LAS CAMPANAS DE SALAS ALTAS. Salas Altas, como cualquier otro pueblo o ciudad, tiene su conjunto de campanas. A diferencia de otras poblaciones, estas no están ubicadas en iglesia parroquial, sino que se encuentran en la torre de la ermita de la Candelera, seguramente porque ésta fue la primera parroquia y porque su ubicación elevada favorece la función comunicativa de las campanas. El Grupo de Estudios de Salas Altas decidió investigar la pequeña historia de las campanas de la localidad, los toques y el oficio de campanero, ya que forman parte del patrimonio local, y tuvieron una gran importancia en el pasado. Los toques marcaban los tiempos diario y anual de los ciudadanos, y comunicaban mensajes a la comunidad. Pero esta función se encuentra muy mermada en la actualidad porque en el último siglo y debido a la imparable evolución social, han cambiado las necesidades y ahora sólo se tocan manualmente tres de los nueve toques de antaño. El oficio de campanero (o campanera) se extinguió hace varias décadas, al igual que en la práctica totalidad de la comarca. Las campanas. En el campanario de Salas Altas hay en la actualidad tres campanas, conocidas tradicionalmente como la MEDIANA (Santa Bárbara), la GRANDE (María de las Candelas) y la PEQUEÑA o DOMINGUERA (Campana de los Caídos). Están realizadas en bronce y pesan 650, 900 y 428 kg. respectivamente. Fueron inauguradas el 31 de diciembre de 1941, ya que las anteriores habían sido destruidas durante la Guerra Civil. Según la inscripción que consta en la campana Mediana, fueron fundidas por los Menezos de Meruelo (Santander), una antigua saga de campaneros que trabajaron por toda España, y al parecer tuvieron un taller en Barbastro durante algún tiempo, donde también refundieron la campana mayor de la Catedral. El contrato de fundición fue firmado el 7 de agosto de 1941 entre la Comisión Gestora del Ayuntamiento, la Junta de Administración de la Ermita de la Candelera y la Parroquia, y D. Ramón Menezo Pellón, fundidor de campanas. Este último se comprometía a fundir para el pueblo de Salas Altas cuatro campanas (tres para la torre y una para la iglesia parroquial), cuyo precio sería de tres pesetas el kilo después de fundidas las campanas. El pueblo aportó el material para la fabricación, 2573 Kg de bronce, y el fundidor estableció como garantía de su obra 10 años, y en caso de defecto debería volver a refundirse la obra. En total, se pagó al fundidor 6.192 pts. Una vez fabricado el vaso de la campana por Ramón Menezo, otros profesionales intervinieron en su acabado y montaje: - Taller Mecánico Luis Costa (Barbastro). Centrar y tornear los muñones de las escuadras de las campanas, cortarlos, taladrarlos y colocar los cuatro cojinetes anillos de presión - Carpintería José Sabas (Naval) invirtió 29 jornales en las campanas - Carpintería Jesús Palacio (Salas Altas) por varios trabajos - Trallos de madera para los yugos de las campanas aportados por: José Lisa Villa, Cosme Domper Claver, José Subías Domper, Mariano Subías Lisa, José Mur Cambra y Pascual Pueyo, todos de Salas Altas. - Francisco Marro, albañil de Naval, por prestación de carro para subir la campanas de Salas Altas. - Joaquín Cucurull, Herrería y Cerrajería (Salas Altas) por el montaje de las campanas, puso los badajos, los cojinetes e hizo unas patas para sostener el reloj. - Blas Cosculluela (Barbastro) construyó dos badajos Los costes de la instalación de las campanas y de otros trabajos en las dos iglesias ascendieron en total a 15.259 pts, de las cuales los vecinos del pueblo pagaron 13.938 pts según reparto girado entre todos los contribuyentes, y de los fondos de la ermita de la Candelera se aportaron 1.321 pts. El reloj, que estuvo ubicado en la parte más alta de la torre y que en la actualidad se encuentra en la sacristía, tocaba las horas por medio de un mecanismo que activaba el martillo ubicado en la campana Grande, y fue suministrado por F. Coll y Marqués e Hijos, de Lascellas (Huesca) en 1910. Hay datos sobre la fabricación y bendición de otras campanas anteriores, pero se cree que hubo campanas en la Candelera desde su construcción como fortaleza allá por el siglo XII. Los campaneros. El oficio de campanero se ha ido perdiendo en la sociedad actual a la par que los toques. Se trataba de una noble tarea, bien considerada por lo necesaria para el buen funcionamiento de la vida social. Normalmente se ocupaba la misma familia, quien transmitía el arte de tocar las campanas de generación en generación. En Salas Altas los campaneros vivían en una casa junto a la ermita de la Candelera. Según cuenta la tradición oral, esta labor la ha venido desempeñando la misma familia durante más de ochocientos años. Todos los miembros sabían tocar las campanas y eran las mujeres quienes realizaban los toques diarios por estar más tiempo en la casa. Los últimos campaneros, la familia Grasa-Salas dejaron su oficio en el año 1969. Los tiempos estaban cambiando y esta forma de comunicación tan ancestral perdía a gran velocidad el papel social que había representado al servicio de la comunidad. Desde entonces, la tarea de tocar las campanas se ha reducido al toque de muerto y el toque de fiesta, siendo vecinos aficionados quienes se encargan de llevarlos a cabo. Los toques. Tenemos referencia oral de nueve toques diferentes, de los cuales tan sólo los dos citados anteriormente se siguen realizando en la actualidad. Es muy difícil establecer una separación entre los toques religiosos y los civiles, ya que en la sociedad tradicional ambos ámbitos estaban muy interrelacionados. El toque de oración marcaba a su vez las partes de la jornada y los toques de los días de fiesta anunciaban también el descanso semanal. 1. Toque de Oración. Se tocaba todos los días del año: al amanecer (según la época del año, la hora variaba), al mediodía (cuando el sol estaba en su punto más alto), y al anochecer. El toque consistía en tres campanadas con la campana Grande. 2. Toque A Muerto. Toque combinado de las tres campanas para anunciar la muerte de un vecino. Se realizaba en el mismo momento en el que se comunicaba el fallecimiento, y después al mediodía y/o al atardecer, tras el toque de oración, según la hora en que se hubiese producido. Al día siguiente, lo mismo, tras los toques de oración hasta el momento del entierro. Se iniciaba cuando el párroco iba a la casa del difunto y se continuaba cuando se llevaba al difunto desde su casa a la iglesia y tras la misa, durante el recorrido de la iglesia al cementerio. Para diferenciar el sexo del fallecido, al finalizar el toque se daban 8 campanadas si el difunto era mujer, y 9 campanadas en el caso de que fuera hombre. En la misa del primer aniversario del fallecimiento, se tocaba también a muerto, llamado este toque de Cabo de Año. Para diferenciarlo del toque A Muerto, se suprimían las campanadas finales, y el toque era de menor duración. 3. Toque a Mortijuelo. Este toque sustituía el toque de muerto cuando el fallecido era un niño que no había hecho la Primera Comunión. Es un toque combinado de las tres campanas, más rápido que el de muerto y con una diferente combinación de las mismas. No se tocaba en el Cabo de Año. 4. Toque de Domingo. Constaba de cuatro partes: repique, volteo de la campana Pequeña, repique y al final, toques rápidos para llamar a misa: media hora antes, quince minutos antes y unos minutos antes de la misa. Estos últimos, se hacían con la campana de la iglesia de abajo, excepto cuando la misa era en La Candelera, ya que entonces se hacían con la Grande. También se tocaba así durante el Mes de Mayo por la tarde. El Toque de Domingo se tocaba el sábado por la tarde y el domingo al alba. En los casos anteriores, se suprimían los toques de misa. 5. Toque de Fiesta. Día Festivo Mayor. Constaba de cuatro partes: repique, bandeo con la Mediana y la Grande, repique y toques rápidos para llamar a misa. Se tocaba el día de la Candelera, el día de Santa Águeda, la fiesta de los Quintos, el día de San José, el día de San Jorge, el día de la Ascensión, el día del Corpus y para la Virgen de Agosto. Igualmente se tocaba la víspera de estas fiestas al medio día y por la tarde, y al día siguiente al alba, exceptuando el toque de misa. Las tres fiestas en las que se celebraba la misa en la ermita (el día de La Candelera, el día de Santa Águeda y el día de San Jorge), se bandeaba mientras subían los fieles en procesión. El día de San Jorge también se seguía bandeando tras la misa hasta que se llegaba al monte del mismo nombre. En el repique se tocan las tres campanas combinando la Grande y Pequeña por un lado y la Mediana por otro. El bandeo consiste en el volteo completo de las campanas Grande y Mediana; se hace de forma alterna de manera que una campana está bajando mientras que la otra sube. 6. Toque de Tormenta. El campanero, desde su puesto privilegiado tenía la obligación de avisar a los vecinos cuando venía una tormenta. La gente, al oírlo, se refugiaba en las casetas del monte o regresaba al pueblo. Se trata de un toque combinado de las tres campanas. Se solía tocar dos veces. 7. Toque de Esconjurar tronadas. El campanero esconjuraba cuando intuía que se presentaba una tormenta mala, por la forma y el color de las nubes. Este toque se realizaba mediante una serie de campanadas extremadamente lentas con la campana Grande, normalmente tras el segundo toque de tormenta. 8. Toque de perdidos. Se tocaba cuando se perdía alguna persona. Es un toque combinado de las tres campanas. 9. Toque de fuego. En tiempos pasados no era raro que se produjese el incendio de algún pajar, casa o campo. Normalmente el campanero indicaba a la gente mediante gritos el lugar del fuego. Era un toque muy acelerado con la campana Grande, que comenzaba con tres toques separados Las campanas y sus toques, un patrimonio a conservar. Las campanas de cualquier campanario de Aragón, deben ser valoradas en su totalidad junto a los toques, las personas que ejercieron de campaneros y por supuesto, las propias campanas, algunas de ellas verdaderas joyas artísticas por su antigüedad. Y por supuesto, sería importante que se las considerase como patrimonio mueble y etnográfico de primer orden a la hora de restaurarlas y conservarlas, como articuladoras de la vida cotidiana que fueron durante siglos. Cualquier mecanización tendrá que posibilitar el toque manual, y deberá respetar los materiales originales en la restauración. Nuria Gil