PRINCIPAL > FORO VIRTUAL SOBRE LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GLOBALIZACIÓN Cuarto debate: El Tercer sector: La participación desde las redes sociales para reforzar el Estado de Bienestar. EL TERCER SECTOR: LA PARTICIPACIÓN DESDE LAS REDES SOCIALES PARA REFORZAR EL ESTADO DEL BIENESTAR PONENCIA De dónde venimos El modelo clásico de Estado de bienestar con el que asociamos nuestras democracias desarrolladas, protectoras de los derechos sociales, estaba basado en un reparto de funciones, a partes más o menos iguales, entre el mercado y las empresas privadas, por un lado, y el Estado y la Administración pública, por el otro. En los distintos mercados que forman la economía las personas tenían la posibilidad de actuar como consumidores, como trabajadores o como ahorradores. El Estado garantizaba nuestros derechos como ciudadanos, entre los que destacaban los derechos sociales: el derecho a la salud, a la educación o a la asistencia social, entre otros. La economía capitalista se encargaba de proporcionar crecimiento y riqueza, mientras que el Estado se encargaba de redistribuirla, fundamentalmente por medio de las políticas públicas. Los cambios a los que debe enfrentarse este modelo Cambios importantes en el contexto económico y social, al menos en las últimas dos décadas, han hecho que el modelo de Estado de bienestar clásico deba ser repensado. Entre estos cambios, podemos destacar: 1. La globalización económica. Este proceso (ver debate 2) ha hecho que la escala de la economía y el campo de juego de las empresas sea ahora un único mercado capitalista global, mientras que el Estado sigue desarrollando sus políticas en su territorio nacional. Esto ha puesto en entredicho su capacidad para intervenir en la economía y regularla y, en consecuencia, su eficacia y su operatividad. Para poner un ejemplo paradigmático, la capacidad del Estado para hacer políticas fiscales es, con la globalización, menor que antes. 2. La irrupción del tercer sector como un actor social fundamental. Se habla de tercer sector por referencia a los otros dos sectores. Así, el Estado sería el primer sector, constituido por aquellas organizaciones públicas que se encargan del bien común (la Administración pública); el mercado sería el segundo sector, donde operan aquellas organizaciones privadas que buscan su bien particular, o con afán de lucro (las empresas); y el tercer sector estaría constituido por aquellas organizaciones que siendo privadas (como las empresas), tienen como finalidad la promoción del bien público (como la Administración pública) y, por lo tanto, son organizaciones privadas sin afán de lucro. 3. La exigencia de mayor participación por parte de la ciudadanía. En los últimas décadas se ha dado un fenómeno muy paradójico: por un lado, la democracia se ha extendido por todo el planeta, pasando a ser considerada como el único modelo político legítimo; por el otro, la democracia ha sufrido un proceso de pérdida de legitimidad en las sociedades en las que está instaurada. Ello se debe no tanto a un descrédito de la democracia como modelo en sí misma, sino a un descrédito de las estructuras características de la democracia representativa: instituciones, partidos políticos, clase política. En este sentido, los datos sociológicos apuntan a un aumento de la participación ciudadana en las más diversas formas de asociación cívica, al mismo tiempo que aumenta la desconfianza hacia las instituciones. Podemos hablar de una crisis de la representación, pero en ningún caso una crisis de la participación del ciudadano en la vida pública. Todo ello hace pensar en la voluntad –por parte de una ciudadanía más educada y más informada- de disponer de unos mecanismos institucionales más abiertos a la participación directa de los ciudadanos. Deshacer algunas confusiones Actualmente, el debate sobre el tercer sector y su lugar en nuestro modelo social, que hasta ahora llamábamos Estado del bienestar, y que algunos prefieren pasar a llamar “sociedad del bienestar” está muy vivo. Sin embargo, a causa de este mismo dinamismo, a menudo se produce una cierta confusión conceptual y terminológica ante la cual seguramente es bueno hacer algunas aclaraciones. a) El tercer sector lo identificamos, habitualmente, por aquellas organizaciones y entidades estables (con una personalidad jurídica y una estructura fija) que se dedican a la promoción del bien público y a la provisión de bienes sociales. Así, en principio forman el tercer sector las fundaciones, las asociaciones y las ONG. b) Los llamados movimientos sociales también son actores sociales no públicos que se dedican a la promoción del bien público. Sin embargo se diferencian del tercer sector por el hecho de que su función es la de sensibilizar y generar debate público, presionar las instituciones públicas para que decanten sus políticas en una u otra dirección, influir en la llamada “agenda” política y generar renovación ideológica. Para hacer un paralelismo, podríamos decir que así como las entidades del tercer sector tiene como interlocutor preferente a la Administración pública, los movimientos sociales tienen como destinatarios a los partidos políticos. c) Es habitual encontrar la llamada economía social (empresas cooperativas y demás fórmulas de empresas democráticas) incluida dentro del tercer sector. Sin embrago, a nuestro parecer es un error. La economía social, a diferencia del tercer sector, opera en el mercado. Es decir: tiene por fin producir bienes y servicios (igual que las empresas capitalistas), pero por medio de un tipo de empresa distinta de la sociedad capitalista clásica. En este sentido, si queremos mantener nuestra distinción entre tres sectores, la economía social vendría a Ciertamente, los contornos que distinguen estos distintos tipos de actores sociales entre sí (tercer sector, movimientos sociales, economía social) muchas veces son difusos o borrosos. Por este motivo, la misma clasificación que proponemos nosotros es, bien seguro, muy discutible. Sin embargo, creemos que es necesario llevar a cabo algún tipo de clarificación conceptual que nos permita saber de qué estamos hablando. Hacia donde queremos ir: una democracia participativa La evolución de nuestras democracias parece reclamar un aumento de la participación de los ciudadanos en las distintas esferas de la vida social. En los últimos años vemos un incremento del protagonismo de estos actores que disputan la esfera pública a aquellos otros actores (como la Administración pública o los partidos políticos) que hasta ahora habían gozado de ella en exclusividad, y la esfera privada a aquellos actores que la monopolizaban (las sociedades capitalistas). Como explica Joan Subirats: “Lo que está en juego hoy, no es un simple ejercicio de cómo mejorar las relaciones entre política y sociedad, o cómo lograr recuperar el control público de una economía que ha emprendido el vuelo. Las voces y las iniciativas que surgen, de manera aún fragmentaria y contradictoria, desde lo que no es puramente mercantil o político institucional, apuntan a formas de entender la ciudadanía y el protagonismo social desde nuevas bases. No se trata de seguir confiando en un desarrollo económico puramente mercantil que sea después compensado por lo social. No se trata sólo de mejorar los canales de relación entre sociedad y política. Las insatisfacciones y exigencias apuntan a formas de entender la sociedad de una manera radicalmente relacional. La actividad económica ha de entenderse siempre relacionada con el contexto social en el que se da, y por tanto no existe desarrollo económico sin desarrollo social. Los poderes públicos no son el centro o el vértice de las políticas de bienestar. El bienestar de la sociedad y de las personas que la componen, dependerá de entidades y redes comunitarias, de una pluralidad de intervenciones, en la que el papel de los poderes públicos vendrá determinado por su capacidad de relacionar intereses e iniciativas en torno de un bien común entendido como producto de ese mismo entramado relacional. Los seres humanos y sus relaciones sociales deberán ser cada vez más el centro de atención. La ciudadanía no podrá ser sólo el resultado de “más o mejor mercado” o de “más o mejor estado”. El punto de conexión será la calidad de vida, el reconocimiento de la persona en su globalidad, y su concreción en su capacidad de comunicación en las relaciones que tenga y pueda tener. La exclusión no puede ser entendida sólo como carencia de bienes o como desigualdad, sino también y sobre todo como aislamiento, como falta de entramado relacional, como falta de oportunidades de comunicarse e intervenir. Somos y seremos ciudadanos por nuestras relaciones, no por mera pertenencia o concesión. Reforzar nuestros vínculos sociales de confianza, reforzar nuestra comunicación-participación, nuestra articulación social y nuestra autonomía, nos hará más fuertes en esas nuevas formas de democracia y participación que se apuntan.” El horizonte que permitiría un mayor enriquecimiento de nuestras democracias es aquel en el que la sinergia y la complementariedad entre estos distintos actores en las distintas esferas en las que se encuentran cada uno de ellos, siempre con la voluntad de incrementar la participación ciudadana. Apuntamos tres campos en los que avanzar, todos ellos orientados en la misma dirección: a) El tercer sector es deseable que juegue un papel importante en el diseño y la implementación de las políticas públicas, así como en la prestación de los servicios sociales. Con esto apuntamos a un Estado del bienestar en el que trabajan, uno al lado del otro, la Administración pública y el tercer sector b) Los movimientos sociales es deseable que jueguen un papel activo en la creación de la agenda política, en la activación del debate público, en la dinamización ideológica de nuestras sociedades. Por ello, es necesario que sepan articularse con los partidos políticos, manteniendo su autonomía recíproca, evitando la mera rivalidad, por un lado, o la subordinación en uno u otro sentido, por el otro. Si se consigue, avanzaremos hacia un modelo de democracia más deliberativo y más abierta a la participación de los ciudadanos, auto-organizados como sociedad civil comprometida con el destino colectivo de sus sociedades. c) Las instituciones, en tanto que órganos de representación de los ciudadanos, deben abrir, en la medida de los factible, sus puertas a estos mismos ciudadanos. Todos aquellos mecanismos de democracia directa (consultas, referéndums, consejos sectoriales, presupuestos participativos, etc.) que puedan complementar y enriquecer los mecanismos ya conocidos de democracia representativa. Y aun deberíamos añadir dos fenómenos más que apuntan en la misma dirección, esto es, una sociedad más participativa. Es muy importante el rol que juegan actualmente, ante la opinión pública internacional, los movimientos sociales de alcance global (Fórums mundiales y regionales, ONG mundiales, movimiento por otra globalización, etc.) en la articulación de una sociedad civil internacional, que presiona para una democratización de la sociedad mundial y de sus instituciones. De la misma manera que el tercer sector aspira a crear un tejido público más participativo, y en este sentido puede ser entendido como un mecanismo de democratización de la Administración pública o del Estado, se podría considerar que la economía social aspira a jugar un papel análogo en relación con el mercado. La economía social permite la consideración del sistema económico como una realidad plural, en el que junto a una mayoría de empresas capitalistas, funcionan también empresas con una lógica social, democrática o participativa que permiten pensar en un tipo de mercado más igualitario. Virtudes y riesgos del tercer sector En los últimas décadas, el neoliberalismo ha generado un intenso debate sobre reducción del Estado y la debilitación de su función de regulación económica o de protección social. En muchas ocasiones, el debate sobre el papel del tercer sector en el marco del Estado del bienestar se ha visto mezclado con aquel otro debate. Desde una perspectiva comprometida con los derechos sociales, creemos que es necesario dar la bienvenida al tercer sector como actor indispensable de las políticas públicas; pero al mismo tiempo es necesario evitar una utilización de esta perspectiva para fines de privatización o debilitamiento de las políticas sociales y la redistribución de las oportunidades y de la riqueza. En este sentido, creemos necesario acabar esta ponencia señalando lo que a nuestro parecer son tanto las virtudes como los riesgos de la incorporación del tercer sector como un actor fundamental de nuestro modelo social. a. las virtudes: reforzar y mejorar las políticas sociales - El tercer sector puede hacer más eficiente el Estado del bienestar, en la medida en que la participación directa de la sociedad civil muchas veces proporciona un conocimiento más ajustado de las situaciones a tratar, así como un uso más racional de los recursos. - El tercer sector es a menudo menos burocrático que la Administración pública; tiene más capacidad para adaptarse con flexibilidad a las distintas realidades sociales. Muchas veces, por rigidez la Administración pública trata como casos iguales casos que son distintos, lo cual, bajo la apariencia de igualdad, genera inequidades injustas. - El tercer sector puede generar un modelo de atención social más próximo a los ciudadanos; y la proximidad es una de las demandas más recurrentes por parte de las sociedades democráticas de hoy. - El tercer sector puede permitir que el sentimiento de los ciudadanos para con los bienes públicos sea más de corresponsabilidad que de mera exigencia. En este sentido, permite articular un espíritu cívico que centra la vida democrática más en el deber de ser solidario que en el derecho a ser asistido. Esto nos permite imaginar un modelo de Estado social más participativo y menos clientelar. b. los riesgos - Hay que evitar que el tercer sector se convierta en una manera de evitar que el Estado se saque responsabilidades de encima. En este sentido, el riesgo es que la incorporación del tercer sector se convierta en una forma encubierta de privatización o adelgazamiento del Estado del bienestar y de las políticas sociales. - Hay que tener en cuenta que el tercer sector, muchas veces, se basa en el trabajo voluntario. Hay según qué tareas propias de las políticas públicas y sociales que no se pueden dejar en manos de “no profesionales”. - Hay que valorar, también, que el tercer sector muchas veces depende de la financiación de las bases sociales de las asociaciones y fundaciones (socios, donantes, patronos, etc.) . En este sentido, esta financiación puede ser mucho menos estable que la financiación propia del Estado, que depende de los impuestos de los ciudadanos. No podemos dejar según qué responsabilidades y compromisos a la voluntariedad de los donantes de las asociaciones o de las fundaciones, sino que hay que asegurarla con la obligatoriedad de los impuestos de todos. - Cuando la financiación del tercer sector está muy vinculada muy estrechamente a la empresa privada (como es el caso de muchas fundaciones), el tercer sector está amenazado de falta de independencia respecto de los actores empresariales y del mercado. En este sentido, el tercer sector puede que no sea realmente independiente (aunque el esponsoraje privado no tiene porque suponer necesariamente ser una merma de la independencia). Este es otro riesgo a tener muy en cuenta, cuando nuestro objetivo es conseguir una sociedad más cohesionada y menos dominada por los poderes económicos privados. - Si la financiación del tercer sector no proviene ni de la empresa privada ni de su propia base social, en este caso las Administraciones públicas acostumbran a ser el financiador principal. Este es otro riesgo importante de cara a la independencia de las entidades del tercer sector, que pueden tener una dependencia del poder político, y no ser realmente organizaciones “no gubernamentales”. 5 PREGUNTAS para el DEBATE ¿Crees que el Estado del bienestar tendría que estar basado fundamentalmente en el tercer sector? ¿Crees que la entrada del tercer sector en la prestación de las políticas públicas es una forma encubierta de privatización del Estado del bienestar? ¿Crees que el tercer sector debería estar formado fundamentalmente por trabajo profesional, por trabajo voluntario o por ambos? ¿Crees que es esponsoraje privada del tercer sector lo convierte en un rehén de las empresas privadas? ¿Crees que la financiación pública del tercer sector lo convierte en un rehén de los partidos políticos? Participaciones en el debate Tercer sector: compromiso social y gestión de calidad Añadiría a las interesantes aportaciones de Toni Comín sobre el tercer sector las siguientes reflexiones. Las ONG no tienen finalidad lucrativa, que es lo que les diferencia de las empresas privadas; a su vez no pretenden conseguir poder, como los partidos políticos. Su misión específica es atender demandas sociales y para realizar bien su trabajo necesitan combinar el compromiso social y la gestión de calidad. Las ONG constituían históricamente un sector donde había mucho voluntarismo. En los últimos años la situación ha mejorado, hay preocupación por profesionalizar, por mejorar la gestión, y la introducción de sistemas de calidad se inscribe en ese proceso. Las ONG lo que están haciendo es adaptar toda la sistemática de calidad empresarial a los valores propios de las ONG. La cultura de la calidad de las ONG defiende la conciliación de los puntos fuertes de las ONG, su compromiso social, su actuación desinteresada, su proximidad a los desfavorecidos con el trabajo bien hecho, con el compromiso con la calidad, con la satisfacción de los clientes, sin abandonar sus valores y señas de identidad. De esta forma las ONG refuerzan sus propias singularidades y mejoran la eficacia de su trabajo. Paco Cánovas (Madrid) Renovar el voluntariado Creo que en la ponencia se resalta poco el papel del voluntariado. Quisiera decir que hay que promover iniciativas específicas en el Tercer Sector, renovando en profundidad las líneas tradicionales de trabajo voluntario. La gestión de los recursos humanos procedentes del voluntariado debe ser mejorada sustancialmente. Los voluntarios, por lo demás, deben estar perfectamente informados de los aspectos esenciales del funcionamiento y las actividades de las ONG y de sus compromisos. Desde mi experiencia el papel del voluntariado es fundamental. J. Ustrell (Barcelona)