Carlos III de España: el buen Rey Ilustrado y mejor alcalde de Madrid Alejandro Vidal Crespo Director de Estrategia de Mercados INFORME MENSUAL DE ESTRATEGIA Diciembre 2015 Informe mensual de estrategia. Diciembre de 2015 Carlos III de España: el buen Rey Ilustrado y mejor alcalde de Madrid Repasamos la historia de uno de los más innovadores gobernantes de la historia de España, un hombre en principio destinado a ocupar un papel secundario en su dinastía y la historia de Europa, y que pese a ello, terminó ocupando un lugar preminente en ambos casos. Carlos III de España, el Rey ilustrado que supo rodearse de buenos asesores para impulsar reformas e innovaciones que llegan hasta nuestros días. Carlos de Borbón fue hijo de Felipe V de España, primer Rey de la dinastía borbónica tras el fin de la Guerra de Sucesión. Por nacimiento, estaba destinado a un papel secundario en el plano político europeo, ya que era el tercer hijo del Rey, y además, fruto de sus segundas nupcias. Tras la firma del Tratado de Utrecht, con el que finalizaba la cruenta guerra civil española (guerra mundial, de hecho), España había perdido prácticamente toda su influencia en los territorios italianos. Sin embargo, Felipe V había firmado el Tratado de Sevilla con Inglaterra y Francia, que le aseguraba ocupar el Ducado de Parma. Tras fallecer el Duque de Parma en 1731, su adversario en la Guerra de la Sucesión, en ese momento Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, invade el Territorio del Ducado, con lo que España amenaza con emprender una nueva guerra contra la casa de Austria. Finalmente, Carlos VI se aviene a negociar y el Ducado de Parma recae en el joven Carlos de Borbón, a la edad de 15 años. Sin embargo, las maniobras de Felipe V en Italia no iban a terminar ahí. Los hijos fruto de su primer matrimonio (Luis y Fernando) estaban destinados a ocupar el Reino de España, mientras que los frutos de sus segundas nupcias lo harían en Italia. En 1733, fallece el Rey de Polonia, y Felipe V de nuevo maniobra junto a Francia con rapidez para acceder a ese trono. Evidentemente, Carlos VI no estaba dispuesto a tener como vecinos por babor y estribor a sus enemigos íntimos borbónicos y la cosa terminó en guerra. Los tratados de paz establecieron que Felipe V y su dinastía cedían en sus pretensiones polacas, mientras que los Austrias abandonarían sus territorios italianos, el Reino de las Dos Sicilias. Y ese Reino fue cedido al Duque de Parma, nuestro protagonista Carlos, que de este modo se convertía en Rey a los 17 años, como Carlos VII de Nápoles y Sicilia. Ya en su periodo como Rey en Italia, el joven Carlos (madrileño de nacimiento, puesto que fue alumbrado en el Real Alcázar, predecesor del Palacio Real, edificio que ardió hasta los cimientos en la Nochebuena de 1734, incendio del que se salvaron las Meninas de Velázquez) apuntó maneras de buen gobernante. Desmanteló los últimos vestigios del feudalismo, que dotaban a los nobles de jurisprudencia en sus tierras, dando acceso a los vasallos a los tribunales. Dotó a Nápoles de edificaciones propias de la capital de un reino, como palacios, teatros, hospicios y demás edificios públicos. Mejoró las infraestructuras, diseñando carreteras que son precursoras de muchas de las usadas hoy en el sur de Italia y se interesó por el patrimonio histórico, siendo el primero en promover excavaciones en las ciudades de Pompeya, Herculano o Paestrum, con hallazgos de gran valor histórico y artístico. Trabó buena amistad con grandes arquitectos italianos, como Sabatinni, que en ese momento estaba diseñando el Palacio de Oriente en Madrid que inaguraría el propio Carlos en 1764. Y así transcurría la vida de Carlos VII de Nápoles. Sin embargo, su vida iba a dar un giro repentino. Su medio hermano Luis había subido efímeramente al trono en 1724 con la abdicación de Felipe V; sin embargo, su reinado es el más corto de la Casa Real Española, con sólo 229 días, el tiempo que tardó en fallecer, y la corona en regresar a su padre. Tras la muerte de Felipe V, su otro medio hermano Informe mensual de estrategia. Diciembre de 2015 Fernando subió al trono como Fernando VI, pero falleció sin descendencia en 1759, por lo que Carlos heredó la Corona de España. Carlos cedió la Corona de Nápoles y Sicilia a su hijo Fernando, y emprendió el camino hacia España, donde iba a encontrar un panorama muy complicado. Encontró un país sumido en guerra (para variar), concretamente la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra (1756-1763). Los ingleses estaban expandiéndose por América y habían tomado la colonia francesa de Quebec y la costa hondureña, además de ocupar Manila y La Habana. Carlos III logró una paz efímera, cediendo a Inglaterra La Florida y recibiendo de Francia Luisiana, ante la imposibilidad de defenderla. Aunque la afrenta iba a ser devuelta a los ingleses en poco tiempo, puesto que España intervino en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, dando apoyo a los rebeldes junto a Francia. En el Tratado de París que puso fin a la guerra, España recuperó Menorca y La Florida, aunque no pudo hacer lo mismo con Gibraltar. En política interna, se rodeó de un grupo de Ministros ilustrados, como Esquilache, Campomanes, Floridablanca o el Duque de Aranda, para acometer profundas reformas en las estructuras sociales, así como en infraestructuras y equipamientos. Esquilache fue el responsable del área económica, y entre otras cosas, creó la Lotería Nacional (para financiar la Guerra de los Siete Años). También reorganizó y modernizó las Fuerzas Armadas (sus ordenanzas perduraron hasta el siglo XX), acotó el poder económico de la Iglesia y liberalizó el comercio de cereales. Las subidas de precios en los alimentos causadas por esta medida, así como la ordenanza que ordenaba cambiar la capa larga y el sombrero de capa ancha a los madrileños por capa corta y sombrero de tres picos, fueron los detonantes del conocido como Motín de Esquilache, en 1766. Precisamente fruto de ese motín, aprovechó el Rey y otro de sus Ministros, Campomanes, para emprender la confiscación y expulsión de los jesuitas, a los que se acusó de estar tras la conspiración. Dicha expulsión impulsó una profunda reforma educativa, tanto en el plano universitario como en la creación de las Escuelas de Artes y Oficios, que también perduran hasta nuestros días como Escuelas de Formación Profesional, o FP. Estas fueron instaladas en los edificios expropiados a los jesuitas y las riquezas de éstos destinadas a fundar hospicios y hospitales. También durante su reinado se fundó el Banco de San Carlos, transformado en Banco de San Fernando, y este fusionado con el Banco de Isabel II (que actuó como Banco Central del bando isabelino en otra de las enésimas guerras civiles) para dar origen al Banco de España, en 1856. En cuanto a infraestructuras y edificaciones, dotó a Madrid de muchos de sus monumentos más representativos: La Cibeles, Neptuno, el museo del Prado, el Jardín Botánico, el Hospital San Carlos (hoy Museo Reina Sofía) o la Puerta de Alcalá también se erigieron según sus instrucciones. Eso además de los sistemas de alcantarillado, alumbrado y recogida de basuras, además de pavimentar buena parte de la ciudad y diseñar un nuevo ensanche. Elaboró planes para desarrollar y repoblar algunas zonas del interior de Andalucía, dando lugar a poblaciones como La Carolina o La Carlota, diseñó planes para fomentar el desarrollo industrial, el servicio de Correos, o infraestructuras como el Canal Imperial de Aragón y el actual sistema radial de carreteras, que también se implantó para vertebrar el territorio y dar mayor competitividad a las regiones no costeras. Carlos III falleció en 1788, cediendo el Trono a su hijo Carlos IV. Sin embargo, la Revolución Francesa que surgió de modo casi inmediato, propició un periodo convulso además de un bloqueo causado por el terror a lo ocurrido en Francia. La agenda reformista de Carlos III cayó rápidamente en el olvido, y los posteriores reinados estuvieron mucho más centrados en la invasión francesa, y las posteriores Informe mensual de estrategia. Diciembre de 2015 revoluciones, contrarrevoluciones, y el proceso de independencia de las colonias americanas. Sin embargo, los vestigios del auténtico Despotismo Ilustrado, y los planes de reforma económica y social con la vista en el largo plazo del Rey con mayúsculas, perduran hasta nuestros días.