Una sentencia innecesaria y ambigua

Anuncio
Una sentencia innecesaria y ambigua
Extraído de Viento Sur
http://www.vientosur.info/spip.php?article8888
Tribunal Constitucional y soberanía
Una sentencia innecesaria y
ambigua
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Viernes 28 de marzo de 2014
Copyright © Viento Sur - Todos derechos reservados
Copyright © Viento Sur
Page 1/3
Una sentencia innecesaria y ambigua
No debería haber ocurrido. No en un Estado razonablemente democrático, más respetuoso de su pluralidad nacional
y menos obsesionado con su "indisoluble unidad". El año pasado, sin embargo, el Tribunal Constitucional (TC)
decidió admitir a trámite el recurso del Gobierno contra la declaración soberanista del Parlament de Catalunya. Era
la primera vez desde la Transición que el TC suspendía un acuerdo político de un Parlamento autonómico aprobado
por amplia mayoría. Al tratarse de un ejercicio de impulso político, sin efectos jurídicos, el TC no debería haber
intervenido. Sobre todo con tres de sus miembros en vías de recusación por falta de elementales gestos de
imparcialidad respecto de la cuestión catalana. Pero lo hizo. Y con una diligencia que no ha exhibido en otros casos
de flagrante emergencia social, como los vinculados a las ejecuciones hipotecarias o a la contrarreforma laboral. El
resultado ha sido una sentencia innecesaria y calculadamente ambigua. De su interpretación futura, de hecho,
dependerá en parte que el agotamiento del Estado autonómico tenga una salida limpia y democrática o que de pie a
alternativas recentralizadoras y autoritarias.
En su argumentación, el TC admite que la resolución del Parlament carece de efectos jurídicos vinculantes. A pesar
de ello, entiende que reclama el cumplimiento de actuaciones concretas que pueden llegar a ser inconstitucionales.
Esta actitud preventiva, de sospecha, ya estaba presente en la sentencia sobre la Ley de consultas vasca y en la
desafortunada decisión sobre la reforma estatutaria catalana. Y es la que mueve al TC a erigirse en cortafuegos
prematuro, con maltrato evidente del principio autonómico y del propio principio democrático.
En el punto más contundente de su decisión, el TC declara inconstitucional y nulo el apartado en el que se dice que
"el pueblo de Cataluña tiene la carácter de sujeto político y soberano". En su opinión, esta afirmación supone
reconocer a este último el "poder de quebrar [...] la indisoluble unidad de la Nación española". La sentencia
renuncia, de entrada, a ensayar una concepción actualizada de la soberanía, que permita dar cabida a nociones
como la de soberanía compartida. Es más, insiste en que lo que le inquieta de manera especial es que la fórmula
esté redactada en presente. Que se diga el pueblo de Catalunya "tiene". Como si se tratara, no de una eventualidad
futura, sino un hecho actual, ya efectivo. Esta afirmación parece zanjar la cuestión. Con todo, suscita algún
interrogante: si el problema es la redacción en tiempo presente, ¿bastaría con que se dijera que el pueblo de
Catalunya "aspira a convertirse en un sujeto soberano" para que la afirmación resulte constitucional?
Algo similar ocurre con la distinción, en apariencia tajante, que el TC realiza entre el derecho a decidir y el derecho a
la autodeterminación. En uno de sus razonamientos, el TC sostiene que este último derecho no está reconocido en
la Constitución. Y poco antes deja claro que "una Comunidad Autónoma no puede unilateralmente convocar un
referéndum de autodeterminación para decidir sobre su integración en España". Ambas afirmaciones parecen
terminantes. Sin embargo, una cosa es que un derecho esté explícitamente reconocido y otra muy diferente que
tenga cabida constitucional. De hecho, parece obvio que un referéndum de autodeterminación no podría convocarse
de manera unilateral, como el propio Tribunal Supremo de Canadá reconoció en su momento. Pero también es
cierto que nada impediría, si existiera voluntad política, que se celebrara de manera acordada, como ocurrió en el
caso de Quebec o como ocurrirá en Escocia en virtud al acuerdo con el Gobierno del Reino Unido.
El TC elude este problema. Y prefiere separar de modo categórico el derecho de autodeterminación del derecho a
decidir. Para ello, se adentra en un camino más ambiguo y opta por un fallo interpretativo. Reconoce la
constitucionalidad del derecho a decidir siempre que se ejerza dentro de los cauces legales. Esto exigiría la
observancia de un trámite insoslayable: la reforma de la Constitución. Para los analistas más conservadores, este
requisito daría por buenas las tesis de la FAES y obligaría a escuchar al conjunto de los españoles antes de
cualquier consulta en Catalunya. No obstante, nada en la sentencia sugiere que la reforma constitucional deba ser
previa a dicha consulta. Es más, con el texto en la mano, la reforma bien podría concebirse como un último trámite,
dirigido a traducir o a reflejar el resultado expresado en las urnas por las ciudadanas y ciudadanos catalanes.
Evidentemente, para que esta interpretación jurídica se abriera paso haría falta una voluntad política de la que el
Copyright © Viento Sur
Page 2/3
Una sentencia innecesaria y ambigua
actual Gobierno carece. No obstante, el propio TC ha reconocido en varias ocasiones -también en esta sentenciaque esa voluntad política no es simplemente discrecional. Que los poderes públicos tienen un deber constitucional
de diálogo, de cooperación, de apoyo y de mutua lealtad. En marzo de 2013, 104 de 135 diputados del Parlamento
catalán instaron al Gobierno de la Generalitat a establecer ese diálogo con el Gobierno central para hacer posible la
celebración de una consulta que concretara el derecho a decidir. Constitucionalmente, el Gobierno central estaba
obligado a favorecer dicha participación (artículos 1.1., 9.2 y 23 entre otros). A diferencia, empero, de lo que ha
ocurrido en Canadá o en el Reino Unido, la ha incumplido de manera reiterada. Y no solo eso. Se ha servido, en
más de una ocasión, de la deslealtad y la amenaza, llegando a sugerir la posible suspensión de la autonomía
catalana en una interpretación intimidante del artículo 155 de la Constitución.
Algunos magistrados del TC, como Enrique López, han declarado que esta sentencia estipula unas reglas "claras,
expresas y contundentes" y que cualquier acto que no las siga tendrá "consecuencias". Este tono contrasta con el
de la magistrada Encarnación Roca, quien ha emparentado la sentencia con la del Tribunal Supremo de Canadá
sobre Quebec y ha dicho que "el derecho a decidir de acuerdo con el principio democrático se puede plantear
perfectamente de acuerdo a los procedimientos marcados legalmente". Habrá que ver qué lectura se impone y de
qué manera. Mientras tanto, la mayoría de grupos del Parlament y diferentes organizaciones sociales de Catalunya
han ratificado la vigencia política de la Resolución original: un gesto de autonomía, de independencia, que también
expresa una interpretación de lo ocurrido.
27/03/2014
http://blogs.publico.es/no-hay-derecho/2014/03/27/una-sentencia-innecesaria-y-ambigua/
Posdata:
Público
Copyright © Viento Sur
Page 3/3
Descargar