mucho lo que se puede intuir. Hemos dicho que la comunidad de Tudela era muy vital, había pasado por momentos muy difíciles y experimentaba ahora la vida renovada por la crisis; una comunidad que miraba más allá y quería extender su acción a otros campos; hoy diríamos que vivía el ‘magis’ de la espiritualidad Ignaciana. Una comunidad que cuidaba la formación de las jóvenes y atraía con su testimonio. Ahí actuaba Dios en la vida que fluía, en el espíritu que se respiraba, en el grupo que animaba. Así es como se difunde un carisma y se transmite un espíritu. La influencia benéfica de ese ambiente encontró en Coínta un terreno permeable en el que pudo penetrar; ella había asumido con generosidad su proceso de formación y sabía cómo y dónde alimentar esa generosidad, a quién tenía que acudir en los momentos de debilidad. Con ese mismo ánimo asumió la misión cuando llegó el momento, y se valió de todos los medios para prepararse y hacerse cada vez más apta. Buscando nuevos brotes de vida Muchas otras pistas pueden quedar escondidas en esta etapa de su vida. Confrontarla con la nuestra nos puede ayudar a descubrirlas. ¿No es verdad que los hechos narrados aunque son de otro momento histórico, tienen un sentido, un horizonte. Nos revelan la búsqueda interior de una persona que se siente interpelada por Dios e invitada a más amar y servir? ¿Qué tal si intentamos formular con lucidez el deseo más hondo de nuestro corazón, ése que nos hace renacer la esperanza cuando todo parece perdido, o nos ayuda a prescindir de muchas cosas para dejarnos llevar por su fuerza? ¿A qué apunta ese deseo? 23 ASÍ NOS TRABAJA DIOS El valor de la cotidianidad…