[6] A pesar de que no se han impreso más que doscientos ejemplares del Viaje a Oriente, que acaba de publicar el príncipe heredero de la corona de Austria, el libro ha alcanzado, por ser su autor quien es, y por el mérito real de la obra, un éxito poco común. Ya dijimos que el príncipe Rodolfo, que es gran cazador y gran ornitólogo, había traído consigo de Palestina gran número de pájaros cazados por él durante su viaje. El libro del cual la prensa de Europa publica brevísimos extractos, es más la obra de quien sabe ver y sentir, que de un viajero erudito que conoce profundamente el pasado, y se siente inquieto por el afán de penetrar en lo venidero. El estilo siempre coloreado, se trueca a veces en brillante. El amor a la naturaleza domina, como una pasión, al príncipe; por fortuna, esa es una nobilísima pasión. Se diría, leyendo lo que se conoce del Viaje que el príncipe ha leído aquel hermosísimo libro en que el poeta y pensador Herder traduce y parafrasea, con singular asiento y esplendor, los párrafos más característicos de los diversos libros del Viejo Testamento. Abraham y los patriarcas tienen en el libro de Rodolfo el mismo color y carácter que en el libro de Herder, en que hay párrafos fragantes, que ponen ante los ojos aquellas florecitas de las selvas en cuyos umbríos esperaba a su amante la tímida enamorada del vehemente Cantar de los Cantares. Lo que más preocupa al príncipe es la inmovilidad serena del hermoso Oriente: cree aún ver, bajo aquellos celajes fulgorosos, las tiendas patriarcales, los rebaños alegres, los caballos arrogantes, el cortejo de esposas sumisas. He aquí una muestra del estilo: “Nada muere en Oriente, y las febriles revoluciones de Occidente se suceden sin agitarlo. Todo queda allí inmutable y subsistirá allí, en tanto que el astro purpúreo del día se levante sobre las montañas calvas, sobre los desiertos dorados, y sobre las llanuras verdeantes del Oriente, el país de las maravillas, la cuna de la humanidad.” Corre ahora en los más recientes estudios de ciencias que se rozan con el estudio del espíritu humano, una palabra nueva, fácil de entender, puesto que viene directamente del griego: psychometría, o medida del alma, la hermosa y sensible psyche de los griegos. Ahora hay fisiólogos que consideran al encéfalo como psicómetro. Ya se sabe cuanto se ha hablado de pesar y medir el cerebro; y cuantos cerebros se han pesado y medido, de lo cual se ha venido a averiguar que hombres dotados de cerebros grandes y desarrollados han pensado cosas ruines, y sido gentes de poca valía, en tanto que hombres de cerebro pequeño han dado muestras y pruebas de poseer singular inteligencia. El volumen, la densidad, la composición química del cerebro, fueron examinadas luego sin mayor provecho. Manouvrier, un fisiólogo de quien habla Quatrefages,este hombre sabio en este género de estudios, y en cuanto hace al origen y composición del ser humano,se dedica ahora con especial ahínco al examen del cerebro. Tomando ciertos tipos animales, inferiores en el orden intelectual, y admitiendo que cierta cantidad dada de materia encefálica, tomada en su mínimum, corresponde a sus funciones de relación (sensibilidad, motricidad y generación)comienza, al examinar cada cerebro, por separar de él este mínimum de los tipos inferiores, y el exceso de materia encefálica que en el cerebro haya sobre ese mínimum, es el grado de inteligencia de que era capaz el cerebro así analizado. Acaba de llegar de Laponia, y de contar sus viajes a la Sociedad de Geografía de París, un intrépido francés, que es un gran subidor de montes, y no teme a los fríos, mas sí a vivir sin gloria: el explorador Rabot. Ha visitado en Laponia los alrededores de Rosvande, y un grandísimo lago que hay en la Noruega Septentrional. Ha visto a los lapones de aquella comarca, que en su mayor parte no han visto el mar, ni saben de Geometría, y hacen canoas excelentes para los pescadores. Ha estado en las cumbres heladas de aquellas regiones. Ha subido al Sarektjakka, que es por cierto, nombre difícil, mas que ha de ser notado, porque, con él se conoce la montaña más elevada de la Laponia, que, después del Petermann Bjerg de Groenlandia, es la más elevada de las cimas conocidas en torno de la región polar. Entre los libros que escribió Charles Blanc, académico francés, consumado crítico y elegantísimo cronista, hermano del Luis Blanc famoso, cuentan como dos de los mejores,amén de la Gramática de las artes del dibujo, que es un libro selecto y aristocráticoEl arte del adorno y del vestido y La decoración interior de la casa. En español hay dos libros semejantes a estos de un buen escritor, Miquel y Badía, que se llaman La Habitación y Muebles y Tapices. Mas distan mucho de poseer el instinto estético y el estilo rico de que avalora los dos libros de Blanc. Cada línea de esas dos obras francesas despierta una sonrisa, y deja una lección. Blanc creía que dulcifica mucho la existencia el poseer buen gusto, y el saber aplicarlo. La Opinión Nacional. Caracas, 11 de marzo de 1882 [Mf. en CEM]