El 19 de marzo de 2012, Natalia Guerra supo que estaba embarazada. “(‘Antares’) me dijo que tomara unas hierbas abortivas, por si acaso”, declaró Guerra. Después de que dos test salieran positivos, “Antares” le pidió que inventara una excusa para desaparecer por nueve meses. Natalia les contó a su familia y amigos que recorrería Latinoamérica y desde una casa arrendada en Los Andes, subió fotos de los supuestos países que estaba visitando. En todo ese tiempo, Carolina Vargas, la pareja de Undurraga, la acompañó. “Carolina me encerraba y guardaba la llave. Yo estaba sola todo el día, porque Carolina trabajaba. ‘Antares’ me mandaba mails siempre, diciéndome que auto, me llevó donde ‘Antares’, llegamos donde estaba él, y había fuego. Y ahí no me acuerdo exactamente lo que pasó. Yo llevé a la guagua, lo sé. No sé si lo dejé en la tablita o ‘Antares’ me lo quitó. Yo no me podía agachar. Pablo me llevó a otro lado, y no lo vi más. ‘Antares’ llamó a Pablo para echarle leña al fuego, yo me quedé llorando en la camioneta”. Pero en el informe psiquiátrico posterior limita su participación a amarrarle los pies y las manos al recién nacido. Dice que fue incapaz de hacerle nada más y que estuvo dos semanas sin saber qué le había pasado a su hijo. El abogado querellante dice: “No se encontraba absolutamente privada de razón, ya se a su hija. Por eso le pidió a su hermano que le diera trabajo en GAASA, su oficina de arquitectura cerca de Escuela Militar. Eso, al menos, es lo que recuerda un empleado del lugar. Natalia comenzó en febrero. Le pidieron que ordenara el archivo. Una persona que la vio allí dice que “lo que más me llamó la atención, y rechazo, es que teníamos una niñita que estaba todo el día sonriendo y riéndose. Hoy, el personal de la oficina no puede entender que una persona que haya estado tan aislada esté todo el día con ataques de risa”. Su padre la pasaba a buscar en las tardes, hasta que Natalia renunció. Dijo que había encontrado un lugar donde le pagaban mejor. Se fue, cuenta el mismo dió contarle toda la verdad. El día siguiente declaró ante la policía. Fue detenida una semana después. Ella no predijo eso: se considera una víctima. Para el abogado querellante, Esteban Elórtegui, que Guerra recuerde estos hechos con precisión demuestra que tuvo momentos lúcidos dentro de la secta. “No consta que se encontrara perdida en el tiempo y el espacio; más bien, de acuerdo a sus declaraciones, es posible constatar que sabía dónde se encontraba, con quiénes estaba, que formaba parte de una agrupación que tenía ciertas prácticas”. Natalia Guerra y el resto de las integrantes de la secta pasaron dos días en la Cárcel de Alta Seguridad de Valparaíso, pero CUANDO SUS PADRES LE PREGUNTARON A NATALIA GUERRA SI TUVO UN HIJO, ELLA DIJO QUE SÍ, que conoció a un surfista y que él se quedó con la guagua en Los Andes. gracias a mí él estaba mejor, que era una guerrera impecable y que no fuera egocéntrica pensando que quería salir”, contó Guerra en la investigación. El bebé nació el 21 de noviembre de 2012. Pesó 3,48 kilos y midió 51 centímetros. En un infor me realizado por un psiquiatra contratado por su propia defensa, Natalia Guerra fue explícita sobre sus responsabilidades: “Le quité los chanchitos (a su hijo) y (Pablo Undurraga) me pidió que lo amarrara de pies y manos. Yo lo desvestí, y cuando Pablo volvió, yo solo le puse la cinta en las patitas. No podía ponerle en otras partes. Pablo lo tomó y lo hizo él. Me hizo bajar del 14 W que no sigue todas las órdenes emanadas por ‘Antares’ respecto de su hijo. Alguien privada de razón no se detiene a meditar”. El fiscal añade: “En cada uno de estos informes empieza a variar su discurso”. La confesión El 21 de diciembre no se acabó el mundo. Los seguidores de “Antares” lentamente comenzaron a despertar e intentaron retomar una vida más normal. Natalia Guerra pasó la Navidad con su familia y el 10 de enero le escribió un correo a su padre pidiéndole que le ayudara a conseguir trabajo en Santiago. Gustavo Guerra tomó eso como una forma de volver a acercar- funcionario, sin despedirse de su tío. No habían pasado tres meses desde el asesinato de su hijo. En la primera quincena de enero de 2013, dos integrantes de la PDI llegaron a la casa de Ana María Jequier. Tenían una denuncia anónima que decía que Natalia estaba embarazada del líder de la secta, pero no sabían si había abortado. Según el expediente, cuando sus padres le preguntaron a Natalia Guerra si tuvo un hijo, ella dijo que sí, que conoció a un surfista y que él se quedó con la guagua en Los Andes. La mamá insistió con el tema de su hijo y la llevó a un psicólogo, 18 años después de su primera consulta. El 17 de abril Natalia, acorralada, deci- Gendarmería los derivó al Centro de Detención Preventiva de San Miguel, para resguardar su seguridad. “Ella estaba muy mal, la primera entrevista prácticamente no se pudo realizar porque no paraba de llorar”, recuerda su abogado Claudio Pérez. En San Miguel, Natalia compartió pieza con sus compañeras de la secta, dibujó, tejió y leyó novelas. La visitó continuamente su familia. El 9 de enero de 2014 fue trasladada al Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz. Su ingreso fue por una “posible enfermedad en estudio”, pero no recibió medicamentos. Los primeros días estuvo engrillada. Dos gendarmes la vigilaban dentro de la pieza y otros dos afuera. “Un día estaba