Doctrina del destino manifiesto

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Doctrina del destino manifiesto
Esta pintura (alrededor de 1872) pintada por John Gast, llamada El Progreso Estadounidense, es
una representación alegórica del Destino Manifiesto. En la escena, una mujer angelical (a veces
identificada como Columbia, una personificación del siglo XIX de Los Estados Unidos de América)
lleva la luz de la civilización hacia el oeste junto a los colonizadores, tendiendo líneas telegráficas y
líneas de ferrocarril mientras viaja. Los amerindios y animales salvajes huyen en la oscuridad del
«incivilizado» Oeste.
La doctrina del Destino manifiesto (en inglés, Manifest Destiny) es una frase e idea que expresa la
creencia en que los Estados Unidos de América (EE. UU.) está destinado a expandirse desde las
costas del Atlántico al Pacífico, también usado por los partidarios, o para justificar, otras
adquisiciones territoriales. Los partidarios del Destino manifiesto creen que la expansión no sólo
es buena sino también obvia (manifiesta) y certera (destino). Se le puede comparar con la teoría
del Lebensraum que impulsaban los nazis para justificar su expansión hacia el este de Europa y
Asia Central. La frase pasó a convertirse con el tiempo en un cliché, teniendo una connotación
ideológica y posterior doctrinaria.
Origen de la expresión
El origen del concepto del destino manifiesto se podría remontar por ejemplo hasta los primeros
colonos y granjeros llegados desde Inglaterra y Escocia al territorio de lo que más tarde serían los
Estados Unidos. En su mayoría eran de origen puritano y protestantes. Un ministro puritano de
nombre John Cotton, escribía en 1630:
Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como
el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso
tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos.
John L. O'Sullivan, dibujado en 1874, de joven fue un influyente columnista. Sin embargo hoy día
es generalmente recordado por su uso de la frase «El Destino manifiesto» para defender la
anexión de Texas y Oregón. Para remitirse a orígenes de debates de apropiación territorial, como
las que postula el Planisferio de Cantino, es posible extenderse a los orígenes del término Destino
manifiesto. Aparece por primera vez en el artículo Anexión del periodista John L. O'Sullivan,
publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, en el número de julio-agosto de 1845.
En él se decía:
El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha
sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y
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autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios
para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.
La segunda interpretación de O'Sullivan de la frase, se dio en una columna aparecida en el New
York Morning News, el 27 de diciembre de 1845, donde O'Sullivan refiriéndose a la disputa con
Gran Bretaña por Oregón, sostuvo que:
Y esta demanda esta basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el
continente que nos ha dado la providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad, y
autogobierno.
Utilizaciones posteriores
El historiador William E. Weeks ha puesto de manifiesto la existencia de tres temas utilizados por
los defensores del Destino Manifiesto:
1.
La virtud de las instituciones y los ciudadanos de EE. UU.
2.
La misión para extender estas instituciones, rehaciendo el mundo a imagen de los EE. UU.
3.
La decisión de Dios de encomendar a los EE. UU. la consecución de esa misión.
La descripción del presidente Abraham Lincoln de los Estados Unidos como «la última y mejor
esperanza sobre la faz de la Tierra» es una expresión muy conocida de esta idea. Lincoln era un
puritano, y gran conocedor de los preceptos bíblicos, sus discursos eran casi salmos de un carácter
muy convincente para los congresistas de la naciente república unificada.
A partir de este supuesto los Estados Unidos, anexan los territorio de Texas (1840), California
(1845) e invaden México (1846), en lo que sería la guerra México-Estados Unidos. Como
consecuencia, los Estados Unidos se apropian de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah
y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma, en total 2 millones 100 mil kilómetros cuadrados –el
55% del territorio mexicano de entonces– lo que se dio en llamar «la Cesión Mexicana». A cambio,
los Estados Unidos se comprometieron a pagar 15 millones de dólares.
Después, en muchas otras ocasiones, se ha citado este Destino manifiesto tanto a favor como en
contra de otras intervenciones militares. El término se reavivó en la década de 1890,
principalmente usada por los Republicanos, como una justificación teórica para la expansión
estadounidense fuera de América del Norte. También fue utilizado por los encargados de la
política exterior de EE. UU. en los inicios del siglo XX, algunos comentaristas consideran que
determinados aspectos de la Doctrina del Destino manifiesto, particularmente la creencia en una
«misión» estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continúa
teniendo una influencia en la ideología política estadounidense.
Uno de los ejemplos más claros de la influencia del concepto de Destino Manifiesto se puede
apreciar en la declaración del presidente Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904.
Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las
conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no
tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia
que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que,
en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el
hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase
«América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus
deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía
internacional.
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El Presidente Woodrow Wilson continuó la política de intervencionismo de EE. UU. en el Americas,
e intentó redefinir el Destino Manifiesto con una perspectiva mundial. Wilson llevó los Estados
Unidos a la Primera Guerra Mundial con el argumento de que «El mundo debe hacerse seguro
para la democracia». En 1920 en su mensaje al Congreso, después de la guerra, Wilson declaró:
...Yo pienso que todos nosotros comprendemos que ha llegado el día en que la Democracia está
sufriendo su última prueba. El Viejo Mundo simplemente está sufriendo ahora un rechazo obsceno
del principio de democracia (...). Éste es un tiempo en el que la Democracia debe demostrar su
pureza y su poder espiritual para prevalecer. Es ciertamente el destino manifiesto de los Estados
Unidos, realizar el esfuerzo por hacer que este espíritu prevalezca.
La versión de Wilson del Destino Manifiesto era un rechazo del expansionismo y un apoyo al
principio de libre determinación, dando énfasis a que Estados Unidos tenían como misión ser un
líder mundial para la causa de la democracia. Esta visión estadounidense de sí mismo como el líder
del mundo libre crecería más fuerte en el siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, en la guerra de Vietnam, esta idea de ser los estadounidenses un pueblo diferente a
los demás y perseguir unos ideales más elevados que la mera codicia o expansión demográfica, se
vio seriamente dañada por el hecho de apoyar a gobiernos dictatoriales, con generales que llegan
a proclamar en público su admiración por Hitler, realizar bombardeos masivos o cometer
matanzas contra la población civil indefensa. Otras publicaciones como Nam, Crónica de la guerra
de Vietnam van aún más lejos afirmando que la guerra del sureste asiático fue el fin de esta idea.
Aceptación y rechazo de la tesis del Destino Manifiesto
El Destino Manifiesto no fue una tesis abrazada por toda la sociedad estadounidense. Las
diferencias dentro del propio país acerca del objetivo y consecuencias de la política de expansión
determinaron su aceptación o resistencia.
Los estados del noreste creían mayoritariamente que Estados Unidos debía llevar su concepto de
“civilización” por todo el continente mediante expansión territorial. Además, para los intereses
comerciales estadounidenses, la expansión ofrecía grandes y lucrativos accesos a los mercados
extranjeros y permitía así competir en mejores condiciones con los británicos. El poseer puertos
en el Pacífico facilitaría el comercio con Asia.
Los estados del sur pretendían extender la esclavitud. Nuevos estados esclavistas reforzarían el
poder del sur en Washington y serviría también para colocar a la creciente población de esclavos.
Este conflicto norte-sur, se puso de manifiesto con la cuestión de la entrada de Texas en la Unión y
fue una de las principales causas de la futura Guerra de Secesión.
También había grupos políticos que veían peligrosa la extensión territorial desmesurada; creían
que su sistema político y la formación de una nación serían difícilmente aplicables en un territorio
tan extenso. Esta posición era defendida tanto por algunos líderes de los Whigs como por algunos
Demócratas-republicanos expansionistas, que discutían sobre cuanto territorio debía ir
adquiriéndose.
Otro punto de discusión fue el empleo de la fuerza. Algunos líderes políticos (cuyo máximo
exponente fue James K. Polk) no dudaban en intentar anexionarse el mayor territorio posible aún
a riesgo de desencadenar guerras (como de hecho pasó) con otras naciones. Otros se opusieron
(aunque tímidamente) al uso de la fuerza, basándose en que los beneficios de su sistema bastarían
por si solos para que los territorios se les unieran voluntariamente. Se puede decir que los propios
partidarios del Destino Manifiesto formaban un grupo heterogéneo y con diferentes intereses.
Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_del_destino_manifiesto
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redespertando.wordpress.com
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