ENCUENTROS EN VERINES 2005 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) El Quijote en la literatura gallega actual José María Paz Gago. Los escritores españoles descubrieron tarde, muy tarde, a Cervantes y fueron los últimos europeos en atisbar la trascendental importancia del Quijote. El género que con este texto se inventaba, la novela moderna, sólo encontró continuidad dos siglos más tarde, de la mano de los escritores ingleses, los Fielding, Defoe, Sterne, Swit y compañía; los románticos alemanes desvelaron la trascendencia de la obra, pero serán franceses y rusos los que consolidarán el hallazgo literario de Cervantes como género por excelencia de la modernidad. En esa senda de la escritura realista, cabe a Galdós el mérito de haber reincorporado la inigualable herencia cervantina a nuestras letras, tarea en la que le seguirán Doña Emilia o Clarín. El III Centenario de la novela sirvió para que los intelectuales y escritores españoles pensasen sobre el Quijote (Azorín, Unamuno, Ortega) e incluso para que algunos españoles de a pié se acercasen a su lectura, en ediciones quizás deficientes pero en todo caso dignas, al contrario de lo que ha ocurrido, fatalmente, en este IV Centenario. De forma sorprendente, una edición ha acaparado todos los apoyos institucionales y políticos, sociales y académicos, aunque el texto que ofrece esta edición aclamada, proclamada, publicitada y cacareada por las instituciones y los medios informativos, los ministerios y las academias, es simple y llanamente espúreo; un texto falso y falseado que traiciona con alevosía la princeps y las restantes primeras ediciones de la novela, además de contradecir a la mejor tradición textual del relato cervantino… Si siempre el infortunio persiguió a Cervantes, en este IV Centenario, que debía haberlo homenajeado y celebrado como se debe, con una lectura más pausada y más profunda de su obra auténtica , le ha deparado lo peor: un nuevo Avellaneda que lo suplanta y lo falsifica. Entre los novelistas españoles actuales, Cervantes parece, sin duda, haber calado a fondo, al menos en algunos de ellos: si la huella cervantina es demasiado explícita en ciertas novelas de Muñoz Molina, Andrés Trapiello ha sabido dar una nueva continuación al Quijote, con ingenio e imaginación, después de haber buceado a través de la oscura biografía del escritor y no sin haber denunciado la impostura de la edición falsa con energía. Pero el más cervantino de los escritores españoles de hoy es sin duda, en mi opinión, Enrique Vila-Matas. Autor de uno de los textos narrativos más importantes del último cuarto de siglo, siempre en mi modesta y subjetiva opinión, El mal de Montano (2002), es narrado por una entidad multiforme, engañosa y heteróclita que se convierte en un nuevo Caballero Andante para luchar, no contra los libros de caballerías, sino contra los libros malos, contra la marea de literatura insustancial y banal que nos invade. Tal como señala explícitamente este nuevo narrador caballeresco: imaginé mi nombre y apellidos evocando, dentro de unos años, el recuerdo brutal de una crisis de la literatura que la humanidad habría superado –la imaginación, cuando es muy poderosa, tiene estas cosas- gracias a mi heroica conducta, Quijote lanza en ristre contra los enemigos de lo no literario (p. 62), frase equívoca o errata de imprenta incluidas. Paladín de la ironía cervantina, que lleva a sus últimas consecuencias humorísticas en París no acaba nunca (2003), Vila-Matas no sólo ha aprendido con inteligencia e imaginación la lección de Cervantes, sino que es uno de los pocos escritores que ha sabido ir más allá y hacer avanzar el género en la difícil senda cervantina. En la literatura gallega contemporánea, la tradición cervantina nos llega, como casi todo, a través de Cunqueiro. El mindoniense supo parodiar de nuevo, muy imaginativa y eclécticamente, diferentes tradiciones mítico-narrativas, y muy especialmente la materia de Bretaña, en Merlín e familia (1955 y 1968), libro trascendental que cumple este año su primera mitad de siglo, As Crónicas do Sochantre (1956) o en Se o vello Sinbad volvese ás illas (1961). Al igual que ocurre en el Quijote, los textos narrativos cunqueirianos escenifican una tensión constante entre lo mítico, lo maravilloso y lo realista, en su versión más prosaica, convirtiendo el juego de traspasar esas fronteras aparentemente infranqueables en el motor fundamental de una narración lúdica y paródica. En la senda cunqueiriana se inscribe precisamente la primera gran novela de Alfredo Conde, Xa vai o Griffon no vento (1984), relato premiadísimo que obtendría el primer Premio Nacional de Literatura para las letras gallegas.. Tanto en personajes como en estructura, los relatos de Alfredo Conde siguen fielmente la fórmula quijotesca: Como en las novelas intercaladas de la Primera Parte del Quijote, las tramas múltiples, realistas unas, oníricas o fantásticas otras, se entrelazan ya desde sus primeros relatos reunidos en Mementos de vivos (1974), al igual que ocurrirá en Breixo (1981), Memoria de Noa (1982) o en el ya citado Griffon. En ésta su obra maestra, Conde recurre con frecuencia al comentario metanarrativo e incluso metadescriptivo, de tanto sabor cervantino, tal como hace el narrador al cerrar el capítulo II: … subi-lo cuarto andar duna casa da que máis adiante non haberá máis remedio que falar. Subiu as pinas escaleirras, de non doada descrición, abriu a porta e entrou dereito ata o que facía as veces de cociña… (20002, p. 21). Si, como afirma Marthe Robert en sus iluminadores ensayos sobre el Quijote (Lo antiguo y lo nuevo. De don Quijote a Kafka, de 1963, y Novela de los orígenes y orígenes de la novela), el relato de Cervantes inaugura esas ficciones que ponen en primer plano las relaciones contradictorias del individuo con el mundo, la novela de aventuras que representa la historia de un fracaso constante, de una soledad extrema; son así exactamente los personajes que protagonizan las historias de Alfredo Conde, siempre víctimas de la soledad, individuos en lucha con su entorno social como el Martiño Abalo de Xa vai o Griffon no vento (1984) o el moribundo y solitario Marqués de Sargadelos en Azul Cobalto (2002). Poeta de reconocidísima trayectoria, Ramiro Fonte tiene ya en su haber, sin embargo, una dilatada obra narrativa que llega a su culminación en una trilogía autobiográfica en la que Fonte recrea los paisajes y los paisanajes de su infancia en la villa marinera de Pontedeume. La segunda entrega de esta especie de diario literario, Os ollos da ponte (2004), contiene un espléndido homenaje, estilístico y argumental, a Cervantes y a su Quijote, novela continuamente citada a lo largo de las casi trescientas cincuenta páginas de un narración tan lúcida como poética. Llamadas de atención al lector, comentarios metanarrativos o alusiones del narrador a su propia función salpican un relato memorialístico que sorprende por su tono poético y por la claridad de una prosa casi límpida: Desde capítulos o párrafos que terminan con un Deixémolo aquí (p. 22), personajes cuyo nombre no se cita pero se deja para más adelante … e quen axiña se verá (p. 31), hasta el también literalmente cervantino Pero imos ó conto (p. 70) que tanto recuerda a don Quijote pidiendo al cabrero que prosiga su cuento. En el tercer capítulo llega el homenaje explícito al Quijote, cuando el narrador rememora la lectura escolar de la novela cervantina (pp. 87 y ss.), y no con demasiado entusiasmo, dicho sea de paso. En estas páginas inspiradísimas, la evocación infantil de una lectura quizás demasiado temprana y rutinaria del Quijote puede llevarnos a repensar, a partir de la propia experiencia de cada uno de nosotros, la conveniencia de leer, sí, a ciencia y a conciencia el texto narrativo más trascendental de la literatura universal, pero de leerlo de una forma adecuada y, sobre todo, a su debido tiempo, para evitar los males mayores que, con ternura y humor, provocaron emociones enconradas en aquel sensible colegial de Os ollos da ponte. No todos los frutos de los fastos y celebraciones del IV Centenario del Quijote van a ser negativos., y esta reunión de Verines, con una reflexión sosegada sobre la huella cervantina en la literatura española actual, lo prueba. Gracias a la feliz iniciativa de un periódico gallego, La Voz de Galicia, escritores gallegos de distintas generaciones y tendencias, de Darío Xohán Cabanas, Marilar Aleixandre o Siro a Rosa Aneiros, Ángel de la Cruz o An Alfaya, nos han regalado este mes de agosto de 2005, con breves narraciones cervantinas, esbozos fragmentarios de nuevos capítulos quijotescos. Estos Relatos de verán han deparado sorprendentes e imaginativas recreaciones galaicas de la primera novela moderna, desde el Breve discurso da idade de ouro, en un bellísimo gallego arcaizante de nuestro traductor del Dante, a la interpretación postmoderna de la aventura de los molinos de Rosa Aneiros; del lirimo que impregna O fidalgo do Pazo de Laiovento de Marica Campo a la dura versión de Fran Alonso, Dulcinea, en clave de novela negra. Con estilo contundente e imaginación, los escritores gallegos han tomado la palabra… de Cervantes.