Tipo de documento: Capítulo de libro Autor: Valeria Ianni Título del libro: La Revolución Francesa Editorial: Ocean Sur Lugar de publicación: México Año de publicación: 2011 Páginas: 57-60 Temas: Fuerzas populares, Movimiento social popular El inestable equilibrio de 1791 En 1791 se había alcanzado un cierto equilibrio que hizo pensar a muchos que se había alcanzado un nuevo orden y que la Revolución había terminado. Si bien se habían realizado reformas muy profundas en muchos aspectos, la relación del «nuevo orden» con el anterior era más de compromiso que de oposición irreconciliable. Como ocurriría más de una vez, el grupo que tenía en ese momento la dirección del proceso consideró que la institucionalización de ciertos cambios en la Constitución implicaba que la Revolución había terminado. La dinámica del proceso se encargaría de desmentirlos. Las masas se impondrían por sobre la «cristalización institucional» y un nuevo grupo dirigente reemplazaría al anterior. La fuga de Varennes Visto a la distancia, la perduración de la monarquía en plena Revolución resulta algo sumamente llamativo. A pesar de que en el imaginario popular sobre la Revolución Francesa la toma de la Bastilla y la decapitación de Luis XVI y de su esposa austriaca, la excéntrica María Antonieta (1755-1793) aparecen juntos, entre uno y otros hechos median más de tres años. Es más, muchas de las acciones directas de los primeros meses incluyeron vivas al rey por parte del pueblo. Sin embargo, poco a poco su figura fue perdiendo legitimidad hasta que finalmente la Revolución le dio el golpe final a la monarquía. El famoso episodio de Varennes sacó a la luz la connivencia del rey con los emigrados y con las potencias extranjeras. En la noche del 21 de junio de 1791, los miembros de la familia real intentaron cruzar de forma clandestina hacia Austria para unirse a los ejércitos que preparaban la invasión. El movimiento de tropas del otro lado había alertado a las autoridades de Varennes. Una vez descubierta, la familia real fue arrestada y llevada nuevamente a París. En respuesta, el emperador de Austria, Leopoldo II, envió un llamado a todos los reyes de Europa para que se unieran en contra de la Revolución. Ante esto, Francia comenzó a prepararse para defenderse ante una invasión extranjera: la Asamblea (todavía Constituyente) se declaró en sesión permanente, se movilizó a todos los guardias nacionales y se produjeron nuevos estallidos populares que terminaron en el incendio de palacios. A pesar de los indiscutibles motivos de la fuga, la Asamblea no se decidió a destronar al rey. Se elaboró para justificarlo el inverosímil relato de que la familia real había sido raptada. Cuando el Club Jacobino, una de las agrupaciones políticas más radicales, envió a la Asamblea un pedido para destronar a Luis, la mayor parte de sus diputados se retiraron del Club y formaron uno nuevo, más moderado, conocido como el Club Feuillant o Fuldense. La reducción del número de diputados jacobinos no significaría una pérdida de peso de esta tendencia política, sino todo lo contrario. Internamente, estos cambios motivaron la consolidación de la hegemonía de Maximillien Robespierre (1758-1794) dentro del Club.1 Mientras la mayoría de los diputados se inclinaba hacia el salvataje de la monarquía, el pueblo de París, especialmente los sans-culottes, empezaban a encabezar la línea más enérgica y decidida de las corrientes revolucionarias. Los sans-culottes recibían ese nombre porque no vestían los calzones que usaban los ricos. Eran artesanos, tenderos, pequeños propietarios y también obreros que estaban dispuestos a llevar hasta el fin la lucha contra los privilegios. No solo desconfiaban de la aristocracia sino también de los ricos en su conjunto. Menos propensos a la dialéctica que los hombres de leyes de la Asamblea, exigían medidas claras y contundentes. La organización política de estos sectores obligaría a adoptar las medidas más drásticas contra todo resabio de feudalismo e imprimiría a la Revolución Francesa una dimensión profundamente democrática, que de ningún modo formaba parte del programa con que se identificaba la mayor parte de la burguesía. Organizados territorialmente en las secciones, ligados al Club de los Cordeleros o al Jacobino, y a diversas sociedades populares, los sans-culottes tendrían sus propios dirigentes y durante un tiempo lograrían participar en la conducción del proceso revolucionario. La masacre de Campo de Marte Ante la falta de iniciativa de la Asamblea, los sans-culottes y los ciudadanos de los distritos populares pasaron a la acción. Redactaron una petición que exigía el destronamiento del rey. Esta nota fue firmada por seis mil hombres, aparentemente muchos de ellos analfabetos y semianalfabetos. Los sectores dominantes, burgueses y ex aristócratas sin distinción, reconocieron inmediatamente el peligro que implicaba la organización independiente de las masas. De inmediato, el Ayuntamiento de París proclamó la Ley Marcial y la Asamblea también se dispuso a defender el orden. El 17 de julio de 1791, una manifestación popular se congregó en el Campo de Marte para entregar la petición. Bailly, quien había sido elegido alcalde de París en las jornadas de julio de 1789, se presentó en el lugar acompañado de un importante destacamento de guardias nacionales. Cuando la multitud insultó y apedreó a Bailly y sus hombres, este ordenó abrir fuego. El ataque dejó centenares de muertos. La masacre de Campo de Marte continuó en los días subsiguientes con una represión sistemática que tenía como propósito descabezar y paralizar la fuerza popular que se identificaba con los sans-culottes. Según Hampson, en esos días la Guardia Nacional produjo una cantidad de asesinatos mayor que todas las muertes por linchamiento que la multitud había provocado desde el 14 de julio de 1789. El Club Feuillant entró en negociaciones con el rey para proponer la revisión de la Constitución debido a las críticas que realizara el monarca antes de su fallida fuga. Todos ellos tenían como propósito recortar la dimensión democrática de la carta magna a través de una limitación mayor de los derechos políticos de sufragio y también elegir como funcionarios a una minoría rica, la ampliación de las atribuciones de la monarquía, y la división de la asamblea legislativa para conformar una Cámara Alta a la manera inglesa. Desde la izquierda de la asamblea, Robespierre y Pétion encabezaron la lucha en contra de la revisión reaccionaria de la Constitución, lo que les granjeó la estima del pueblo de París. Finalmente, solo algunas de las propuestas de los feuillant fueron incorporadas. Pero esto no satisfizo ni a las fuerzas que sostenían la necesidad de avanzar en cambios radicales ni a la que agrupaba a los reaccionarios de dentro y de fuera de Francia y que querían retomar el poder. 1. Los clubes se llamaron así porque tomaron el nombre de los conventos en los que se reunían. Los edificios habían quedado vacíos una vez que se disolvieron las órdenes religiosas.