Relataré aproximaciones a mi memoria, que es un testigo poco confiable. Espero no molestar con mis omisiones y, en particular, que no se arrepientan. La prensa otorga prestigios bien habidos, dudosos, defendibles e impresentables. Recalcando lo obvio, genera fortunas que muchas veces se dilapidan en tonterías, poderes transitorios o efímeros, y soberbias repetidas e incorregibles. Cuando estas peculiaridades se amalgaman, los resultados editoriales no son disimulados por los esfuerzos de integrantes talentosos; cuando se generan instrumentos volátiles presenciamos una raza en riesgo de extinción. Esta pandemia logró marginar la ética, fuente de la vida humana, que no es citada en los manuales de estilo de muchos medios, lo que conduce a recordarla como alguna oscura lengua muerta. Quienes luchan por su vigencia, arriesgan distanciamientos, acusaciones, difamaciones, la cárcel y hasta la muerte. El rango de periodista es muy elástico e incluye a quien crea, arriesga y hasta entrega su vida, como al simple delator, interesado en entretener individuos sin vida propia. Cito dos grandes periodistas: Homero Alsina Thevenet sugiere eliminar el Yo, el Nosotros, los signos de interrogación y admiración y los puntos suspensivos. Tomás Eloy Martínez recomienda: “En cada línea un dato, en cada párrafo una idea”. El dueño de la prosa, o de los dibujos, es, y seguirá siendo, el lector. El olvido de esta no tan elemental premisa genera facilismos irresponsables y somete a la profesión hasta transformarla en rehén de aventureros, tiranos y asesinos. Una cláusula del célebre informe “Nunca más” de la Comisión Nacional de Desaparecidos en Argentina, fue rotunda: “La sola posibilidad que se publicaran eventuales denuncias o que se dieran a conocer noticias acerca de lo que estaba ocurriendo fue vivido por el régimen como un peligro mayúsculo para la política de desaparición de personas que estaba en marcha. Había que hacer algo más que aplicar las insoslayables medidas de control sobre las voces opositoras o simplemente interesadas en trasmitir con aproximación objetiva los sucesos de la realidad. Había que hacer sentir a los que trabajan en el medio de prensa todo el peso del aparato terrorista, para desalentar de antemano el menor intento de crítica al gobierno, impedir así sea el menor indicio que confirmara públicamente la espantosa suerte reservada a las miles de víctimas de los cotidianos secuestros”. Para entender lo que sucedió en esos trágicos instantes no traté de observar el panorama desde otra latitud. Muchos creyeron tener la verdad revelada viviendo lejos, incluso cuando aplaudieron de manera unánime el salvaje golpe. La primera aproximación que me condujo al periodismo interpretativo fue leyendo “La Fusta”, una modesta publicación ilustrada únicamente por mi abuelo Hermenegildo Sábat. En una doble página, editada en 1901, bajo el título “Leyendo la Prensa” se observan sucesivos gestos y actitudes del entonces presidente uruguayo Juan Lindolfo Cuestas. Llama la atención la lectura de seis diarios, y, de manera descendente se lee desde "Excelentísimo Señor Presidente de la República” hasta “El Dictador”. En mis cándidos 6 o 7 años, no alcancé a entender cómo es posible calificar la misma persona con calificativos tan antagónicos. A los 72 años sigo observando situaciones paralelas o idénticas y conservo fresca la misma incomprensión. Mi desorientación se ampliaría a partir de mis incursiones en la música: una partitura soporta tantas lecturas e interpretaciones como lectores e intérpretes. Muchos virtuosos traviesos se animan, incluso a corregir pasajes originales. No existen relaciones entre la música y el periodismo salvo cuando interviene esa estirpe tan tenaz: los críticos. Citaré un modelo de concisión: durante la década del 30, el pianista Walter Gieseking visitó a su colega y también violinista Georges Enesco, con la intención de compartir una cena (y algunas copas). "No puedo", replicó Enesco. "Me comprometí con un alumno y lo acompañaré en un concierto". No importa, insistió Gieseking, "te daré vuelta las páginas de la partitura". Dos días después un diario de París publicó: "Nos hubiera gustado escuchar el piano por quien dio vuelta las páginas, el violín por quien tocó el piano y que diera vuelta las páginas quien tocó el violín". Las críticas son un servicio que los diarios brindan y que tanto orientan como desorientan. Algunos se conforman con su lectura y otros las ignoran. Durante un Festival de Cine en el balneario Punta del Este, en 1952, el presidente de la delegación italiana, un senador demócrata cristiano arengó durante una conferencia de prensa previa al estreno mundial de Humberto D., dirigida por Vittotio de Sica: "¡Questo é un film per voi, Critici!" Como corresponde, las opiniones fueron variadas. Hay y ha habido críticos temidos, frívolos, obsecuentes y venales; algunos han sido, además, grandes escritores, otros han desahogado sus frutraciones. Acá vale incluir una frase que entiendo anónima: "Un hombre inteligente se recupera pronto de una derrota. Un hombre mediocreo nunca se recupera de una victoria". José Echegaray logró una victoria a nivel mundial en 1903, obteniendo el primer Premio Nobel de Literatura concedido a un escritor español. Hoy es recordado, en Madrid, de dos maneras: un teatro lleva su nombre, así como una calle no distante de las Cortes. Otro Premio Nobel, Ramón del Valle Inclán, lo odiaba y lamentaba habitar en esa calle: "Me sorprende la eficiencia del Correo madrileño. Llegan las cartas a mi casa dirigidas a R. Del V. Inclán, Calle del Viejo Imbécil Número 5, y me las entregan". Otro que no lo debía querer fue Lepoldo Alas que firmaba sus críticas con el seudónimo. "Clarín". Un ejemplo de esa antipatía se popularizó con una quintilla. En Bombay dicen que hay Plaga de peste bubónica. Hoy estrena Echegaray y Clarín hace la crónica. Mejor estar en Bombay. El gran artista mexicano Diego Rivera andaba armado "para orientar a la crítica", y el notable músico Frank Zappa, décadas después y usando artillería gruesa, afirmó que un crítico de rock es alguien que no sabe escribir, entrevistando a alguien que no sabe hablar, para gente que no sabe leer". Un hombre que entendió lo que leyó fue Natalio Botana, el primer periodista moderno que hubo en Argentina. Su diario "Crítica" cobijó a Jorge Luis Borges y a Raúl González Tuñón; estimuló vanguardias literarias y pictóricas. Para decorar su casa convocó a David Alfaro Siqueiros. Alentaba periodistas jóvenes. Enterado de las condiciones de Miguel Petrone, uruguayo como él, lo convocó a la redacción y para intimidarlo, le ordenó que redactase una nota sobre Dios. Petrone, sin vacilar, lo apuró: "¿A favor o en contra? Botana lo incorporó de inmediato y Dios tuvo que hacer cola esperando otros candidatos. La idea del periodista que no vacila, es librepensador y recita de memoria a César Vallejo está un tanto devaluada; hubo un tiempo que los linotipistas eran casi todos anarquistas. Fue Felix Féneon, un anarquista respetado como crítico de arte quien redujo "les faits divers" a noticias de tres líneas: "Amor. En Mirecourt un teledor llamado Colas plantó una bala en la cabeza de la señorita Fleckenger y luego se inflingió un trato igualmente severo". Los juegos provocativos de Féneon, en 1906, influyeron en colegas y también en Pablo Picasso, que no recurrió a diarios anarquistas en sus "collages" aunque sacó partido de títulos que aún están vigentes: EL SUICIDIO DEL SEÑOR CHARDON SIGUE SIENDO UN MISTERIO La crónica policial siempre ha tenido gran electorado. Resulta curiosa la identificación con el color amarillo de toda la prensa que especula en ese sector inagotable con una de las primeras historietas, que se llamaba, por si existiesen dudas, "The Yellow Kid". De esta epidemia no se han salvado los diarios más grises: el color rojo cubre todo, por encima de guerras, ocupaciones e invasiones. Citaré algunos títulos que superan la flaqueza de la memoria. Un comerciante mató a otro asaltante. La muerte dataría de unos 30 a 60 días Enloqueció y mató 22 personas a sangre fría Hay gran optimismo respecto a este crimen Un periodista argentino, Augusto Martini arriesgó relatar un drama pasional con endecasílabos dignos de Lope de Vega utilizando el idioma lunfardo exclusivo de los delincuentes: La encontró en el bulín en otros brazos Sin embargo, canchero y sin cabrearse, Le dijo al tiburón: "Puede rajarse, El macho no es culpable en estos casos". Y al quedarse bien solo con la mina Buscó las alpargatas, y ya listo Murmuró cual si nada hubiera visto: "Cebame un par de mates, Catalina". La grela, jaboneada, le hizo caso El tipo saboreándose un buen faso La mateó, chamuyando de pavadas. Y luego, besuqueándole la frente, Con toda educación, amablemente, Le fajó treinta y cuatro puñaladas. A pesar de quejas y protestas envidiosas, pocos hicieron como Jorge Luis Borges para generar concisión en el barroco idioma castellano. También fue excelente periodista e investigador. Durante un fugaz encuentro con Ernesto Ponzio, genuino malevo conocido como el "El Pibe Ernesto" y autor de originales tangos, Borges aprovechó para indagar las razones de sus reiteradas condenas y reincidencias. Para que sus distinguido interlocutor no lo subestimase, Ponzio respondió: "Es cierto. Tengo varias entradas, pero todas por asesinatos": No había motivaciones políticas, es claro. Oscuras fueron la visión y las preguntas que hacían a Borges individuos incultos que pretendían sobrar al ciego de la calle Maipú. Después de escuchar una primera pregunta estúpida, que no contestó, el hijo de Leonor Acevedo sugirió a quien había invitado a entrar a su apartamento: "¡Por qué no me beneficia con su ausencia?" La ausencia de vida propia, repito, alienta publicaciones que se ocupan de otras personas sin vida idem, pero con notoriedad, anoréxica figura y posesiones diversas. Lo que a ellas les sucede traslada preocupaciones y ansiedades estimuladas por títulos alarmantes. Observemos lo que sucedió a una animadora de TV: Chocó Maru Botana y dio a luz un varón. Una demostración de sabiduría ofrecida por un lumpen en una revista del corazón: Todas las cosas que aprendí en la cárcel. Y para quienes se quejan, la verdad por diez pesos, al lado de una monumental modelo en bikini: La historia íntima de la guerrilla argentina. Investigar como reaccionan los medios y sus integrantes ante la misma noticia es un pasatiempo irrelevante y repetidas veces monótono y previsible. El conocimiento anticipado, la primicia que libera la competencia, la posibilidad cobarde madrugar con títulos catastróficos un terremoto social que duró ocho años, fue expuesto, a modo de santo y seña, en la edición vespertina de "La Razón" de Buenos Aires el 24 de marzo de 1976, horas antes del derrocamiento de María Estela Martínez de Perón: No hay noticias pero se esperan. Pocas veces el talento para titular se usó con fines tan sórdidos. Por encima y mucho más allá de finalidades despóticas, la razón de ser de nuestra profesión, aquello que nos diferencia de los animales, los mediocres, los obsecuentes y los aventureros es la muchas veces subestimada libertad. Cito finalmente a Eric Blair, nacido en la India en 1903 y conocido por todos como George Orwell: "Si la libertad significa algo, significa decirle a la gente lo que no quiere escuchar".