el extraño caso del señor daniel finzi pazca, payaso, alquimista y

Anuncio
EL EXTRAÑO CASO DEL SEÑOR DANIEL FINZI PAZCA,
PAYASO, ALQUIMISTA Y POETA
Palabras de Federico Serrano durante la conferencia “Daniele Finzi Pasca,
teatro de la caricia”, llevado a cabo en el Centro Nacional de las Artes,
Ciudad de México, el 10 de noviembre de 2010.
(texto original)
Inicio esta presentación con una sentencia que les parecerá extraña a muchos de
ustedes: no creo en dios.
Sin embargo, cuando uno conoce a personajes como el señor Finzi Pasca, aquí
presente, es inevitable pensar que Daniele fue concebido un día en que dios
estaba de muy buen humor, ligero, gozoso, inteligente y pleno, lo cual -estaremos
todos de acuerdo- es una cosa rarísima.
Y con ese bagaje -o ese estigma- Daniele aterrizó en nuestro mundo, y fue
precisamente por eso que se volvió payaso.
Aclaro a los puristas desde ahora que a lo largo de este breve texto utilizaré
siempre las palabras PAYASO y PAYASADA, por tres razones; una, porque son
bellas; dos, porque pertenecen a nuestro idioma y son vocablos que es imperativo
dignificar en este medio y en este país, y tres, porque me parece artificial, fatuo y
petulante pretender la superioridad del clown sobre el payaso, porque el payaso
es -por decirlo llanamente-
la sombra del hombre, como escribiera Federico
Fellini, aunque en italiano se diga clàun y en francés se diga clún, y ni siquiera
clown.
Prueba de ello es el payaso Daniel Finizi Pasca con sus payasadas, quien no sólo
es la sombra del hombre, sino también “un poeta en acción”, como acotó Henry
Miller y, como todos ustedes saben, “los poetas son la mala consciencia de su
tiempo”, según sentenció el Premio Nobel de Literatura Saint-John Perse.
Nadie podrá contradecirme que el payaso Daniele embona con precisión
milimétrica en cada uno de estos tres enunciados.
Pero además, Daniele conoce perfectamente bien otras tres fórmulas de oro,
imprescindibles para un hombre de circo:
La primera, que el mundo es mágico, y que es preciso tender puentes entre la
magia y el mundo, y correr la voz...
La segunda, es que Daniele sabe que dar es saber recibir, porque quien recibe
engendra y quien engendra reparte…
Y la tercera es que es preciso aprender a reunir lo que está disperso, aquellos
elementos separados que, sin embargo, al relacionarse y fusionarse entre si
confieren un nuevo significado a las cosas y en consecuencia a nuestra
existencia.
De estos tres elementos se nutre y está hecha toda la obra de Daniele, como
ejecutante, como autor, como director, como creador de espectáculos virtuosos.
No puedo decir que todas las producciones realizadas por Daniele sean geniales
o maravillosas, porque sólo he visto unas cuantas; sí puedo afirmar, en cambio,
que Daniele es un artista que se equivoca como todos, pero acierta como pocos.
Puede parecer una paradoja, pero este creador de imágenes sorprendentes, no
inventa nada; de su rico sentido de la observación, Daniele amasa ingredientes de
la realidad extremadamente disímbolos entre si y, con una intuición prodigiosa,
cocina platillos escénicos que nos devuelven a nuestra portentosa humanidad,
“nuestra frágil eternidad”, como fuera dicho por Octavio Paz.
Daniele dirige a sus actores mirándolos a los ojos, y eso da como resultado que
sus producciones nos miren también directamente a los ojos, y nos conmuevan, o
para decirlo en términos de Antonio Machado, el secreto de estas obras es que:
“el ojo que ves no es ojo porque tu lo mires, es ojo porque te ve…”
Al ver un espectáculo de Daniele, en realidad nos miramos a nosotros mismos,
gracias a la alquimia del Teatro Sunil.
Los espectáculos de Daniele nos miran y nos interpelan en muy diversos estratos
de nuestra consciencia: a veces únicamente en el plano estético, para
inmediatamente después llevarnos con la velocidad del espíritu a un estado en el
que nos formulamos un sin número de preguntas sobre la naturaleza de las cosas
humanas: el amor, la diferencia, la soledad, la marginación, la compañía, la
dislocación, el asombro e incluso el lenguaje, en una serie de porqués sobre el
duro y fascinante oficio de vivir.
En ese sentido, es notable que los espectáculos de Daniele no se propongan
contar historias, a pesar de tener tramas muy definidas; más bien se abocan a
crear ambientes, atmósferas propicias a la reflexión sobre un tema específico, que
por supuesto es siempre plural. Me atrevería entonces a decir que en las
producciones del Teatro Sunil, la mitad de cada espectáculo es el propio
espectador, lo que él percibe y lo que genera como parte integral del espectáculo,
en un proceso de retroalimentación entre la audiencia y el escenario, como si se
tratara de un espejo.
Pero retomo el hilo de esta divagación: a decir verdad, no creo que Daniele haya
nacido como cualquier mortal; extrañamente pienso que Daniele no nació sino
que fue fundado, y que a lo largo de su vida ha sido fundado y refundado en
numerosas etapas concéntricas, ascendentes y sucesivas, en muy diversos
lugares del mundo.
Una primera vez su fundación ocurrió en Lugano, Suiza, en 1964, que es la fecha
anecdótica de su nacimiento, con una abuela cocinera y un abuelo fotógrafo: así,
nuestro payaso floreció entre la fusión de muy diversos ingredientes, entre otros la
sazón, y la imagen.
Y después en muchas otras ocasiones: cuando representando un monaguillo en
la iglesia local, asistía al rito del disfraz y la conversión del agua en vino y
observaba, por decirlo de alguna manera, la misa al revés, punto de vista inusual
que mucho le serviría para definir su vocación. Cito nuevamente a Octavio Paz:
“No el mundo al revés, sino el revés del mundo.”
Una de las primeras experiencias fundadoras esenciales en la biografía de
Daniele es, sin duda, su viaje a la India, donde en Calcuta el incipiente payaso
decide dar cuidados paliativos, a través del humor, la risa y la caricia, a niños y
jóvenes con enfermedades terminales.
De hecho, el nombre de su compañía, Sunil, es el nombre de un joven hindú que
Daniele vio morir, y con quien tuvo una relación muy intensa; ese suceso fue
determinante en la vida personal y profesional de nuestro payaso, tanto que el
joven Sunil se convirtió en un emblema para la compañía y su filosofía; a su
regreso a Suiza Daniele y su grupo se dijeron: "tenemos que mirarnos a los ojos
para tender puentes entre lenguajes, razas, hombres, utopías."
Cada espectáculo de Daniel tiene algo de mecanismo de relojería, de cajita de
música o, quizás más exactamente, de arcón mágico.
Y así se van engarzando las sucesivas fundaciones de Daniele Finzi Pasca.
En Ícaro, que es el título del espectáculo y no el nombre del personaje, que es
anónimo, un simple trozo de carbón sirve para convertir a uno de los
protagonistas en un guerrero, al ser utilizado como elemento de maquillaje para la
nariz del payaso; la parrilla de una cama se transforma en instrumento musical, un
armario se convierte en la puerta al infinito…
La propia elección de la co-protagonista de Ícaro, en su primer estreno en México,
fue un momento determinante en la vida de Daniele y dio lugar a la etapa
mexicana del Sunil, con espectáculos como Ai te estás, en el que jugando,
Daniele indaga sobre las mezclas de razas en América y las diversas
percepciones del mestizaje: ¿quién es quién y en base a qué elementos? Daniele
interroga pero no da respuestas: la verdadera identidad como un asunto
profundamente individual e íntimo, pero paradójicamente colectivo y común a
todos los hombres.
Otro momento fundador es el encuentro con Ana Heredia, quien inspiró el
espectáculo Te amo, en el que Daniel continuó con su investigación sobre la
diferencia, el otro, lo otro, las nociones más profundas de la alteridad: “los otros
todos que nosotros somos…los otros que no son si yo no existo, los otros que me
dan plena existencia”, como escribiera Octavio Paz.
Y luego viene otra etapa fundacional con su colaboración regular con el Cirque
Eloize, de Montreal, a la que, según el gran especialista Jean Roch Achard,
Daniele reveló su verdadera identidad como compañía circense, alejándola del
espíritu del Soleil. Esta asociación con Eloize ha dado lugar a la llamada Trilogía
del cielo: Nomade, Nebbia y Rain y ahora Donka, que desafortunadamente no
podremos ver por el momento en el Distrito Federal.
Están también sus colaboraciones para el Cirque du Soleil, a cuyos dirigentes
seguramente les costó mucho trabajo entender la filosofía del Sr. Finzi Pasca,
porque para ellos lo que prima son los conceptos de producción y gigantismo,
mientras que para Daniele lo esencial de un espectáculo es mostrar la noción de
la humanidad entera que prosigue su marcha, parafraseando a otro payaso
magistral, el español Ramón Gómez de la Serna.
Podría pasarme horas enteras hablando de este singular payaso que es Daniele
Finzi Pasca, citando nuestras conversaciones, describiendo momentos sublimes
de sus espectáculos, de cada una de las etapas fundacionales de su vida y de su
carrera profesional, pero concluiré estas palabras declarando solemnemente que
estoy convencido de que todo lo que Mozart representa para la música, Daniele
es su equivalente para las artes de circo: innovación y ruptura, ligereza, humor,
profundidad, respeto por lo clásico y la tradición, suavidad, melodía, rigor,
armonía, gracilidad, danza, travesura, movimiento, insurrección, elegancia,
misterio, transgresión, cortejo y seducción, además de la capacidad de
asombrarse él mismo, ante sí mismo, con la certeza de saber producir asombro
en los demás; estas son apenas algunos de los muchos vínculos que ligan a
Daniele con Wolfgang Amadeus Mozart.
Invito a quienes hayan visto los espectáculos de Daniele, que al llegar a sus
casas escuchen una sinfonía de Mozart o algunos divertimentos, marchas o
contradanzas, algunas arias de Cossi fan tutte, Don Giovanni o La Flauta Mágica,
y entenderán mucho mejor el sentido de lo que les acabo de decir.
Si por azares de la cronología Mozart y Daniele se hubieran conocido, sin duda
hubieran trabajado juntos, y los dos se habrían divertido como lo que son: dos
grandes señores payasos, siempre contemporáneos, siempre caricia, siempre
horizonte.
Querido Daniele, en verdad te mereces un gran aplauso junto con tu fantástico
equipo de colaboradores, María, Marco, Andrea, Karen y muchas otras personas
más que no conozco, por todo lo que nos han regalado a nosotros, sus
espectadores, seres privilegiados que hemos tenido la oportunidad de haber visto
algunos de tus espectáculos y para quienes tu obra también ha sido una
experiencia fundadora.
Daniele, muchas gracias por estar con nosotros esta tarde de otoño, y muchas
gracias a todos ustedes por acompañarnos.
Mi querido señor, ahora te cedo la palabra, y te escuchamos:
Señoras y señores, con ustedes, el extraño payaso que no nació pero que fue
fundado, Daniele Finzi Pasca.
Muchas gracias por su atención.
Federico Serrano Díaz.
México, D.F. a 10 de noviembre de 2010.
Descargar