El elogio a la tortura

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El Clarí-n de Chile
El elogio a la tortura
autor Aníbal Venegas
2007-08-17 02:10:47
El Masoquismo es el goce irracional provocado por el dolor y el sufrimiento, lo más bajo que puede rechazar el instinto,
lo decadente y nefasto que sin embargo deleita a miles de hombres diseminados por doquier. La TV no es la caja idiota
como reza el discursillo con tufo intelectualoide de las jóvenes y criticas camadas de periodistas recién salidas del
horno –la universidad chilena se parece cada vez más al infierno- sino que la imbecilidad emana del dualismo contenidoespectador. Es masoquismo, y no otra cosa, el chispazo divino que empuja al gentilhombre para encender la televisión;
es el regocijarse a través de la  tortura visual y auditiva, la única explicación posible para entender por qué nos
solazamos tanto bebiendo orina y masticando heces de chacal.
El pensamiento es ante todo, propiedad del hommo. Como cualquier otra pieza de nuestra sÃ-ntesis fÃ-sica y espiritual, lo
cuidamos y alimentamos a nuestro antojo: algunos -0,5% de la población nacional- a través de la filosofÃ-a, las bellas
artes, la fÃ-sica y el proceder lógico-matemático; otros -99,5%- a través de la prensa, el deporte y el resumen de ambos,
la televisión. La gran masa no protege la más preciada de todas sus posesiones, y la castiga de forma inmisericorde al
enfrentarla a todos los peligros que implica esa invención de cientÃ-ficos rubios y primermundistas, hijos dignos de la
respetada ciencia, amantes de la dignidad y la felicidad humana sin lÃ-mites.
En Chile, el hombre y mujer común se vanaglorian de “mirar― TV. Defienden con vehemencia su “gusto― e “incl
la delirante programación –sin duda amparados en el apestoso neorelativismo mediático criollo- alegando que trabajan
muchÃ-simas horas al dÃ-a, y que precisan descansar la “mente―. Ese es todo el argumento otorgado por el vulgo toda ve
que un crÃ-tico como yo, pregunta ¿Por qué malgastas tiempo mirando “Morandé con CompañÃ-a―, “Las galas
cualquiera de las monsergas vomitivas transmitidas desde las 8 de la mañana los 365 dÃ-as del año?
Un descaro inconciente y quizá enternecedor, es lo que emana de aquella ridÃ-cula defensa populachera cada vez que
se pone en tela de juicio su goce estético. Es una realidad lamentable y un hecho comprobado, el que la mayorÃ-a de la
población sea explotada fÃ-sica y emocionalmente en sus puestos de trabajo, sin embargo yo pregunto ¿Cuántas
horas de tu dÃ-a, oh vulgar hombre, utilizas en pensar y razonar verdaderamente? ¿Cuánto de lo que realizas en tu
jornada, es la reificación de tu criterio, inquietud espiritual e imaginación inconmensurable?
Y la respuesta –si es que la hay verbalmente; he recibido hasta puñetazos en la nariz- es siempre negativa, por
supuesto. Gracias al gran legado del culo ceniciento Pinochet, Chile se transformó en la rata fiel del neoliberalismo,
aquella paradójica ideologÃ-a carente de ideas, que permite hasta el dÃ-a de hoy que la antigua dualidad metafÃ-sica
cuerpo-alma, haya trasmutado y devenido en fealdad-estupidez. Como tornillo que es de la maquinaria industrial que
trabaja sólo para producir, este hombre anulado espiritualmente divide su tiempo en ser esclavo remunerado y
torturado inconciente, de manera que el pensamiento que antaño era la única esperanza, hoy se ha transformado en
vajilla para las visitas, es decir, en la técnica que utiliza la mayorÃ-a de los chilenos para llegar a fin de mes con cien mil
pesos.
Entonces la televisión se vuelve la mejor amiga, la emperatriz y promotora de la mala conciencia y degeneración
sexual e intelectual. Ese fornicario robusto y menudo o aquella voluptuosa y rubicunda mujer chilena, se transforman de
improviso en el perrito de Pavlov con el que los dueños del poder ensayan sus proyectos televisivos, llegando al
orgasmo sus abultadas alcancÃ-as toda vez que el rating se eleva, o pateando culos cuando los resultados no fueron los
esperados y los papis sponsors se cambian a otro canal.
Y al gobierno, como siempre, le conviene el sufrimiento inconciente de sus representados. Como una programación
televisiva de elevada factura técnica e intelectual podrÃ-a sembrar la semillita de la duda –el cándido pastorcillo Goic con
dos o tres frases dejó la grande hará poco- consienten a los regentes de los 5 prostÃ-bulos más grandes de la nación,
para que de forma libre distraigan la atención de las masas de las problemáticas graves que atormentan al paÃ-s,
permitiendo que gentuza de la peor categorÃ-a se apodere del espÃ-ritu y la razón de 15 millones de chilenos.
Y la agenda se divide gracias a la Televisión, en dos lamentables corrientes: la insoportable labor de los insignificantes,
es decir la polÃ-tica, y los lÃ-os pasionales, sexuales, económicos y fecales de un grupillo de cretinos cuya sÃ-ntesis da
origen a la palabra porquerÃ-a. Esta última se transforma en la hiel que amarga las cada vez más exiguas y escasas
reuniones familiares, en el duro cincel que moldea sin oÃ-dos para el grito de dolor el corazón y cerebro de las
audiencias, en la condena que encarcela a hombres inocentes en la jaula virtual de la programación y sus derivados.
Sin embargo, ese hombre mediatizado no es inocente. Decidió –quizá iluminado por Dios, Jehová, Yahvé, Buda o la
Vaca- confiar el conocimiento y distracción, a la cada vez más rica en farándula Programación Nacional. Permitió,
incluso antes de firmar el contrato social, que la chabacanerÃ-a y mediocridad de toda esa gentuza que “trabaja― para la
televisión, ejerza el control de todo lo que compone su estructura moral y mental. Incluyó dentro de su gusto y goce
estético, todo lo propuesto por los diablos del poder, anclándose cada vez más al apasionante mundo de las teleseries
y misceláneos, anulándose a sÃ- mismo y elevando en el Olimpo a los bellÃ-simos querubines de la Televisión: Quique
Morandé, S.Q.P y Primer Plano, entre otros.
El Masoquismo chileno, es voluntario. El látigo y cinturón de castidad son los elementos básicos de los que se arman
los amos para ejercer sin lÃ-mites la voluntad de poder, y son al mismo tiempo la dura y a la vez apacible colcha donde
la población nacional castiga la inteligencia pero estimula el instinto. Esa AntifilosofÃ-a mustia, ese papel higiénico
gastado que tanto gustan mis amigos rumiar, es el sabroso veneno con el cual van aniquilando el alma; es el cardo
recio que levanta la cabeza entre medio de las rosas, y que de a poco va afeando todo el vergel, sembrando las espinas
que se clavarán en las insensibles plantas de nuestros diminutos pies.
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