El fracaso de las regiones

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El fracaso de las regiones
EGON MONTECINOS
Doctor en Ciencia Política, Trabajador Social. Vicerrector de Investigacion y Postgrado (ULAGOS).
Interesado en Politica y temas de Democracia Participativa.
Calama, Valdivia, Chiloé, Osorno, Aysén, Magallanes, Arica, son provincias donde
han existido manifestaciones de corte reivindicatorio en los últimos 6 años por
mayor autonomía y descentralización. Además de ser síntoma del exacerbado
centralismo que padecen las regiones, provincias y comunas, creo que representa el
fracaso de un modelo de desarrollo y crecimiento territorial, que en Chile se ha
basado equivocadamente en las llamadas regiones, las 15 que conocemos hoy día.
El problema de centralismo, y abandono que padece Aysén y otras regiones, se
podrían resolver temporalmente con la transferencia legal de mayores atribuciones
fiscales y políticas. Lo que a mi juicio no se puede resolver sólo con más
descentralización, es el real sentido que tendría transferir poder a un contenedor —
las 15 regiones administrativas— que desde el año 1973 no tienen muy claro para
que fueron creadas. De acuerdo con la literatura regionalista, la dictadura militar lo
tenía claro, ya que necesitaba regiones que en su configuración geopolítica,
pudieran garantizar la seguridad nacional del país. Para ser más preciso, las nuevas
regiones y las capitales de ese entonces debían tener entre otras cosas, un adecuado
acceso aéreo, marítimo y terrestre. Como consecuencia, ciudades fácilmente
aislables como Valdivia, no servían como capitales regionales.
El “camino B” es avanzar hacia un nuevo pacto territorial,
pero con una nueva regionalización, dicho en otras palabras
con nuevas regiones configuradas bajo un criterio
sociopolítico, si usted quiere con una “Provincialización del
Desarrollo Territorial”. Esto significa avanzar hacia un
“Estado Regional Descentralizado” pero no con las mismas
regiones.
¿Qué es lo que ha fallado entonces? Por un lado, ha fallado la descentralización del
poder político, pero lo más sustantivo de todo es que se agotó el modelo
regionalizador basado en la actual configuración geopolítica y administrativa de las
regiones. Regiones con extensos territorios sin capacidad para tomar decisiones;
alta fragmentación intrarregional que impide el dialogo entre los actores
productivos y sociales de las provincias, ejemplos sobran, Valdivia versus Osorno
versus Chiloé; Chillan/Concepción/Los Ángeles; Talca/Curicó/Linares;
Calama/Antofagasta. Los liderazgos regionales en realidad son liderazgos
provinciales, y no han sido capaces de construir proyectos políticos cohesionados y
conciliadores en sus regiones, por el contrario, con la designación de autoridades
regionales y provinciales, la percepción de lejanía con la ciudadanía es abismante.
LOS DATOS CONTRADICTORIOS DEL REGIONALISMO
CHILENO DESARROLLISTA
Entre 1993 y 2010, las diferencias regionales se han incrementado y muestran un
patrón del tipo centro-periferia. En 1992 sólo dos regiones, la de Antofagasta y la
de Magallanes, presentaban un producto per cápita mayor a la Región
Metropolitana, no obstante, ninguna presentaba un ingreso promedio de sus
trabajadores superior al de la capital.
Por otro lado, las dos regiones ubicadas más al norte y más al sur del país tuvieron
significativos aumentos en la producción, pero pequeños aumentos en el ingreso de
sus trabajadores. Tal como lo plantea el Investigador de la Universidad Católica del
Norte, Dr. Patricio Aroca, en la última década se han incrementando las diferencias
de ingresos promedio entre regiones, lo que ha implicado diferencias en el acceso a
bienes públicos y también en oportunidades de desarrollo para sus habitantes,
además de haberse incrementado las fuerzas concentradoras en torno a la Región
Metropolitana.
Por otra parte, el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), único fondo que
tienen los gobiernos de turno para reducir las diferencias regionales, tiene un
comportamiento igualmente contradictorio. El Mismo Patricio Aroca demuestra
que en la distribución del FNDR entre 2003 y 2006, la región que más aumentó en
ese período fue la Región Metropolitana (160%), mientras que el resto de las
regiones incrementó en promedio un 44%; es decir, el fondo creado para reducir
las desigualdades regionales ha aumentado en más de 100% para la región con
mayores ingresos con respecto al resto de las regiones. Mientras que éstas, que
requieren mayor gasto público que promueva una mayor equidad territorial,
reciben un porcentaje considerablemente menor.
Entonces, si queremos que las regiones sean motores de crecimiento territorial, el
nivel central de gobierno y su elite tecno política debe colaborar haciendo que los
programas de compensación sean efectivamente compensatorios. Si queremos
profundizar el desarrollo y la democracia en regiones, y que la sociedad regional se
active para transformarse en motor principal de su desarrollo, las actuales regiones
NO van a promover eso, ya que el actual modelo regionalizador sembró más
fragmentación que cohesión territorial.
¿En qué nivel de gobierno lo podemos lograr? Quizás parecerá algo descabellado,
pero veo que sólo algunas provincias de Chile tienen mayores posibilidades de
alcanzar ese objetivo, aunque hoy las provincias a nadie le importan. La ¿razón? En
algunas provincias como la de Osorno, la ex provincia de Valdivia, El Loa, Ñuble,
Chiloé, por nombrar algunas actuales provincias, la acción colectiva y la conjunción
sobre un proyecto político de desarrollo se logra mayormente dada la proximidad
de sus habitantes, las relaciones cara a cara se transforman en vitales para sostener
ideas, compromisos y proyectos de futuro, basadas en raíces históricas
compartidas. Esa variable es vital para alcanzar desarrollo, y no la tienen las
actuales regiones. Esta variable cualitativa del desarrollo, no la digo yo, la plantean
los propios teóricos del desarrollo regional y local.
¿QUÉ HACER ENTONCES?
Veo dos caminos. El “camino A” consiste en hacer solamente una profunda y
efectiva descentralización política y financiera, lo que viene pidiendo todo el
mundo. No obstante, ese camino va a replicar los problemas de esta
regionalización, ahora con autoridades electas y sin participación activa de la
ciudadanía, eso sí, va a existir mayor participación de la clase política regional, eso
lo garantizo.
El “camino B” es avanzar hacia un nuevo pacto territorial, pero con una nueva
regionalización, dicho en otras palabras con nuevas regiones configuradas bajo un
criterio sociopolítico, si usted quiere con una “Provincialización del Desarrollo
Territorial”. Esto significa avanzar hacia un “Estado Regional Descentralizado”
pero no con las mismas regiones. Un Estado que efectivamente sea compensatorio
con sus Estados Regionales/Provinciales, con participación activa de la ciudadanía
en el control político de la gestión regional, y del gasto público municipal. Todo
esto requiere un rol más activo de la ciudadanía, tanto para definir el uso de los
recursos como para su fiscalización y no necesariamente con más autoridades
electas a nivel regional se alcanzará eso.
Chile tiene una oportunidad única al enfrentar la posibilidad de hacer cambios
estructurales y profundos en su regionalización, para que así la descentralización
tenga un sentido territorial y no sea tan instrumental como hasta ahora, lo
preocupante de todo esto, es que la elite regionalista parece que padece del mismo
pecado de la clase política: pragmatismo y falta de sueños.
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