Dermatitis atópica: sensibilidad a flor de piel

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salud
Dermatitis atópica:
sensibilidad a flor de piel
Entre el 15% y el 20% de los niños sufren esta enfermedad cutánea,
cada vez más frecuente en los países desarrollados
probabilidades de sufrirla; y si los
dos se ven afectados, la probabilidad aumenta hasta el 80%.
Alteración de la función barrera
de la piel: conlleva un aumento de
pérdida de agua.
Desequilibrio inmunológico: facilita la inflamación que aparece en
la piel.
Factores precipitantes: condiciones internas o externas que desencadenan los brotes en sujetos
predispuestos. Entre otros, estrés,
infecciones, factores irritantes
(agua, agentes químicos...) o sequedad ambiental.
Cuidados
L
a prevalencia de la dermatitis atópica ha aumentado en las últimas
décadas, especialmente en los países
industrializados. Los datos la cifran
entre el 15% y el 20% en la infancia y
del 1% al 3% en la edad adulta.
Diversas teorías explican este incremento, entre ellas, la contaminación
o el exceso de higiene, sobre todo
durante los primeros años de vida,
tal y como explica la doctora Cristina Eguren, dermatóloga de la Clínica
Eguren y del Hospital Universitario
Infanta Leonor de Madrid. Asimismo,
los expertos creen que el estilo de
vida occidental en general –con humedad, calor y maternidad en edades
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avanzadas- es un factor determinante
para que aparezca.
Pero ¿qué es una dermatitis atópica?
Se trata de una enfermedad crónica,
pruriginosa e inflamatoria de la piel.
Las pápulas, las placas eccematosas
y el intenso picor pueden disminuir
la calidad de vida de quien la sufre y
también de su entorno inmediato. Se
pueden producir brotes y se relaciona
con un estado de sensibilidad exagerada frente a diversos agentes externos.
Aunque esta dermatosis puede manifestarse de distintas maneras, lo cierto
es que no son variantes de dermatitis
atópica. Eguren asegura que “existen
diferentes formas clínicas de manifes-
tación, como la dermatitis atópica del
lactante, de la infancia y del adulto,
pero son la misma enfermedad”.
Causas
Eguren, miembro de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV), explica que la dermatitis
atópica tiene diversas causas:
Predisposición genética: se pueden heredar genes relacionados
con ciertas proteínas de la piel y
del sistema inmunitario que predisponen a desarrollar la enfermedad. De hecho, cuando uno de los
progenitores la padece, sus hijos
tienen entre un 40% y un 50% de
Aunque carece de un tratamiento definitivo, las recomendaciones se centran
en controlar y aliviar sus brotes. Los
expertos recomiendan una serie de
medidas que pueden ser de gran utilidad en el control de esta enfermedad.
Por un lado, la higiene diaria debe
realizarse con duchas cortas -evitando
los baños, excepto en los bebés- con
agua no excesivamente caliente y con
productos poco agresivos, como los
jabones de avena, parafina o los jabones sintéticos (denominados también
syndet, tensoactivos o surfactantes,
que aunque no están exentos de provocar alguna reacción en las pieles
muy sensibles, son más suaves y respetuosos que el jabón tradicional).
Hay que dejar de lado los jabones alcalinos y optar por los que no contengan perfume, y evitar frotar la piel al
secarla: lo mejor es hacerlo mediante
pequeños toques suaves.
Además, es fundamental procurar una
hidratación correcta con aceites corporales -que, en el caso de los bebés, se
pueden aplicar en el agua del baño- y
con soluciones emolientes, que hidratan y permiten regenerar la estructura
de la piel, y no olvidar la protección solar. Mantener las uñas cortas y limpias
ayuda a evitar lesiones por rascado
que se pueden infectar.
Niños y personas sensibles
Cuando el afectado es un niño pequeño, conviene ser precavidos y cambiar
con frecuencia los pañales. Cuando
se lave su ropa -que preferiblemente
debe ser de algodón, máxime la que
está en contacto con la piel- lo mejor
es utilizar productos suaves. Si se realiza a mano, asegurarse de aclararlo
completamente.
En personas muy sensibles, es recomendable mantenerse alejado de todo
lo que pudiera desencadenar un brote,
ya sea el contacto con animales o tejidos como la lana, o comer alimentos
muy ricos en histamina (hormona dilatadora de los vasos sanguíneos y capilares), como el marisco, las fresas o los
frutos secos, entre otros. También los
cambios bruscos de temperatura, el calor extremo o el estrés pueden provocar
sudoración, que empeora los síntomas.
Por ello, es recomendable no abrigarse
en exceso y optar por ropa holgada.
Si la dermatitis no mejora con estos
cuidados, empeora con el tratamiento
establecido o presenta signo de infección, como enrojecimiento, dolor o
fiebre, hay que consultar con el profesional de la salud. Se están investigando nuevos fármacos que actúan
bloqueando determinadas moléculas
de la cascada inflamatoria de la dermatitis atópica. Estos medicamentos
ayudarán a tratar casos severos en los
que las terapias actuales no permiten
controlar bien la patología.
Repercusiones
psicológicas
La Asociación de Familiares y
Pacientes de Dermatitis Atópica
(ADEA) alerta de que esta enfermedad puede tener repercusiones psicológicas. En un primer
momento, el picor incesante
produce irritabilidad y malestar, con unas ansias intensas de
rascarse difíciles de controlar.
El prurito solo se puede combatir mediante pautas de higiene e
hidratación junto con el tratamiento pautado por el dermatólogo. Se
aconseja, por lo tanto, evitar reñir
al niño afectado cuando se rasca
y conseguir cambiar esta mala
costumbre por la aplicación de
un emoliente (medicamento que
ablanda o relaja), por ejemplo.
Además, el rascado provoca
lesiones e irritación en la piel,
que la hace lucir con un aspecto
apagado. En los adolescentes
afectados, el hecho de no poseer
una piel “perfecta”, máxime en
la cara y en las manos, puede
ocasionar baja autoestima y sentimientos de tristeza y ansiedad que
no deben menospreciarse. Por
este motivo, en niños mayores,
adolescentes y adultos afectados,
el apoyo del entorno cercano es
imprescindible.
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