Y oyó Dios la voz del muchacho…

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“Y oyó Dios la voz del muchacho…”
A pesar de la indiferencia o menosprecio de esta generación hacia los niños y
adolescentes, la Biblia nos revela que a Dios le interesan. Tanto así, que ha diseñado su
palabra para que incluso pueda ser entendida desde la niñez.
La Escritura dice de Abraham “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga
venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Gen. 18:19).
Si seguimos las consecuencias del responsable Abraham, obviamente entenderemos
que Ismael aprendió del ejemplo de fe de su padre. Por lo cual, en el momento en que casi
moría, la Escritura dice que Ismael “…alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho…”
(Gen. 21:16,17). Luego, leemos que el ángel dijo a Agar: “Dios ha oído la voz del muchacho
en donde está” (Gen. 21:17).
El relato anterior puede ser impresionante para quien no considera a los jóvenes y
niños. En cambio, suele ser esperanzador para los padres piadosos respecto a sus hijos en
una generación maligna y perversa (cf. Fil. 2:15).
No en vano, insiste la Escritura en que perseveremos en la crianza de nuestros hijos
sin desmayar (cf. Deut. 4:9; 6:6,7,20-25). Un excelente ejemplo, en el Nuevo Testamento,
de las consecuencias de la buena crianza es Timoteo (cf. 2 Tim. 1:5; 3:15), quien fue
instruido por su abuela y su madre, y cuya instrucción no fue sofocada por el ambiente en el
cual creció (cf. Hech. 14:6-23; 16:1). Alguno podría haber preguntado: “¿Qué de bueno
podrá salir de ciudades como Listra y Derbe?”, la Biblia responde diciendo “Timoteo”, entre
los varios hermanos de la región.
Sin duda alguna, la fe no se hereda, pero sí se aprende. Gracias a Dios, la Escritura
puede ser comprendida en gran manera “desde la niñez” (2 Tim. 3:15). Hagamos memoria,
no sólo las mujeres y los hombres pueden entender, también pueden entender la ley del
Señor los jóvenes y los niños (Neh. 8:1-3).
El apóstol Pablo dijo por el Espíritu: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a
vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). “Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col. 3:21). El sabio dijo: “Oye, hijo
mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de
gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Prov. 1:8,9).
Las elocuentes implicaciones de todo lo que hemos estudiado no las podemos eludir.
Nuestros hijos por muy jóvenes que nos parezcan, así como Ismael pueden alzar su voz
conscientemente en oración y Dios oirá su clamor, si les enseñamos “el camino de Jehová”
(Gen. 18:19).
Entonces, ¿estamos enseñando a nuestros hijos “el camino de Jehová”? ¿Les estamos
enseñando, entre otras cosas, a orar a Dios con fe?
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Por Josué I. Hernández
www.JosueEvangelista.com
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