“ROMANCE DEL INFANTE ARNALDOS”. - tras

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COMENTARIO DEL “ROMANCE DEL INFANTE ARNALDOS”.
Por Rafael Roldán Sánchez
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de seda,
la ejarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar,
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
"- Por tu vida, el marinero
dígasme ora ese cantar."
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
"- Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va."
Tema.
El texto trata del deseo del infante Arnaldos por aprender una canción.
Resumen.
En una salida a cazar, el infante Arnaldos contempla una galera construida con
materiales preciosos. El piloto de la galera entona una canción que atrae y somete a toda la
naturaleza y que subyuga tanto al infante, que éste le pide que se la repita. El piloto
responde que sólo se la enseñará a quien navegue con él.
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Estructura.
Se pueden distinguir tres partes fundamentales:
-Introducción general del argumento (versos 1º - 4º):
-anuncio de lo que va a ocurrir (versos 1º - 2º);
-día en que sucede la historia (verso 3º);
-presentación del protagonista (verso 4º).
-Llegada de la galera (versos 5º - 20º):
-el infante Arnaldos ve la galera (versos 5º - 8º);
-se describe la galera (versos 9º - 12º);
-se cuenta el efecto que causa la canción del marinero (versos 13º - 20º).
-diálogo entre el infante Arnaldos y el marinero (versos 21º - 28º):
-petición del infante Arnaldos al marinero (versos 21º - 24º);
-respuesta del marinero (versos 25º - 28º).
Comentario crítico
Este romance es, en realidad, un fragmento de un romance mucho más extenso
que, gracias a la tradición sefardí, se ha conservado completo. En la Península, sin
embargo, sólo se conocía este fragmento, pues, con toda probabilidad, era la parte del
poema que más avivaba la imaginación del público. Estos pocos versos generan una gran
sensación de misterio precisamente porque, al terminar el poema con la respuesta del
marinero, se le sugiere al público el elemento fundamental, la canción, pero nunca se le
describe.
El poema comienza de una manera muy expresiva, con una exclamación que busca
despertar la curiosidad del oyente. Con este objetivo, en esa exclamación sobresale el
contraste entre el énfasis desiderativo que se adivina en el "quién" y la vaguedad u
ocultación de qué le ocurrió exactamente al infante Arnaldos. En efecto, por un lado,
ese "quién", tras el que se esconde el narrador del poema, revela el fuerte deseo de
haber vivido lo que vivió el infante, creándonos así la impresión de que fue algo
extraordinario; por otro lado, se refuerza esa impresión, y se intenta avivar el deseo del
lector de conocer lo ocurrido, suministrando dos datos que permiten entrever, sin
descubrirlo, que se trata de algo maravilloso: uno de esos datos es la referencia a "las
aguas del mar", que sitúa el suceso del infante en un espacio propio de las aventuras más
fantásticas en la Edad Media, el mar; el otro dato es el marco temporal de "la mañana de
San Juan, que insinúa que un acontecimiento fuera de lo común acecha al infante, pues
esta mañana concluye en la noche mágica por excelencia del año, la noche de San Juan.
Esta impresión de que la ventura del infante consiste en algo extraordinario, se
ratifica en los versos con que comienza la siguiente parte (el quinto y el sexto), porque el
público de los romances sabía que la salida de un personaje a cazar era el primer paso que
lo llevaría al encuentro de una aventura. A continuación, el instrumento básico de esa
aventura, la galera, (cuya presencia está implícita en el marco espacial del segundo verso:
"las aguas del mar"), entra en escena y el narrador pretende concentrar nuestra atención
sobre ella, para lo cual utiliza una personificación, "a t ierra quiere llegar", que
induce a imaginarla como un ser vivo, con voluntad propia y que se mueve por sí solo,
o, quizás, que viene a la busca de algo o de alguien, con lo que podríamos pensar que el
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encuentro con el infante Arnaldos no es fortuito.
Una vez que el narrador ha desplazado nuestra atención hacia ella, pasa
directamente a describirla, convirtiéndola en sujeto del relato. El recurso principal que
se utiliza es el paralelismo, pero se trata de un paralelismo alterno, que se produce entre
los versos noveno y decimoprimero ("las velas trae de seda" - "áncoras tiene de plata") y
décimo y decimosegundo ("la ejarcia de otro torzal" - "tablas de fino coral"). Con esta
alternancia, se produce un movimiento armonioso en el ritmo de los versos que podría
sugerir en parte el movimiento de la nave entre las olas, pero, sobre todo, el movimiento
de la mirada del narrador, que pasa de unos objetos a otros aumentando cada vez más su
admiración.
Esta última idea se refuerza al observar que el uso del hipérbaton en los versos
noveno y decimoprimero (donde se adelanta el objeto directo al verbo) implica un intento
de llamar la atención sobre esos objetos de la nave y que la supresión del artículo en los
versos undécimo y decimosegundo consigue precisamente hacer que el instrumento ocupe
con plenitud el ánimo del lector, de manera que sea su belleza extraordinaria lo que se
imponga en nuestra imaginación. A la misma conclusión lleva el° análisis de los únicos
adjetivos utilizados en estos cuatro versos: "torzal" (en el verso 10 ) y "fino" (en el verso
12°). Mientras "torzal" es un adjetivo meramente descriptivo y que va pospuesto al
nombre, "fino" va antepuesto y manifiesta, más que la calidad del coral, la viva
admiración que este material de la nave causa en quien la contempla. Así, estos cuatro
versos constituyen una gradación que intensifica gradualmente la impresión que la belleza
de la nave causaría en un observador, como si se sugiriera que éste, el observador, va
descubriendo en ella más cosas hermosas a medida que ésta se acerca a él poco a poco:
podría afirmarse que el narrador nos ha situado en la playa y que vemos la nave tal y
como la ve el infante Arnaldos, descubriendo sus materiales conforme disminuye la
distancia.
Tras la descripción de la nave, el narrador soslaya el problema que supone mostrar
la magia de la canción del marinero sin descubrir esa canción, mediante una acertada
presentación de las consecuencias de la misma. Pero no basta con decir qué ocurre
cuando el marinero canta, sino que se hace necesario insinuar en los oídos del lector, en
su alma, la belleza de esa música. Este efecto se obtiene de nuevo a través del paralelismo
(entre los versos 15° y 16°, 17° y 19°, 18° y 20°), que gracias a la andadura reposada que
imprime a los versos nos transmite una sensación de paz y armonía. Esa sensación se
reafirma con la ausencia de hipérbatos, que evita cualquier violencia disonante en la
sintaxis. Sólo en dos versos encontramos el mismo tipo de hipérbaton: en los versos 18° y
20°, probablemente porque en esos versos se cuenta cómo la canción altera el orden de la
naturaleza (al hacer subir los -peces a la superficie y descender las aves al mástil) y el hipérbaton
refleja esa alteración en la forma del poema al trastocar el orden sintáctico. De este
modo, el efecto de la canción sobre el mundo se proyecta en la forma del poema.
Del diálogo final, interesa destacar cómo el poeta se sirve de las fórmulas
habituales en el Romancero en los versos 22° y 26° ("bien oiréis lo que dirá" y "tal
respuesta le fue a dar") para retrasar más el desenlace de la acción y mantener durante
más tiempo la tensión y la curiosidad. Pero, sobre todo, resaltan aquí las personalidades de
los dos protagonistas: la del infante Arnaldos, impulsivo y ansioso bajo el embrujo de la
canción, como se manifiesta en el "Por tu vida" y en el "ora" de su petición, reveladores
de la urgencia y necesidad que siente por conocer el cantar; la del marinero, seguro del
poder que la canción y el mundo del que viene le conceden sobre los demás, no en vano
dice "mi canción", y no "la canción" o "el cantar". Las palabras finales del marinero y el
hecho de que la historia acabe aquí, hacen que un sentimiento de misterio se imponga en
el ánimo del lector, convencido de que la ventura del infante ha sido penetrar en ese
mundo fantástico para aprender el cantar del marinero y de que nosotros nunca entraremos en él.
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