Lectura Orante del Evangelio Mateo Mt 8, 28-34 Universidad Pontificia Comillas Mateo 8, 28-34 Marcos 5,1-20 28 1 Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. 29 Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» 30 Había allí, a distancia, una gran piara de puercos paciendo. 31 Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos.» 32 El les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. 33 Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. 34 Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término. 1 Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los 3 sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con 4 cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. 5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. 2 6 7 Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.» 8 Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.» 9 Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» 10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. 11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; 12 y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.» 13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. 14 Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. 15 Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. 16 Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. 17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. 18 Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él. 19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.» 20 El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados. Cuando leas Haciendo una lectura continua del evangelio de Mateo, encontramos una gran inclusión que abarca los cap. 4,23-9,35, determinada por dos versículos casi idénticos: “Recorría Jesús toda Galilea (todas las ciudades y aldeas, dice 9,35), enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (4,23). Entre estos dos versículos, Mateo nos muestra a Jesús enseñando (sermón del monte, cap. 5-7) y curando (diez milagros de Jesús, 8,1-9,38). Nuestro texto pertenece a esta última sección, que sería iluminador leer entera para contextualizar la curación del endemoniado de Gadara. El evangelio narra la curación de dos endemoniados en tierra de paganos. Eran locos tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Mateo localiza el relato en la región de Gadara, ciudad costera a unos diez km al sudeste del mar de Galilea. Marcos la sitúa en Gerasa, ciudad situada a más de 50 km del lago. Lectura Orante del Evangelio Mateo Mt 8, 28-34 Universidad Pontificia Comillas 2 La fuente de la que se vale Mateo para construir su relato es Marcos, pero con diferencias notables. Por ejemplo, Mateo habla de dos individuos, mientras que Marcos habla, con más verosimilitud, de uno solo. Los duplicados son propios de Mateo, que también habla de dos ciegos de Jericó (cf. 20,30) y de dos ciegos de Betsaida (cf. 9,27). Según su mentalidad, la más judía de los evangelistas, se atiene de esta manera a la norma mosaica de dos testigos para acontecimientos importantes. Mateo omite detalles narrativos referentes al modo de vivir de los poseídos, así como el desenlace final en el que el curado se convierte en discípulo y testigo de lo que Jesús ha hecho con él. Algunos detalles hacen pensar que el evangelista, al modificar el relato, ha querido centrar la atención de los lectores en Jesús y en su poder para vencer y expulsar a los demonios: desaparece, como decimos, la mayoría de los detalles sobre los dos endemoniados; los habitantes del pueblo vienen a encontrar a Jesús y no al endemoniado y se resaltan las palabras de los demonios que reconocen a Jesús como Hijo de Dios, un título cuya significación plena se clarificará en la resurrección. El interés de Mateo se concentra, desde el principio, en el encuentro de los endemoniados con Jesús. Es como si los demonios sintieran su poder y supieran que el Hijo de Dios los aniquilará antes de finalizar su tiempo. Por eso no se produce en Mateo un diálogo entre los demonios y Jesús. Le hablan a gritos y le piden poder sobrevivir al menos en una piara de cerdos muy distante de allí, pero Jesús calla. Sólo pronuncia este verbo: “Id”. El evangelista no podía destacar mejor el puesto importante de Jesús. Lo relevante es Jesús, el poder de su palabra, y la compasión que le mueve a sanar a todos (cf. Mt 9,36). El hecho de que la curación tenga lugar en “la otra orilla”, en territorio pagano, sugiere que la fuerza del Reino y la predicación del Evangelio llegarán a todos los hombres. Con todo, los habitantes de Gadara piden al Mesías de Israel que se vaya de su territorio. Mateo no aclara si esto ocurre por irritación ante la pérdida de los cerdos o por miedo al poder divino de Jesús. Lo único claro es que Jesús no deja ninguna huella entre los gadarenos paganos. Ni siquiera dice si los curados siguieron o no a Jesús. Todo el episodio resulta enigmático y tiene numerosos puntos de contacto con Is 65,1-7. La lectura de este texto quizá pueda iluminar la comprensión del evangelio: 1 Me he hecho encontradizo de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: «Aquí estoy, aquí estoy» a gente que no invocaba mi nombre. 2 Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos… 4 que habitan en tumbas y en antros hacen noche; que comen carne de cerdo y bazofia descompuesta en sus cacharros;… 7 … que quemaron incienso en los montes y en las colinas me afrentaron; pero yo voy a medirles la paga de su obra y se la pondré en su seno. Cuando medites La descripción de la situación vital de los endemoniados, mucho más estremecedora en Marcos que en Mateo, quizá sea reflejo de experiencias personales, de momentos vividos, o de situaciones que están atravesando personas conocidas… Jesús llega a “la otra orilla”, a esa orilla indeseable de nuestras pérdidas en la que estamos poseídos por “demonios” que nos convierten en lo peor de nosotros mismos, para sacarnos de nuestros sepulcros, para arrojar nuestros demonios al mar, para darnos su vida abundante… Haz memoria de los episodios de liberación y sanación que has experimentado en tu vida… Si hoy te sientes poseído/a por algún tipo de demonio, identifícalo y exponte ante Jesús, que entra en tu otra orilla, para que Él te cure. Cae en la cuenta de cómo Jesús libera del mal que hay dentro y fuera de nosotros, y de la necesidad de liberación de la “legión” de demonios que oprimen a mucha gente y “les confina a las tinieblas, como a los muertos ya olvidados”… Cae en la cuenta de que tú, como los discípulos, eres envidado/a, “con poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia” (cf. Mt 10,1). Cuando ores (cuando respondas a Dios con tu oración) Bendito seas, Dios de nuestra liberación, porque el Espíritu de Cristo nos impulsa a vivir en la confianza y libertad de tus hijos. Te alabamos porque Jesús es más fuerte que el mal y venció la legión de demonios que quieren dominarnos: el orgullo, el egoísmo, la ambición, la injusticia, la violencia, la mediocridad, la intolerancia… Te suplicamos que rompas, Señor, nuestros cepos y cadenas. Sácanos de nuestros sepulcros. Si tú, Padre, no nos liberas, ¿quién puede devolvernos la vida? Restitúyenos a nuestra condición de hijos tuyos, libres y señores del mal, con Cristo y como Él. Amén.