el propio presidente en una conferencia
de prensa que tuvo lugar en Guam el 25 de junio del mismo año de 1969. Ahora era
oficialmente introducida a todo el pueblo estadounidense:
En la administración anterior americanizamos la guerra en Vietnam. En esta
administración vietnamizaremos la búsqueda de la paz.
La política de la administración anterior no sólo resultó en que asumimos la
responsabilidad primaria de pelear la guerra, sino que, lo que es más
significativo, no enfatizó adecuadamente el objetivo de fortalecer a los
vietnamitas del sur para que ellos pudieran defenderse cuando nosotros
partiésemos […] (3 Nov 1969: par. 42)
De acuerdo al plan [de vietnamización], primero ordené un incremento
sustancial en el entrenamiento y equipos de las fuerzas de Vietnam del Sur
[…]. Según las nuevas órdenes [al General Abrams en Vietnam], la misión
principal de nuestras tropas es permitir que las fuerzas de Vietnam del Sur
asuman total responsabilidad por la seguridad de Vietnam del Sur. (3 Nov
1969: par. 43)
A diferencia de George W. Bush, Nixon espera un gradual alejamiento de la zona en
conflicto, no sólo debido a la cantidad de bajas entre las tropas americanas sino también a la
fuerte oposición del pueblo americano, el cual hacía tiempo había empezado una campaña de
presión para que el gobierno desligara a su país del compromiso de seguir luchando una
guerra que el pueblo consideraba tanto ajena como lejana. Sin embargo, para el gobierno, el
retiro de tropas debía ser gradual si se deseaba obtener éxito en la contención:
En enero pude sólo concluir que la retirada precipitada de fuerzas
estadounidenses de Vietnam sería un desastre no sólo para Vietnam del Sur
sino para los Estados Unidos y para la causa de la libertad. (Idem: par. 20)
Para los vietnamitas del sur, nuestra retirada precipitada permitiría
inevitablemente a los comunistas repetir las masacres que siguieron a su toma
del poder en el Norte hace quince años. (Idem: par. 21)
Para el presidente americano, la defensa de la libertad concierne a todos, no sólo a
EE.UU. Es por ello que su administración decidió que, en el futuro, el país proveerá
asistencia militar y económica según se le solicite pero esperará que la nación afectada asuma
13
la responsabilidad principal de proveer el potencial humano disponible (i.e., los efectivos
militares) para su propia defensa. Fairclough (1989/1991) sostiene que cuando surge una
discrepancia entre la representación ideológica del mundo que tiene el emisor del discurso y
el mundo mismo, el emisor re-estructura su discurso de manera creativa a fin de resolver esa
discrepancia. Dada la posición de desventaja de EE.UU. en Vietnam, el presidente no admite
la posible derrota y en cambio sugiere el plan de Vietnamización como la solución tanto para
los vietnamitas del sur como para EE.UU. ya que ese plan le permitirá al país alcanzar la paz
con honor. Como en casos anteriores, la intervención americana volvía a ser indirecta, mas
no desaparecía.
El Presidente Reagan (1981-89) definió a la Unión Soviética como el “Imperio del
Mal”. Por lo tanto, a fin de poder controlar un enemigo de tal magnitud, su discurso continúa
proponiendo la práctica de estrategias como la disuasión y la contención:
Durante los últimos veinte años hemos creído que ninguna guerra se iniciaría
mientras cada parte supiera que podía responder con un contraataque mortal.
Bueno, creo que hay una mejor manera de eliminar la amenaza de una guerra
nuclear. Es la Iniciativa de Defensa Estratégica cuyo objetivo final es
encontrar una defensa no-nuclear contra misiles balísticos. Es la más
esperanzadora posibilidad de la era nuclear. Pero no es bien comprendida.
Algunos dicen que traerá la guerra a los cielos, pero su propósito es disuadir la
guerra en los cielos y en la tierra. (6 Feb 1985: par 57)
La contención ya no se aplicaría en algunas regiones candentes del mundo, sino en
cualquier lugar del globo en el que hubiere que luchar contra el “Imperio del Mal”:
Debemos apoyar y ayudar a todos nuestros aliados democráticos. Y no
debemos engañar a todos los que están arriesgando sus vidas –en todos los
continentes, desde Afganistán a Nicaragua- para desafiar a la agresión
apoyada por los soviéticos y asegurar los derechos que nos pertenecen desde
el nacimiento. (Idem: par. 65)
Estaba claro entonces que, aunque los métodos varíen y se vuelvan cada vez más
sofisticados, la estrategia sigue siendo la misma: la exhibición o alegación de medios bélicos
a fin de ejercer tal presión en el enemigo que le haga desistir de acciones armadas. En cuanto
al objetivo de dicha estrategia, el de contener al comunismo, Reagan parecía apartarse del
concepto de contención establecido por Truman y aplicado por Eisenhower, Kennedy,
Johnson y Nixon, y reinterpretarlo adoptando el sentido que le habían dado el General Mac
14
Arthur9 y el ex-Secretario de Estado John Foster Dulles10. Tanto Dulles como MacArthur, y
ahora Reagan, creían que EE.UU. debía luchar activamente para hacer retroceder hasta
eliminar la influencia del comunismo11. A este fin, el discurso del presidente exhortaba al
Congreso sobre la necesidad de apoyar a los “guerreros de la libertad”. Esta vez, en su
agenda, Reagan tenía un lugar específico en el cual concentrar sus esfuerzos:
La dictadura Sandinista de Nicaragua, con pleno apoyo del bloque cubanosoviético, no sólo persigue a su gente, a la iglesia y no permite una prensa
libre, sino que además provee bases para que terroristas comunistas ataquen
estados vecinos. El apoyo a los guerreros de la libertad significa auto-defensa
y es totalmente coherente con las cartas de la OEA y la ONU. Es esencial que
el Congreso continúe todos los aspectos de nuestra asistencia a América
Central. Quiero trabajar con ustedes para apoyar las fuerzas democráticas
cuya lucha está ligada a nuestra seguridad. (Idem: par. 66)
Otro documento de la era Reagan –información clasificada hasta hace pocos añosencuadraba esta política clara y sintéticamente. En 1983, el NSC National Seurity Decisión
Directive 75, en su Punto 1, establecía como prioridad en la política estadounidense hacia la
Unión Soviética lo siguiente:
1. Contener y con el tiempo revertir el expansionismo soviético
compitiendo efectivamente de manera sostenible con la Unión Soviética
en todos los foros internacionales –particularmente en el equilibrio
militar general y en las regiones geográficas de interés prioritario para
Estados Unidos. (NSC – NSDD – 75: pag. 1)
La doctrina presentada por Reagan ante el Congreso y ante la nación estadounidense
ratificaba este curso de acción contra el peligroso Imperio del Mal. El mero confinamiento de
la influencia soviética a un área restringida del globo ya no era suficiente. Había que
gradualmente reducir esa área hasta que la ideología y el accionar enemigos desaparecieran
por completo. En esta misión moral, política y económica la intervención de EE.UU. era
fundamental, como lo es hoy para el gobierno americano el recurso de la guerra preventiva.
En todos los casos, la acción ya sea preventiva, posterior a la agresión o solapada, estaba
apoyada en el derecho a la autodefensa. Es este derecho el que legitima y justifica la
9
El General Douglas MacArthur fue nombrado Comandante en Jefe de las fuerzas militares de 16 países que
lucharon en la Guerra de Corea (1950-53) en representación de las Naciones Unidas.
10
John Foster Dulles fue Secretario de Estado del Presidente Dwight Eisenhower entre 1953 y 1959. Durante ese
período, Dulles fue el principal asesor del presidente, su principal representante ante el Congreso y su principal
agente y negociador en cuestiones nacionales e internacionales. Fue el orquestador de la formación de SEATO
(Organización del Tratado del Sudeste Asiático) en 1955.
11
En la década de 1950 se llamó a esta estrategia “roll-back” (i.e., hacer retroceder).
15
intervención directa o indirecta en otros países a los que EE.UU. debe liberar –según el
momento y el contexto geopolítico- del mal Comunista o del terrorismo fundamentalista.
b) El unilateralismo
El derecho a la autodefensa por un lado, y la convicción de que su misión es proteger
la paz, la seguridad y la libertad en todo el planeta ha llevado al Presidente Bush, como se
explicó anteriormente, a actuar de manera unilateral y directa, a diferencia en apariencia de
sus pares de la Guerra Fría, quienes aparentemente buscaban consenso multilateral antes de
tomar decisiones que desencadenaran en acciones bélicas. Podría nombrarse como excepción
la Guerra de Corea ya que, como muchos historiadores y analistas lo han apuntado, fue más
una guerra de EE.UU. que de la ONU. Sin embargo, aún en ese caso, todas las acciones
iniciadas por EE.UU. se llevaron a cabo en teoría dentro del marco de la organización
internacional.
Sin embargo, todos los presidentes de la Guerra Fría, igual que Bush, se refieren a la
necesidad de actuar en conjunción, no sólo con los países aliados, sino en honor a tratados y
organizaciones internacionales. En el discurso de poder estadounidense, el unilateralismo
sólo se convierte en un derecho cuando no se encuentran soluciones multilaterales o cuando
éstas son inaceptables. Pero, cabría preguntar y preguntarse: ¿inaceptables para quién?
El Presidente Truman fue el primero en enmarcar su doctrina dentro del respeto y
apoyo a la Carta de las Naciones Unidas, mostrando así una actitud altruista y en apariencia
despojada de todo interés egoísta:
[…] no podemos permitir cambios en el statu quo que violen la Carta de las
Naciones Unidas con métodos como la coerción, o mediante tales subterfugios
como la infiltración política. Ayudando a las naciones libres e independientes
a mantener su libertad, Estados Unidos estará haciendo efectivos los
principios de la Carta de las Naciones Unidas. (12 March 1947: par. 36)
Sin embargo, en ese mismo discurso su altruismo lo lleva a admitir el hecho de que la
supervivencia de Grecia y Turquía como países democráticamente sólidos y económicamente
prósperos depende de la exclusiva intervención de EE.UU.
No existe otro país al cual Grecia pueda recurrir. (Idem: par. 14)
Ninguna otra nación quiere o puede proveer el apoyo necesario para un
gobierno griego democrático. (Idem: par 15)
16
El gobierno británico […] no puede brindar más asistencia. (Idem: par. 16)
[…] las Naciones Unidas y sus organizaciones relacionadas no están en
posición de proveer ayuda del tipo que se requiere. (Idem: par. 17)
Como en el caso de Grecia, si Turquía debe tener la asistencia que necesita,
Estados Unidos debe proveerla. Somos el único país capaz de proveer tal
asistencia. (Idem: par. 25)
En otras palabras, dada la imposibilidad de proveer asistencia por parte de otros
países aliados como Gran Bretaña, y de organismos internacionales como las Naciones
Unidas, el unilateralismo se convierte en la única solución posible. Después de todo, la
política unilateralista se correlaciona perfectamente con la ideología del excepcionalismo
americano que, según Ricento (2003), ya había constituido parte esencial de los discursos del
destino manifiesto con su justificación para el intervencionismo y expansionismo en Cuba,
las Filipinas y Hawaii a finales del siglo XIX.
Eisenhower también puntualizó la actitud de su país de siempre obrar en
concordancia con las Naciones Unidas, pero al mismo tiempo admitió las debilidades de
dicha institución, una razón más que suficiente para recurrir a la acción unilateral:
Nuestros pensamientos naturalmente se dirigen a las Naciones Unidas como
protectora de pequeñas naciones […] Las Naciones Unidas siempre pueden
asistir, pero no se puede depender completamente de ella como defensora de
la libertad cuando se trata de las ambiciones de la Unión Soviética. (5 Jan
1957: par. 21)
[…] una mayor responsabilidad ahora recae sobre Estados Unidos. (Idem: par.
22)
Aún cuando el presidente deja en claro que la intención de EE.UU. es asistir a la
Organización de Naciones Unidas, también aclara que la intervención de EE.UU. es crucial
para lograr el éxito total. La presencia americana es fundamental a la hora de apuntalar el
sistema de seguridad colectiva. Por otro lado, el peligro in crescendo que plantea el
Comunismo Internacional requiere la decisión conjunta sólo de los Poderes Ejecutivo y
Legislativo estadounidenses:
[…] la resolución conjunta de nuestro [Congreso y Ejecutivo] debe ser
formulada de tal manera de poner de manifiesto que, de ser necesario, nuestras
palabras estarán respaldadas por la acción. (Idem: par. 27)
17
La Doctrina Kennedy renueva el multilateralismo teórico a través de la promesa del
presidente de apoyar a las Naciones Unidas para evitar que se transforme en un mero foro de
acusaciones y en cambio fortalezca a los miembros nuevos y a los más débiles, lo cual le
permitirá extender su área de influencia.
Además, Kennedy busca consenso internacional, no para la acción militar como lo
hace Bush, sino para el afianzamiento de lazos culturales y espirituales. Esa parte del
discurso está obviamente dirigida a Gran Bretaña, la otrora madre patria:
A aquellos viejos aliados cuyos orígenes culturales y espirituales
compartimos, prometemos la lealtad de amigos fieles. Unidos, existe poco que
no podamos hacer en un sinnúmero de emprendimientos cooperativos.
Divididos, es poco lo que podemos hacer –por lo tanto no nos atrevamos a
enfrentar un desafío poderoso estando en desacuerdo y divididos. (20 Jan
1961: par. 5)
La promesa de acción conjunta para el desarrollo económico y social de los pueblos
está dirigida a los estados recientemente independizados, y especialmente a las naciones
hermanas de América del Sur, a través de la formación de la Alianza para el Progreso:
A nuestras repúblicas hermanas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una
promesa especial –convertir nuestras buenas palabras en buenas acciones- en
una alianza para el progreso- para ayudar a los hombres libres y a los
gobiernos a liberarse de las cadenas de la pobreza. (Idem: par. 8)
Ahora bien, si bien todas estas promesas y deseos de actuar mancomunadamente no
están expresamente dirigidos a la acción militar, ésta se encuentra implícita en ciertas
aclaraciones que hace el presidente en su discurso. En esas aclaraciones, Kennedy también
deja ver que la decisión de intervenir para repeler a regímenes hostiles dependerá
exclusivamente de su gobierno:
Pero esta revolución pacífica de esperanza no puede convertirse en presa de
potencias hostiles. Que todos nuestros vecinos sepan que nos uniremos a ellos
para oponernos a la agresión o subversión en cualquier lugar del continente
americano. Y que toda otra potencia sepa que este hemisferio tiene la
intención de permanecer soberano en su propia casa. (Idem: par. 8)
Esta contradicción entre honrar acuerdos multilaterales y el accionar unilateral
también está presente en el discurso de Lyndon B. Johnson. Para este presidente es
fundamental respetar las decisiones tomadas al firmar e Tratado de Defensa Colectiva del
Sudeste Asiático (1955). Dicho tratado se remitía a la Carta de Naciones Unidas y estipulaba
18
que los países firmantes resolverían por medios pacíficos cualquier disputa internacional en
la que estuviesen involucrados (Artículo 1); y que la agresión, a través de un ataque armado
en el área del tratado contra cualquier territorio que los firmantes indicaren, pondría en
peligro su propia paz y seguridad (Artículo IV, Sección 1). (Southeast Asia Collective
Defense Treaty (Manila Pact), 19 Feb 1955).
No menos importante era, según el Presidente, respetar la vigencia de los Acuerdos
de Ginebra de 1954 con respecto a Vietnam, como así también los Acuerdos de Ginebra de
1962 en relación a Laos. Todo ello, destacaba el Presidente, debía realizarse en el marco de
las Naciones Unidas. Formalmente así fue, aunque cuando el Congreso firmó la Resolución
del Golfo de Tonkin, los poderes otorgados al presidente a través de la misma llevaron a la
americanización de la guerra en Vietnam, es decir, a partir de allí, como había ocurrido con
la Guerra de Corea, ya casi ni se nombraba a la organización supranacional como
responsable de la toma de decisiones. EE.UU. tomó el mando y el país se sumergió en el más
largo y sangriento enfrentamiento armado de toda su historia.
Así como unilateralmente se involucró en la Guerra de Vietnam, unilateralmente
también EE.UU. debía ponerle fin a la misma. El Presidente Nixon reconoce la actitud
americana de hacerse cargo directamente de los problemas ajenos:
Nosotros los estadounidenses somos gente que hacemos las cosas nosotros
mismos. Somos un pueblo impaciente. En lugar de enseñarle a alguien a
realizar el trabajo, nos gusta hacerlo nosotros mismos. Y esta característica se
ha trasladado a nuestras relaciones exteriores. (3 Nov 1969: par. 39)
Nixon trata entonces de reestructurar su discurso a fin de adecuarlo a una realidad que
le es desfavorable. Por ello propone que lo mejor es aplicar la estrategia de vietnamización
del conflicto. Después de varios años de cruel y desigual lucha, el Presidente dice a sus
compatriotas que la prioridad es ganar la paz para su país. Como en ocasiones, alcanzar la
paz dependerá de EE.UU., sólo que ahora la estrategia será aplicada a la inversa: de
participar directamente el gobierno americano pasará a participar indirectamente, entrenando
y proveyendo de armamentos a los vietnamitas del sur, y gradualmente poniéndole fin a la
presencia de tropas estadounidenses en la zona de conflicto. En enero de 1973, Le Duc Tho –
representando a Vietnam del Norte-, Richard Nixon y el Presidente Thieu de Vietnam del Sur
firmaron un acuerdo de paz en Paris. Para el 29 de marzo de 1973, las últimas fuerzas
norteamericanas habían abandonado Vietnam.
19
Ronald Reagan renueva el discurso del excepcionalismo americano al renovar el
compromiso de apoyar a los anti-comunistas dondequiera que aquéllos se encuentren. El
compromiso que asume el Presidente es en defensa de todos sus aliados democráticos, dando
nuevamente a entender que existe una comunidad de países que comparten los mismos
intereses y objetivos. Como otros antes que él, el Presidente aduce que la intervención
significa tanto actuar en defensa propia como en concordancia con las Cartas de la
Organización de Estados Americanos y de las Naciones Unidas.
La intervención indirecta es el centro de la estrategia internacional de la
Administración Reagan. Entre los ejemplos más ilustrativos de la aplicación de su doctrina se
encuentra Nicaragua, donde EE.UU. promueve el levantamiento de los “Contras” en un
esfuerzo por derrocar al gobierno sandinista, de tendencia izquierdista. Y en Afganistán
EE.UU. apoya a los rebeldes mujaidines en contra de la ocupación soviética. Un resultado
inesperado y sorpresivo de la intervención americana es que en muchos casos su apoyo tuvo
un ‘efecto boomerang’, como bien lo muestra uno de los rebeldes afganos patrocinados por la
Administración Reagan, en aquel momento un “guerrero de la libertad”, hoy el terrorista más
buscado del planeta. Su accionar en setiembre de 2001 hizo que el gobierno de George W.
Bush re-definiera y re-formulara la política exterior americana, reactualizando en la doctrina
actual la de los presidentes de la Guerra Fría.
c) El poder absoluto al servicio de valores esenciales
A los fines de poder embarcarse aún sin consenso o apoyo de otros países o de
organismos o pactos internacionales, y con el objetivo de disuadir y contener al enemigo,
EE.UU. cuenta –y contó a lo largo de la Guerra Fría- con la autoconfianza que le brindó y le
sigue brindando su posición de poder que trasciende los desafíos, y su convicción de que su
intervención tiene por objetivo la promoción de la democracia, la libertad y la seguridad en
todos los rincones del planeta. Esta invencibilidad de EE.UU., de acuerdo con Ricento
(2003), está basada, por un lado, en la existencia y apoyo de Dios, y por el otro, en la
ideología del excepcionalismo americano.
Todos los presidentes de la Guerra Fría destacan su misión fundamental de salvar al
mundo del caos que significaría caer bajo el control de regímenes comunistas. Esta misión
tiene, en las alocuciones presidenciales, el carácter casi de una cruzada moral y hasta
religiosa. EE.UU. debe aceptar esa misión ya que ha sido asignada por el Ser Supremo y, de
20
no hacerlo, no sólo la propia seguridad y libertad sino la de todo el mundo estaría en serio
peligro. En muchos casos, según la retórica presidencial, la falta de prosperidad y la recesión
son los responsables de la victoria de los gobiernos totalitarios y de la consecuente pérdida de
libertad para la autodeterminación. Por lo tanto, para EE.UU., el primer gigante a vencer es la
pobreza y la falta de recursos a través de la intervención económica:
Es de suprema importancia que supervisemos el uso de cualquier tipo de
fondos a Grecia; de tal manera que cada dólar que se gaste […] contribuirá a
construir una economía en la cual pueda florecer una democracia saludable.
(Truman, 12 March 1947: par. 18)
El mismo razonamiento es válido para el caso de Turquía:
A partir de la guerra, Turquía ha solicitado la asistencia financiera de Gran
Bretaña y Estados Unidos con el propósito de efectuar la modernización
necesaria para el mantenimiento de la integridad nacional. (Idem: par. 23)
En las siguientes décadas, la estrategia es la misma, pero focalizada en otros puntos
geográficos:
La acción que propongo […] en primer lugar autorizaría a los Estados Unidos
a cooperar y asistir a cualquier nación o grupo de naciones in la región general
de Medio Oriente para el desarrollo del poder económico al servicio de la
independencia nacional. (Eisenhower, 5 Jan 1957: par. 32)
A nuestras repúblicas hermanas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una
promesa especial […] ayudar a los hombres libres y a los gobiernos a liberarse
de las cadenas de la pobreza. (Kennedy, 20 Jan 1960: par 8)
Nuestra asistencia económica y militar a Vietnam del Sur y a Laos en
particular tiene el propósito de ayudar a esos países a repeler la agresión y a
fortalecer su independencia. (Johnson, 5 Aug 1964: par. 4)
Miren hacia donde la paz y la prosperidad florecen hoy en día. Es en los
hogares construidos por la libertad […]
El éxito económico de Estados Unidos es el éxito de la libertad; puede
repetirse cien veces en cien naciones diferentes […] (Reagan, 6 Feb 1985, par.
60- 61)
Y Reagan fue precisamente quien mejor resumió la estrecha relación entre los
objetivos económicos y los políticos:
Nuestros programas de asistencia en seguridad ayudan a gobiernos amistosos
a defenderse y les otorgan confianza para trabajar por la paz. Y espero que
ustedes en el Congreso comprendan que, dólar por dólar, la asistencia en
21
seguridad contribuye a la seguridad global tanto como nuestro propio
presupuesto para defensa. (Idem: par. 64)
La riqueza y el progreso, entonces, aseguran buenos amigos y fieles aliados.
Pero la paz, la seguridad y la democracia no están garantizadas sólo a través
del avance económico –posible, como ya se ha visto, gracias a la ayuda
americana- sino también gracias al sentimiento de deber moral y justicia que
embandera a los gobiernos estadounidenses.
No nos daremos cuenta de nuestros objetivos, sin embargo, a menos que
estemos dispuestos a ayudar a los pueblos libres a mantener sus instituciones
libres y su integridad nacional contra movimientos agresivos que buscan
imponerles sus regímenes totalitarios. Esto no es más que un franco
reconocimiento de que los regímenes totalitarios que se imponen sobre pueblos
libres mediante agresión directa o indirecta, socavan los cimientos de la paz
internacional y por lo tanto la seguridad de Estados Unidos. (Truman, 12 Mar
1947: par. 28)
La ocasión ha llegado para que manifestemos nuevamente nuestra unidad
nacional en apoyo a la libertad y para que mostremos lo profundo de nuestro
respeto hacia los derechos y la independencia de toda nación –sea grande o
pequeña. No buscamos la violencia sino la paz. Con este propósito debemos
ahora dedicar nuestras energías, nuestra determinación, dedicarnos nosotros
mismos. (Eisenhower, 5 Jan 1957: par. 50)
[…] pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga, enfrentaremos
cualquier privación, apoyaremos a cualquier amigo, nos opondremos a
cualquier enemigo, a fin de asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad.
(Kennedy, 20 Jan 1961: par. 4)
Ésta no es una guerra de la selva, sino una batalla por la libertad en todos los
frentes de la actividad humana. (Johnson, 5 Aug 1964: par. 4)
[La vietnamización] es un plan que pondrá fin a la guerra y servirá de causa
para la paz –no sólo en Vietnam sino en el Pacífico y en el mundo. (Nixon, 3
Nov 1969: par. 51)
Nuesta misión es nutrir y defender la libertad y la democracia, y comunicar
estos ideales en todos los lugares que podamos. (Reagan, 6 Feb 1985: par. 61)
Todos, desde el presidente hasta el último ciudadano de su audiencia, incluyendo a
los miembros del Congreso, sabían a quién se refería el presidente en sus invocaciones del
“enemigo” y “regímenes totalitarios”. Sin embargo, no hacía falta alguna pronunciar su
nombre; de hecho, Truman y Kennedy utilizan la palabra Comunistas una sola vez en sus
doctrinas; Johnson la utiliza 2 veces; Nixon 8 (además de 3 referencias a la Unión Soviética)
en su extensísimo discurso doctrinal; y Reagan menciona una vez a los Comunistas, una vez
a los soviéticos y una vez al bloque cubano-soviético. La única excepción la constituye la
22
Doctrina Eisenhower que incluye 10 referencias al Comunismo Internacional (y palabras
derivadas de esta expresión) y 17 referencias a la Unión Soviética o Rusia.
A su vez, la cruzada moral en la que se embarcaron los presidentes de la Guerra Fría
fue en un todo posible dada la certeza y autoconfianza del país de ser el líder indiscutido, la
principal potencia mundial que tiene por ello a su cargo guiar al resto del mundo en ese
camino hacia el objetivo final de la paz. Ningún otro país goza de la posición de poder,
hegemonía y privilegio de que goza EE.UU., y, si la Unión Soviética pretende desafiar esa
posición, el gobierno americano no dudará en tomar medidas drásticas que disuadan al
enemigo de continuar con su agresión ya sea directa o indirecta y que prevengan el “efecto
dominó” en la zona de conflicto:
Los pueblos del mundo recurren a nosotros para mantener sus libertades. Si
vacilamos en nuestro liderazgo, pondríamos en peligro la paz del mundo –y de
seguro pondríamos en peligro el bienestar de nuestra nación. (Truman, 12 Mar
1947: par. 50-51)
En la larga historia del mundo, sólo a algunas generaciones se les ha otorgado
el rol de defender la libertad en su hora de máximo peligro. Yo no evado la
responsabilidad –la recibo con agrado […] La energía, la fe, la devoción que
ponemos en este esfuerzo iluminarán a nuestro país y a aquéllos que están a su
servicio –y el resplandor de ese fuego puede realmente iluminar el mundo.
(Kennedy, 20 Jan 1961: par. 19)
Hace doscientos años esta nación era débil y pobre. Pero aún entonces,
Estados Unidos era la esperanza de millones en el mundo. Hoy nos hemos
convertido en la nación más fuerte y más rica del mundo. Y la rueda del
destino ha dado vueltas de manera que cualquier esperanza que el mundo
tenga en cuanto a la supervivencia de la paz y la libertad, será determinada por
si el pueblo estadounidense tiene la fuerza moral y la valentía para enfrentar el
desafío del liderazgo del mundo libre. (Nixon, 3 Nov 1969: par. 58)
De la misma manera en que estamos posicionados como nunca antes para
asegurar la justicia en nuestra economía, estamos equilibrados como nunca
antes para crear un mundo más seguro, más libre, más pacífico […]
Hemos retomado nuestro histórico rol del líder del mundo libre […]
La historia nos está pidiendo nuevamente que seamos una fuerza para el bien
en el mundo. (Reagan, 6 Feb 1985: par. 34, 70)
Qué duda cabe de que EE.UU. es una fuerza para la paz, un imperio para la libertad.
Sus objetivos al intervenir son muy diferentes de los objetivos de su enemigo. El enemigo
quiere poder, quiere dominar y someter. Los presidentes americanos afirman que EE.UU., en
cambio, no tiene intereses económicos ni políticos. Las doctrinas de los presidentes son
23
claras al expresar que nadie puede negar que EE.UU. ha respetado siempre el principio de
que la fuerza no debe constituir un recurso a nivel internacional y que la integridad e
independencia de todos los países del mundo es inviolable. Pero si, y sólo si, alguna fuerza
del mal trata de destruir estos principios, y dado el compromiso de los EE.UU. con otros
países a través de acuerdos y tratados, sobre todo su compromiso con la Carta de las
Naciones Unidas, entonces el gobierno americano se considera con pleno derecho –con o sin
el consenso de aquéllos que también son parte de los acuerdos- y hasta con el deber –político,
económico y moral- de intervenir activamente –económica o militarmente- para salvaguardar
la democracia, fomentar el desarrollo y la prosperidad, restituir la paz, la libertad y la
seguridad de todos en este planeta. Su retórica humanitaria parece, por el momento, seguir
teniendo vigencia.
Conclusiones
A lo largo de su historia, el discurso político presidencial estadounidense fue
estableciendo estas relaciones dialógicas de amigo-enemigo, mando-obediencia, las cuales se
acentuaron y consolidaron en el período entre 1945 y 1989. Tanto el presidente George W.
Bush como los presidentes de la Guerra Fría formulan sus doctrinas sobre la base de estas
relaciones dialógicas y un objetivo principal: liberar al mundo del mal. Estos conceptos han
constituido y contituyen la base de la política exterior de EE.UU. Es por ello que se puede
afirmar, contrariamente a lo que muchos piensan, que el fin de la Guerra Fría no significó el
fin de una determinada política exterior. Si bien se han realizado algunas reformulaciones su
esencia sigue siendo la misma que en la segunda mitad del siglo XX. Como lo siguen siendo
las justificaciones y excusas para su puesta en práctica. En términos lingüísticos, las
estrategias retóricas puestas en práctica tanto por los presidentes de la Guerra Fría como por
el actual presidente George W. Bush definen la posición de EE.UU. en los foros
internacionales como un país de excepción, justifican la intervención americana en cualquier
rincón del planeta, y perpetúan el rol hegemónico de ese país.
Esto plantea un primer aspecto de las conclusiones. La política exterior aplicada por
EE.UU. luego del ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono recrea aquélla que caracterizó
al país durante la Guerra Fría debido al surgimiento de un nuevo enemigo. El final de la
Guerra Fría y el desmembramiento de la Unión Soviética produjeron, según Hobsbawm
(2000), un enorme vacío de poder en el mundo. El derrumbe del Muro de Berlín despojó a
Occidente de su principal enemigo, el Comunismo Internacional o Imperio del Mal. La
24
desaparición de un oponente tan fuerte y poderoso creó en EE.UU. una especie de síndrome
de abstinencia. ¿Quién podría reemplazar a la URSS como el adversario que le permita a
EE.UU. desplegar y ostentar todo su poder y supremacía? Los ataques del 11-S ocurrieron en
el momento más indicado para reestablecer el viejo sistema de poderes que caracterizó a la
geopolítica de la segunda mitad del siglo XX. Después de los ataques, el terrorismo se
convirtió en el nuevo enemigo que, gracias a su carácter elusivo y difuso, le permitió al
presidente Bush adaptar y adecuar su doctrina para justificar sus propios ataques a otros
países sin explicaciones claras y/o coherentes. En nombre de la doctrina, Bush lanzó una
guerra contra Afganistán en 2001 y otra contra Irak en 2003. Ahora amenaza con intervenir
en otros países, como Siria. El Imperio del Mal ha sido reemplazado por un nuevo Eje del
Mal, conformado hasta el momento por Irak, Iran, Corea del Norte, Libia, Siria y Cuba. El
nuevo enemigo ha reactualizado las relaciones dialógicas y hará que la doctrina continúe
vigente por tiempo indeterminado.
El segundo aspecto de las conclusiones está relacionado con el sentido del término
“prevención”. La prevención de conflictos armados ha sido, en teoría, central a la política
exterior estadounidense. Durante la Guerra Fría, la prevención resultaba de la aplicación de
la estrategia de disuasión, la cual hacía que, aunque la tensión llegara casi al límite, siempre
alguna de las partes decidía, a último momento y sobre el filo de un enfrentamiento armado,
dar un paso atrás. De esta manera, se evitaron muchos conflictos. Esto no significa que no
haya habido agresiones o uso de fuerza, pero se prefería el repliegue a la agresión ya que las
dos superpotencias contaban con armas de destrucción masiva, las cuales serían seguramente
utilizadas en caso de estallar una guerra. Se aplicaba el término “prevenir” en sentido estricto
puesto que se trataba de evitar el comienzo de una guerra nuclear.
El actual presidente Bush no le da el mismo sentido al término, y ha reemplazado la
disuasión y la contención por lo que su Administración llama la “guerra de prevención”. Este
tipo de guerra, según Bush, surge del sentido común. Bush entiende por prevención el ataque
directo a objetivos militares o civiles donde EE.UU. decide que hay un enemigo en potencia.
Para el presidente, el uso de la fuerza militar es parte de la prevención. Sin embargo, como
bien apunta Soros (2004), una administración responsable debería utilizar todos los medios a
su alcance para prevenir las agresiones antes de que éstas surjan a fin de que la fuerza militar
no termine convirtiéndose en la única opción.
25
El tercer aspecto de las conclusiones es el uso que hace EE.UU. de su poder. A lo
largo de toda la Guerra Fría los presidentes norteamericanos hicieron gala del poder que tenía
su país para asistir económica y militarmente a cualquiera en cualquier lugar y por todo el
tiempo que fuese necesario. En sus discursos, los presidentes no sólo declararon el poder
excepcional de su país, sino también aceptaron los desafíos y enunciaron de antemano la
victoria. Estas ideas continúan vigentes en el actual discurso presidencial americano. Entre
líneas, en todos los discursos, podemos leer que el país planea continuar con su proyecto
imperialista y que nadie va a impedirle imponer su propio modelo de paz, libertad, seguridad
y democracia. De la misma manera en que los presidentes de la Guerra Fría ejercían su
poderío en contraposición con el Comunismo, ahora George W. Bush ha restablecido el
juego de poder en el mundo en contraposición con el terrorismo. Este nuevo desafío le
permitirá a su gobierno seguir demostrando la superioridad del modelo norteamericano y
continuar reafirmando su supremacía mundial. Después de todo, como afirma Fuentes
(2004), las relaciones internacionales parecen ser más relaciones de poder que de derecho y,
puesto que el poder prevalece, la ley parece legitimarlo.
Se puede concluir entonces que las diferencias entre las doctrinas presidenciales de los
mandatarios de la Guerra Fría y la del actual jefe de estado estadounidense no son
sustanciales. Por el contrario, si bien cada una se refiere a una región del globo donde el
presidente a cargo creyó o cree necesaria su aplicación, es innegable que todas ellas, con o sin
la referencia a un enemigo concreto, pretendiendo contener o repeler, iniciando o no
conflictos armados, abogando unilateralismo o multilateralismo, y siempre enfatizando la
hegemonía, el poder absoluto y el dominio único de EE.UU.; apoyan, justifican, y hasta
promueven la intervención americana en todo el mundo. El viraje histórico que se produjo el
11 de setiembre de 2001 hizo que el gobierno norteamericano rescatara ese discurso político
de poder que lo había caracterizado a lo largo de toda su historia, pero especialmente en la
segunda mitad del siglo XX, y le aplicara un renovado énfasis socio-cultural. Tanto en la
segunda mitad del siglo XX como en los albores del siglo XXI, los presidentes han adecuado,
explotado o manipulado el discurso y los acontecimientos para poner en marcha sus proyectos
de paz, libertad y seguridad. A estos proyectos adherimos todos, porque todos queremos la
paz. Una paz real y genuina, una paz para todos. No sólo una Pax Americana.
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