Basílica de la Natividad en Belén: El lugar donde nació

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REPORTAJE ESPECIAL
Basílica de la Natividad en Belén:
El lugar donde nació Jesús
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Uno de los templos cristianos en uso más antiguos
El edificio original fue construido por el obispo Makarios de Jerusalén, por
órdenes del Emperador Romano Constantino I en el año 325. En el año 529,
durante la rebelión de los samaritanos, fue quemado y destruido completamente.
Y
tú, Belén Efratá, tan pequeña
entre los clanes de Judá, de ti
me nacerá el que debe gobernar
a Israel (Miqueas 5,1)
Belén, cuya palabra árabe significa
“casa de la carne” y en hebreo “casa de
pan”, es una localidad situada dentro
del territorio de Palestina-Cisjordania.
Su población pertenecía a la tribu de
Judá y fue la cuna del rey David.
Esta ciudad, casi amurallada para
protegerla del terrorismo, tiene
actualmente 35 mil habitantes, de los
cuales su mayoría practica la religión
islámica y sólo dos mil personas son
católicas; gracias al turismo religioso,
éstas últimas pueden subsistir
económicamente.
Es una región sobria que se encuentra
a ocho kilómetros de la ciudad de
Jerusalén y es uno de los “lugares
santos” más visitados por turistas y
fieles de diferentes denominaciones
cristianas, ya que enmarca uno de los
acontecimientos más importantes para
el cristianismo: el Nacimiento del Hijo
de Dios.
En el centro de esta ciudad se encuentra
edificado uno de los templos más
antiguos y significativos para el mundo
cristiano: la Basílica de la Natividad,
que fue construida en forma de cruz
por Constantino el Grande en el año
335 d.C, y en el siglo VI el emperador
Justiniano mandó reconstruirla tras la
revuelta de los samaritanos en el año
529.
Actualmente, la basílica es administrada
por la Iglesia Católica, la Iglesia
Ortodoxa Griega y la Iglesia Apostólica
Armenia, conformando lo que es una
combinación de dos iglesias, cuyos
cimientos se hallan donde se cree que
nació Jesucristo.
La sección principal (la basílica) está
bajo la autoridad de los ortodoxos
griegos. Está diseñada como
una basílica romana genérica, con
del Universo.
Para entrar a este santuario, las personas
deben hacerlo agachadas y por la Puerta
de la Humildad, debido a su pequeño
tamaño –1.20 cm. de alto–, lo que
simboliza un acto de respeto al lugar
que fue testigo del nacimiento de Dios
hecho hombre. Lo cierto es que la
entrada fue reducida en la antigüedad
para evitar invasiones a caballo.
La majestuosidad de este templo va
más allá de su belleza arquitectónica y
su riqueza histórica, ya que debajo del
presbiterio se encuentra el lugar más
santo, la Gruta de la Natividad, donde
sobresale una Estrella de Plata, colocada
sobre un piso de mármol, cuyos 14
picos representan la descendencia
desde el rey David hasta Jesucristo,
con la inscripción en latín: “Aquí nació
«Quien quiere entrar hoy en la
iglesia de la Natividad de Jesús,
en Belén, descubre que el portal,
que un tiempo tenía cinco metros
y medio de altura, y por el que los
emperadores y califas entraban
al edificio, ha sido en gran parte
tapiado. Ha quedado solamente
una pequeña abertura de un
metro y medio. La intención fue
probablemente proteger mejor la
iglesia contra eventuales asaltos
pero, sobre todo, evitar que se
entrara a caballo en la casa de
Dios. Quien desea entrar en el
lugar del nacimiento de Jesús,
tiene que inclinarse. Me parece
que en eso se manifiesta una
cercanía en esta Noche santa: si
queremos encontrar al Dios que
ha aparecido como niño, hemos de
apearnos del caballo de nuestra
razón “ilustrada”. Debemos
deponer nuestras falsas certezas,
nuestra soberbia intelectual, que
nos impide percibir la proximidad
de Dios” (Benedicto XVI,
Homilía, 24-XII-2011).
La caverna subterránea cuenta con un altar sobre el lugar en el que la tradición dice que nació Jesús. El punto exacto está
marcado por un agujero en medio de una estrella de plata de 14 puntas rodeada por lámparas de plata. Este altar es neutral,
aunque su diseño es principalmente ortodoxo armenio.
La sección principal (la basílica) está controlada por los ortodoxos griegos. Está
diseñada como una basílica romana genérica, con tres naves y un ábside. Aunque
en la actualidad se encuentra bastante deteriorada, en su día contó con mosaicos
dorados que cubrían las paredes laterales, así como con un suelo de estilo romano
que fue cubierto posteriormente
tres naves y un ábside. Pese a su
deterioro actual, en su momento contó
con mosaicos dorados que cubrían las
paredes laterales, así como con un suelo
de estilo romano que fue cubierto.
También dispone de una compleja red
de lámparas dispuestas por todo el
completo.
La parte del recinto administrada
por la Iglesia Católica fue construida
empleando un estilo gótico renovado,
y desde entonces ha sido modernizada
de acuerdo con las tendencias
arquitectónicas
litúrgicas surgidas
del Concilio Vaticano II.
En la actualidad, la fachada de este
templo refleja los duros avatares
políticos y religiosos del Medio
Oriente, pero gracias al “misticismo
que resguarda en su interior” –según
dicen sus habitantes– ha permanecido
intacta y de pie, resguardando con celo
y santidad la gruta donde la Virgen
María dio a luz al Hijo de Dios, al Rey
Cristo de la Virgen María”, así como
quince lámparas de plata que cuelgan
encima de la estrella y hacen alusión a
las diferentes comunidades cristianas.
Enfrente de la estrella se halla el altar
de los Reyes Magos, y ahí un pesebre
de mármol que recuerda las palabras
del evangelista san Lucas: Después de
dar a luz al Niño, María “lo envolvió
en pañales y lo reclinó en un pesebre”
(Lc. 2,7).
A lo largo de los siglos, el humo de
centenares de veladoras ha dejado su
oscura huella en las paredes de la gruta;
sin embargo, está llena de luz para
quien la mira con los ojos de fe, porque
entrar ahí es celebrar la Navidad, un
misterio de gozo y luz interior.
La experiencia de visitar esta basílica
llena el corazón de alegría porque es
el principio de la fe de todo cristiano y
aunque han pasado más de dos mil años,
estar en la gruta donde la Santísima
Virgen María dio a luz al Salvador de
los hombres y besar ese suelo que fue
testigo del primer llanto de Nuestro
Señor Jesucristo, es una emoción que
“no tiene palabras”, coinciden los
peregrinos que han visitado Belén.
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