Como resulta evidente a cualquiera, no podía seguir soportando semejante desastre; me tuve que evadir de Madaya Saltó de pronto en el informativo, aunque seguíamos la noticia desde hacía tiempo. Era Madaya (Siria) pero podría haber sido cualquier otra ciudad moribunda. Opté por no mirar, esperando que la imagen se desvaneciese. La noticia ya lo ha hecho, sepultada por los resultados de la Liga de fútbol o las “pueriles” discusiones sobre la presencia de un niño en el Parlamento español. Pero la imagen, recuerdo doliente de otros holocaustos, sigue persiguiéndome; no lograba evadirme de la desesperanza, me costaba entender la deshumanización humanitaria. Unicef ha denunciado la fragilidad de la vida en escenarios de barbarie bélica. El exterminio tiene un peso tan interior, y fuerte, que es imposible reducirlo a un concepto. Será por eso que nos cuesta hablar de lo que podemos hacer para evitarlo. De cualquier manera, lo más grave en no lanzar una mirada inteligente hacia lo que sucede fuera de nosotros, desconectar sutilmente las noticias que llegan al corazón. Por si le sirve, aquí va el reportaje de Le Monde diplomatique. Si quiere profundizar en las múltiples lacras del hambre no deje de leer a Martín Caparrós, El hambre, Ed. Anagrama.