El paso de las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones) después

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El paso de Las Termópilas 2.500 años
(y algunas ficciones) después*
EdUArdO SánCHEz-MOrEnO
Universidad Autónoma de Madrid
Junto al monte Parnaso o al Olimpo, si en la Hélade hay un accidente físico
notorio en fama éste es el estrecho de las Termópilas. Y ello por varias razones.
no sólo por su eco en la historiografía dado el determinante papel desempeñado en el enfrentamiento greco-persa del 480 a.C., sino también por haberse
proyectado en la literatura de ficción, el discurso patriótico, la pintura o el
cine como escenario épico1. Sin detenernos ahora en ello, bastará un ejemplo
sobre los virajes en la percepción del episodio según tiempos y modas (con
buenas dosis de anacronismo se quiere entender ahora como preámbulo del
choque Oriente-Occidente): la representación pictórica. Así, lejos queda el heroico neoclasicismo del “Léonidas aux Thermopyles” de J.-L. david (1814)
(fig. 1), del expresionismo de la Guerra Fría reflejado en el crudo “die Thermopylen” de O. Kokoscha (1954) (fig. 2) (Weidinger, 1998). Por supuesto, el
cine y la novela histórica son responsables de la popularización de la batalla
de las Termópilas en nuestros días. La exitosa película 300 de z. Snyder
(2007), adaptación del cómic homónimo de F. Miller (1998) (fig. 3), con no
pocas concesiones efectistas y un discurso neoimperialista cuajado de prejuicios antipersas (Alvar, 2007; Fandiño, 2008), ha extendido la fama de los guerreros de Esparta entre los más jóvenes. Algo ensayado décadas antes por la
*
El presente trabajo se integra en el Proyecto de Investigación HUM2005-06323 financiado
por el Ministerio de Educación y Ciencia. La realización del mismo se ha visto favorecida por
una Ayuda del Programa José Castillejo-2007 del Ministerio de Educación y Ciencia, que me
permitió trabajar en la Universidad de Oxford (Febrero-Junio 2008) adscrito al Institute of Archaeology y al Wolfson College. Mi agradecimiento a ambas instituciones por su acogida y las
facilidades prestadas.
1
Sobre la fama de las Termópilas y su reelaboración moderna vide las sugestivas panorámicas
de Macgregor Morris, 2000; Cartledge, 2006: 153-213; y Bridges et alii, 2007.
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Fig. 1. “Léonidas aux Thermopyles” de J.-L. david (1814), en el Museo del Louvre.
más modesta producción The 300 Spartans, dirigida por r. Muté (1962) y difundida en español como El león de Esparta, con richard Egan en el papel del
rey Leónidas (Levene, 2007). En el terreno editorial, Gates of fire: an epic novel
of the battle of Thermopylae de S. Pressfield (1998; traducida un año después a
nuestra lengua) ha sido un éxito de ventas al que también han sonreído críticos
literarios e historiadores (Bridges, 2007).
Teatro de todas estas recreaciones pasadas y presentes subyace un dramático
desfiladero modelador de una gesta heroica, la del sacrificio de Leónidas y sus
trescientos frenando el avance de fuerzas invasoras. Lectura alternativa de una
página militar escrita al dictado de la geografía: un pasadizo entre el mar y las
montañas que ha de franquearse y protegerse a un tiempo. Según se prefiera.
El objetivo de esta contribución no es la batalla del 480 a.C. en las Termópilas2 sino el emplazamiento que la determina. La importancia geoestratégica
del lugar y los cambios operados sobre el paisaje, su mitificación como campo
2
de la prolija bibliografía sobre la batalla de las Termópilas en el contexto de las campañas
de Jerjes contra Grecia conviene retener: Grundy, 1901: 257-317; 1925; Munro, 1902; 1926: 291-
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Fig. 2. “die Thermopylen, II: der Kampf” de O. Kokoscha (1954), en la Universidad
de Hamburgo.
de batalla, así como recientes revisiones que cuestionan la existencia de un paso,
justifican esta aproximación a las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones)
después del enfrentamiento entre Jerjes y Leónidas. nos conformaremos, pues,
con restituir la topografía antigua del desfiladero y subrayar su significación
viaria en la articulación territorial de la Grecia central; esto último al hilo de los
trabajos que viene desarrollando un equipo de investigación de la Universidad
Autónoma de Madrid3.
301; Stählin, 1934; Bequignon, 1937: 43-49, 235-243; Burn, 1951; 1977: 98-103; 1984; Pritchett,
1958: 211-213; 1982b: 176-201; 1985: 190-216; 1991: 190-205; 2002: 113-120; Hignett, 1963:
105-148, 371-378; Green, 1984: 406-422; Kraft et alii, 1987; Hammond, 1988; 1996; Lazenby,
1993: 117-159; Szemler et alii, 1996; Brian, 1996: 545-566; Cherf, 2001; de Souza, 2003: 4074; Cawkwell, 2005: 274-276; Holland, 2005: 260-306; Cartledge, 2006; Matthews, 2006; Fields,
2007. Adviértase la profusión de títulos en los últimos años coincidente con el protagonismo de
la batalla en el cine, el cómic, la novela histórica y el documental televisivo (vide supra).
3
HELADE: sociedades, territorios y estructuras políticas en la Grecia antigua, del que forman parte A.J. domínguez, J. Pascual, G. Mora, E. Sánchez-Moreno, S. Milán y M. Arjona. Los
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Como bien explicitan nuestras fuentes, el
lugar debe su nombre a
los manantiales de agua
caliente que brotaban
junto a las pylai o puertas4. Pero ¿qué hace del
paso de las Termópilas,
por igual, una meta de
expediciones bélicas y
una posición de defensa? Sin duda su geoFig. 3. Portada del cómic 300 de F. Miller (1998).
estrategia. Situado su
punto central unos 4 km al este de la antigua desembocadura del río Esperqueo, constituía un alargado e irregular pasillo dispuesto entre el golfo Malíaco
y el monte Calídromo, entre el mar y la montaña, en la costa norte del abrupto
istmo que dibuja la Grecia central. Aun así un pasillo vital, pues permitía la
comunicación entre el norte y sur de la Hélade, sucesivamente, a través de las
regiones de Tesalia, Mélide y Lócride oriental. Las Termópilas representaron
una de las pocas opciones para, sorteando su compleja orografía, avanzar perimetralmente por el istmo, de ahí la calificación herodotea de puerta de acceso
a la Hélade (Hdt. 7.201). Su trascendencia fue la de constituir un eslabón medular en la ruta a larga distancia establecida territorial y marítimamente entre
Tracia, el ática y el Peloponeso (Hdt. 7.175; Strab. 9.4.15).
Sin embargo el paisaje actual dista mucho de parecerse al antiguo. Lo advierte cualquier persona que se desplace a las Termópilas (en el distrito de
Phthiotis, a caballo entre las antiguas regiones de Mélide y Lócride) (fig.4):
el paraje, muy transformado, es el resultado de la progresión aluvial del delta
trabajos de campo se inician en 2004 y han contado con la colaboración de la 14ª Eforía del Servicio de Arqueología del Ministerio de Cultura Griego. Entre otros proyectos sobre territorialidad
y etnicidad en la Grecia central, se ha acometido el estudio de la Lócride oriental, la región a la
que abren paso las Termópilas por su puerta oriental (AAVV, e.p.).
4
“En el paso propiamente dicho hay unas fuentes de aguas termales, que los lugareños denominan Quitros [los recipientes], y, en sus inmediaciones, hay erigido un altar consagrado a
Heracles” (Hdt. 7.176). “Y por cierto que ese paraje es conocido por la mayor parte de los griegos
con el nombre de Termópilas [las Puertas (de las aguas) calientes], si bien entre los lugareños y
las gentes de los alrededores se lo denomina Pilas [las Puertas]” (Hdt. 7.201; la misma idea en
Strab. 9.4.13). Traducción de C. Schrader (1985: 239-240 y 266).
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Fig. 4. Paraje actual de las Termópilas entre el monte Calídromo (izquierda) y la autovía Atenas-Lamía (derecha) que viene a coincidir con la antigua línea de costa. En primer término cabría imaginar la puerta central y el muro focidio, mientras que las
construcciones del fondo corresponden a los baños termales de Loutra en torno a los
cuales se hallaba el santuario anfictiónico de Antela y la puerta occidental de las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).
del Esperqueo, un fenómeno de sedimentación paulatina repetido en otras desembocaduras sobre el golfo Malíaco (González et alii, e.p.). de esta manera
se ha ido formando una superficie aluvial de hasta 12 km de extensión, con
depósitos detríticos de varias decenas de metros en algunos puntos. dicho de
otra forma, la línea de costa llegaba en la Antigüedad bastante más adentro y
a una cota considerablemente superior de lo que lo hace la actual, y lo que
hoy ocupan llanuras aluviales y marismas no era antaño sino mar (fig. 5). Ello
ha transformado poderosamente la fisonomía del entorno, y lo que es más certero para el análisis histórico, la percepción del paisaje antiguo. El emplazamiento más afectado por estos cambios son las Termópilas. Hoy constituyen
una dilatada planicie con cerca de 5 km ganados al mar, sobreelevada en su
tramo central en unos 20 m. con relación a la cota de suelo del 480 a.C. (Kraft
Fig. 5. Evolución de la línea de costa del golfo Malíaco en torno a las Termópilas (Kase et alii, 1991: figs. 1-13).
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et alii, 1987; Kase et alii, 1991: 6-8, figs.1-9, 1-13, 8-2; Szemler et alii, 1996:
14-19). En poco recuerda, por tanto, el dramático desfiladero que en sus extremos apenas si superaba la anchura de un carro como nos hace saber Heródoto (7.176). A diferencia de otros tiempos, tal configuración hace inviable
en nuestros días cualquier atisbo de defensa por heroica que ésta sea.
debemos acudir a los historiadores antiguos para hacernos una idea de la
realidad del desfiladero en tiempos de las Guerras Médicas. Heródoto, que visita el lugar e incorpora numerosos datos locales, ofrece la descripción más
completa de la topografía de las Termópilas (Hdt. 7.175-176). Y en particular
de los hitos que albergaban sus tres puertas o estrechamientos (Hdt. 7.198201): fuentes termales, confluencias de arroyos y grutas, altares consagrados
a Heracles, el santuario de deméter junto a la aldea de Antela, complejos defensivos, túmulos y pilares conmemorando a los guerreros caídos… Sin duda
un paisaje complejo, articulado y sacralizado, muy lejos de la generalizada
idea de las Termópilas como mero desfiladero. La narración de Heródoto sirve
de base a la descripción de autores posteriores como Estrabón (9.4.13-16),
Pausanias (1.4.1-3, 10.20.6-21.40) o Tito Livio (36.15.6-12). En los relatos
de los dos últimos5, las Termópilas habían dejado de ser un angosto desfiladero
dado el progresivo ensanchamiento de la costa por efecto de la colmatación
aluvial. desde el siglo III a.C. el lugar fue, cada vez más, un entorno portuario
salpicado de arenas, marismas y barrizales (Paus. 1.4.3, 10.21.4; Liv. 36.18.4).
En cualquier caso, como apunta Estrabón (9.4.14), estos parajes seguían
siendo de difícil acceso a causa de la aspereza del terreno y la abundancia de
corrientes de agua que abrían barrancos en busca de una salida. desde antiguo
se fueron formando los característicos depósitos travertínicos, aún visibles en
varios puntos, por ejemplo junto al monumento de Leónidas, resultado de la
carbonatización de aguas termales subterráneas originadas en el monte Calídromo.
Conviene insistir en una idea. Las Termópilas no eran una simple y única
embocadura. Por el contrario, se trataba de un corredor (diodos) que superaba
los 6 km de extensión (35 estadios) y que contaba con tres estrangulamientos
(pylai) ciertamente estrechos si hemos de creer a Heródoto6. Su realidad era
5
Particularmente en el del Patavino (Liv. 36.15.1-25.12), que historia el enfrentamiento en
191 a.C. entre el cónsul T.Q. Flaminino y el rey seléucida Antíoco III, secundado por etolios y
macedonios; la lucha tuvo lugar en las Pylai y en la vecina ciudadela de Traquis, donde se habían
guarecido los etolios (Pritchett, 1965: 71-82).
6
“Por su parte, la vía de acceso a Grecia por el territorio de Traquis posee, en su punto más
angosto, medio pletro de anchura [algo menos de 15 m]. Sin embargo, no es precisamente en ese
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la de un desfiladero mayor cobijando una sucesión de pasos7. Todo él constituía un sector viario —tan vital como complejo— integrado en un sistema de
comunicación más amplio: el dispuesto entre el valle del Esperqueo, los montes Eta y Calídromo y el río Cefiso al sur. Específicamente, las Termópilas
vertebraban por el litoral de la Mélide la conexión entre el norte y sur de la
Hélade, como ya dijimos. Y lo hacían dando acceso a los caminos interiores
de la Lócride, que a su vez complementaban la red viaria del Istmo central,
en particular el corredor dóride-Fócide y la vía que seguía el valle del Cefiso
hasta Beocia (Kase et alii, 1991; McInerney, 1999: 47-57; Typaldou-Fakiris,
2004: 308-316) (fig. 6). En diversos puntos de sus recorridos ambos ejes —el
corredor dóride-Fócide y el Cefiso— conectaban con los ramales que, derivados en última instancia de las Termópilas, surcaban longitudinalmente la Lócride oriental y atravesaban los pasos de montaña del Calídromo, en especial
los de Fontana y Vassiliká, los más destacados en el tráfico regional (Pritchett,
1982a; Sánchez-Moreno, e.p.).
Llegado es el momento de revisitar las tres pylai. Comenzando por el
oeste, la primera de las puertas se emplazaba en el entonces accidentado borde
costero de Mélide. Exactamente en la confluencia del arroyuelo Fénix con el
Asopo, en las inmediaciones del santuario anfictiónico de Antela, que se encontraba dentro del desfiladero (Hdt. 7.176, 200; Strab. 9.4.17). Aproximadamente 10 estadios (menos de 2 km) separaban por la costa la pyla occidental
de la boca del Esperqueo (Strab. 9.5.13).
El santuario de deméter que existía en este lugar era la sede de la célebre
Anfictionía de las Pylai (Hdt. 7. 200; Strab. 9.3.7 y 9.4.17). Estaba integrada
por distintos ethne de la Grecia central —hasta doce8— con el objeto de estalugar donde se encuentra el paraje más angosto de toda la región, sino delante [corresponde en
realidad al oeste] y detrás [al este] de las Termópilas; a la altura de Alpeno, detrás [al este] de las
Termópilas, el camino sólo permite el paso de un carro, y delante, a la altura del río Fénix –cerca
de la ciudad de Antela-, el camino vuelve a permitir únicamente el paso de un carro. Al oeste [en
realidad al sur] de las Termópilas se alza una cadena montañosa inaccesible, escarpada y alta,
que se extiende hasta el Eta; mientras que al este [al norte], el mar y unas marismas flanquean el
camino” (Hdt. 7.176). Traducción de C. Schrader (1985: 238-239).
7
Los autores antiguos se refieren a estos corredores naturales con distintos términos; los más
empleados son stenopos o stena, entendido como paso de montaña más o menos sinuoso; pyla,
como “puerta” o estrangulamiento en un desfiladero; y diodos, que alude a un cañón o travesía
sobre una posición no necesariamente elevada. A los que habría que sumar exodos con la acepción
de salida o cierre de un paso. desfiladeros y pasos de montaña son elementos estructurales en el
paisaje de Grecia central, particularmente en la Lócride oriental, donde ejercen de vectores de
comunicación en tanto puertas de entrada y salida hacia otros territorios (Sánchez-Moreno, e.p.).
8
Tesalios, beocios, dorios, jonios, perrhaebios, magnetes, dolopios, locrios, eteos, phtiótidas,
melios y focidios, contando cada uno de estos ethne con dos representantes en el consejo de los
Fig. 6. Territorios étnicos entre los ríos Esperqueo y Cefiso: Lócride, Mélide, Eniania, Etea, dóride y Fócide, en la
Grecia central (Kase et alii, 1991: figura 8-1).
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blecer una estrategia común en asuntos religiosos, políticos y jurídicos; si bien
sus cometidos iniciales se limitaban a la protección del santuario y organización de sus actividades. Se trata de una de las confederaciones más antiguas
si, tal como piensa J. McInerney (1999: 163-165), estaba ya en funcionamiento
en el siglo VIII a.C. Posteriormente, ampliadas sus competencias e integrantes,
la Anfictionía trasladó su sede a delfos en un momento no determinado avanzado el siglo VI a.C. (Lefèvre, 1998; Sánchez, 2001; Giovannini, 2007: 369373). Localizada por Y. Bequignon (1937: 181-187) al oeste de las fuentes
termales de Loutra, en la margen derecha del Asopo, Antela9 —el occidente
de las Termópilas en definitiva— era un punto neurálgico en la estructura territorial de Grecia central; geoestratégicamente cabe tenerla por la más operativa de las tres puertas. Además de representar la entrada a las “Puertas
calientes” para aquellos que las atravesaran desde Poniente (y su cierre para
los que lo hicieran desde Levante), el lugar daba arranque a los caminos guiados por los arroyos Asopo y Melas al sur del Esperqueo. Estos caminos, en
dirección suroeste y oeste respectivamente, llevaban por tierras de melios,
enianes y eteos hasta la dóride, donde finalmente convergían con las dos grandes arterias de comunicación de la Grecia central ya señaladas, el corredor
dóride-Fócide y el valle del Cefiso (fig. 6).
Especialmente interesante es la conexión entre Antela y Traquis, la ciudad
más importante de la Mélide (Hansen/nielsen, 2004: 710-713). Las separaba
una distancia de aproximadamente 7 kms (40 estadios: Tuc. 3.92.6; Strab.
9.4.17) que coincidía con el camino y garganta del Asopo10. Con base en esta
ligazón espacial cabe entender que Traquis, con prominente ciudadela en un
paredón sobre el Asopo11, controlara el sector occidental de las Termópilas
(Tuc. 3.92.4-6); de igual forma que Alpono y el Paliokastro Anavra guardaban
hieromnemones (Esq., Legat., 2.116; Paus., 10.8.2). Sobre la composición original de la anfictionía y su evolución posterior, vide Lefèvre, 1998: 21-123 y Sánchez, 2001: 37-51.
9
Aunque en algún momento es calificada como polis (Hdt. 7.176; también como kome: Hdt.
7.200), no está claro que se tratara de una ciudad-estado (Hansen/nielsen, 2004: 709).
10
En la Antigüedad el Asopo desembocaba directamente en el golfo Malíaco (Hdt. 7.200;
Strab. 9.4.14). Hoy sin embargo, debido a la progradación aluvial del litoral, lo hace en el Esperqueo a la altura del puente Alamana, unos 5 km. al interior, donde también confluye el arroyo
Xerias (antiguo Melas).
11
En 426 a.C. los lacedemonios (re)fundan Heraclea Traquinia junto a Traquis (Tuc. 3.92.16; Strab. 9.4.13; diod. 12.59.3-5; Paus. 10.22.1). Sobre la identificación del lugar, con cierta controversia historiográfica, vide Bequignon, 1937: 243-260; Hignett, 1963: 356-360; Kase et alii,
1991: 8-9, 26-27, 48, 78-81; Szemler et alii, 1996: 33-40, 101-104; Pritchett, 2002: 113-120;
Buckler, 2003: 20-21; decourt et alii, 2004: 710-713. Sobre el destacado papel de Heraclea Traquinia en la primera fase de la Guerra del Peloponeso y luego en el conflicto romano-macedonio:
Pritchett, 1965: 71-82; Kase et alii, 1991: 118-119, 128-130.
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el paso oriental (vide infra). Por lo mismo se hace lógico pensar en cierta hegemonía de Traquis-Heraclea sobre el complejo de Antela, al menos desde
una consideración territorial12. Por si ello no bastara, Antela disponía además
de su propio puerto (Strab. 9.4.17); aunque modesto y con un tráfico supeditado a los cambios de corriente del golfo Malíaco, constantes en el delta del
Esperqueo (Hdt. 7.198), este fondeadero ofrecía una ventajosa conexión marítima al poniente de las “Puertas calientes”.
En suma, Antela era un santuario suprarregional emplazado en un verdadero cruce de caminos. Entre el corredor de las Termópilas, el Asopo y el
Melas, controlando el arranque de varias rutas terrestres y disponiendo de su
propio puerto, la estratégica posición de Antela enfatiza su dimensión comercial. La circulación de peregrinos y mercaderes13 en los festivales anfictiónicos
del santuario de deméter fue especialmente notable en época arcaica (Sánchez, 2001: 50-57). Pero la impronta caminera del lugar se mantiene hasta
época romana, a pesar de que para entonces hacía varios siglos que la Anfictionía se había trasladado a delfos. Así, las Termópilas se señalan como mansio de la vía Larisa-Elatea-Atenas representada en la Tabula Peutingeriana
(Miller, 1964: 576-577; Bosio, 1983: seg.VI-VII); a buen juicio de W.K. Pritchett (1980: 221-222) parece lógico asumir que, con vistas al cálculo de millas
entre estaciones, el punto de las Termópilas lo marcaría precisamente el santuario de deméter en Antela.
Una densa espesura de maquis al recodo de la colina Paliokastro-Litharitsa,
último repliegue noroccidental del Calídromo, es el paisaje que brinda hoy al
viajero la pyla occidental (fig. 4). Cuesta creer que esta irregular planicie,
coincidente por el sur con el km 201 de la autovía Atenas-Lamía y distante 7
km de la actual línea de costa, fuera antaño la angosta entrada a las Termópilas
(Hdt. 7.216). Por lo demás, poco se conoce de su antigua configuración. Entre
1933 y 1934 Y. Bequignon explora la zona e identifica una serie de estructuras
que asocia con Antela, en concreto cimientos que cree pertenecientes a una
stoa y al estadio del santuario anfictiónico (Bequignon, 1937: 181-192; cfr.
12
Las fuentes nada dicen de la (eventual) ascendencia de los melios/traquinios, ni de ningún
otro ethnos componente, sobre la Anfictionía en tiempos de su sede en Antela. En opinión de P.
Sánchez (2001: 54), “l’Amphictionie avait autorité non seulement sur le sanctuaire d’Anthéla,
mais également sur tout le secteur des Thermopyles, y compris les défilés et le détroit maritime:
ce territoire pourrait avoir constitué, au même titre que delphes et sa terre sacrée, une sorte de
‘no man’s land’, dont le Conseil assuirait la gestion et la protection”. Vide complementariamente
McInerney, 1999: 162-165.
13
Curiosamente, la afluencia de feriantes en las Pylai explicaría la popularización del término
“pylaista” con la connotación de charlatán o mentiroso (Sánchez, 2001: 53).
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Thalmann, 1980). Qué duda cabe que Antela es una de las asignaturas pendientes en la arqueología de las Termópilas. Y si de un plan de estudios se tratara, una asignatura nuclear.
En nuestro particular deambular llegamos a la pyla central. Separada de la
puerta occidental por algo menos de 3 km, constituye el eje vertebrador del
desfiladero. Por ello suele referirse propiamente como el paso de las Termópilas. de las tres bocas era la de mayor holgura, estando dotada de diversas colinas y recodos (Hdt. 7.223, 225). En cualquier caso su fama deviene de haber
sido la posición final de los griegos en la batalla de 480 a.C., el celebre kolonos
(Hdt. 7.223-225) (Cartledge, 2006: 139-151; Matthews, 2006: 189-199; Fields,
2007: 80-89) (fig. 7). Y asimismo el lugar donde, conmemorando a los caídos,
se erige el célebre túmulo funerario14 (Hdt. 7.225, 228) (fig. 8).
Esta parte central estaba salpicada de fuentes y corrientes de agua caliente
que daban nombre a las “Puertas”. Su carácter curativo (se trata de aguas ricas
en calcio, hierro y bicarbonato) convierten el lugar en un espacio termal visitado por peregrinos y enfermos desde la Antigüedad. Y también un ámbito
sacro como pone de manifiesto la dedicación de altares a Heracles (Hdt. 7.176;
Strab. 9.4.13). Aún en nuestros días Termópilas es un conocido balneario natural, y en particular los baños de Loutra atraen a no pocos visitantes en verano.
Esta estación reumatológica se sitúa 1 km al suroeste del monumento de Leónidas, que se alza en el km 199 de la autovía Atenas-Lamía15. El monumento
es hoy un hito en el circuito turístico de las Termópilas16 (figs. 9-10), desde el
14
Años después, coincidiendo con el traslado de los restos de Leónidas a Esparta, se levanta
en el lugar una columna con los nombres y filiación de los 300 espartiatas que hallaron la muerte
junto a su rey (Paus. 3.14.1). Existían otras inscripciones (Hdt. 7.228), y un león de piedra que
rememoraba a Leónidas (Hdt. 7.225). En concreto, “quienes honraron a los caídos con epitafios
y estelas —salvedad hecha del epitafio en honor del adivino [el acarnanio Megistias, que predijo
la negra suerte de los griegos en Termópilas]— fueron, concretamente, los Anfictiones, mientras
que el del adivino Megistias fue Simónides, hijo de Leóprepes, quien mandó grabarlo, por los
vínculos de hospitalidad que con él le unían” (Hdt. 7.228; traducción de C. Schrader, 1985: 295296). no hay dudas, se trataba de un paisaje heroico.
15
El monumento, financiado por empresarios grecoamericanos, fue inaugurado en 1955 por
el rey Pablo I de Grecia. La colosal estatua de bronce toma como modelo el torso de mármol aparecido en la acrópolis de Esparta (identificado erróneamente con Leónidas); el escudo, con la imagen de la Gorgona, se inspira en representaciones de escudos clásicos de Esparta y Olimpia
(Cartledge, 2006: fig. 6) (fig. 10). En 1997 se erige a su lado el mucho más discreto monumento
dedicado a los tespios.
16
En el momento de escribir estas líneas se construye en el lugar, muy cerca del kolonos, un
centro de interpretación sobre la batalla de las Termópilas. El tirón popular de la hazaña de Leónidas, el turismo arqueohistórico y su cómodo emplazamiento en la autovía, sostienen la puesta
en valor del paraje de las Pylai (Antón, 2007) (fig. 9).
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1423
Fig. 7. Cresta del monte Calídromo vista desde la colina del kolonos (posición final de
los griegos) en la puerta central de las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).
cual se accede al kolonos, al muro focidio y a los baños de Loutra. Téngase en
cuenta que este punto —y en parte de su trayecto la autovía— venían a coincidir en la Antigüedad con el litoral marítimo, hoy distante 6 km del monumento de Leónidas. Volviendo a la componente termal, los de Loutra no son
los únicos manantiales en la zona de las Termópilas. Existen otros en planos
de falla próximos a la costa, como Psoroneria, en la entrada de la puerta occidental, o varios kilómetros al este en la moderna población de Kamena Vourla,
el antiguo puerto de Tronio, hoy balneario turístico.
regresemos al kolonos, la colina donde, reagrupados, luchan los últimos
griegos en el acto final de 480 a.C. (figs. 7-8). Y luego el heroon que acoge su
tumba. Éste y otros puntos de los alrededores han sido objeto de contadas intervenciones arqueológicas17 (Leekley/Efstratiou, 1980: 127; Thalmann, 1980).
17
Junto a los sondeos realizados por Y. Bequignon en Antela (cfr. Thalmann, 1980), se trata
de las únicas actuaciones acometidas en el área de las Termópilas, al menos publicadas. Otra cosa
son los mucho más recurrentes trabajos de prospección que arrancan con las exploraciones topográficas de W.M. Leake y W. Gell a principios del siglo XIX (Macgregor Morris, 2007: 249-253).
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Fig. 8. reconstrucción del túmulo funerario de los 300 en el kolonos (Foto: Eduardo
Sánchez-Moreno).
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Fig. 9. Monumento a Leónidas en las Termópilas, km 199 de la autovía Atenas-Lamía.
Todo el terreno aluvial que se extiende detrás era mar en la Antigüedad (Foto: Eduardo
Sánchez-Moreno).
Aunque con datos de relieve, los resultados de estas excavaciones son insuficientes para obtener una idea global de la caracterización histórica del lugar.
no hay que olvidar que esta zona presenta un profundo nivel de sedimentos
que la elevan cerca de 20 m con relación al suelo del siglo del V a.C. (Kraft
et alii, 1987), lo que hace muy difícil la consecución de una estratigrafía arqueológica. La primera intervención la lleva a cabo Y. Bequignon en 1934.
Al oeste de los baños de Loutra el arqueólogo francés pone al descubierto restos de una estructura defensiva de incierta datación, que erróneamente identifica con el túmulo de los espartiatas (Bequignon, 1937: 46, 181-183,
235-238). Pocos años después, en 1938, S. Marinatos reanuda los trabajos en
este sector central con resultados más concluyentes. no sólo identifica —a lo
que parece convincentemente— y excava el kolonos, sino también el muro
focidio (Marinatos, 1940; 1951: 61-69) (fig. 11). Se trata de la célebre barrera
defensiva que los focidios habían construido para protegerse de sus enemigos
tesalios, y que años después reocupa Leónidas como posición frente a los persas (Hdt. 176, 215). Volviendo a los sondeos de S. Marinatos, los hallazgos
1426
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Fig. 10. detalle de la escultura de bronce de Leónidas en el monumento de las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).
más interesantes son un conjunto de puntas de flecha y lanza en bronce y hierro que el arqueólogo griego relaciona con los hechos de 480 a.C., y restos de
fortificaciones. El hecho de que éstos correspondan a diversos períodos, desde
el Arcaísmo hasta el dominio otomano, recalca la importancia estratégica y
viaria del lugar. no en vano las fuentes clásicas, y luego escritores bizantinos
como Procopio (De bellis, 2.4.10; De Aed., 4.2.7-8), se refieren a sucesivas
construcciones, reutilizaciones o ampliaciones de defensas (fortines, muros,
torres, puertas) en diversos puntos de las Termópilas. no sólo dentro del desfiladero, también en los pasos adyacentes del Calídromo, pudiéndose relacionar alguno de ellos con la célebre ruta Anopea, a través de la cual los persas
envolvieron a Leónidas (Pritchett, 1958: 210-211; MacKay, 1963). En lo que
respecta al muro focidio, la intervención de S. Marinatos —no siempre bien
interpretado por la moderna historiografía— pone al descubierto un lienzo de
aproximadamente 200 m de extensión, dispuesto de E a W —por tanto, paralelo al paso— y encarado al mediodía (fig. 11); respecto a la cronología y aun
El paso de Las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones) después
1427
Fig. 11. Muro focidio excavado por S. Marinatos, junto al kolonos, en la puerta central
de las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).
sin poder asegurarse, el tipo de aparejo empleado señalaría una fecha anterior
al siglo V a.C. (Marinatos, 1951: 59; Pritchett, 1958: 212).
Independientemente de cuándo y contra quién fuera utilizado el llamado
muro focidio18, lo que parece claro y ahora nos interesa es que en época arcaica
las Termópilas eran un punto de control y defensa. Ello adquiere sentido en-
18
En opinión de A.J. domínguez (e.p.) el muro focidio no protegía de un ataque proveniente
del norte cuanto del sur, como advierte su disposición. Y en lugar de ser un arma (focidia) contra
los tesalios, sería más bien lo contrario: un freno que tesalios -¿y locrios?- pondrían a las incursiones de sus enemigos focidios. El caldo de cultivo no es otro que la rivalidad de tesalios y focidios ejemplificada en la Primera Guerra Sagrada (595-585 a.C.) (McInerney, 1999:165-172);
pugna que acabaría provocando la entrada en juego, en uno u otro bando, de las poblaciones vecinas al valle del Esperqueo y a los pasos sobre los montes Calídromo, Eta y Parnaso. A nuestro
modo de ver la definitiva determinación del muro focidio depende de dos premisas: 1) saber si la
estructura excavada por S. Marinatos se corresponde o no con el muro del que habla Heródoto,
y 2) concretar su morfología: ¿es una barrera independiente o un elemento integrado en un sistema
defensivo mayor? (fig. 11).
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tendiéndolas como un paso —qué duda cabe— vadeable; presupuesto que sin
embargo algunas voces niegan.
En este sentido discrepamos de la opinión de E.W. Kase y W.J. Cherf según
la cual las Termópilas, en concreto su sector oriental, estaría cerrado al tráfico
militar antes del siglo V a.C. (Szemler et alii, 1996: 9-19; Cherf, 2001: 358;
avanzado en Kraft et alii, 1987). Esta tesis (fundamentada en cuatro sondeos
geológicos que indicarían que las aguas cubrían el paso más allá de la puerta
central) choca con no pocas evidencias que sugieren, claman, lo contrario. Independientemente de las reservas sobre los puntos sondeados, si no existiera
un paso, ¿cómo se entiende la construcción del muro focidio y su reutilización
posterior por Leónidas? ¿Y la función de Alpono en el umbral oriental de las
Pylai (vide infra) como base de los griegos en 480 a.C.? ¿Y tiempo antes las
correrías de tesalios contra focidios a través de la Lócride? ¿Y el tráfico de
Antela como santuario suprarregional en época arcaica?... Todo ello carecería
de sentido en el supuesto de que las Termópilas fueran un paso condenado.
Como cáusticamente sentencia J.F. Lazenby (1998: 522) referiéndose al desafío de E.W. Kase y W.J. Cherf: “It will take far better arguments than these
to convince me that Leonidas died fighting in a pass that did not exist”. Subestimando el valor estratégico de las Termópilas, en contrapartida estos autores
sobredimensionan el paso de Vardates-dhema (emplazado unos kilómetros al
oeste, entre el monte Eta y el Calídromo), hasta el punto de situar en él el “verdadero” muro focidio (Kase et alii, 1991: 107-108; Szemler et alii, 1996: 53).
Tal propuesta ha recibido un rechazo mayoritario. A las tempranas apelaciones
“in defense of the Thermopylai” de K.W. Pritchett (1985: 190-216; 1989: 118122; 1991: 191-205; 2002: 81-87, 103, 112) se suman las observaciones igualmente críticas de J.F. Lazenby (1993: 134 n.20, 151 n.1; 1998), J. Marcotte
(1996), J. McInerney (1999: 333-339), J. Buckler (2003: 453-454) y G.L.
Cawkwell (2005: 274-275). nos parece en efecto que existen puntos débiles
y desequilibrios en la tesis de E.W. Kase y W.J. Szemler. El uso complementario del paso de Vardates-dhema y del corredor dóride-Fócide (cuyo sector
septentrional conforma con el Esperqueo y las “Puertas calientes” una estructura de comunicación; así lo subrayan Kase et alii, 1991: 63) no anulan, menos
aún excluyen, la operatividad de las Termópilas y otros pasos a través de la
Lócride utilizados también por los persas (vide infra). respecto a la transitabilidad de las Pylai, su legado en la historiografía antigua como escenario de
múltiples batallas y posición de paso y defensa habla por sí solo (Grundy,
1901: 262-264; Stählin, 1934; Pritchett, 1965: 71-82; 1985: 191-193; 1991:
191-192, n.3).
Finalmente llegamos a la pyla oriental. Se hallaba aproximadamente 2 kms
al este del kolonos. Un punto que hoy identificamos varios metros al sur del
El paso de Las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones) después
1429
km 197 de la autovía Atenas-Lamía. Se distinguen aquí restos de una fortificación al parecer helenística, y en concreto un lienzo murario que asciende
varios centenares de metros por los repliegues de la colina zastanos (Grundy,
1901: 291; Hignett, 1963: 131). El lugar era ciertamente angosto, con una anchura poco mayor a la de un carro como algo exageradamente comenta Heródoto (7.216). Esta topografía lo convierte en excelente posición defensiva,
lo que entre otros supo ver Antíoco III en 191 a.C. cuando se acantona aquí
frente al cónsul T.Q. Flaminino (Liv.36.18.3) (Pritchett, 1965: 71-82). Aunque
entonces la puerta oriental aún reunía buenas condiciones logísticas, la progradación del golfo iba convirtiendo el resto de las Termópilas en una hondanada.
A menos de un kilómetro de la pyla oriental se alcanzaba Alpono, la primera de las ciudades locrias por Poniente (Hdt. 7.216) (nielsen, 2004: 667).
Su localización en la loma de Psylopyrgos (km 196,5 de la autovía) no ofrece
dudas. Este hábitat fue utilizado por los aliados griegos como arsenal y hospital de campaña en 480 a.C. (Hdt. 7.176, 7.229), por lo que forzosamente las
Termópilas eran entonces un paso franqueable (contra Kraft et alii, 1987;
Szemler et alii, 1996: 9-19). dado que Alpono pertenecía a la Lócride oriental,
parece factible que la frontera entre locrios y melios se situara en las pylai exteriores, entendiendo que la oriental daba inicio a la Lócride y la occidental a
la Mélide. Por su parte el diodos o desfiladero propiamente dicho, y medularmente su paso central, cabría entenderlos como un espacio neutral, liminal,
sin adscripción territorial o jurídica a una polis o ethnos concretos19. En teoría… La praxis histórica demuestra en cambio que fue un hito tan disputado
como consensuado por locales y foráneos según circunstancias y tiempos. En
cualquier caso es evidente que el control del sector oriental de las Termópilas
correspondía a los locrios.
Junto al inmediato Alpono, el segundo bastión en el sostenimiento del paso
en su boca oriental era el estratégico enclave del Paliokastro de Anavra. desde
su privilegiada atalaya en la ladera occidental de Anavra (675 m), este enclave,
que cuenta con las defensas más espectaculares de toda la Lócride (Pritchett,
1982a: 165-166; 1992: 149-150; 2002: 95, n.15; AAVV, e.p.), controlaba vi-
19
Se ha pensado sin embargo que perteneciera a la Lócride, y que la puerta central se integrara
en la chora de Alpono (Pritchett, 2002: 96-98; cfr. Hignett, 1963: 132). no habría que descartar
el dominio del paso por la Anfictionía, al menos desde un plano ritual o ideológico (Sánchez,
2001: 52-55). recuérdese que son los Anfictiones quienes erigen inscripciones y pilares a los héroes en el kolonos (Hdt. 7.228), y probablemente quienes se encargan del mantenimiento de las
fuentes sacras y otros monumentos de las Pylai.
1430
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sualmente el desfiladero, de cuya entrada oriental le separaban 3,5 kms. Sin
embargo su función centinela no se limitaba a las Termópilas; en realidad el
Paliokastro guardaba hacia el este la conexión de la costa con los caminos que
subían a la polis establecida en la moderna Mendenitsa, dominando in extenso
todo el valle del Ladzorema, otra de las vías para acceder desde el interior al
litoral. Igualmente, ahora sobre su vertiente occidental, el Paliokastro de Anavra
era un punto conectado con la regulación y vigilancia de los itinerarios que por
el Calídromo llegaban a las Pylai. de ellos, la Anopea, la senda utilizada por
los persas para bloquear a Leónidas en el centro de las Termópilas, ha cosechado la mayor fama (Hdt. 7.216-218) (Sánchez-Moreno, 2009) (fig. 12).
Geomorfológicamente el desfiladero de las Termópilas concluía en Alpono.
Sin embargo, desde el punto de vista viario, el vector costero que ahí se abría
rumbo a las ciudades locrias de nicea, Escarfea y Tronio no era otra cosa que
la prolongación de las Pylai. Así pues, tras el paso, el “corredor de las Termópilas” en oportuno enunciado de J. Buckler, quien valora su importancia estratégica en los conflictos político-militares del siglo IV a.C. (Buckler, 1989:
92-93; 2003: 425, 453). Este eje litoral conectaba transversalmente con las
rutas que al este de las Termópilas, en la Lócride oriental, bajaban por los piedemontes del Calídromo al abrigo de sucesivos valles: el Ladzorema, el Potamia, el Afamio y el Boagrio (Sánchez-Moreno, e.p.). de esta forma cabe
considerar las “Puertas calientes” como el ángulo de proyección de una red de
caminos que atravesando la Lócride llegaban hasta Fócide, Beocia y el ática.
Como a Heródoto, permítasenos un excurso final en este punto a propósito
de la marcha de Jerjes en 480 a.C. Consideramos probable que, superado el
freno de las Termópilas (fig. 12), parte del ejército persa atravesara la Lócride
y alcanzara la Fócide por los pasos del Calídromo20. Una marcha complementaria a la de otras unidades del ejército que avanzarían por caminos alternativos
como los de los arroyos Melas y Asopo (Hdt. 8.31-32; cfr. Hdt. 8.34-35), reunificándose las diversas columnas después en el valle del Cefiso21. Pocos au-
20
El desplazamiento persa por el interior de la Lócride —remontando probablemente el río
Boagrio hasta Aniftsa y Vassiliká— es más factible que el de una imaginada ruta costera hasta
Opunte, en realidad inexistente en la Antigüedad (Sánchez-Moreno, e.p.).
21
no fue infrecuente el desdoblamiento de las fuerzas persas en su avance terrestre por Grecia
(Hignett, 1963: 111, 134, 196; Lazenby, 1993: 151). Así lo hacen, por ejemplo, después de arrasar
Fócide, cuando el grueso del ejército —con Jerjes a la cabeza—se dirige al ática por Beocia,
mientras otra parte pone rumbo a delfos (Hdt. 8.34-35). Véanse las opiniones recogidas en
Kase/Szemler, 1982: 359, n.18.
Fig. 12. El desfiladero de las Termópilas y el paso de los persas por la ruta Anopea en 480 a.C. (Fields, 2007: 63).
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tores han contemplado la posibilidad del paso de los persas por la Lócride
(Pritchett, 1982c: 211-215; 1985: 209, n.29; Green, 1996: 155); lo más explícito ha sido negarla, defendiendo una marcha unitaria de los persas por el interior de dóride (Kase/Szemler, 1982). Sin embargo, carece de sentido el
retroceso en bloque de los persas desde la puerta central de las Termópilas,
retornando en dirección oeste (hacia la dóride) como si de un boomerang se
tratara; precisamente cuando, vencido Leónidas, a los persas se les abrían por
fin las “puertas” y con ellas, rumbo este, el corredor costero hasta la ciudad
de Tronio. Adicionalmente, el paso terrestre por la Lócride oriental ofrecería
a Jerjes tres ventajas: 1) el avance en paralelo con la flota estacionada en Artemisio, al menos su control visual hasta cruzar el Calídromo; 2) neutralizar
los pasos de Fontana y Vassiliká sobre el Calídromo22 —como las Pylai, claves
en la articulación viaria de Grecia central— cayendo desde ellos sobre las ciudades focidias del valle del Cefiso; y 3) asegurar el suministro y apoyo de los
locrios, de aquellos que aún no hubieran hecho defección de la causa griega23.
Las fuentes nada señalan —sólo el arrasamiento que los persas hacen de la
Fócide procedentes de dóride y la región de Traquis (Hdt. 8.31-32)—, por lo
que nuestra hipótesis habrá de calibrarse en un futuro24.
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22
Por estos corredores de montaña habrían huido los desertores griegos cuando Leónidas se
ve envuelto por los Inmortales (Hdt. 7.219 y 222), y en ellos se refugiaban grupos hostiles a los
persas.
23
Como la de sus vecinos dorios y melios, la actitud de los locrios en el conflicto grecopersa parece oscilar entre un vacilante apoyo a la causa griega y un rápido medismo fracasada la
defensa de las Termópilas. Su implicación sería más, da la impresión, implícita (sobre la coyuntura
de habitar las inmediaciones del famoso desfiladero) que explícita. Vide las referencias a los titubeantes comportamientos de los aliados griegos contenidas con cierta opacidad en Hdt. 7.132,
203, 207, 219-222; diod. 11.3.2, 11.4.6-7; Paus. 10.20.1-2.
24
Sobre la marcha de los persas tras Termópilas véanse, además, Grundy, 1901: 345-346;
Munro, 1902: 319; 1926: 301; Hignett, 1963: 195-197; Green, 1984: 423-425; Lazenby, 1993:
151; Szemler et alii, 1996: 79-99; y Cherf, 2001: 360.
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