Documento descargado de http://www.elsevier.es el 20/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Med Clin (Barc). 2012;138(3):110–111 www.elsevier.es/medicinaclinica Editorial Medicina alternativa y sida: hacia una comunicación más eficaz sobre las plantas medicinales Alternative medicine and AIDS: Towards a more effective communication concerning medicinal plants José Ramón Vallejo * y Diego Peral Grupo de Investigación en Humanidades Médicas, Facultad de Medicina, Universidad de Extremadura, Badajoz, España El desarrollo de los sistemas médicos al margen de la biomedicina se puede analizar teniendo en cuenta cuestiones de mercado y de reconocimiento social de las terapias complementarias y alternativas, pero también hay que considerar las resistencias de la propia medicina convencional y el desconocimiento de la evidencia disponible sobre dichas terapias1. Este desconocimiento se agrava debido a que el paciente cuenta con un amplio arsenal terapéutico que puede resultar complejo de sistematizar y clasificar al basarse en paradigmas culturales muy diversos. Debido a ello, los diferentes autores que han conceptualizado las medicinas complementarias y alternativas en sus investigaciones se encuentran con dificultades taxonómicas para establecer criterios de inclusión en ellas2,3. En este sentido, el National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM) ha realizado una contribución ampliamente aceptada y las agrupa en categorı́as taxonómicas que van desde sistemas médicos como la medicina tradicional china, la medicina ayurvédica, la medicina homeopática y la naturopatı́a, a las terapias basadas en la biologı́a como plantas medicinales, complementos alimenticios, tratamientos dietéticos o alimentos funcionales, junto a las terapias cuerpo-mente como son el uso de la danzaterapia, la musicoterapia o la meditación, las manipulaciones fı́sicas como la quiropraxis o la osteopatı́a y finalmente las terapias energéticas como el reiki o el qi gong4. Los estudios realizados sobre personas con enfermedades crónicas, y más especı́ficamente los llevados a cabo en pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), señalan que con frecuencia la motivación para ser usuario de medicinas complementarias y alternativas radica fundamentalmente en el deseo de mejorar su calidad de vida, aunque también en la capacidad de evaluar la evolución de su enfermedad, el deseo de autonomı́a frente al sistema sanitario o en el manejo del estigma social propio del sida5–7. Sin embargo, actualmente no existen pruebas suficientes basadas en la evidencia cientı́fica para apoyar el empleo de una terapia particular de medicinas complementarias Véase contenido relacionado en DOI: 10.1016/j.medcli.2011.04.031 * Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (J.R. Vallejo). y alternativas en la dirección de mejorar la calidad de vida del paciente infectado por el VIH2. No obstante, desde la perspectiva de estos pacientes y teniendo en cuenta sus áreas de motivación al optar por estas medicinas, es congruente que las terapias mentecuerpo o las terapias psicoespirituales que ayudan a sobrellevar el estrés y a realizar ajustes en torno a la enfermedad, sean de las más populares según estudios independientes realizados en Estados Unidos8. A todo ello hay que añadir que en múltiples contextos se comprueba que el consumidor puede tener una percepción distorsionada sobre la seguridad de los productos naturales y el riesgo que supone identificarlos como inocuos9,10. Por otra parte, se puede constatar que las plantas medicinales representan una categorı́a de elección importante dentro de los usuarios de las medicinas complementarias y alternativas infectados por el VIH, pues aunque tengan acceso al tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA), las emplean para tratar infecciones oportunistas y compensar efectos secundarios de dicho tratamiento11. Entre las lı́neas de investigación que actualmente existen en torno al sida, podemos comprobar la importancia de las que analizan los conocimientos etnomédicos apoyándose en la etnobotánica, la etnomedicina y sobre todo en la etnofarmacologı́a12,13. Ası́, en una reciente revisión se documentan 55 familias de plantas que comprenden 95 especies que contienen principios activos que interfieren en el ciclo vital del VIH. No obstante, se apunta que solamente 65 especies de plantas, junto con cuatro hongos (Ganoderma lucidum, G. frondosa, G. pfeifferi e Inonotus obliquus) y una cianobacteria (Nostoc ellipsosporum) presentan principios activos anti-VIH identificados14. Si bien los estudios para identificar principios activos entre etnomedicinas para manejar el VIH/sida gozan de un gran interés cientı́fico y están en auge, es necesario realizar ensayos clı́nicos para apoyar la seguridad y la eficacia del uso de plantas medicinales, pues la literatura y los estudios publicados ofrecen una información escasa que dificulta la toma de decisiones del médico. Paralela a dicha lı́nea de investigación se encuentran los estudios sobre las interacciones farmacológicas15,16, ya que el uso concomitante de TARGA y plantas medicinales conlleva un riesgo de interacciones que pueden modificar los parámetros farmacocinéticos y farmacodinámicos de los medicamentos antirretrovirales —inhibidores de la proteasa e inhibidores no nucleosı́dicos de la transcriptasa 0025-7753/$ – see front matter ß 2011 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.medcli.2011.07.004 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 20/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. J.R. Vallejo, D. Peral / Med Clin (Barc). 2012;138(3):110–111 medicina basada en la evidencia, la formación médica permanente, la educación para la salud y la bioética pueden ayudar a equilibrar estas actitudes, de tal forma que se puedan valorar los recursos fitoterapéuticos en su justa medida y evitar prejuicios y preconcepciones. Bibliografı́a ? inversa— reduciendo sus efectos terapéuticos o aumentando la toxicidad antirretroviral, entre otras consecuencias. Mediante estos estudios se han conseguido amplias pruebas cientı́ficas para algunos casos en las que el clı́nico puede fundamentar su decisión. Se pueden citar como ejemplos la contraindicación del uso concomitante de Hypericum perforatum o Equinacea purpurea con TARGA o las interacciones moderadas del pomelo, el cardo mariano (Sylibum marianum), el ginseng (Panax ginseng) y la uña de gato (Uncaria tomentosa), pero no cabe duda que las interacciones farmacológicas sobre ingredientes activos desconocidos son una fuente de preocupación médica ante la amplia gama de productos fitoterapéuticos disponibles17. Otro tipo de estudios muy necesarios son los descriptivos observacionales y transversales17–19 para evaluar la incidencia del uso de plantas, ya que representan un buen punto de partida no solamente para mejorar la asistencia sanitaria en una población especı́fica, sino también para iniciar estrategias que modifiquen el estado de opinión general de los consumidores sobre el uso de productos fitoterapéuticos. Entre ellos resulta muy interesante el trabajo de Moltó et al.19 publicado en este número de Medicina Clı´nica. Dicho estudio, realizado en Barcelona sobre 1.000 pacientes ambulatorios infectados por VIH, destaca por su tamaño muestral y contexto hospitalario, se ha cuidado mucho el método y resaltamos que se ha decidido considerar como medicinas alternativas y complementarias las terapias que no hayan sido prescritas por un médico. Existen dos puntos que nos interesan mucho en el estudio. En primer lugar, que sólo el 19,4% de los pacientes informen a sus médicos del uso de medicinas alternativas. Y en segundo lugar, que las herboristerı́as y las parafarmacias, seguidas de Internet, son la principal fuente de información en los pacientes consumidores de plantas medicinales. Todo ello nos lleva a plantear una serie de interrogantes de fondo del tipo: existe realmente una comunicación sincera o bien canalizada entre médico y paciente? O qué influencia tendrán los consejos de profesionales de herboristerı́as o parafarmacéuticos en los comportamientos del consumidor? Las advertencias realizadas sobre las plantas medicinales consumidas son muy adecuadas, si bien añadirı́amos el riesgo de interacciones leves por consumo de Valeriana officinalis al incrementar el riesgo de hepatotoxicidad de los TARGA17 o las posibles complicaciones derivadas del uso concomitante de esta planta y benzodiacepinas en pacientes que requieran ansiolı́ticos20. Sin lugar a dudas es conveniente que se introduzcan las prácticas de consumo de plantas medicinales en los antecedentes personales de la historia clı́nica20 y, como se sugiere en dicho estudio, es fundamental monitorizarlas. Se debe avanzar hacia una comunicación más eficaz desde la producción cientı́fica al clı́nico y de éste al paciente, teniendo en cuenta la complejidad de las relaciones humanas en torno a la salud. Se puede añadir que la ocultación del uso concomitante de plantas medicinales por parte del paciente puede llevar pareja la existencia de posturas cerradas en algunos profesionales de la biomedicina1. Las revisiones periódicas de la 111 1. Caminal J. Medicinas complementarias o alternativas? Un dilema para el sistema público. Aten Primaria. 2005;35:389–91. 2. Hoogbruin A. Complementary and alternative therapy (CAT) use and highly active antiretroviral therapy (HAART): current evidence in the literature, 20002009. J Clin Nurs. 2011;20:925–39. 3. World Health Organization. Legal status of traditional medicine and complementary/alternative: A worldwide review. Geneve: WHO; 2001 [consultado 14 Mayo 2011]. Disponible en: http://apps.who.int/medicinedocs/pdf/h2943e/ h2943e.pdf. 4. National Center for Complementary and Alternate Medicine. What is CAM? U.S. Dept. of Health and Human Services, Washington, DC: NCCAM; 2007. 5. Duggan J, Peterson WS, Schutz M, Khuder S, Charkraborty J. Use of complementary and alternative therapies in HIV-infected patients. AIDS Patient Care STDS. 2001;15:159–67. 6. Colebunders R, Dreezen C, Florence E, Pelgrom Y, Schrooten W. 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