amadeos: apologías y rechazos

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TEATRO
AMADEOS:
APOLOGÍAS Y RECHAZOS
JUAN ANDRÉS PINA
Autor: Peter Shaffer.
Director: Roger William y Richard Alexander Fernández.
Sala: Salón Filarmónico del Teatro Municipal.
Hábil artesano teatral y conocedor de su oficio, el dramaturgo
inglés Peter Shaffer ha alcanzado un soberbio reconocimiento
internacional, ya desde su primera obra, Ejercicio para cinco dedos, estrenada en Londres en
1958. El resto de sus obras (El
oído privado y el ojo público,
La real cacería del sol, Comedia negra, El alegre gallo Panto
y sobre todo Equus) no han hecho sino afianzar su prestigio en
los escenarios más importantes
del mundo. Pero es seguramente
Amadeus (1979) su éxito mayor,
el que más ha dado que hablar.
Peter Shaffer normalmente
toma temas prestigiados de la
cultura mundial, desde el sicoanálisis hasta la musjca culta, y los
proyecta masivamente, utilizando los recursos consagrados de
construcción dramática, de tal
forma que su impacto en el espectador medio sea seguro y calculado, No es Shaffer un innovador teatral, ni siquiera su rol ha
sido introducir formas originales y
distintas, sino más bien su mérito
está en ofrecer al gran público
algo cercano a una "cultura prestigiada", estructurando espectáculos con resortes conocidos. La
introducción de personajes históricos, la fluida narración, la imbricación de tres temas simultáneos, la mezcla de pasión, aventura, intrigas y finales sorprendentes, todo ello lo convierten en
un dramaturgo sólido, pero cuya
base de sustentación será siempre el juego con materiales convencionales y ya probados. Igualmente, Shaffer juega hábilmente
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con cierta densidad en los contenidos, con una importante dosis
de "mensaje" que impiden resultados de obvia factura comercial,
como obras hechas en serie. El
público medio, al final de una representación, siente que allí "se
le dijo algo", que "el teatro no es
mero pasatiempo ni tampoco eso
tan complicado". En suma, Shaffer trabaja para un gusto masivo,
aun cuando se empina por sobre
la mediocridad que sólo satisface
al espectador que busca entretenerse.
Una batalla teológica
Y es en Amadeus donde Shaffer encuentra quizás su expresión mayor de esta tendencia
teatral. Teatro sicológico, fundamentalmente realista, aunque
con rasgos de expresionismo,
Amadeus es una historia que
cautiva desde el comienzo, En
ella, el mediocre músico Antonio
Salieri (José Soza), de origen italiano, es admirado y reconocido
en Viena, a finales del siglo XVIII.
La obra está basada, precisamente, en este personaje real y
ya olvidado en la historia de la
música. Salieri es protegido de ta
corte, compositor, profesor y administrador del espectáculo musical, de tal forma que sus decisiones son palabra sagrada. A
los 30 años, y con un futuro promisorio, Salieri se entera de la
llegada a Viena de Wolfgang
Amadeus Mozart (Alfredo Castro), cuya fama lo pinta como un
joven privilegiado, un genio, un
compositor absolutamente iluminado. Pero Mozart trae también
todo aquello que Salieri desprecia: picardía, lenguaje procaz y
una voluptuosidad que el músico
de la corte ha jurado ante Dios
reprimir, para tener como com-
pensación el ser un hombre conocido y famoso.
Salieri intuye el carácter libertino de Mozart, pero también su
principal cualidad: ser un compositor privilegiado, un rupturísta de
los cánones musicales establecidos y un creador capaz de transmitir profundas emociones a la
humanidad. En un momento de
iluminación, Salieri percibe que
Mozart es un instrumento de
Dios, un vehículo a través del
cual Dios quiere comunicarle a
los hombres su música celestial.
Salieri se rebela enionces contra
el Todopoderoso, porque no es él
quien lo interpreta en la Tierra,
sino un hombre procaz y vulgar.
Intuye, también, que él no será
nunca capaz de alcanzar la cima
creativa de Mozart, de quien fluyen las composiciones en forma
automática.
Salieri inicia su batalla contra
Dios, haciendo de su vida una
permanente corrupción: no sólo
adopta aquello de lo que antes
renegó, sino que vuelca sus esfuerzos en destruir a Mozart.
Esto lo consigue gracias a su poder en la corte: no da oportunidad
para que el genio pueda encontrar trabajo, lo desprestigia entre
sus amigos, lo incita a escribir
óperas que provoquen disgusto
en la comunidad, en fin, soterradamente, Salieri cava la tumba
de un enfermo y desprestigiado
Mozart, sin que éste lo perciba.
El triunfo de lo mediocre
A la larga. Salieri percibe que
el castigo divino por su proceder
no es quitarle la fama en vida fama que en realidad se acrecienta- sino hacerle comprender
con particular lucidez, su mediocridad. En el fondo, uno de los teMENSAJE N° 333, OCTUBRE 1984
TEATRO
'Amadeus1 es una obra sobre la pasión y la envidia, sobre loa
designio* de Dios y sobre las relaciones de un arte convencional
contra otro original y audaz
mas de Amadeus es el triunfo de
lo mediocre por sobre lo genial.
Salieri entiende que el futuro le
pertenece a Mozart y que él jamás podrá escaparse de su barata artesanía musical, de sus
composiciones convencionales y
del gusto establecido. Shaffer
maneja aquí una idea sobre el
arte, que constituye uno de sus
temas en Amadeus. El otro es,
de alguna manera, el silencio de
Dios o sus originales caminos
para mostrar Su voluntad. "Mozart es la flauta y Dios su implacable flautista", dice Salieri, doliMENSAJE N u 333 OCTUBRE 1984
do de haber hecho una vida pulcra y virtuosa, pero entendiendo
que esos no son méritos a la hora
de entregar una creación.
En el plano sicológico, Amadeus escarba en las dudas, tormentos, angustias y bajezas de
Antonio Salieri, conformando el
cuadro de un personaje rico y
matizado, a diferencia de un Mozart más maqueteado y unilateral. Son precisamente estos niveles posibles en la lectura de la
obra, lo que constituye su riqueza
temática y su atractivo para un
gran público. Lógicamente, Ama-
deus es una obra que se sustenta sobre un enigma inicial, el del
posible asesinato de Mozart por
Salieri, y se resuelve dinámicamente a través del desarrollo de
ésta. Aquellos planos sicológico
y existencial en que se desenvuelve Salieri, conforman el centro de la obra, dándose apenas
pinceladas que enmarquen la frivolidad de la corte y la majadería
de sus altos dignatarios. Amadeus es una obra sobre la pasión
y la envidia, sobre los misterios
de los designios divinos y sobre
las relaciones entre arte consagrado y convencional, contra otro
original, creativo y audaz.
La muestra chilena es una
suerte de reposición de otras realizadas en teatros internacionales. No por nada el director Roger
Williams se hizo cargo de la
puesta en escena en el Teatro
Municipal. Difícilmente se podría
hablar de sello propio o punto de
vista original en su presentación
en Chile. Más bien es una copia,
trasladada a las posibilidades de
nuestros teatrístas. Dos objeciones surgen a primera vista. La
primera es una traducción - e n
este caso chilena- que prolonga
la obra en aproximadamente media hora, sin existir esa capacidad de síntesis necesaria. En segundo lugar, la dirección del espectáculo apuntó más bien a "levantarlo" sobre el escenario, más
que a otorgarle una interpretación del original. No se percibe
una dirección real de actores, excepto en algunos papeles protagónicos. Todo ello implica la presentación de un Mozart excesivamente externo, casi como "niño
caprichoso", más que de auténtico rupturista, problema en que la
responsabilidad no recae en el
actor, sino en la dirección.
En suma, se mantiene la intención original de Shaffer y el espectáculo funciona en sus trazos
más gruesos. Es decir, efectivamente la puesta chilena "levantó"
la obra y el público percibe lo
esencial de Amadeus, de sus temas y de su historia. Difícilmente, en cambio, se puede hablar
de un montaje vigoroso que sea
un aporte a otros que se han hecho en el mundoxj
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