AMOR COMPASIÓN TERNURA MISERICORDIA SIN PREJUICIOS

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Si somos sensibles a las necesidades de las personas que nos
rodean, si nos descubrimos mirados y amados por Jesús, si miramos como Él miró, entonces brotará de nosotros el compromiso
por cambiar las realidades de miseria e injusticia que hay en el
mundo.
Si miramos SIEMPRE con:
AMOR
COMPASIÓN
TERNURA
MISERICORDIA
SIN PREJUICIOS
DESCUBRIENDO A CRISTO EN EL OTRO
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Los verbos ver, mirar y observar nos pueden ayudar a entender que Jesús de Nazaret miró el mundo, y que desde esa mirada
vivió; lo observó y actuó para cambiarlo.
Según el diccionario de la Real Academia Española, ver significa sobre otras definiciones “Percibir por los ojos los objetos
mediante la acción de la luz.” Es decir que el ver no va mas allá
del sentido de la vista, o mas allá de una acción fisiológica del
cuerpo, y no necesariamente se le está dando a esta visión una
intención de análisis de lo que se esta viendo.
Si buscamos el verbo mirar, encontramos como significado:
“Dirigir la vista a algo o a alguien”, o sea, va mas allá de un acto
inconsciente de ver algo. Sigue un objetivo, quizá no analítico,
pero si de mantener la vista para reconocer algo o a alguien. Por
esto podemos decir que mirar, a diferencia de ver, esta un escalón más arriba en un nivel de atención y conciencia del acto
que se realiza.
La acción voluntaria de mirar nos lleva al verbo observar,
que significa: “Examinar atentamente”, es decir, va mucho más
allá de simplemente ver algo, o de mirar algo. El verbo observar
cumple una función de análisis, de fijarse en los detalles,… para
llevarnos a la acción; para actuar.
Una vez analizados estos verbos, tenemos que estar convencidos de que no podemos saltarnos
ningún paso: Ver - Mirar – Observar.
Como cristianos; Como cristianos vicencianos, el verbo mirar nos
debe llevar al descubrimiento, o mejor dicho, a estar atentos a
las necesidades de los demás para después, por la sensibilidad
que tenemos, actuar.
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Al comenzar la reflexión sobre el lema de este curso, hemos
analizado tres verbos que nos han ayudado a ir poco a poco entrando en la primera parte del lema: “Con una mirada nueva…”
Esa manera de mirar de Jesús, que siempre es nueva, es la que
debemos hacer nuestra para llegar a la segunda parte del lema:
“… todo cambiará”. En el Evangelio de Lucas
encontramos un gran ejemplo de cómo mirar a
nuestro prójimo y cómo debemos actuar ante
sus necesidades. En ella Jesús enseña al maestro de la ley que el samaritano es quien es capaz de mirar y actuar:
« En esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para
ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar
la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu
mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida”. Pero el maestro
de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi
prójimo?”. Respondió Jesús diciendo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio
muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y,
al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita
que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al
verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas,
echándoles aceite y vino, y montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que
gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres
te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le
dijo: “Anda y haz tú lo mismo”». (Lc.10,25-37)
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Antes de seguir, piensa un momento…
¿Soy consciente de que Cristo
está en los pobres?, ¿de que es a Él
al que sirvo, cuando sirvo a los pobres?
Qué mejor ejemplo de mirar, que la forma en
la que Jesús miró a la gente con la que se encontró
en su camino. En los Evangelios encontramos numerosos casos en los que esa nueva forma de mirar
cambió la realidad de los hombres.
Jesús miró a los hombres con amor y contó con ellos
para continuar su misión, como podemos ver en los relatos de la
elección de los Apóstoles. Una mirada que convierte: «Al pasar
vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los
impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.» (Mt.9,9).
Nuestra opción preferencial por los pobres, está recogida en
el Evangelio de Mt.25,31-46. En él, Jesús nos enseña que al servir
a los pobres, es a Él mismo a quien servimos. Acabamos de leer
en el texto de San Vicente de Paúl, que los pobres pueden resultarnos muy desagradables si solo los vemos con sentimientos
humanos, pero debemos darle la vuelta a la “medalla”, aprender
a mirarlos con fe. Sólo con ella, encontraremos a Cristo en ellos,
veremos a Cristo en ellos y serviremos a Cristo en ellos: los pobres.
¿Soy sensible a las pobrezas que me rodean?
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Una mirada sin prejuicios, que es capaz de mirar a la persona con toda su realidad. Jesús, entrando en Jericó se fijó en
Zaqueo, jefe de publicanos y rico. «al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es
necesario que hoy me quede en tu casa”» (Lc.19,5). ¡Qué sorpresa para este hombre… Jesús le había visto entre la multitud y deseaba entrar en su casa. La gente sólo veía en Zaqueo a un pecador, pero Jesús vio en él algo más. ¿De qué hablarían sus miradas
en ese encuentro? La respuesta de Zaqueo lo dice todo: «“Mira,
Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”». (Lc.19,5).
Con compasión y ternura, miró a la mujer adúltera a la que
perdonó su pecados «“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.» (Jn.8,11). Son numerosos los relatos que
nos encontramos en los que Jesús perdona a los hombres por sus
errores. En el Evangelio de Lucas encontramos la que debió ser
además de compasiva, una mirada profunda y transformadora.
La que dirigió Jesús a su discípulo Pedro «El Señor, volviéndose,
le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que
el Señor le había dicho… Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc.22,61-62).
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Para reflexionar:
¿Cómo te miras tú a ti mismo?
¿Cómo crees que Dios te ve?
¿Cómo es tu mirada?
¿Cómo te enseña Dios a mirar?
El Estilo de Vida y Organización de JMV nos recuerda sobre
nuestra virtud, Sensibilidad ante las pobrezas, que “La vocación
cristina y vicenciana implica el ser, hacer y tener. Esta vocación
nos llevará a vivir desde la radicalidad evangélica optando preferencialmente por los más pobres, siendo coherentes y sin miedo
al compromiso. Estaremos presentes en los lugares y circunstancias donde sea preciso anunciar proféticamente los derechos de
la persona y denunciarlos allí donde sean vulnerados”. (Art. 32)
Nosotros, vicencianos, no podemos quedarnos sólo en ver y
sentir lástima por las situaciones de pobreza e injusticias que nos
encontremos, debemos mirar con profundidad esas situaciones, y
ello debe hacernos pasar a la acción; al compromiso de vivir desde la radicalidad de Jesús, que se hizo pobre para evangelizar a
los pobres.
El Papa Francisco, en su homilía del día 21 de septiembre,
fiesta del Evangelista Mateo, hizo una reflexión sobre la mirada
de Jesús sobre los hombres y nos recordó que la mirada de Jesús
es siempre generosa y nos invita a levantarnos. Una mirada que
nos hace crecer, ir adelante, que nos da valor, que da dignidad al
hombre porque nos quiere.
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"No debo de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su
aspecto exterior, ni según lo que aparece de la capacidad de su espíritu, dado
que con frecuencia no tienen ni la figura ni el espíritu de las personas razonables, pues son vulgares y groseros. Pero
dadle la vuelta a la medalla y veréis
con las luces de la fe que son éstos los
que nos representan al Hijo de Dios,
que quiso ser pobre; él que casi no tenía aspecto de hombre en
su pasión y pasó por loco entre los gentiles y por piedra de
escándalo entre los judíos; y por eso mismo pudo definirse como
el evangelista de los pobres: Evangelizare pauperibus misit me.
¡Dios mío! ¡Qué hermoso es ver a los pobres, considerándolos en
Dios y en el aprecio en el que los tuvo Jesucristo! Pero, si los miramos con los sentimientos de la carne y del espíritu mundano,
nos parecerán despreciables". (SVP, XI, conf. 165).
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