Las autobiografías Mi vida privada y Palabras de un ausente de

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Las autobiografías Mi vida privada y Palabras de un ausente de Alberdi en su
correspondencia inédita con Gregorio Benítez.
Prof. M. Celina Ortale (UNLP)
Los intelectuales en el exilio
Si la literatura argentina comienza con Rosas1, la generación de proscriptos, como los llama
Rojas, o de exiliados, es una de las primeras identificaciones conscientes de la intelectualidad
nacional. Consolados en la creencia de conformar un grupo de pensadores vigilan desde afuera los
sucesos patrios, desde donde parecen tener una mejor apreciación de los acontecimientos,
convirtiéndose así en los vates del república. Echeverría, Mármol, Sarmiento, Alberdi, entre otros,
conforman el grupo de pensadores que se legitima como intelectual en el extranjero, publicando los
escritos que se leerán clandestinamente en Buenos Aires, tendientes a explicar y combatir la situación
política del país.
Bajo este rótulo se amparaban distintas corrientes que luego de Caseros comienzan a
desviarse. La mayoría vuelve inmediatamente del destierro a definir los nuevos modelos de
civilización de la patria. Pero la situación post-Caseros redefine los lugares de estos intelectuales,
dando lugar a separaciones y enfrentamientos contundentes, algunos de los cuales se plasman en
interesantes polémicas, como es el caso de Sarmiento y Alberdi con Las Ciento y una y las Cartas
Quillotanas, respectivamente.2
Esta polémica se origina porque cada uno ve a Urquiza con distintos ojos, y, en este sentido,
Sarmiento retardará su vuelta al sentir que Urquiza es otro caudillo “bárbaro”. Así, decide mantenerse
fuera del país unos años más, desde donde seguirá observando “mejor” los acontecimientos. Desde
Brasil publicará su Campaña en el Ejército Grande que incluye una biografía del vencedor de Rosas,
1
Ver Viñas, David. Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
1982. “Rosas, romanticismo y literatura nacional”, p. 14.
2
Alberdi, J. B. Cartas Quillotanas. Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1957.
Sarmiento, D. F. Las ciento y una en Obras Completas. Buenos Aires, Editorial Luz del día. Tomo XV, 1950.
1
en la que lo define como un nuevo tomo del caudillo porteño. El texto va precedido por una
dedicatoria a Alberdi, puntapié inicial de la batalla epistolar ya mencionada.3
Alberdi, en cambio, conviene con la política post-Caseros, y le da a Urquiza las Bases para su
Constitución. Se alejará ahora del país, pero para cumplir misiones diplomáticas para el gobierno del
entrerriano. Una vez elegido Derqui presidente, renuncia al cargo, pero él también, igual que
Sarmiento, se mantendrá autoexiliado, en Europa, al sentir que no están dadas las condiciones
necesarias para retornar a la patria.
Con esta decisión, Alberdi define su vida de permanente proscripto, pues recién en 1879
volverá al país. Vienen las presidencias de Mitre y Sarmiento, dos figuras y posiciones políticas que
no se llevan con el tucumano. Alberdi alega entonces que aun no hay garantías individuales para quien
quiere expresarse con entera libertad. Estar en el país, es acallar la voz, es silenciar la palabra de sus
escritos. El exilio le permite expresarse, y no solo hablar, sino vaticinar sobre el futuro nacional, y con
los escritos se asegura su presencia en la escena política.
Luego de las presidencias de sus enemigos políticos, Mitre y Sarmiento, viene Avellaneda, y
la búsqueda de la conciliación de los partidismos acérrimos. Alberdi ve la posibilidad de volver, pero
debe repensar su lugar de escritor y patriota, pues han pasado más de treinta años desde que dejara el
suelo patrio. De esta manera, siente la necesidad de hablar sobre su vida, en un momento de revisión
de posiciones políticas y en el final de la gestión de Sarmiento. Para volver, Alberdi necesita
justificarse, necesita explicar su situación en razón de un público que lo sigue, que lo reclama y lo
espera hace tantos años, pero que también le cuestiona su prolongado exilio.4
En este ambiente de influencia romántica, las biografías son un género predilecto y se usan
con fines didácticos para definir los tipos del país revolucionado. El Facundo es el predecesor del
modelo bárbaro.5 Luego, las traducciones de las vidas de los patriotas norteamericanos se seguirán
3
Sarmiento, D. F. Campaña en el Ejército Grande. Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 1997.
Dentro del ambiente romántico que signa la época, Alberdi sale del país como el peregrino Harold de Lord
Byron y se desgarra frente a las costas patrias. Al pasar los años, este sentimiento se transforma en relación con
la función pública de Alberdi, que debe dejar a un lado sus sentimientos para preocuparse por legitimar su
postura de hombre político e intelectual. De esta manera se inclina hacia la introspección, pero con el sentido
clásico de la autobiografía como escrito de defensa.
5
Ver en este sentido el texto de Altamirano C., Sarlo B. Ensayos Argentinos. Buenos Aires, Ediciones Ariel,
1997.
4
2
como ejemplo en el cuidado por leer los orígenes de los padres de Mayo. Son las biografías de la
civilización, pues hay que refundar la patria y es necesario conocer los ejemplos a seguir. Esto se
complementa con la consecuente preocupación de muchos hombres de la época, tanto militares como
políticos, por escribir sus memorias y sus autobiografías. Hay que darle una identidad a esta patria
nueva, y con ese nuevo desafío proliferan los relatos tendientes a legitimar los patriotismos
individuales que ven la necesidad de defenderse de acusaciones, de candidatearse como presidentes, o
de recordarse como héroes.
En este marco de escritura, donde hay un esfuerzo consciente del yo romántico por subrayar
los rasgos subjetivos en el afán de hacer “historia” nacional, se pueden leer las autobiografías de
Sarmiento y Alberdi como una profusión de relatos que pretenden ser fundadores de la Nación.6
Cuando Sarmiento publica sus Recuerdos de Provincia, es sabido cómo le critica Alberdi este
hecho que califica de propagandístico.7 ¿Cómo va a escribir un texto sobre su persona con la alevosa
intención de utilizarlo como campaña política? Unos años más tarde, luego de más de tres décadas de
exilio, Alberdi parece necesitar del género autobiográfico, y así publicará su primer obra íntima Mi
vida privada, a la que le seguirá Palabras de un ausente. Ambos textos intentan establecer un contrato
de lectura con el receptor porteño que ansía su regreso.8
Las dos autobiografías de Alberdi se publican en 1873 y 1874, respectivamente, mientras se
encuentra en Europa, desde donde viene siguiendo con vivo interés los avatares patrios por intermedio
de su correspondencia.
Entre los muchos amigos con quienes se escribe, figura el paraguayo Gregorio Benítez, quien
en 1872 se halla en Buenos Aires preparándose para partir a Europa como Encargado de Negocios del
Ver “La biografía y la autobiografía antiguas” de Bajtín, M. Problemas literarios y estéticos. La Habana, Arte y
literatura, 1986. En este texto Bajtín habla de la autobiografía clásica que surge del encomion, como una forma
de defensa, que funciona entonces como “un informe apologético público acerca de su vida.” Más adelante dice:
“De aquí se deduce el carácter normativo-pedagógico específico de esta primera autobiografía. En su final se
muestra directamente el ideal educativo- formativo.” p. 329-330. Creemos que este el concepto guía la escritura
de los textos autobiográficos alberdianos.
7
Ver la tercera de las Cartas Quillotanas.
8
Para ampliar la noción de “contrato de lectura” ver Lejeune Ph. Le pacte autobiographique. París, du Seuil,
1975. Básicamente el autor explica el género autobiográfico como un texto que se sustenta sobre la base de un
6
3
Paraguay.9 Durante todo este año, Benítez le dará el detalle de las opiniones que su mención ocasiona
en el círculo porteño y sobre las expectativas de su retorno. Luego parte a Europa donde se encontrará
repetidas veces con Alberdi. Finalmente, en 1874, Benítez debe volver al Paraguay, pero al llegar a la
Asunción es apresado. Logra huir y se refugia en Montevideo. Desde aquí, en el año 1877, escribirá a
Alberdi imponiéndole, nuevamente, sobre la necesidad de su retorno a la Argentina.
Creemos que la correspondencia del año 72 anticipa algunos puntos de sus dos obras
autobiográficas y actúa de marco para la publicación de las mismas. Concretamente, en el caso de
Palabras de un ausente es aun más significativo, pues Alberdi le manda a Benítez el “folletito” por
correo, y es Benítez quien se encarga de repartir los primeros tres ejemplares de esta obra a los
conocidos de Alberdi en Buenos Aires.
En este sentido, se puede apreciar que en las epístolas de 1872, el paraguayo oficia de
portavoz de las distintos criterios sobre la necesidad de su inmediato retorno al país, y con esta
intención le va pasando nota de todos los hombres que preguntan por él, de los diarios que sacan
noticias suyas, de las ofertas políticas que se barajan, de la actitud de su provincia natal, y de los
rumores sobre dichos del propio Sarmiento. Además se cuida de incluir los criterios de paraguayos y
orientales.
De esta manera, Benítez le da la voz del otro, que Alberdi recoge fielmente en su folleto, en el
retrato que hace de sí mismo como el “ausente” que hay que hacer volver porque es necesario para la
patria. Alberdi rastrea su propia imagen en las noticias que le da Benítez y la vuelca en sus dos
autobiografías, en las que se ve con la mirada del otro y en donde intenta responder a los
requerimientos patrios que Benítez le acerca por intermedio de sus cartas.10
pacto con el lector, según el cual el lector se dispone a aceptar la identidad real entre el autor, el narrador y el
personaje. Se decide a aceptar como verdad lo que el texto expone y se legitima con la firma del autor.
9
Gregorio Benítez es un diplomático paraguayo que se hace amigo de Alberdi debido al apoyo que éste
manifestara por la causa paraguaya durante la guerra de la Triple Alianza. Ambos se encuentran en Europa
durante el año 73 y se escriben a menudo, presentándose a los distintos personajes de la época y aconsejándose
mutuamente.
10
En “Direcciones de la teoría de la autobiografía” de Ángel G. Loureiro, se explican algunas de las nociones
foucaultianas de lo que Foucault llama las tecnologías del yo. Dice Loureiro “El sujeto <cuida de sí> al
escribirse; se inscribe bajo la mirada del otro/destinatario de su escritura y como producto de relaciones de poder
con <otros> a los que también inscribe en su texto. Si consideramos que el sujeto se constituye por medio de una
doble sujección (de instituciones y disciplinas, a su autoconsciencia) podemos considerar a la autobiografía no
como el acto de reproducción o de autoconstitución de un sujeto sino como el lugar privilegiado en que esa doble
sujección se manifiesta y por la cual, al mismo tiempo, al sujeto lo hacen y se hace.” En Romero, J. y otros.
4
Con el excesivo destierro Alberdi corría el riesgo de caer en el olvido, o de ser visto como
desafecto a su tierra, o de conocerla mal, enturbiada su visión por la distancia. Estas tres amenazas
sobre su figura política y literaria son despejadas en las cartas de Benítez que le aseguran la
popularidad de su persona, el patriotismo indiscutido de su posición, y la idoneidad de sus escritos.
Respecto de la vigencia de su popularidad, Benítez le hablará en dos de sus cartas sobre la
recibida que la juventud porteña planea ofrecerle en el puerto de Buenos Aires. Sus galardones de
patriota se sustentarán en el reconocimiento público a la obra escrita de Alberdi, pero sobretodo en el
conocimiento íntimo de su gestión desinteresada por las cuestiones americanas. En este sentido
Benítez se esfuerza en subrayar el desinterés y la generosidad que tuvo Alberdi al defender la causa
paraguaya. Por último, la idoneidad de los escritos de Alberdi queda probada suficientemente con la
mención repetida de la capacidad predictiva de sus textos.
Con este material de base, Alberdi se animará a hablar de su vida íntima, a contar su infancia
en Tucumán donde veía casi a diario al Gral. Belgrano, a recordar su intervención en el Salón Literario
de Marcos Sastre y su amistades del Colegio de Ciencias Morales. Estos detalles tienden a fortalecer
los vínculos con sus destinatarios legitimándolo como patriota e inscribiéndolo en la historia porteña.
En Palabras de un ausente, en cambio, si bien casi no habla de su persona, retomará el conflicto con
Sarmiento como en su antigua polémica de las Quillotanas, únicamente para explicar y justificar su
larga ausencia. Las dos biografías de complementan en este sentido. Una cuenta su vida pasada en
Argentina, y la otra sintetiza la situación del país que no le permite regresar. En Palabras, habla más
del propio Sarmiento que de sí mismo. Y para que esto tenga sentido, debe retraer así al lector a la
vieja polémica que sostuviera con el actual presidente, y que parece no haberse superado, signando su
permanente exclusión del círculo porteño. Es su antiguo enemigo quien dirige ahora el país, y Alberdi
debe retomar la instancia pasada para explicar la actitud del momento en que está escribiendo. El
mismo Benítez ilustra este conflicto en una de sus cartas, al mencionar discretamente ciertos rumores
sobre la oposición de Sarmiento a su retono.
Escritura y autobiografía. Actas del II Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral.
Madrid, Visor Libros, 1993, pp. 44. Para nuestro trabajo he tenido en cuenta estas nociones.
5
Alberdi quiere asegurar su recepción y busca comprometer al lector de manera íntima, con
estos textos nuevos en el conjunto de su obra, antes formal y dogmática.
Epistolario inédito Benítez - Alberdi
Ya, desde las cartas de 1872, empieza a hablar Benítez del ansiado regreso de Alberdi. De las
16 que le envía, seis tratan esta posibilidad.
En la del 16 de marzo, escrita todavía desde Asunción, antes de iniciar su viaje, dice el
paraguayo: “Me congratulo, mi querido amigo, de la grata noticia que Ud. me da de su resolución de
regresar a su país, donde, le reitero la seguridad, Ud. será acogido por la mayoría de sus compatriotas
y extraños, del modo más digno y justo a que Ud. es acreedor por cien mil motivos poderosos. Quiera
Ud. aceptar, de antemano, mis felicitaciones calurosas por su feliz arribo al Plata, y las simpatías y
respeto de que será Ud. objeto, (en el Río de la Plata).”11
La impresión que trabaja Alberdi sobre su capacidad de predecir los caminos de la Argentina,
también son anticipados por Benítez, quien, ya desde Buenos Aires, le dice: “Más de una vez me he
permitido, decir a Ud., desde mi arribo al Plata, que Ud. tenía le bienvenu en estos países, donde todos
lo desean y reclaman. Con varias personas respetables de aquí, he tenido ocasión de hablar de Ud. y
todo el mundo lo tiene en la alta consideración y respeto de que es digno acreedor. Entiendo que Ud.
será acogido calurosamente por la juventud argentina, que se propone recibirlo a Ud. en el muelle. Me
permito pues reiterar a Ud. que no vacile en venirse a su país, o a lo menos al Plata. Ahora que las
circunstancias son tan excepcionales, su presencia es de absoluta necesidad.” Y más adelante agrega:
“...no he cesado de oír a mi derredor, con el mayor placer, la cita de su nombre, como autoridad que ha
previsto y vaticinado todo lo que ahora se pasa entre los dos poderes aliados, o más bien ex aliados.
Recién se aperciben de la rectitud y precisión de sus escritos. Mieux vaut tard que jamais.” Luego
agrega: “...ella [Mme. de Cáneva] como todos sus amigos, anhela su regreso al Plata. Véngase pues,
mi querido Amigo.” Y la epístola se cierra con: “Todos los recuerdan a Ud. con perfecta amistad.
Desean, como todo el mundo, su venida al Plata.”12
11
12
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Asunción, 16 de marzo de 1872. BF 2390.
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 8 de mayo de 1872. BF 2393.
6
Después le refiere puntualmente la imagen que se tiene de él entre los paraguayos. En carta del
15 de mayo le dice: “Le reitero, mi amigo, que mucho conviene que Ud. se venga al Plata, al punto
que Ud. elija. Desde ya le ofrezco venirlo a ver en cuanto sepa de su llegada. En mi país, donde se
conoce cada vez más, la nobleza y generosidad de la actitud que ha asumido hacia el Paraguay, en la
última guerra, en mi país, le repito, desde el Primer Magistrado hasta el último ciudadano, tienen por
Ud. las más respetuosas simpatías.”13
Pero Benítez está en la capital porteña, y se relaciona con políticos y periodistas que conocen a
Alberdi desde su juventud, y minuciosamente le transcribe las impresiones sobre la hipotética
recepción del exiliado: “En la carta que le he escrito en mi arribo a esta ciudad, le he manifestado,
como en todas las demás que le he dirigido de esta parte de América, el deseo y la conveniencia de que
Ud. no retardase su venida a estos países. Hoy mejor informado de las cosas y hombres de su país de
Ud. le vuelvo a decir que su presencia en el Río de la Plata es necesaria y de absoluta conveniencia en
estos momentos excepcionales, que Ud. sabrá apreciar con mayor precisión que su humilde Amigo. Su
nombre de Ud. es hoy una bandera y un modelo en el Río de la Plata. No hay hombres ni damas que
no le hagan a Ud. la más completa y merecida justicia. No hay salón ni reuniones en que no se hable
de Ud.” Y prosigue: “El señor Bilbao es de opinión, como todo el mundo, que Ud. debe venir al Plata
lo más pronto posible. Que no recele de nadie.” Y respecto de un banquete al que asistió, invitado por
amigos de la Banda Oriental, le observa que todos le profesan “afección y respeto”: “Su nombre fue el
tema de la conversación entre personajes de bastante importancia, como los Dres. Palacios,
Sagastume, Navarro Viola, Coroneles Salvañach, Lenguas, etc.” Y vuelve a mencionar a los jóvenes:
“Le confirmo que los estudiantes de esta Ciudad se preparan para recibirlo a Ud. en el muelle”.14
Finalmente, en carta del 11 de junio, le confiesa un tenor más íntimo del asunto: “Ayer tuve el
gusto de estar con los Dres. Bilbao y Vicente López. Conversamos extensísimamente con ambos, que
son personajes eminentes y de valor real. Ellos como todo el mundo, desean que Ud. se viniese. Que
no hiciera caso de la locura de ciertas palabras del Sr. Sarmiento. Aseguré al Dr. Bilbao que Ud. no
13
14
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 15 de mayo de 1872. BF 2391
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 28 de mayo de 1872. BF 2394.
7
daba la menor importancia a las palabras a que aludía, que le había oído decir a Ud, que Ud. mismo,
en persona, querría hacer su defensa contra sus calumniadores.”15
Benítez parte para Europa en su calidad de Encargado de Negocios, el 23 de agosto de 1872.
El 7 de octubre ya le escribe a Alberdi desde Londres, asegurándole que “no tenga el menor cuidado
[...] no ha faltado quienes preguntan por Ud.[...] en nada he ilustrado a los curiosos y curiosas. Lo que
saben por mí es que nada sé de Ud.”16
A partir de la llegada al viejo mundo, Benítez y Alberdi se seguirán carteando, coordinarán
algunos encuentros, pero, lógicamente ya sus cartas no hablan de su regreso a América, aunque sí
muestran el afán por seguir la causa americana. Todo el año 73, en que Benítez se ocupa de sus
cuestiones diplomáticas en Roma, y cuando ya se encuentra en Boulogne Sur Mer, donde nacerá su
hija Susana, ahijada de Alberdi, se escribirán casi a diario.
Benítez termina su gestión a fines del 73 y debe volver a Paraguay. El 12 de enero de 1874 se
embarca en el Douro, con destino a América, y el 24 de marzo, ya desde Montevideo, le escribe dando
cuenta del recibo del folleto de Palabras de un ausente: “Estoy en posesión de su apreciable del 20 de
febrero ppdo. con los 3 ejemplares del Palabras de un ausente, que lo devoré el en acto. ¿Qué le
puedo decir, mi querido amigo, respecto a este chef d`oeuvre, si no que es toda una novedad, un
acontecimiento? Es el estudio más acabado, más brillante, que se puede hacer de las cosas y de los
hombres. En una palabra, y a mi humilde juicio, es un trabajo que va a producir un efecto considerable
en América, bien entendido, favorable a su ilustre autor. Es imposible que sea de otro modo. Mañana
sabré el efecto o impresión que haya hecho a dos lectores de importancia, a quienes presté este día mis
dos ejemplares. El troisième salió hoy para Río de Janeiro. [...] Este día hablé extensamente con el
Ministro de aquí sobre el autor de las Palabras, que con interés empezó su lectura esta tarde. Mañana
me dirá su impresión. Al dejarle el ejemplar le hice yo mismo la lectura de la 2º página de la
Conclusión; le agradó. Le hice una larga explicación de la actitud política y miras patrióticas de mi
15
16
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 11 de junio de 1872. BF 2396.
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 7 de octubre de 1872. BF 2404.
8
amigo desde su tierna edad, y en particular en la Alianza del 52. Le puedo asegurar que todo marcha
viento en popa.”17
De esta manera vemos cómo se encarga de asegurar la recepción y circulación del texto entre
los partidarios de Alberdi, y entre quienes puedan interesarse por su regreso definitivo.
Benítez volverá a la carga durante todo el año 77 para alentar la vuelta del expatriado
encarnando otras voces. De 27 cartas que le manda a Alberdi, 17 tocan este tema, donde pasa desde la
euforia de creer en su inminente llegada,18 la alucinación de confundirlo con un paseante anónimo de
Montevideo,19 al desengaño amargo de la última.20
Pero, para terminar, quisiéramos detenernos en la epístola del 8 de abril, que vuelve a
mencionar su autobiografía: “No dudo que le irán buenas palabras de su país en la actualidad,
precedido por un hombre decente, ilustrado y bien intencionado, como lo es, en realidad, el Dr.
Avellaneda. Pero Ud. tiene razón en vacilar, aun en presencia de esas animadoras palabras, no por
desconfianza en la procedencia de ellas, si no porque comprende que las situaciones en nuestros países
son más falibles que en otra parte. Además, en la administración de su país está mezclada una
influencia adversa –según lo previó Ud. con una profundidad inmensa de vista en Las palabras de un
ausente, que creo fue el título de su folletito de 1874.” 21
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17
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Buenos Aires, 24 de marzo de 1874. BF 2525.
“El entusiasmo con que he leído el anuncio de su disposición a venirse a residir a esta Capital [...]” Gregorio
Benítez a J.B.Alberdi. Montevideo,8 de agosto de 1877.
19
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Montevideo, 25 de septiembre de 1877.
20
“Se me ha contagiado el escepticismo de los que no creen ni esperan en su regreso a América [...]” Gregorio
Benítez a J.B.Alberdi. Montevideo, 18 de diciembre de 1877.
21
Gregorio Benítez a J.B.Alberdi. Montevideo, 8 de abril de 1877. BF 2568.
18
9
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10
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