14º Domingo durante el año (Ciclo A).

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: ESPACIO PARA PENSAR
Yo soy el PAN de VIDA
Meditando el Evangelio
del Domingo
06 de Julio
14º Domingo durante el año (Ciclo A)
“Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes
y haberlas revelado a los pequeños".
EVANGELIO
REFLEXION
TRES LLAMADAS DE JESÚS
Un día Jesús sorprendió a todos dando gracias
a Dios por su éxito con la gente sencilla de
Galilea y por su fracaso entre los maestros de la
ley, escribas y sacerdotes. «Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado
estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños». A Jesús se
lo ve contento. «Sí, Padre, porque así lo has
querido». Para Jesús, ésa es la manera que
tiene Dios de revelar sus «cosas».
La gente sencilla e ignorante, los que no tienen
acceso a grandes conocimientos ni entienden
de teología, los que no cuentan en la religión
del templo ni pueden participar del culto por ser
considerados “impuros”, se están abriendo a
Dios con corazón limpio. Están dispuestos a
dejarse enseñar por Jesús. El Padre les está
revelando su amor infinito e incondicional a
través de él. Entienden a Jesús como nadie y
captan su mensaje como no pueden hacerlo los
“expertos”.
Del Evangelio según san Mateo (Mt 11, 25-30)
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo
los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy
paciente y humilde de corazón, y así encontrarán consuelo. Porque mi
yugo es suave y mi carga liviana».
Sin embargo, los «sabios y prudentes» no
comprenden nada. Tienen su propia visión
docta y erudita sobre Dios y sobre la religión.
Están absolutamente convencidos de que lo
saben todo acerca de Dios y su misterio, que
para ellos no es tal. Por eso no pueden
aprender nada nuevo de Jesús. Ellos no
necesitan aprender nada porque ya lo saben
todo. Su visión cerrada y su corazón endurecido
les impiden abrirse a la sorprendente novedad
de la revelación de un Dios diferente
manifestada en el rabí de Nazaret.
Jesús termina su oración, pero sigue pensando
en la «gente sencilla», en los que no cuentan,
en los que no interesan a nadie: ni a la
autoridad civil ni a la autoridad religiosa. Jesús
piensa en los que viven oprimidos por los
poderosos de las ciudades de Séforis y de
Tiberíades, y que ni siquiera encuentran alivio
en la religión “oficial”, en la religión del templo.
Su vida es sumamente dura y pesada, y la
doctrina que le ofrecen los «entendidos» y los
maestros religiosos, la hacen todavía más
ardua y difícil.
Pero por eso mismo, y justamente a esas
personas a las que el poder civil, el poder
económico y el poder religioso apenas les
permiten sobrevivir penosamente, Jesús les
hace tres llamadas.
«Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados…». Es la primera llamada. Está
dirigida a todos los que sienten la religión como
una carga pesada, a los que viven agobiados
por doctrinas que nada tienen que ver con el
mensaje de Jesús y que por eso mismo no
pueden experimentar la inmensa alegría de
saberse amados y aceptados
incondicionalmente por un Dios cuya única
“voluntad” es la felicidad de todos los seres
humanos, individual y comunitariamente. Si
esas personas se encuentran vitalmente con
Jesús, descubrirán la verdadera paz y la
serenidad del corazón: «Yo los aliviaré».
«Carguen sobre ustedes mi yugo… Porque mi
yugo es suave y mi carga liviana». Es la
segunda llamada. Hay que cambiar de yugo.
Abandonar el de los «sabios y entendidos»
pues no es llevadero, y cargar con el de Jesús,
que hace la vida más digna, gozosa y plena.
Pero no porque Jesús exija menos. Exige más,
pero de otra manera. Exige lo esencial: el amor
que libera de todo lo que hace daño a las
personas, y que es lo único que puede dar
sentido y plenitud a nuestras vidas.
«Aprendan de mí, porque soy paciente y
humilde de corazón». Es la tercera llamada.
Hay que aprender a vivir nuestra relación con
las cosas, con nosotros mismos, con los demás
y con Dios, con respeto y delicadeza, con
sencillez, con generosidad y compasivamente.
Jesús no «complica» la vida, sino que la hace
más simple y llevadera. No oprime, sino que
libera para vivir de manera más humana. Por
eso es un verdadero «descanso» encontrarse
con él.
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