EN DEFENSA DE UNA ENSEÑANZA COEDUCADORA EN UNA ESCUELA MIXTA NO A LOS CENTROS QUE SEGREGAN AL ALUMNADO El Consejo de Ministros acaba de aprobar un Anteproyecto de Ley Integral para la Igualdad de Trato y la no Discriminación en el que se incluye, entre otros aspectos, la prohibición de que las escuelas que separan a niños y niñas, en función de su sexo, reciban dinero público, y puedan, por tanto, convertirse en colegios concertados, es decir, sostenidos con fondos públicos. Además, establece que las administraciones educativas “garantizarán la ausencia de cualquier forma de discriminación por razón de las causas previstas en esta Ley - nacimiento, origen racial o étnico, sexo, religión, convicción u opinión, edad, discapacidad, orientación o identidad sexual, enfermedad, lengua o cualquier otra condición o circunstancia personal o social-, y en todo caso, en los criterios y prácticas sobre admisión y permanencia en el uso y disfrute de los servicios educativos, con independencia de la titularidad de los centros que los imparten. Tales preceptos no hacen sino confirmar y profundizar en lo que ya establece la LOE, desde 2006, la no discriminación por razón de sexo en la admisión de alumnado por los centros educativos. La enseñanza mixta en España La escuela mixta se ha ido generalizando y admitiendo en nuestro país, como algo incuestionable, como valor ligado a la no segregación, a la nodiscriminación, a la igualdad de los sexos, a la democracia, a la integración… y, en tanto que valor colectivo, estrechamente unida a algunos grandes avances del siglo pasado. Es decir, como una creencia, un dogma incuestionable de la democracia y el progreso. Pero en ningún momento de nuestra historia han dejado de existir centros educativos segregados por sexos: la II República decretó la generalización de la enseñanza mixta, sin embargo, en la realidad, se mantuvo en muchos casos la segregación de niños y niñas, debido a la influencia de los sectores conservadores y católicos, que consideraban que tal medida implicaría la pérdida de pudor y honestidad. Con el franquismo comienza un periodo de retroceso de todos los avances sociales y pedagógicos que en España se habían ido dando, desde el inicio de la modernidad y, sobre todo, en los últimos años republicanos. El periodo franquista, en su conjunto, significó un freno al desarrollo al que habían llegado las mujeres. La educación de niños y niñas debía ser diferente y, para ello, una de las primeras medidas que se adoptaron fue la prohibición de las escuelas mixtas y así, desde 1936 a 1939, se aprobaron varios decretos con ese objetivo. Después vendría el establecimiento de diferentes currículos. Las niñas debían cursar asignaturas denominadas “materias del Hogar”, que tenían como objetivo formarlas para su verdadero destino en la vida: la familia, alejándolas del trabajo remunerado propio de los varones. La Ley de 20 de septiembre de 1938, que reformaba la Enseñanza Secundaria, establecía para las chicas el estudio obligatorio de asignaturas como Formación PolíticoSocial, Música, Labores, Cocina, Economía doméstica y Educación Física. Igualmente, la de Educación primaria, de 17 de julio de 1945, establecía para las niñas las materias de Formación Político-social, Educación Física, Iniciación para el Hogar, Canto y Música. Ya en la etapa democrática, la LODE (1985), en su artículo 20, en relación con el acceso a los centros educativos, dice que “En ningún caso habrá discriminación en la admisión de alumnos por razones ideológicas, religiosas, morales, sociales, de raza o nacimiento”, donde, curiosamente, no aparece la no discriminación de sexo. Ahora bien, el artículo 14 de la Constitución Española que, lógicamente, debería inspirar este artículo de la LODE, dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” En ese momento aún son muchos –y, sobre todo, muy poderosas, las instituciones que los detentan- los centros educativos que segregan al alumnado por razón de sexo, con lo que el Gobierno socialista del momento no se atreve a dar el paso de la obligación de que todos los centros sean mixtos. Y así, la primera ley educativa que introduce la obligatoriedad de la enseñanza mixta es la actual LOE (2006): Tras la insistencia de las organizaciones progresistas, por fin se incorpora el criterio de sexo entre los de no discriminación para el acceso a los centros educativos (art. 84). Si bien, no hay una obligación a que la enseñanza sea mixta, por lo que existe la posibilidad de que los actuales centros segregados dejen de serlo para pasar a segregar las aulas, como ya esta ocurriendo. En cualquier caso, con la LOE en la mano, es incomprensible que el Estado pueda mantener conciertos educativos con centros segregados. Algo que venimos reclamando –y denunciando ante los tribunales- desde hace tiempo. El debate escuela segregada – escuela mixta De forma recurrente, en este país, cada vez que una orden religiosa crea un centro segregado, los partidarios de ese tipo de enseñanza salen a la opinión pública defendiendo las “virtudes” de una educación diferenciada para chicos y chicas. Son algunos sectores de la Iglesia y de la derecha en los que no han hecho mella algunos de los más importantes valores de la modernidad, como es el valor de la igualdad de los sexos. Así que el cuestionamiento de la mixtura de chicos y chicas en la escuela y/o en las aulas se reaviva cada cierto tiempo, lo que hace que este tema se presente siempre como un debate no acabado. Con pequeña variación de matices en unas ocasiones y otras, los partidarios de la escuela segregada hablan de mayor fracaso escolar en la escuela mixta, de ritmos diferentes en el aprendizaje de niños y de niñas, de sensibilidades, comportamientos, rendimientos diferentes, hablan del nerviosismo de los y las adolescentes si están en el mismo aula, e incluso, de depresiones en las adolescentes educadas en la igualdad cuando se enfrentan a la realidad de la vida colmada de desigualdades. Quienes defendemos la escuela mixta pensamos que, al hablar de fracaso escolar, se están refiriendo a uno de los aspectos de la educación, el estricto aspecto de los conocimientos, desvalorizando el terreno de las actitudes, comportamientos, valores… Pensamos que es normal que niños y niñas tengan ritmos de aprendizaje, comportamientos, sensibilidades… diferentes, ya que los modelos sociales de que disponen son diferentes. Pero que el hecho de que se den estas diferencias no debería llevar, por sí mismo, a la segregación, de la misma manera que no debería separarse a niños mejor dotados intelectualmente de los que lo son menos. Y pensamos que, precisamente, la diversidad es uno de los mejores argumentos con que contamos para la educación en la libertad y en la solidaridad. Y que ese nerviosismo y ensimismamiento de los y las adolescentes será mayor cuanto menos acostumbrados estén a convivir con las personas del otro sexo. Por último, en lugar de evitar esas ‘profundas depresiones’ por la vía de mantener en la escuela los males de la sociedad, defendemos la conveniencia de colaborar desde la escuela para que la sociedad sea más igualitaria educando en la igualdad. La tarea educativa debe ser preparar para la convivencia en la sociedad, por lo que la educación conjunta de chicos y chicas fomentará esa convivencia, además de procurar el desenvolvimiento de las particularidades específicas de cada sexo. Una educación integral debe incorporar tanto el aspecto de los contenidos conceptuales como las actitudes, comportamientos, valores... -los aspectos más importantes en la infancia y la adolescencia-, que la convivencia de la diversidad, puede generar. En ocasiones, una pequeña parte del movimiento feminista –algunas enseñantes, ligadas al feminismo ‘de la diferencia’- han reclamado también la separación de chicos y chicas en las aulas. Su argumento: en las escuelas mixtas se atiende y se estimula mucho más a los niños que a las niñas. Una valoración de la realidad que, quienes defendemos la escuela mixta, compartimos y creemos que es necesario modificar, pero no a costa de perder lo más importante, el valor de la socialización conjunta. La escuela mixta no es suficiente Ahora bien, la escuela mixta no puede quedarse en la mera agrupación de chicas y chicos en los centros y en las aulas, con ser ello necesario. Como resaltaba el movimiento feminista desde los años 80 del pasado siglo, a pesar de la coexistencia de unas y otros en los centros y en las aulas, la escuela mixta no generaba una igualdad real entre los sexos. La discriminación hacia las mujeres seguía plasmándose tras una aparente igualdad. La escuela, en realidad, transmitía valores y pautas diferentes según el sexo, no era una institución neutral e igualitaria, sino que servía a la reproducción, legitimación y perpetuación de las desigualdades de origen. Ciertamente, a pesar de la confluencia de ambos sexos, en la mayoría de los centros educativos, si bien se han dado ciertos cambios, seguimos manteniendo un modelo androcéntrico que parte de una consideración del hombre como único emisor y receptor del proceso educativo, olvidando todos los elementos positivos en cuanto al desarrollo de ciertos valores, actitudes y capacidades que supone la esfera de lo privado, el mundo considerado femenino. De ahí que reclamemos algo más: una enseñanza coeducativa asentada en una escuela mixta. La escuela que segregaba a niñas y niños era coherente al reflejar de forma clara la existencia de la división sexual del trabajo en la sociedad y educar en valores y papeles diferentes a uno y otro sexo, según las tareas que se esperaba cumplieran los unos y las otras. Pero si la escuela mixta no integra los dos currículos que se enseñaban por separado, si abandona las enseñanzas referentes al ámbito doméstico (coser, cocinar, economía doméstica…) y el cuidado de los demás -las enseñanzas que se daban específicamente a las mujeres-, y orienta sus contenidos y valores hacia las necesidades del sistema productivo y las actividades del ámbito público, de poco servirá la mera reunión de chicas y chicos. Por el contrario, la escuela coeducadora pretende reconocer también las aportaciones de la otra mitad de la población, la femenina, hacer visible su presencia e integrar sus valores en la enseñanza. Se trata de hacer visibles las aportaciones de las mujeres en todos los campos del saber. Y defendemos la escuela mixta y coeducadora como la mejor forma de cuestionar el sexismo: una escuela donde se reflejen los conflictos sociales entre hombres y mujeres y se aprenda a resolverlos desde una perspectiva no discriminatoria para nadie, favoreciendo el respeto entre los sexos y la igualdad de oportunidades. El anteproyecto de Ley de Igualdad de Trato Parece muy oportuno que el nuevo anteproyecto de Ley de Igualdad de Trato insista en que la separación de niños y niñas en los centros es una discriminación, que, por lo tanto, no debe “premiarse” mediante el dinero público a los centros educativos que la practican y que las administraciones deben evitar que se produzca. Ahora bien, la escasa concreción del artículo de este Anteproyecto de Ley que trata de esta cuestión –el 16- nos lleva a cuestionarnos algunas cosas: 1: ¿Estaremos ante la misma situación que después de la LOE, es decir, sin que se lleve a efecto lo que estipula la Ley? 2: ¿Se llevará a cabo, realmente, la no renovación de conciertos a los actuales centros concertados segregadores, cuando ello depende de las Comunidades Autónomas y cuando quienes gestionan estos centros, en la mayor parte de los casos, son grandes y poderosas instituciones religiosas? 3: Si el nuevo anteproyecto establece que segregar a niños y niñas es una discriminación, ¿por qué no se prohíbe la mera existencia de esos centros, al margen de que sean o no concertados? Por último 4: ¿Bastará para cumplir la nueva Ley con que esos centros admitan a niños y niñas, pero luego los separen por edificios, pabellones, aulas…, manteniendo, realmente, una enseñanza diferenciada? Bienvenida sea esta nueva normativa, aunque sería deseable una mayor concreción y, sobre todo, esperamos que no se quede en otra formulación legislativa con escasa plasmación en la realidad.