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"ME HUELE AQUÍ A MUERTE"
Oscar Hugo Montagno Ortega
Para 1861 México seguía sin estar en paz. Pese a que había terminado la
Guerra de Reforma, seguía estando bajo un estado de guerra permanente ya
que el ejército conservador como tal había desaparecido, pero se convirtió en
varias gavillas que se mantenían en pie de lucha. Durante el mes de junio de
ese año, y en un periodo de 15 días, ocurrieron los asesinatos de Melchor
Ocampo y Santos Degollado. Fue tal la conmoción por la muerte de Ocampo,
que el 4 de junio de 1861 el Congreso declaró a Félix Zuloaga, Leonardo
Márquez, Tomás Mejía, José María Cobos, Juan Vicario, Lindoro Cajiga y
Manuel Lozada como fuera de la ley por considerarlos “culpables asesinos” del
ex ministro . Primero se envió a Santos Degollado para atrapar a los culpables y
vengar la muerte de Melchor Ocampo, pero éste murió en manos de las fuerzas
conservadoras que perseguía. Pasado esto, el ministro de Guerra de Benito
Juárez, Ignacio Zaragoza, comisionó a Leandro Valle para que se hiciera cargo
de una brigada que combatiría a Leonardo Márquez, el famoso “tigre de
Tacubaya”. A las primeras horas del 22 de junio, Leandro Valle salió de su casa
ubicada en el número 4 del Tercer Orden de San Agustín (hoy República de
Uruguay), montado en San Pedro (su caballo alazán tostado), vestido con traje
gris, luciendo la botonadura dorada, fieltro negro, botas federicas (de montar), el
pelo a rape y barbilampiño y, sobre todo, radiante de gloria y muy joven. Iba a la
cabeza de los batallones Zacatecas y Moctezuma y con unas fuerzas que él
consideraba suficientes para exterminar a las fuerzas de Márquez. Antes de
partir, casi como una funesta premonición, Valle se había despedido de la que
pronto sería su esposa, la señora Luisa Jáuregui de Cipriani, a quien le prometió
la victoria. Antes pasaría a ver su madre doña Ignacia para despedirse. “Tal vez
no nos veamos más. ¡Quién sabe si me ahorquen, madre mía!”. Acto seguido se
echó a sus brazos. Su madre era una creyente fervorosa y le colgó un relicario
de la Virgen de los Remedios. “No, no quiero –le dijo a su madre-. Dirán que una
cosa creo y otra predico”. “Mira Leandro, hazlo por mí”, le pidió. Después de eso
partió rumbo a Toluca para ver al Gral. González Ortega y unirse a ellas para
atacar a los conservadores; pero antes se tenía que reunir con Tomás O’Horan
en el histórico Monte de las Cruces, y allí el General José María Arteaga se
encontraría con ellos desde otro punto. El encuentro Sin embargo, ese mismo
día 22 pero en la noche, Márquez y Zuloaga se entraron en Atlalulco de que
O’Horan y Valle saldrían a combatirlos, y adelantándoseles, marcharon toda la
noche del 23 para encontrarlos en el Monte de las Cruces. Allí tomaron por
sorpresa a Leandro Valle, quien se topó con que las fuerzas de conservadoras
eran más y estaban mejor organizadas que las suyas. A las diez y media de la
mañana las avanzadas de la caballería de los coroneles Almancia y Juan Silva
atacaran a las de Valle en "la Maroma". Luego Márquez ordenó cargar y se
enfrascaron en un violento combate que duraría hasta cerca de la una de la
tarde, en la que Valle, sitiado, en la loma y con sus tropas muertas o en
desbandada, formó cuadro. Debilitado el flanco izquierdo de los batallones
Moctezuma y 2º de Zacatecas, hizo triangulo de resistencia y a continuación en
zigzag a bayoneta calada. Sin embargo vio que no tenía remedio su situación,
montó a San Pedro y rompió el sitio. Un piquete de la caballería enemiga lo
persiguió y le dio alcance en Santa Fe. Lindoro Cajiga y Jiménez Mendizábal lo
llevaron preso ante Márquez y Zuloaga. Se acercó con mucha tranquilidad, tanta
que iba fumando un puro mientras los gritos de ¡mátenlo! Y ¡muera el pelón! Lo
seguían. “Supongo que a éste sí lo fusilaremos”, le dijo Leonardo Márquez a
Félix Zuloaga. “A éste sí, porque lo hemos cogido con las armas en la mano”.
Márquez inmediatamente dio la siguiente orden: “Ejercito Nacional.- General en
Jefe.- Leonardo Márquez, General en jefe de este ejército, ordeno al capitán de
Ingenieros que pertenece a mi Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga, se
encargará de pasar por las armas al traidor a la patria D. Leandro Valle, el cual
será fusilado por las espaldas, para lo cual se le dejará media hora para que
disponga, y después e haberle fusilado que se le ponga en un paraje público
para escarmiento e los traidores, para lo cual pedirá en el escuadrón de
Exploradores Valle, doce hombres al comandante D. francisco Aldana. 23 de
junio de 1861”. El fusilamiento Cajiga y Mendizábal cargaron a la derecha del
camino con el preso y en un monte hicieron alto. “Por orden el general Márquez,
tiene media hora para disponerse”, dijo un ayudante. “Hace bien Márquez
porque yo no le hubiera dado ni tres minutos”, contestó Valle. Empezando los
preparativos del fusilamiento, ordenaron que se apeara de San Pedro,
permaneciendo allí cerca del tronco de un árbol. Cuando la escolta de infantería
esperaba la voz de mando, apareció el capitán que debía ejecutarlo, y al verlo
Valle, le dijo al capellán de la gavilla conservadora: “Padre, le regalo a usted mi
capa”. Sus botas de montar se las regaló al coronel Ismael Piña. Fue en ese
instante cuando apareció el general Miguel Negrete, quien se presentó ante
Leandro Valle. “Señor general, yo soy el general Miguel Negrete, por cuya
cabeza ha ofrecido usted mil pesos; hoy no quiero más que darle a usted un
abrazo”. “Con mucho gusto” contestó el sentenciado, regalándole su reloj como
recuerdo al general Negrete. El coronel Agustín Díaz le dijo: “Un antiguo
compañero de usted, de colegio, desea tener la misma satisfacción”. Valle le
abrió los brazos. Pasado esto le pidió al capitán que deseaba escribirle a su
familia. En un pliego de papel escribió: “En el Monte de las Cruces, junio 23 de
1861.- Padre y madre queridos. Hermanos todos. Voy a morir, porque esta es la
suerte de la guerra, y no se me hace conmigo más que lo que yo hubiera hecho
en igual caso; por manera que nada de odios, pues no es sino en justa
revancha. He cumplido siempre con mi deber; hermanos chicos, cumplan
ustedes, y que nuestro nombre sea honrado como el que yo he sabido conservar
hasta ahora. Padre y madre. A…esa carta, a mí, un eterno recuerdo. También
de ti me acuerdo Agus (su hermana Agustina), tú has sido mi madre también”.
“Confiésese usted”, le dijeron. “No, no me confieso”, contestó. El capellán se le
acercó para insistirle y Leandro Valle le dijo que perdía el tiempo y, quitándose el
relicario que le había dado su madre un día antes, le dijo a uno de tantos allí: “Le
suplico que entregue usted a la señora Ignacia Martínez este bejuco y este
relicario, que no es milagroso”. Cuando vio que lo fusilarían de espaldas
manifestó su indignación diciendo: “¿Por qué me han de fusilar de espaldas si
no soy traidor?”. Al saber que la orden era terminante dio al espalda al pelotón, y
dijo: “Lo mismo da morir por delante que por detrás”. Después de la ejecución,
Márquez mandó colgar el cadáver de un árbol. Conocida la noticia, el general
Felipe Berriozabal mandó por el cadáver a O’Horan, quien lo halló con un letrero
que decía “Jefe del comité de salud pública”; a los pocos metros y en la misma
postura, fue hallado el cadáver de su ayudante Aquiles Colín. Su madre supo de
su muerte el 28 de junio y durante muchos años mantuvo la camisa
ensangrentada de su hijo guardada en un armario, como recuerdo. Aunque
como le confesó al periodista Ángel Pola unos 32 años después del deceso,
nunca abría ese armario porque no le era posible siquiera verla. El periódico El
Monitor Republicano reprodujo la siguiente descripción de cadáver: "El cuerpo
está horriblemente desfigurado. Fue fusilado por detrás, y se conoce que se hizo
fuego a quemarropa, pues tiene enteramente chamuscado el pelo de la nuca.
Dos balas le rompieron completamente los parietales y el frontal, vaciándoles los
sesos y abriendo toda la parte superior de la cabeza. La frente quedó con una
forma irregular. Otra bala, penetrando por la nuca salió por la quijada inferior,
rompiendo todos los dientes. En el pecho tiene tres balazos que penetraron por
la espalda. los facultativos que recibieron ayer el cadáver le extrajeron una bala
de fusil. Tiene los brazos levantados; y se conoce que el cuerpo, tibio aún, fue
colgado de un árbol. cuando llegó el cadáver venía con calzones, en mangas de
camisa y sin zapatos; traía una chaqueta de paño, hecha pedazos; toda la
camisa está empapada en sangre. El rostro del cadáver aunque desfigurado y
hecho pedazos, conserva aún la sonrisa con que el héroe murió. Esta
circunstancia llama la atención de todos." El día que se publicó la nota se le dio
sepultura con honores militares en el panteón de San Fernando. Hoy día sus
restos se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres. Cuando llegó
Leandro Valle al Monte de las Cruces, dijo: "Me huele aquí a muerte".
Efectivamente, sólo que por desgracia fue su propia muerte.
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