PAUTAS PARA TRABAJAR LA PELÍCULA “EL GRAN TORINO” 1. Portada bien hecha 2. A tu parecer, ¿cuáles son los cuatro momentos más importantes de la película? Busca alguna imagen de estos momentos 3. Ficha técnica (sacado de Internet) 4. Algunos autores han comparado al protagonista de la película, Walt Kowalski, con Jesús de Nazaret. ¿En qué aspectos crees que esta comparación es válida? 5. ¿Crees que la problemática que plantea la película se puede dar en nuestro país? ¿En qué basas tu respuesta? 6. ¿Se hace mención de algún aspecto religioso durante la película? 7. ¿A quién le recomendarías la película? ¿Por qué? 8. Lee la siguiente crítica y di si estás de acuerdo o no con ella Quienes se fijan en un aspecto tan accesorio de Gran Torino como el de ver a Eastwoodint representándose a sí mismo a sus 78 años, con ese aspecto de jubilado viudo tan real que tiene en la película, creo que se quedan en la pura epidermis, en aquello que parece más obvio: Clint Eastwood es mayor. Les choca que empuñe un fusil en el film y asocian el hecho al tópico de Harry el sucio, el duro, el ejecutor, cuando únicamente está concediéndose a sí mismo el derecho que todos los grandes maestros tienen al humor, a reírse de todo y de todos, a contarnos las mejores historias con la ironía del sabio, haciéndoles caer en la trampa: no estamos ante un Harry envejecido, todavía de gatillo fácil, sino ante Walt Kowalski, un americano que defiende su casa y lo suyo, su modo de vivir, con los recursos de los que dispone y que su sociedad le ha dado. Gran Torino es desde luego un film lleno de humor explícito. Hace reír al espectador (a la sala entera) con las chanzas y gruñidos de Kowalski, mientras le infiltra conocimiento sobre lo que está viendo, poniendo así las bases para la comprensión de uno de los dramas sociales contemporáneos, el cambio en las sociedades occidentales y la convivencia, a través de la cotidianeidad y la bonhomía. Pero descanse quien lea: no es esta una película de tesis, ni un panfleto social más, de esos acartonados que vemos a veces. Estamos ante una historia que ha interesado a todos cuantos la han visto, sin más, porque se trata de una comedia humana perfectamente contada y eso gusta como el teatro eterno, de ahí su éxito popular. Gran Torino interesa a todos porque sus personajes están llenos de poesía (satírica, por lo general) y de vida, delineados perfectamente todos ellos, sin que sobre ni falte un solo rasgo que los caracterice y defina, y eso lo consigue Clint Eastwood en sólo unos pocos brochazos de su cámara, llenos de ternura. El grupo étnico los jmong- que habita en el vecindario del jubilado Walt Kowalski, veterano obrero de la Ford (¿otra ironía más?), queda retratado por el director con un respeto inaudito. Ni glorifica una minoría, esa tendencia tan paternalista de muchos autores a buscar lo mejor y más positivo en lo distinto para que entre almibarado en la cabeza del espectador, ni la humilla desde el paternalismo de la superioridad occidental que se digna aceptar al inmigrante. Simplemente, al mostrar lo que hay nos está dando a todos una lección de realidad. Así, personajes como la abuela gruñona de la casa de al lado, el chamán, las mujeres de la familia vecina, su hospitalidad y su gratitud, el adolescente confuso en trance de madurar y hacerse adulto a través del trabajo, su hermana Sue (Ahney Her) y los pandilleros violentos, quedan tan nítidamente perfilados que inevitablemente nos traen el recuerdo de los recios caracteres filmados en el cine clásico de John Ford. Pero no acaba en esos personajes foráneos los tipos que Gran Torino retrata. Los hijos y nietos del jubilado Kowalski (Clint Eastwood), atrapados en los clichés sociales al uso, el cura que fía de las instituciones sociales para remediar conflictos personales, el barbero italiano, artesano en decadencia víctima de las franquicias de peluquería, el capataz de la construcción, gestor de personal nato, los jóvenes negros marginales y desconcertados por la firmeza del viejo blanco atrevido…, constituyen algo más que el conjunto coral que acompaña la trama para convertirse a su vez en piezas insustituibles de la historia todos ellos, para que esta alcance su sentido total y acabado. Por breve que resulte su presencia en la escena, cada uno de ellos se convierte en pieza de mosaico sin la cual el dibujo resultaría incompleto. Cada cual es portador de valores y de rasgos simbólicos que el imaginario social -americano y global- les ha ido atribuyendo a lo largo de generaciones. Todos juntos forman esa mezcla cultural que ha ido construyendo los Estados Unidos de América. Por eso, analizar el papel que cada personaje juega en este guión sería excedernos en el comentario. La figura del joven cura, por ejemplo, y sus diálogos con el protagonista darían para un ensayo, teniendo en cuenta que este prototipo –el de capellán- aparece reiterada y críticamente en toda la filmografía de Clint Eastwood, ejerciendo una suerte de contrapunto con el personaje principal interpretado por él mismo las más de las veces. En Gran Torino, El intercambio, Million Dollar Baby, Space cowboys o Ejecución inminente, por citar algunas de sus más recientes obras, la figura de un capellán resulta clave para definir valores y actos del protagonista e incluso de la trama. ¿Qué tiene, pues, Gran Torino para que se haya convertido en un enorme éxito de taquilla, dentro y fuera de los Estados Unidos? Creo que posee la sencillez de las historias eternas, esas a ras del suelo que todos pisamos, contada con la libertad y el desenfado que alcanzan los grandes maestros -del cine, de la pintura, de la literatura…- cuando llegan a la plenitud de su arte. Con el lenguaje de la calle, con los actos de los hombres y de las mujeres normales y corrientes, Clint Eastwood consigue contar una historia moral que a todos alcanza. Podría decirse que esta película celebra el aniversario de los derechos humanos, por la vía llana de mostrar que todos los hombres somos libres e iguales (y que cada cual es cada cual…) Parece el manifiesto de ese libertarianismo del que Eastwood se reclama.