LA POLÍTICA SECRETA DE LA ÚLTIMA DICTADURA ARGENTINA

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Abril
| 47
LA POLÍTICA SECRETA DE LA
ÚLTIMA DICTADURA ARGENTINA
(1976-1983), de Paula Canelo
Bs. As., Editorial Edhasa, 2016.
Eduardo Castilla
Redacción La Izquierda Diario.
El libro1 de Paula Canelo permite bucear en las múltiples discusiones que recorrieron las cúpulas militares durante el ciclo represivo iniciado en marzo de
1976. Constituye así una contribución más que interesante y, por eso mismo, recomendable.
El trabajo cuenta con fuentes valiosas. Se trata de
documentación oculta hasta hace muy poco tiempo2. Una parte son documentos que circularon en el
interior de la cúpula militar entre 1976 y 1979. Los
llamados Planes Políticos de la Dictadura dan cuenta
de proyectos –provenientes de diversos sectores de
las FF. AA.– que buscaban perpetuar el poder militar.
También pueden localizarse aportes de intelectuales
civiles estrechamente ligados al régimen3.
La segunda fuente de la que se nutre el libro son
las Actas Secretas de la Dictadura, que dan cuenta del temario de 280 reuniones formales realizadas
por la Junta Militar en el gobierno. Su estudio permite otear las principales preocupaciones de los jerarcas del Proceso.
Estas fuentes se completan con entrevistas, documentos públicos y prensa del período, ofreciendo un
amplio material para profundizar el tema.
Una interpretación desde lo político
Canelo se propondrá lograr “una interpretación política de la dictadura militar” con el fin de “complejizar las interpretaciones predominantes (…) que aquí
llamaremos ‘economicistas’, sin necesariamente negarlas”. Dirá que “es imprescindible recuperar como
clave interpretativa fundamental la autonomía de la
política” (p. 11). La autora señala que:
… la interpretación “economicista” afirma que
los objetivos económicos (…) explicarían todos
los demás objetivos del régimen militar (…) está estrechamente vinculada con la que enfatiza
el estudio de los civiles sobre el de los militares.
Ambas confluyen para proponer el predominio
del poder y los intereses socio-económicos de
minorías sociales definidas alternativamente como “grupos privilegiados”, “oligarquías”, como
monopolios, “grupos económicos”, etc. por sobre los de las Fuerzas Armadas (p. 32).
En el intento de contrarrestar una definición que
entiende como mecanicista, la autora enfatizará la
autonomía del grupo gobernante y, a partir de allí,
analizará en detalle las perspectivas y los límites de
los proyectos políticos esbozados por los grupos internos de las FF. AA.
Buceando en las internas
El trabajo ilustra las tensiones que recorrieron al
poder militar, entre un ala “dura” y un ala “politicista”, mediadas por un centro que era, esencialmente,
el que ejercía la conducción del Estado.
El libro muestra la existencia de un consenso global sobre la necesaria transición hacia un régimen
más estable, donde las FF. AA. pudieran ocupar un
lugar legitimado institucionalmente. Las tensiones
emergían a la hora de precisar las formas de esa
continuidad y la relación con los partidos políticos4.
En esa perspectiva Canelo señalará como una debilidad fundamental la ausencia de “síntesis ideológica” en las FF. AA. Esto intentará suplirse por una
serie de delicados mecanismos de equilibrio, en pos
de garantizar un reparto tripartito del poder, aunque
con primacía del Ejército.
Junto al objetivo de perpetuar su protagonismo en
el régimen, otro elemento logrará amalgamar a las
diferentes alas de las FF. AA.: la necesidad de ser reconocidos como “vencedores” de la llamada “guerra
contra la subversión”. Esto, que la autora define como “consenso antisubversivo”, será el pilar sobre el
cual exigir no ser juzgados por los crímenes cometidos5. Pero la imagen de “fuerzas victoriosas” será
barrida por la derrota militar en Malvinas.
Fracasos y razones
Como ya señalamos, el trabajo de Canelo planteará la hipótesis de la autonomía de los militares como
grupo gobernante en contraposición a lo que llama
análisis “economicistas”. Pero en sus conclusiones
se verá obligada a señalar que “la última dictadura
argentina se planteó objetivos mucho más ambiciosos de los que finalmente logró concretar. Especialmente sus descomunales objetivos políticos iniciales
tuvieron una pobre performance” (p. 230).
Para explicar este declive Canelo recurrirá, esencialmente, a las tensiones internas de las FF. AA. y a
la imposibilidad del régimen para dar “solución” a la
cuestión de los miles de desaparecidos6. Pero estos
aspectos, si bien correctos, tienden a extrapolarse
en el análisis de la autora. Ni la crisis social y económica, ni la creciente resistencia obrera y popular
a las consecuencias del plan económico, tienen peso como factores explicativos en el declive del régimen genocida.
Es imposible negar la autonomía de la gozaron
los militares como grupo gobernante, que llegaba al punto de que Emilio Massera, integrante de la
Junta Militar, criticaba abiertamente las consecuencias sociales del plan económico gubernamental. Sin
embargo, visto de conjunto, el Proceso impulsó un
genocidio de clase destinado a reorganizar el conjunto de las relaciones sociales en interés del gran capital imperialista y local. La brutalidad de sus métodos
estuvo definida por el poder social que debía enfrentar: una clase obrera altamente combativa, que cuestionaba a las direcciones burocráticas peronistas y
amenazaba a un gobierno del mismo signo político.
La explicación de Canelo, centrada en los factores de orden político, termina torciendo el fiel de la
balanza hacia un análisis relativamente unilateral,
donde el carácter de clase del genocidio queda desdibujado.
1. Las referencias a las páginas de esta edición del libro irán entre paréntesis.
2. Parte de los materiales fue descubierta “en el Edificio Cóndor de
la Fuerza Aérea en 2013, durante la realización de tareas de mantenimiento y limpieza”. Esto evidencia la multiplicidad de archivos
sobre el período aún ocultos. A pesar del constante pedido de los
organismos de DD. HH., el Estado mantiene en secreto gran parte
de esa documentación.
3. Los casos paradigmáticos son los del “socialista” Américo
Ghioldi y el abogado Jaime Perriaux.
4. Mientras el sector duro se negará a cualquier tipo de diálogo, el
ala politicista sostuvo estrechos vínculos con la UCR y varios partidos provinciales.
5. “Al ejercito vencedor no se lo enjuicia ni se le pide rendición de
cuentas luego de la guerra” (p.157), afirmará el general Harguindeguy en 1980, ilustrando la lógica que guiaba a los altos mandos militares.
6. Crisis que crecerá luego de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 1979.
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