SAMAÍN: ¿EL HALLOWEEN PRIMITIVO? (Número de Registro Propiedad Intelectual: GC-100-2012) En multitud de ocasiones hemos participado y formado parte de festividades como la de Halloween, y posiblemente en ningún momento nos hayamos preguntado acerca del origen de las mismas. Si nos ponemos a pensar detenidamente, rápidamente vincularemos este día con la reciente tradición norteamericana y sin embargo es posible que su germen se encuentre mucho más cercano a nosotros, y no sea un producto importado anglosajón del consumismo que invade la actualidad de nuestro tiempo. En esta línea de investigación hemos podido averiguar que ya en el siglo IV a.C., en pleno corazón de la Beturia Céltica, se venían practicando este tipo de rituales que en esencia son el origen de lo que posteriormente se ha consolidado como la festividad de Halloween. Este tipo de celebración pagana era conocida con el nombre de “Samaín” o “Samonios” y suponía la entrada del invierno para todas las culturas de raigambre celta, la entrada a una nueva etapa oscura llena de misticismo, y el inicio que marcaba el nuevo año en el calendario celta. Tomando como base los escritos de Luis Berrocal Rangel, director de la excavación del Yacimiento Arqueológico de Capote y Doctor de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid, así como las evidencias materiales del propio Yacimiento Arqueológico de Capote hemos podido indagar y reflexionar sobre un hecho que puede tener un lazo directo con una de las celebraciones paganas con más auge de la actualidad. Para comenzar el estudio de vinculación entre el primitivo “Samaín” y el actual Halloween hemos comenzado analizando características y muestras materiales del Santuario de Capote (Higuera la Real, Badajoz), ya que serán estas evidencias arqueológicas las que nos llevan creer en una asociación en el tiempo de estos dos eventos lúdico-festivos. Santuario del Yacimiento Arqueológico de Capote, Higuera la Real, Badajoz. Centrándonos en el Santuario podemos decir que desde el punto de vista arquitectónico, se trata de una estancia de piedra abierta a la calle central por uno de sus cuatro lados. De estructura cuadrada y sobre-elevada considerablemente sobre el nivel del suelo, consta de un elemento focal, una mesa de piedra, que haría las funciones de altar. Alrededor de él se situaría un banco corrido adosado al muro en sus tres lados restantes y estaría destinado a una minoritaria élite social, que no superaría en ningún caso las veinte personas. Es posible que estuviera cubierto con algún tipo de cerramiento, posiblemente cañizo o retama. Su función no sería otra que proteger de las condiciones climatológicas adversas, el fuego, las vasijas y el resto de objetos depositados en el santuario. Orientado en dirección suroeste, muestra un dominio visual de las inmediaciones del castro, al mismo tiempo que permite divisar la puesta de Sol, el Ocaso, hecho que no queda exento de un exacerbado simbolismo si hablamos de creencias y rituales del mundo celta. Justo delante del santuario existiría un espacio abierto mucho mayor. Se trata de una superficie destinada a albergar al resto de la población (unas doscientas personas). Ésta carecería de derecho para sentarse en torno al altar, sin embargo formaría parte de los rituales propios del poblado, ocupando el espacio circundante alrededor del santuario. La destrucción del santuario acontecerá durante las primeras incursiones romanas en tierras lusitanas a comienzos del siglo II a.C. Será concretamente en el 152 a.C. cuando las tropas del pretor Marco Atilio arrasen la zona durante la toma de Nertóbriga, hecho que repercutirá notablemente en el devenir del poblado puesto que éste queda reducido a cenizas. Y aunque será posteriormente reconstruido, el santuario será tapiado intencionadamente, enterrando en él todos los objetos rituales que allí se encontraban. Nos encontramos, por tanto, ante un claro ejemplo de desacralización intencionada, en el que el altar pierde su función primitiva en un intento de superponer un nuevo poder militar a las costumbres celtas allí arraigadas. Santuario del Yacimiento Arqueológico de Capote, Higuera la Real, Badajoz. Una vez explicada de forma breve la singularidad del santuario de Capote, sería preciso señalar los rituales que en él tenían lugar. Es entonces cuando entran en juego festividades como las del “Samaín”. Si atendemos a la mitología celta, el “Samaín” o “Samonios” en el Calendario de Coligny, era la festividad celebrada el 1 de Noviembre que marcaba en inicio del nuevo año celta. El punto medio entre el otoño y el invierno, el inicio de la estación oscura y el día en el que los espíritus de los muertos venían a visitar a sus familiares, puesto que el alma no moría. Posteriormente con la llegada del Cristianismo se adaptará esta fecha al Día de Todos los Santos y al Día de los Difuntos. Siguiendo las interpretaciones del Jean Markale, en las comunidades celtas, como creemos que puede ser el caso de Capote, el “Samaín” era una festividad de obligada asistencia. Durante el “Samaín” se discutirían los asuntos políticos, económicos y religiosos relacionados con el poblado. Además se realizarían festines que tendrían como elementos centrales el consumo de carne y algún tipo de bebida autóctona, principalmente vino y cerveza. Parece ser que este tipo de actividades estarían limitadas a una clase dirigente dentro de cada poblado, aunque la verdad es que el ritual no está del todo bien conocido. De todos modos sería una fiesta que duraría de dos a tres días en las que el nuevo año renacería en el momento en que los druidas encendieran el nuevo fuego. Volviendo al caso de Capote, podemos señalar que no caben dudas acerca de que la estancia del altar era un lugar destinado a actividades políticas, sociales y por supuesto religiosas. El hallazgo de una gran cantidad de objetos rituales así lo confirman, a pesar de que la imagen del dios no se encuentre implícita en la definición dada para señalar las características del santuario. De todos modos, gracias al conjunto de restos hallados en la zona del altar durante las excavaciones, podemos reproducir con bastante exactitud el ritual llevado a cabo por los habitantes de Capote en los momentos previos a su destrucción. A juzgar por el número de restos podemos afirmar que se sacrificaron 23 ó 24 animales, posiblemente agrupados en conjuntos (6 bóvidos, 3 équidos, 5 ovi-caprinos, 2 ciervos, 5 cerdos y 2 jabalíes). El sacrificio se realizaría sobre el altar. En él se separarían las cabezas y las pezuñas de los animales, de menor aprovechamiento cárnico, de los troncos y cuartos traseros, que eran distribuidos de forma equitativa entre la población que aguardaba expectante entorno al santuario. Antes de su consumo se realizaría algún tipo de asado o chamuscamiento de las piezas cárnicas en una serie de hogueras distribuidas a lo largo del espacio situado delante del santuario. Esta ingesta de carne debió de estar acompañada de algún tipo de bebida, como prueba el prolífero hallazgo de copas y recipientes en la zona del altar. Es posible que, ante la escasa tradición vinícola de la zona, los habitantes de Capote consumiesen algún tipo de cerveza de fabricación local durante la celebración de este tipo de festividades. Es importante señalar que a pesar de no haberse documentado, es muy probable que este festín estuviera acompañado de algún tipo de alimento vegetal como pudieran ser bellotas, tortas de trigo o cebada. Calle Central y Santuario del Yacimiento Arqueológico de Capote, Higuera la Real, Badajoz. Es importante matizar que las muestras del último ritual celebrado en Capote pudieron no corresponder con la celebración del nuevo año celta propio de la festividad del “Samaín”, sino que fuera un festín excepcional ante el inminente ataque exterior al castro. De esta manera se fortalecería la moral de los combatientes ante el ataque romano y explicaría los indicios que apuntan el abandono súbito del santuario. De una forma u otra es posible llegar a la conclusión de que el actual Halloween puede tener una vinculación directa con el primitivo “Samaín”, ya que el denominador común de ambas celebraciones es la conexión directa entre el mundo de los vivos y el mundo de ultratumba. Y que queda patente en los restos arqueológicos hallados en el Yacimiento Arqueológico de Capote. Además, el simbolismo explícito que supone la coincidencia de fechas de las celebraciones, es un hecho que demuestra que el lazo de unión de ambos eventos es más que evidente. De todos modos debemos tener en cuenta la evolución que ha experimentado a lo largo de los años el Halloween actual, así como la impronta heredada procedente de la cultura norteamericana, que ha contribuido a modificar sustancialmente la índole de un rito que en su origen difería bastante del carácter pagano-carnavalesco que ha adquirido en la actualidad. JOSÉ CARLOS GALLARDO GONZÁLEZ