Rebelión social en la «sicilia» gallega

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jueves 9 de febrero de 2006
EDICIÓN IMPRESA - Sucesos
Rebelión social en la «sicilia» gallega
Tras los sanguinarios episodios que la droga ha escrito en Galicia, la sociedad ha empezado a
reaccionar como lo hicieran en 1992 las amas de casa de Palermo: colgando paños blancos de sus
balcones para condenar el tráfico de estupefacientes y a sus mercenarios
TEXTO: ÉRIKA MONTAÑÉS FOTO: MIGUEL MUÑIZ
VILLAGARCÍA DE AROSA (PONTEVEDRA). La mecha la encendió Pietro Grasso, el Fiscal Nacional Antimafia en Italia,
en su visita a Galicia en diciembre pasado: «Sicilia pasó del hermetismo y el miedo al amplio rechazo contra las
drogas». Se refería Grasso al punto de inflexión social que vivió Palermo en el año 1992, marcado por la
manifestación espontánea de las amas de casa que, hastiadas de perder a sus hijos sumergidos en el infierno del
narcotráfico, decidieron colgar sábanas blancas de sus balcones en señal de repulsa. Y en eso de que «un icono vale
más que mil palabras» confían ahora también los más de cien colectivos sociales gallegos que, aguijoneados por las
trágicas seis muertes que desde el pasado septiembre se cobraron las «vendettas» en la comarca pontevedresa de
Arosa, se han unido a la llamada de la Fundación Gallega contra el Narcotráfico y desde ayer emulan el gesto de las
madres sicilianas para despertar de su letargo a la sociedad y, sobre todo, a los políticos que son los que la
representan.
«No es que no se luche contra la droga, pero se ha bajado la guardia en los últimos años», reconocía ayer Víctor
Pedreira, el comisionado autonómico del Plan Nacional contra las Drogas. «Galicia pasó de cierta sensibilidad a una
gran apatía social, la sociedad se ha adormecido», increpaba Felipe Suárez, presidente de honor de la Fundación
Gallega contra el Narcotráfico (FGCN). Reflejo de ello lo encontramos también en la campaña electoral autonómica del
pasado verano: ni una sola referencia de los partidos políticos a la guerra contra la hampa de la droga. Y ello en un
momento en que, según admite la Policía, la situación en este tema es la más grave de la historia.
Son sólo algunas de las muchas razones que ayer llevaron a unas cinco mil personas a expresar abiertamente su
«basta ya» al tráfico ilícito de estupefacientes. Al paso de la «marea blanca» agitada por niños, profesores, padres,
abuelos, políticos y religiosos por las céntricas calles de Villargacía, los vecinos del municipio adornaban sus balcones
y ventanas con telas blancas y cerraban los comercios. Al tiempo, las sirenas de los barcos y el repicar de las
campanas se dejaban oír en todos los rincones de Galicia. Fue un símbolo, la primera etapa, según Suárez, del
«maratón» que debe correr la sociedad gallega al unísono para mostrar que no está dispuesta a convivir bajo la ley
del silencio que impera en parte de la Comunidad.
Sustancias de destrucción masiva
Lo cierto es que el reguero de siete muertos que arrastró la droga durante 2005 en la comarca arosana es sólo el
pálpito más visible de la terrible enfermedad. La ría arosana sigue siendo entrada para alijos procedentes de
Iberoamérica y refugio para los clanes mafiosos que andan buscándose las cosquillas y salpican la actualidad
contratando sicarios que ajustan cuentas bancarias con demasiados ceros.
Mientras, los ciudadanos han optado por silenciar la sintomatología del cáncer más enquistado en la zona y que, a
quien más o quien menos, le toca muy de cerca. Como Maruja, que desde Cambados se trasladó ayer a la Plaza de
Galicia de Villagarcía para evidenciar que «faltan medios para luchar contra la droga, hay que cambiar las leyes, que
se cumplan las condenas» y que no se eche «desde arriba» la culpa a la educación que se les otorga a los niños,
puesto que ella misma, con seis hijos, ha visto cómo «las malas compañías» y la libertad con la que se mueven las
sustancias tóxicas han conquistado a tres de ellos. A su lado, Fátima, Rosa y decenas de ciudadanos reclaman una
investigación patrimonial de «fortunas desorbitadas» que no se sabe de dónde proceden. Los propios sacerdotes del
Arciprestazgo de Arosa, encabezados por el reivindicativo párroco José Aldao, arengaron en su día en la misma línea
al Ministerio de Hacienda. Corría el año 1990 con motivo de la archiconocida Operación Nécora, pero su manifiesto de
entonces es suscrito hoy en sus renovados esfuerzos contra la droga: «Los inspectores de Hacienda malgastan un
precioso tiempo revisando las declaraciones de miles de pensionistas que apenas cobran lo necesario para malvivir, en
vez de indagar en las enormes fortunas acumuladas por personas que, sin oficio ni profesión conocida, poseen una
declaración de la renta negativa».
Se practica, para muchos, una política de «guante blanco» contra los «narcos» que presentan un nuevo perfil en
Arosa: «Son cada vez más jóvenes y numerosos, desafían a los agentes con sus tretas, los cabecillas no superan los
24 años y ya tienen autonomía para moverse en este turbio mundo. Estos individuos son consumidores, altivos,
agresivos, ambiciosos y portadores de armas, un cóctel explosivo que desemboca en los ajustes de cuentas»,
desmenuzó Suárez ante el delegado del Gobierno en Galicia, Manuel Ameijeiras, quien, amén de refrendar la lucha de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en esta cruzada, informó de que la situación pinta tan negra que el
próximo lunes se pondrá en marcha en Pontevedra el tercer grupo especial contra el crimen organizado de España
(Greco), junto al del Levante y la Costa del Sol.
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