desarrollo humano

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DESARROLLO HUMANO.
Fuentes consultadas:
http://psicodm.com/temas/11-la-psicologia-evolutiva/
http://psicologiaenlineasecc2.blogspot.com/2008/04/psicologa-del-desarrollohumano.html
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.851/pr.851.pdf
El estudio del desarrollo puede definirse como: “El estudio científico de los cambios que
ocurren en las personas así como las características estables logradas a lo largo de sus
vidas”.
El desarrollo humano está ligado íntimamente a la psicología evolutiva. Desde el mismo
instante
de la gestación del individuo, hasta el fin de su vida, este individuo constantemente
evoluciona cubriendo sus etapas de vida, salvo que por razones de fuerza mayor dejase
de existir.
Puede ser definida como la disciplina encargada del estudio de los cambios en la
conducta de los seres humanos que se producen con la edad, durante todo el ciclo vital.
Esta concepción contiene dos ideas principales: en primer lugar, cuando hablamos de la
conducta de los seres humanos no nos referimos únicamente a la conducta externa,
observable, sino también a los procesos internos, ocultos, ya sean del tipo cognitivo,
como las percepciones o pensamientos, o de tipo afectivo y emocional, como los deseos y
los sentimientos. En segundo lugar, la psicología evolutiva es una disciplina diacrónica,
centrada en las transformaciones y cambios que se producen con el paso del tiempo, es
decir con la edad.
Por estructura entendemos la organización de las conductas y procesos cognitivos y
emocionales del sujeto en un momento temporal determinado; es decir, es la perspectiva
sincrónica, atemporal, en el estudio del desarrollo. Por su parte, el cambio se refiere a la
perspectiva diacrónica del desarrollo; es decir, al estudio de la génesis y transformación
de las conductas y procesos mentales de los individuos a lo largo del tiempo. Ambos
procesos o dimensiones están estrechamente relacionados.
Cuando hablamos de psicología evolutiva también llamada psicología del desarrollo,
hace referencia al estudio de la evolución y de los cambios psicológicos que ocurren a lo
largo de la vida humana en todo su ciclo vital. Las ideas centrales que manejamos en este
intento de aproximación a nuestro objeto de estudio son cuatro: cambio conductual,
proceso, dimensión temporal y ciclo vital.Este interés por el cambio nos lleva no sólo a
expresar las diferencias y similitudes de la conducta en distintos modelos temporales, sino
que lo propio de la psicología evolutiva es la descripción y explicación del proceso mismo
del cambio. En muchas ocasiones tenemos que partir de los resultados o productos de las
acciones de los sujetos para poder inferir los procesos responsables de estas
producciones. Otros estudios intentan seguir directamente los procesos psicológicos en
su manifestación temporal, como por ejemplo los que utilizan los métodos de observación
que permiten respetar la complejidad de las interacciones que inciden sobre los procesos
de interés. La dimensión temporal cobra gran importancia cuando pretendemos estudiar el
desarrollo, ya que cualquier desarrollo necesita del tiempo para su manifestación. Es la
edad la dimensión más utilizada en psicología, pero no es la única posible. Tal como
propone Martí, el cambio puede ser estudiado también a un nivel macrogenético, por
ejemplo Piaget y Vygotski se preocupan de la evolución filogenética y la evolución
sociocultural.
Otra forma de enfrentarse al cambio es la microgenética, que presenta el objetivo de
observar la constitución de un proceso psicológico en un tiempo limitado a una o varias
sesiones experimentales. El desarrollo es continuo, es decir, sucede con el paso de las
horas, los días, las semanas, los meses y los años. Sucede a lo largo de toda la vida. Los
cambios se producen sobre lo que hay anteriormente y el desarrollo es direccional, esto
es, avanza hacia una complejidad cada vez mayor. Este avance se realiza de una forma
organizada, es decir, las habilidades se van integrando paulatinamente, y se produce de
forma holística, lo que significa que los avances nunca están aislados, todos los logros en
el desarrollo son el resultado de la interacción de los diversos aspectos. Todo elemento
del desarrollo, sea físico, cognitivo o social, depende de todos los demás. Dentro de esta
área de estudio, la psicología del niño se ocupa concretamente de la descripción de las
distintas fases por las que transcurre la infancia y la adolescencia. Uno de los aspectos
determinantes del ser humano es precisamente el tener una infancia prolongada, durante
la cual se abren inmensas posibilidades de aprendizaje. El ser humano tiene que
aprenderlo casi todo, ya que nace con un repertorio de conductas muy pequeño, y esta es
una de nuestras grandes ventajas como especie, ya que nos permite una mayor
capacidad de adaptación a situaciones cambiantes. Esta plasticidad e interacción entre el
sujeto y el medio permite el surgimiento de una gran gama de diferencias individuales.
Cada vida está sometida a cambios individuales en un contexto social, cultural e histórico
específico, lo cual determina la individualidad del ser humano.
La psicología del desarrollo humano estudia directamente los procesos genéticos, físicos
y mentales del individuo, observa los cambios desde la perspectiva del desarrollo de los
seres humanos desde su concepción ya que a partir de este momento se inicia un
proceso de crecimiento en la cual no se detiene hasta el momento del fallecimiento, por lo
tanto durante ese desarrollo como dice el texto del Blog. “a lo largo de la vida existe un
equilibrio entre crecimiento y deterioro, mientras una persona gana en un área puede
perder en otra”, esto permite que en un momento determinado se pueda predecir las
conductas de un individuo, dependiendo de la situación social vinculada con la etapa;
dando como resultado un proceso psicológico determinado. Por ejemplo ¿A qué edad un
niño aprende la conducta de mentir?, ¿Para todos es igual?, lo importante no es si es
igual o no, lo significativo es que se puede predecir que en un momento determinado de la
etapas del crecimiento del individuo por su madurez está en el momento de aprender una
conducta.
Seguramente a medida que vamos ganando años algunos aspectos se van “estancando”,
pero nunca dejamos de crecer y desarrollarnos completamente. Un especialista en
Desarrollo (Baltes) postula ciertos principios del desarrollo: 1-EL DESARROLLO ES
VITALICIO.2-EL DESARROLLO DEPENDE DE LA HISTORIA Y DEL CONTEXTO.3-EL
DESARROLLO ES MULTIDIMENSIONAL Y MULTIDIRECCIONAL: a lo largo de la vida
existe un equilibrio entre crecimiento y deterioro, mientras una persona gana en un área
puede perder en otra. Por ejemplo, los niños crecen en dirección ascendente (tamaño y
capacidades). El la madurez el equilibrio se desvía, algunas habilidades siguen
aumentando, otras disminuyen y otras nuevas pueden aparecer.4-EL DESARROLLO ES
FLEXIBLE O PLÁSTICO: esto significa que muchas capacidades pueden mejorar mucho
con la práctica, es decir, tenemos la posibilidad de desarrollarnos mas en un área que en
otra y esto no está dado innatamente. Sin embargo todo este potencial de cambio tiene
límites. Es importante destacar que el Desarrollo Humano es un campo que se estudia
desde muchas disciplinas, como la Psicología, las Ciencias de la Educación, la Biología,
la sociología, la genética, entre otras.
El desarrollo es el conjunto de transformaciones del ser viviente
que señalan una
dirección perfectamente definida, temporal y sistemática, de sus estructuras psicofísicas.
De esta manera incluimos dentro del concepto del desarrollo los elementos que lo
componen y que fundamentalmente son: el crecimiento, la maduración
y el aprendizaje.
El crecimiento significa el aumento de volumen de los elementos constitutivos de la
personalidad, especialmente en su aspecto físico, la adición de algunos elementos más
perfeccionados dentro del esquema general de desarrollo, y la progresión físico-biológica
del individuo. Hay algunas características de crecimiento que es importante señalar. En
primer lugar debemos establecer que no hay un crecimiento uniforme ya que las partes
del ser crecen con ritmo variado y a tiempos di
ferentes. Además, el ritmo de crecimiento es totalmente asincrónico y se efectúa
generalmente por brotes, lo que implica una discontinuidad de este ritmo. El crecimiento
se hace en base a ciertas direcciones genéticamente establecidas, siendo Para el ser
humano las dos direcciones
fundamentales, las del crecimiento cefalo-caudal y próximo-distal. En un sentido técnico
estricto, el cambio de crecimiento debe aplicarse a las modificaciones relativamente
permanentes en el substracto neuroanatómico y neurofisiológico de la conducta (
La maduración es un concepto tan controvertido en el campo de la psicología evolutiva,
que hay algunos autores que hasta opinan que en realidad podría quizá eliminarse. Sin
embargo es conveniente mantenerlo no solo por el valor histórico que el término tiene,
sino por las implicaciones pragmáticas que resultan de su manejo adecuado.
La maduración tiene un valor adaptativo. El estudio de la maduración instintiva iniciado
por
Freud y seguido por sus continuadores, muestra una transformación constante del
individuo, de su modo de acción y de los objetivos que el individuo se propone. Es por ello
que podemos observar en este proceso de maduración, como ciertas conductas infantiles
básicas, primitivas, se convierten ulteriormente en sociabilidad, autoestima y sexualidad
adulta define a la maduración como el "desarrollo del proceso filogenéticamente
establecido en la especie en forma embriológica o en forma de anlage". Este elemento del
predeterminismo genético en cuanto a la aparición de El crecimiento se hace en base a
ciertas direcciones genéticamente establecidas, siendo Para el ser humano las dos
direcciones fundamentales, las del crecimiento cefalo-caudal y próximo-distal Revista de
Psicología - 1964 - Vol. 1
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". Y señala más adelante que en la teoría de la personalidad, la maduración se refiere
generalmente a la adquisición gradual por el niño de los rasgos caracterológicos típicos
de los miembros adultos de su cultura. La maduración se refiere básicamente, pues, a la
capacidad plástica del potencial genético de la especie humana para proveer los
elementos psicofísicos necesarios para una adecuada adaptación al ambiente.
De acuerdo con Allport (que señala que la maduración es en realidad diferenciación e
integración, tomamos estos dos conceptos que se adaptan al criterio recién establecido
para delimitar así los objetivos y el proceso mismo de la maduración. La diferenciación
significa la especialización de las capacidades y estructuras psicofísicas para determinada
función cada vez mas progresiva, cada vez más especifica. Como lo señala el recién
citado autor, el todo pre-estructurado se va diferenciando de acuerdo a las necesidades
del organismo en el medio. Es así como de la acción de masa se pasa a la acción
específica y como en el decurso evolutivo y en lo que refiere a la maduración propiamente
dicha, se van estableciendo las barreras funcionales (Luria) que permiten limitar las
reacciones y entrar así a funcionar esa gran adquisición de la corteza cerebral humana,
que es el fenómeno de la inhibición. Se van estableciendo cada vez mejores movimientos
adaptativos que son más y más precisos y se observa una parcialización de la integridad
del individuo, que mantiene sin embargo su unidad totalizadora, lo que es por supuesto
posible si tomamos en cuenta el otro elemento fundamental de la maduración, que es la
integración.
Esta significa básicamente la subordinación de todas las partes adquiridas a la totalidad
del organismo. Es un concepto que la psicología reflexológica ha señalado con singular
acuidad.
. Este concepto de integración implica el de los niveles jerárquicos que postulan los
reflexólogos y que van desde los reflejos condicionados, a los hábitos, que serían
sistemas integrados de reflejos condicionados, y a los rasgos, o sea, las disposiciones
más flexibles como son los sentimientos, las actitudes, los valores, los intereses, y por
Ultimo, a la personalidad, que es la integración máxima (
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)
Para que un individuo finalmente se desarrolle en la realidad de nuestro mundo, debemos
considerar la participación de otro elemento que configura el proceso de desarrollo. Este
es el aprendizaje.
Es necesario superar el dualismo natura-nurtura, ya que hoy es aceptado prácticamente
por todos, que el individuo es una consecuencia de la interacción, y que la personalidad
es la resultante de la integración del individuo con sus caracteres genéticos-biológicos y el
medio ambiente. Este permite toda la evolución ulterior ya que sin una adecuada
adaptación al medio, no habría desarrollo posible.
El aprendizaje es posible si hay maduración, e implica un pasaje del reflejo condicionado
al pensamiento.
Revista de Psicología - 1964 - Vol. 1
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Las distintas teorías de aprendizaje, ya sea aquellas basadas en la teoría de estímulorespuesta en la cual el condicionamiento, la modificación aferente, y la imitación son la
base de sus explicaciones; o las dinámicas, en base a la interacción individuo-mundo,
percepción inconsciente y reconocimiento de pautas heredadas e integradas con la
realidad; permiten ampliar y delimitar así, todo este proceso de desarrollo que está por lo
tanto conformado por los aspectos de crecimiento, maduración y aprendizaje .
. El psicólogo del desarrollo puede enfocar su atención en un aspecto específico del
comportamiento, como los que se refieren al desarrollo del pensamiento o la percepción,
o puede enfocar su atención en un período específico de la vida, como la niñez o la
adolescencia. De esta manera, la psicología infantil o de los adolescentes forma parte de
la rama general de la psicología del desarrollo.
1. Modelos explicativos del desarrollo
Como no podía ser de otra manera un concepto fundamental en la psicología evolutiva es
el de “desarrollo”. Su definición varía según las diferentes escuelas o corrientes de la
psicología, pudiéndose distinguir, a grandes rasgos, tres modelos explicativos:
Modelo mecanicista
Modelo organicista.
Modelo contextual-dialéctico.
a) Modelo mecanicista
La concepción mecanicista del desarrollo es opuesta a cualquier idea de plan
preestablecido,
de
finalidad
hacia
donde
pueda
orientarse,
explicando
las
transformaciones en el comportamiento de los individuos como resultado de causas
externas. La metáfora básica para su explicación es la máquina, es decir, entiende al
individuo humano como un mecanismo reactivo ante las fuerzas externas, negándole un
papel activo en su relación con el medio. El concepto central de esta concepción es el de
“aprendizaje”, y los factores ambientales se priorizan por sobre los factores biológicos o
heredados. De aquí se deriva que se podrían programar los cambios evolutivos siempre
que se conozcan los estímulos que los provocan y los refuerzos que los consolidan. En
sus investigaciones cuenta sólo aquellos aspectos que pueden ser observados
empíricamente, es decir, la conducta externa.
Sus antecedentes en la historia de la filosofía pueden ser reconocidos en el empirismo
inglés de los siglos XVII y XVIII (Locke, Berkeley, Hume). Como representantes de este
modelo en la psicología contemporánea podemos contar con: los conductistas clásicos,
los neo-conductistas y los teóricos del aprendizaje social.
b) Modelo organicista
La metáfora básica que explica este modelo es la de un organismo vivo, activo y
organizado de forma coherente donde el todo es más que las partes y da significado a
todas ellas. El cambio evolutivo es un cambio estructural que en cada etapa presenta una
organización que, siendo distinta a la anterior, sólo se entiende y se puede explicar a
partir de ella. Los cambios son unidireccionales, irreversibles y orientados hacia metas.
Las leyes del desarrollo son universales independientemente de la cultura a la que
pertenezca el individuo.
Aunque los factores ambientales y el aprendizaje pueden modificar (desencadenar,
acelerar o dificultar) el desarrollo de los individuos, siempre se da una base o programa
propio del organismo, que puede consistir en predisposiciones heredadas genéticamente,
y que determina las diferentes etapas del desarrollo.
Se puede encontrar un antecedente de este modelo en Leibniz, filósofo racionalista
alemán del siglo XVII. Entre sus representantes en la psicología contemporánea, a pesar
de sus grandes diferencias, es posible mencionar a Werner, Freud, Erikson o Piaget.
c) Modelo contextual-dialéctico o sistémico
El modelo contextual-dialéctico tiene su origen en las concepciones marxistas y en las
teorías psicológicas basadas en ellas como las de Vygotski, la psicología soviética y las
de Wallon. También se podrían incluir en este modelo las explicaciones que del desarrollo
del individuo realizan las corrientes sistémicas. Las metáforas de este modelo pueden ser
la composición orquestal o la interacción del diálogo. El desarrollo es un diálogo entre el
sujeto y su ambiente y se condicionan mutuamente.
El individuo se percibe como un todo organizado pero en continuo cambio, como un
sistema cuya circunstancia normal es el desequilibrio y la búsqueda continua del
equilibrio, un sistema abierto que se está continuamente auto-conformando en su relación
dialéctica con el medio (autopoiesis[2]). El cambio evolutivo es resultado de la interacción
de todos los factores implicados en el desarrollo: biológicos, históricos, económicos,
sociales… El desarrollo es un proceso multidireccional que tiene lugar a lo largo de todo el
ciclo vital, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por la niñez, la adolescencia, la
adultez y la vejez.
2. El concepto de maduración
Un concepto fundamental de la psicología del desarrollo es que los procesos de
crecimiento son madurativos. El término maduración se refiere a los procesos de
crecimiento físico que de manera importante influyen para dar lugar a un desarrollo de
conducta ordenada, o sujeta a un modelo conocido. Cuando vemos que cierta conducta
aparece en todos los miembros de una cierta especie, aproximadamente en una misma
edad, sin que haya mediado un entrenamiento especial, podemos decir que es el
resultado de la maduración más que del aprendizaje. Si los factores genéticos y
ambientales se dan dentro de parámetros normales, los procesos madurativos seguirán
un curso predecible, con escasas variaciones. Pero también si estos factores genéticos o
ambientales presentan alteraciones el proceso de maduración esperado puede verse
notablemente interferido.
En el momento del nacimiento el niño no despliega gran parte de la conducta que se ve
en los niños de mayor edad y en los adultos. Los niños recién nacidos no pueden hablar,
gatear, sentarse, caminar o ejercer control sobre las funciones intestinales o de la vejiga.
¿Cuáles son los factores que ocasionan el desarrollo o la aparición de esta conducta?
Hay tres posibilidades: la conducta puede ser el resultado del crecimiento físico o la
maduración, el aprendizaje o una combinación de ambos factores.
Muchas veces, puede parecer que el aprendizaje desempeña el papel de mayor
importancia en el desarrollo de las conductas, puesto que la mayoría de los padres de
nuestra cultura proporcionan entrenamiento, oportunidad para la práctica y considerables
estímulos. De los estudios realizados con respecto al desarrollo de la conducta, sin
embargo, se desprende que si bien el aprendizaje interviene en todos los casos, la
maduración es por lo menos una variable de igual importancia y, en algunos casos, de
importancia primordial.
3. Sucesos, transiciones y crisis.
Al principio y al final de la vida, la edad cronológica y los factores biológicos determinan
en gran medida los cambios de los individuos, pero en la vida adulta el cambio se explica
mejor en base a las experiencias vividas por los sujetos, es decir, los sucesos vitales. Los
sucesos vitales ocurren en cualquier momento de la vida, ponen a prueba la capacidad
adaptativa de los sujetos, tienen una repercusión individual o colectiva y producen
cambios en la estructura vital.
Hay momentos en la vida de los sujetos en los que se producen cambios estructurales,
estos momentos los llamamos transiciones. Las transiciones son puntos decisivos entre
dos periodos de estabilidad. Éstas pueden ser: de desarrollo (es decir, pasar de una etapa
de la vida a otra, son predecibles y por lo tanto se puede intervenir en ellas), y
circunstanciales, es decir no esperadas.
Cuando una transición es muy difícil de superar o cuando el individuo no se adapta a la
nueva situación aparece una crisis. Una crisis es un período temporal de desorden
caracterizado por la incapacidad del individuo de abordar determinadas situaciones
utilizando los métodos habituales que dispone para solucionar problemas. La resolución
de una crisis o que una transición se convierta en crisis dependerá de varios factores: la
gravedad del suceso, los recursos personales del sujeto y los recursos sociales. La
solución satisfactoria de una crisis suele producir un enriquecimiento personal y un
aumento de las fuerzas y los recursos para afrontar situaciones problemáticas futuras.
4. Etapas del ciclo vital
4.1 Las fases de la evolución en el niño [3]
El estudio del niño equivale al de las fases de un proceso de desarrollo que lo va a
convertir en adulto. El psicólogo suizo J. Piaget ve cada fase como una forma de equilibrio
entre el mundo interior y el exterior. Cuando la visión que tiene el niño entra en
contradicción con la realidad que le circunda, es decir, cuando el equilibrio se rompe, se
da un salto cualitativo en su organización mental y afectiva, y todos sus conocimientos se
reorganizan y reestructuran en un nuevo equilibrio. La infancia no sería otra cosa que la
sucesión de equilibrios, cada vez más adaptados al mundo en el que el niño deberá
insertarse y vivir.
Se ha dividido la infancia, para su estudio, en cuatro períodos: el primero, desde el
nacimiento hasta los tres años; el segundo, desde esa edad hasta los seis-siete; el
tercero, de seis-siete a once-doce, y, finalmente, la adolescencia, desde la pubertad hasta
la edad adulta. Debe entenderse bien, sin embargo, que los límites entre estas etapas
cambian en cada caso individual y dependen de toda una variada serie de circunstancias.
Condicionamientos fisiológicos, climáticos, geográficos y, sobre todo, determinismos
socioeconómicos –y de ahí, culturales– hacen que cada niño sea un caso diferente y deba
ser tratado con arreglo a ello. Una mala alimentación, un defecto en la visión no corregido,
una enfermedad mal curada o, en otro orden de cosas, un ambiente familiar poco
culturalizado, una disociación familiar (divorcio o situación conflictiva de hecho), una
escolarización tardía, breve o nula, son algunos de los muchos factores que pueden influir
de una manera decisiva en la rapidez del desarrollo del niño, tanto en el terreno de lo
fisiológico, como en el de lo mental (intelectual y afectivo).
a) La primera infancia (de 0 a 3 años)
Aunque generalmente no se tenga conciencia de ello –ya que el niño a esa edad no
puede expresar lo que piensa o siente de forma comprensible para el adulto–, los
primeros años de la infancia presentan un desarrollo mental extraordinario. Esta etapa
representa el paso de la percepción de un universo global, en el que el niño distingue
entre él mismo y lo demás, a la formación de un «yo» separado de los objetos exteriores.
Es un período centrípeto en que todo se asimila al propio cuerpo, y a la construcción de
éste como «sujeto» diferente de los objetos.
b) a segunda infancia (de 3 a 6-7 años)
La formación del “yo” ha sido el primer paso importante en el desarrollo de la infancia. Sin
embargo, entraña una actitud egocéntrica ante el mundo, que no se superará hasta el fin
de la segunda infancia. El proceso de adaptación al mundo circundante se acelera, no
sólo por el considerable cambio fisiológico que experimenta el niño, sino, sobre todo, por
un factor social: el desarrollo del lenguaje.
c) La tercera infancia (de 6-7 a 11-12 años)
La tercera infancia comienza con la fase de latencia y dura hasta la pubertad. Todo el
período anterior ha consistido en una lenta superación del egocentrismo, hasta
desembocar en el dominio de la reversibilidad. Ésta hace posible la aparición de las
operaciones racionales y, en el plano afectivo y social, provoca una conciencia de la
reciprocidad. El proceso de socialización, que había comenzado con el lenguaje, se
acelera ahora con la escolarización del niño.
4.2 La adolescencia (de 12 a 18 años)
Es la época de la vida que marca la transición entre la infancia y el estado adulto. Sus
límites varían según una serie de factores, como pueden ser el sexo (doce a dieciocho
años por término medio, en ellas; trece a diecinueve en ellos), el tipo individual, la raza,
las condiciones geográficas, el medio socioeconómico, etc. Es un período de profundas
transformaciones fisiológicas, que se caracteriza a la vez por importantes cambios en las
estructuras mentales, por el intento de liquidar el estadio infantil –en un plano afectivo– y,
en el social, por los difíciles ensayos de inserción en la sociedad adulta. Algunos autores,
como Piaget, señalan dos etapas: la pre-adolescencia –hasta los quince años– y la
adolescencia propiamente dicha –a partir de esa edad hasta los dieciocho–. Otros, como
Debesse, distinguen un primer período de pubertad, caracterizado eminentemente por el
desarrollo fisiológico-sexual, y otro de juventud, cuyo signo primordial sería el de la
integración a la sociedad.
a) El plano fisiológico
En la adolescencia se presenta un impulso biológico brusco, que lleva consigo al principio
un desequilibrio general de las funciones, una aceleración del crecimiento, el desarrollo de
los órganos genitales y de los caracteres sexuales secundarios. Durante este periodo de
la vida, el papel de la hipófisis es relevante, puesto que segrega las hormonas de
crecimiento. Las vísceras, los huesos y los músculos se desarrollan. El corazón adquiere
un tamaño casi doble entre los doce y los dieciséis años, la tensión arterial aumenta y el
ritmo cardíaco disminuye.
b) El plano intelectual
Hacia los doce años, se efectúa una transformación fundamental en el pensamiento del
niño: el paso del pensamiento concreto al pensamiento formal o «hipotético-deductivo».
Hasta esa edad las operaciones de la inteligencia infantil son únicamente «concretas», es
decir, no se aplican más que a la misma realidad, a los objetos susceptibles de ser
manipulados. A partir de los doce años, el pensamiento formal empieza a ser posible, las
operaciones lógicas comienzan a ser traspuestas del plano de la manipulación concreta al
de las solas ideas, sin el apoyo de la percepción ni de la experiencia. Así, pues, el
pensamiento formal del adolescente será hipotético-deductivo en el sentido de que será
capaz de deducir las conclusiones que se pueden extraer de puras hipótesis y no
solamente de la observación real. Aquí vemos una de las novedades que oponen la
adolescencia a la infancia: la libre actividad de la reflexión espontánea, su facilidad en la
elaboración de teorías abstractas. Como dice Piaget, «comparado con un niño, un
adolescente es un individuo que construye sistemas y teorías». Otra característica
importante de la actividad mental del adolescente es su egocentrismo intelectual. Este se
manifestará por la creencia en la omnipotencia de su reflexión, como si el mundo debiera
someterse y adaptarse a sus sistemas, y no los sistemas a la realidad. Posteriormente,
ese egocentrismo casi metafísico va encontrando su corrección en una reconciliación
entre el pensamiento formal y la realidad. La actividad intelectual del adolescente irá
alcanzando el equilibrio cuando éste comprenda que la función propia de la reflexión no
es la de contradecir la experiencia, sino la de interpretarla y, en el fondo, adaptarse a ella.
c) El plano afectivo
La adolescencia se caracteriza por una profunda crisis que hace emerger al sujeto del
mundo protegido de la infancia. Sucede a un período tranquilo en que el instinto está
calmado y los conflictos de la primera infancia olvidados. Esta crisis se manifestará ante
todo por la definitiva superación del complejo de Edipo, lo que llevará al adolescente a los
primeros problemas importantes con sus padres. Esta rebelión, además, no sólo se
dirigirá contra la autoridad paterna, sino contra toda clase de autoridad: maestros,
profesores, etcétera. La emancipación será tanto más difícil cuanto más el niño se haya
fuertemente fijado a sus padres y su imagen haya sido opresiva. El adolescente empieza
a descubrir su propio yo personal, necesita autoafirmarse en contra de sus padres y de
toda su infancia para encontrarse a sí mismo. Estos últimos deben saber aceptar la
diferencia de intereses, costumbres, ideas y opiniones de su hijo y ayudarlo a liberarse del
círculo familiar –vivido por él de una forma opresiva–. El narcisismo, la autocontemplación y la soledad caracterizan este período. Por otro lado, la reactivación del
instinto sexual lleva consigo una manifestación constante, la masturbación, a la que
normalmente se relaciona, por el hecho de la represión social habitual, una culpabilidad.
Hay que tener muy en cuenta, en contra de todos los prejuicios establecidos, que son las
consecuencias psicológicas de esta culpabilidad las que son temibles y nocivas y no los
efectos propios de la masturbación, que desaparecerá a partir del momento en que el
sujeto pueda dirigir normalmente su impulso sexual hacia otra persona. Todos estos
conflictos hacen del adolescente un personaje aparentemente contradictorio, impulsivo e
hipersensible, manifestaciones que hay que entender como signos de una difícil etapa de
búsqueda de sí mismo.
d) El plano social
La adolescencia es un periodo no menos conflictivo en este aspecto. El joven vive de una
forma casi contradictoria su doble impulso de rechazo de la sociedad adulta y sus
ensayos de inserción en la misma. Hacia los quince años sale del mundo cerrado familiar
para ampliar sus relaciones en nuevas amistades. Vive sus primeros amores, se forman
las bandas de adolescentes y todo ello entre continuos entusiasmos y decepciones, que
configuran la imagen del adolescente en un constante estado de insatisfacción.
Insatisfacción provocada por el desfase que suele haber entre su mundo interior y la
realidad. Son corrientes, por ejemplo, las decepciones que le acarrea el descubrir que la
verdadera personalidad de su amigo o amiga no corresponde al arquetipo que había
proyectado sobre él o ella. A menudo parece que el adolescente sea asocial y casi
asociable. Nada es más falso, sin embargo, ya que medita y actúa sin cesar en función de
la sociedad. Se afirma en contra de ella, pero, en el fondo, en relación a ella, y la actitud
que toma sigue siendo la de insertarse en una sociedad que, si bien al principio no es la
de los adultos, será por lo menos el grupo restringido o la banda de adolescentes.
Finalmente, todos estos conflictos se irán resolviendo a medida que equilibre su vida en el
doble plano afectivo y social. Equilibrio que será una adaptación al adquirir un estatuto
social y profesional, y una estabilización sentimental y sexual. Se puede afirmar, sin
embargo, que ciertos adultos son adolescentes prolongados –a pesar de que su
desarrollo fisiológico se haya realizado completamente– cuando las condiciones de
estabilización no se han realizado de forma satisfactoria.
4.3 La edad adulta o adultez
La adultez comienza aproximadamente a los 20 años. Usualmente se divide en tres
períodos:
Adultez joven o juventud: 20 a 40-45 años.
Adultez media: 45 a 65 años.
Adultez mayor: 65 años en adelante.
a) La adultez joven o juventud (de 18-20 a 40-45 años)
La juventud comienza con el término de la adolescencia. Constituye el período de mayor
fuerza, energía y resistencia física. Se producen menos enfermedades y se superan
rápidamente, en caso que éstas se presenten. Por tal motivo, el índice de mortalidad es
bajo. La mantención del estado físico depende de factores como la dieta adecuada y el
ejercicio físico.
En relación al desarrollo intelectual, los adultos son capaces de considerar varios puntos
de vista simultáneamente, aceptando las contradicciones, lo que se conoce como
pensamiento dialéctico. En esta etapa lo ideal suele ser elegir una pareja, plantearse la
paternidad, lograr amistades duraderas y un trabajo estable.
b) La adultez media (de 45 a 65 años)
Durante esta etapa se suele dar la llamada “crisis de la mitad de la vida”, en la cual se
produciría una suerte de lucha entre la generatividad y el estancamiento, la necesidad de
reelaborar la imagen del Yo debido a los cambios corporales, a la muerte de los padres, a
la marcha de los hijos, a la evaluación de los logros y las metas conseguidas. En general,
se puede afirmar que la “crisis de la edad media” no es un acontecimiento inevitable, ya
que la existencia de buenos recursos para enfrentar las exigencias del medio y las del
crecimiento personal permitiría una buena adaptación a la edad madura.
La adultez media se caracteriza por la liberación de las grandes presiones y la búsqueda
de placeres más individuales, junto a una mayor experiencia, que será bien aprovechada
si no se mantienen sueños imposibles ni se mantienen posiciones muy rígidas. El autoconcepto, la confianza en uno mismo y el control del Yo suelen aumentar en esta época y
la salud mental dependerá del buen ajuste entre las expectativas y la realidad.
c) Adultez mayor o vejez (de 65 años en adelante)
La vejez, percibida habitualmente como el declive físico y psíquico de las personas, no
tiene por qué ser necesariamente el punto más bajo del ciclo de vida, siendo posible un
envejecimiento razonablemente satisfactorio. Debería ser la sociedad quien descubra y
promueva los valores y las capacidades vitales de las personas mayores.
La principal tarea de las personas mayores suele ser la de comprender y aceptar su
propia vida y utilizar su gran experiencia para hacer frente a los cambios personales o a
las pérdidas y limitaciones de sus condiciones físicas y psíquicas. Las personas han de
adaptarse a la disminución de su fortaleza y salud física, a la circunstancia vital de la
jubilación y asumir una mayor proximidad del final de la vida.
Pese a lo que se suele pensar la salud de las personas de esta edad es bastante buena,
pues el 68 % de la población de adultos mayores está sano y sólo un 5% se encuentra en
un estado de invalides o postración, el resto tienen ciertas enfermedades o limitaciones,
pero siguen siendo autosuficiente. El problema es que muchas de las enfermedades que
se asocian con la vejez son enfermedades crónicas que han sido adquiridas
aproximadamente a los treinta años, como es el caso de la artritis, diabetes,
enfermedades cardiacas, reumatismo, lesiones ortopédicas, alteraciones mentales y
nerviosas. Por lo tanto, el envejecimiento en sí mismo no es una enfermedad y la mayor
parte de las personas ancianas gozan de buena salud, aunque no se puede negar que el
envejecimiento esté acompañado de cambios físicos y que incremente la posibilidad de
desarrollar enfermedades crónicas, debido a que el equilibrio orgánico es más frágil.
Algunos de los cambios físicos son: declinación de las funciones sensoriales y
perceptivas, disminución de la estatura, propensión a la osteoporosis en las mujeres,
atrofia de las glándulas sebáceas del rostro, pérdida de la adaptación al frío y al calor,
disminución de la fuerza y rapidez para realizar actividades físicas, las paredes de las
arterias se endurecen y se reduce su elasticidad, los mecanismos inmunológicos que
defienden de las infecciones y también del cáncer pierden eficiencia. El ejercicio, una
buena dieta, evitar el cigarrillo y el alcohol, pueden ayudar a las personas a ampliar la
parte activa de su vida y a que sean más resistentes a enfermedades crónicas, que
pueden llegar a ser fatales.
En cuanto a la sexualidad, gracias a recientes investigaciones en el adulto mayor, se ha
dado cada vez mayor importancia a la expresión sexual, al comprobar que ésta no sólo
sirve a propósitos físicos, sino que también a asegurar a ambos miembros de la pareja el
amor del otro, así como su comprensión y la sensación de que sigue estando vigente su
vitalidad, lo que en definitiva contribuiría a elevar la autoestima de cada miembro de la
pareja. De esta manera, los estereotipos populares que plantean que los años de la vejez
son asexuados, son infundados puesto que en la práctica, existe un número elevado de
personas adultas, que después de los sesenta y cinco años permanecen interesadas y
activas sexualmente.
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