Tema 10 la caridad política, la subsidiariedad

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Diócesis de Coria-Cáceres. Vicaría de Pastoral Social. Escuela de Doctrina Social de la iglesia
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LA CARIDAD POLÍTICA.
L A S UB S I DI ARI E DAD.
EL COMPROMISO
SOCIO-POLÍTICO
DE L L AI C O
“Si alguno dice: Amo a Dios y
aborrece a su hermano, es un
mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a
Dios, a quien no ve” (1 Jn 4,20).
LA CARIDAD POLÍTICA
La respuesta a un Dios que se ha
revelado en la historia como amor atento a
las circunstancias concretas en que viven
las personas, no puede ser otra que
hacernos afines a Él amando a quienes Él
ama y amándolos como Él los ama (Jn 13,
34-35), cada ser humano se hace semejante
a Dios en la medida en que se convierte en
alguien que ama. Esto es vivir la caridad,
vida de comunión con Dios y con los
demás. Precisamente porque se recibe de
Dios, la caridad se convierte en
mandamiento para el hombre. Es más, el
amor es la ley fundamental y el objetivo
esencial de la vida, es el vínculo de la
perfección que constituye el criterio
supremo y universal de toda la ética social.
“Hemos recibido de Él este
mandamiento: quien ama a Dios, ame
también a su hermano” (1 Jn 4,21).
“La afirmación de amar a Dios es en
realidad una mentira si el hombre se
cierra al prójimo o incluso lo odia. El
amor del prójimo es un camino para
encontrar también a Dios, cerrar los ojos
ante el prójimo nos convierte también en
ciegos ante Dios”… “Haciendo de ambos
un único precepto, ha unido este
mandamiento del amor a Dios con el amor
al prójimo. Y, puesto que es Dios quien nos
ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el
amor ya no es sólo un ´mandamiento´, sino
la respuesta al don del amor, con el cual
viene a nuestro encuentro” (DCE 16, 1).
Es imposible separar la relación que
hay de la persona con Dios y la
responsabilidad de aquella frente al
prójimo en cada situación histórica (Mc 12,
28-34; Mt 22, 39; CDSI 40; DCE 18; CCE
1878). Es más, existe una profunda
semejanza entre la unión de las personas
divinas y la fraternidad que los humanos
debemos instaurar entre nosotros (GS
24,3).
Por eso el amor abstracto, sin
ninguna manifestación concreta, no es
amor, porque el amor necesita siempre de
mediaciones:
(En la parábola del Buen Samaritano)
“Se universaliza el concepto de prójimo,
pero permaneciendo concreto. Aunque se
extienda a todos los hombres, el amor al
prójimo no se reduce a una actitud genérica
y abstracta, poco exigente en sí misma,
sino que requiere mi compromiso práctico
aquí y ahora… Se ha de recordar de modo
Los siguientes textos expresan con
rotundidad la implicación mutua e
inseparabilidad entre el amor a Dios y el
amor al prójimo:
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particular la gran parábola del Juicio final
(cf. Mt 25, 31-46), en el cual el amor se
convierte en el criterio para la decisión
definitiva sobre la valoración positiva o
negativa de una vida humana. Jesús se
identifica con los pobres: los hambrientos
y sedientos, los forasteros, los desnudos,
enfermos o encarcelados. « Cada vez que
lo hicisteis con uno de estos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis » (Mt 25,
40). Amor a Dios y amor al prójimo se
funden entre sí: en el más humilde
encontramos a Jesús mismo y en Jesús
encontramos a Dios” (DCE 15; cf DCE
31).
“En muchos aspectos, el prójimo que
tenemos que amar se presenta "en
sociedad", de modo que amarlo realmente,
socorrer su necesidad o su indigencia,
puede significar algo distinto del bien que
se le puede desear en el plano puramente
individual: amarlo en el plano social
significa, según las situaciones, servirse de
las mediaciones sociales para mejorar su
vida, o bien eliminar los factores sociales
que causan su indigencia. La obra de
misericordia con la que se responde aquí y
ahora a una necesidad real y urgente del
prójimo es, indudablemente, un acto de
caridad; pero es un acto de caridad
igualmente indispensable el esfuerzo
dirigido a organizar y estructurar la
sociedad de modo que el prójimo no tenga
que padecer la miseria" (CDSI 208).
Amor personal:
Se mide por la referencia al otro por
hacerse prójimo del otro, por entrar en
relación con el otro; prójimo es “otro yo”
(CCE 1931), aquél que Dios pone en el
camino de mi historia personal, “es
cualquiera que tenga necesidad de mi y
que yo pueda ayudar”… (DCE 15).
Es el amor del Buen Samaritano (Lc
10, 25-37), que responde a una necesidad
inmediata en una determinada situación; el
samaritano no se contentó con salir del
paso a medias: lo curó, lo vendó, lo cargó,
lo llevó a una posada y pagó todo lo
necesario; por tanto, es un corazón que ve
y actúa en consecuencia.
“…Es necesario que se muestre la
caridad no sólo como inspiradora de la
acción individual, sino también como
fuerza capaz de suscitar vías nuevas para
afrontar los problemas del mundo de hoy y
para renovar profundamente desde su
interior las estructuras, organizaciones
sociales y ordenamientos jurídicos. En esta
perspectiva la caridad se convierte en
caridad social y política: la caridad social
nos hace amar el bien común y nos lleva a
buscar efectivamente el bien de todas las
personas,
consideradas
no
sólo
individualmente, sino también en la
dimensión social que las une” (CDSI 207).
Amor social:
Tiene en cuenta a la persona en su
situación concreta, como ser social: sus
derechos y sus carencias para tener una
vida digna. Por eso el amor se concreta no
sólo mirando la persona como individuo,
sino en el conjunto de interrelaciones y
dependencias entre personas, ambientes y
estructuras que existen en la sociedad,
orientándolas al bien de todas las personas,
y participando en la construcción de la
justicia que les pertenece.
Esta es la manifestación del amor
político o caridad política:
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A la pregunta que hizo el doctor de la
Ley, “¿quién es mi prójimo?” (Lc 10,29),
podemos responder: “Fulano de tal, que no
tiene trabajo”, en tal caso la caridad se
manifestará en obras de asistencia y
promoción individual. Pero también
podemos responder: los cientos y miles de
parados que hay en nuestro país, las
multitudes hambrientas de los países del
sur… en tal caso la caridad se manifestará
por una acción política.
“El amor al prójimo y la justicia son
inseparables. El amor es ante todo
exigencia absoluta de la justicia, es decir,
reconocimiento de la dignidad y de los
derechos del prójimo. La justicia, por su
parte, no alcanza su plenitud interior sino
en el amor” (Sínodo de 1971).
“Para que ese ejercicio de la
caridad
sea
verdaderamente
extraordinario y aparezca como tal, es
necesario… que se satisfaga ante todo a
las exigencias de la justicia, y no se brinde
como ofrenda de caridad lo que ya se debe
por título de justicia” (AA 8 e).
“Vista la dimensión mundial que ha
adquirido la cuestión social, este amor
preferencial, con las decisiones que nos
inspira, no puede dejar de abarcar a las
inmensas muchedumbres de hambrientos,
mendigos, sin techo, sin cuidados médicos
y, sobre todo, sin esperanza de un futuro
mejor [...]. Nuestra vida cotidiana, así
como nuestras decisiones en el campo
político y económico, deben estar
marcadas por estas realidades” (SRS 42).
“La caridad que ama y sirve a la
persona no puede jamás ser separada de la
justicia: una y otra, cada una a su modo,
exigen el efectivo reconocimiento pleno de
los derechos de la persona, a la que está
ordenada la sociedad con todas sus
estructuras e instituciones” (CL 42).
Podríamos definir la caridad política
o socialmente mediada como la entrega de
la propia vida al servicio del prójimo, a
través de las instituciones que deben estar
orientadas al bien común, con una
preocupación especial por la defensa de los
pobres.
Aunque la caridad exige la
realización de la justicia, es preciso poner
de manifiesto que aquélla va mucho más
allá (cf. DCE 28; DV 12 c). Si la justicia
considera el prójimo como otro, la caridad
lo percibe como otro yo, se identifica con
él, con sus problemas y esperanzas. En este
sentido, la caridad pone ternura y
alimenta a la justicia, siendo enriquecida
por la vivencia de la misericordia (cf. DM
14), ya que es capaz de seguir avanzando
cuando se ha llegado al límite del terreno
propio de la justicia.
Esta vertiente “política” de la caridad
dirige el comportamiento cristiano hacia
horizontes de compromiso preferentemente
social, con las siguientes orientaciones:
* Superación de la dicotomía
justicia-caridad, pues la justicia es la
categoría totalizadora del empeño ético de
la caridad, como exigencia y como
contenido nuevo.
* Desprivatización de la moral, al
liberar a la caridad de su carácter idealista.
Únicamente puede ser garantía del “amor a
Dios” aquel “amor al prójimo” que sea real
y eficaz, sin encerrarse en una
consideración privatista de la existencia.
Tanto el amor como la justicia deben
estar presentes en quienes hemos re-nacido
de Dios. La primera carta de Juan afirma –
con muy poca diferencia entre ambas
frases- que “todo el que ama ha nacido de
Dios” (4,7) y que “todo el que obra la
justicia ha nacido de Él” (2,29).
* Recuperación de la fuerza
transformadora del amor, sin que sea
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apagada con falsos “universalismos”,
devolviendo a la caridad su fuerza de
cambio personal y estructural aplicándola a
todos los aspectos de la existencia.
Papa se apoya en la “reforma de las
costumbres”,
tanto
privadas
como
públicas, y la búsqueda de un orden basado
en los “principios más elevados y más
nobles: la justicia social y la caridad
social”, virtudes que no son sólo
personales, sino que explícitamente tienen
una pretensión política “construyendo un
orden social y jurídico, cuyo alma sea la
“caridad social” como forma de regular y
frenar la dictadura económica imperialista
que somete al mundo (QA 88). La caridad
“no sea nunca un sucedáneo de la justicia
que previamente se ha negado” (QA 137).
Para este proyecto el Papa pide el
protagonismo de los católicos en la vida
social, con un compromiso militante de los
miembros de la Acción Católica (QA 96).
Supone, por tanto, un esfuerzo de
transformación de las “estructuras de
pecado” (SRS 36-39), en las que han
cristalizado un sin número de injusticias
que repercuten sobre las personas, los
ambientes y las instituciones, en
“estructuras de gracia” que se identifican
con el proceso de edificación del Reino de
Dios en la sociedad y en la historia.
* La ética nacida de la caridad
adquiere un carácter utópico, pues nuestro
horizonte y aspiraciones no se centra en
sólo las posibilidades humanas, sino más
allá, en Dios y el cumplimiento de la
promesa.
Pío XI fue el primer Papa en utilizar
literalmente la expresión “caridad
política” (cuando Mussolini le acusó de
exceder los límites del apostolado al
incidir en la política): “El campo político
abarca los intereses de la sociedad entera;
y en este sentido, es el campo de la mas
vasta caridad, de la caridad política, de la
caridad de la sociedad” (Discurso a los
dirigentes de la Federazione Universitari
Cattolici Italiani, 18 de diciembre de
1927).
LA CARIDAD POLÍTICA EN LA DSI:
León XIII alienta a los católicos al
compromiso evangélico en lo público, sin
privatizar la fe. Se refiere a la caridad
cristiana y a la solidaridad como
“amistad”, la que se entrega toda entera a
sí misma para utilidad de los demás y
reconoce la potencialidad transformadora
de la fe para cambiar la sociedad desde sus
cimientos (RN 20-21, 41; 114-116).
Juan XXIII representa un cambio
de talante y de metodología en la
elaboración del pensamiento social
cristiano, el cual cristalizará sobre todo, en
el Vaticano II y su nueva concepción de la
eclesiología, la relación Iglesia-Mundo y la
misión de la Iglesia para construir el Reino
dentro de él. Se pasa de un método
deductivo que aplica unas verdades
reveladas a la realidad, al método inductivo
de ver-juzgar-actuar (MM 236), buscando
en la realidad no sólo el mejor servicio a
las personas en cada momento como
concreción del amor, sino también la
misma voluntad de Dios que nos llama a
través de los signos de los tiempos.
Benedicto XV, considera la caridad
como fuerza motriz que obliga a practicar
la justicia y a eliminar las desigualdades.
“El Evangelio no presenta una ley de la
caridad para las personas particulares y
otra ley distinta para los Estados y las
naciones, que en definitiva están
compuestas por hombres particulares”
(Pacem Dei 11).
Pío XI, ante el fracaso del
capitalismo y del comunismo fruto de la
desmoralización de la sociedad por el
apego a las riquezas, el individualismo y el
egoísmo, la alternativa propuesta por el
En las Encíclicas sociales Mater et
Magistra y Pacem in Terris, aparece la
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dimensión mundial, el carácter universal
de la justicia social. Por caridad, el
cristiano está llamado a buscar dentro de
las instituciones "el Reino de Dios y su
justicia" y se siente "vinculado a los demás
para sentir como propias sus necesidades,
alegrías, sufrimientos (...) con una actitud
siempre cuidadosa con el interés ajeno"
(MM 257). Posteriormente, viendo la
creciente socialización e interdependencia,
afirmará que el amor como servicio al
prójimo se expresa, de la mejor manera, en
la participación en las instituciones con el
fin de ponerlas al servicio de todas y cada
una de las personas en todos los campos de
la vida humana (PT 146). Junto con la
verdad, la libertad y la justicia, la caridad
actúa como la gran norma reguladora de la
convivencia (PT 149).
de “mentalidad, costumbres,
estructuras” (PP 81).
leyes
y
En la Octogesima Adveniens (OA
81) reflexiona sobre la acción política de
los católicos; haciendo una llamada
explícita a la participación política (a pesar
de las dificultades), pues es ahí donde se
deciden los modelos organizativos de las
sociedades. Afirmará que este compromiso
político es “un camino serio para ejercer el
deber de todo cristiano de servir a los
demás, lo cual exige: -discernimiento de la
realidad a la luz del Evangelio y del
pensamiento social de la Iglesia (OA 1),
buscando responder concretamente a la
pregunta ¿qué me exige el amor al
prójimo, aquí y ahora?; -la transformación
de las mentalidades y estructuras que
sostienen el imperialismo de las
multinacionales (OA 43-45); -construir una
sociedad con democracia real y
protagonismo de los ciudadanos, ya que
está amenazada por la tecnocracia (OA 47.
En este campo del compromiso, hay
pluralidad de opciones, lo cual no debe
hacer olvidar que todos han de preocuparse
en "perfeccionar las estructuras y
acomodarlas mejor a las verdaderas
necesidades actuales” (OA 50).
El Concilio Vaticano II sintetiza,
sobre todo en Gaudium et spes, en
Dignitatis Humanae y en Apostolicam
Actuositatem las relaciones entre la caridad
política y la ética para construir un mundo
más acorde con el designio divino y una
sociedad que cada vez más esté al servicio
del desarrollo pleno de las personas.
Mantiene
una
visión
solidariainterdependiente de toda la humanidad,
que rechaza toda ética individualista (GS
30). Se apuesta por dignificar la política,
valorando el apostolado de los seglares, a
modo de fermento, donde las asociaciones
con
finalidad
social
adquieren
protagonismo (LG 31; GS 75; AA 2, 1718). Nombra la “caridad y la fortaleza
política” como actitudes del compromiso
político de los cristianos (citando en nota el
discurso mencionado de Pío XI el Concilio
Vaticano II) (GS 75).
Juan Pablo II mantiene, desde su
primera encíclica la necesidad de una
opción clara y permanente de los cristianos
en defensa de todos los seres humanos,
especialmente de los más débiles.
Ante una realidad de injusticia y
“estructuras de pecado” (SRS 36), que
llega de definir como “cultura de muerte”
(EV 12), el Papa llama a los cristianos a la
conversión
y
a
un
compromiso
evangelizador para ir construyendo la
Civilización del Amor y una Cultura de la
Vida. Se refiere al “amor social” (RH 15)
y a “la «opción preferencial por los
pobres»; es definida como una «forma
especial de primacía en el ejercicio de la
caridad cristiana»(SRS 42; CA 11).
Pablo VI en la Populorum
Progressio extiende su mirada al conjunto
del planeta y propugna una caridad
universal que tenga la intención política
de construir un nuevo mundo, para lo que
no bastan las ayudas urgentes. Y para
llegar a este cambio, exhorta al
compromiso de los laicos y a la conversión
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En su Exhortación Apostólica
Ecclesia in Europa, expresa que el
testimonio de la caridad ha de extenderse
más allá de los confines de la comunidad
eclesial, contribuyendo a la construcción
de una ciudad digna del hombre, a
humanizar la sociedad y a promover una
cultura de la solidaridad (EiE 85, 97, 111,
117).
“Con lo que entendemos por
'caridad política', no se trata sólo ni
principalmente de suplir las deficiencias
de la justicia (...). Mucho menos se trata de
encubrir con una supuesta caridad las
injusticias de un orden establecido (...). Se
trata más bien de un compromiso activo y
operante, fruto del amor cristiano a los
demás hombres, considerados como
hermanos, en favor de un mundo más justo
y más fraterno, con especial atención a las
necesidades de los más pobres” (nn.
60-61).
Benedicto XVI sitúa la Encíclica
Deus caritas est en la larga tradición de
otras encíclicas sociales, no solamente por
lo que representa la virtud de la caridad,
sino también porque atribuye una
importancia primordial a la virtud de la
justicia.
Ese amor eficaz a las personas se
actualiza en la prosecución del bien común
de la sociedad y haciendo todo lo posible
“para que las instituciones y estructuras
que encarnan nuestra convivencia se
acerquen cuanto sea posible a los planes
de Dios, en favor de la fraternidad y de la
justicia" (CVP 59).
Los fieles laicos tienen el deber
inmediato de actuar a favor de un orden
justo en la sociedad, por eso están
llamados a participar en la vida pública,
según sus posibilidades y limitaciones, en
alguna acción socio-política, desde lo más
pequeño o cotidiano hasta lo más alto; de
esta manera, la variada actividad del laico
es considerada por el Papa como “caridad
social” (DCE 15, 19, 29).
Se alienta a “la existencia de
asociaciones civiles encaminadas a
fortalecer el ejercicio de los derechos y el
cumplimiento de las responsabilidades de
los ciudadanos en el campo de las
realidades sociales y políticas” (CVP 127),
reconociendo que “en una sociedad libre y
democrática es muy importante la
participación de los cristianos en las
asociaciones civiles de diversa índole que
actúan en el seno de la vida social” (CVP
128).
En Caritas in veritate hace una
llamada constante al desarrollo integral de
la persona que a su vez incide en la
sociedad, para lo cual es necesario vivir la
“caridad en la verdad” en todas las
relaciones, tanto las más cercanas como las
que se desenvuelven en las estructuras
sociales, económicas, políticas… (nn.
11,34,52,53 ss).
L A S UB S I DI ARI E DAD
Los Obispos españoles, en el
Documento Los católicos en la vida
pública, acuñaron el término “caridad
política”. La caridad política es presentada
como consecuencia directa de la vida
teologal, es decir, de una visión
contemplativa que entiende el mundo y la
historia dentro de la dinámica divina de la
Creación y de la Redención y, por tanto,
sin divisiones espiritualistas entre el campo
de la fe y el de la política:
Según la DSI, el principio de
solidaridad necesita para hacerse realidad
como principio regulador de la vida social
una manera concreta de proceder, un
camino que lo haga posible, la
subsidiariedad.
El principio de subsidiariedad
constituye una de las aportaciones más
originales y genuinas del Magisterio Social
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de la Iglesia a la vida social, económica,
política y cultural de la historia
contemporánea.
Juan XXIII:
Mater et Magistra (1961), 51-52, 53-54,
55, 57-58, 60.
Pacem in terris (1963), 24, 26,140-141.
El origen de la formulación de este
principio se encuentra con Pío XI, cuando
publica la encíclica Quadragesimo anno
(1931) para conmemorar los cuarenta años
de la Rerum Novarum de León XIII (23,
26). Pío XI sale al paso de la amenaza de
los totalitarismos (comunismo, fascismo y
nazismo) y formula este principio como
uno de los más dinámicos para organizar la
vida social, económica y política y las
relaciones entre las personas y el Estado y
de los Estados entre sí.
Concilio Vaticano II:
Gaudium et spes, 65.
Pablo VI:
Populorum progressio (1967).
Octogesima adveniens (1971), 46.
Juan Pablo II:
Laboren exercens (1981).
Sollicitudo rei socialis (1987) 15.
Centesimus annus (1991) 11, 15, 48.
“Por el principio de subsidiaridad decisivo, inamovible, inmutable-, no se
puede quitar a los individuos y dar a la
comunidad lo que ellos pueden realizar
con su propio esfuerzo e industria…
tampoco es justo, constituyendo un grave
perjuicio y perturbación del recto orden,
quitar a las comunidades menores e
inferiores lo que ellas pueden hacer y
proporcionar y dárselo a una sociedad
mayor y más elevada, ya que toda acción
de la sociedad, por su propia fuerza y
naturaleza, debe prestar ayuda a los
miembros del cuerpo social, pero no
destruirlos y absorberlos” (QA 79).
Benedicto XVI:
Deus Caritas es.
Caritas in veritate (2009), 57, 58, 60.
Congregación para la Doctrina de la Fe:
Instrucción sobre Libertad Cristiana y
Liberación (1986) 73.
Catecismo de la Iglesia Católica:
1883, 1885.
Compendio Doctrina Social de la Iglesia:
185-188, 252, 351-357,417-420.
“Una estructura social de orden
superior no debe interferir en la vida
interna de un grupo social de orden
inferior, privándola de sus competencias,
sino que más bien debe sostenerla en caso
de necesidad y ayudarla a coordinar su
acción con la de los demás componentes
sociales, con miras al bien común.
“Conviene, por tanto, que la
suprema autoridad del Estado permita
resolver a las asociaciones inferiores
aquellos asuntos y cuidados de menor
importancia, en los cuales, por lo demás,
perdería mucho tiempo, con lo cual
logrará realizar más libre, más firme y
más eficazmente todo aquello que es de su
exclusiva competencia, en cuanto que sólo
él puede realizar dirigiendo, urgiendo y
castigando, según el caso requiera y la
necesidad exija” (QA 80).
Al intervenir directamente y quitar
responsabilidad a la sociedad, el Estado
asistencial provoca la pérdida de energías
humanas y el aumento exagerado de los
aparatos públicos, dominados por lógicas
burocráticas más que por la preocupación
de servir a los usuarios, con enorme
crecimiento de los gastos. Efectivamente,
parece que conoce mejor las necesidades y
Los siguientes documentos de la DSI
integran este principio:
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logra sastisfacerlas de modo más
adecuado quien está próximo a ellas o
quien está cerca del necesitado. Además,
un cierto tipo de necesidades requiere con
frecuencia una respuesta que sea no sólo
material, sino que sepa descubrir su
exigencia humana más profunda” (CA
48).
“La "subsidiariedad" que protege a
la persona humana, a las comunidades
locales y a los "grupos intermedios" del
peligro de perder su legítima autonomía.
La Iglesia vela atentamente por la
aplicación justa de este principio en virtud
de la dignidad misma de la persona
humana, del respeto de lo que hay de más
humano en la organización de la vida
social, y de la salvaguardia de los
derechos de los pueblos en las relaciones
entre sociedades particulares y sociedad
universal”
(Congregación
para
la
Educación Católica, Orientaciones para el
Estudio y Enseñanza de la DSI en la
Formación de los Sacerdotes, 38).
“Sin duda, el principio de
subsidiaridad, expresión de la inalienable
libertad, es una manifestación particular
de la caridad y criterio guía para la
colaboración fraterna de creyentes y no
creyentes. La subsidiaridad es ante todo
una ayuda a la persona, a través de la
autonomía de los cuerpos intermedios.
Dicha ayuda se ofrece cuando la persona y
los sujetos sociales no son capaces de
valerse por sí mismos, implicando siempre
una finalidad emancipadora, porque
favorece la libertad y la participación a la
hora de asumir responsabilidades. La
subsidiaridad respeta la dignidad de la
persona, en la que ve un sujeto siempre
capaz de dar algo a los otros. La
subsidiaridad, al reconocer que la
reciprocidad
forma
parte
de
la
constitución íntima del ser humano, es el
antídoto más eficaz contra cualquier forma
de asistencialismo paternalista. Ella puede
dar razón tanto de la múltiple articulación
de los niveles y, por ello, de la pluralidad
de los sujetos, como de su coordinación”
(CV 57).
La subsidiariedad “se impone porque
toda persona, familia y cuerpo intermedio
tiene algo de original que ofrecer a la
comunidad”. (CDSI 187)
“Conforme a este principio, todas las
sociedades de orden superior deben
ponerse en una actitud de ayuda
(“subsidium”) -por tanto de apoyo,
promoción, desarrollo- respecto a las
menores”. (CDSI 186)
“La comunidad política debe regular
sus relaciones con la sociedad civil según
el principio de subsidiariedad; es esencial
que el crecimiento de la vida democrática
comience en el tejido social” (CDSI 419).
“Diversas
circunstancias
pueden
aconsejar que el Estado ejercite una
función de suplencia” (CDSI 188).
“El principio de subsidiaridad debe
mantenerse íntimamente unido al principio
de la solidaridad y viceversa, porque así
como la subsidiaridad sin la solidaridad
desemboca en el particularismo social,
también es cierto que la solidaridad sin la
subsidiaridad
acabaría
en
el
asistencialismo que humilla al necesitado”
(CV 58).
La subsidiariedad precisa de dos
elementos:
- Que en la vida social se den las
condiciones reales de libertad, iniciativa y
autonomía de todos para que se ejerza la
responsabilidad por parte de personas y
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grupos y así se haga posible el bien común
y la solidaridad de todos.
actividades mediante las cuales el
ciudadano, como individuo o asociado a
otros, directamente o por medio de los
propios representantes, contribuye a la
vida cultural, económica, política y social
de la comunidad civil a la que pertenece.
La participación es un deber que todos han
de cumplir conscientemente, en modo
responsable y con vistas al bien común”
(CDSI 189).
- Que desde la responsabilidad de cada
uno y de todas las instituciones y grupos
sociales, la solidaridad que construye el
bien común se busque en cada nivel de la
realidad social, desde los más básicos
(como la familia y las instituciones más
elementales de la vida social), hasta los
más amplios (como el Estado o la
Comunidad Internacional).
“La participación en la vida
comunitaria… es una de las mejores
garantías de permanencia de la
democracia…; es evidente que toda
democracia debe ser participativa” (CDSI
190).
Así, las decisiones que se tomen para
resolver los problemas sociales, deben
tomarse en los niveles más adecuados en
cada caso. Lo que se puede resolver y
decidir en los niveles inferiores de la vida
social, más próximos a las personas, no
debe hacerse en los superiores o más
lejanos. Y lo que sólo puede plantearse en
los niveles superiores no debe ser
entorpecido por los niveles inferiores.
“La Iglesia aprecia el sistema de la
democracia en la medida en que asegura
la participación de los ciudadanos en las
opciones políticas y garantiza a los
gobernados la posibilidad de elegir y
controlar a sus propios gobernantes, o
bien la de sustituirlos oportunamente de
manera pacífica” (CA 46).
Y para todo ello es esencial el papel del
Estado y al mismo tiempo el control por la
sociedad de su actuación para que no
ahogue la vida social. En especial, el
Estado tiene una doble tarea:
- Facilitar, impulsar y fomentar la
libertad y responsabilidad de las personas y
la vertebración de un tejido social solidario
de forma que las organizaciones e
instituciones sociales puedan realizar bien
en el desempeño su función al servicio de
las personas y del bien común,
EL COMPROMISO SOCIOPOLÍTICO DEL LAICO
La Iglesia no puede jamás ser ajena a
las vicisitudes de la vida pública de los
pueblos y naciones, esto es propio de la
lógica de la encarnación.
- Y actuar cuando las instancias
intermedias sean incapaces de hacerlo, o
donde sea necesario para que se dé la
justicia y solidaridad de todos.
Ser testigos del Señor es el don y el
compromiso de todos los bautizados. Fue
el último encargo que Jesús hizo a los
discípulos en su despedida: “Recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros y seréis mis testigos en
Jerusalén… y hasta los confines del
mundo” (Hch 1,8).
Para aplicar el principio de
subsidiariedad en los diversos ámbitos de
la vida de la persona y de la sociedad civil
es necesaria la participación.
“Consecuencia característica de la
subsidiariedad es la participación que se
expresa, esencialmente, en una serie de
Desde una fe unida a la vida, a los
laicos se nos urge especialmente a asumir
9
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nuestra responsabilidad en la construcción
de la sociedad como proyecto de vida en
común, iluminando y penetrando de
espíritu cristiano la mentalidad y las
costumbres, las leyes y las estructuras de la
comunidad en que vive, promoviendo la
consecución del bien común en la
actividad política, social, económica y en
la vida profesional y familiar.
de los laicos es la vida pública,
expresándose en los documentos con
distintas expresiones: los laicos deben
insertarse:
“…en el corazón del mundo y al
frente de las más variadas tareas
temporales” (EN 70),
”…animando cristianamente
orden temporal…” (CL 42),
“Se equivocan los cristianos que,
pretextando que no tenemos aquí ciudad
permanente, pues buscamos la futura,
consideran que pueden descuidar las
tareas temporales, sin darse cuenta que la
propia fe es un motivo que les obliga a un
más perfecto cumplimiento de todas ellas,
según la vocación personal de cada uno.
Pero no es menos grave el error de
quienes, por el contrario, piensan que
pueden entregarse totalmente a los asuntos
temporales como si éstos fuesen ajenos del
todo a la vida religiosa, pensando que ésta
se reduce meramente a ciertos actos de
culto y al cumplimiento de determinadas
obligaciones morales. El divorcio entre la
fe y la vida diaria de muchos debe ser
considerado como uno de los más graves
errores de nuestra época” (GS 43).
el
“…en las realidades temporales y en
su participación en las actividades
terrenas” (CL 17),
“…tratando y ordenando, según
Dios, los asuntos temporales…” (LG 31;
Cf. 35, 36; GS 43; AA 3, 4, 7; AG 21).
Y todos “aquellos lugares y
circunstancias en los que (la Iglesia) sólo
puede llegar a ser sal de la tierra a través
de ellos” (LG 33; cf. CL 15; AA 2).
“…Ejerzan su apostolado en el
mundo a manera de fermento” (AA 2).
El mundo es “el ámbito y el medio
de la vocación de los cristianos laicos”
(CL 17).
Desarrollamos
nuestro
ser
seguidores de Jesús en la vida cotidiana en
una sociedad plural, “personas que viven
la vida normal en el mundo, estudian,
trabajan, entablan relaciones de amistad,
sociales, profesionales, culturales, etc.”
(CL 36).
Los laicos “son Iglesia y son la
Iglesia en el mundo…, con su presencia en
la vida pública, hacen presente a la Iglesia
en el mundo y transforman la sociedad
según el espíritu del Evangelio” (CLIM
46).
"Lo que el alma es en el cuerpo, esto
han de ser los cristianos en el mundo" (LG
38).
“Es preciso que los cristianos
sepamos poner en nuestras relaciones
cotidianas de familia, amistad, vecindad,
trabajo y esparcimiento, el sello del amor
cristiano, que es sencillez, veracidad,
fidelidad, mansedumbre, generosidad,
solidaridad y alegría” (CVP 111).
"Los laicos como adoradores en
todo lugar y obrando santamente,
consagran a Dios el mundo mismo" (LG
34).
La Doctrina Social de la Iglesia
refiere con insistencia que el campo
propio, aunque no exclusivo, de la
actividad evangelizadora y transformadora
“Su tarea primera e inmediata no es
la instalación y el desarrollo de la
comunidad eclesial -ésta es la función
específica de los Pastores-, sino poner en
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culturales, exigen hoy, con fuerza muy
particular, la acción de los fieles laicos. Si
la falta de compromiso ha sido siempre
inaceptable, el tiempo presente lo hace aún
más culpable, A nadie le es lícito
permanecer ocioso” (CL 3).
práctica todas las posibilidades cristianas
y evangélicas escondidas, pero a su vez ya
presentes y activas en las cosas del mundo.
El campo propio de su actividad
evangelizadora es el mundo vasto y
complejo de la política, de lo social, de la
economía y también de la cultura, de las
ciencias y de las artes, de la vida
internacional, de los medios de
comunicación de masas, así como otras
realidades abiertas a la evangelización
como el amor, la familia, la educación de
los niños y jóvenes, el trabajo profesional,
el sufrimiento, etcétera” (EN 70; CLIM
45).
En Católicos en la Vida Pública se
alienta a “la existencia de asociaciones
civiles encaminadas a fortalecer el
ejercicio de los derechos y el cumplimiento
de las responsabilidades de los ciudadanos
en el campo de las realidades sociales y
políticas” (CVP 127), reconociendo que
“en una sociedad libre y democrática es
muy importante la participación de los
cristianos en las asociaciones civiles de
diversa índole que actúan en el seno de la
vida social” (CVP 128).
Los fieles laicos “no pueden abdicar
de la participación a la ´política´ (…), o
sea a las múltiples y variadas actividades
económica,
social,
legislativa,
administrativa y cultural, destinadas a
promover orgánica e institucionalmente el
bien común” (CL 42).
Cristianos laicos, Iglesia en el
mundo, señala las líneas de acción y
propuestas
para
promover
la
corresponsabilidad y participación de los
laicos en la vida de la Iglesia y en la
sociedad civil, siendo el objetivo del
documento promover la participación de
los laicos (CLIM 6, 16).
Como señala Juan Pablo II, el laico
es el nuevo protagonista “… lanzado en las
fronteras de la historia: la familia, la
cultura, el mundo del trabajo, los bienes
económicos, la política, la ciencia, la
técnica, la comunicación social; los
grandes problemas de la vida, de la
solidaridad, de la paz, de la ética
profesional, de los derechos de la persona
humana, de la educación, de la libertad
religiosa” (Homilía de Juan Pablo II
conclusiva del Sínodo de 1987, n. 7).
Son los nuevos samaritanos, que
conducen a todos a la plenitud de ser hijos
de Dios (CLIM 146). Llama a los laicos
“alma de la sociedad”, son iglesia,
inseparablemente
miembros
de
la
comunidad eclesial y ciudadanos de la
sociedad (CLIM 28).
“Animar y renovar el tejido social.
Hoy es particularmente urgente esta doble
tarea: construir y reconstruir el tejido
social, animar y renovar los cuerpos
intermedios en y por los cuales el hombre
puede ser, participar y satisfacer sus justas
exigencias. Los cristianos laicos pueden y
deben contribuir a fomentar asociaciones y
ámbitos de solidaridad, comunión y
relaciones fraternas” (CLIM 63),
“La Iglesia alaba y estima la labor
de quienes, al servicio del hombre, se
consagran al bien de la vida pública y
aceptan las cargas de este deber” y pide
que aquellos fieles laicos que tienen
capacidad para ello “se consagren [...] al
servicio de todos con el amor y la fortaleza
que la vida política exige” (GS, 75).
“En esta hora magnífica y
dramática de la historia ante la inminencia
del tercer milenio -dice Juan Pablo II-,
nuevas situaciones, tanto eclesiales como
sociales,
económicas,
políticas
y
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“Nosotros hemos conocido el amor que
Dios nos tiene, y hemos creído en Él. Dios
es amor, y quien permanece en el amor,
permanece en Dios y Dios en él” (Jn 4,16).
Textos fundamentales…
Dios-Trinidad es Amor-Comunión
“Dios es amor” (1 Jn 4,8.16)
Vivir en hermandad, en comunión
“El Rostro de Dios, revelado
progresivamente en la historia de la
salvación, resplandece plenamente en el
Rostro de Jesucristo Crucificado y
Resucitado. Dios es Trinidad: Padre, Hijo
y Espíritu Santo, realmente distintos y
realmente uno, porque son comunión
infinita de amor… Jesucristo revela a la
humanidad que Dios es Padre y que todos
estamos llamados por gracia a hacernos
hijos suyos en el Espíritu (cf. Rm 8,15; Ga
4,6), y por tanto hermanos y hermanas
entre nosotros” (CDSI 31).
"Dios creó al hombre no para vivir
aisladamente, sino para formar sociedad"
(GS 32).
"Dios, que cuida de todos con
paterna solicitud, ha querido que los
hombres constituyan una sola familia y se
traten entre sí con espíritu de hermanos
(...); el hombre, única criatura terrestre a
la que Dios ha amado por sí mismo, no
puede encontrar su propia plenitud si no es
en la entrega sincera de sí mismo a los
demás" (GS 24).
“Al ser los hombres por naturaleza
sociables, deben convivir los unos con los
otros y procurar cada uno el bien de los
demás” (PT 31).
Dios-Trinidad nos crea por amor,
a su imagen y semejanza
“… Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo... nos eligió antes de la creación
del mundo, para que fuéramos santos e
irreprochables en su presencia por el
amor; nos predestinó a ser sus hijos
adoptivos... En él… fuimos constituidos
herederos...” (Ef 1,3-5.11).
“El hombre no puede vivir sin amor; es
para sí mismo un ser incomprensible; su
vida no tiene sentido si no recibe la
revelación del amor, si no encuentra el
amor, si no lo experimenta y lo hace
propio, si no participa en él vivamente”
(RH 10).
“Este es mi precepto que os améis unos
a otros como yo os he amado” (Jn 15,12).
“Hagamos al hombre a nuestra imagen
y semejanza” (Gn 1,26).
"Dios, que ha creado al hombre por
amor lo ha llamado también al amor,
vocación fundamental e innata de todo ser
humano. Porque el hombre fue creado a
imagen y semejanza de Dios, que es Amor"
(CCE 1604).
“Dios es amor y al mismo tiempo nos
enseña que la ley fundamental de la
perfección humana, y por ello de la
transformación del mundo, es el
mandamiento nuevo del amor” (GS 38).
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la solidaridad. Este supremo modelo de
unidad, reflejo de la vida íntima de Dios,
Uno en tres personas, es lo que los
cristianos expresamos con la palabra
“comunión”»”. (CDSI 33).
El amor-comunión inspira
las relaciones sociales y políticas
La
comunión
trinitaria
“debe
manifestarse en toda la vida, también
económica, social y política” (Documento
final de Puebla n. 215).
“De la concepción cristiana de la
persona se sigue necesariamente una justa
visión de la sociedad… La sociabilidad del
hombre no se agota en el Estado, sino que
se realiza en diversos grupos intermedios,
comenzando por la familia y siguiendo por
los grupos económicos, sociales, políticos,
culturales…. Es a esto a lo que he llamado
subjetividad de la sociedad”. (CA 13; cf.
CLIM 63; GS 75)
“La presentación del ser íntimo de
Dios revelado por Jesús, uno en la esencia
y trino en las Personas, debe mostrar las
consecuencias vitales que implica para la
vida de los seres humanos... las
consecuencias humanas y sociales de la
concepción cristiana de Dios son
inmensas”
(Directorio
General
de
Catequesis n. 100; cf. CCE 1702, 1878).
Política: es la construcción de la
polis, es decir, la formación de la sociedad
humana. No hay que confundir la política
en sentido amplio, que nos concierne a
todos, con la política en cuanto actividad
partidista.
“El
mandamiento
del
amor
recíproco… debe inspirar, purificar y
elevar todas las relaciones humanas en la
vida social y política: « Humanidad
significa llamada a la comunión
interpersonal », porque la imagen y
semejanza del Dios trino son la raíz de «
todo el “ethos” humano... cuyo vértice es
el mandamiento del amor ». El moderno
fenómeno cultural, social, económico y
político de la interdependencia, que
intensifica
y
hace
particularmente
evidentes los vínculos que unen a la
familia humana, pone de relieve una vez
más, a la luz de la Revelación, « un nuevo
modelo de unidad del género humano, en
el cual debe inspirarse en última instancia
Por tanto la política es todo cuanto
hace el ser humano para responder a su ser
social. Es decir, la práctica, la acción, que
tiene el ser humano como ser social que es
por naturaleza, porque así lo ha querido
Dios que lo ha creado. (Cf. Gn 1,27; GS
12, 25; CDSI 149,384; OED 31, 34; MM
219; CL 42; CEC 1881)
La política nos permite amar a los
otros, ser para el amor y la comunión. Nos
empobrecemos si prescindimos de esa
vocación…
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ORACIÓN COMPARTIDA
PADRE NUESTRO DE LOS ÚLTIMOS
Padre nuestro… ¿Nuestro? Sí, nuestro. Sobre todo nuestro:
Del hambriento, del desnudo y del emigrante.
Del abandonado, del sin techo y del toxicómano.
De la prostituta, del que está en paro y del rechazado.
Del enfermo, del ludópata y del borracho.
Del último de la fila, del niño de color y del fracasado…
Que estás en el cielo… ¿en el cielo?
En el cielo o en la esquina del centro comercial.
En la patera o en el parque de las jeringuillas.
En la casa derruida o en el INEM.
En la cama del hospital o en la máquina tragaperras…
Santificado sea tu nombre… Eso, a veces es verdad:
Tu nombre tantas veces manchado, ultrajado y despreciado.
O, lo que es peor, olvidado…
Venga a nosotros tu reino… Tu reino de amor.
Pero amor del que tú sabes, amor del bueno, amor social y político, no el amor adulterado
con el que nos bombardea a todas horas la prensa rosa…
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…
Pero que sea tu voluntad, no la de los políticos,
“los telebasura o los peces gordos o, perdóname otra vez,
la de algunos ministros tuyos…
Danos hoy el pan de cada día…
El pan del respeto y de la compresión.
El pan del trabajo digno y de la igualdad de oportunidades…
Perdona nuestras ofensas… Sí, nuestras debilidades y errores.
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
con sus críticas y menosprecios…
No nos dejes caer en la tentación…
De “montar” nuestras vidas sin contar contigo…
Y líbranos del mal: la única lacra que podía acabar con nosotros
sería el sabernos abandonados por Ti.
Amén, que así sea, Señor.
Una posible continuación de la parábola del buen samaritano
(cf. Lc 10,25-37)
“Al día siguiente, de regreso, pasó por allí el samaritano y comprobó que había varios
hombres heridos en la cuneta del camino. Tanto el sacerdote como el teólogo habían
vuelto a pasar de largo, diciéndose que ellos no podían hacer nada ante tanta gente. El
samaritano, comprendiendo eso mismo, desanduvo el camino andado para buscar un
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grupo de hombres amigos y de posadas cercanas con que poder socorrer a tantos
heridos.
Unos días más tarde, en un nuevo viaje de Jerusalén a Jericó volvió a pasar el samaritano.
La cuneta estaba llena de hombres atacados y malheridos. El samaritano comprendió
que eran víctimas de toda una banda organizada y muy poderosa. Se dedicó entonces a
investigar hasta identificar a la banda armada y descubrió el capitalismo, encarnado en
los grandes terratenientes y comerciantes de Jerusalén”.
(Y quizá, posible conclusión ...
“A los pocos días, el samaritano aparecía él tendido en la cuneta del camino. El sacerdote
y el levita, al volver a pasar por allí, debieron pensar: se ha hecho impuro, y la impureza
acarrea la muerte. Y siguieron su camino”).
ACTIVIDADES
1.- Repasa tu vida cotidiana y anota
personas y estructuras (instituciones,
organizaciones, asociaciones…) con las
que te relacionas directa o indirectamente.
Revisa tu implicación en los distintos
ámbitos.
2.- ¿Dónde vives tú como laico la caridad
política? Pon en común en tu grupo tu
experiencia, dificultades que tienes y
posibles compromisos que deberías
concretar para vivirla.
3.- Seleccionar un problema de nuestra
sociedad (familiar, de barrio o pueblo…).
Nos preguntamos:
Según el principio de subsidiariedad:
-qué le exige al Estado.
- qué le exige a la sociedad.
-qué le exige a la familia.
-qué le exige a cada ciudadano, y por lo tanto… qué te exige a ti.
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