la masturbación

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LA MASTURBACIÓN
Georgina Burgos
LA MASTURBACIÓN
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en
modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se
aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
Ilustraciones de Roser Chillón, salvo donde se indica otra procedencia.
Diseño de maqueta de Roser Chillón..
Fotografías de la cubierta: © Thinkstock.
© Georgina Burgos Gil, 2012.
© De Vecchi Ediciones, S. A. 2012
Diagonal 519-521, 2º - 08029 Barcelona
Depósito Legal: B. 25.996-2012
ISBN: 978-84-315-5432-3
Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.
Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera
06400 Delegación Cuauhtémoc
México
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
PRÓLOGO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
BREVE HISTORIA DE LA MASTURBACIÓN. . . . . . . . . . . . . . 13
•Los orígenes de la masturbación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
•Desde los griegos hasta la era de las tinieblas. . . . . . . . . . . 15
•La masturbación sale del armario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
QUÉ ES LA MASTURBACIÓN Y QUIÉN SE MASTURBA. . . 27
•Sexo con uno mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
•¿Se masturban más los hombres que las mujeres?. . . . . . . 32
•¿A qué edad empezamos a masturbarnos? . . . . . . . . . . . . . 38
•Quién se masturba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
•Qué motivos tenemos hombres y mujeres
para masturbarnos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
ANATOMÍA, ZONAS DE PLACER Y RESPUESTA SEXUAL . . 51
•Algunas nociones de anatomía
para la masturbación inteligente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
• Anatomía femenina: los genitales externos,
el clítoris y los genitales internos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
• Anatomía masculina: los genitales externos
y los genitales internos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
•Tus zonas de placer al descubierto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
•Las fases de la respuesta sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
5
La masturbación
CÓMO SE MASTURBAN HOMBRES Y MUJERES. . . . . . . . 83
•Masturbación masculina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
•Masturbación femenina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
•Masturbación en pareja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
•Punto G y punto P . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
• La lubricación de la zona genital. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
CREENCIAS INQUIETANTES
SOBRE LA MASTURBACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
•La preocupación por la normalidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
•Creencias comunes y fantasmas del pasado . . . . . . . . . . . 108
DIEZ CLAVES SOBRE LA MASTURBACIÓN. . . . . . . . . . . . 117
BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
6
A mi hijo Fernando, por haber venido a
compartir nuestros días en la Tierra
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría agradecer de forma muy especial a Lurdes Unsain que
pensara en mí para escribir este libro y a Jean Matthieu que aceptara
la propuesta. Gracias a ellos, sin duda, este libro puede ver hoy la luz.
Deseo agradecer a Fernando Bendala la lectura que hizo del manuscrito antes de enviarlo a la editorial, y sus comentarios acertados
y útiles. Muchas veces, tras leer el original una y otra vez, los autores
perdemos la perspectiva. A Natalia Rubio y a Carlos de la Cruz, dos
grandes especialistas en sexualidad y discapacidad, agradezco su
esencial y excelente aportación para la sección “Las personas con
discapacidad también cuentan”, ya que con su sabiduría me permitieron hacer una síntesis básica de una cuestión fundamental y extensa.
También me gustaría agradecer a Roser Chillón, ilustradora y maquetadora, su paciencia y dedicación a la hora de realizar las ilustraciones porque no siempre fue una tarea fácil y ha hecho un trabajo
excelente. Y también a Andrés Prieto por la corrección de estilo. Saber que un profesional hará esta revisión da tranquilidad.
Deseo agradecer también a todas aquellas personas que, independientemente de su edad y su sexo, han colaborado en el estudio
de la masturbación con sus testimonios, sus investigaciones científicas o con su práctica. Y por supuesto gracias a ti, lectora y lector, por
tener este libro entre tus manos y disponerte a leerlo, porque sin tu
existencia los libros habrían desaparecido hace mucho tiempo.
Para terminar, un agradecimiento muy intenso y de corazón a mis
padres, por estar siempre.
9
PRÓLOGO
Cuando escribo un prólogo suelo hacerlo porque se trata de un libro
que está relacionado con mi ámbito de especialización profesional y,
por tanto, tengo un criterio definido y formado sobre sus contenidos.
En este caso, mi autoridad sobre la materia no es tan evidente, porque ni en el ámbito profesional ni en el personal soy un experto en
masturbación. Por eso debo reconocer que el texto puede aportar al
prologuista más de lo que el prologuista puede aportar al texto.
En ese sentido me complace comprobar que sus contenidos aportan una amena y exhaustiva información sobre la tercera actividad
más gratificante que las personas pueden practicar en solitario. La
primera es comer; la segunda, dormir, y la tercera, masturbarse. Por
eso resulta interesante esta visión holística e integradora de la masturbación escrita por mi apreciada colega y amiga Georgina Burgos,
autora de diversos y documentados ensayos relacionados con la divulgación y normalización del disfrute sexual.
El trabajo de Georgina ha sido excelente porque ha logrado concretar y concentrar en un mismo texto la perspectiva histórica, la
sociológica, la anatómica y la funcional sobre la actividad a través
de la cual se expresa la más primitiva, extendida y, a la vez actual, de
todas las formas de disfrute sexual que uno puede practicar consigo
mismo.
Ojalá en mi juventud, cuando la masturbación se asociaba al sentimiento de culpa —porque la educación religiosa la consideraba un
pecado que nos conduciría al infierno y la «ciencia» de la época decía
que provocaba todo tipo de enfermedades orgánicas que generaban importantes secuelas psicológicas—, hubiéramos dispuesto de
un texto como el que tengo la satisfacción de prologar para ustedes,
porque entonces el placer masturbatorio se hubiera vivido de una
forma más natural, sana y gratificante.
Ahora ya es demasiado tarde para mí, pero voy a recomendarle el
libro a mi nieto y a los jóvenes de su generación, para que esa primera vía de iniciación sexual, que casi todos transitan, sea para ellos
una fuente de placer que, adecuadamente administrada, les prepare
para el disfrute sexual en pareja, puesto que es evidente que, quien
11
La masturbación
es capaz de darse placer a sí mismo, queda en mejores condiciones
de dar, recibir y compartir el placer sexual con aquellas personas con
las que decida vincularse sexualmente.
Felicidades, Georgina, por tu libro, y lástima que, por cuestiones de
edad y de declinación de la libido, el principal placer que puede proporcionarme la lectura de tu documentada y perfectamente ilustrada
monografía sea apreciar su valor didáctico en lugar de permitirme
llevar a la práctica tus acertadas aportaciones.
Antoni BOLINCHES
Psicólogo clínico, sexólogo y escritor
Creador de la Terapia Vital
BREVE HISTORIA DE LA MASTURBACIÓN
Se ignora quién fue el primer ser que se
inició en la masturbación y cómo se la
transmitió a su descendencia. A pesar de
ello, puede presumirse, sin caer en ningún
exceso, que el origen de la masturbación
se oculta en la noche más oscura de los
tiempos, aunque se carezca de pruebas
tangibles para formular tal afirmación.
Jesús RAMOS, Un encuentro con el placer
En el instante en que empiezas a leer este libro puede afirmarse
que, en la cultura occidental, la masturbación es lo que es gracias
a nuestra historia evolutiva y sociocultural. Sin duda, a la hora de
practicar la masturbación no es lo mismo ser un perro que un toro,
ser un humano que un chimpancé. Y, siendo humano, no es lo
mismo vivir en un entorno cultural que considera la masturbación
como causa de muerte y locura que en otro que la valora como
una práctica sexual placentera y saludable a la que todos tenemos
derecho, o en uno que la considera propia de adolescentes y solteros inmaduros.
Dada la relevancia que tiene nuestro pasado, ahora nos embarcaremos en la historia que ha moldeado nuestras creencias, sentimientos y actitudes hacia la masturbación.
• LOS ORÍGENES DE LA MASTURBACIÓN
No hay huellas paleontológicas que indiquen si nuestros antepasados
se masturbaban o no, pero teniendo en cuenta que los mamíferos, y
en concreto los primates, lo hacen y que la especie humana pertenece a estos dos grupos, parece razonable pensar que la masturbación
ha formado parte de las prácticas sexuales de los homínidos a lo largo de su evolución. En este sentido, la masturbación humana forma
parte de la herencia de nuestra evolución.
13
La masturbación
Como no existen pruebas ni registros de nuestro remoto pasado
evolutivo, sólo nos queda al alcance de la mano especular a partir de
la comparación con otras especies con las que compartimos antepasados comunes. La biología evolutiva defiende que el comportamiento sexual de nuestros antepasados prehistóricos sería más cercano
al de los actuales bonobos que al que tenemos los humanos de hoy
en día.
Los bonobos son unos simpáticos chimpancés de pequeño tamaño que constituyen la especie más cercana a la nuestra, ya que
compartimos con ellos aproximadamente el 99% del genoma. Estos
primates parecen disfrutar de una sexualidad libre y frecuente, útil
para la cohesión social, la liberación del estrés y el estrechamiento
de lazos afectivos entre los miembros del grupo. Entre sus prácticas
sexuales están también la masturbación y el homoerotismo.
Conforme la cultura fue adquiriendo un papel más relevante en la
sociedad humana, nuestra postura ante la masturbación fue construyéndose a partir de normas y pautas de comportamiento, y de
morales y creencias que se fueron estableciendo, cambiando y reformulando a lo largo de nuestra historia sociocultural.
El ser humano es capaz de elaborar leyes, castigos y recompensas, además de otros mecanismos de control para mantener el orden
en sus sociedades. En la historia de la humanidad, los avatares de la
historia de la masturbación han ido guiando esta práctica por cauces
concretos que han marcado sentimientos y actitudes, frecuencias y
momentos adecuados para su expresión.
En función de lo que tocaba sentir, pensar y actuar en cada época
y lugar, la masturbación recibía un nombre u otro. Como comprobarás
enseguida, unos nombres son más inquietantes que otros. Términos
como vicio solitario, autoabuso, autopolución, descargas ilegales, violencia manual... nos transmiten un fuerte rechazo hacia la masturbación. En cambio, sexo manual o autoestimulación son términos más
neutros que parecen huir de cualquier connotación moral o enjuiciamiento negativo. Hay también expresiones más favorables y conciliadoras, como amor en solitario, sexo para uno y autoerotismo, que le
dan la vuelta a los términos vicio solitario y autoabuso.
Tal amalgama de posibilidades lleva a pensar que no existe una
verdad absoluta sobre la masturbación, sino un conjunto de conocimientos fragmentados y limitados por la cultura en la que vivimos. La
14
Breve historia de la masturbación
masturbación es una realidad con un significado cambiante, pero no
universal, a diferencia de lo que se ha pretendido defender en diversos momentos de la historia.
Tampoco es extraño toparnos en nuestro propio entorno con posturas y actitudes muy variadas hacia la masturbación. Nuestra propia
actitud y el modo de entender esta práctica se han ido configurando
en nosotros desde el nacimiento, en función de los mensajes que
hemos recibido y seguimos recibiendo en el curso de nuestras vidas.
La masturbación provoca una cascada de sentimientos y emociones que pueden ir desde la culpabilidad y el rechazo a la satisfacción
y el bienestar más placenteros y deseados. Esto no es banal, ya que
nuestra actitud ante la masturbación condicionará y modulará nuestra conducta masturbatoria, y la opinión que tenemos de nosotros y
de los demás al practicarla. Además, estos sentimientos y actitudes
nos inducirán a actuar de un modo concreto.
A continuación veremos algunos ejemplos de cómo los conceptos
y las creencias han influido en las actitudes y en la práctica de la
masturbación en la historia de la cultura occidental.
• DESDE LOS GRIEGOS HASTA LA ERA DE LAS TINIEBLAS
En la Antigua Grecia, parece que los griegos consideraban la masturbación pública algo inadecuado pero no un delito. Se dice de Diógenes el Cínico (412-323 a. de C.), un filósofo que vivía en un tonel
y sentía un gran desdén por las normas sociales, que practicaba la
masturbación en público y que había manifestado, mientras le reprendían, que ojalá pudiera saciar el hambre de un modo tan sencillo, frotando sus tripas. Esta escena en nuestros parques y plazas
actuales no se zanjaría con una amonestación, sino que provocaría
un escándalo, una serie de insultos y, quizás, hasta una denuncia
y un billete directo a una evaluación psiquiátrica. A pesar de todo lo
anterior, los corintios erigieron en honor de Diógenes una columna
de mármol por su sabiduría.
Siglos después, Galeno, un médico griego del siglo ii d. de C., seguidor de la doctrina hipocrática, consideraba la masturbación una
manera de liberarse del exceso de esperma y, por tanto, una cuestión encaminada a mantener la salud del cuerpo: lo que hoy podríamos tener como una masturbación terapéutica. Por aquel entonces,
15
La masturbación
la masturbación no debía practicarse en exceso, sino conforme a la
necesidad que dictara la propia naturaleza —no la del deseo sexual
tal como lo entendemos ahora, sino la de los humores o fluidos corporales—, y se consideraba que era más eficaz para la salud que el
coito, ya que este tampoco era adecuado en cualquier momento ni
para todos los hombres.
Galeno recomendaba también la masturbación para las mujeres,
ya que, como a los hombres, les permitía expulsar los humores sobrantes, liberarse de los dolores que causaba su retención y de los
consiguientes ataques de histeria. Esto llevó a Galeno a elaborar una
serie de recursos médicos para liberar a las mujeres de estas dolencias cuando no lo hacían las caricias de sus maridos.1
En la época de Galeno y durante muchos siglos después, más o
menos hasta finales del siglo xvii, y aunque hoy nos parezca impensable, hombres y mujeres pertenecían al mismo sexo. Las mujeres
eran hombres imperfectos, del revés, que se habían quedado a medio
hacer porque, debido a una falta de soplo vital, los órganos genitales
y las gónadas no habían podido salir al exterior, como sí lo habían
hecho en los hombres, que habían culminado el ciclo del desarrollo.
Aunque biológicamente hombres y mujeres pertenecían a un mismo
sexo, en el entorno sociocultural tenían asignados roles y estatus
diferentes.
Esta biología común tuvo consecuencias significativas en la práctica de la masturbación de ambos sexos. Como ovarios y testículos eran iguales, las mujeres también debían de fabricar esperma,
pero, al contrario que los hombres, lo retenían en el interior del
cuerpo; recordemos que eran hombres del revés. Y a lo largo de los
siglos, mientras se pensaba en la existencia de un único sexo, las
comadronas practicaron a las mujeres masajes con ungüentos en la
zona de la vulva y el clítoris para liberar la retención de esperma y su
posible putrefacción en el interior del organismo, pues podía convertirse en un veneno para el cuerpo. El objetivo de los médicos griegos, y posteriormente de los medievales, no era satisfacer el deseo
sexual, sino liberar el esperma del organismo de manera adecuada
para mantener la salud de hombres y mujeres. Esto también tenía
1. Laqueur, T. (1994). La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta
Freud. Madrid: Cátedra.
16
Breve historia de la masturbación
implicaciones importantes en los célibes y los solteros, para quienes
la masturbación terapéutica era una práctica necesaria.2
En las épocas griega y romana, las personas sentían, al margen de
la medicina y la salud, que la masturbación era algo grotesco y en cierto modo abyecto: se trataba de una práctica de segundo orden que rebajaba la dignidad de un ser frustrado. En las comedias de Aristófanes,
reflejo de la época, la masturbación era indigna para los hombres de
alto estatus pero no para los esclavos, las mujeres y los niños. Un hombre de prestigio, antes de recurrir a la masturbación, podía pagar a una
prostituta o usar a una esclava o un esclavo. Sólo quienes ni siquiera
podían recurrir a esto porque no poseían dinero estaban abocados a
resignarse a la masturbación. En cuanto a las mujeres, hombres imperfectos, poca importancia tenía el asunto de la dignidad, ya de por sí
muy inferior a la del hombre, y la masturbación poco podía rebajarla. En
definitiva, no se consideraba un pecado ni un acto deshonesto contra
el propio cuerpo, sino un acto vergonzoso por la pérdida de posición y
prestigio social del hombre que la practicara.
En la Edad Media, la medicina siguió siendo heredera de las enseñanzas de Hipócrates y Galeno. En el siglo xii, el teólogo y filósofo Alberto Magno caviló, instruyéndose con el conocimiento que
le había legado la historia, y llegó a la conclusión de que el semen
provenía del cerebro, debido a la similitud entre ambos. Una de las
pruebas que convertían esta conclusión en irrefutable era el caso
del monje que, ardiendo de deseos por una dama, pasó una noche entera masturbándose, hasta sesenta y seis veces, y murió. La
autopsia reveló que los ojos estaban deshidratados y su cerebro tenía el tamaño de una granada.3 Quizás hoy al monje le diagnosticarían alguna enfermedad degenerativa que no tendría nada que ver
con la masturbación, pero que entonces era desconocida.
En la Edad Media temprana, la masturbación seguía siendo algo
grotesco, reservado para las feas, los pobres, los infortunados, los
indignos… una práctica solitaria que, si bien era de segunda división,
aún no era moralmente sospechosa.4 Sin embargo, esta considera2. Martos, A. (2008). Historia medieval del sexo y del erotismo. La desconocida historia de la
querella del esperma femenino y otros pleitos. Madrid: Nowtilus.
3. Ibíd.
4. Laqueur, T. (2007). Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. Argentina:
Fondo de Cultura Económica de Argentina.
17
La masturbación
ción cambiaría durante este periodo de la historia, de camino a la era
de las tinieblas.
Durante la Edad Media, la masturbación se convirtió en pecado
por tratarse de un acto contra la ley de Dios, pero aún estaba poco
atendido porque la sodomía, la fornicación y el adulterio eran ofensas
mucho más graves. Aunque la masturbación había ido adquiriendo
implicaciones religiosas y morales negativas, no había sido vinculada
aún al deterioro físico. La mala suerte de la masturbación podía empeorar. Y mucho. Y así fue.
›› La cruzada antimasturbatoria
A finales del siglo xvi y durante el xvii aparecieron diversas publicaciones sobre la masturbación que abonaron la creencia de que esta
práctica podía causar graves daños físicos y mentales que impedirían
al masturbador una vida normal y le incapacitarían para las relaciones
matrimoniales.
Esta nueva visión de la masturbación, situada en las antípodas de
la práctica terapéutica de Galeno, fue calando hondo en la sociedad, que acogía con cierta inquietud estas creencias, refrendadas
por la nueva medicina y los avances en el descubrimiento del cuerpo
humano.
Dando una vuelta de tuerca al nuevo rumbo que tomaban las actitudes y las creencias sobre la masturbación, a principios del siglo xviii
se publicó un libro que llegaría a ser un superventas en la materia. Su
título vaticinaba con elocuencia un contenido poco elogioso de esta
práctica sexual: Onania, o el atroz pecado de la autopolución y todas
sus espantosas consecuencias para ambos sexos, con consejos espirituales y físicos para aquellos que se han dañado con esta abominable
práctica. Y una provechosa admonición a la juventud de ambos sexos.
Para algunos médicos la masturbación pasó a ser violencia manual. Consideraban que la fricción masturbatoria —muy diferente a
la del coito— era nociva para la estructura interna de los genitales
y producía lesiones que causaban impotencia, eyaculación precoz,
infertilidad y, con mayor frecuencia, supuración.5
5. Stolberg, M. (2000). «An unmanly vice: self-pollution, anxiety, and the body in the eighteenth
century». En: The Society for the Social History of Medicine, vol. 13 (1), pp. 1-21.
18
Breve historia de la masturbación
La nueva concepción médica podía echar raíces en el ámbito de
la moral judeocristiana, ya que era congruente con su doctrina. El
mandato de «creced y multiplicaos», la pérdida de semen como algo
mortífero y pecaminoso, por contravenir la ley divina, se vinculaba
de manera coherente con el episodio relatado en el Génesis. Onán,
hermano del difunto Er e hijo de Judá, debía casarse con Tamar, su
cuñada, ya que ella no había tenido descendencia del fallecido. Pero
Onán, pensando que el hijo varón que pudiera engendrar en aquella
unión no sería suyo sino el heredero de Er, eyaculó fuera de su cuñada para no embarazarla. La transgresión de la ley cometida por Onán
fue castigada con su muerte.
La muerte bíblica de Onán abría paso a la de cualquier masturbador, lo que era campo abonado para el desarrollo del rol que tomaría
a partir de ese momento la medicina en la lucha antimasturbatoria y
en el estudio de los daños físicos y mentales de la masturbación. Algunos médicos llegaron a profetizar que, si no se atajaba el mal de raíz, la
raza humana se iría debilitando y degeneraría, pues se pensaba que
los hijos de los masturbadores eran más débiles que los otros.6
En este caldo de cultivo, un médico suizo llamado Tissot publicó,
en 1758, El onanismo. Tratado sobre los trastornos que produce la
masturbación. Tissot era el producto enfebrecido de su época y, aparte
de recoger muchos de los males que ya se vaticinaban en Onania y
en otras publicaciones, conservó gran parte de las dolencias consolidadas y añadió nueva información sobre los efectos nocivos que la
masturbación tenía para el sistema nervioso, inspirándose en los casos
de su consulta médica. Además, aseguraba que la pérdida de semen
era equivalente a la de grandes cantidades de sangre, lo que debilitaba el organismo. Para hacernos una idea, una eyaculación de unos
3 ml equivalía a la pérdida de unos 120 ml de sangre. Si sumamos
las eyaculaciones provenientes de la masturbación, el coito y la eyaculación nocturna, aunque fuera involuntaria, tendremos que ocho
eyaculaciones equivaldrían a la pérdida de más de un litro de sangre.
Como era acumulativa, la pérdida de vitalidad y salud no tardaría en
hacerse notar. Esto llevó a algunos hombres a llevar un recuento exhaustivo de sus eyaculaciones, y a intentar la abstinencia por todos los
6. Ibíd.
19
La masturbación
medios posibles. En las ilustraciones de «Los
rostros de la masturbación» podrán comprobarse los estragos de esta práctica en aquella
época.
a)
b)
Por si lo anterior no fuera suficiente, el síndrome postmasturbación descrito por Tissot
originaba «calambres, convulsiones y ataques
epilépticos, hipocondría, histeria y melancolía;
males que estaban, con anterioridad, poco
relacionados con la pérdida de semen».7 Debido a estos efectos de la masturbación sobre
el sistema nervioso, las mujeres también esc)
d)
taban afectadas por el síndrome postmasturbatorio. De hecho, quedaban incluso más
Los rostros de la masturbación:
dañadas que los hombres, ya que el sistema
a) masturbador de 16 años;
nervioso femenino se consideraba más débil
b) abstinente de 21 años;
y vulnerable que el masculino.
c) masturbador de 50 años;
d) abstinente de 70 años.
El clero acogió con entusiasmo las apor(Fuente: Emery C. Abbey, The sexual system
taciones de Tissot. Había comprobado que
and its Derangements, 1882).
entre los jóvenes y los feligreses era más potente el miedo a los males terrenales que deparaba la masturbación
que la condena eterna e infernal que proclamaba la Iglesia. Los hospitales se fueron llenando de personas enfermas, tísicas y moribundas por causa del efecto nocivo del onanismo.
Afortunadamente, no todos los médicos compartieron estas creencias, ni tampoco todos los hombres y mujeres de la época se dejaron
influir por el temido síndrome postmasturbatorio. Por ejemplo, en el
siglo xix, muchos higienistas españoles, que también buscaban preservar la salud de la gente, consideraron que los planteamientos de
Tissot eran una exageración y que sus escritos, lejos de alejar a los
jóvenes de la práctica masturbatoria, les empujaba a ella por las imágenes ardientes y explícitas que contenían.8
La consecuencia lógica de entender la masturbación como una
enfermedad que provocaba grandes males que sólo podían curarse
7. Ibíd.
8. Vázquez, F. y Seoane, J. B. (2004). «España y la cruzada médica contra la masturbación
(1800-1900). Elementos para una genealogía». En: Hispania LXIV/3, vol. 218, pp. 835-868.
20
Breve historia de la masturbación
impidiendo a toda costa la mortífera práctica cristalizó en la prolífica
invención de artilugios y métodos disuasorios. Como detalla Foucault
en Los anormales, se diseñaron camisas de noche para inmovilizar el
cuerpo, cinturones de castidad, corsés metálicos y, en 1811, la varilla
de Wender. Este último método consistía en atar una varilla al pene; el
dolor de la erección disuadiría a cualquier hombre de perseguir la menor sensación voluptuosa. Otros sistemas fueron más invasivos, como
la sonda permanente en la uretra masculina, las lavativas y el método
inventado por el cirujano de Napoleón: irrigar la uretra con una solución de bicarbonato sódico que causara lesiones que alejaran al desgraciado masturbador de aquella conducta tan inmoral como insana.
En el caso de mujeres y niñas, cuando los mecanismos físicos
eran ineficaces, se empezó a practicar la cauterización y la ablación
del clítoris, un método que se prolongó hasta finales del siglo xix. En
esta época, a diferencia del periodo histórico del sexo único, el clítoris ya no tenía una función reproductora, pero sí el defecto insano e
inmoral de la voluptuosidad y el placer. La cauterización del clítoris se
justificó por parte de sus defensores desde una perspectiva que hoy
nos resulta ajena a la hora de aplicarla a la masturbación, pero muy
razonable para la amputación de un miembro gangrenado o un tejido
con un tumor cancerígeno: «sacrificar la parte para salvar el todo».
Esta mutilación era impensable en la era del sexo único, ya que se
creía que, para fabricar el esperma, la mujer, al igual que el hombre,
necesitaba el orgasmo y la estimulación del clítoris. Sin el esperma de
la mujer no habría fecundación y si la mujer no tenía un orgasmo
durante el coito no podría quedar embarazada.
Como la estimulación del clítoris, el orgasmo y el placer de la mujer servían a la reproducción, no eran prescindibles. Posteriormente,
en la era de los dos sexos y una vez comprobado que el clítoris y el
orgasmo de las mujeres no tenían una función reproductora, para
muchos se convirtió en un órgano proscrito cuya única función era la
voluptuosidad, el pecado y la degeneración física y moral.
Estos métodos tan disuasorios como drásticos convivieron con
otras prácticas más dulces, ya que, incluso bien entrado el siglo xix
y el xx, cuando ya no se creía en la existencia de un único sexo
sino en dos orgánicamente diferenciados, se siguió practicando la
masturbación terapéutica como tratamiento aplicado por los propios
médicos mediante vibradores, masajes e hidromasajes. En este otro
21
La masturbación
contexto, la estimulación del clítoris servía para paliar los síntomas de
la histeria, como ya había propuesto Galeno unos dos milenios atrás.
En este orden de confrontación entre lo drástico y lo dulce, el
doctor Kellogg —médico estadounidense que dirigió el sanatorio de
Battle Creek, pero más conocido en nuestros días por los cereales
que muchos hemos desayunado sin sospechar su origen— recomendaba una dieta rica en cereales y ejercicio para evitar la masturbación
y mantener la salud. Y en caso de que la dieta fracasara, aconsejaba
que se procediera a cauterizar el clítoris con sustancias cáusticas y
a practicar la circuncisión sin anestesia a los niños, porque el momentáneo dolor serviría de escarmiento y disuadiría a los insensatos
masturbadores de continuar practicando lo que él denominaba significativamente autoabuso.
Kellogg, como muchos otros médicos de su época, consideraba
que el clítoris era un órgano del que se podía prescindir ya que no
tenía una función reproductora y sí un gran papel en la indeseable
voluptuosidad de algunas mujeres. Estaba plenamente convencido
de que si los pacientes no sanaban con sus tratamientos era por
la existencia de una práctica masturbatoria compulsiva y secreta, y
aseguraba que la masturbación disminuía el tamaño de los testículos
y causaba acné.
En pocas palabras, como comenta Foucault en Los anormales, durante los siglos xviii y xix la persecución de la masturbación llegó a
alcanzar la misma magnitud que había tenido la caza de brujas en los
siglos xvi y xvii.
• LA MASTURBACIÓN SALE DEL ARMARIO
Los años iban pasando, y entre 1890 y 1910 empezó a cambiar el
panorama social de forma más propicia para la masturbación.
Havelock Ellis, al que podríamos considerar uno de los primeros
especialistas de la sexología moderna, fue también uno de los primeros en romper una lanza en favor de esta práctica sexual. Estaba
convencido de que no era causa de enfermedades mentales y físicas, sino una «fuente legítima de relax mental».9 El gran aporte de
9. Robinson, P. (1995). «La modernización del sexo». En: Revista Española de Sexología,
núm. 67-68. Madrid: Publicaciones del Instituto de Sexología. [La edición original es de 1976].
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Breve historia de la masturbación
Ellis fue considerar que el autoerotismo —que incluía no sólo la
masturbación, sino también cosas tan dispares como sueños y fantasías eróticas, el narcisismo y la histeria— era tan importante para
el desarrollo de la sexualidad humana como el sexo reproductivo.10
Ellis consideraba que la sensibilidad erótica en la mujer es más
difusa que en la sexualidad masculina, concentrada en el pene, y
estaba en claro desacuerdo con la idea freudiana de que la sexualidad de la mujer adulta es vaginal, pues creía que la zona erógena de
mayor sensibilidad en la mujer era el clítoris. Para Freud, el paso a
la feminidad adulta implicaba que el clítoris cediera su sensibilidad e
importancia a la vagina. El célebre psicoanalista no estaba de acuerdo con la benignidad de la masturbación ni con la sexualidad femenina propuesta por Ellis, y este último ridiculizó la propuesta freudiana
«sugiriendo que sólo podía haber sido concebida por alguien que
carecía de conocimiento directo de las experiencias sexuales de la
mujer».11 La crítica de Ellis no era intrascendente, ya que una mujer
que por aquel entonces se masturbara estimulando el clítoris sería,
según en qué círculos cayera, una mujer que no habría alcanzado la
sexualidad de una persona adulta.
En 1910, la Sociedad Psicoanalítica de Viena celebró un simposio
para tratar la cuestión del onanismo. En aquel círculo de prestigiosos
psicoanalistas, Steckel afirmó que la masturbación era inofensiva y
que lo que causaba el suicidio entre los jóvenes eran los horrores atribuidos a la masturbación y no esta en sí misma. Afirmó también que
prohibir la masturbación aumentaría la frecuencia de delitos sexuales
como la violación o la pederastia; 12 naturalmente, estas palabras causaron un gran revuelo, ya que estas ideas eran muy contrarias a las
que defendían Freud y la mayoría de los psicoanalistas de la época.
Como suele suceder en estos casos de desacuerdo, los insultos
y las descalificaciones no tardaron en llegar. El biógrafo de Freud, el
neurólogo y psicoanalista galés Ernest Jones, dijo que Steckel tenía
una actitud irresponsable hacia la verdad y que sus escritos eran de
tan mal gusto y tan inexactos como los de un periodista de la peor
10. Levin, R. J. (2007). «Sexual activity, health and well-being, the beneficial roles of coitus
and masturbation». En: Sexual and Relationship Therapy, vol. 22 (1), pp. 135-148.
11. Robinson, op. cit.
12. Steckel, W. (2004, reimpresión). Auto-eroticism: A study of onanism and neurosis. Nueva
York: Kegan Paul.
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La masturbación
calaña. El psicoanalista disidente respondió a estas acusaciones que
«los daños físicos y mentales de la masturbación sólo existían en la
imaginación de los médicos ignorantes» y que «cuanto mayores eran
los requerimientos éticos y culturales de una sociedad, y mayores los
refinamientos de su vida amorosa, mayor era la necesidad de la
masturbación».13 Teniendo en cuenta el sustrato social en el que
caían las afirmaciones de Steckel, no es de extrañar que tuvieran tan
mala acogida. Eran, de hecho, una osadía heroica.
Las reuniones que se celebraron en aquel simposio de 1910
fueron tan controvertidas que no dieron lugar a ningún escrito concluyente sobre la masturbación; tal era la magnitud del dilema. La
intensa controversia parecía indicar que aún eran necesarias otras
reuniones, estudios de casos y tiempo de reflexión. Sin embargo,
hubo acuerdo general en el hecho de que el asunto de la masturbación era inagotable.
Debido a las aportaciones de Freud y otros psicoanalistas, la masturbación dejaba de ser un pecado y la causa de una enfermedad
para convertirse —al menos en los círculos del psicoanálisis— en una
etapa en el desarrollo de la sexualidad. A partir de entonces, la masturbación sería una práctica adecuada para los adolescentes, aunque
entre los adultos indicaba alguna deficiencia en su desarrollo sexual.
Con el cambio de siglo y con este nuevo giro en la historia de la
masturbación, aunque esta práctica sexual ascendía de categoría,
aún no había logrado entrar en la sexualidad del adulto maduro. Era
todavía el signo de la inmadurez y el fracaso, además de una fuente
de culpa.14
›› En pleno siglo xx
Como producto de las concienzudas disquisiciones del pasado, durante gran parte de la primera mitad del siglo xx se pensó que la
masturbación con mesura no era nociva, pero que su exceso requería
la atención de un médico.
13. Bullough, V. L. (2005). «Masturbation: 100 years ago and now». En: Journal of Sex
Research, vol. 42 (2), pp. 175-176.
14. Laqueur, T. (2007). Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. Argentina:
Fondo de Cultura Económica de Argentina.
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Breve historia de la masturbación
A finales de la década de los cuarenta, el científico Alfred Kinsey
marcó un hito en la historia de la sexualidad y también en la de la
masturbación. En su libro Comportamiento sexual masculino explicó
que el problema de la masturbación era que nadie estaba en condiciones de especificar la frontera entre la mesura y el exceso, lo cual
era una circunstancia que creaba confusión y, por supuesto, la inquietante duda de si la frecuencia personal era o no dañina. La conclusión de Kinsey ante una situación tan ambigua fue tajante: «Los
psiquiatras pronto reconocerán que esta condena, sutil e indirecta,
puede hacer tanto daño a la personalidad del adolescente como las
enseñanzas más extremas de épocas pasadas».
Esta afirmación tenía sentido en un contexto histórico en el que
por primera vez aparecían datos estadísticos sobre la frecuencia de
la masturbación no patológica, al menos en una determinada población americana. Hasta entonces, nadie, ni siquiera los médicos,
podían dar un consejo fundamentado.15
Con los resultados obtenidos por Kinsey en sus investigaciones
sobre la sexualidad masculina y femenina, salió a la luz el hecho de
que muchos hombres y mujeres se masturbaban sin que ello causara
graves perjuicios a su salud.
Ahora la evidencia científica negaba las creencias del pasado, y
empezaba a ser difícil seguir creyendo en la masturbación como causa de enfermedad, locura o muerte. En pleno siglo xx, la masturbación salía triunfante del armario.
Poco después, Masters y Johnson defendieron la masturbación
como un modo saludable de mantener la función sexual, y debido a
los hallazgos de sus investigaciones desarrollaron una terapia para
solucionar las dificultades sexuales en la pareja, en la que incluyeron
la masturbación como un recurso fundamental. Con las aportaciones de estos dos sexólogos, de gran influencia en el concepto de
la sexualidad de nuestros días, el giro que daba la masturbación era
enorme; ahora, lejos de estar contraindicada en la pareja, venía en
ayuda de la buena marcha de la relación sexual de esta.
Defendieron además que para las mujeres el placer obtenido
mediante la masturbación era más intenso que el conseguido en la
15. Malan, M. K. (2004). «The Enlightenment as genesis of 18th-century masturbation
degeneracy hysteria». En: Journal of Sex Research, vol. 41 (3), pp. 313-315.
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La masturbación
penetración vaginal. Desde la perspectiva de estos dos sexólogos,
para las mujeres el orgasmo es uno y lo que varía es el modo de
obtenerlo. Rompieron con la propuesta freudiana de la existencia de
dos orgasmos diferenciados, uno vaginal y propio de la mujer adulta
madura y otro clitórico y propio de la adolescencia femenina pero
signo de un desarrollo sexual incompleto. La masturbación iniciaba
la senda que nos llevaría al siglo xxi.
“Sigo considerando la masturbación
como el mejor pasatiempo”
(Jamie Lee Curtis)
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